Le encantaba mirarme (1: una mamada sensacional)

me arrodillé frente a él y le bajé la cremallera del pantalón, sacando el erecto pene. Lo lamí sin más preámbulos.

LE ENCANTABA MIRARME (1: Una mamada sensacional).

CAPITULO UNO: UNA MAMADA SENSACIONAL.

Conocí a Manuel justo el día de mi 18 cumpleaños. Yo estaba merendando con mis amigos, cuando él se acercó a mí y me dijo:

¡Felicidades, guapa!

Dejó un ramo de rosas frente a mí y se alejó sin decir nada más. Me quedé mirándole, sorprendida. Era alto, moreno, con un cuerpo musculado, atlético. Corrí hacía él para darle las gracias y entonces le pregunté:

¿Puedo saber quien eres y de que me conoces?

Me miró desde sus claros ojos verdes y respondió:

Vivo cerca de tu casa, y me llamo Manuel.

Me tendió la mano y estrechándola entre las mías le dije:

Yo me llamo Sira. ¿Por qué no te sientas a tomar algo con nosotros? – Le propuse.

No creo que sea buena idea. – Adujo.

¿Lo dices por la diferencia de edad? – Le pregunté, Manuel, aparentaba unos 35 ó 36 años.

Afirmó con la cabeza y añadió:

Tus amigos pensaran que soy un muermo.

No creo, pero sino quieres no voy a obligarte, aún así, me gustaría que esto no quedara sólo en esta corta conversación

Esta bien, ¿qué tal si te invito a cenar esta noche? ¿A las nueve?

Vale, por mi perfecto.

Te esperaré en el banco que hay frente a tu portal.

Muy bien. Hasta luego – Me despedí.

Hasta luego.

Cuando volví junto a mis amigos todos quisieron saber que me había dicho el desconocido, pero yo no quise contarles nada, sólo les dije que era un viejo amigo de mis padres.

A las nueve en punto estaba ya lista y nerviosa, iba a salir con alguien bastante mayor, con un hombre experimentado, y además la noche de mi 18 cumpleaños. Mientras me vestía y preparaba para la cita, un montón de situaciones pasaron por mi mente, pero la que más veces se repitió fue la de ser desvirgada por aquel hombre maduro. Por que a pesar de haber cumplido ya los 18 seguía siendo virgen, reservándome para el hombre adecuado, y para mí Manuel era el hombre adecuado, lo había sabido desde el primer momento en que nuestros ojos se cruzaron.

Bajé corriendo a la calle y allí sentado en el banco estaba él, impecablemente vestido y peinado, como un dandy. Así que nada más verle casi me deshago de la emoción.

Buenas noches, jovencita.

Buenas noches.

Me hizo subir a su coche que tenía aparcado a unos pasos y me llevó a un coqueto y lujoso restaurante en el centro de la ciudad. Durante la cena, me contó que hacía meses que se había fijado en mi y que desde el primer momento en que me vió pensó que algún día se decidiría a conocerme y aquel día había llegado. También supe que era periodista y escritor de novelas de terror.

No creas que soy un pervertido. En realidad, nunca antes me había fijado en alguien tan joven como tú, pero tienes algo especial, algo que nunca había visto en otra mujer que hizo que me fijara en ti.

Ya imagino que no eres ningún pervertido, porque sino en lugar de traerme a este restaurante me hubieras llevado directamente a tu casa.

Y además no pienso llevarte a mi casa hasta que no nos conozcamos más profundamente.

¿De verdad? ¿No vas a llevarme esta noche? – Le pregunté pícaramente, tratando de tentarle, creo que en aquel momento yo tenía más ganas que él de caer en sus brazos.

No, esta noche no.

Vaya, yo que me imaginaba ya una noche loca de amor y pasión entre las blancas sábanas de tu cama.

Pues tendrás que esperar para eso. – Dijo Manuel.

Continuamos cenando y al terminar me llevó de vuelta a mi casa. Me acompañó hasta el ascensor y mientras esperábamos a que bajara le abracé, pegué mi cuerpo al suyo y le besé profundamente. Manuel correspondió al beso y sentí su sexo pegado a mi bajovientre, creciendo entre los dos.

Sira, eres demasiado joven para esto. – Me dijo apartándome de él.

No, ya no – Le dije tratando de abrazarle de nuevo. – Y te deseo desde la primera vez que nuestros ojos se han cruzado y sé que tú a mí también.

Sira, por favor, no me tientes.

Manuel, déjame que te alivie, por lo menos. Puedo hacerlo muy bien, tengo práctica. – Dije acariciando su sexo erecto por encima de la tela del pantalón.

Manuel trató de apartar mi mano, pero yo no le dejé, me arrodillé frente a él y le bajé la cremallera del pantalón, sacando el erecto pene. Lo lamí sin más preámbulos, tenía que hacer lo posible para que él se dejara hacer. Así que introduje el glande en mi boca y empecé a chuparlo. A los pocos segundos, Manuel dejó de resistirse y empezó a disfrutar, hundió sus dedos entre mi pelo y comenzó a dirigir mis movimientos. Poco a poco conseguí que la polla fuera creciendo y que Manuel se dejara llevar y empezara a gemir excitado. Con una de mis manos acariciaba sus huevos. Yo estaba a mil, mi mente seguía inmersa en la imagen de ser poseída por él, desvirgada por aquel hombre experto y caballeroso. Seguí lamiendo, moviendo mi lengua desde el glande hasta la base trazando un camino por toda la verga y volviendo de nuevo al glande, donde marqué círculos alrededor del agujero del que unas gotas de líquido preseminal asomaban. Las lamí con deleite, a pesar del salado sabor me sentí feliz saboreándolo, porque era su sabor, el sabor del hombre elegido.

¡Ah, Sira! – Gimió mi amado, pero esta vez lo hizo en señal de aprobación a mi caricia bucal sobre su erecto pene.

Seguí mamando unos minutos más, hasta que empecé a sentir como su leche se derramaba en mi boca así que me la tragué. Era la primera vez que lo hacía (a pesar de no ser la primera vez que realizaba una mamada) pero me pareció lo más lógico y adecuado teniendo en cuenta que para mí Manuel era mi hombre elegido. Cuando hube lamido todo y la dejé limpia, volví a guardarla en su sitio. Le subí la cremallera del pantalón y me puse en pie frente a él diciéndole:

Ha sido delicioso.

¡Uh, sí, lo ha sido! – Dijo él cogiendo mi rostro entre sus manos y acercándolo al suyo para besarme larga y apasionadamente. Cuando el beso terminó me miró a los ojos y me dijo:

Eres todo un diablillo.

Sonreí pícaramente y le dije:

Sí, pero es que tú me provocas esos sentimientos. ¿Sabes que me gustaría hacer ahora?

No, ¿qué?

El amor, que me hicieras el amor, y apagaras este fuego que siento, que me hicieras tuya y entregarte mi virginidad.

Pareció sorprendido al escuchar aquella palabra y me preguntó:

¿Eres virgen?

Sí.

Bufff, entonces será mejor que esperemos, tú primera vez tiene que ser algo especial, ¿no crees? En un lugar especial, con alguien especial.

Bueno, ese alguien ya lo tengo. – Añadí yo.

Sí, pero el lugar no, así que esperaremos, ¿Vale, preciosa?

Vale. – Acepté resignándome.

Manuel abrió la puerta del ascensor y me hizo entrar, me dio un beso en la boca y antes de que la puerta se cerrara le pregunté:

¿Nos veremos mañana?

Claro.

Hasta mañana,

Hasta mañana.

Entré en casa como si flotara, pensando en lo sucedido unos minutos antes en la entrada del bloque, junto al ascensor. Mis padres se sorprendieron de verme en casa tan pronto, pero a parte de hacérmelo notar no dijeron nada más. Me fui a mi habitación y tras cerrar la puerta me desnudé con rapidez, necesitaba desahogarme, apagar aquel fuego, el cosquilleo que sentía entre mis piernas. Así que llevé mi mano hacía mi zona sexual, busqué el clítoris y empecé a acariciármelo suavemente mientras me imaginaba sobre una cama de matrimonio con sábanas de seda, cabalgando sobre Manuel. Sus manos acariciando mis senos y sus labios besando profundamente los míos. No tardé mucho en correrme entre gemidos y convulsiones de placer y la imagen de Manuel en mi mente, su cara de placer y su gutural grito al desahogarse dentro de mí.

Aquella cena, aquel hombre, aquel momento habían sido lo mejor que me había sucedido en los últimos meses y estaba ansiosa por volverle a ver.

Y al día siguiente, cuando volvía de casa le ví, estaba esperándome en el banco que enfrente de mi casa. Me acerqué a él corriendo y sin pensármelo mucho, me senté sobre sus piernas. Le besé profundamente, introduciendo mi lengua en su boca y saboreándola. Nuestras lenguas se juntaron luchando la una con la otra y sentí su verga hinchándose debajo de mí. Cuando nos separamos le pregunté:

¿Vamos a tu casa?

Y sin pensárselo dos veces me respondió.

Claro, vamos.

Caminamos un par de manzanas y entramos en un bloque de pisos de lujo. Subimos en el ascensor mientras nos besábamos. Nuestros cuerpos pegados se rozaban el uno contra el otro. Lo deseaba y sabía que él también me deseaba a mí. Ansiaba llegar al piso y empezar a desabrocharle y quitarle la ropa. Llegamos al último piso y el ascensor se detuvo, salimos, nos dirigimos a la única puerta que había en aquel piso. Manuel abrió la puerta y entramos. Era un ático espectacular, aunque no tuve mucho tiempo para fijarme, pues nada más entrar, me pegué a Manuel y empecé a besarle intentando desnudarle. Manuel me apartó de él y me dijo:

Espera, ven.

Me cogió de la mano y me llevó hasta su habitación, donde había una gran cama de matrimonio. Volvimos a besarnos a los pies de la cama y tras aquel profundo beso me empujó levemente y me quedé tendida sobre la cama, esperando que él se echará sobre mi....

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).

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