Le fui infiel a mi esposo
Mis ojos no eran capaces de cerrarse, estoy segura que se quedaban en blanco mientras él entraba y salía de mí. Nunca imaginé que el sexo anal fuera tan placentero. En breves segundos la lubricación era completa ayudada por la saliva del rudo hombre que me montaba con brío. Él resoplaba tras de mí y yo jadeaba como una niña. (Con fotos)
Me llamo Teresa y esta historia, que les aseguro es totalmente real a excepción de los nombres que he querido cambiar por razones obvias, comenzó en un simple bar de carretera acompañando a mi marido como hacía muchas veces. Él es comercial de una gran empresa y yo sólo soy la esposa que le espera en casa, aburrida y la mayor parte de las veces sola. Somos un matrimonio de Madrid de mediana edad, mi marido tiene 49 años y yo ya tengo 46, así que ambos estamos más bien para estar tranquilos en casita, sin demasiados sobresaltos. Pues bien, un buen día que Alberto, mi marido, tenía que desplazarse hasta Ponferrada por motivos de trabajo decidí acompañarle, el trayecto de Madrid a Ponferrada en la provincia de León, son algunas horas, así que decidida y dispuesta a no quedarme en casa como tantas otras veces, me puse mi vestido más vistoso y subí al coche con él. Por el camino comenzamos a hablar del tiempo perdido, de nuestra época de novios, de cuando nos metíamos mano en la última fila del cine del barrio o cuando hacíamos el amor en el coche, de regreso a casa. La verdad es que la conversación hizo que me invadiera un sentimiento de nostalgia y pensara para mí, cuánto tiempo había perdido. Nunca tuvimos hijos y sin embargo la mayoría de las veces el trabajo de Alberto obligaba a estar varios día separados. Alberto llevaba en la empresa 27 años, es decir, lo mismo que de casados.
El ruido de la carretera iba apagando poco a poco nuestra conversación. Al poco de haber salido de Madrid ya sólo mirábamos, a la carretera él y al paisaje yo. Circulábamos por la nacional 601, quisimos evitar la autopista pues Alberto odia el tráfico de las autopistas. De repente, tras más de media hora sin hablar, Alberto comenzó a preguntarme si yo le había sido infiel alguna vez aprovechando las ausencias por motivos de trabajo. Me sorprendió muchísimo su pregunta y le contesté con la misma pregunta.
-¿Y tú? ¿Me has sido infiel alguna vez con otra cuando estabas fuera? Me molestó la pregunta y quise herirle con la misma arma.
-Eso no es una respuesta -Me dijo con el semblante serio.
No contesté. Ninguno de los dos seguimos hablando, él pensando en mi pregunta y yo pensando en la de él. Súbitamente puso el intermitente y salió de la carretera.
-¿Qué haces?-Le dije, extrañada por la maniobra.
-Sí. -Me dijo, girando la cabeza y mirándome fijamente a los ojos.
-¿Sí qué? No alcanzaba a comprender.
-Que sí te he sido infiel alguna vez.
No respondí, por extraño que parezca no estaba enfadada, un poco sorprendida pero no enfadada.
-Entiendo. Le contesté pasado un tiempo de silencio y en un tono de resignación y tranquilidad.
-Ahora falta tu respuesta. Me dijo sin quitarme esa mirada de encima, me hacía sentir incómoda.
Durante un rato permanecí muda, los recuerdos brotaron en mi memoria, recuerdos de hacía veinte años.
-No. Le dije sin inmutarme.
Esa respuesta no era la verdad. Se quedó un rato con su mirada fija en mis ojos, después miró al frente.
-¿Por qué tardaste tanto en contestar entonces? Me dijo algo desorientado.
-No lo sé. Quizá lo inoportuna de la pregunta. -
Le contesté adornando mi mentira.
Cuando tenía 26 años y después de un pequeño enfado con Alberto, me acosté con su amigo y vecino del 5º, un camionero rudo y soez de 45 años, me arrepentí con el tiempo, pero en aquella época yo sentía que la vida se me escapaba en las sombras de la monotonía, por lo que al estar enfadada con mi marido y estar él ausente, precipitó lo que tenía que pasar, la debilidad de la carne suele imponerse en estos casos. Quizá por ser amigo suyo no se lo confesé, creo que le dolería más que si hubiera sido un extraño. Lo cierto es que fueron tres encuentros en tres días de ausencia de Alberto, pero tres encuentros que me subieron a la Luna. Nicanor, su amigo, no valía ni la mitad de Alberto, era un engreído y un machista que iba por ahí contando los secretos de alcoba de las mujeres con las que se acostaba. Presumía de haber follado con casi todas las casadas del barrio, lo peor era que contaba los pequeños secretos íntimos, las debilidades, las fantasías, hasta las posiciones eran escenificadas por este estúpido de mente corta aunque de polla grande (al menos en eso fue generosa la naturaleza), en fin, todas las mujeres que sucumbían estúpidamente entre sus piernas, pasaban a formar parte de la comidilla de los bares y barberías de la zona. Yo era una de ellas. De mí contaba que me inició en el sexo anal, que tuvo que venir él a desvirgar mi culo. Estuve mucho tiempo temblorosa de que Alberto se enterara. Pero el tiempo fue pasando y aquí estoy mintiendo para no hacer daño a Alberto.
Sí, es verdad que los tres encuentros fueron fogosos, sexualmente hablando, sin entrar en preámbulos les diré que el primero fue en la azotea. Yo estaba con la moral baja y Nicanor estaba subido de otra cosa, estuvimos hablando de mis problemas con Alberto, de lo sola que estaba, en fin, pasada una media hora terminé contándole intimidades de mi matrimonio. Yo hablaba y hablaba y él escuchaba, de vez en cuando se compadecía de mí y me decía cosas cariñosas. No sé como ocurrió, pero en un momento me vi rodeada por los fornidos brazos del amigo de mi marido y del abrazo y ardientes besos pasamos a la pasión en sí. Nicanor, que es muy poco romántico, me levantó en volandas mientras nos besábamos, yo soy muy bajita, apenas mido 155 cmts por lo que no le costó demasiado despegarme del suelo, me sentó sobre la lavadora que en ese momento estaba funcionando y tras meter sus manos bajo mi falda arrancó las bragas de un tirón, se desabrochó los pantalones y los dejó caer a sus pies. Pude ver de reojo su enorme miembro ya excitado. Sorprendida por un momento, intenté con las manos frenar su ímpetu de macho, pero sus besos impedían que mi resistencia fuera realmente eficaz. Aquel rudo camionero, se colocó entre mis piernas haciendo presión hacia mí. Su fuerza hacía que mis piernas se abrieran cada vez más al compás de sus empujones. Él me atraía hacia su cuerpo mientras colocaba su enorme y ennegrecida polla en la entrada de mi sexo y fue introduciéndolo poco a poco pero con total impunidad. No hubo preámbulos, Nicanor daba unos golpes de pelvis tremendos que hacían que la lavadora se desplazara lentamente a cada embestida. No sé si fue la lavadora o fue Nicanor, lo cierto es que pasados unos minutos en que no dejaba de follarme con brutalidad, tuve uno de los orgasmos más ruidosos de mi vida, de hecho aún hoy lo recuerdo con excitación. El polvo no duró más de un cuarto de hora, ni siquiera me preocupó que alguna de las vecinas pudiera verme, estaba en el séptimo cielo empalada por este camionero de 1,90 cmts de estatura y 25 cmts de virilidad. Incluso no me preocupó el que dejara su semilla en mis entrañas. Tan ordinario fue el muy cabrón que se desacopló y se puso a silbar y a tararear una melodía acerca de otra de sus adquisiciones. Se subió los pantalones y se retiró sin más. Yo me quedé durante un rato con las piernas abiertas de par en par, sin poder bajarme de la lavadora por miedo a que me fallaran las fuerzas y con unos jadeos que evidenciaban como me había dejado aquel macho.
El segundo día no hubo ni siquiera conversación, coincidimos a la entrada del edificio, -creo que él me esperaba a propósito- y tras entrar en el ascensor, pulsamos la 4ª planta que es donde yo vivo, sin embargo Nicanor pulsó la parada de emergencia y allí mismo comenzamos a desvestirnos, yo le quité el cinturón y desabroché el pantalón, mientras él me remangaba la falda y me volvía a romper las bragas, en verdad que con este tío mejor sería ir sin ellas. Comenzó a acariciarme el sexo con esas manazas que tenía. Mientras me besaba en el cuello, en la oreja y en la boca, yo intentaba colaborar abriendo las piernas para que su mano tuviera más fácil el trabajo, era increíble, me sentía completamente mojada, necesitaba la polla de este imbécil, él debió darse cuenta cuan necesitada estaba y retrasó intencionadamente la operación. Estábamos pegados el uno al otro cuando de repente me dio la vuelta y me puso de cara al espejo del ascensor, separó mi pierna derecha y la levantó hasta colgarla de su antebrazo derecho, no podía más, necesitaba que me follara ya, él seguía haciéndose el remolón con intenciones que después descubrí.
-Fóllame ya, joder. -Le decía entrecortadamente- Hazlo ya, tío.
-¿Quieres subir por las nubes?- Me dijo al oído en tono intrigante.
-¡¡Sí,sí,sí!!. Le respondí entre jadeos.
Fue entonces cuando colocó su enorme polla en la entrada de mi culo. Con los mismos fluidos de mi sexo intentó embadurnar el orificio anal. Masajeaba con los dedos y la palma de la mano como nadie me lo había hecho hasta entonces. Unos espasmos ruborizantes me subieron por las piernas, los muslos, las nalgas, la espalda, el cuello y la cabeza. Si no fuera porque me sujetaba Nicanor, me hubiera desplomado contra el suelo. Jugó durante un buen rato con la saliva y sus dedos en mi deseado orificio. Manoseó con deleite y suavidad, cosa extraña en él, mientras me lamía la oreja. La posición era poco menos que esperpéntica. Él, sujetando mi pierna derecha con su antebrazo mientras su mano masajeaba mi pecho. Mi pie izquierdo, de puntillas sobre el suelo del ascensor mientras mis manos se apoyaban contra el espejo para intentar aguantar el equilibrio. Nicanor, con su mano izquierda se la pasaba repetidas veces por la boca para ensalivarla y otras tantas veces metía sus dedos carnosos y toscos en mi culo, al principio lentamente, pero después fue adquiriendo velocidad a medida que notaba que mi culo colaboraba. Así estuvo durante un rato, eso sí, sin dejar de mordisquear mi oreja. Yo estaba a cien, lo confieso. Él sufría bastante pues tenía que encorvarse muchísimo teniendo en cuenta su tamaño con respecto al mío. En un momento dado se incorporó por completo, supongo que por las molestias de la espalda y me despegó totalmente del suelo, sólo estaba colgada por su antebrazo derecho y lo que podía sujetar a veces su brazo izquierdo. Recuerdo perfectamente que llegué a pedirle entre jadeos que me montara con su polla mientras él se colocaba en posición cómoda. No exagero al decir que mi ordinariez me excitaba. Incliné la cabeza y ahí estaba el enorme capuchón rojizo asomando entre mis muslos, justo bajo el vientre. De repente, con suma brusquedad, descolgó mi pierna y sacó su falo hacia atrás lo que motivó que volviera a apoyarme en el suelo. Nicanor me obligó a colocarme en el piso a cuatro patas, colaboré un tanto temerosa de su brutalidad. Con sus pies separó mis rodillas que ya se encontraban en el suelo y con su manaza ennegrecida por los motores de sus camiones me agarró por el pelo y puso mi cara contra el suelo. Noté como buscaba una posición idónea para él y acto seguido noté la presión de su cabeza viril intentando penetrar mi virginal culo. Mi marido y yo lo habíamos intentado de novios pero nunca lo culminamos. Presionó y presionó, yo intenté cerrar los ojos, él siguió presionando. Ya con los ojos cerrados noté como poco a poco iba venciendo la resistencia. Nicanor se paró en seco y separando el enorme cabezón escupió varias veces en mi culo, después se agachó y con su lengua abrió el orificio que tanto anhelaba. Yo no era capaz de abrir los ojos, estaba en el paraíso. Su lengua era tan activa como su polla, entraba en mi culo con total facilidad, ayudada por la propia baba que Nicanor generaba, sediento de follarme. Yo seguía con los ojos cerrados intentando imaginarme a un amante digno de cuentos de hadas. Noté, aún con los ojos cerrados como cambió su lengua por su polla. Esta vez el culo estaba más lubricado, yo seguía con los ojos cerrados viviendo el mayor éxtasis de una mujer, noté como su cabezón se colocó a la entrada, colaboré arqueando la espalda para que la verticalidad de mi culo facilitara la penetración, esperaba ansiosa que esa masa de carne entrara poco a poco e inundara mis entrañas para siempre. No dio tiempo, Nicanor de un certero empujón metió aquel palo carnoso y caliente dentro de mi culo, estoy segura que toda su longitud se precipitó en mis entrañas de un solo golpe, no pude evitar el grito mientras mis ojos se abrían de par en par intentando salirse de las cuencas oculares.
-¡Aaaaaaaaaah!. Grité.
-¡No te lo esperabas! ¿Verdad? Me espetó entre risas mientras entraba y salía de mí con rapidez.
-¡Ahh, ahh, asiií, ahhh, ahhh, asiií, ahhh, ahhh! Jadeaba sin poderlo disimular.
El dolor del momento había dado paso a un placer inmenso, inmenso. Nicanor me follaba con celeridad, como si tuviera prisa. Me daba unas embestidas que me hacían daño en la cara ya que estaba aún apoyada contra el suelo y con el culo levantado aguantando la polla de ese animal, de ese deseado animal. Mis ojos no eran capaces de cerrarse, estoy segura que se quedaban en blanco mientras él entraba y salía de mí. Nunca imaginé que el sexo anal fuera tan placentero. En breves segundos la lubricación era completa ayudada por la saliva del rudo hombre que me montaba con brío. Él resoplaba tras de mí y yo jadeaba como una niña. Los golpes que recibía en mis nalgas debido a la brusquedad con que me atravesaba eran audibles fuera del ascensor. Estuvimos así durante un rato, él cabalgando ferozmente y yo recibiendo pasivamente su enorme rabo digno de un semental. Mi culo no se cerraba, lo notaba ya que él sacaba todo su miembro fuera para con la misma embestida introducirlo por completo de nuevo. Me da vergüenza confesar que mientras Nicanor cabalgaba sobre mis nalgas, sacando y metiendo su polla en mis entrañas yo tenía la cara desencajada por completo, incluso recuerdo que me babeaba como un bebé debido a que no podía cerrar la boca mientras él me estuviera empalando por detrás. Tuve dos orgasmos seguidos hasta que él se corrió por completo dentro de mí.
Lo mismo que había ocurrido el día anterior se repitió de nuevo. Se incorporó y comenzó a vestirse deprisa mientras silbaba esa estúpida canción. Yo por el contrario permanecí durante un rato con las piernas abiertas y el culo al aire como si quisiera recibir más. La realidad era que mis piernas no respondían, no podían hacerlo debido al trajín de los minutos anteriores.
-¿Quieres más? ¿No tienes bastante? Me dijo con su estúpida risa.
Yo no contesté. Saqué fuerzas de donde pude y traté de incorporarme a trompicones, me vestí como me fue posible y reanudamos la marcha en el ascensor. Yo me quedé en mi piso y él continuó hasta el suyo. Esa noche recuerdo que me dolía bastante el culo, aunque cada vez que pensaba en el momento disfrutado me excitaba de nuevo.
La noche siguiente, mientras recogía la mesa después de cenar, sonó el timbre de la puerta. Extrañada por la hora, eran más de las nueve de la noche, me acerqué a la puerta y miré por la mirilla, era Nicanor, el osado de Nicanor. Estuve indecisa de si abría o no. Decidí abrir para decirle que todo se había acabado.
-¿Qué quieres Nicanor? Le dije con tono y semblante serio.
-Quiero pasar, conversar contigo. me contestó él en tono risueño.
-Lo siento no quiero continuar con esto, fue una estupidez por mi parte que no volverá a ocurrir. Quiero a mi marido y no deseo dar de que hablar a las vecinas del barrio. Vete, por favor. Le expliqué casi implorando.
-Tranquila mujer, déjame entrar y me despido, ya verás, no debes temer nada. Me dijo mientras ponía una cara falsamente tristona.
Dudé un instante, miré a mi alrededor por si había alguna vecina curiosa y le facilité la entrada apartándome a un lado.
-Sólo un rato, dime lo que tengas que decir y te marchas. Lo nuestro ha terminado Nicanor. Le previne muy seriamente.
-De acuerdo, hoy será la última vez que estemos juntos tú y yo, te lo prometo. Me confesó en un tono muy bajo.
Nicanor comenzó a decir que estaba enamorado de mí, que lo de las otras eran simples aventuras, que me apreciaba, apreciaba a mi marido, que había disfrutado muchísimo las dos noches anteriores, bla, bla, bla. Estuvo más de veinte minutos hablando, después se despidió y se dirigió a la puerta, yo le seguí sin decir nada. Al llegar a la puerta y antes de que la abriera se giró hacia mí y me dijo.
-Bueno Tere, aquí me despido. Al decir esto se quedó mirando fijamente a mis ojos. Yo no sabía si despedirme con un apretón de manos o con un beso de amigos. Titubeé unos segundos, mientras él no separaba su mirada de mis ojos. Yo también miraba los suyos expectante de sus movimientos. En unos segundos agachó su cabeza para besarme en la mejilla y yo ladeé la cara para que lo hiciera, sin embargo Nicanor, utilizando un viejo truco, volteó su cara en el último momento cuando yo giraba la mía y me besó en la boca. No reaccioné y él lo tomó como un permiso. Me rodeó con sus brazos por la cintura hasta atraerme por completo hacia él. Instintivamente besé su vientre ya que estaba a la altura de mi boca y él se agachó para besarme en la boca, con suavidad, sí con suavidad, quizá era consciente de que era la última vez que me besaba. Después, todo fue seguir nuestra pasión. Yo en realidad no le quería, para mí sólo era sexo puro y duro, para él supongo que sería una pieza más de su cacería particular. Me subió en brazos sin dejar de besarme y se dirigió a la cocina. Allí apartó con su brazo izquierdo el plato y el vaso donde momentos antes había comido y tras separar también el mantel de tela china, me sentó sobre la mesa. Nicanor se separó un poco y se desabrochó la camisa lentamente sin dejar de mirarme. Después se acercó a mí y me besó nuevamente mientras sus manos se deslizaban por mi cuello. Su lengua era carnosa y de una vitalidad exquisita. Volvió a separarse de nuevo y se desabrochó los pantalones para dejarlos caer al suelo. Su fornido cuerpo, con los interiores blancos, daba un aspecto viril que cualquier mujer pagaría por tenerlo. Se aproximó otra vez a mí y su boca atrapó de nuevo la mía. Jugueteaba conmigo, en ese momento no era el mismo Nicanor de días pasados. Otra vez se separó de mí y sus manos se desprendieron de sus boxer blancos. Era impresionante y ridículo a la vez. Tenía ante mí a una mole gigantesca totalmente desnuda pero con los zapatos y calcetines puestos. Esbocé una sonrisa al verlo así, recorrí su cuerpo de abajo arriba y cuando llegué a su cintura pude ver que su polla estaba creciendo, podía ver con claridad cuan enorme era, en días anteriores la había sentido pero no me había fijado claramente en su tamaño real comparándola con su cuerpo. Estaba totalmente horizontal, mi antebrazo era más pequeño que su miembro. Con una sonrisa en mis labios salté de la mesa y me aproximé a él. Me incliné y lamí su cabezón con deleite, al fin y al cabo si era la última vez, que fuera al menos provechosa. Él se mantuvo erguido, yo por el contrario agarré con ambas manos su polla y jugueteé con ella a placer, la ensalivaba y me la llevaba hasta la garganta, en eso era una experta pues Alberto era un apasionado de las felaciones. Una de las veces me dio una arcada y a punto estuve de vomitar la cena, ya que él hizo presión y me llegó de golpe a la garganta. Me puse en mejor posición y volví a metérmela por completo en la boca, esta vez engullendo totalmente los 25 cmts aunque tenía que aflojar rápidamente ya que me era difícil respirar con ella en la garganta. Nicanor daba unos resoplidos enormes, señal inequívoca de que esta vez era yo quien dominaba la situación. Mientras me tragaba su enorme miembro mis manos estaban agarradas a sus respectivas nalgas. Las apretaba y las separaba en un juego que le excitaba. Con mis dedos jugueteaba con su orificio anal arrancándole más de un jadeo. Sabía sacarle partido a esa situación y me sentía cómoda. Llegué incluso a meter mis dedos ligeramente en su culo sintiéndome la verdadera ama de la escena. Nicanor resoplaba y resoplaba mientras yo me tragaba su descomunal miembro y hurgaba en su culo de macho dominante, se que a los hombres les encanta esta situación y por eso puse especial cuidado en ello. La saliva brotaba por mis labios y en un mete y saca de su falo en mi garganta. La verdad es que duró muy poco mi autoridad, pues la excitación de Nicanor se hizo insostenible, y comenzó a follarme en la boca con frenesí, sus manos agarraron mi cabeza y me atrajo hacía él, estrujándome por completo mi cabellera, quise zafarme para poder tomar aire pero él me lo impedía, seguía follándome y follándome mi boca como un animal. Con mis manos hice presión contra él para intentar separarme pero era imposible, su enorme falo llegaba hasta mi garganta y parecía que iba a entrar hasta mis entrañas por la boca, yo quería vomitar, quería tomar aire, pero él me lo impedía, mis ojos estaban implorando ayuda, le hice señas pero Nicanor no me miraba, sólo miraba al techo mientras aumentaba el ritmo de sus embestidas dentro de mi boca, de repente lo noté, una andanada viscosa y caliente se precipitó por mi boca desplazándose hasta mi garganta. Una parte salió precipitada por la comisura de los labios, impulsada hacia el exterior por la propia presión ejercida por la polla de Nicanor. Si quería liberarme tenía que tragarme su leche y así lo hice, tragué, tragué y tragué hasta que mi boca quedó liberada de su líquido seminal, fue en ese entonces cuando Nicanor aflojó su presión y pude liberarme. Estuve durante un rato apoyada en el suelo respirando profundamente, jadeante por la falta de oxígeno, mi cara embadurnada por completo de la leche de Nicanor y él recobrando fuerzas con la mirada perdida en el techo.
-Lo siento no pude evitarlo. Me dijo en voz baja.
Cuando recobré el aliento me incorporé, sin dejar de mirarlo. Nicanor estaba allí, quieto. Ahora me miraba atento, siguiéndome con la mirada, me estaba preocupando.
-Tere, ven aquí, por favor. Me ordenó con cierta amabilidad.
Yo le obedecí, aunque muy despacio, no estaba segura qué pasaba por su cabeza. Me aproximé a él y nuevamente me rodeó con sus brazos. Me besó, mordisqueó mi cuello, él sabía que eso era mi debilidad. Mordisqueó mi oreja. Cerré los ojos y me dejé llevar por él. Noté que se agachaba y me desabrochaba el pantalón vaquero. Noté cuando lo deslizó hasta las rodillas. Su mano se paseó por mis bragas blancas, se dio cuenta que mi sexo chorreaba por lo mojadas que estaban. Sus dedos rozaron mi sexo sobre la tela, me estremecí de placer. Su mano aferró mi abultado y mojado sexo, intenté abrir las piernas para que su enorme mano pudiera pasar por entre los estrechos muslos. No pude, los vaqueros en las rodillas me lo impedían. Esperé que me liberara de ellos pero él no lo hizo. Sacó su mano de mi sexo y me abrazó fuertemente. Su boca se acercó a la mía, noté su calor. Su lengua se metió en mi boca mientras sus manos atrapaban mis nalgas, las estrujaban, las palmeaba, las castigaba, las abría y las apretaba. Su enorme falo cálido estaba apretado contra la blusa, a la altura de mis pechos. Notaba como recuperaba poco a poco su poderío. La turgencia de mis pezones se notaba aún con la blusa y el sujetador puesto. Quería que me tomara ya pero no se lo pedía, sólo me mantenía con los ojos cerrados, imaginando una situación idílica. Cuando terminó de castigar mis nalgas me dio la vuelta y me apoyó sobre la mesa. La mesa era muy alta para mí, así que él me cogió por la cintura y me colocó boca a bajo sobre ella con los pies colgando pues no llegaba al suelo. Intuí que me iba a follar allí mismo, lo espera ansiosa. Nicanor se entretuvo un rato que me pareció una eternidad. Buscaba algo, yo desesperaba, quería que me follara.
-Necesito tu cinturón.-Me dijo.
Se agachó y soltó el cinturón de mis vaqueros. Ató mi pie izquierdo a la pata de la mesa, bajó por completo mis vaqueros y después recogió su cinturón y ató igualmente el pie derecho a la otra pata de la mesa. La tirantez me hacía daño pues los vaqueros impedían que pudiera abrir por completo las piernas. Acto seguido agarró mis mojadas bragas y las bajó ligeramente hasta dejar mis nalgas al descubierto. Después se lo pensó y tiró de ellas hasta romperlas por completo.
Nicanor se inclinó y comenzó a meter su lengua en mi orificio anal. El placer que me proporcionaba no tenía precio.
-¡Aaaaah! ¡Aaaaaah! Jadeaba como una posesa ante los lengüetazos de Nicanor.
Él perforaba mi culo con su carnosa lengua sin tregua. Sus enormes manos mantenían las nalgas separadas. Mi sexo rezumaba chorreante ante la activa lengua que luchaba por abrirse paso por mi culo. No era capaz de abrir los ojos, no quería despertar de ese sueño.
-¡Fóllame! ¡Fóllame! Le gritaba desesperada, pero Nicanor tenía marcado su propio ritmo y no parecía tener intenciones de cambiarlo. Su lengua continuaba fiel con su trabajo. Giraba a un lado, giraba al otro, se detenía, hacia presión por entrar, retrocedía. Mi culo estaba receptivo, podía notarlo claramente, pero Nicanor no se decidía a tomarlo. De repente se incorporó y sentí por sus pasos que se alejaba, abrí los ojos y pude ver que se dirigió a la nevera. Cuando pasó junto a mí vi que el estado de erección de su enorme falo era imponente. Sacó el bote de la mantequilla y volví a cerrar los ojos para imaginarme mi fantasía. Abrió el bote y noté tras unos breves instantes como su mano ponía un pegote de mantequilla entre mis nalgas, me esperaba una batalla que tenía intención de disfrutar.
Nicanor puso la mantequilla por toda la zona que le pareció viable y después aproximó su caliente miembro a la entrada de mi culo. Apreté fuertemente los ojos instintivamente al notar que su enorme cabezón se detenía a la entrada. Noté que se embadurnaba toda su polla con la mantequilla y pude percibir que hacía presión para entrar. Intenté relajarme para facilitar la maniobra y él agarró con sus manos pringosas mis nalgas, hizo presión hacia dentro y en ese momento un enorme cipote caliente se precipitó dentro de mi cavidad anal, ayudado por la lubricación de la mantequilla, las nalgas abiertas y por la presión enorme de Nicanor.
-¡Aaaaaaaaahhhhhh! El grito fue de placer, sí, de placer. Mis esfínteres se abrieron para él.
Nicanor comenzó a follarme enseguida, lo sabía hacer muy bien. Aprovechando su fuerza descomunal, su posición privilegiada de macho dominante y la facilidad que le aportaba mi embadurnado culo comenzó a bombear de tal manera que me corrí en un santiamén. Toda su longitud fálica entraba en mi vientre y toda su longitud fálica salía de él. Los golpes eran tan certeros que apenas se detenía a la entrada.
-¡Aaaaahhh! ¡Aaaaahhhh! ¡Aaaaaaaaahhhh! ¡Por Dios Nicanor!
Notaba como de mis muslos caían hilos de líquido viscoso que salían de mi sexo. Este hombre me estaba arrancando un orgasmo bestial. Nicanor no pronunciaba palabra, ni sonido alguno, sólo se limitaba a cumplir con su papel de montarme de la única manera que él sabía. Mis manos intentaban agarrarse a cualquier cosa. Me agarré al mantel y lo atraje hacia mí por las convulsiones orgásmicas que tenía. Rápidamente busqué otro asidero más fiable pues el mantel había tirado el plato y el vaso al suelo llenando de cristales rotos toda la zona bajo la mesa. Estiré el brazo y con la mano derecha pude agarrarme a duras penas a un lado de la mesa pues Nicanor no dejaba de montarme como un caballo, lo que provocaba que mi cuerpo se balanceara tremendamente a cada empujón de él. Si no conseguía agarrarme con la otra mano perdería el equilibrio y hubiera caído al suelo aunque empalada como estaba dudo que él me hubiera dejado caer. Nicanor no dejaba de dar embestidas tremendas en mi culo. Sacaba completamente su polla para meterla completamente de nuevo, el orificio anal no se cerraba, ya que antes de hacerlo ya volvía a tener de nuevo a esa masa fálica entrando con furia. Bombeaba y bombeaba sin parar. La mantequilla ya se deslizaba por mis nalgas y muslos y caía en mis vaqueros. Mis gritos se tenían que oír en el edificio entero, ya no los podía disimular. Nicanor notó que me estaba saliendo por el lateral de la mesa y optó por una solución salomónica. Me agarró del pelo y tiró para sí con furia. En ese momento no había diferencia entre un jinete y su yegua o Nicanor y yo. Me hacía daño pero al menos me sujetaba. Al agarrarme por el pelo y tirar para atrás motivó que sus cabalgaduras fueran más profundas ya que noté claramente como su miembro entraba hasta las profundidades de mi ser. Imagino que sólo sus testículos se frenaban a la entrada de mi culo.
Nicanor se agachó ligeramente mientras me sujetaba el pelo fuertemente con su mano derecha. Soltó el cinturón de la pata izquierda de la mesa y después cambiando de mano pero sin soltarme el pelo, repitió la operación con la pata derecha. Toda esta operación sin dejar de follarme. De esta forma me quedé con ambas piernas colgando que por inercia intentaron juntarse, pero el miembro de Nicanor no permitía que ambas piernas se unieran del todo. Me vi pues obligada a mantener abiertas ambas extremidades para que no me hiciera tanto daño con las embestidas que daba Nicanor. Todavía hoy me sorprendo cómo de fácil hacía Nicanor estas enculadas sin apenas causar daño. Tras un breve periodo de tiempo, siempre sin dejar de follarme a lo bestia, me agarró por la cintura y de pie, con su enorme fuerza, me levantó y me bajó para que mi culo se tragara por completo su polla enrojecida por la batalla. Cada vez que me bajaba sentía como esa cosa entraba en mi interior para saciar mi sed de sexo que al subirme de nuevo deseaba que volviera a bajarme sobre ese palo brioso. Me sentía como una prisionera que está siendo empalada por sus enemigos. Después de un rato follándome de pie, me desacopló y me colocó sobre la mesa de la salita. Él se subió también y empezó una verdadera lección de gimnasia para mí. Abrió por completo mis piernas y comenzó a follar mi sexo con brío, provocándome unos espasmos acompañados de jadeos que se oían en el exterior del apartamento. Yo de cuatro patas apoyadas mis manos sobre el mantel verde de la mesa y él embistiéndome con fuerza mientras apoyaba las suyas sobre sus propias rodillas para hacer más cómodas sus embestidas. Nicanor sacaba de mí todo lo que yo podía dar.
-¡Aaaaaahhh! ¡aaaaaahhh! ¡siiiiiiiiií! ¡siiiiiiiií! ¡aaaaaaaaaahhhh! ¡asiiiiiiií! Estaba fuera de mis casillas.
Pasado un rato Nicanor se desacopló y me giró haciéndome comprender que me acostara de espalda sobre la mesa. Le obedecí enseguida y acostada de espaldas, con las piernas levantadas y apoyadas sobre mi pecho, mientras él me agarraba fuertemente por los tobillos para mantenerlos totalmente separados, me endilgó su polla por completo en mis entrañas y ahí se mantuvo firme dándome y dándome sin parar mientras yo gritaba de placer. Me follaba por completo mientras me mordía el cuello, sentía dolor pero me gustaba. Él se abalanzaba completamente sobre mi abierto sexo y su polla que momentos antes era la dueña absoluta de mi culo ahora hacía lo que quería de mi sexo.
-¡Aaaaah! ¡aaaaah! ¡aaaaah! ¡aaaaah! ¡aaaaah!. Jadeaba como una fulana.
Él embestía con todas sus fuerzas sin dejar de morderme el cuello. Todo su enorme cuerpo hacía presión a cada embestida sobre mí. Me faltaba la respiración de los orgasmos que me propiciaba Nicanor. Perdí la noción del tiempo. Sólo sentía como me cabalgaba hasta que se corrió en mis entrañas por completo. Su leche, tras desacoplarse con dificultad de mí, salió poco a poco hacia el exterior hasta manchar el mantel chino de color verde. Nicanor se incorporó, se vistió y se alejó sin despedirse siquiera. Oí cerrarse la puerta tras él mientras yo aún permanecía tumbada en la mesa con las piernas totalmente abiertas recuperándome de la follada de Nicanor.
Al día siguiente regresó mi marido de su último viaje y pudimos hacer las paces. En ese tiempo coincidimos ambos muchas veces con Nicanor, pero nunca hubo la más mínima mención a lo ocurrido. Poco tiempo después Nicanor se mudó del barrio y nunca más he vuelto a saber de él. Alberto nunca sospechó nada y así seguirá por el bien de ambos.
El coche sigue su ritmo por la carretera, mis recuerdos aún hacen humedecer mi sexo. Mi esposo seguirá pensando en mí como la mujer fiel que se merece, y tiene razón. Mi culo no ha vuelto a ser penetrado por nadie más ni siquiera por Alberto. Es lo único que echo de menos, de verdad que es lo único que echo de menos.