Laurel y Hardy 13

Génesis

GÉNESIS

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Las horas pasan lentas y el final se aproxima definitivo e inexorable. Me siento partícipe e inútil. Causa y consecuencia de provocar su sufrimiento.

Impotente, recorro el camino hasta la acristalada puerta que me separa de ella, una y otra vez... una y otra vez...una y otra vez, como diciendo aquí estoy, por favor encuentra fuerzas, piensa en mí.

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LA PROPUESTA

La primavera se presentó cálida y Carmen, como todos los domingos a la tarde, ha llevado a su niño a la plaza mientras el gordo duerme la siesta. Concentrada en hamacar el carrito canturreando una canción para que el niño se duerma, no se percata de mi presencia.

-. ¿Hola rubia, me extrañabas?

El canto queda congelado en su garganta y me mira con terror, lo que me produce un enfermo placer.

-. ¿Q...qué haces aquí? ¿Estás loco? Si te ve Seba te mata.

-. ¿Por saludar a una vieja amiga?... ¿En medio de la calle? No creo... es idiota pero no tanto, además me enteré de que eres madre y como las cuentas no me dan para pensar que el niño pueda ser mío... solo vine a traerte un regalo. ja ja ja. Te aconsejo que lo abras antes de que lo vea tu marido.

Me retiré dejándola preocupada con el paquete en su regazo. Dejó pasar dos días y como imaginaba me llamó…

-. Hijo de puta ..¿Qué pretendes con esto? ¿Que Seba te mate? ¿No te alcanzó con el escarmiento?

-. Te recuerdo que en ese barco estábamos los dos, y bien que te gustaba. A pesar de eso, al que tiraron al río fue a mí, y tú no moviste un dedo para evitarlo.

-. ¿Qué querías que hiciera? Estaba aterrada... y después ya era tarde, las cartas estaban echadas. Lo que pasó, pasó y ya no tiene remedio.

-. Entonces no tienes problemas en que esas fotos se hagan públicas.

-. No no no, es decir sí...Ni sé lo que digo. ¿Qué pretendes con todo esto?

-. Como mínimo, retomar donde lo dejamos durante una semana, de máxima, solo humillar un poco a tu pareja y que tú me ayudes. Me lo debes.

El silencio de la línea marcaba que lo estaba pensando, buena señal

-. Dime como lo quieres hacer.

Sabía que todos los días se levantaba temprano y llevaba a su niño a la guardería antes de abrir el taller

La mañana siguiente y el resto de la semana antes de abrir el taller, me estaba chupando la polla con una maestría que antes no tenía. Me exprimía hasta dejarme seco, para luego recibir a su marido con el besito de los buenos días y el guiño reglamentario, aunque le salía un poco forzado.

Tanto sometimiento me dio ideas morbosas para completar mi plan y se las planteé el jueves luego de la mamada diaria…

-. Quiero follarlas... las quiero para mí este fin de semana, luego las fotos son tuyas.

-. ¿Nos quieres? ¿A quiénes?

-. A ti y a la madura, sé que es la madre del gordo. Necesito romperle el culo y que el gordo lo sepa, solo así me venganza estará completa.

-. ¿Estás loco? Eso es imposible, no es lo que habíamos arreglado.

-. Lo sé, pero es innegociable, además tu suegra era una puta, aunque ahora se la dé de santa, no le va significar un gran sacrificio.

-. Es muy difícil lo que me pides, no sé ni como encararlo con ella. Confórmate conmigo, te doy todo lo que pidas.

-. Ya lo sé... pero eso no me alcanza, dame lo que te pido y nunca más te molesto. No tienes nada que temer, siempre te traté bien.

-. Eso fue antes de lo de Seba, ahora te tengo miedo, déjame pensarlo y te llamo.

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LA CRUDA VERDAD

La espera se hacía interminable, tomada de las manos de María y de mi madre, busqué la fuerza que necesitaba para que la espera no fuera insoportable. Palpaba la ansiedad que las envolvía y agradecía su silencio esperando los acontecimientos.

Silvia se asomó despacio a la puerta entreabierta, luego de golpear suavemente con sus nudillos. Hermosa como siempre, estaba sutilmente cambiada, sus ropas ya no eran explosivas y su voluptuosa figura estaba cubierta con un suave y delicado vestido que llovía sobre su cuerpo hasta debajo de las rodillas. Sus zapatos de medio taco ayudaban a realzar una imagen de mujer fina y elegante.

Transmitía una imagen tan delicada, que estuve a punto de arrepentirme de la bajeza de mi jugada. Seguí adelante, lo necesitaba, necesitaba verle la cara, tenía que comprobar en carne propia la veracidad de mis dudas.

Después de presentarle a mi madre y a María sin decirle quién era, se acercó a mi cama y se sentó al lado de mi madre mirándome con pena.

-. Ale... preciosa ¿Que te han hecho?

-. Eso no importa ahora, necesito pedirte un favor, es algo muy importante para mí.

-. Por supuesto, cuenta conmigo para lo que necesites.

-. Dime que significa esta foto...

Tomé mi tablet y se la puse frente a la cara mirándola a los ojos. Para sorpresa de las tres, la observó sorprendida con una suave sonrisa, para luego quedarse en silencio acariciando la pantalla, perdida en sus pensamientos con una furtiva lágrima colándose en su maquillaje. Cuando la notó, me devolvió la pantalla, tomó un pañuelo de su cartera y secándose los ojos con encanto me miró con cariño.

-. No sé que te han contado, ni de donde has sacado esta foto, que desde ya te pido que me pases. Esta foto significa uno de los momentos mágicos de mi vida. Significa haber conocido a un ángel terrenal, que me sacó del pozo de mi existencia sin pedirme nada a cambio. Abandonarme a su abrigo -no estamos desnudos como parece- y dormir protegida entre sus brazos, es una de las experiencias más hermosas que he vivido. No sabes cuanto deseo que pueda ser feliz a tu lado a pesar de lo que te ha pasado.

Agradecida por su amorosa confesión y humillada por mi estupidez, llegó mi turno de hablar y sincerarme de una vez.

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SÚCUBOS

Como lo imaginaba, la vieja puta aceptó la propuesta sin preguntar demasiado, nada le hacía una muesca más en la cacha de sus pistolas, si eso significaba liberar a su nuera de mi extorsión y mantener la tapadera sobre su antigua profesión.

Solo me puso tres condiciones, hacerlo en su vieja madriguera, permitir que participe una de sus viejas compañeras, porque no se sentía segura estando sola con su nuera si me ponía violento y nada de drogas, juguetes raros ni filmaciones.

Acepté la posibilidad de la orgía en su reducto con su compañera, mientras no fuera una vieja lagarto y sabiendo que no querían nada de cámaras me agenciaría alguna mini mini que ya vería donde ocultaba.

Usando mi auto sobrio de tapadera, me acerqué al lugar entusiasmado y crucé la sumergida avenida por un puente cercano. Al ir viendo hacia donde me dirigía, mi ánimo bajó unos puntos, el lugar era peor de lo que imaginaba.

Nada más entrar al patio de estacionamiento, vecino al monoblock apuntado, fui encarado por un inquietante muchacho delgado y fibroso, enfundado en una sudadera con la capucha volcada sobre su gorra de visera.

Nada más nombrar a la puta me cedió el paso y le indicó a un compañero de igual traza que me acompañe hasta su cueva. Subimos por escaleras extrañamente limpias, atravesamos por sinuosos pasillos donde parecía haber mil ojos vigilando y llegamos al departamento.

Toqué a la puerta, me recibió Carmen enfundada en una breve bata y me dio un beso en la boca que me dejó asombrado. La noté un poco acelerada, ansiosa, como si hubiera consumido algún estimulante.

-. No sabes cuanto esperaba este momento.

Me tomó de la mano y me llevó alucinado a través de un pulcro corredor a la habitación principal. Una delicada estancia pintada con colores suaves, solo decorada con una gigante cama principal con cabecera y piecera de hierro forjado y argollas adosadas que imaginaba testigos de sórdidas batallas. Completaban el paisaje, una mesita lateral, un gran espejo sobre el lateral y una gran pantalla de TV.

Sin esperar a su suegra, Carmen se me tiró encima y me comió a besos desesperada mientras me sacaba la ropa a los tirones, sin darme tiempo de preparar la cámara. Solo nos quedaban sus bragas y mis calzones, cuando se abrió la puerta del cielo o quizás del infierno y aparecieron dos ángeles maduros vestidos con breves conjuntos de encaje y portaligas, que me pusieron la polla como nunca la tuve.

Si la madre del gordo, envuelta en un conjunto negro, era una mujer con curvas atractivas dueña de una voluptuosa figura, su compañera la dejaba a la altura del betún. Su rostro hermoso e inquietantemente familiar, era acompañado por una figura esculpida en horas de gimnasio, merecedora de la portada hot de cualquier revista de fitness. Su conjunto de ropa interior blanca equilibraba al de su compañera como el ying y el yang.

Se acercaron cada una de ellas, por un lado diferente de la cama, portando unas cintas de seda negra que destilaban morbo por donde las mire. Mientras Carmen, olvidando que estaba frente a su suegra me sacaba los calzones desesperada y se prendía a mi polla en una garganta profunda largamente practicada, sus súcubos me ataban de pies y manos a las argollas en medio de mordiscos y sobadas que me transportaban al delirio absoluto. Viéndolas intercambiar babeantes besos de lengua en medio de la tarea, pensé que quizás el infierno no fuera un mal lugar.

Terminada la tarea, se separaron de mi cuerpo, se abrazaron paradas a los pies de la cama aprobando el trabajo y tomadas de la cintura como en una ensayada coreografía, salieron de la habitación para dar paso a Sebastián, engrasador en mano y completamente en pelotas, acompañado de los dos fibrosos muchachos que ya conocía, desnudos igual que él.

Cuando subieron a la cama cada uno por su lado, supe que me iba a resultar difícil encontrar el camino de retorno por esos sinuosos pasillos.

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EL COBARDE

Seba despertó atontado y mal acomodado en la estrecha y aséptica cama. En la cama de al lado, pálida y agotada por el esfuerzo, Carmen lo miraba con una sonrisa preocupada, había vuelto a suceder ¿Cómo podía ser posible que un gigante duro e invencible como él, se desmayara con solo ver una gota de sangre?

A su lado, María jugaba con el pequeño Luis, mientras María Magdalena, la madre de Seba, acunaba a la recién llegada Eva comentando mordazmente con la matrona, lo inmensamente maricas que son los hombres frente al dolor de sus mujeres. Unos mierdas totales a la hora de la verdad.

Ale las miraba divertida, mientras Don Tito y Joaquín se tomaban la cintura, puteando al infinito después de la ímproba tarea de levantar al gordo del piso.

Avergonzado, Seba se levantó trabajosamente de la cama, se arrodilló frente a su mujer pidiéndole perdón, palpó en su bolsillo y comprobó aliviado que allí estaba, sacó el anillo de oro y lo colocó en el dedo de su mujer, de donde solo había salido hasta superar el parto.

La familiar escena se partió en pedazos, por el sonido de claxon del teléfono de Joaquín, que olvidando sus dolores salió disparado por la puerta, seguido malamente de un renqueante don Tito, en medio de las carcajadas de las mujeres.

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Soportando la frialdad de la aséptica e impersonal sala presiento su dolor. Palpo mi bolsillo y encuentro lo que busco, lo abro y acaricio su contenido, una ola de tibieza alivia mi corazón inquieto. Solo dos hebras de rojo cabello, que como hilos conductores me guiaron a mi destino.

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ALEJANDO LA OSCURIDAD

Llegamos al taller en silencio, entramos a la oficina y Seba le alcanzó la pistola a Don Tito, que me miraba con cara de cariñoso reproche. Mientras el buen hombre la guardaba, entró Lina inmensamente preocupada con una taza de té.

-. Fuiste tú, ¿No es así? Siempre fuiste tú.

Asintiendo con un suave movimiento de cabeza, sin dejar de mirarme preocupada a los ojos, como verificando mi reacción, se sentó a mi lado y tomó mi mano entre las suyas con lágrimas en los ojos…

-. ¿Podrás perdonarme?...No podía permitir que arruinaras tu vida por un momento de furia.

-. ¿Perdonarte?

Levanté la cara azorado por sus miedos, me perdí en sus preciosos ojos verdes y acaricié su cara con la mejor sonrisa que pude esbozar en esas circunstancias.

-. No es mi mejor momento para hablar contigo, pero quiero que sepas que es muy probable que hayas salvado mucho más que mi vida.

Cuando Seba me comentó que la dulce Lina lo había llamado desesperada, al ver que había tomado el arma de su padre, lo entendí todo.

Esa sensación de sentirme siempre vigilado por un ángel guardián, provenía de su amor incondicional por mí desde pequeña. Creo que lo supe siempre, pero no lo pude ver, encandilado como estaba por mis propias pasiones. Me dolía pensar lo que habrá sufrido viendo las jodiendas con su hermana.

Había crecido bien. Sin la belleza explosiva de Carmen, sus delicadas formas unidas a su singular belleza, la habían convertido en una muchacha encantadora. Silenciosa y amable, pendiente de hasta el último detalle, sabía estar donde se la necesitaba.

Cuando la niebla se disipó, su amor curó mis heridas y me devolvió una familia. Poco a poco nos fuimos conociendo, las largas horas posando para mí, me permitieron desmenuzar hasta el último detalle de su singular belleza y con su proverbial dulzura fue logrando que vuelva a abrir mi corazón.

El día que mi madre me pidió que hablase con Alejandra después de su confesión en el hospital, me negué de plano. Después de saber la historia completa, supe que nunca la podría perdonar, pero cuando mi madre se sentó con paciencia y durante semanas enteras me narró sus vivencias en la cárcel, y lo que sufría por la muerte de su esposo, me sentí un miserable egoísta.

Saber el dolor que anida tras cada acto supuestamente salvaje, me conmovió tanto, que me vi en la imperiosa necesidad de visitar la tumba de mi padre, antes de hablar con Alejandra.

Abrazados ante ese simbólico monumento, que contenía los restos de un hombre que quiso ser y no supo ni pudo, no pude aguantar el llanto.

Arrodillarme en la despareja tierra y arrancar con furia las malezas que la profanaban, fue un acto de expiación que limpió mi alma de los venenosos recuerdos.

Darme vuelta y encontrarme con Lina abrazada a mi madre con lágrimas en los ojos, me llenó de felicidad.

Ese día entendí que me estaba enamorando otra vez.

La reunión con Ale la programamos en su casa y en presencia de su madre, que nos tomaba las manos mirándonos con cariño, le evité recorrer el camino de los dolorosos recuerdos y solo me pidió dos cosas, no perderme como amigo y frecuentar a mi madre.

La vi tan débil, tan destrozada por dentro, que a pesar del rechazo que me provocaba el solo hecho de que me tocara, no me pude negar. Había decidido no dejar que las crueles imágenes que poblaban mis pesadillas, tomaran control de mi razonamiento haciendo que la ira me envenene. Ni siquiera contemplaba una venganza sobre el desaparecido Rafa mientras no se volviera a cruzar en mi camino. El amor de Lina me había liberado de la hiel del rencor inútil.

Nos casamos en una ceremonia discreta, lejos de cirios y sotanas y reinauguramos la casa de mis sueños con un proyecto de amor.

Vi crecer su pancita con ilusión retratándola con mi paleta mes a mes y ahora, que había llegado el momento, me sentía impotente ante su dolor.

Cuando la puerta se abrió y la sonriente enfermera me ofreció en los brazos la roja cabecita arropada que portaba en sus brazos, sentí mis piernas flaquear. Los suaves y fuertes brazos de mi madre me sostuvieron por la espalda y rodeando mi cuerpo en su ancestral y conocido abrazo, compartió mi emoción.

Entramos en puntas de pie a la habitación donde Lina nos esperaba sonriente con los brazos extendidos, para que le devolvamos el fruto de su dolor.

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Las puertas de la prisión se abrieron para dejar pasar al camión con los nuevos scanners tramitados por María y diseñados por su asistente Alejandra para abolir las humillantes pesquisas a los visitantes de las mujeres detenidas.

Después de firmar las autorizaciones pertinentes para el ingreso, la madre de Joaco se tomó un descanso en la ajetreada mañana, observando con una sonrisa a su ingeniera asistente bramando órdenes como un bruto camionero, fruto del celo con que se tomaba su tarea.

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Cuando Silvia se retiró, luego del mágico relato que dejó tan conmovida a Alejandra, la débil muchacha nos tomó de las manos, dispuesta a abrir su corazón. Palabra tras palabra, fue desgranando sus vivencias y reconociendo sus errores sin dejar de mirarme a los ojos, como esperando mi reprobación. Lejos estaba la niña de conocer los profundos secretos que anidaba mi corazón.

Solo buscaba liberar su carga, en ningún momento buscó perdón. Enterarse como había sido manipulada utilizando sus más oscuras debilidades no la sacudió tanto, como saber lo que estuvo a punto de hacer Joaquín para liberarla y que no quedara como una puta.

Prometiéndole hablar con mi hijo para que se pudieran encontrar. Marché rauda a hablar con Magdalena, la madre de Seba. Había una alimaña suelta y no tenía ninguna duda de que volvería a atacar.

Las cosas se fueron calmando, mi hijo habló con Alejandra y después de cerrar ese capítulo, formalizó su noviazgo con la hermana de Carmen, una dulce pelirroja que lo miraba embobada.

En todo ese tiempo seguí visitando a la herida muchacha y acompañando su recuperación con largas charlas donde le contaba alguna de mis experiencias y necesidades dentro de prisión. Se interesó muchísimo con mis historias y con la ayuda de sus padres y el apoyo incondicional de Carlos, montamos una ONG destinada a ayudar a aliviar el tiempo de las muchachas en la cárcel y acompañarlas en su recuperación, donde poco a poco fuimos incorporando ex convictas con ganas de aprender y ayudar a sus ex compañeras.

En medio del trajín de mis nuevas actividades recibí la llamada preocupada de Magdalena, que como leona al acecho había mantenido bajo vigilancia a su nuera y su nieto, descubriendo que Rafa la había abordado en la plaza junto a su hijo y la estaba extorsionando.

Cuando la apretó una tarde, al comprobar que se veía todas las mañanas con él, la muchacha desesperada cantó como un canario, pidiendo por favor que no se entere Seba, que en una semana se terminaría todo y se libraría de él.

Por supuesto que hicimos oídos sordos, ninguna de las dos éramos las inocentes muchachas que el hijo de puta acostumbraba a manejar, y al conocer sus pretensiones para ese fin de semana y después de reunirnos las dos a solas toda una tarde, se lo contamos a Seba frente una aterrada Carmen.

Una vez más, ese curtido muchacho nos sorprendió, después de escuchar nuestro descabellado plan y lo que había hecho Rafa con su hermano del alma, lo aprobó sin dudar un segundo, abrazando emocionado a su asustada mujer, solo exigió ser él, el que se encargara de sacarnos la peste de encima para siempre.

El obseso sujeto apareció tirado en un terreno baldío con una sobredosis. Violado y golpeado hasta la extenuación había perdido la razón y su auto había desaparecido.

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Ha pasado un año ya, la familia se ha agrandado y salvo Silvia y su padre que no se resignan a la no recuperación de Rafa, nadie ha preguntado demasiado por él.

Hoy es sábado por la tarde y mi nieta me reclama a gritos porque Lina se ha marchado a la peluquería. La niña se ha cagado hasta el cuello y el inútil de mi hijo aún no soporta cambiarle los pañales sin que le vengan arcadas.

Si no dibujara tan bien y no me regalara esos cuadros tan preciosos de mi nieta, no sé yo cuántas patadas en el culo le daría para que aprenda.

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