Le follo la boca y el culo a la capitana
Marcos es el nuevo entrenador en el internado. La capitana no se imagina que acabará con 20cm de polla invadiéndole la garganta y el culo.
Por fin había llegado el día. La verdad es que estaba bastante nervioso y... qué coño, el tercer café de la mañana no debería habérmelo bebido. Pero Lara tenía la manía de hacer café para una multitud cada mañana, y Manu siempre sabía cómo escaparse, pero a mí me tenía pillada la medida.
- Marcos, tómate un café. Es bueno salir de casa con la cabeza bien despejada.
- Lara, llevo dos. Hoy es un día importante, no me gustaría darle mala imagen al director desde el primer momento.
- Venga, que te lo sirvo, no me vale un no por respuesta que ya sabes que...
Y de esta manera tan tonta es cómo uno consigue tener taquicardias en su primer día de trabajo. El camino en coche se había pasado volando, y había llegado al despacho del director casi en una nube. Pero estaba decidido a ser el mejor profesor de educación física del mundo, llevaba años preparándome, tanto en la carrera como de entrenador personal. Lo sabía todo, sabía como motivar a los chavales, cómo hacer que me respetaran, y cómo sacar lo mejor de ellos en las clases. Por primera vez, en la sala de espera del despacho del señor Riesco, sentí que no necesitaba suerte, que no tenía que estar nervioso: ese trabajo era todo para lo que me había preparado.
- ¿Señor Goitia? El señor Riesco me ha pedido que le haga pasar a su despacho.
“Ese soy yo. Allá vamos. Respira una vez más... y a por ello, van a estar encantados contigo.” Los mensajes de ánimo en mi cabeza sonaban muy bien, pero la verdad es que estaba acojonado, era un ciervo deslumbrado en una carretera y el corazón me latía a mil... maldita Lara.
- Buenos días señor Goitia, mi nombre es Javier Riesco, como sabe soy el director de El Álamo. Me alegro de conocerle finalmente, tras estos meses en contacto ya tenía ganas de conocer a nuestro nuevo fichaje para el claustro de profesores.
- Gracias señor Riesco, la verdad es que es un placer...
- Sé que habíamos hablado de su nuevo puesto de trabajo – dijo sin dejarme terminar la frase el señor enjuto y sacado de una foto de los años 60- pero hemos tenido ciertos cambios de última hora en el cuerpo de profesores. ¿A usted le gusta el fútbol?
¿Cómo? ¿Cambios? ¿Qué cambios? De qué cojones me estaba hablando el enano de bigote que tenía delante. Y ahora me suelta que si me gusta el fútbol, ¿a mi? En mi vida he visto un partido entero y aborrezco el fútbol con todas mis fuerzas. Le tenía que dejar claro que nada de fútbol, que me lo impedían mis principios. Lo odio.
- ¡Me encanta! - Sí, fui un cobarde y no pude decir la verdad mientras sonreía como un imbécil-
- Perfecto, porque la profesora que entrena al equipo femenino de fútbol está de parto, y no hay manera de encontrar a nadie que se haga cargo del equipo de esas niñas. Ya sabe, las mujeres son como conejas, y la ley las ampara, no podemos despedirla.
El comentario machista del pequeño tirano que tenía delante me llenó de rabia y estuve a punto de contestarle alguna bordería, o partirle la cara, pero de repente me dí cuenta de lo que me estaba proponiendo: ¿yo? ¿entrenando a un equipo de fútbol? Era una pesadilla. Odiaba el fútbol con todas mis fuerzas, pero necesitaba ese trabajo... Estaba bien jodido.
- ...entonces estas son las llaves del vestuario, y recuerde lo que le he dicho de los horarios de entrenamiento, las jugadoras son muy estrictas con eso. Bienvenido a en Internado El Álamo.
Mi mente estaba en otra cosa. Mil ideas locas cruzaban mi cabeza como irme del puto Álamo y alejarme de su director corriendo como Bolt, pero la idea más loca fue la que se hizo realidad: ¿y si lo intento? No puede ser tan malo, además, necesito el dinero. Con lo que tenía ahorrado podría seguir pagándole el piso a Lara dos meses más, incluso le debía dinero a Manu. Estaba jodido y mi única solución era abandonar la idea de ser profesor de gimnasia y ser entrenador de un equipo de fútbol de niñas pequeñas.
- Señor Goitia, acompáñeme que le enseñaré las instalaciones. Le presentaré a García, que será quien le presente al equipo y le guíe durante los primeros días.
Los nervios de los primeros momentos no me habían permitido ver dónde estaba. El Álamo era un internado para niños que estudiaban la ESO y Bachillerato en Madrid, en la zona norte, donde los pueblos con más nivel adquisitivo. El internado constaba de un cuerpo edificio central donde se repartían los despachos de los profesores, mientras que a los lados se organizaban dos edificios mucho más grandes y simétricos donde se encontraban las aulas y las residencias de los niños. A la izquierda las niñas y a la derecha los niños. Sorprendentemente los niños nunca se cruzaban con las niñas, ni las niñas con los niños. Los caminos estaban separados, las aulas también, así como las clases, los gimnasios, las pistas de deportes... todo estaba duplicado para que chicos y chicas no se cruzasen. Por un momento sentí una enorme lástima por los chicos y las chicas que no tendrían contacto con personas del otro sexo hasta llegar a la universidad.
Al llegar a la parte trasera de la residencia femenina se abrió ante mí un enorme complejo deportivo con pistas de atletismo, fútbol, pádel, tenis... todo lo imaginable. Para mí aquello era el paraíso.
- ¡¡García!! Venga aquí ahora mismo – Gritó el enano de bigote-
Y allí, en mitad del paraíso... apareció ella. Se trataba de una muchacha que estaría rondando los 20 años y muy morena de piel. Iba vestida de deporte, con unos pantaloncitos cortos que lo único que hacían era enmarcar la longitud de unas piernas de curvas perfectas, musculadas y tersas, pero extremadamente femeninas. Era delgada, pero sus pechos eran redondos, mucho mayores en tamaño que lo que se esperaría para una chica de su tipo. De hecho, sus perfectamente redondas tetas empujaban su camiseta separándola de su abdomen, y provocando un efecto absolutamente erótico. Sin embargo su cuerpo perfecto quedaba en segundo plano cuando te miraba directamente a los ojos. Algo en su expresión recordaba a un felino a punto de cazar una presa, sus ojos azul cielo contrastaban hasta el exceso con el moreno de su piel y el color miel de su pelo ondulado. Ahora tenía mis dudas, no sabía si lo que me estaba alterando desde las entrañas hasta la punta de los dedos eran los tres cafés que había tomado, o tener a esa escultural diosa frente a mí.
- García, te presento a Goitia, el nuevo entrenador del equipo. Confío en que le muestres las instalaciones y le presentes al equipo. Durante las próximas semanas ayúdele en todo lo que necesite, si todo va bien, este señor será el entrenador de El Álamo durante las próximas temporadas.
Mientras terminaba de hablar el enano cabrón del director se fue por donde había venido dejándome sólo con aquel bellezón.
- Eres... tú eres... García?
- Jajaja, sí – Su risa sonó grácil, atrevida y pícara- Pero mejor llámeme Stella, no me gusta cuando el director me llama por el apellido. Usted es Goitia, ¿verdad?
- Por favor Stella, tutéame, imagino que tendremos la misma edad. ¡Ah! Y llámame Marcos.
- Gracias Marcos, pero a los alumnos no nos está permitido tutear a los profesores. Pero se lo agradezco.
¿¿Cómo?? Ese bombón era una alumna... Era imposible que ese cuerpazo estuviese aún en el colegio, de ninguna manera.
- ¿Eres alumna? ¿De qué curso?
- Segundo de bachillerato, que es el equipo que va a entrenar. No se preocupe Marcos, a veces los profesores piensan que soy mayor. Nací en Enero, por lo que realmente soy casi un año mayor que el resto del equipo. Por eso soy la capitana... bueno, y la portera. Y a veces también ayudaba a la entrenadora a organizar los entrenamientos y las tácticas.
Ella hablaba, pero todo lo que yo podía hacer era mirarle los ojos de fiera parda, con su intenso azul claro, sus labios carnosos que escondían unos dientes blancos impolutos y su redondas tetas, que se agitaban ante mi cuando su dueña hablaba. Ojos, labios, tetas. Ojos, labios, tetas. Ojos, la...
- ¿Marcos? ¿Me ha oído?
...bios, tetas. Qué coño voy a oír, si no puedo dejar de mirarla.
- Sí, claro. - Segunda mentira del día -
- Pues sígame y le presento al resto del equipo.
Cuando no podía estar más extasiado, Stella comenzó a andar. Ojos, labios, tetas... y culazo. No era normal, tenía un culo perfecto, redondo, duro y absolutamente mordisqueable, sobre el que caía la tela de algodón de los pantaloncitos de deporte. Llevaba la goma de la cintura doblada, lo que hacía que se intuyera el inicio de la curva de sus glúteos, y al caminar y moverse el pantalón se movía, dejando ver la preciosa forma de sus cachetes.
Soy un energúmeno, pero en ese momento me hubiese sacado la polla de los vaqueros y se la hubiese restregado por la cara hasta correrme en esos labios que me tenían loco, y luego me la hubiese follado por sus dos agujeritos hasta que se me cayese la polla. Mi instinto de neandertal me estaba jugando una mala pasada, y ya notaba como se me comenzaba a hinchar el pene bajo el pantalón mientras Stella caminaba por delante.
- Chicas, él es Marcos Goitia, nuestro nuevo entrenador.
Me acerqué al grupo que formaban unas 16 chicas, la mayoría preciosas y con unos cuerpos de infarto, pero ninguna como Stella. Durante unos minutos estuve hablándoles de cómo organizaríamos los entrenamientos que empezarían al día siguiente. Hablé con el piloto automático puesto, sin saber muy bien lo que decía, ya que mis ojos no podían evitar ir de tetas en tetas, de culo en culo y acabar siempre en las maravillosas curvas de Stella. La carne es débil, y en ese momento toda mi carne era débil, toda... menos mi polla. La tenía muy dura, y los vaqueros no dejaban mucho a la imaginación. Algunas chicas del equipo miraban con disimulo el bulto que formaba mi paquete. Joder, vaya espectáculo que estaba dando. El primer día y las chicas ya iban a pensar que su nuevo entrenador era un viejo verde.
- … así que mañana comenzamos. Por favor, me gustaría que hoy entrenáseis para que pudiera veros, ver las rutinas que hacéis, e intentar mejorar la condición física del equipo.
Como pude intenté acabar el discurso improvisado, manteniendo la poca dignidad que me quedaba tras hablarles de superación física y que íbamos a hacer juntos un gran equipo mientras mi polla iba por libre y luchaba por salir de los vaqueros. La cosa no mejoró. Esas chicas entrenaban muy duro, se daban golpes, saltaban, rodaban por el suelo y jugaban al fútbol, pero lo único que podía ver era a Stella corriendo y sus pechos moviéndose por debajo de la camiseta, como si no llevase sujetador. La idea me estaba matando. Y no ayudaba que en el resto del equipo hubiese al menos cinco chicas de las que se podrían considerar diosas griegas. Dos rubias y dos morenas y una pelirroja de infarto. Tuve que sentarme. El dolor de huevos me llegaba hasta el esternón, y no podía más. Como siguiese viendo ese espectáculo lésbico de lucha de cuerpos me iba a correr sin tocarme.
- Stella, creo que tengo suficiente información para valorar los entrenamientos. Voy a ir a mi despacho a establecer una estrategia de entrenamiento para los próximos meses. Nos vemos mañana para la primera sesión.
A ver, era mejor decirle esa tontería que decirle la verdad: “Stella, como siga aquí me voy a correr como un quinceañero viendo cómo te botan las tetas e imaginándome a tus cinco amigas ensartadas por mi falo, así que me voy a casa a tocarme la polla un rato.”
- Muy bien Marcos, mañana comenzamos. Gracias por hacerse cargo de nosotras.
Fue algo fugaz, pero creí ver cómo Stella se mordía el labio inferior durante una décima de segundo mientras me giraba para irme. No. Qué va. Ni de coña, una diosa de ese calibre no se mordería el labio por mí. De ninguna manera. Auque bueno, pensándolo bien, sólo le llevo 12 años, y mi trabajo me ha permitido siempre tener un físico impactamte, muy musculado, y no soy feo y... Nada, excusas. Las tías como Stella sólo están al alcance de futbolistas portugueses repeinados o BradsPitts de la vida.
Con esos pensamientos rondándome llegué a casa. No pude hacer otra cosa que meterme en la ducha directamente y sobarme la polla imaginando que eran los labios de Stella, mientras me miraba con sus ojos de felino. Me corrí en segundos, como no me había corrido en mucho tiempo.
- Marcos, ¿estás bien? Llevas mucho rato ahí dentro.
Lara me tenía fichado. Era como vivir con una madre. Nunca me he quejado de mis compañeros de piso, la verdad es que tuve muchísima suerte encontrando a Lara y a Manu. Manu era un tío de los que en España decímos “de puta madre”. Siempre dispuesto a invitarte a una copa o a salir de fiesta. Lara, por otra parte, era la que imponía cordura en la casa. Era una sargento de la limpieza y el orden, y gracias a ella, la casa estaba impoluta. La verdad es que si lo piensas, Lara estaba buena. Es una chica bajita, morena y de ojos marrones que no destacaba especialmente, pero que tenía un buen cuerpo con muchas curvas. Manu nunca intentó nada con ella, el muy cabrón era pintor y se follaba a todas las que venían a casa a “posar” para él. Por eso nunca le contamos que una de las primeras noches de vivir juntos, cuando Manu estaba de fiesta, Lara y yo estuvimos viendo una peli. Pero no una peli cualquiera, si no que tuvimos la maravillosa idea de ver El diario de una ninfómana, y Lara se volvió loca. Los dos, cachondos como monos, comenzamos a pajearnos el uno al otro durante toda la película, como dos quinceañeros, sólo pajas. Al día siguiente nos dió tanta vergüenza que no volvimos a hablar del tema. La verdad... estando tan cachondo como estaba ahora mismo, no me hubiese importado follarme a Lara, o podría haber grabado lo de las pajas, que esas cosas dan mucho morbo cuando.... ¡espera!
Joder, qué idea más buena. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Si grababa a las chicas en vídeo mientras entrenaban... después podría pelármela como un mono en casa. Y nadie sospecharía, en el fondo sólo estaría grabando los entrenamientos para analizar los fallos. Como un relámpago terminé de ducharme y fui a mi dormitorio. Con el corazón bombeando a mil preparé la GoPro y la tarjeta de memoria: mañana las grabaría, y tendría a Stella para mí, para hacer lo que quisiese viendo sus vídeos en la intimidad de mi cuarto. ¿Qué podía fallar?
Durante las dos semanas siguientes, mi felicidad era absoluta. Todas las tardes, tres horas al día disfrutaba entrenando con esas preciosidades, y se me cortaba la respiración cuando Stella se me acercaba a menos de un metro. Teníamos tres semanas antes de jugar el primer partido, y el equipo parecía muy dispuesto a ganar la copa que disputaban todos los colegios de la zona, lo que le podría valer una beca universitaria a alguna de ellas. Los entrenamientos eran el paraiso, cada vez que tenía que colocar a Stella en una posición para que estirase la pierna, o el glúteo, me revolucionaba los instintos, y no podía pensar. Todos los días se me ponía morcillona cuando me saludaba y me miraba a los ojos y tenía que sentarme para que las chicas no viesen cómo el mástil me apuntaba al cielo. Día tras día volvía a casa y veía el vídeo, recortando las escenas de Stella y me masturbaba pensando en ella, imaginando que sus entrenamientos eran para ponerme cachondo, que sus movimientos sensuales eran por mi. En los entrenamientos dejaba la GoPro dentro de mi mochila, camuflada, para que las chicas no viesen que las grababa. La excitación del momento, y saber que las grababa, me animaba a proponerles ejercicios de saltos y por parejas para luego tener buen material de Stella. Sin duda, mi momento preferido era el estiramiento del final de entrenamiento, cuando las chicas que tenían que estudiar se iban, mientras que las más futboleras se quedaban a estirar. Stella siempre era del segundo grupo.
El miércoles de la tercera semana me dediqué en exclusiva a Stella. Las demás me importaban bastante poco, qué cojones. A mi la única que me importaba era la diosa de ojos azules.
- Marcos, necesito estirar hoy un poco más, que me duele la pierna.
- A ver, cuentista, ¿dónde te duele?
- Aquí – Casi me muero cuando Stella se señaló la pierna a la altura del glúteo y me miró directamente a los ojos
- A ver qué podemos hacer... - Dije titubeando.
Probé varios ejercicios de estiramiento con ella, en los que yo me quedaba demasiado cerca, y mi erección ya era muy difícil de disimular. Necesitaba algún ejercicio que me permitiese estar sentado y que Stella no notase lo cachondo que me estaba poniendo.
- Stella, ven. Siéntate en el suelo y abre las piernas. Las rodillas rectas, así... Ahora échate para adelante, intenta llegar con las manos más lejos, vamos, que tienes que estirar esa espalda.
- Esque me cuesta, me duele...
Ese era mi momento. Me senté frente a ella, de modo que estábamos de frente, y puse mi talón izquierdo en su rodilla derecha, y mi talón derecho en su rodilla izquierda, de modo que la forzaba a estirar más.
- Vamos valiente, estira un poco más, que verás cómo se te va el dolor.
La agarré de las manos para que forzara más y bajase, y juro que no lo hice a posta, pero al estirarle las piernas y tirar de sus muñecas, ella dejó caer el tren superior, y su cabeza bajó... hasta que tuvo la cara a menos de un centímetro de mi polla, dura como el acero.
- Ehm... muy... bien, así... estás estirando muy bien – Estaba a punto de desmayarme, al tener a esa preciosidad con su cara junto a mi paquete. Si hubiese apretado los músculos de la base de mi pene, y hubiese mandado un solo mililitro más de sangre a mi falo, sin ninguna duda le hubiese tocado la mejilla con la polla. Ese pensamiento me estaba matando. No podía hacer nada con ella. Era mi alumna, me estaba jugando que me despidiesen y no volver a trabajar en un colegio en la vida.
- Así... mejor? - Stella se estiró aún más, y con sus ojos fijos en mis ojos rozó ligeramente mi paquete con su barbilla.
- Yo... no... - No podía reaccionar, la única separación entre mi polla y su cara era la fina tela de mi pantalón de deporte.
- O... mejor así?
Al terminar de decir la frase y sin dejar de mirarme a los ojos, Stella abrió la boca, muy lento y muy sensual, y la acercó al bulto que mi polla marcaba en mi pantalón. Lentamente a una velocidad desesperante, recorrió mi mástil desde la base hasta el capullo con su boca por encima del pantalón. Y no pude más. Me corrí como un adolescente que toca una teta por primera vez. Fue un orgasmo que arrancó desde los hombros, me sacudió entero y salió con una fuerza bestial hasta crear una mancha gigantesca de espesa leche en mi pantalón. Tan grande fue la mancha de la corrida, que atravesó el pantalón, y humedeció ligeramente el labio inferior de Stella.
Me levanté dando un salto, no me podía creer lo que acababa de pasar. ¿Qué podía hacer? Sólo una cosa: afrontarlo con madurez y con la cordura de un hombre... Salí corriendo, mientras creí ver cómo Stella se relamía el labio inferior.
Sí, fue muy ruin, y no sé qué coño pensaba, sólo sé que corrí de allí porque estaba muerto de la vergüenza: esa niña me había rozado la polla con los labios por encima del pantalón y yo me había corrido como si no tuviese nada de experiencia, como un imbécil. Y lo peor de todo: me había olvidado la mochila con la GoPro en el banquillo.
Ya en casa no pude dormir hasta las 5 de la mañana. Era un sin vivir la mezcla de sensaciones: vergüenza, excitación, miedo... y me masturbé unas 4 veces más, hasta que se me puso roja como un pimiento. Bueno, lo hecho hecho estaba, mañana veríamos qué consecuencias tendría.
Al día siguiente, al llegar al campo de entrenamiento, la rutina se desarrolló con normalidad, como todos los jueves las chicas entrenaron, jugaron, se divirtieron... Todas menos Stella. Ella estaba mucho más distante, no me miraba y apenas daba una en los penaltis, no paró ninguno, y eso que eran su especialidad. Al final del entrenamiento se acercó a mí:
- Señor Goitia, aquí está su mochila, se la olvidó... ayer... en el estiramiento...
Stella estaba preciosa, roja como un tomate de vergüenza, y no me miraba a los ojos cuando me hablaba. Y yo no podía hablarle, ya que me imaginaba lo que había pasado el día anterior y me quedaba sin respiración. ¿Por qué actuaba así? Tendría que ser yo el que estuviese avergonzado, una diosa como ella, y yo la había cagado de esa manera...
En el coche de vuelta a casa no dejaba de darle vueltas a su actitud, y no me cuadraba nada. Pero bueno, las cosas habían salido tremendamente mal, así que me haría una paja brutal con los vídeos de otros días y no pasaría nada.... ¡la cámara! La cámara estaba metida en la mochila, pero en la posición exacta en la que yo la dejo siempre, Stella no debía de haberse dado cuenta de que estaba grabando. Estaba apagada y sin batería, ¿sería posible que hubiese grabado el momento tenso de ayer?
Al llegar a casa encendí el ordenador como un loco, y rápido inserté la tarjeta en el lector. Allí estaba... todo el numerito. No pude evitar tocarme reviviendo cómo me miraba mientras abría la boca y me masajeaba el paquete por encima del pantalón. Pero... la grabación no quedaba ahí. Había tres horas más de vídeo. Presté especial atención. Tras mi huida (qué asco, qué vergüenza), Stella se acercó llorando al banquillo y recogió sus cosas ¿por qué lloraba? Al darse cuenta de que me había dejado la mochila la recogió y se fue a la residencia donde vivía con las otras jugadoras y el resto de alumnas de El Álamo. Avancé el vídeo hasta que Stella dejó la mochila sobre la cama de su dormitorio, y con un ángulo muy extraño apareció ella en cámara: seguía llorando. A los pocos minutos llamaron a su puerta y entraron tres de las chicas que habían protagonizado mis pajas cuando ya había acabado con Stella:
- Rubia 1 (Susana) – Stella, ¿qué te pasa? ¿por qué lloras? Nos ha dicho Sofía que te ha visto salir del campo llorando... ¿Qué ha pasado?
- Stella – Nada... que soy tonta...
- Pelirroja (Nadia) – ¿Y eso? ¿Qué te pasa amor?
- Stella – Que yo pensaba que le gustaba... y se ve que le he asustado y ha pasado de mí.
- Susana - ¿A quién? ¡¿Al entrenador?! No jodas que has intentado algo con él... tía, te dijimos que no lo intentases ni de coña, ¿estás loca?
- Stella – Joder, yo pensaba que estaría en mi onda... Le he visto empalmarse mirándome desde que llegó... ya sabéis que a mi lo que me gusta... bueno, no es normal... Pensé que él podía darme lo que yo quería.
- Rubia 2 (Alma) – Osea, un semental que te folle como una putita
- Susana – Joder Alma, que brutita eres hija... A ver Stella, cuéntanos qué ha pasado.
- Stella – Pues que he intentado... acercarme a él. Y ha salido corriendo, literalmente. Yo pensé que al ser mayor... no sé, que me podría dar lo que busco y ningún niñato me da.
- Alma – Estás enferma tronca... Deberías dejar que te coma el coño, verías como se te pasa la tontería
La animalada que había soltado Alma a mi me dejó trastornado, pero a Stella parece que le hacía gracia lo bruta que era su amiga.
- Stella – Gracias cariño, pero ya sabes que lo que yo quiero no es eso...
- Alma – Tú lo que quieres es que te follen el culo y que te lo hagan delante de la gente.... ¡que eres una guarra y una exhibicionista!
- Stella – Jajaja pero serás puta – dijo mientras le tiraba la almohada.
La mochila se movió y las chicas desaparecieron del encuadre.
- Nadia – Bueno Stella, él se lo pierde, no te preocupes, seguro que hay mil tíos por ahí babeando por tí, ¿o acaso no lo notas cuando salimos a jugar contra los otros coles? Los padres te comen con los ojos.
- Stella – Ya, pero quiero que Marcos me coma de verdad, mientras los otros me comen con los ojos...
- Alma - ¿Lo ves? Tía, ¡eres una guarra! Jajajaja ¿Sabes? Te invitamos a una cocacola en la cafetería, que el sábado tenemos nuestro primer partido y no puedes estar así de bajón.
- Stella – Ok, venga, a ver si me animáis, que no me encuentro nada bien.
- Susana -Eso, y pasa del entrenador, que ese va a su rollo. Tiene suficiente con no desmayarse durante los entrenamientos a causa de bombear la sangre para el lado que no es. Qué por cierto, tiene que tener familia equina, porque vaya pedazo de polla que se le intuye...
- Stella – Jajajaja vamos chicas, muchas gracias por venir a por mi
- Alma – Por nuestra capitana haríamos cualquier cosa... ya sabes que lo digo en serio...
- Stella – Anda, a ver si encuentras novia, que estás salida.
La conversación de las chicas se convirtió en un susurro mientras salían de la habitación, después oscuridad, luego silencio. Hasta que la grabación se acabó porque la cámara se había quedado sin batería.
¿Qué? No me lo podía creer. Stella estaba interesada en mi, y no sólo eso... quería que me la follase. Comencé a dar vueltas por la habitación como un león enjaulado. No me di cuenta hasta pasado un rato, tenía la polla durísima. No me podía creer que esa belleza quisiera algo conmigo. Me daba igual perder mi trabajo, me daba igual no volver a trabajar en la vida, me daba igual ir a la cárcel, qué cojones: acababa de decidir que me iba a follar a Stella. Y sin ser consciente de ello, ella me había dado la idea de cómo iba a ser.
Era viernes por la mañana, y hoy sería un día especial. Me desperté una hora antes de lo que normalmente hacía para ir al colegio. Me afeité, y no sólo la barba de dos días, me dejé la polla y los huevos sin un solo pelo. Me puse los calzoncillos más decentes que tenía y mi pantalón de deporte. Pero... lo pensé mejor y me quité los calzoncillos. Hoy iría sólo con el pantalón de deporte y una camiseta muy ajustada de las que nunca me ponía para ir a entrenar, ya que las camisetas grandes y anchas me permitían ocultar las erecciones de caballo que Stella me provocaba. Hoy me lo iba a jugar todo.
El entrenamiento empezó casi como siempre, a excepción de la charla motivadora para el primer partido de la temporada que se jugaría al día siguiente. Pero algo había cambiado en el ambiente, las chicas me miraban con otros ojos, se ve que no se imaginaban que su entrenador estaría así de cachas, joder, ese era mi día, me sentía el tío más bueno del mundo. Durante las rutinas intentaba acercarme a Stella todo lo posible, e intentaba tocarla para corregir las posiciones de entrenamiento, pero siempre dejando mis manos una milésima más de tiempo de lo necesario, y un milímetro más cerca de zonas de su cuerpo que sólo pensarlas me hacían estremecer. Ella actuaba nerviosa, y cuando la tocaba me miraba con una fiereza que parecía querer follarme allí delante del resto del equipo.
- Venga chicas, hoy habéis entrenado muy bien, colocaos por parejas que vamos a estirar, y nos vamos a casa. Stella, ven aquí que tu estiras conmigo.
Noté cómo al decir que Stella se pondría conmigo se miraban nerviosas entre Susana, Alma, Nadia y Stella, mientras Alma, le guiñaba un ojo a Stella. Estaba decidido a darles un espectáculo que no iban a olvidar.
- Una de vosotras debe sentarse en el suelo y abrir las piernas, mientras la otra se sienta en frente, cara a cara, y la ayuda a estirar, empujando con los talones las rodillas de la compañera y tirando de sus manos. ¡Vamos! Que mañana no quiero lesionadas.
Stella había entendido perfectamente que la posición que estaba describiendo era la misma posición en la que dos días antes ella había jugado con mi paquete, y ví claramente cómo dos bultitos preciosos se marcaban en su camiseta. Había dos cosas claras: Stella no llevaba sujetador. Stella estaba cachonda.
- A ver, Nadia y Alma, poneos aquí, que no me fío de vosotras, y quiero que hagáis bien el ejercicio. Susana y Sofía, lo mismo, aquí, que os despistáis y no trabajáis.
Había conseguido tener a Nadia y Alma a la izquierda y a Susana y Sofía a la derecha, mientras el resto de las chicas del equipo se repartían por el campo de fútbol lo suficientemente lejos como para llevar a cabo mi plan.
- Stella, ven aquí, a ver, estira. Un poquito más, vamos, que el otro día vi que aún puedes estirar más.
Mi frase habría sonado totalmente inofensiva para cualquier chica del resto del equipo, pero para Stella tenía un significado especial. Y por el modo en que sus cuatro amigas me miraron, con cara de sorpresa, me dio a entender que Stella se lo había contado todo de nuestro primer contacto. Así que estaba decidido, no iba a dar ni un paso atrás. Me senté frente a Stella, como dos días atrás, le agarré de las muñecas como dos días atrás, y estiré de ella. Stella me miraba con cara de indecisión, no entendía a dónde quería ir a parar, pero no pudo evitar notar el bulto que comenzó a crecerme bajo el pantalón, esta vez sin calzoncillo, por lo que casi se podía ver a través de la fina tela los pliegues de mi polla.
- Pero... entrenador... - Stella me miró, y miró a sus amigas, que disimulaban como si no viesen nada de lo que estaba pasando. Stella me estaba intentando disuadir de que pasase nada, tal vez le daría vergüenza que pasase con sus amigas cerca. Pero a mí me daba igual. Mi cuerpo ya estaba funcionando a otro ritmo.
- ¿Sabes? En mi mochila llevo una cámara para grabar todos los entrenamientos, y el miércoles, por casualidad, grabó más cosas a parte del entrenamiento... Por cierto, bonito dormitorio... Sé que esto es lo que quieres. Venga Stella, que te lo pongo más fácil...
Al decir eso estiré de ella, y forcé su posición: sentada abierta de piernas, con las tetas redondas casi tocando el suelo y su boca muy cerca de mi polla. Por primera vez, Stella dejó de mirarme con sus ojos felinos directamente a los ojos, y los clavó sobre el bulto de mi paquete. Me armé de valor... y subí la pierna derecha del pantalón de deporte, sacando media polla por el agujero de la pierna, y dejándola a milímetros de sus labios. La verdad es que desde los 15 años había tenido problemas con las chicas, ya que, si bien mi polla mide 20 centímetros, lo más destacable de ella es que es gorda casi como mi brazo, lo que siempre me ha dado problemas porque le hacía daño a mis parejas, pero algo me decía que Stella sabría manejarla.
Sus amigas seguían disimulando, pero se notaba claramente que no estiraban, que lo único que podían hacer era mirar mi polla de reojo y ver la reacción de su amiga. Ésta no se hizo esperar, con una sonrisa que podría haberme parado el corazón dijo susurrando:
- Nunca imaginé que me darían de comer una polla tan grande, me acabo de mojar sólo de verla... espero que me quepa en la boca...
Sin esperar a que ella acabara la frase tiré de las muñecas, haciéndola bajar aún más y metiéndole el capullo entero en la boca, mientras ella arqueaba las cejas con una expresión de sorpresa. Si no tuviese la boca ocupada seguro que hubiese soltado algún insulto. Muy lento, como si el baivén fuese provocado por el ejercicio, Stella comenzó a resbalar sus labios por mi falo, llegando a tragarse la mitad.
- Princesa, creo que te pone cachonda que te miren, ¿no? - Le hablaba a un volumen al que sabía perfectamente que sus amigas me oirían – Pues vamos a hacer que todos te miren... ¡Atención a todas! Este es el ejercicio que quiero que hagáis, ¿veis cómo lo hace la capitana? ¡Pues quiero ver que todas os esforzáis como ella! - dije gritando mientras todas las chicas prestaban atención y miraban hacia nuestro sitio.
Por suerte Stella estaba de espaldas al resto del equipo, por lo que ninguna (salvo las cuatro amigas que la rodeaban) pudieron ver lo que realmente estaba haciendo la capitana. Vamos, que se estaba comiendo una polla. Noté cómo a la izquierda Alma se había metido la mano por dentro del pantalón de deporte y se frotaba el coño con fuerza. Joder, para ser lesbiana estaba disfrutando de lo lindo de ver cómo su amiga me engullía el falo. Yo estaba en el paraíso, Stella mamaba y sonreía como si hubiese nacido para ello mientras se le marcaban los pezones durísimos a través de la camiseta.
- Como sigas chupando así voy a llenarte la boca de leche...
Lejos de asustarse Stella me miró desafiante, cerró los ojos con fuerza y comenzó a hincarse aún más mi polla en la boca... milímetro a milímetro Stella iba comiendo, aguantando los reflejos de vómito, y clavando mis 20 centímetros de falo en su garganta, hasta que sus labios quedaron por debajo de mi pantalón, rozando mis cojones y volvió a abrir los ojos y a mirarme fijamente desafiante. No pude más y reventé. La rellené de leche por dentro. Mi polla soltaba chorros y chorros de leche, mientras parte iba a su estómago y otra parte caía por su cara, haciendo un efecto precioso sobre su piel morena color miel. Stella chupó todas las gotas que pudo, intentando dejar mi falo limpio, y volvió a colocarme el pantalón para que tapase mi ahora morcillona polla.
- ¡¡Todas a la ducha, vamos!! - Grité mientras el resto del equipo se levantaba y se iban a la ducha que estaba en el lado contrario de los banquillos.
Le cogí la cara a Stella y me acerqué a su oído para murmurarle:
- Dentro de 15 minutos asegúrate de que no queda ninguna compañera en las duchas, y espérame en la tercera cabina.- Stella me miró con una sonrisa pícara mientras involuntariamente se rozó uno de sus pezones y se mordía el labio, y a un volumen un poco más alto para que lo oyeran las otras cuatro chicas dije – Dile a tus amigas que pueden mirar si quieren...
Me levanté como pude, de la forma más digna que fui capaz y me marché, intentando que no se notase lo alterado que estaba. Me metí en el vestuario que tenía reservado sólo para mí sin mirar atrás, porque si miro atrás y me encuentro otra vez con los labios de Stella con restos de mi leche... me la hubiese follado allí mismo, en el campo de fútbol, y eso era peligroso, porque al director le gustaba pasear por allí para ver a las chicas, y podría pillarme ensartando a Stella.
A los 15 minutos exactos me metí en el vestuario de chicas, y oí murmullos. Al llegar frente a la tercera cabina las cinco chicas se callaron, y fue Stella la que dio un paso al frente, mirándome con su mirada felina desafiante... madre mía, qué cachondo me pone su forma de mirarme. Como desafiándome se comenzó a levantar la camiseta del equipo de fútbol, dejándome ver por fin su increíble cuerpo. Sus tetas no eran normales, eran muy grandes, pero totalmente redondas, como si la gravedad no fuera con ellas, y coronadas por unos pezones negros y pequeños y amenazaban durísimos desde mi posición. Sólo pude contestar a eso quitándome yo la camiseta. Stella entendió mi gesto y sonrió coqueta con una sonrisita de lado, mientras se bajaba los pantalones de entrenamiento y me dejaba ver un coñito de ensueño, totalmente depilado, con unos labios pequeños y muy apetecibles, con una pequeña marca de haber tomado el sol en tanga. Eso era un órdago al que respondí bajándome los pantalones y dejando, ahora sí, mi polla totalmente libre y apuntando al techo. Tener a Stella desnuda frente a mi, sabiendo que me la iba a follar, y tener a las otras cuatro chicas hipnotizadas con mi falo era la situación más morbosa que había vivido nunca.
- La va a destrozar... - Dijo Alma como entre murmullos y los ojos muy abiertos.
Me acerqué a Stella, la agarre de la mano y la metí dentro de la cabina de ducha de cristal. Sus amigas estaban al otro lado casi sin respirar. No parecían creerse lo que iba a pasar. Me dejé llevar y encendí la ducha, cogí la cara de Stella, y la besé como se besa a la gente que amas, con firmeza, pero con todo lo que llevas dentro. Ella seguía mis movimientos como extasiada, así que la empujé contra la cristalera que nos separaba de sus amigas, y la puse de cara a ellas, por lo que sus preciosas y enormes tetas se quedaron apretadas contra el cristal, mientras Alma se quitaba el pantalón y el culot con el que entrenaba y se comenzó a frotar el coño, esta vez sin miramientos, con las piernas bien abiertas, y a una velocidad vertiginosa.
- ¿Por dónde quieres que te la meta?
- Por donde tú quieras, pero por favor métemela ya... no aguanto más...
Me puse en su espalda, me agarré la cabeza de la polla con una mano y la dirigí a la entrada de su redondo culo, hasta que noté como los músculos de su ojete apretaban el inicio de mi capullo.
- Dile a tus amigas dónde tengo la polla – Dije en voz alta para que me oyeran por encima del ruido de la ducha y al otro lado del cristal
- En el culo... aaahhhhh.... siiiiii..... ME ESTÁ DANDO POR EL CULOOOOO- Le gritó Stella a sus amigas, estaba como drogada.
Susana al otro lado del cristal no aguantó más, e imitando a Alma se bajó la ropa, y se subió la camiseta, aprovechando para pellizcarse los pezones mientras se frotaba el coño como su amiga y no perdía detalle de cómo a su amiga Stella iban a partirle el culo. Yo la tenía como un hierro, así que aproveché el agua que caía por la piel morena de Stella para humedecerme la polla, y apretar contra su culo.
- AAAAAAaaaaaahhhhhh!!!!!!!!! Me vas a partir en dos!!!! - Gritó Stella
Como accionada por un resorte, Alma, tras el grito de Stella se acercó a Susana y comenzó a masturbarla con la mano que tenía libre mientras la otra se ocupaba de su propio coño. Susana la miró con sorpresa, pero no dijo nada, mientras miraban a Stella y cómo su cuerpo se pegaba al cristal marcando sus preciosas tetas, y la mejilla.
De un empujón fuerte con la cadera le metí media polla a Stella en el culo, mientras ella ponía los ojos en blanco. La flojera de sus piernas era evidente, por lo que lo único que la mantenía de pie era mi polla que la empalaba, y el cristal de la ducha que impedía que se cayese hacia adelante. Bombeé con mucha fuerza, a un ritmo endiablado, mientras con una mano luchaba con pellizcar uno de sus pezones aprisionados contra el cristal y la otra mano le acariciaba con rudeza el clítoris.
- Ahhh me estás partiendo el culooo … síii cabróooon.... fóllame... Tenía ganas de sentir tu falo desde que te ví aparecer el primer día.... Sabía que tú me darías lo que los otros no me dan.... fóllame.... siiiii
- Ahora fóllame tú a mí, muéstrales a tus amiguitas lo puta que eres...
Como si le hubiesen dado la señal de salida, Stella comenzó a mover las caderas despacio hacia delante mientras sacaba mi polla de sus intestinos, y después, de un caderazo, se clavaba la polla entera hacia atrás, una y otra vez...
Al otro lado de la cristalera las cuatro amigas miraban alucinadas, mientras que Alma se tocaba el coño y masturbaba a Susana, quien se dejaba hacer con las piernas bien abiertas, casi en posición masculina. Las otras dos chicas se mordían los labios y se frotaban el coño disimuladamente por encima de la ropa. Los gemidos de las chicas se mezclaban los unos con otros.
- Ahhh.... creo que como me siga ensartando así voy a correrme... siiii, hacía tiempo que no me corría con una polla hincada en el culo..... aaaaa AAAAAAAAAAHHHHH!!!
Noté cómo el esfinter de Stella se comprimía mientras un orgasmo la invadía. Esto provocó que su ano extrujase mi polla, como ordeñándola, y me creyese morir cuando empecé a correrme yo también.
- Me corro... ooooohhhh!!!!!! Síiiiiiiiiiii
- Relléname, dame duro, siiiiiii
Los dos nos corrimos como si nos fuera la vida en ello, mientras la abrazaba con fuerza, como queriendo transmitirle que no quería que se fuera de allí, que era mía para siempre.
Stella y yo nos quedamos abrazados bajo la ducha, mientras las cuatro amigas se colocaron la ropa y salieron de las duchas sin decir nada. Stella me miraba con unos ojitos preciosos, que me hacían enamorarme de ella a pasos agigantados.
- Me encantas – le dije
- Marcos... quiero más de esto... Quiero estar contigo, pero no quiero lo que me dan otros chicos, quiero esto, como me lo has dado hoy, y lo quiero siempre...
Tras esa frase demoledora me besó como se besan los novios. Entendí que esa chica sería siempre mía, pero que en el fondo éramos iguales, ninguno de los dos queríamos una relación convencional, queríamos ir un paso más allá.
- Stella, mañana tenemos el primer partido de la temporada
- Sí, lo sé, jajaja, espero poder andar...
- A lo que me refería es que habrá muchos padres, y mucha gente en las gradas.
- ¿Ah sí? Y... ¿qué quieres decir con eso?
- Que voy a hacer realidad todas tus fantasías.
- Mmmm.... - Se le escapó un gemido mientras las piernas le temblaron ligeramente – Me parece que si tú haces eso... yo te prepararé una sorpresita que sé seguro que te va a gustar... Pero mientras...
Al decir la última frase Stella me agarró la polla con fuerza, y con la delicadeza de una diosa se puso de rodillas frente a mi, sin dejar de mirarme a los ojos, y con una sonrisa en la boca. Yo cerré los ojos y me preparé para disfrutar lo que sabía que venía.
Nota del autor: Espero que no les moleste a los lectores que haya escrito "fútbol" en vez de football. Al igual que Marcos, no soy seguidor ni de lo uno ni de lo otro.