Lazos Familiares
Un joven matrimonio pasa un fin de semana con una familiar a la que seducirán para que pueda pagar una infidelidad con la misma moneda... pero con el cambio a euros.
Lazos familiares
Veréis, mi mujer es preciosa, pero desde adolescente siento una atracción irresistible hacia mi tía, una mujer bellísima de larga melena negra y ojos verdes de pantera. A mí mujer siempre le ha hecho mucha gracia esta fantasía y a menudo la utiliza para ponerme a cien en la cama. Basta que un día me sienta un poco cansado, para que mi querida esposa me susurre al oído:
-David, cariño ¿por qué no me follas un poquito aprovechando que tu tío ha bajado a comprar el periódico?
A lo que sucede un polvazo salvaje, que acaba con la policía llamando a nuestra puerta a altas horas de la madrugada y esto es solo el comienzo, pues si los agentes en cuestión son del agrado de mi santa esposa, esta suele pedirme a continuación que finja ser uno de ellos (cuando no los dos).
¿Y quién podría resistirse a una rubita de pelo corto, que lo mira a uno con sus hambrientos ojos azules, suplicando con voz ronca: "Por favor, señor policía, regístreme a fondo"?
Yo desde luego, soy incapaz.
Si piensan ustedes que mí mujer y yo somos muy afortunados, créanme
Aún no tienen ni idea de hasta qué punto.
Esta historia comienza de la manera más inocente
En una cena en casa de mi tía.
El capullo de mi tío ya se relamía pensando en el fin de semana que le esperaba puteando con sus amigos. Eso a mi mujer le estaba poniendo de los nervios.
Eva no soporta a mi tío (cuyas infidelidades son de dominio público) y nunca ha entendido como una belleza como mi tía, que es solo un par de años mayor que ella (Eva tiene veintinueve) pudo casarse con un capullo de más de cincuenta. Además, Marina y ella se piropean constantemente, salen juntas de cuando en cuando y se llevan de maravilla. Así que no tenía que haberme sorprendido cuando Eva habló en nombre de los dos y le dijo a aquel soplapollas que no se preocupara, que se fuera tranquilo a su viaje de negocios, que nosotros le haríamos compañía a Marina durante el fin de semana.
Un par de horas más tarde, mi mujer y yo estábamos cubiertos de sudor y aún jadeando (acabábamos de joder como fieras) cuando escuchamos los pasos de mi tío por el pasillo y la puerta de la calle al cerrarse. El reloj de la mesilla marcaba las tres de la madrugada. La polla se me puso dura de golpe.
Eva comenzó a partirse de risa. Agarró el tallo con fuerza y se metió el glande en la boca. Gemí en voz alta. Me volvía loco el pensar que mi tía podría oírme desde su cama. Eva dejó de mamármela, se reía tanto que se le saltaban las lágrimas. Sin dejar de acariciarme, me susurró al oído con voz ronca:
-Si supiera cómo te pone Marina, ni de coña la dejaba sola contigo.
Intenté hablar, pero estaba demasiado caliente como para pensar con coherencia. Eso parecía divertir a Eva aún más.
-Joder, cariño es que me he pasado la mayor parte de mi vida fantaseando con ella, y está tan buena la hija de la gran puta.
Solo suelto tacos cuando estoy muy cachondo, y el que me refiriera así a Marina, a la que quería tanto, era significativo. Yo no lo sabía, pero estaba suplicando. Eva sonreía con malicia.
-Fóllatela.
-¿Qué?
-Fóllatela, Tíratela, Jódetela y si se deja, dale por el culo.
-¿Estás de broma?
-Ni de coña. Lo estás deseando y ella también, aunque aún no lo sepa.
Eva se levantó de la cama y me cogió de la mano. Antes de darme cuenta caminábamos por el pasillo enmoquetado, aún cubiertos de sudor.
Al llegar al umbral del dormitorio, Eva se llevó un dedo a los labios para indicarme que guardara silencio. Después se tendió despacio junto a Marina, que respiraba suavemente y me indicó con un gesto que hiciera lo mismo al otro lado de la cama. Yo respiraba casi jadeando, el corazón me latía como un martillo neumático y la polla parecía que me iba a estallar.
Eva retiró la sábana con dulzura y mucho cuidado de no despertar a Marina. Me estremecí al ver a mi tía vestida (o casi) con un camisón corto de seda que apenas era capaz de contener sus pechos. El dobladillo se le había subido por encima de la cintura, así que parecía un top precioso. Las braguitas de seda (mínimas) dibujaban un monte de Venus que habría hecho morir de envidia a la propia diosa. Todo el dormitorio olía a ella.
Mi polla se movía al ritmo de su respiración. Eva se inclinó sobre mi tía y comenzó a susurrarle al oído. Deslizó su mano como una pluma sobre la cintura de Marina y mientras se acercaba cada vez más a ella, la posó sobre mi polla y comenzó a hacerme una paja suave.
Marina apenas se alteró. Tenía el sueño muy profundo
Eva me sonreía. A ratos me miraba desafiante, mientras seguía susurrándole al oído a mi tía cosas que yo no podía entender. A veces creía escuchar mi nombre, que sonaba con ese tono caliente que las amigas íntimas utilizan para hacerse confidencias sobre un chico que les gusta.
Estaba derramando sobre sus sueños gotitas de veneno dulce. La estaba seduciendo y ella no podía resistirse. La inocente cervatilla creía estar soñando, pero Eva ya la había cazado. Su mano abandonó mi polla y regresó a la cintura de Marina, que respondió elevando las caderas. Con una dulzura increíble, Eva comenzó a acariciar los pechos de Marina y con un movimiento tan diestro como suave le quitó las braguitas empapadas y me azotó la cara con ellas como desafiándome a un duelo. Después me guiñó el ojo.
-Venga me dijo- Ahora o nunca.
Pensé que si Marina se despertaba se pondría a gritar y yo acabaría acusado de intentar violar a mi propia tía (y con la complicidad de mi mujer) pero como Eva había dicho, era ahora o nunca. Y yo estaba dispuesto a correr el riesgo.
Mientras yo filosofaba, mi mujer había empezado a masturbar a Marina, que jadeaba aún sin despertarse, moviendo la pelvis al ritmo lento de sus dedos.
-¡Venga, joder! Susurró Eva- ¡Métesela ya!
Entonces perdí el control y me coloqué sobre mi tía para clavársela hasta el corazón. Estaba tan desbocado que Eva tuvo que agarrarme la polla y dirigirla ella misma hasta la vulva de Marina. Mi tía y yo comenzamos a gemir a la vez cuando Eva comenzó a deslizar mi glande (que estaba tan duro como una manzana) a lo largo de su vulva húmeda. Entonces Marina abrió los ojos.
Antes de que mi tía soltara el mayor grito de su vida, Eva, no sé si para confundir a Marina o para acabar de volverme loco a mí, abrió su boca sobre la de ella y le dio un beso salvaje sin soltarme la polla, con la que seguía frotando la vulva de mi tía, demasiado excitada para resistirse.
Cuando Eva separó su boca de la de Marina, el cuerpo sediento de mi tía había tomado el control y se abrió como una flor.
-¿Quieres ? susurré jadeando y sin atreverme aún a entrar en ella.
Marina miró a Eva con expresión confundida. Esta encendió la llama.
-Que disfrutéis Dijo con voz pícara.
Tras ver la sonrisa de satisfacción de Marina, se la clavé hasta el alma. Mi tía respondió gimiendo y enlazando sus preciosas piernas en mi espalda. Cuando consiguió reponerse de la sorpresa me miró a los ojos y me susurró:
-Dios, cariño como jodes no te pares por nada.
Poco después exploté dentro de ella, haciéndola gritar mientras Eva nos acariciaba a ambos. Y así seguimos durante toda la noche...
Bueno, quizá en este momento debería puntualizar que a eso de las cinco de la mañana tuvimos una interrupción. Mientras yo me dedicaba a iniciar a Marina en los placeres de la sodomía, Eva nos dedicó una sonrisa pícara y se levantó de la cama. No tardamos en comenzar a escuchar los gemidos de un hombre y ambos (mi tía y yo) dimos un respingo y nos detuvimos de inmediato.
Eva (de rodillas) estaba haciéndole una mamada de cine a un jovencito de veintipocos años, que le acariciaba su cabello rubio, mirándola (creo haber aclarado en más de una ocasión que mi señora está de muerte) como si fuera un león a punto de devorar a su presa.
El hecho de que el chico en cuestión fuera mi sobrino (el hijastro de Marina) le daba a la aventura nuevas y prometedoras posibilidades (al menos para las féminas) y Eva, que seguramente había estado esperando aquel momento toda la noche, se disponía a saborearlas a conciencia. No mencionaré el nombre de nuestro sobrino porque no es necesario y pero creo que sí añadiré que es muy guapo, que como pude descubrir aquella noche está muy bien dotado y que al parecer (cosa rara en él) aquel día no se había follado todavía a nadie.
Pude deducir que su mala suerte quizá se debía a que le habría echado el ojo a alguna chica casada a la que la presencia de su marido le había echado a perder el plan. Eso lo deduje por el calentón que mi sobrino parecía tener, ya que no se cortaba lo más mínimo en mirar a los ojos a su preciosa madrastra mientras Eva recorría con su lengua una polla que apenas podía meterse en la boca.
De golpe y jadeando de furia, el muchacho separó la cabecita hambrienta de mi mujer de entre sus piernas y se arrancó, más que quitarse, la ropa. Después cogió a Eva por las caderas y la levantó en vilo. Mi señora comprendió de inmediato y rodeó con sus piernas la cintura del joven mientras este se la metía hasta el fondo. Eva gemía abrazada al cuello de su sobrino, que sin dejar de mirar a su madrastra a los ojos, se acercó a la cama y dejando que el cuerpo de mi señora se arqueara hacia atrás hasta que ella también quedó mirándonos a los ojos, comenzó a follársela con fuerza. Marina y yo respondimos a la provocación de su hijastro y Eva, yo poniendo a Marina a cuatro patas y metiéndosela por el culo sin miramientos y ella besando a Eva, que cabeza abajo respondió a su beso para provocarnos a todos.
Lo morboso de la situación no tardó en hacer mella en las chicas, que se corrieron a la vez, besándose. Mi sobrino y yo les dimos un par de segundos para recuperarse y a continuación cambiamos de pareja.
Aquel fin de semana, Eva y Marina tuvieron la oportunidad de saborear todo tipo de delicias y de cumplir cualquier fantasía que hubieran estado acariciando a lo largo de sus vidas. Marina y su ahijado siguen siendo amantes y aprovechan cualquier ausencia de mi tío (aunque sea de minutos) para follar como bestias. Tengo entendido que incluso han llegado a joder en la cama de matrimonio mientras mi tío duerme. Lo sé porque Marina viene a menudo a casa y me lo cuenta. Eva sabe que esas historias son los preliminares que utiliza mi tía para calentarme y nos deja solos (a veces) porque es una esposa comprensiva a la que también le encanta visitar a su sobrino.
Ella y mi tía siguen saliendo juntas y por lo que sé también explorando su bisexualidad, que permanecía latente hasta aquel fin de semana.
Eva y yo somos el matrimonio más feliz del mundo. Nos encanta la lectura, los largos paseos por la playa y seducir mujeres casadas.