Lavé la verga con mi lengua al macho de mi mujer

Relato cuckold, forma de relacionarnos sexualmente mi mujer y yo con un tercero.

Me ocurrió algo increíble el fin de semana que recién pasó. Con mi mujer practicamos una relación cuckold, desde hace ya un par de años, es una relación en donde participa junto con nosotros un hombre que contactamos a través de Internet, el que desempeña el rol de corneador o de macho dominante; mi mujer es la hembra del grupo y es la Ama, y yo soy el que lleva los cuernos, por lo tano desempeño el rol de sumiso. Recibo órdenes de ambos.

Quiero aclarar, que aunque hace poco más de dos años que estamos involucrados en este tipo de prácticas sexuales, nunca he sido penetrado y que no me agradan las caricias de parte de otro hombre. Me calienta mucho el ser utilizado por mi mujer y su macho, para que les proporcione sexo oral a los dos, y normalmente tenemos una sesión cuckold una o dos veces al mes, de preferencia los fines de semana, las que duran entre uno a tres días, dependiendo de la cantidad de feriados para la ocasión.

Pues bien, a mi mujer se le ocurrió pedirle al corneador, que no se lave su miembro durante las dos semanas en que no estaría con nosotros. Alfredo –que así se llama- efectivamente no se lavó sus partes íntimas durante 12 días. Durante ese tiempo orinó en muchas veces, mantuvo relaciones con otras mujeres y también estuvo solo con mi mujer en un motel durante tres ocasiones. Nunca se lavó su verga en esos 12 días.

Llegó el fin de semana, en que nos juntaríamos los tres en nuestra casa, y cuando Alfredo llegó, mi mujer se arrodillo frente a él, me ordenó que yo también me arrodillara y le bajó los pantalones y la zunga. Masajeo durante unos minutos el miembro de Alfredo, y cuando estuvo bien erecto, me ordenó que se lo lavara con mi lengua.

Yo aproximé mi cara al carajo del macho, y pude sentir un fuerte aroma a verga, mezcla de orines rancios y de semen añejo; pero sorprendentemente, no me causó repulsión, sino, que me éxito enormemente el olor que emanaba de aquel grueso cipote.

Leila me lo colocó bajo mi nariz y me ordeno que aspirara su aroma. Yo lo hice obedientemente. Luego me ordenó que le echara hacia atrás el forro del pico para que quedara descubierta la enorme cabezota de ese gordo miembro, y en seguida sentí que me ordenaba: “lávale bien el pico con tu lengua…, quiero que le pases tu puta lengua por toda su cabezota y por el tronco”.

Yo me dedique a lamer durante un buen rato la cabeza de aquel enorme miembro y luego deslicé mi lengua hasta el cogote del pico, en aquella parte en que el tronco da inicio a la cabeza del miembro, para retirar de ahí, una cremita amarillenta que se había formado con el semen y los restos de orines durante los días en que Alfredo no se lavó su verga.

La recorrí entera con mi lengua, desde las bolas, pasando por el tronco hasta llegar a la cabezota. Le deje caer en varias ocasiones mi saliva, usándola como líquido para lavar su verga y luego la recogía con mi lengua, hasta que deje el pico del macho de mi mujer, bien limpio y lubricado con mi saliva.

Cuando iba a retirar mi boca del miembro de Alfredo, él agarro con fuerza mi cabeza y me ordenó que se lo chupara: “¡¡chúpame bien el pico maraco de mierda…, quiero acabar en tu boca y ver cómo te tragas todos mis mocos…, hazlo mierda y hazlo con ganas!!”

Yo no necesitaba ser obligado y le hice un mamón fenomenal. Alfredo agarro mi cabeza con sus dos manos y mientras yo se lo chupaba, él hacia el mete y saca lentamente, para no dejar que se escapara su verga de mi boca; solamente cuando estaba por acabar, apresuró sus movimiento para culiar con fuerza mi hocico. Sentí que sus piernas se tensaban y que sus mocos inundaba mi paladar…, sentí el sabor dulzón y caliente de su semen en mi lengua y como corría por mi garganta hacia abajo, al tiempo que gritaba: “¡cómetelo todo puto…, trágate todos mis mocos mierda…, si deja escapar una sola gota te voy a castigar meando en tu boca!” “¡¡¡chupa y traga mierda…, que buen chupa pico eres…, lo mamas mejor que tu mujer!!!”

Terminé de comerme los mocos del pico de Alfredo, y luego me iba a dedicar a limpiárselo con mi lengua, cuando él me ordenó: “¡acompáñame al baño!”. Una vez ahí, me ordeno que me arrodillara delante de él y que colocara mi cabeza sobre el W.C., yo cumplí su orden y él apunto la cabeza de su miembro hacia mi cara y pude sentir el chorro de sus meados. Abrí mi boca y saque mi lengua para dejar que mi Patrón meara a gusto en mi cara y mi lengua. Terminó de orinar y sacudió su miembro golpeando mi cara y luego de indicó que ahora se lo limpiara bien con mi lengua.

Lo extraordinario de todo esto, es que me fascinó lamer su verga hedionda porque no se la había lavado. Me excito de forma inimaginable el saber que recogía con mi lengua todo lo que había juntado en su precioso miembro durante esos días, y ahora soy yo, quien le pide que no se lo lave, para poder lamérselo y saborear su pico hediondo.