Le ayudo a mi amiga con unas fotos para su onlyfan

Mis fantasías se hacen realidad cuando una amiga desea involucrarme en su pequeño negocio.

A las afueras de un centro comercial estaba ella, ajena a mi mirada y mis pensamientos. Sentada en los banquillos con su pierna izquierda cruzada, mientras en su mano derecha un cigarrillo dejaba rastros de cenizas en el suelo. Su cabello color miel cubría la mitad de su rostro y su manera de vestir realzaba un estilo bastante colegial y un tanto punk.

Usaba una minifalda de cuadros azules, blancos y negros, unas botas negras con suelas marrones, un mini top blanco que llegaba un poco más abajo de su pecho dejando al descubierto su abdomen que si bien no era plano, su ombligo era lo suficientemente pequeño para hacer contraste con él. Y por último, un suéter abierto tejido color negro que cubría sus brazos acompañado de un collar tipo choker color negro bastante simple sin ningún adorno.

Miraba al horizonte, como quien piensa en sí mismo y en lo que pueda pasar. Los pensamientos que van alimentados con la nicotina, casualmente siempre suelen ser placenteros y muy existencialistas. Su pierna derecha moviéndose de forma impaciente y con cada exhalación de humo se iban los pequeños trozos de ansiedad en reinaban en ella.

Movió su cigarro para botar las cenizas y me miró llegar.

-¡Al fin llegas! -dice alegre mientras me abraza con ternura y amor.

Procura no echarme las cenizas del cigarro en mí.

Me siento a su lado, ya la miraba se concentraba en mí. Sus ojos color miel penetraban mi alma y veían esa realidad que muy pocos conocen. Sabía cuándo mentía, y lo peor aún, ignoraba aquello para no hacerme sentir mal.

Besa mi mejilla por segunda vez, sus labios están pintados de rojo, la textura de ellos describen una suavidad tenuaz. Con el grosor de ellos podría ser capaz de acabar el mundo con el simple roce de tus labios con los suyos. Toda ella era una pintura que de esas pintadas hace años, y que su significado va más allá de lo literal. Así era ella, un sin fin de metáforas y analogías que entraban en ti. Así era Sabrina.

Hacía ya un año que la conocía, me cautivó su ternura y sencillez. Su belleza parecía algo exótico, sí bien no pertenecía al estándar de belleza prefabricada por películas, sin duda destacaba del resto. Ella siempre lo hacía. Siempre destacaba, tanto así que destacó por mucho tiempo en mis lagunas de pensamientos.

No sé si alguna vez han estado en esta situación donde alguien dice algo y no puedes parar de reír grácias a tú ansiedad, siento que es el homólogo a lo que sentía cuando no podía dejar de ver sus piernas. Gruesas y duras, con un color un tanto marrón claro y una suavidad que se veía a simple vista.

Su falda se levantó un poco, mientras hablábamos de ella, de mí, de nuestras aventuras y desventuras. Mis ojos se postraban en sus piernas mientras sus ojos veían la nada. Sabrina, al igual que yo, hablaba y veía el horizonte, de esa manera conseguía claridad en sus palabras y una mejor visión aún más de sus experiencias. Mientras que mi visión clara eran las de sus piernas.

Sacó otro cigarrillo y lo prendió. Para ese entonces yo aún fumaba, ella ofreció compartir el suyo mientras que sus labios mancharon el filtro. Toda ella era sensualidad pura, aún así, sus ojos podrían desnudarte y hacerte tener el mejor orgasmo que hayas experimentado, pero también veías paz. Veías amor, amistad, compresión, y unas jodidas ganas de verte feliz.

Pasaron horas, lo imaginé por la cantidad de filtros que habían en el suelo tirados.

-Espero que se repita.- dijo ella mientras se despedía con un beso y su aroma se impregnaba en el lugar dejando un rastro y un epílogo de sentimientos.

Tal vez fue el tiempo que duramos sin vernos o el hecho que efectivamente estaba más hermosa. -repetir- era lo que más deseaba. Sentir su presencia me llenaba de vida. Hay un estado mental en la psicología que dicta que nuestros recuerdos están ligados a nuestros sentidos, y cada vez que olía su aroma, recordaba la primera vez que nuestros cuerpos se entrelazaron en abrazos.

El universo nunca había conspirado para tener la oportunidad de poder probar sus labios, pero sí para sentir sus manos en mi espalda y sentir su cuerpo en abrazos e intercambios sentimentales platónicos.

Es por eso cuando me sorprendió recibir aquél mensaje semanas después de verla. Soy un romántico a la antigua, me gustan las relaciones sean de mucho drama y espacio, es por eso que, aunque teníamos nuestros números, nos limitabamos simplemente a escribirnos cuando surgiera la oportunidad de vernos.

-Necesito volver a tener esa charla.-escribe en uno de sus mensajes.

Mi mente viajaba por los confines del mundo intangibles que había creado el ser humano, pensé por un momento la respuesta.

-Estaré donde tú quieras que estés.- dije finalmente.

Quizá fue un poco dramático, tanto que raya en lo cursi. Lo cierto es que cada palabra de ese mensaje decía exactamente eso.

-Ven a mí residencia, mañana. No faltes.-respondió.

Al día siguiente, mi cuerpo se sentía algo aporreado, mis manos cansadas y mis piernas me dolían, pero con una fuerza de voluntad fui a su residencia.

Ya en el lugar, podía percibir su aura, su vibra; la de una persona que podía hacerte sentir sin tocarte.

-Pasa.- me recibe una figura muy desaliñada, sin maquillaje, sin ropa fina, simplemente algo muy sencillo y cómodo para dormir.

Siempre he encontrado la sencillez algo sublime y muy sensual, porque es allí donde encuentras la realidad. Y la realidad es que estaba preciosa.

Entré a su recidencia. Era una habitación que hacía de dormitorio, cocina separado con una barra y el baño. Bastante cómodo y sencillo.

Nos sentamos en su cama y disfrutamos de una buena charla.

Era un descargue total, sus manos siempre tocaban las mías, pero de forma platónica. Cómo reía, eso era vida. Era una poesía total.

-Quiero pedirte algo.-dice ella de forma seria.- yo quiero tomarme fotos y venderlas.

La miró con atención, no me sorprende en lo absoluto que me haya comentado eso.

-Quieres vender nudes.-le digo finalmente.

Ella me mira con delicadeza, como quién tiene miedo de ser rechazada por alguien al decir o descubrir algo suyo.

-Continúa.-insistí.

Me habló que había conocido a mujeres que lo hacían, les salía muy rentable vender sus fotos íntimas y vídeos. No lo sabía si estaba cómodo con ello, lo que sí estaba seguro era que la decisión estaba tomada. Sabrina es una persona que cuando toma una decisión, muy difícil se retracta. Es una mujer con carácter y compromiso.

-¿En qué figuro yo?- pregunto queriendo saber.

-Quiero que tú seas la persona que me las tomes.-confiesa- eres alguien que siempre me ha hablado de la desnudez como un arte, alguien que la valora y no la ves como vulgar. Tengo una cámara -prosigue- me tomas las fotos y manejas las cuentas para venderlas. ¿Qué te parece la propuesta?

A priori me pareció un buen negocio, pero poco me importaba el dinero, el simple hecho de poder verla desnuda me llenaba de mucho morbo. Morbo que trataría de consumir y reprimir para mantener la cordura y no dejarme llevar para no cometer un error.

Estuvimos midiendo los últimos detalles a nuestro negocio que sólo nosotros seríamos parte de ello. Con total discreción, una semana después me dirijo a su recidencia. Al entrar, la parte de atrás de su cama estaba completamente distinto, había colocado luces de navidad, pequeñas telas claras como tipo cortina y varios cojines color rosa y negro alrededor. Me impresionó el compromiso para con aquello.

-te quedó muy bien.-digo un poco sorprendido.

Ella se ríe y toma de su closet un kimono color negro de seda, su toalla de baño y una lencería de una de los cajones.

-Iré a ducharme.-dijo luego de tener todo a la mano.

Puede notar que un trípode estaba armado a un costado y la cámara junto con él. La encendí y tomé algunas fotos para probarlas. La resolución era muy buena. La cámara era una Nikon de 23mp. Bastante buena para un fotógrafo aficionado.

Al cabo de una media hora, tal vez un poco más, sale ella con su kimono ya puesto y amarrado. No se había maquillado, pero estaba peinada. Me dijo que le faltaba maquillarse y que se disculpó con la demora. Estuvimos hablando de nuevas formas que había conseguido para vender sus nudes.

Terminó de maquillarse y al fin la pude ver. Sus cejas tenían un tono marrón oscuro, sus labios de color rojos y con un delineado en los ojos. Con sus dedos siguió peinandose para mantener el estilo ondulado. Sabrina estaba preciosa, y yo iban ser quién inmortalizara su belleza.

Coloqué algo de música para relajarnos, me quité los zapatos y me quedé en calcetas.

Empezamos con ella sentada en la cama con el kimono cerrado al igual que sus piernas. Me miraba con firmeza y mucha pasión. A medida que avanzaba con las fotos, ella se relajaba un poco más.

-desabrochate el kimono.-le propuse.

Ambos sabíamos a dónde iba todo, eran nudes, pero tanto ella como yo entendíamos que necesitábamos una preliminar. La fotografía es como el sexo, es un sentimiento que lo vas llevando, es una batalla de ajedrez entre el fotógrafo y la modelo. Ambos deben ganarse la confianza del otro. Y era exactamente lo que hacíamos.

Sabrina se desamarra el kimono y éste se abre un poco, dejando ver su lencería.

Tenía unas pantis de encajes color vinotinto en forma de cachetero con unas tiras que iban desde las pantis a su sostén que también eran de encaje color vinotinto. Su cuerpo delgado hacía juego con la lanceria.

Sus piernas cruzadas jugaban con el contorno de su cintura y sus costillas, que se pronunciaban un poco, era el perfecto toque sensual que necesitaba.

Era una diosa y yo su seguidor.

Mientras más le pedía cosas, más se confundía.

-mejor que las cosas y poses que quieres que haga me las enseñes.

Y fue así como tuve acceso a tocar su cuerpo. Cada vez que movía sus piernas, yo la ayudaba con mis manos y las dejaba exactamente en la posición que quería.

-Ahora quítate el kimono.-le digo mientras sonaba the weeknd de fondo.

Ella lo hizo. Y así pude tener una mejor visión de su cuerpo.

-Baila para mí-le dije.

Y Sabrina empieza a mover su cuerpo al ritmo suave de la música mientras mis dedos capturaban cada momento de aquél instante. Mis manos temblaban, mi cuello seco y mi corazón retumbaba. Pensaba que me iba a desmayar, mi cara estaba completamente caliente por el momento.

Y sin decirle nada, como quién se siente en confianza, desabrocha las tiras de la lencería y luego su sostén. Sin dejarlo caer seguía moviéndose mientras yo sentía todas las secuelas que estuve reteniendo que fue vencido cuando saltó su soten e hizo un topless para mí.

Sabrina tenía el cuerpo como me gustaba, delgado en forma de pera. Tenía los senos pequeños, sus pezones eran marrones claros y muy delicado. Toda ella era poesía pura. Estaba al frente de una mujer espectacular.

Ella se pone de espalda, y pude ver por primera vez sus nalgas. Primero les hablaré de su espalda. Era pequeña y fina, en el medio se la hacía una pequeña curva y llegaba hasta su coxis.

Sus nalgas eran redondas y se veían duras.

Antes de decirle que se bajara las pantis, ya lo estaba haciendo. Lo hizo muy lento, despacio, como una imagen en stop motion.

Al hacerlo, dejó al descubierto sus preciosas nalgas un tanto pálidas y desnudas. Se sentó de costado con los pies recogidos y poco a poco fue bajando las pantis hasta llevarlas a sus tobillos.

Estaba completamente desnuda frente a mí. Saqué la cámara del trípode y empecé a jugar con los ángulos mientras ella con sus poses hacía lo mismo.

Tanto fue el morbo que me subí a la cama de rodillas y empecé a fotografiarla desde arriba. Ella puso sus piernas en mis hombres y empecé a capturar cada momento de aquél instante. Bajé la cámara y apunté a su pussy, estaba húmeda y de allí salía pequeños flujos que caían por sus nalgas hacia la cama.

-tocate para mí. -le pedí.

Ella llevó dos dedos a su boca, los llenó de saliva y bajó hasta su entrepierna. Empezó a jugar con su clítoris, lo acariciaba con delicadeza y mucha suavidad. Se tomaba su tiempo. Sus dedos hacían movimientos circulares y rectos. Alternaba de vez en cuando. Jugaba con sus labios y se penetraban con sus dedos por un segundo cuando sentía que necesitaba lubricarse.

Yo quería abrir sus labios, quería ver sus labios menos, quería sentir su textura y lo resbaladizos que se encontraban por sus fluidos.

-No me gusta tocarme sola.-me dijo.

Yo lo ví como una petición, así que llevé mi purgar a su boca y ella lo chupó con mucho morbo, tomé varias fotos de ella haciéndolo mientras sus ojos estaban cerrados y disfrutaba del sabor de mi dedo.

Lo llevé a su pussy y froté su clítoris con cuidado. Ella puso sus manos en la cama mientras apretaba los puños. Empecé a frotarlo muy lentamente mientras que  con mi mano izquierda trataba de tomar las fotos. Puse toda mi mano entre su pelvis y su entrepierna izquierda. Jugué con sus labios, con su entrada; estaba muy húmeda. Ella se retorcía de placer. Su respiración empezó a acelerarse y pequeños gemidos cortos y bajos se unían al sonido de la música de fondo.

El olor empezó a impregnar el cuarto, era un olor a sexo, a hembra en celo que disfrutaba aquél momento. Cómo sí el olor de su pussy fuera una flauta y yo una serpiente, dirigí mi boca más y más cerca de ella. Hasta llegar a su pussy. Inhale profundamente ese olor a sexo, mi respiración caliente golpeaba su entrada y a ella le gustaba. Humedecí mis labios con mi lengua y casi de forma instintiva, pasé mi lengua por ella dejando rastros de flujos en mi boca para probarlos.

Su sabor era éxtasis, una maldita droga que me llevaba a los límites de la locura. Podía consumir ese elíxir, era vida pura.

-Espera.- dice ella entre gadeos.

La miró un momento, ella me mira, nuestras miradas se cruzaron como estrellas fugaces pero que no desaparecieron, y sin quitarle la mirada llevé mi lengua de nuevo a su pussy y la volví a probar. Sus mejillas estaban rojas y su cara sólo era placer puro.

-Espera.- Dice de nuevo.- deja la cámara en aquella mesa y regresas.

Sin quitarle la mirada de encima puse la cámara en la mesa, fui lentamente a sus piernas y las puse en mis hombros. Empecé a lamerlas, morderlas y chuparlas. Fui bajando hacia sus muslos duros y gruesos. Aún le mantenía la mirada fija. Llegué a hasta su pussy, acerqué mi lengua hasta ella, y sin tocarla me quedé unos segundos esperando a que dijera algo, finalmente con sus manos me toma de la nuca y me hunde entre sus piernas mientras mueve su cabeza hacia atrás.

En ese momento mis manos rodeaban sus muslos y mi lengua degustaba cada centímetro de su pussy, subí a su clítoris y lo chupaba con gusto, me daba vida. Subí mi cabeza un poco.

-Mirame.- le dije mientras volvía a su pussy y así ella lo hizo.

Sus flujos se mezclaban con mi saliva, llevé mis dedos índice y medio a su boca y como si fuera mi miembro empezó a chuparlo con mucha suavidad y morbo. Los bajé a su pussy, jugué un poco con la entrada, con sus labios, los abría;  quería ver cómo estaba. El color era rosa claro, la textura muy suave, tanto que mis dedos resbalaban en él. Casi como sin esfuerzo los introduje en ella mientras su respiración aceleraba dejaba apreciar sus costillas pronunciadas.

La penetraban muy lento con mis dedos mientras mi lengua jugaba con su clítoris. Los llevé a su punto g para estimularlo. Su cuerpo empezó a moverse más y más. Su mano derecha seguía sosteniendo mi nuca mientras su izquierda apretaba el puño y lo llevaba a su boca.

Segundos después, sus gemidos callaron, dejó de respirar y su cuerpo se tensó subiendo su pelvis. Su cara se volvió roja.

Fueron los momentos más especiales de mi vida, cada segundo que pasó de aquella forma me hacen retumbar en la mente aún después de mucho tiempo.

Hasta que sin previo aviso, rompió el silencio en un gemido fuerte mezclado de gadeos y una respiración entre cortada.

Mis dedos fueron humedecidos por los fluidos que salían de ella y mi boca se jactaba de ellos. Su sabor era indescriptible, era un elixir mágico que daba vida, creaba algo nuevo y le daba sentido a todo.

Llevé mis dedos a su boca, y con sus manos sostuvieron la mía y empezaron a limpiar todos sus fluidos que yacían en ella.

Me levanté poco tiempo después al verla allí acostada, vencida tratando de respirar mientras estaba bañada de sudor y sus fluidos. Tomo la cámara y la enfoco. Quería capturar ese momento, y ése sería mi mayor tesoro.

-¿Cómo me veo?-pregunta.

En su cara habían pequeños cabellos pegados por el sudor, aún así estaba hermosa.

Sonreí, me acosté a su lado y nos quedamos dormidos.

Continuará...