Le entregué mi mujer a otro hombre

Disimuladamente primero, y sin importarme luego, me fui pajeando cerca de ellos. Marisol a ratos acariciaba la cara de su semental, y a ratos se apegaba a él demostrando lo mucho que gozaba de ese grandulón. Y todo el tiempo me daba vueltas el hecho de que Rolando se estaba cogiendo a mi Marisol en

Esa era una noche especial. Así se sentía por lo menos. Marisol, mi esposa estaba extra excitada, cosa que no era demasiado común, y yo me sentía como dueño de la situación. Ya estábamos desnudos en la cama acariciándonos y besándonos y yo sentía que todo lo que pasara ahí dependía totalmente de mí. En el silencio de la noche, nuestros hijitos, una nena de 3 y un niño de 2 años dormían en sus habitaciones.

Marisol es una bella hembra de 35 años. Tres años mayor que mí, cosa que siempre me ha excitado. Ella mide 1,67 m, pesa 55 Kg. y tiene tetas bien formadas y un delicioso culo. De hecho fue su culo el que hizo que me enamorara de ella. Su cabello es muy negro y le llega mas abajo de los hombros. Su hermoso cuerpo y la forma cómo otros machos la miran con deseo me llenan de orgullo y morbo.

Y ahí estábamos en la cama Marisol y yo, gozando de besos y caricias y declaraciones de amor. Ella sobre todo me decía lo mucho que me amaba y que yo era su todo. Y el estar tan enamorada de mí y lo excitada que estaba, la hacía más dócil que otras veces tomando en cuenta lo que en mi mente pasaba esa noche. Es que también llevábamos un tiempo de sexo esporádico y aburrido, y mi nuevo trabajo, mejor pagado pero que me obligaba a levantarme muy temprano, hacía que yo me quedara dormido temprano también. Esa noche mi amorcito quería verga, y al ser yo el dueño de la verga era por lo tanto dueño de la situación.

Cuando le pregunté lo que quería que hiciéramos, ella me ofreció a mí que hiciéramos lo que yo quisiera. Le dije que se arriesgaba a mucho al ofrecerme eso, y Marisol me respondió que me amaba tanto que quería complacerme. Me di cuenta de que hablábamos de distintas cosas. Ella se refería a lo que habríamos de hacer en la cama, y yo me refería a algún proyecto mío en particular que me gustaría realizar. Mi mujer insistió en su pregunta, para empezar a complacerme. Acariciándole el coño de una manera suave y provocante, le susurré al oído que me gustaría probar un trío.

otra vez con eso... – suspiró mi mujer aún excitada y gozando de mis dedos.

Tú sabes lo mucho que me gustaría.

Estás seguro? No sé, me da un poco de miedo, no sé si yo podría – me dijo.

Pero si yo estaría ahí a tu lado en todo momento – le insistí, besando su cara y labios y jugando dulcemente con mis dedos a la entrada de su coño, haciéndola gozar.

No sé... y si después te arrepientes o te dan celos ahí mismo?... – En medio de sus preguntas mi amorcito igual suspiraba de placer.

Lo harías por mí? – le pregunté a la vez que le fui metiendo mis dedos más adentro de su coño ahora en un ritmo más apasionado.

Si quieres, sí... lo haría para complacerte, eso sí. Pero sólo porque te amo... ohhh que rico como lo haces.

De verdad? Ohhhh, mi vida, no sabes lo feliz que me haces!!! - Y me puse a besarla como loco por todas partes y a meter mis dedos más profundamente en ella. Mi estrategia era excitarla a ella, pero conservar el control de mis actos hasta conseguir lo que yo quería. – Cuándo podemos hacerlo? El trío... – pregunté.

No sé, cuando tú quieras, mi vida... Pero estás bien seguro? ...Y con quién seria? – en medio de su excitación Marisol igual quería saber si yo hablaba en serio o si era como las veces anteriores donde sólo habíamos fantaseado en la cama, con mezclados resultados cada vez.

Con Rolando.

Rolando? El de tu trabajo?

Sí, o no te gusta?

Sí, bueno, si tu quieres... – sonaba como si ella solamente aceptaba mi candidato para darme en el gusto. Lo importante para mí en todo caso es que esa noche Marisol aceptó al fin mi proposición.

Estando ya de acuerdo en ese punto, ninguno de los dos habló más en ese rato, y nos dedicamos a coger como desesperados. Yo al menos me imaginaba al grandulón de Rolando en calzoncillos junto a nuestra cama esperando su turno para subirse encima de Marisol. Y mi amada esposa, me acariciaba y mi miraba a ratos morbosamente imaginando casi lo mismo, y al cerrar los ojos probaba el tratar de imaginar que ya tenía a Rolando encima, para saber si soportaría esa situación. Esto último lo sé porque otro día me lo dijo, cuando le toqué el tema.

Rolando es un compañero de trabajo de más o menos 1,85 mt o más, macizo y que pesará seguro unos 90 kg. El usa el pelo corto y exceptuando por su estatura, es un tipo bien común. A él le encanta el sexo y a menudo habla de eso, sobre todo si estamos los dos solos por motivo de nuestro trabajo en terreno. Rolando es soltero y varios años menor que yo. A él le gusta Marisol, y no pocas veces ha hecho bromas algo subidas de tono con respecto a ella. Al principio me incomodaba eso, pero luego acepté que él era así, y que siendo yo un cornudo de corazón no debía ser tan doble moral y hacerme el ofendido cuando sus comentarios en realidad me excitaban. Además estando los dos solos en terreno, estábamos más en confianza en las afueras de la ciudad o en la privacía del camión. Y las dos veces que él estuvo de visita cuando estuvimos trabajando cerca de mi casa, Rolando miraba con deseo a Marisol, y ella se sentía algo incómoda, aunque también halagada como mujer al ser él tan alto y más joven que nosotros y sentirse por admirada por supuesto.

Como una especie de cornuda broma una vez le llevé a Rolando dos fotos de Marisol que saqué por la impresora. En ambas ella estaba desnuda, una de frente y la otra de espalda. Cuando estábamos almorzando en el camión le mostré las fotos, y Rolando quedó más que impresionado. No había cómo hacerlo parar. El alababa las tetas de mi mujer, y tanto su coño como culo le parecían espectaculares. Yo no sólo me excité escuchándolo, sino también viendo cómo él acariciaba con sus dedos las partes íntimas de mi esposa en las fotos. Y cuando quise que me devolviera las fotos, él dobló el papel y se lo guardó en la camisa. Me dijo que ahora esas fotos eran suyas. Y tomando en cuenta lo grandote que él es y que yo no podría ir al jefe a exigir que se las exigiera, no me quedó más que aceptar que la situación se me había escapado de las manos. Y desde ahí que en forma más frecuente me tocó escucharlo hablar de Marisol y las cosas que le gustaría hacer con ella. Incluso supe que en casa cuando él estaba demasiado caliente, se iba al baño con la foto de mi mujer y se pegaba una feroz paja en su honor. Lo "peor" es que el asunto cada vez me excitaba más y que las bromas ahora eran correspondidas por mi parte y yo hasta le daba cuerda a Rolando y lo hacía describirme con detalles como se cogería a Marisol, lo que hasta nos hizo pegarnos unas pajas ahí mismo en el camión de servicio de la empresa unas cuantas veces.

Por eso mi acuerdo con Marisol me era tan importante. Ella es una mujer de palabra, que cuando promete algo siempre lo cumple. Y unos cuantos días después, entusiasmados por tener sexo, y en la intimidad de nuestra habitación, le volví a hablar del tema e insistí en medio de nuestras caricias, que pusiéramos alguna fecha para probar el trío. Marisol quiso que yo pusiera la fecha y que arreglara todos los detalles, ya que ella sólo lo hacía por complacerme a mí. Al principio de esa conversación ella pudo mantener su rol de esposa decente en la cama con su marido, pero luego de que la encendí bien, se dejó llevar por el tema, y mientras yo metía y sacaba mi verga de su coño, logré que habláramos de Rolando. Yo le decía que así la tendría él a ella: debajo suyo, bien abierta de piernas y ensartada hasta el fondo. Marisol gozaba con mi verga y se sonreía de mis fantasías, y me seguía el juego cada vez que yo le preguntaba algo. Por ejemplo si yo preguntaba que si cogerían con o sin condón, ella respondía que sin; o si yo le ponía mi pulgar cerca de la comisura de los labios, Marisol lo mamaba y yo le preguntaba si así le iba a mamar la verga a Rolando, y ella asentía y me miraba cachondamente. Hasta hablamos de sexo anal si él lo exigía, y Marisol a todo me decía que sí. Ella se excitaba por mi verga y por complacerme. Y a la vez yo me excitaba pensando en ella como la puta de Rolando. Y así la morbosidad nos llevó al orgasmo.

El viernes acordado ya habíamos acostado a nuestros pequeños cuando Rolando llegó a casa. Todos sabíamos lo que iba a pasar, pero no era fácil dar el primer paso, así es que serví algo de alcohol y nos fuimos al dormitorio a conversar o bailar al son de alguna música buena. Marisol estaba algo nerviosa y apuró varios tragos para relajarse mientras conversábamos. Yo comencé a bailar con ella y la fui poniendo a tono y seduciendo. Ella se dejó llevar por mi deseo y aceptó que yo le acariciara el culo por encima y luego por debajo de la falda. Mientras bailábamos le dije lo mucho que Rolando la deseaba, y la fui preparando y le dije que todo estaba bien, que yo le daba permiso a ella para hacer lo que deseara esa noche. Luego fue el turno de Rolando de bailar con ella, quien entonado y entusiasmado, la fue acariciando por encima de la ropa y logró que Marisol aceptara finalmente sus besos (al principio ella estaba tímida). Yo me apegué a ella por detrás y besando su cuello y lamiendo cerca de su oreja, su principal zona erógena, le abrí la blusa primero, dejando que Rolando la viera y la siguiera seduciendo, y luego le quité la blusa y los sujetadores, liberando sus deliciosas tetas. Rolando y yo desnudamos nuestros torsos y nos apegamos a mi mujer, excitándonos todos por la situación.

Al ver cómo se besaban y lo entusiasmada que Marisol estaba ahora, más otros traguitos para liberarse de todos los posibles remordimientos, la desnudé por completo y me la llevé a la cama. Allí nos besamos mi mujer y yo, y me subí encima de ella, aunque sin penetrarla aún. Yo la besaba y le acariciaba las tetas, y con mi verga acariciaba la entrada a su coño. Rolando se acercó con su verga a la cara de Marisol, y a mi amorcito no le cupo duda de lo que él quería. Y sí que fue una delicia el ver esa vergota entrar a la boca de mi Marisol. Ahora sí que yo podía estar seguro de que íbamos a completar ese trío y que mi fantasía de verdad se estaba cumpliendo.

Con mi miembro casi entrando a su coño, le pregunté a mi amorcito si quería verga. Con un profundo suspiro y con expresión de puta caliente, me dijo que sí. Yo le hice la señal acordada a Rolando, y mi compadre dejó de cogérsela por la boca y se ubicó entre sus piernas encima de ella. Marisol me miró algo sorprendida pero caliente también, y dejó que se cumpliera la promesa que me había hecho. Yo le sonreí tiernamente y acaricié su hermoso rostro en el momento preciso en que la gran, dura y gruesa verga de Rolando se abría paso entre los labios vaginales de mi amada esposa y le llenaba por completo el coño. Los dos suspiraron al unísono, y Marisol, cerrando los ojos, fue acariciando la ancha espalda de su ocasional amante. Rolando se la iba cogiendo rico, a su propio ritmo, y tanto le besaba las tetas como besaba con lujuria la boca de mi esposa. Ella por su parte ya estaba entregada al deseo y se dejaba coger y gozaba con ese macho encima.

Disimuladamente primero, y sin importarme luego, me fui pajeando cerca de ellos. Marisol a ratos acariciaba la cara de su semental, y a ratos se apegaba a él demostrando lo mucho que gozaba de ese grandulón. Y todo el tiempo me daba vueltas el hecho de que Rolando se estaba cogiendo a mi Marisol en nuestra cama, sin condón, y a pocos metros de las habitaciones de nuestros hijitos. Qué morbo más delicioso!! Y como broche de oro, a ellos les llegó su bien merecido orgasmo y yo terminé de pajearme y tiré semen para todos lados, sobre todo encima de la alfombra en la que estaba parado.

Rolando se acostó a un lado de Marisol, y yo me acosté al otro lado de ella. Mi amorcito estaba extenuada. Me acerque para besarla y ella me preguntó si todo fue como yo quería. Le dije que sí, besándola una y otra vez. Le dije que la amaba con locura y que había estado fantástica. Ella aún jadeando, me dijo que también me amaba. Y mientras ella se reponía mirando al techo y a ratos mirándome a mí, yo miraba a Rolando, ese coloso desnudo y complacido. Y entre las piernas de mi mujer veía yo la leche de mi compadre como prueba de que yo le había regalado el cuerpo de mi amada Marisol a Rolando.

Rolando se sonreía tanto feliz como triunfante hacia mí, y luego acarició la cara de Marisol y le dijo lo muy delicioso que había sido todo, y quiso besarla. Ella juntó sus labios tímidamente, como si un besito de enamorados bastara. Se notaba que había vuelto a ser mi esposa, enamorada de mí, y que ya había cumplido con su parte del trato. No me refiero a que ella rechazara a Rolando, sino más bien que ella sentía que pasado ese momento ella era mi mujer y sus besos eran sólo para mí. Rolando lo entendió y dio una nueva mirada al desnudo y utilizado cuerpo de Marisol y me sonrió complacido.

Yo había soñado tantas veces con ese día que pensé que todo se iba a cumplir tal y como yo lo había planeado. Por eso cuando quise iniciar una conversación sobre lo que habíamos hecho y que nos volviéramos a excitar con el tema, me di cuenta de que Marisol y Rolando estaban satisfechos y en otra onda que la mía. Más bien empezamos a hablar de otras cosas, incluso del tiempo y las temperaturas. Me parecía a mí por lo menos casi ridículo el ver a mi mujer con el coño lleno de semen y a mi compadre desnudo después de habérsela cogido, y que hablásemos de tonterías. Luego de un buen rato Marisol se puso la blusa y se fue al baño. En ese rato Rolando y yo empezamos a hablar de nuevo de lo que había pasado, y su verga comenzó a cobrar vida con nuestros comentarios y acariciando además las bragas de mi mujer que yo le tiré a la cara como broma. Marisol, al típico estilo de las mujeres, se demoró bastante en el baño, por lo que Rolando comenzó a excitarse más en ese rato con nuestra conversación.

Cuando Marisol volvió, le dije al oído que Rolando se iba a ir a su casa, pero que tenía ganas de cogérsela una última vez. Ella me miró como diciendo que esta vez sí que yo estaba abusando de ella, pero puso cara de no le costaba mucho ponerse nuevamente y deshacerse de mi compadre, y me dijo que lo haría.

Y no fue como yo creía tampoco. Yo me había imaginado que la segunda vez cogerían como desaforados y que Rolando hasta se la ensartaría por el culo luego de probar mil posiciones ahora que ya estaban en confianza. Me equivoqué. Ella se puso debajo de él y recibió una vez más la verga de Rolando en su coño. El le manoseaba las tetas y trataba de besarla en la boca, y Marisol como podía evitaba los besos de ese grandulón en su boca. Lo "peor" es que Rolando gozaba del coño de mi mujer, y Marisol quería liberarse luego de él, y yo me pajeaba viendo esa casi violación donde el desnudo y pequeño cuerpo de mi esposa yacía debajo del macizo cuerpo de Rolando. Después de todo sí se parecía eso a alguna de mis fantasías donde Rolando utilizaba sexualmente a Marisol y ella actuaba como mi fiel y recatada esposa, y en donde no había duda que la fuerza de él primaría sobre los principios de ella.

En un cierto momento, Rolando metió la mano por debajo del culo de Marisol, y le dio un rico agarrón donde quedó acariciándola por fuera del hoyito del culo. Marisol trató de quitar la mano de mi compadre de su trasero, pero no pudo, y algunos minutos después vi cómo Rolando volvió a extasiarse con el cuerpo de mi mujer y tirar sus andanadas de semen en el coño de Marisol, haciéndola suya una vez más.

Cumpliendo su promesa, Rolando se vistió, nos agradeció por la velada, y se marchó. Satisfecho por todo lo que había pasado, me acosté al lado de mi amorcito y le dije lo mucho que la adoraba. Ella recibió todas mis caricias y besos, aunque se notaba algo más fría también. Y cuando quise hacer valer mi derecho de marido, Marisol no me lo permitió y me quedé sin meterle la verga. Con voz algo seria me dijo que mañana hablaríamos de eso.

Suerte que al otro día (que era sábado) ya se le había pasado esa mala onda y pudimos compartir como siempre. Es decir mejor que otras veces ya que yo estaba extremadamente cariñoso y atento con ella y Marisol estaba por supuesto feliz por ello. De vez en cuando durante el día nos mirábamos y se notaba que cada uno pensaba en lo que había pasado la noche anterior. Ella no comprendía como yo podía ser tan morboso, inmoral y loco que me gustaba entregársela a otro hombre. Y yo me preguntaba por qué no habíamos hecho esto antes, y cómo iría a ser la siguiente vez. En la noche nos reíamos porque al hablar del tema nos dimos cuenta lo muy diferente que los dos pensábamos. Lo que recuerdo perfectamente de ese sábado temprano, es que yo miraba a Marisol atendiendo a nuestros hijos y las labores de nuestro hogar, y la veía al mismo tiempo desnuda mamándole la verga a Rolando y permitiendo que mi compadre le llenara el coño de leche una y otra vez. Hasta me sorprendí con pensamientos tan mórbidos que no debiera ni siquiera revelar aquí: yo jugando con mis hijos como un padre dedicado, mientras Rolando se cogía a su desnuda madre a pocos centímetros de ellos. Y me excitaba la idea de que mis pequeños hijos fueran testigos de cómo el tío Rolando en presencia de todos se cogiera a su mamita, y le agarrara las tetas y la hiciera mamar verga para finalmente cogérsela por el coño y el culo delante de todos nosotros.

La siguiente vez que Marisol y yo cogimos, ella me confesó que en realidad sí había gozado con Rolando, pero que eso iba en contra de los valores que le habían inculcado como mujer y esposa sus padres, la escuela y la sociedad. Yo la calmé con mucho amor y comprensión y le dije que la responsabilidad de una mujer la tenía su marido, y que si yo no tenía nada en contra, ella no debiera sentir remordimientos, y que cada pareja hacía sus propias reglas, etc., etc. Y como ahí estábamos excitados nuevamente, Marisol aceptó que tuviéramos una nueva cita con Rolando. Y ese fue el punto de partida de mi vida como cornudo, y poniendo mi mujer al servicio de ese caliente semental. Mi amada esposa, entendió el rol de Rolando en nuestra vida de casados, y como esposa de cornudo se entregó a su deber y placer de excitarme acostándose con mi compadre en los diferentes sitios donde nos juntábamos, incluso en el camión de la empresa a veces. Yo le quería dar un buen macho a mi esposa, y Marisol lo recibía con gusto, sobre todo porque Rolando era mucho más ardiente, joven y bien dotado que yo. Y mi recompensa era verlos a ambos gozar del sexo sin límites y mirar luego los hoyitos de mi esposa llenos de la leche de él. A veces pasábamos por casa en horario de trabajo (ya les contaré de eso), para que Rolando la hiciera suya, mientras yo en el jardín jugaba con mis pequeños. Luego él salía a cuidarlos mientras yo introducía mi delgada y corta verga en el inundado coño de Marisol, y al sólo contacto de la leche de mi compadre, yo eyaculaba precozmente por supuesto. Luego en el camión él gozaba contándome todos los detalles de cómo se había ensartado a mi esposita y las cosas que se decían en plena cogida, y yo gozaba escuchándolo, y pensaba en mi amada Marisol, en casa, cuidando de nuestros hijos y con su coño inundado del semen de Rolando.