Le destrocé el culo a la mujer de un policía

Continuo contando mi experiencia como sexo servidor.

Me había perdido desde la última vez que escribí, muchas personas me han escrito al correo, he podido congeniar con un par de lectoras de Alicante, también con mujeres de otras regiones que me contaron sus experiencias. Desde aquí les mando un saludote enorme. También me han escrito varios lectores con dudas sobre el mundillo y pidiéndome consejos de cómo iniciar a ser sexo servidor. La verdad es muy sencilla, gente: tener buena dicción, un tema de conversación ya preparado cuando el otro esté a punto de morir y conocer el cuerpo femenino.

En mi primer relato, a mí me pagaron sólo por escuchar, no se trata de tener el cuerpo de un dios griego ni el miembro enorme, tú vales lo que transmiten tus manos, lo que sale de tu boca y lo que haces sentir.

Lamentablemente, estuve enfermo de COVID19, pero ya me siento mejor. Estoy vacunado e invito a ustedes que también lo hagan (con eso no se juega, gente). Voy a continuar mi relato donde la dejé. Si alguien no sabes cuál es el primero, se llama “Mi primera vez como sexo servidor”.

Tanía cumplió su palabra

Luego de ser “estafado”, así me gusta considerarlo cada vez que lo recuerdo, por Tanía, ella cumplió con su palabra de correr el rumor por ahí. A los días me llegó un mensaje al Gmail que en su momento era otro, no quería usar mis redes sociales como medio para mi posible trabajo, y muchos pensaran que es un error, sale mejor mostrar quién eres y así tendrás más clientes, lo cierto es que no lo considero así, cada uno tiene sus medios para hacerlo, el mío es la discreción; muchas mujeres AMAN con locura la discreción. Además, prefiero separar mi trabajo de mi vida personal, cuando estaba en Venezuela, sólo un par de amigos lo sabían. Aquí en España, nadie de mi círculo cercano lo sabe. Todos piensan que me gano la vida como escritor, y eso está perfecto para mí.

El correo era simple, todavía recuerdo como algo importante para mí porque fue el primero que recibí. Decía lo siguiente:

Hola,

No sé cómo contarte esto, hace unas noches una amiga nuestra en común me habló de ti, me contó su experiencia contigo. Después de meditarlo decidí escribirte para ver si estás disponible.

Atentamente,

Minerva.

Recuerdo que estaba tomando un café con unos amigos cuando recibí la notificación, observé el móvil y me extrañó, pero cuando vi el correo de donde recibía el mensaje, casi derramé el café en mí. Mantuve la calma, salí de la app y lo guardé. Estaba un poco nervioso, tanto que los colegas empezaron a preguntarme qué tenía, pero yo los mareaba con otros comentarios haciéndoles creer que todo estaba tranquilo y eran ellos los raros. Por al menos unas 4 horas, estuve sin responder, pensaba qué podría decir, cómo le podría contestar. Quería aparentar ser profesional, alguien con experiencia en el rubro, pero la realidad era otra. Esa noche no regresaría a mi casa, me quedé en el apartamento de mi amigo en cuestión que lo llamaré Camilo, Así que tendría que pensarlo bien.

Luego de “sacarle dos” a un porrillo que había armado Camilo en su casa, me dispuse a responder el mensaje. Escribía y borraba varias veces, el THC cada vez hacía más efecto y mi mente empezó a divagar, el estrés por no saber qué responder fue desapareciendo y mi soltura apareció.

Hola Minerva,

Primero que nada, es un placer que te hayas tomado el tiempo para escribirme. Últimamente estoy algo ocupado, pero puedo apartar un tiempo sólo para ti. Me gustaría tomar un par de copas, hablar de nosotros y ver lo que pasa, ¿te apetece?

Atentamente,

Hugo.

Sí, muchos pensaran “tanto para responder esa estupidez” y yo les diré: esa estupidez tiene mucho poder. ¿Por qué? Porque le digo a mi cliente que, sin importar qué tan ocupado pueda estar, siempre voy a tener tiempo para ella, desde allí comienza mi trabajo, hacerles entender que lo más importante es estar con ella y que me encantaría pasar tiempo. No muchas mujeres saben qué esperar la primera vez que solicitan un servicio, nuestro trabajo es hacerla sentir cómodas.

Dejé el móvil cargando y empecé a jugar un poco de Mario Kart con Camilo y su hermana Andreina un par de años menor que yo. No pasaron ni 5 minutos, o al menos eso es lo que la weed me dejó a entender, cuando mi celular empezó a vibrar. Mi clienta contestó:

Hola Hugo,

Sí me apetece tu propuesta, hay un bar al que me gusta ir mucho con mi marido, se llama “El Candil”, es bastante discreto y apartado de donde vivo. ¿Puedes mañana a eso de las 5:00pm? Te estaré esperando.

Atentamente,

Minerva.

Lo primero que se me vino a mi mente fue: ¿Marido?, tiene marido, ¿acaso quería una especie de trío?, ¿su esposo le gusta mirar? No lo sé. Recuerdo que estaba sumamente confundido para ese entonces. Técnicamente, sería mi primer cliente y ya estábamos empezando fuerte. Nunca había tenido un trío y mucho menos con una pareja, mucho menos que sean casado. Mi morbo en ese entonces no iba más allá de lo común, pero todo este tiempo trabajando en esta área abrió mi mente.

Era el momento, no podía echarme para atrás. En medio de las risas de Camilo y su hermana y, un poco de weed, le respondí lo siguiente:

Allí estaré

Atentamente,

Hugo.

Así, sin más. Luego de enviar el mensaje, estuve maquinando las cosas que pudo haber dicho Tanía a mi futura cliente. Medité en pasar por su hogar aprovechando que estaba en el mismo edificio, el inconveniente era que el ascensor estaba siendo reparado y no funcionaba por el momento. Me dio mucha pereza bajar a planta baja para luego subir. Al final, dejé de acordarme de ello y me enfoqué en lo que pasaría mañana.

Chocho apretado

Desperté a eso de las 11:00 am, tenía muchas cosas que hacer, estaba lleno de vellos, necesitaba cortarme el cabello, rebajarme la barba y buscar mi mejor pinta para sorprender a mis clientes. Tenía que dar una buena primera impresión, tenía que darlo todo. No desayuné, fui directamente al almuerzo, comí algo ligero. No dejaba de estar nervioso, cuando me estaba rasurando, observé mi miembro y no sentía que tuviese vida, estaba muy recogido. La ansiedad se apoderó de mí y empecé a hiperventilar, ¿y si no puedo?, ¿y si no tengo una erección?, ¿un sexo servidor que no se le pare?, todas esas dudas golpeaban con fuerza mi cabeza una y otra vez. A medida que pasaba el tiempo, intentaba mentalizarme.

A eso de las dos de la tarde, le escribí a Minerva para confirmar y cómo iría vestido, a los pocos minutos recibí su confirmación diciéndome lo mismo. Ya estaba más tranquilo, pero necesitaba ser inteligente, así que fui a la farmacia y pedí una pastilla azul, fue gracioso y raro porque la recepcionista me miraba con ojos extraños, y antes de que formara un criterio propio le dije que eran para mi abuelo, ella fue indiferente de mi comentario y me cobró.

La compré por si acaso, si bien nunca la había tomado ni mucho menos fallado, no quería que los nervios en ese momento me pudiesen ganar, aparte de que no me hacía la idea de tener un trío HMH con alguien que no conocía. Leí las instrucciones y a eso de las 4:00pm antes de salir de mi casa ya la había tomado. Recuerdo que vestía una camisa de cuadros negra y gris, un pantalón de vestir gris y unos zapatos negros. Estaba bastante casual, no quería tener ese estilo deportivo que siempre tenía, con el tiempo, cambie casi toda la ropa por algo más casual. Ahora el 90% es casual, el otro 10% es la ropa de crossfit. Gajes del oficio.

No conocía para nada el lugar, ni sabía si cerca había un hotel o algo, la verdad esperaba que todo fuera por parte del cliente, ellas requerían mis servicios, está implícito que tú como cliente debes cubrir esos gastos.

Coloqué google maps y le indiqué al taxi la dirección, en poco tiempo ya había llegado más antes de lo previsto. El bar estaba adentro del edificio en una zona residencial que se veía bastante costosa. Tenías que entrar, luego ir a un ascensor, bajabas al sótano y allí estaba. Pero yo había llegado una media hora antes. Decidí quedarme en una cafetería que estaba cerca observando mis redes sociales mientras consumía algo dulce, no recuerdo qué era.

Al cabo de un tiempo, cuando sólo faltaban 5 minutos, fui al bar y entré. Las luces eran opacas, la barra estaba iluminada por una luz de neón, el barman vestía camisa blanca con pantalón negro y chaleco del mismo color. El bar se veía bastante caro, había cubículos con mesas. Más temprano que tarde me di cuenta que en realidad era un Bistró.

Con los nervios a mil caminé por el medio del bar, muchas de las mesas estaban tomadas, y justo al frente, la que daba frontal a la barra, estaba Minerva de frente revisando su celular, se veía igual de nerviosa que yo. Antes de acercarme, respiré hondo, revisé mis dientes en un salero que estaba en la barra, usé mis manos para peinarme y caminé con decisión. Cada paso que daba golpeaba mi corazón con tanta fuerza que sentía cada latido en mi sien, el frío atacó mi piel y mis manos empezaron a temblar, bajé un poco mi rostro, aclaré mi garganta y me postré al frente de ella.

—¿Minerva? — dije yo intentando sacarla de su ensimismo.

Hay algo que recuerdo muy bien de Minerva, y creo que muchas veces les va a pasar si se dedican a esto. Uno espera alguien desaliñado, no tan guapetona, alguien muy normal con algunos kilos demás, pero ella no. Minerva me miró extrañada y sólo bastó menos de un segundo para que me volviese completamente loco. Sus labios estaban de un color rojo claro, sus ojos avellana delineados de negro, su cabello corto, muy corto de hecho, pintado de un blanco acompañado de un solo arete largo que colgaba de manera vertical en una de sus orejas. Era preciosa.

—¿Hugo? —respondió en voz baja.

—¿No te esperas alguien tan guapetón?

—Todo lo contrario, eres exactamente lo que esperaba — respondió ella con una sonrisa.

Ella seguía sosteniendo su celular con ambas manos, le hice una señal para sentarme y se excusó. Me invitó a sentarme rápidamente después de hacerlo. Actuaba torpe y errática por los nervios.

—Te esperaba con alguien.

—¿Con quién?

Su rostro mostraba confusión.

—No lo sé — empecé a divagar un poco — como dijiste que venías aquí con tu marido…

—¡No! — se rio un poco, seguía algo nerviosa — sólo soy yo, acaso creías…

—Pensaba en cobrarte más —dije en broma. Lo cierto es que tales malentendidos hacen retroceder la conversación y mantener el hielo. Uno debe saber cómo evitar este tipo de cosas. Con el tiempo fue algo que aprendí a manejar. Errores de novatos.

Ella sonrió y empezamos a conversar, pedí un par de copas, el alcohol siempre ha sido un lubricante social, sin embargo yo tenía que ser cauto por dos razones: La primera, estaba en servicio, y la segunda, había tomado la pastilla azul. Ese tipo de mezclas resultan ser fatal. Por suerte había tomado la de 50ml que es menos potente que la otra.

Minerva tenía una voz preciosa, era suave y dulce, cada vez que respondía o decía algo, me la imaginaba gimiendo, todo fluía con tranquilidad y el ambiente era interesante. Poco a poco los nervios de ambos fueron cediendo y los comentarios dobles sentidos salieron a la luz. La traté como ella quería que lo hiciera, estaba atento, cada vez que terminaba su copa le ofrecía otra, varias veces surgió el comentario: me quieres emborrachar para aprovecharte de mí, yo me limitaba a responderle: tú eres la que se aprovechará de mí.

Evité preguntarle sobre su relación y trabajo, uno nunca debe hacerlo a menos que ellas sugieran el tema, siempre estamos para escuchar, siempre estamos para complacer. Se hicieron las 7:00 pm, tomamos la última ronda y decidimos retirarnos del bar. El edificio era en realidad un hotel, así que cuando tomamos el ascensor, ella presionó un piso para subir. Allí, en ese mismo lugar, empezamos a comernos, sus labios carnosos me prendieron un montón, su olor a perfume impregnó el lugar, pero yo quería oler su fragancia de mujer, de hembra. Cabe destacar que ella apenas si me llegaba por abajo del pecho, así que la levanté con mis manos y la cargué entre mis brazos. Ella me rodeó con sus piernas, se sujetó de mui cuello mientras me comía, su respiración aumentaba cada vez más, su aliento a alcohol se mezclaba con los de su perfume más potente. Me clavaba las uñas y arañaba mi cuello, mi cabello y mi nuca. Con decisión, arrancó mi camisa dejando caer varios botones en el suelo del ascensor y estos se esparcieron como canicas que sonaban al descender. Al poco tiempo llegamos al piso en cuestión, me sorprendió que nadie nos hubiese descubierto, así, sin bajarse, me dijo al oído el número de la habitación. Ella llevaba un vestido vinotinto de tiras que llegaba un poco más debajo de las rodillas, yo se los levanté y apreté sus nalgas, estaban duritas y pálidas. Yo la conduje hasta el número que me indicó intentando buscar en su cartera la llave, me besaba sin detenerse, hasta que, llena de la excitación, dejó caer la llave. Estuvimos un rato más besándonos, sintiendo la saliva del otro, descargando todas esas ganas. Ya la pastilla había hecho efecto, estaba tan duro y tieso que la erección me dolía, ella se bajó de mí, tomó la llave del suelo y allí, estando agachada, puedo ver mi miembro debajo.

—Ay dios mío — dijo ella —Si así se ve por encima del pantalón, ¿cómo se verá sin él?

Acto seguido, me quitó el cinturón, me bajó un poco el pantalón y dejó salir mi miembro, lo apretó con sus manos pequeñas y delgadas, no podía cerrarlas. Eso me daba un morbo enorme. Así, en el pastillo, olió desde mis huevos hasta la punta de mi glande, sus ojos eran drogas, me observó con una maldita cara de perrita, pasó la lengua por la punta y luego le dio varios besitos.

—Me la voy a meter entera. Ya vas a ver.

Yo le quité la tarjeta y abrí la puerta, la tomé por el cuello y le dije:

—Quiero que entres gateando —Exigí. Ella me miró con picardía, alzó su ceja y entró a la habitación en 4 patas. Cuando entré cerré la puerta atrás de mí, antes de llegar a la cama, le dije que se detuviera en la orilla exactamente como estaba. Su vestido completamente levantado dejaba ver una tanga de encaje del mismo color. Cuando vi ese pedazo de culo, sabía exactamente que me lo iba a follar sin piedad. Estaba que explotaba, mi corazón palpitaba y la sangre me hervía. Le dije que se sentara en sus piernas y así lo hizo, llevé mis manos a su cuello cubriéndolo todo, rocé sus mejillas ruborizadas, Minerva tenía una jodida cara de ángel y un culo de demonio. ¿Cómo era que una mujer como ella pagaba por sexo? Pero ese prejuicio lo perdí con el tiempo.

Ella tomó mi miembro con sus manos nuevamente y lo introdujo en su boca, chupaba lo máximo que podía, apenas cubría un poco más de la punta, lamía los lados y mordía el tallo, eso me ponía como un lobo, como un tigre antes de atacar.

—Escúpelo —le pedí

Ella lo hacía son rapidez, quería hacerme venir, pero yo sabía que era un juego, y el que debía ganar era yo. Le apreté el cuello y le ordené que se colocara en la cama en cuatro. Ella intentó quitarse el vestido, pero yo le dije que no, quería follarmela con el vestido puesto. Ella iba a tener la mejor experiencia de su vida, y yo, me comería el culo más rico que había visto.

Ella se colocó en la cama en cuatro, me postré atrás de ellas y combatí con las ganas de impulsar mi miembro hasta mis huevos, pero no, me tranquilicé. Era momento de hacer las cosas bien, tenía trabajo que hacer, le dije que bajara su cabeza hasta la cama y con sus manos abrirá sus nalgas, ella lo hizo rápidamente. Hasta el sol de hoy no olvido la vulva de Minerva, es una pussy de 10/10, se veía cerradita, con los labios menores un poco regordetes y los menores apenas si se asomaban.

Llevé mi rostro hasta su pussy y olfatee como un maldito drogadicto, era el yonky más depravado que existía en ese momento, olí con tanta fuerza que sus labios se pegaron en mis orificios, luego solté una nalgada tan dura que la hizo gemir. Pasé un lenguatazo y ella tembló, solté otra nalgada y ella tembló nuevamente. Con todo el morbo, observé cómo una gota blanquecina caía lentamente por su muslo, saqué mi lengua y la lamí hasta la entrada de su vagina dejando todo limpio.

No recuerdo exactamente qué fue lo que dije, pero fue algo como: este es el sabor a hembra que me gusta probar. Apreté sus nalgas y volví a hundir mi nariz en su pussy, la olfatee de nuevo hasta llegar a su culito bien cerradito. Minerva tenía las nalgas blanquitas, pero su culito era un tanto más oscuro, me gustaba el contraste que hacía. Ella se respingó un poco cuando lo hice, pasé mi lengua para probar su culito y sabía delicioso; no tenía prisa, luego me iba a dedicar a él. Bajé de nuevo y empecé pasar mi lengua por su clit, ella se volvió a mover y gimió un poco, me hizo imaginar que estaba hipersensible, pero para cerciorarme de estar en lo correcto, con mis dedos, subí y bajé por sus muslos con lentitud hasta que se volvió a mover. Ahora estaba seguro que le arrancaría los orgasmos más gloriosos de su vida.

Le comía su botón con pasión, lo chupaba y lo lamía, ella había dejado de abrir sus nalgas y era yo ahora quien las tenía, de vez en cuando la nalgueaba duro para arrancarle gemidos y supiera que yo estaba allí. De la nada, sus piernas empezaron a temblar, su respiración se detuvo y sus gritos se agoraron, luego de segundos gritó tan fuerte que me sorprendió que no llamaran de recepción para preguntar si estaban asesinado a alguien. Sí, era un criminal porque necesitaba maltratar a esa pussy tan salvajemente que fuera ilegal.

Con suavidad, introduje uno de mis dedos en su pussy y llevé mis labios hasta su culito cerradito, y como si no hubiese mañana, comencé a lamerlo y darle chupones mientras la penetraba con mis dedos, estaba tan sensible que sólo duró segundos para volver a tener otro orgasmo, pero esta vez no me detuve, mientras tenía un orgasmo, seguía devorando su culito y penetrando su pussy, del placer, ella se echó a un lado, pero con mi otra mano, la sujeté de un muslo y la volví a posicionar donde estaba. Ella gemía y gritaba, sollozaba también. Era un arte. Puedo no acordarme de muchos polvos, pero para mí, fue el mejor culazo que me comí y eso nunca se olvida. Aun me hago pajas imaginando toda la escena.

Le arranqué varios orgasmos hasta que ella se lanzó a la cama exaltada, su pecho se inflaba y desinflaba con rapidez, ella sonreía de incredulidad.

—Me vas a matar —la escuché varias veces decir.

Con mis dedos, rozaba su piel que se erizaba, ella se movía con espasmos y sollozos, yo me aprovechaba de ella. Era mía, y ni siquiera la había penetrado. Saqué de mi cartera un par de condones, me puse uno.

—Te quiero en cuatro como la putita que eres —ordené.

Ella a regañadientes lo hizo, con mi miembro, empecé a rozar sus nalgas, sus muslos y sus caderas, la golpeaba con fuerza. Dios, todavía recuerdo aquel culazo y no me lo creo.

Rocé su botón son mi miembro, yo estaba a full, sentía que si lo metía acababa, la sensibilidad me tenía peligroso. Le ordené que abriera sus nalgas lo más que pudiera, lo llevé a su entrada, jugué un poco con ella, estaba empapada, roja y sensible. Antes de entrar, le dije:

—Aun no me has pagado.

Ella se rió, pensé que se iba a cortar, pero no. No pensaba cometer el mismo error que cometí con Tanía. Sí, era un culazo, pero también mi cliente, tenía que ser profesional. Pidió que le acercara la cartera, sacó 60$ en billetes de 20, los colocó en una mesita de noche y dijo:

—Quiero que me des tan duro que no me hagas caso si te digo que pares.

Escupí mi miembro y lo fui hundiendo en su pussy. No se imaginan lo estrecha que estaba, no quería entrar para nada, ni siquiera la punta. Luego de un par de veces, ella alcanzó de nuevo la cartera y sacó de allí un lubricante, echó bastante sobre mi miembro, lo esparció por todos lados, tomó un poco para ella y volvió a echarme pero esta vez en la punta. No lo esparció ni nada. Volvió a posicionar en su culo, tomó una almohada, la sujetó con sus manos y me volteo a ver con la cabeza en la cama.

Volví a intentar y esta vez entraba sólo un poco, en su cara sólo se mostraba gestos de dolor, y se limitaba a decir “uy, uy, uy, ya va, sí, dale, así.” Poco a poco, su vagina fue cediendo hasta que mi punta logró entrar. Me apretaba a mil, sentía cómo la abría. Unos de los placeres más deliciosos es sentir lo estrecha que puede ser una pussy, pero ese segundo cuando empujas y te percatas de que la piel se estiras y entras en ella, no se compara con nada en el mundo.

Sacaba y metía con suavidad, El culo se veía hermoso, me sentía poderoso, que era el jefe, el boss, el maldito dueño del mundo. Me dejé llevar por esos pensamientos de superioridad, dejé a un lado la delicadeza y el cuidado, empecé a empujar con fuerza hasta que vi cómo sus fluidos se volvían blancos y manchaba mi miembro. Estos se esparcían hasta la mitad de mi miembro, allí llegaba. Pensé que podía entrar más, hasta que llegué a sentir en mi punta la entrada de su útero. “Ok, hasta aquí puedo llegar”, calculé la cantidad necesaria para evitar que se volviese doloroso para ella, bombardee como un loco nalgueando y sujetándola de la cintura. Ella gemía como una diosa, su rostro se ruborizó y sus glúteos ya estaban rojos de tantos azotes. No sé por cuanto estuve follandola en esa posición hasta que empezó nuevamente a temblar. Se lo saqué mientras ella gritaba ese orgasmo que necesitaba tener. Ella me sonrió con tanta ternura. Lo cierto era que su cabello corto casi rapado me traía un morbo, desde hacía mucho tiempo tenía esa fantasía, y recién de esa manera la pude cumplir. Ella me dijo que quería cabalgarme, se sentó encima de mí y empezó a dar sentadas como una diabla, los gritos eran duros y delicados, gemía como si estuviese llorando, más que preocuparme, eso me daba un morbo tremendo.

Cuando estaba a punto, la quité de encima de mí, la puse boca abajo, coloqué sus piernas en sus hombros e inserté mi miembro en ella mientras la besaba, chupé sus senos pequeños, sus pezones eran marroncitos como tanto me gustaba y su venus tenía vellos recién salidos. Le sujetaba el cuello más fuerte con cada embestida hasta que no pude más, lo saqué, me quité el condón y exploté en su vientre, venus y vulva. Vi cómo recorría por ella. Estaba aún duro, sabía la razón por la que no se me bajaba, Ella se levantó, empezó a comerme nuevamente con sus labios, estaba tan sensibles que por un momento pensé que volvería a venirme, la detuve en seco y la observé a los ojos. Una carita así no me podía dar tanto morbo, pero allí estaba ella, siendo la excepción. Me levanté de la cama, caminé hasta una silla que estaba al frente de la ventana, me senté allí y le ordené que sacara algo para tomar del mini refrigerador. Ella lo hizo, tomó un poco, pero cuando se acercó a mí, le dije que lo hiciera gateando, ella lo hizo.

Se postro de rodillas a mí, tomó mi polla, y empezó a comerla nuevamente. Le dije que fuera por otro condón y lo hizo, me lo colocó con su boquita, luego se levantó, se sentó y luego me empezó a follarme ella misma, yo lamía su cuello, sus clavículas, su mandíbula, mordía sus cachetes, chupaba el lóbulo de sus orejas, mientras con mis manos apretaba sus costillas y la nalgueaba de vez en cuando. Le decía cosas sucias al oído “sigue putita, eres mi putita, como te encanta un miembro grande” eso la hacía moverse más y más. Hubo un momento en donde se movió tanto que volvió a tener otro orgasmo, me abrazo con fuerza y grito a mi oído. Sus gritos eran gasolina para mí.

Me levante con ella, mi pene seguía adentro, la coloqué en la cama y eché sus piernas para adelante dejándome ver ese culito hermoso. Le penetre con mi lengua hasta que entraba toda, probé mis dedos, 1, 2, 3, 4, coloqué mi pene en su puse, lo humedecí con sus flujos, fui a la entrada de su culito, y la observé a los ojos. Ella no dijo nada, pero su rostro comunicaba todo, lentamente entré en su culito, y para mi sorpresa, entro suave y rápido. Yo sin más dilación, penetré ese culito que antes estaba tan estrecho mientras la masturbaba con mis manos. Estuve alrededor de 20 minutos follandome su culito en esa posición.

La levanté, la cargué hasta la silla junto a la ventana, ella se colocó en cuatro, puso su culito en pompa para mí y la follé un rato más, observaba a la ventana y me imaginaba al pobre diablo de su esposo. Eso me dio un morbo tan grande que lo pude aguantar más, me quité el condón, la hice arrodillarse y me viene en su cara. Con sus dedos, se limpiaba la cara y se lo metía en la boca saboreándolo. Cuando amaba ver eso. Ella fue al baño, se metió a la ducha y yo la seguí. Se supone que yo cobraba para ese entonces 50$ por unas 4h. Esa vez pasamos toda la noche reventándole su culito y su pussy. No sé cuántas veces me levanté en la madrugada y follaba ese culito que tanto me gustaba ver. Tal vez la continuidad de las cosas no fue tal y como la conté, pero sí sé que todo eso pasó.

El secreto revelado

Al día siguiente nos despertamos como a eso de las 12 pm, nuestros cuerpos estaban muy agotados, pero me pareció muy agradable amanecer abrazado a ella. Estuvimos conversando un poco, riéndonos, comentando las expectativas del encuentro, todo un punto positivo, hasta que ella me contó algo que no me hizo gracia. Su marido era un CICPC, un detective, antes llamados PTJ. Me comentó que él siempre hacía servicios en otras ciudades y a veces se ausentaba por semanas. Me arrepentí de no haber preguntado antes, y ya les diré por qué.

En el primer relato yo les comenté que España es un país hermoso, es un paraíso y que muchos españoles no saben lo que tienen. La policía es un ejemplo de eso, usualmente son muy agradables y ciertamente pocas veces han sido irrespetuosos o se han aprovechado de mí por su autoridad, no digo que no hayan, deben haber cientos, pero es poco común, al menos en mis 2 años en España nunca me ha pasado que uno de ellos me hayan maltratado.

Por otra parte, y todos los latinoamericanos me pueden apoyar en esto, la policía en nuestros países digamos que son, en su mayoría, un tanto maldita porque es corrupta y tienen impunidad. En pocas palabras, no puedes confiar en un policía, si pones una denuncia, es muy común que el policía te recomiende que no lo hagas, más si es uno de ellos quién cometió el delito. Cuando tú te metes con la esposa, es más, cuando te metes incluso con la ex de uno, estás cavando tu propia tumba. Entonces empecé a preocuparme, empecé a maquinar mucho, y para completar, este humilde servidor había ido al bar donde se supone que Minerva frecuentaba con su esposo, ¡SU MALDITO ESPOSO!

Pero muy en el fondo, mi lado salvaje, mi lado maldito, mi lado gilipollas, se sentía poderoso, se sentía demasiado bien, al saber que me había follado a la esposa de un policía. Es un sentimiento de “JODETE”. Eso me llenaba de morbo. Con el tiempo me di cuenta que era un sentimiento muy peligroso y que si juegas con el jodido fuego, te vas a quemar.

Pasaron unas semanas y no volví a saber de Minerva, supuse que sólo necesitaba un polvo, en cambio, me habían llegado otras ofertas de trabajo. Raquel, una viuda de 49 años que había perdido a su marido hace más de 6 años, y se dedicaba a sus hijos. Era abogada en un bufet. Y Cari, profesora de universidad de 40 años divorciada hace poco de su esposo.

Raquel me contactaba dos veces a la semana, los lunes para empezar la semana y los miércoles porque eran los días que ella más odiaba. Me pagaba siempre 80$ por 2 horas conmigo, en cambio Cari me contactaba los fines de semana. Les voy a contar mi experiencia con ellas, sólo que no todavía, falta hablar de algo muy importante y quizás la principal razón por la que pude venir a España.

Andreina y el Mario Kart

Como he dicho, Andreina era un par de años menor que yo, su padre, el padrastro de Camilo, es un madrileño de toda la vida que cuando fue a visitar Venezuela se enamoró de una gocha con un niño de dos años. Cuenta la mamá, estaban en una fiesta del pueblo, él la sacó a bailar merengue creyendo que la iba a impresionar, pero fue todo lo contrario. Tenía dos pies izquierdos. No es por criticar, pero si eres europeo, ya sea español, británico, alemán, etc. Nunca pretendas conquistar a una caribeña bailando merengue o salsa, y menos si es una gocha. Ustedes sólo hablen con su acento y listo, ya las enamoran. Por cierto, se les dice gochas o gochos a las personas que pertenecen a la región andina de Venezuela (Táchira, Mérida, Trujillo). Y a decir verdad, son las que más me gustan porque tienen un acento que dios mío.

Con la situación socio-económica que golpeó a Venezuela, el padre de Andreina decidió regresar a España para trabajar y mandarles dinero. Para que un venezolano pueda entrar a España, debe ser por invitación por parte de un residente español que sea familiar. Esto es importante destacar porque todo tiene que ver.

Para ese entonces, los planes de ella eran irse lo antes posibles del país con su padre que vive en Getafe, Camilo era diferente porque ya casi terminaba la carrera universitaria, le faltaba un año, en cambio Andreina esperaba que llegara su pasaporte. Si bien no necesitaban trabajar puesto que la cantidad que les enviaba su padre era suficiente, siempre estaba en algún negocio, ya sea vendiendo dólares, siendo intermediaria, trabajando en alguna cafetería. Vamos, era una chica trabajadora que siempre buscaba lo suyo.

Unos días después de ver a Minerva, la madre de Andreina había viajado por unos días a visitar a su tía que estaba delicada de salud a otra ciudad, por otra parte, Camilo aprovechó para quedarse en la casa de su novia. Andreina, por otro lado, trabajaba en un café donde yo frecuentaba gracias a mi trabajo como programador, sé qué la programación es el futuro, pero no me gusta, lamentablemente perdí el amor por ella a mitad de carrera, pero la terminé a mis 24 años. No suelo dejar proyectos inconclusos, mi ideología es que si comienzo algo, debo terminarlo cueste lo que cueste. La verdad es que amo escribir, y espero vivir de esto algún día.

Fui a la barra a pedirle un jugo natural como siempre lo hago y empezamos a conversar, me comentó lo de su madre y su hermano y que ambos la habían dejado cuidando el apartamento, como si ya no tuviera suficiente estrés con lo del trabajo, el pasaporte y su padre presionándola. Sentía mucha pena por ella, Andreina era y es una gran mujer, comprometida, decidida y con una jodida sonrisa que convierte tu día de mierda en uno feliz.

Yo llevaba encima algo de weed, lo suficiente como para crear un porro.

—Si quieres te invito un porrito y así te quitas todo ese estrés que tienes.

Lo dije por decir, sabía que diría que no, siempre cuando fumamos delante de ella, dice que no, que eso es para perdedores. Mi sorpresa fue cuando me respondió que sí le apetecía, le pregunté si se estaba tragando su orgullo, pero sólo me sonrió y se limitó a decir que era joven y quería probar nuevas cosas.

Pero eso lo contaré en el próximo relato. Estoy volviendo a escribir tratando de recuperar el ritmo que tenía antes.

Si desean agendar un encuentro, ir a tomar un café o hablar, pueden escribirme a mi correo y así nos pondremos en contacto.

Hugobelmot95@gmail.com