Lazos prohibidos: el primer amor

La expresión de Nerea era todo un poema, no sólo recibía la visita del primo que la incordiaba cuando eran más pequeños sino que además tendría que ceder su habitación y su intimidad para que él pudiera quedarse. Durante un mes no podría dormir sola y ni tan siquiera podría usar su ordenador a gusto.

Lazos prohibidos: El primer amor

Hola a todos, llevo bastante tiempo registrado en todorelatos pero hasta el momento no me había planteado escribir ninguno. Sin embargo hace poco una amiga y yo nos hemos planteado el reto de escribir algunos relatos eróticos y subirlos, espero que para vuestro disfrute.

Mis relatos son siempre ficticios, aunque intento que siempre lleven algo de mí y puede que incluyan alguna vivencia real mía o de personas cercanas a mí tienen más de fantasía e imaginación que de realidad. Espero que disfrutéis con ellos, y si no es así que me ayudéis a mejorar para conseguirlo.

Cuando éramos niños mi prima Silvia y yo solíamos considerar que mi hermano Ignacio y mi prima Nerea eran un auténtico incordio, un estorbo para nuestros juegos que teníamos que aguantar a petición de nuestras madres que solían dejarnos a cargo de ellos para poder disfrutar de una relajada tarde de tertulia. Para Silvia y para mí cargar con los dos enanos, a pesar de que tan sólo nos llevábamos un par de años con ellos, significaba jugar a sus aburridos juegos de críos y no poder disfrutar de los que nos gustaban a nosotros.

Silvia y yo estábamos muy unidos en aquella época, tan sólo nos llevábamos un par de meses de diferencias y nos habíamos convertido en inseparables. Siempre teníamos los mismos gustos, las mismas ideas y las mismas travesuras, se podría decir que éramos los mejores amigos e incluso en alguna ocasión llegamos a jugar a los médicos, pero de una forma muy inocente y sin malicia descubriendo simplemente las diferencias entre nuestros cuerpos.

Fue por esa razón por la que me costó tanto entender por qué tuvieron que mudarse a Madrid. Por aquella época contábamos con diez años y aquello nos destrozó la vida, o eso creíamos. Pero esta no es la historia que quería contaros, eso sí antes permitid que me presente: Mi nombre es Luis y la lo que voy a describiros y que transcurrió siete años después es la historia de mi primer amor.

Durante varios años mis tíos y mis primas venían de vacaciones para visitar a la familia e ir a la playa en verano, aunque para mi suerte y desagrado del resto de tíos y primos la pequeña Nerea no solía venir debido a que prefería quedarse entrenando balonmano en el equipo en el que jugaba. Cada vez que venían a mí se me hacía cortísimo y siempre quería más tiempo para disfrutar de mi prima Silvia; fue por esto que el año en el que estaba a punto de cumplir mi mayoría de edad, mi tía y mi prima decidieron invitarme a volver con ellas a Madrid para quedarme allí el resto del verano. Casi ni me lo pensé y en menos de media hora tenía hecha mi maleta y le había pedido permiso a mis padres para hacer el viaje, sin pensar demasiado lo agobiante que iba a resultar un verano en Madrid.

Tras un viaje de más de ocho horas en coche llegamos hasta la capital y nos pusimos rumbo a la casa de mis primas que estaba en un barrio de las afueras. Era un pisito muy pequeño pero acogedor, pero ese hecho sumado a mi inesperada llegada iba a resultar en el primer conflicto con mi prima Nerea.

  • Hola, ¿qué tal el viaje?... ¿se puede saber qué haces tú aquí? - Dijo mi prima al abrirnos la puerta de la casa, dejándome completamente cortado.

  • Nerea no seas desagradable, tu primo ha venido con nosotras a pasar sus vacaciones de verano. - Contestó su madre.

  • ¿Sí y dónde se va a quedar? No hay sitio.

  • Ya que preguntas se quedará en tu habitación, tú te vendrás a dormir conmigo aprovechando que tu padre está trabajando fuera todo el mes.

La expresión de Nerea era todo un poema, no sólo recibía la visita del primo que la incordiaba cuando eran más pequeños sino que además tendría que ceder su habitación y su intimidad para que él pudiera quedarse. Durante un mes no podría dormir sola y ni tan siquiera podría usar su ordenador a gusto. Sin embargo para mí el reencuentro supuso otras reacciones, mi prima Nerea se había convertido en una auténtica belleza adolescente; su cabello rubio caía sobre sus hombros enmarcando su delicado rostro y sus ojos verdes eran un broche perfecto, no obstante lo que más me llamó la atención fue su pequeña nariz redondeada que le daba un aire pícaro que contrastaba completamente con su actitud borde y mal encarada, además su cuerpo también empezaba a notar signos de madurez y tanto sus caderas como sus pechos empezaban a crecer de forma leve pero decidida. La verdad es que nunca me hubiera imaginado algo así, para mí Nerea siempre había sido la renacuaja que lo fastidiaba todo.

Durante los dos primeros días todo fue perfecto, con excepción de Nerea a quien me limitaba a ignorar mientras trataba de molestarme continuamente. Silvia y yo estuvimos juntos la mayor parte del tiempo e incluso me presentó a sus amigos más cercanos, estuvimos recordando los viejos tiempos e incluso me metía con ella por haber perdido la mayor parte de su acento natal. Sin embargo, para mi desgracia, aquello no parecía querer durar; al tercer día de estar allí llamaron por teléfono a casa comunicando que habían aceptado a mi prima para trabajar en una conocida cadena de hamburgueserías, aquello suponía que apenas podría pasar tiempo conmigo.

Mi tía trabajaba durante todo el día y a partir de ese momento mi prima Silvia también, por lo que a partir de ese momento mis vacaciones se iban a limitar a la peor de las probabilidades: pasar todo el tiempo con Nerea. Debido a que éramos los únicos que estábamos en la casa durante todo el día tuvimos que repartirnos las tareas, los primeros días cada uno hacía la mitad de las cosas y luego pasábamos el resto del día en el sofá viendo la tele casi sin mirarnos, la situación era insoportable y a punto estuve de decirle a mi tía que quería volver a casa.

  • ¿Te apetece salir un rato? - Aquella pregunta de mi prima me desconcertó, llevábamos una hora viendo la tele sin que echaran nada interesante en ella.

  • Bueno, por mí está bien. ¿Dónde vamos?

  • Tenía pensado ir con unas amigas a la piscina, si quieres puedes venir.

La verdad es que no podía creerlo, eran las primeras palabras amables que Nerea me dedicaba desde que había ido a Madrid unos días antes, y sinceramente esperaba que no fueran las últimas.

En a penas una hora ambos estábamos listos y salimos en busca de sus dos amigas para ir a la piscina, ella se puso un bikini y encima del mismo un pantaloncillo corto y un top que realzaban su figura, yo fui simplemente con el bañador y una camiseta, sinceramente agradecía bastante la posibilidad de refrescarnos.

A un par de calles de donde estábamos nos encontramos con María y Lourdes, dos compañeras del equipo de balonmano de mi prima de 14 y 15 años respectivamente. María era una chica muy extrovertida, a penas había empezado a desarrollar pero lo compensaba con su simpatía y su vitalidad, por otro lado Lourdes era una chica muy guapa pero bastante callada, la verdad es que fue una compañía excelente. Durante toda la tarde estuvimos bañándonos en el agua, tomando el sol y tonteando, incluso se dieron varios roces inocentes entre las chicas y yo, algunos de los cuales incluso parecían provocados; al final logramos pasar una tarde excelente los cuatro a raíz de la cual mi relación con Nerea comenzó a cambiar.

Poco a poco ambos fuimos descubriendo que no éramos tan malos como pensábamos y que nos compenetrábamos bastante bien, por mi parte descubrí que Nerea era una chica muy inteligente y lanzada y que le encantaba hacer locuras. En varias ocasiones llegamos a colarnos en el metro, hicimos alguna pintada en los muros de una pared abandonada y otras travesuras que se le iban ocurriendo constantemente. En apenas una semana habíamos logrado un grado de conexión que jamás habría soñado tener con ella.

A partir de entonces hacíamos las tareas de la casa juntos, salíamos a hacer algo de deporte o ir al cine, e incluso en una ocasión una de sus vecinas llegó a confundirnos como si fuéramos pareja porque íbamos agarrados de la mano. Los roces y las miradas cómplices entre los dos empezaron a aumentar desde aquella ocasión y nos divertíamos haciendo ver que éramos novios cuando salíamos juntos al parque o al cine, como si no fuésemos primos de verdad.

Recuerdo que en una ocasión nos sorprendió un chaparrón veraniego y mi prima iba desabrigada así que me quité la chaqueta y se la puse por encima, en recompensa ella me dio un beso en la mejilla y se agarró de mi brazo para caminar juntos, y mientras lo hacíamos nuestro abrazo se fue haciendo más y más cercano hasta que nuestras cabezas se apoyaron la una en la otra y su mano bajó hasta rodear mi cintura. En ese momento empecé a mirar a Nerea con otros ojos, estaba empezando a enamorarme de ella y no podía dejar de mirarla, lo único que deseaba es que aquella dulce muchacha que me acompañaba a todas partes no tuviera ningún lazo sanguíneo conmigo para poder intentar conquistarla.

Al llegar a la estación de metro ambos estábamos empapados y mi chaqueta no ofrecía ya ningún alivio así que me la devolvió, entonces pude observar cómo su pelo mojado caía a ambos lados de su camisa que se había empapado con el agua de la lluvia y se ceñía sobre su torso remarcando sus pezones debido al frío. En aquel momento deseaba ser una de esas gotas de agua caían desde su frente surcando todo su rostro hasta descansar sobre sus sonrientes labios. Nerea estaba temblando de frío así que instintivamente me acerqué a ella y la abracé sosteniendo su cabeza contra mi pecho y frotando suavemente su espalda, entonces ella rodeó mi cintura con sus manos y cerró los ojos; aquel no era un abrazo de dos primos sino de dos amantes.

El día de mi décimo octavo cumpleaños Nerea había preparado un plan especial, pensaba llevarme a una discoteca en la que no solían dejar a menores de edad y en la que quería entrar gracias a mi recién adquirida mayoría de edad. Cuando íbamos cerca de la puerta ella se agarró a mí como si fuéramos novios, cosa que me sorprendió bastante y me turbó un poco y cuando llegamos a la entrada sólo me pidieron el carnet a mí.

Una vez dentro decidimos separarnos para intentar ligar un poco pero Nerea no tardó en volver hacia donde estaba yo para bailar conmigo, al parecer un par de chicos habían empezado a agobiarla y me usó como excusa para quitárselos de en medio. Al principio comenzamos bailando un poco separados, pero tras la tercera o cuarta canción pincharon una lenta de Alejandro Sanz que era uno de los cantantes favoritos de Nerea; en ese momento ella se mordió el labio inferior de una forma muy sensual y me miró como si fuera un corderito suplicante.

No hizo falta decir más, nuestros cuerpos se juntaron fundiéndose en uno y comenzamos a bailar pegados siguiendo el ritmo de la música. Podía sentir el olor de su champú directamente en mi nariz mientras notaba sus pequeños pechos hundiéndose en el mío. Sus manos bajaron a través de mi espalda hasta llegar al borde de mi pantalón deteniéndose ahí, no sé si por pudor o por querer jugar conmigo, pero consiguió helarme la respiración. Poco a poco nuestras frentes se unieron y nos miramos a los ojos intensamente, el tiempo parecía haberse congelado alrededor de nosotros y las palabras sobraban. Nuestros alientos se mezclaban en el corto espacio que nos separaban y nuestras miradas se cruzaron con turbación. Deseaba unir mis labios a los de ella pero no me atrevía a mover los últimos milímetros que nos separaban, casi podía sentir el roce de su piel, su humedad, su suavidad y su tersura; pero justo cuando parecía que nuestros labios estaban a punto de unirse cambiaron de tema y ninguno dio el paso.

Aquella noche fue mágica y ambos disfrutamos mucho. Los dos habíamos bebido un poco más de lo aconsejable y cada vez bailábamos más pegados. Yo empecé a tener sensaciones extrañas, me sentía muy a gusto junto a mi prima pero había algo que me turbaba cada vez más. El roce de su piel, su aliento en mi cuello, sus brazos rodeándome, sentía que me quería morir sólo de pensar que estaba empezando a enamorarme de mi prima.

Cuando volvimos a casa cada uno se fue para su habitación, yo me desnudé quedando tan sólo con mi boxer y me metí en la cama, pero todo lo que había ocurrido me impedía dormir. No podía dejar de pensar en mi prima y los cambios tan drásticos que se habían dado en nuestro comportamiento en tan sólo unos días. Entonces un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.

  • Adelante.

  • Luis soy yo, Nerea... no puedo dormir. ¿Puedo pasar y usar el ordenador un rato?

  • Claro... es tu habitación.

  • Gracias.

Nerea pasó vestida con un camisón que le llegaba por las rodillas, bajo él se podía transparentar que no llevaba sujetador y verla así provocó una reacción inmediata en mí. Aquello estaba mal, éramos familiares así que no podía sentir lo que sentía por ella.

Nerea se sentó en la silla de su ordenador y se conectó un rato a Internet, ella parecía tranquila y no daba muestras de percibir la turbación que se cernía sobre mí. Estuvo durante media hora sentada allí, y durante todo ese tiempo no podía dejar de contemplarla embelesado.

  • ¿Se puede saber qué es lo que miras? Ni que fuera la primera chica que ves en camisón.

  • No... quiero decir sí, pero no te estaba mirando.

  • ¿Seguro? Serán cosas mías entonces. - Dijo mientras sonreía de forma pícara.

  • Que sí pesada, además ¿qué iba a ver en ti...? si todavía eres una cría.

  • ¿Cómo que una cría?

Aquello parece que le hirió su orgullo y provocó que empezara la guerra, cogió uno de los muchos peluches que había en su habitación y me lo lanzó a la cara para luego lanzarse sobre mí en la cama intentando atraparme. Para mi desgracia el hecho de que ella fuera una deportista puso la balanza a su favor y en poco tiempo me tenía prácticamente inmovilizado.

  • Retíralo. - Me dijo con un enfado fingido.

  • Jamás, sabes de sobra que es verdad... eres una cría.

  • Ya... pues por lo visto tú ya no lo eres. - Dijo ella mientras sonreía.

  • ¿Qué? Se pude saber por qué dices eso.

  • Porque puedo notarlo bajo mí, no puedo creerlo... ¿te he puesto cachondo?

  • Yo...

Automáticamente me puse colorado, mi prima había notado mi erección bajo ella y me había dejado sin palabras. El hecho de que no se quitara de encima hizo que la erección creciera todavía más y que mi imaginación empezara a dar vueltas de forma desorbitada. ¿Qué pasaría si en ese momento le diera por llamar a su madre? Seguro que me matarían.

  • Yo lo siento prima... no sé qué ha pasado, de verdad.

  • Pobrecillo, anda primo no pasa nada. - Nerea se bajó de encima mía. - Pero no soy ninguna cría, creí que eso te había quedado claro estos días. Incluso empezabas a caerme bien.

Aproveché que bajó su guardia para lanzarme ahora sobre ella intentando atraparla yo, sin embargo no tardó en cambiar de nuevo la situación y volver a tenerme bajo ella completamente atrapado, aunque esta vez sin la sábana cubriéndome, yo a penas podía dejar de reírme.

  • Así que tienes ganas de juego, ¡encima a traición! Eres malo.

  • Vamos... tú habrías hecho lo mismo, pero eres muy buena no hay quien pueda contigo.

  • Soy invencible chaval. - Empezó a reírse ella también.

La situación empezaba a ser un tanto peligrosa, ella estaba sobre mí con sus piernas a ambos lados de mi cuerpo mientras sujetaba mis muñecas por encima de mi cabeza. Eso hizo que su camisón, que le quedaba algo grande, me dejara una visión de sus pechos a través del escote. No podía imaginarme una situación mejor que aquella.

  • Prima, se te ve todo.

  • ¡Serás cerdo! En ese momento soltó una de sus manos para cubrirse y yo lo aproveché para hacerle cosquillas en el costado, lo que provocó que cayera sentándose sobre mi pene haciéndome un poco de daño.

  • Au... eso duele.

  • Ja, por tonto... ¿pero tú que te crees Luis?

  • ¿Podrías levantarte de ahí? Me estás aplastando el...

  • Oh, lo siento.

Nerea se levantó y se volvió hacia el ordenador, pero ambos habíamos quedado algo excitados con la situación, mi cabeza no paraba de dar vueltas pensando una forma de volver a sacar el tema y continuar por los farragosos pantanos en los que nos habíamos adentrado, pero la solución terminó sacándola ella.

  • Primo... ¿puedo hacerte una pregunta? Pero no te enfades.

  • ¿Cómo voy a saber si me enfadaré o no antes de que la hagas?

  • Tú promételo, o no hago la pregunta. - Su tono parecía molesto, incluso ansioso.

  • Venga va, pero a ver qué es lo que quieres preguntarme.

  • Bueno verás... es que, yo nunca he visto... bueno, un hombre desnudo.

  • Eso no es una pregunta. - Dije riéndome.

  • Luis, no seas estúpido... te estoy diciendo si... bueno, si me enseñarías...

  • ¿Qué? - Me quedé sorprendido, pensé que iría a hacerme una pregunta al respecto pero no a pedirme que me desnudara delante de ella, sin duda esto se nos había ido de las manos.

Ambos nos quedamos mirándonos en silencio durante unos instantes que a mí me parecieron eternos pero que no debían de ser más de unos segundos. No podía creer lo que me estaba pidiendo mi prima y mi cabeza no paraba de dar motivos por los que no debería hacerlo, sin embargo al final me pudo más el morbo de lo prohibido y con un leve movimiento de cabeza le indiqué que lo haría.

Llevé lentamente mis manos al borde de mis boxers y empecé a deslizarlos lentamente, por un lado me moría de la vergüenza ya que ella sería la primera chica en verme desnudo desde que era un crío, pero por otro aquello me recordaba la sensación que tenía de pequeño de estar haciendo algo prohibido. Finalmente mi pene se liberó como un resorte de su prisión quedando plenamente a la vista de Nerea, quien no pudo evitar abrir la boca ligeramente asombrada por ser el primer miembro viril que veía en directo en su vida.

  • No es como en las revistas, es más pequeño.

  • ¿Y qué pretendes? ¿Que la tenga como un actor porno?

  • No claro, claro que no... la verdad, es que me gusta. ¿Puedo acercarme?

  • Bueno... ya puestos.

Nerea se acercó a mí con curiosidad y se agachó para tener una visión más directa de mi miembro, giró varias veces su cabeza para verla desde los distintos ángulos y yo empezaba a estar tremendamente excitado, así que le sugerí que si quería podía tocarla.

Ella cogió el pene por el tronco con un par de dedos, de forma delicada como si explorase aquel nuevo secreto que se mostraba ante ella. Su mano empezó a deslizarse suavemente a lo largo de mi miembro provocando un pequeño suspiro en mí.

  • ¿Te gusta? - Me preguntó ella.

  • Sí... por favor sigue.

Nerea cogió el pene con toda su mano y empezó a deslizar el pellejo, sabía que aquello daba mucho placer a los chicos. Yo no podía creer que mi prima me estuviera masturbando y aquello era mucho más placentero de cualquier cosa que hubiera hecho yo previamente a solas. Sin embargo mi curiosidad no estaba saciada y sacando valor de donde no solía haberlo me decidí a pedirle a ella el mismo favor.

  • ¿Puedo verte yo a ti?

  • Es... es que me da vergüenza. - Me dijo ella.

  • Pero si yo ya lo he hecho, me lo debes.

  • Supongo que tienes razón.

Mi prima se sacó el camisón lentamente, parecía indecisa sobre lo que iba a hacer y desde luego parecía que el alcohol que ambos teníamos en el cuerpo ayudaba. Finalmente retiró la fina prenda quedándose cubierta tan sólo por sus braguitas.

  • Déjame que te ayude. - Le dije sin saber muy bien cómo había sacado fuerzas para decir eso.

Me agaché frente a ella y llevé mis manos a los elásticos de su ropa interior y empecé a bajarla poco a poco, quería disfrutar del momento. Aquella visión me maravilló, su sexo era de un tono rosado y estaba cubierto por una ligera pelusilla rubia que hacía que resultase muy hermoso. Sus labios estaban ligeramente abiertos y brillantes debido a los jugos que estaban soltando, Nerea no pudo contener su vergüenza y su piel se enrojeció mientras miraba hacia un lado.

  • ¿Puedo?

Sin esperar respuesta alguna acerqué mi dedo a su sexo para sentir su tacto y ella soltó un pequeño suspiro ahogado al sentir el contacto. Deslicé mi dedo alrededor de sus labios sintiendo cada célula de su piel mientras su respiración se agitaba. Poco a poco fui explorando aquella parte de la anatomía que tanto había anhelado durante mi adolescencia y que siempre me había quedado oculta, todo en ella era sencillamente perfecto y hermoso.

Con mis dedos separé ligeramente sus labios para descubrir el resto de su tesoro oculto dejando ante mi vista aquello que ningún otro hombre había contemplado jamás hasta ese momento. Su clítoris palpitaba con ritmo propio de la excitación y sus labios interiores se agitaban con cada roce. Ninguno de los dos decía nada, ambos sabíamos que aquello era terreno prohibido pero no estábamos dispuestos a detenernos allí.

Su olor me embriagaba como el mejor de los elixires, y poco a poco fui acercando mi rostro a su sexo. Deseaba olerlo, sentirlo, inundarme en su fragancia; imaginaba cómo sería el sabor de su parte más íntima y casi sin pensarlo mis labios rozaron su sexo. Nuestras respiraciones se agitaban cada vez más y nuestros corazones parecían querer salir de nuestros pechos.

Sus manos se deslizaron sobre mi cabeza obligándome a acercarme más a su cuerpo, y mientras lo hacía miré hacia arriba para ver cómo ella dejaba caer su cabeza hacia atrás disfrutando al máximo de aquel placer prohibido. Entonces decidí sacar mi lengua y rozar con ella directamente todo su sexo haciendo que un sonoro gemido saliera de sus labios.

De repente la culpa nos inundó a ambos y nos miramos fijamente a los ojos, ella se agachó corriendo para coger su ropa y ponérsela rápidamente para luego salir de la habitación sin decir ninguna palabra. Yo no pude hacer otra cosa que tumbarme en la cama a analizar lo sucedido, me había enamorado de mi prima y habíamos llegado muy lejos, pero ya no había marcha atrás.

Mi mente no paraba de darle vueltas a la cabeza, no sabía si mi prima se levantaría enfadada al día siguiente o si me recriminaría por lo que hicimos, lo único que sabía era que necesitaba estar con ella. Sin duda se había convertido en el primer amor de mi vida. Finalmente decidí no darle más vueltas, y tras masturbarme lentamente pensando en ella me quedé dormido en mi cama, esperando que aquello no hubiera sido tan sólo un sueño.