Laurel y Hardy 2

Sorpresas te da la vida

  1. SORPRESAS TE DA LA VIDA

Lo sabía, claro que lo sabía, todas las sutiles señales indicaban el camino que me había negado a transitar. Y las no tan sutiles, me marcaban lo que debía y no me atrevía hacer. El frío y pesado metal en mi cintura me lo recordaba a cada momento.

Llegué a casa y como me lo temía, su poderosa máquina estaba a mitad de cuadra, sutilmente estacionada frente a un terreno desocupado.

Lo sabía, claro que sabía lo que me iba a encontrar, y cuanto me iba a doler.

=========================================================

Después de la decepción por no haber podido abrazar a mi madre, comprendí que no estaba solo en el mundo, que personas como el gordo y Don Tito, valían lo suficiente como para que tuviera alguien por quien luchar.

En Febrero nos anotamos en sexto año, turno noche y en Marzo comenzaron las clases. El primer día en medio de los saludos por el reencuentro con nuestros compañeros, nos encontramos con una sonriente Ale, que nos estrujó en un abrazo furibundo, clavándonos sus prominentes tetas en medio del pecho.

-. Pensaban que iba a dejar escapar a mis pardillos predilectos, ja ja ja.

Sonrojados y encorvados para que no se nos note el empalme, le dimos la bienvenida y nos enteramos que durante el día, iba a aprovechar para hacer el curso de ingreso a la universidad. Algo vedado para nuestra realidad.

Una vez organizado el año, aproveché los fines de semana para buscarme un lugar más cómodo para vivir, el taller funcionaba muy bien, nuestro nombre empezaba a hacerse conocido y la clientela se hacía más selecta, lo que redundaba en mayores beneficios económicos para todos.

Pronto comprobé el significado de ser hijo de un presidiario, las inmobiliarias, una tras otra, me cerraban las puertas en las narices en cuanto comprobaban mis referencias personales, sin importarles que ya fuera mayor de edad, ni que tuviera un buen trabajo.

Derrotado en el intento, caminaba cabizbajo rumbo al taller, cuando al pasar frente los cristales de la panadería del barrio, observé un pequeño cartel

Alquilo habitación con baño compartido a estudiante con referencias.

Siendo la furgoneta del panadero uno de los vehículos que atendía con mayor asiduidad decidí jugármela y presentarme.

Cuando Don Roberto escuchó mi inquietud, me abrazó encantado y me dijo que me mudara cuando quisiera, no me dejó ni mencionar el monto del alquiler, según él había salvado su culo tantas veces arreglándole la camioneta de reparto a cualquier hora del día, que el alquiler estaba pago por una generación.

Ese alegre gallego gigantón de cincuenta años y enorme panza, me tomó del brazo y me llevó dentro del negocio, supuse que era para presentarme a su mujer.

-. Hey Sofía, ven que te presento al nuevo inquilino.

Cuando vi salir a esa deslumbrante morocha de unos veinte años vestida con un delgado y corto delantal blanco que le marcaba sus escandalosas curvas, me atraganté y no me salían las palabras.

-. Mu...mucho gusto señora.

-. Hey chaval, que señora ni señora, que mi hija todavía es soltera ja ja 2. ja

Y me pegó un palmetazo en las espalda que casi me saca los pulmones por la boca. La sonriente muchacha se acercó y me dio un par de besos entre carcajadas.

-. Parece que tenemos un tímido de inquilino. Dijo sonriente

-. Será tímido pero no sabes de lo que es capaz de hacer con esas manos.

-. Hmm será cuestión de comprobarlo.

Acotó la morocha con los ojos brillantes provocando una vez más mi rubor y las carcajadas del padr

e.

-. Oye, oye, muéstrale la casa y no te abuses del muchacho, que el mono engrasado delata mucho sobre el delantal con harina, ja ja ja.

Pasamos al trasfondo de la panadería y salimos a lo que era el parque del fondo de la casa, una gran superficie prolijamente recortada y mechada por árboles y plantas florales. Coronada en uno de sus laterales por una coqueta piscina rodeada por un espacio para solearse, que remataba en una gran parrilla frente a una mesa rústica con asientos de cemento.

Entramos por el lavadero de la casa y accedimos a una amplia cocina con comedor diario, que daba paso al comedor principal. En uno de los laterales, previo a la entrada a la sala de estar, se recostaba una gran escalera de madera que daba acceso a los dormitorios del primer piso.

Subimos y al llegar al pasillo principal, antes del ingreso a los dormitorios de los dueños de casa, se hallaba el baño de invitados, que era el que usaría yo y que contaba con una gran ducha, la taza y la pila frente a un gran espejo.

Junto a él colgaba una cuerda y al tirar de ella, bajó del cielo raso una escalera adosada a la puerta trampa que conducía a la buhardilla. Subimos y quedé encantado, un gran ventanal orientado al parque le daba una luminosidad maravillosa y contaba con una cómoda cama, un gran armario, una mesa con cuatro sillas y un elegante escritorio. La frutilla del postre era el ordenador que se hallaba a un costado. Mi sueño hecho realidad.

-. Oye, te aviso...Esta es una casa seria, acá no te traes a ninguna lagarta.

Me avisó Sofía mirándome seria, sin saber que yo no me comía ni una rosca.

Quedé en avisarle a Don Roberto cuando me mudaba y volví al taller a preparar mis cosas. Al llegar, me llamó la atención encontrar las luces encendidas y el aire acondicionado funcionando, siendo domingo al mediodía en pleno mes de Marzo. Abrí con cuidado y noté que había alguien en mi dormitorio.

Tomé una llave inglesa y me acerqué despacio, solo para comprobar aliviado que Carmen estaba sentada en la silla de mi improvisado escritorio, repasando mis bocetos y su ordenador yacía en el piso. Me vio entrar y me encaró furiosa, echado chispas por sus ojos color cielo.

-. Donde mierda estabas, hace media hora que te estoy esperando.

-. ¿Cómo dices? ¿Desde cuándo debo rendirte cuentas de mi vida privada?

-. Tienes razón, perdona, pero este ordenador de mierda no va ni para atrás y tengo un montón de tareas pendientes.

-. No me trago lo de las tareas, pero te lo reviso.

Lo conecté al monitor, le acoplé el teclado y pronto descubrí el inconveniente, poniéndome de inmediato a solucionarlo. Concentrado en la pantalla mientras ella me miraba tirada en mi pequeña cama, no me había percatado de cuán corto era su vestido. En un momento en que me giré para hacerle una pregunta, tenía sus piernas recogidas tomadas por las rodillas, mostrando su excelso culo enfundado en unas hermosas bragas negras de encaje.

Con los ojos como platos no me salían las palabras y ella se dio cuenta

-. Ni que fuera la primera vez que ves a una mujer.

-. M...más o menos.

Le contesté sin pensar, sonrojándome inmediatamente por ser tan idiota.

-

. No... me lo puedo... creer. Ja, ja, ja ¡Eres Virgen!

Para ese entonces ya no era tan canijo, el trabajo en el taller y algunas visitas al gimnasio cada tanto, me habían delineado una buena figura y eso, sumado al haber heredado algo de la belleza de mi madre, me valía más de un sofocón con las mujeres mayores que me conocían. La mayoría clientas del taller, que no dudaban en meterme algún pellizco, haciéndome sonrojar ante las carcajadas divertidas de Tito y Seba.

Mirándome con una cara de vicio total me llamó a su lado doblado su dedo índice con la palma hacia arriba y el puño cerrado. Me levanté como un autómata a control remoto y me paré frente a ella, que sentada en el costado de la cama con las piernas abiertas, se había subido toda la pollera, mostrando sus inigualables piernas a mi atónita vista.

Me hizo acercar y sacando la lengua en forma lujuriosa, comenzó a despasarme el cinturón, haciendo caer mi pantalón sobre mis zapatillas. Me miró con vicio y fue palpando mis boxers mientras mordía mi polla sobre la tela.

-. Vaya, vaya qué bien equipado vienes de fábrica.

Me bajó los boxers y tomando la polla con su mano derecha, le pegó un par de sacudidas para tantear la herramienta, levantándose luego de la cama para rodearme el cuello con su brazo izquierdo y comerme la boca sin dejar de pajearme. Entusiasmado por el cúmulo de sensaciones la abracé tomándola de las nalgas y la levanté del piso sin dejar de besarla.

Carmen soltó mi polla, y me abrazó más fuerte aún, ahora con los dos brazos y sus piernas enroscadas en mi cintura. Cuando nos separamos para tomar aliento me sonrió y volvió a sentarse en la cama.

Sin decir nada más, tomó mi polla con su mano y se la llevó a la boca, provocando que se me aflojaran las piernas. Sentir la calidez de sus labios envolver mi falo, mientras su mano subía y bajaba en deliciosa armonía, fue demasiado, y sin poder avisar exploté en un orgasmo violento que la hizo atragantar.

Al querer separarse, la sacó de su boca mientras yo seguía largando litros de semen a presión contra su cuerpo, cara y pelo, salpicando como loca manguera suelta de bombero.

-. Aghh, cof, cof. ¡Animal! Se avisa...Mira como me has puesto.

-. Yo...yo...lo siento, no lo pude evitar.

-. Ya, ya... cállate y tráeme algo para limpiarme.

Le di una toalla limpia y la acompañé al baño del personal, que era el que yo usaba por las noches, ya que no podía abrir los ojos. Preocupado por las consecuencias de mi inexperiencia y desnudo como estaba, volví a mi pieza y me senté en la cama a esperarla.

Cuando terminó de ducharse, salió desnuda del baño, y cuando llegó a mi lado me empujó furiosa haciéndome quedar acostado con las piernas apoyadas en el piso. Para mi sorpresa, se arrodilló entre mis piernas me arrancó el pantalón y los interiores de los tobillos y me la volvió a mamar hasta ponerla dura, lo que le llevó un par de milisegundos.

-. ¿Q…quieres seguir? Pregunté sorprendido

Carmen me miró furiosa

-. ¿Y tú te crees que después de tragarme un balde de lefa, me voy a ir sin probar esta maravilla?

Sin agregar una palabra más, se subió a la cama, se puso a horcajadas y se acopló a mi falo suavemente. Sentir como su caliente coño se iba amoldando centímetro a centímetro a mi polla, mientras ella se sentaba me transportó a otra dimensión. Cuando su raja se la tragó toda, se quedó boqueando un par de minutos y luego se empezó a mover.

Eran tiempos difíciles para que un varón joven con la vida que yo tenía, tuviera mucha experiencia práctica en sexo, pero no por eso uno dejaba de informarse, en mi caso con un libro viejo que me facilitó el profesor de biología y que fue un clásico en su momento y se llamaba El matrimonio perfecto de Van de Velde.

A pesar de la información, para mí era todo nuevo, no solo era virgen, sino que con todos mis problemas nunca había tratado con ninguna chica. Mi vida sexual constaba solo de pajas y fantasía, nada que se acercara a lo que estaba viviendo. Mi desconocimiento del sexo femenino era absoluto fuera de los libros.

Mientras Carmen me cabalgaba extasiada con los ojos cerrados, tomé posesión de sus prominentes pechos con mi boca. Chupaba extasiado sus pezones, cuando al morder uno de ellos sin tener intención real de hacerlo, le disparó un orgasmo que casi la desmonta. Estuvo temblando convulsivamente con los ojos en blanco, hasta que se derrumbó sobre mi pecho exhausta.

Cuando se tranquilizó nos dimos vuelta y con ella abajo me volví a zambullir en sus profundidades. Su reacción fue violenta, cruzó sus piernas sobre mi espalda y se acopló acompasadamente a mi culeada hasta que volvimos a acabar uno detrás del otro.

Estuvimos follando toda la tarde, la muchacha era insaciable y yo no quería que el día se terminara nunca. A partir de ese día, toda la semana, desde que cerrábamos el taller la pasamos follando hasta las diez de la noche.

Una de las cosas que más me llamaba la atención cuando la cabalgaba de misionero, era que siempre daba la sensación de estar buscando algo a mis espaldas, como esperando alguna cosa, en un determinado momento, la encontraba, esgrimía una sonrisa sádica y se enloquecía, agitaba tanto sus caderas que parecía tener convulsiones. Cuando alcanzaba el orgasmo, quedaba desmadejada.

Extrañado por su actitud, después de un par de veces que hiciera lo mismo, esperé que se retirara a su casa y me puse a revisar la pared, encontrando una rendija disimulada en la junta del revestimiento.

Cuál no sería mi sorpresa al mirar del otro lado y descubrir tras un almanaque hortera típico de taller mecánico, que la ranura atravesaba la pared y daba una visión total del camastro donde fornicábamos.

Cuando apoyé la cara para comprobar cuánto se veía, sentí una leve cosquilla en mis mejillas. Revisando bien para ver de qué se trataba, encontré un par de cabellos enredados en una astilla del revestimiento, con una sonrisa los retiré y los guardé en mi porta documento, era evidente que teníamos público y eso la excitaba.

Habiendo recibido un curso acelerado de jodienda y llegado al viernes con todas las materias aprobadas, la invité a salir el sábado a ver una película para después ir a cenar y terminar la noche tomando algo o yendo a bailar. Me contestó que no podía, que el fin de semana debía ver a su nuevo novio.

Me quedé helado, todo lo que mi cabeza había maquinado sobre un futuro con ella se derrumbó de un plumazo y me sentí usado. Tragué saliva y asentí con un movimiento de cabeza, sin ocultar mi frustración.

-. Huuuy el nene se deprimió... No seas tonto, piensa que mi novio no me va a catar por un largo tiempo, mientras tanto, tenemos muchos polvos por delante tú y yo. Eres un yogurín interesante y tienes una polla maravillosa.

Y dándome un pico en la boca se marchó, dejándome más confundido que político en el día de la decencia. En ese momento decidí ir a ver a Don Roberto y comunicarle que esa misma semana me mudaba.

El fin de semana lo pasé embalando furioso todas mis cosas, clasificando y encarpetando mis bocetos, junto con mi atril y mis lápices y dejando todo listo para mudarme en cualquier momento. El lunes lo hablaría con Don Tito y le pediría a Seba que me dé una mano con la camioneta del taller.

A pesar que estuve ocupado todo el fin de semana, el enfado no se me pasaba. Al abrir el taller, el gordo me vio y con una carcajada me dio un palmetazo en la espalda que casi me descoyunta.

-. Ja, ja, ja que cara de soltero mal cojido tienes hoy, debes dejar las pajas y buscarte una novia. Ja, ja, ja.

-. ¿Acaso tú tienes una que no sea tu fiel mano derecha?

Le contesté cabreado con toda la mala leche posible

-. Pues...va a ser que sí.

-. ¿Y quién es la pobre infeliz? Digo... ¿La dichosa mujer?

-. ¡Carmen!

Un frío atroz me recorrió toda la columna vertebral desde el culo hasta la nuca.

-. ¿Qué has dicho?

-. He dicho Carmen. Me declaré hace dos sábados, me pidió una semana para pensarlo y este fin de semana me dio el sí. No te imaginas el morreo que nos pegamos.

Aturdido y lleno de dudas, le pedí la camioneta a Don Tito y esa misma tarde, sin pedir ayuda, me mudé.

………………………………………………………………………………………