Le cambié la vida
Una chica ayuda a su amigo de la universidad a superar sus problemas de confianza. Relato basado en lo que le sucedió a una de mis lectoras.
En la universidad pasas mucho tiempo. Son muchas horas al día durante muchos años. Es inevitable terminar teniendo allí también un grupo de amigos, gente con la que coges confianza y te gusta estar más tiempo del que duran las clases.
Uno de estos amigos que hice se llamaba Rubén. Era el típico tío con el que es fácil estar, buena persona, tranquilo y siempre dispuesto a ayudarte con cualquier duda que te surgiera en clase. Pero mi amigo tenía un gran problema de confianza en sí mismo. Ese era el motivo por el que desde que le conocía no le había visto nunca con una chica. Sabía que había habido alguna que le gustaba pero cuando yo le decía que diera el paso, que le dijera para tomar algo o cualquier cosa siempre me decía que el no tenía ninguna posibilidad. Que no se iba a fijar en él y que prefería ahorrarse el mal rato y el rechazo porque ya había vivido demasiados.
Yo no entendía esa actitud pero tampoco le presioné nunca para que cambiara de forma de ser. El chico no estaba mal, era alto, pelo un poco alborotado y aunque le salía algo de tripita al sentarse cuando estaba de pie se le veía delgado. Fofisano creo que se puso de moda últimamente en llamarlo. Yo lo llamo un tipo normal. Nada que vaya a hacer que la chica con la que hable salga corriendo y no pare hasta llegar al pueblo de al lado.
Durante las épocas de exámenes solíamos llamarnos todos los días. A mi me gusta estudiar sola. Así que me encerraba en casa, sacaba los apuntes del año y me ponía a repasar como una maniática. Eso de pisar la calle está sobre valorado. ¡Máxima concentración! Mi único contacto con el mundo real eran las llamadas que me hacía con Rubén. Nos contábamos hasta dónde habíamos llegado, si teníamos dudas con algo intentábamos resolvérnoslas y hacíamos quinielas acerca de qué creíamos que nos iban a preguntar.
La última tanda de exámenes acabó entre semana, un miércoles si no me equivoco. Para celebrar la libertad Rubén me dijo que si me apetecía ir a su casa y comer algo y poner una peli. La verdad es que no tenía ningún plan mejor. Siendo entre semana el resto de mis amigos no iban a poder quedar y yo necesitaba desconectar un poco después de las semanas matadoras de estudio. Así que tras acabar el examen y terminar de comentar con otros compañeros los pormenores, básicamente los típicos «tú que has puesto en esta pregunta» y «ah, pues yo he puesto esto otro» que sólo sirven para hacerte dudar de todas tus respuestas y pensar que lo has hecho fatal, fuimos hacia su casa.
Rubén tenía alquilado un piso cerca de la universidad. Era pequeñito pero para vivir él solo era suficiente. Me hizo una visita rápida y me pasó los diversos folletos de comida a domicilio que tenía guardados. Nos decidimos por comida china e hicimos el encargo. Mi amigo sacó un par de cervezas de la nevera y estuvimos bebiéndolas y charlando mientras hacíamos tiempo.
Nos habíamos tomado ya un par de ellas cada uno cuando llegó el repartidor. Rubén se empeñó en pagar pese a mis protestas. «Para una vez que vienes deja que tenga un detalle» me insistía. Nos comimos un rollito de primavera cada uno y para él de segundo arroz tres delicias y yo tallarines. Aunque al final acabamos compartiendo estos platos y comiendo de los dos.
Cuando terminamos nos fuimos al salón. Me recosté en el sofá mientras él conectaba el ordenador a la televisión.
¿Algo en especial que quieras ver? – me preguntó.
Me da igual mientras sea algo que no tenga que pensar mucho. Creo que voy a tener el cerebro hecho gelatina durante semanas.
Jajaja, sé exactamente a lo que te refieres – me dijo mientras se señalaba la cabeza. – Tengo por aquí una comedia de estas chorras de adolescentes. No sé si te va el estilo. Aun no la he visto así que puede ser una mierda.
Bah esa misma. Seguro que alguna carcajada me saca.
Mi amigo buscó la película y tras ponerla se sentó a mi lado en el sofá. Tenía razón en que era un poco tonta pero para desconectar era ideal y era justo lo que necesitaba en ese momento. Era la típica película de enredos en el instituto donde los chicos están obsesionados con las compañeras y tratan de ligárselas fallando ridículamente en cada intento.
Llegó una escena en la que uno de los chicos va de noche a la casa de la compañera que le gusta. Era la típica casa unifamiliar de las películas norteamericanas, con su jardín y dos alturas. El chico trepa por un árbol cercado para asomarse a la habitación de la chica ya que quiere hablar con ella y confesarle su amor. Pero cuando está enfrente de la ventana lo que se encuentra es que la chica se está desnudando. Sin saber qué hacer se queda mirando. Por supuesto la película no escatima un solo plano de la estudiante y se ve con todo detalle cómo se desabrocha la blusa del uniforme que tira sobre la cama y sin darse cuenta que es observada se quita el sujetador dejando a la vista dos tetas redonditas y bien firmes. Vestida tan sólo con la falda del uniforme es cuando levanta la vista y descubre a su compañero espiándola a través de la ventana.
La chica pega un grito e intenta taparse los pechos con el brazo, torpemente ya que se le siguen viendo bastante, y con el otro abre la ventana y forcejea con el mirón insultándole de todo. El chico intenta justificarse pero sólo balbucea y al final acaba cayéndose del árbol mientras la chica se asoma desde su ventana aun con las tetas al aire.
Menos mal que tengo esta clase de películas para ver tetas – exclamó Rubén al terminar la escena.
Vamos Rubén, siempre estás con lo mismo. Eres un exagerado – le contradije.
Debido a sus inseguridades Rubén siempre me decía que nunca tendría novia. Como no se atrevía a intentarlo con ninguna de las chicas que le gustaban por miedo al rechazo siempre andaba quejándose de que no ligaba y que nunca tenía a nadie que le alegrara la vista.
Es verdad tía. Ya ni me acuerdo la última vez que me correspondió alguna. Si no fuera por la tele no sabría ya ni cómo son las tetas.
Por favor, Rubén, no puedes estar pensando siempre en eso. Con esa actitud te acabas desesperando y si vas dando esa impresión las chicas se sienten intimidadas.
Es muy fácil decirlo pero seguro que tú ves más tetas que yo.
Seguimos viendo la peli pero yo me quedé dándole vueltas al tema y no presté mucha atención. Me daba bastante pena mi amigo. Estaba segura de que si se relajaba y actuaba de forma normal podría ligarse a alguna chica pero tal y como se obsesionaba y con la inseguridad que demostraba era imposible.
Pronto llegó otra escena con desnudos. En esta ocasión dos chicas, una rubia y otra morena, con la excusa de dejarse ropa se quitan las camisetas y se quedan con las tetas al aire. La chica morena que las tiene bastante grandes le dice a la rubia que no cree que le valga su talla. Ella que está bastante plana mira alternativamente sus tetas y las de su amiga y de repente se las agarra con las dos manos. « ¿Pero qué has hecho para que te crezcan tanto las tetas, cabrona? » le dice mientras le soba las peras a su amiga.
Viendo la felicidad de mi amigo y cómo flipaba por volver a ver tetas en la película me dio bastante pena y tomé una decisión repentina.
Oye Rubén, si me prometes no contárselo nunca a nadie yo te enseño las tetas.
¿Qué? – casi gritó de la sorpresa.
Que si no lo cuentas yo te enseño las tetas. A ver si así se te pasa esa desesperación.
¡Joder! ¡Joder! ¿Lo dices en serio? Espera, voy a buscar un papel y te firmo que no voy a hablar de ello – dijo levantándose apresuradamente del sofá.
Jajaja, tampoco hace falta, me fío de tu palabra.
Pero Rubén quiso hacer las cosas bien según decía y vino con un folio firmado por él en el que ponía que jamás contaría lo que pasara ese día y si lo hacía yo tenía derecho a obligarle a hacer cualquier cosa que le ordenara.
Con los asuntos legales en regla yo me levanté y me puse en mitad del salón mientras el seguía sentado en el sofá. No me había pensado mucho lo que iba a hacer así que me levanté la camiseta que llevaba puesta y tras sacármela por la cabeza la dejé en una butaca cercana. Me quedé en sujetador delante de mi amigo. Llevaba uno blanco, bastante básico pero sus ojos no perdían detalle. Sentí cómo contemplaba mi canalillo y la piel de mis pechos que quedaba al descubierto. Sin esperar mucho llevé mis manos a la espalda y solté el cierre. Noté la inconfundible sensación cuando la tensión del sujetador se libera y los pechos dejan de estar completamente apretados. Me bajé los tirantes y dejé que las copas se deslizaran.
Así me quedé delante de mi amigo de la universidad vestida únicamente con unos vaqueros y con mi sujetador colgando de la mano. Mis pechos expuestos ante él eran admirados con toda su atención. No los tengo demasiado grandes, apenas una 95 aunque con la copa c les da bastante volumen y hacen que resalten pero para mi amigo en ese momento eran los pechos más maravillosos del mundo.
Permaneció prácticamente cinco minutos de reloj contemplándolos sin decir palabra. Mirando cada curva y cada pliegue de la piel de mis tetas. Observando mis areolas rosadas y pequeñas que estaban coronadas por unos finos pezones. Era curioso pero no me sentía extraña pese a estar con las tetas al aire delante de un amigo que no me las había visto nunca. Simplemente pensaba en este pobre chico desesperado al que le estaba haciendo un favor con algo tan básico como permitirle verme los pechos.
Creo que si en ese momento me hubiera pedido algo más, como verlos de más cerca o tocarlos le hubiera dejado hacerlo. Me sentía bien por estar haciéndole feliz e incluso algo orgullosa de que pudiera estar tan absorto con mis tetas. Pero Rubén rompió de repente el hechizo. Se levantó de golpe y se dirigió al baño balbuceando una excusa.
Me quedé ahí un rato más, en mitad de su salón, aún con el sujetador en la mano y las tetas al aire. Pero en ese momento me di cuenta de que no quería saber lo que estaba haciendo en el baño. Me lo imaginaba y sabía en qué estaba pensando al hacerlo pero no necesitaba tener la conversación cuando saliera. Así que para librarnos los dos de ese momento volví a vestirme. Me abroché de nuevo el sujetador, me coloqué las tetas y me subí los tirantes. Cogí la camiseta de la butaca y me la volví a poner. Una vez vestida me fui de su casa.
Como los exámenes habían acabado y no tenía que volver a la universidad hasta el siguiente curso tardé un mes en volver a verle. En ese tiempo no habíamos vuelto a hablar. Cuando nos encontramos de nuevo iba con una chica. Me la presentó. Era su novia.
Desde entonces siempre dice que me lo debe a mí. Que su vida cambió aquella tarde. Cuando alguien le pregunta a qué se refiere él contesta que unas palabras mías le hicieron reflexionar y que le hicieron tomar un rumbo nuevo.