Laurel y Hardy 11

Despertando

DESPERTANDO

Cinco años, cinco putos años metida en este agujero y para colmo sola, hacía un año ya que Bea había sido trasladada a un penal de máxima seguridad tras haber matado a un guardia, el hijo de puta se había aprovechado de la indefensión de una jovencita recién ingresada por herir gravemente a su novio abusador.

Cuando Bea se enteró del abuso, con la colaboración de una compañera muy atractiva lo sedujo ofreciéndole sexo y drogas gratis en los baños. Cuando lo tuvo al alcance de sus manos, le retorció el pescuezo como a una gallina.

Llamó a los guardias, se hizo cargo de la muerte desligando completamente a la compañera y antes de irse me pidió perdón. Desde ese día y gracias a ella, eliminaron a todos los guardias varones, vigilaron de cerca a las sospechadas de ser lesbianas y habilitaron una oficina para denunciar abusos.

El shock de sentirme sola, la injusticia de tanta inocencia mancillada por un afán de posesión, el precio que había que pagar por defender la dignidad del atropello, empezaron a resquebrajar la coraza. Por primera vez empecé a ver que quizás no todo lo que me había pasado era mi culpa. Que encerrarme en la seguridad del caparazón fue una forma de escapar. Que quizás hubiera otro camino.

Su sacrificio y su arrojo sin pedir nada a cambio, me conmovieron tanto, que despertó en mí el deseo de luchar como si fuera su indiscutible heredera, sus consejos y recomendaciones me colocaron como vocera natural de mis compañeras y su devoción y respeto en el tiempo que compartimos, me dio estatus de intocable ante guardias y violentas recién ingresadas. Las sentía mis amigas, yo las defendía de las injusticias y ellas me devolvían cariño y amor prohibido cuando lo necesitaba.

Cuando me comunicaron que el pálido e insulso abogado que Carlos había puesto a trabajar en mi caso, a pesar de mi resistencia inicial hacía ya dos años, solicitaba una entrevista conmigo, estuve a punto de negarme. Abrirme a cualquier esperanza de libertad, sería fatal para mi equilibrio emocional. Contar los días que faltaban para el cumplimiento de mi condena, me mantenía con los pies sobre la tierra.

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ESCARMIENTO

. ¿Q...que haces? ¿Estás loco? Esta puta no vale la pena

. Temblaba el gigante desacoplándose de su monta.

-. Sigue... sigue ¿Por qué paras?

Culeaba la enajenada hembra, buscando a su macho

-. Desátale los pies y párala.

Temblando como una hoja, me obedeció sin atinar a desatar los nudos, preocupado por vigilar la boca del cañón que lo apuntaba. Finalmente, la paró al lado de la cama ante el desconcierto de su amante.

-. Castígala por mí, y ojo como lo haces, te va la vida en ello.

Como no reaccionaba, amartillé la pistola y su atontado cerebro empezó a comprender el juego. Se volvió hacia ella con una cara de malsano placer y le pegó un bofetón de revés que le partió el labio, me rompió el corazón y la arrojó al piso.

-. Patéala.

Sin dudar le aplicó un puntapié en las costillas que me dolió en el alma, pero que era necesario. Cuando estaba por repetir enajenado, lo paré.

-. ¡BASTA! Ven aquí y arrodíllate.

No sé qué habrá entendido, pero con una mirada morbosa se arrodilló frente a mí e intentó soltarme el cinturón.

Asqueado, retrocedí un paso, apunté nuevamente a su cabeza, me despedí de mi pasado y curvé el dedo lentamente sobre el gatillo.

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ABANDONO

Parado en la puerta como un tarado, me quedé esperando su reacción o algún llamado que nunca se produjo. Una hora después entraba a casa con un cabreo que acojonaba. Me la habían vuelto a jugar.

Ale apareció por casa a la madrugada, ligeramente bebida y sin dar signos de arrepentimiento. Alcancé a ver a Rafa por la vidriera del salón, la había alcanzado hasta mi casa y se llevaba su camioneta haciéndome la peineta por la ventanilla.

La bronca fue monumental, nadie me quitaba de la cabeza que estos dos se habían seguido viendo, quizás follando y habían preparado la encerrona para burlarse de mí otra vez.

Como insólita respuesta, ella me acusaba de ser amante de Silvia a sus espaldas, se lo negué una y mil veces, pero cuando me mostró la foto y me preguntó si había hecho lo mismo con su madre, me quedé helado.

Al verme sin respuestas como confirmando sus sospechas, Ale se fue de casa con sus valijas y no volvió en un par de semanas.

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DESCONFIANZA

Conocí a Rafa, apenas entré a la escuela secundaria. Dos años mayor que yo, pícaro pero buen mozo, malote pero divertido, repetidor pero popular, me atrajo inmediatamente. Linda y voluptuosa desde pequeña, mi afán de ser reconocida me arrojó a sus brazos y unos años más tarde, en el interior de su lujoso auto, me hizo mujer, en un anochecer apasionado que aún recuerdo con cariño.

Ver como doblegaba a un chaval de mi curso y lo obligaba a hacer las tareas por él, me enorgullecía haciéndome sentir que estaba junto a un hombre de verdad. Cuando un gordo dos años menor que él, lo sentó de culo de un cachetazo, comprendí que era un héroe de papel y lo dejé para unirme a los triunfadores.

Me divertía ruborizando al gordo y el flaco como los llamaban y conseguía que me hicieran todos los trabajos solo con la promesa de un beso. Poco a poco los empecé a admirar por su amistad y los sentí cercanos. Sus historias de vida eran conmovedoras y eran compañeros sin dobleces que obligué a respetar, hasta a mi prejuiciosa madre.

Joaco con su eterna melancolía por la ausencia de su madre, me empezó a ganar el corazón y el verano que sin saber, que entre mi primo y yo hacía rato que jugábamos al gato y el ratón, se la jugó para defenderme del abusón sin importarle su tamaño, me encandiló. Mi pequeño David había dejado al gigante a la altura de un ratón.

No conforme con eso, saber que mis amigas se me habían adelantado en el morboso juego con mi primo me indignó. Mi soberbia, mi obsesión de ser siempre la primera y estar con el mejor, volvió a tomar el control y buscando un escarmiento, ventilé todo con mi padre. Si bien logré dejarlas fuera de la tormenta, nuestra amistad se resintió.

Comenzado el nuevo curso, me fui acercando a Joaquín y logrando que vaya dejando de lado sus prejuicios. Extrañamente a mi madre ya no le molestaba que hable con él y cuando llegaron los finales, vi llegado el momento de la movida final. Volví a pedirle su ayuda y cuando todo marchaba de maravillas, un estúpido error nos volvió a alejar.

Rafa reapareció en mi vida en la facultad, había sido asaltado en la calle y la experiencia traumática que vivió, lo volcó a las drogas de las que estaba tratando de alejarse. Su hermana Silvia, a la que conocía de nuestro noviazgo anterior, me pidió que lo ayude, les había costado mucho trabajo que no abandone los estudios y ahora después de una recuperación milagrosa, exámenes libres mediante, estaba recuperando el tiempo en forma acelerada.

Me sentía en deuda con él por la forma en que cortamos y accedí. Sabiendo la enemistad que le profesaba Joaquín, se lo oculté y el día que lo descubrió, casi lo pierdo para siempre.

Gracias a Seba nos reencontramos y pasé los dos años más felices de mi corta vida. Solo una sombra rondaba mi cabeza. Silvia y su excesiva necesidad de saber de él, más que de su propio hermano.

Cuando me contó la historia de como mi novio la ayudó a desenmascarar al suyo y su doble vida, creí entender el por qué, pero algo no me cerraba, sus palabras desprendían algo más que sentimientos de amistad, hablaba como una mujer enamorada, hasta suspiraba recordando esos días.

A pesar de insistirle a Joaquín para que me hable sobre el tema, siempre negó haber tenido algo con ella y se molestaba sobremanera si se lo insinuaba. Para mi gusto ponía demasiado énfasis en salvaguardar a la dama.

Tampoco me cerraba el odio que se profesaban Joaquín y mi ex, solo por viejas historias de la secundaria, ahí había algo que se me escaba. Buscando indagar en el porqué de ese enfrentamiento, decidí aprovechar que Rafa había cambiado, convirtiéndose en un estudiante modelo que examen por examen se iba poniendo al día y me seguí viendo con él como compañera de universidad sin que Joaco lo supiera. No iba a pedir permiso para tener un amigo,

El día de la celebración de nuestra graduación, le pregunté a Rafa entre copas por esa curiosa relación entre Joaco y su hermana.

-. No tiene nada de raro, fueron amantes durante mucho tiempo y donde hubo fuego...

Sabiendo de sus enfrentamientos, me permití dudar de su afirmación, pero cuando me mostró la foto de ellos dos desnudos en la cama, quedé shockeada. Rafa, viendo mi azoramiento, agregó...

-. Joaquín no es el santo que tú piensas. Si no me crees pregúntale a tu madre.

-. ¿Y cómo puedes tú, saber algo de mi madre?

-. ¿Has olvidado que tenemos el mismo jardinero?

Alterada, al día siguiente fui a ver a mi madre y la encaré furiosa.

-. ¿Qué es lo que me oculta Joaquín de tí? ¿Qué sucedió entre ustedes dos?

Mi madre quedó congelada completamente ruborizada y solo atinó a preguntarme como lo sabía. Sin contestarle, me marché furiosa a verlo a Rafa dispuesta a escarmentar a mi novio, se me habían vuelto a adelantar y no lo podía tolerar.

Pasé el día con él y le conté todo, mis charlas con Silvia, las negaciones de Joaquín, mis dudas y el azoramiento de mi madre. Me escuchó como un buen amigo y con su ayuda, elaboramos el plan del escarmiento meticulosamente, hasta que ropa iba a usar, sabía que cosas molestaban a Joaquín y pensaba utilizarlas, ya habría tiempo de aclarar todo después, ya sea que descubra la encerrona como que no, Joaquín tenía mucho que explicar.

A pesar de que en el último momento estuve por echarme atrás, seguí adelante con nuestro plan, la actuación de Rafa en la puerta fue soberbia y la colaboración del sobornado segurata avalando la mentira, impecable, poco podía saber Joaquín de las normas en los clubes de élites ajenas a su mundo. Después de la merecida humillación al mentiroso, me dediqué a disfrutar de la fiesta saboreando mi venganza.

Al llegar a casa me estaba esperando enfurecido, el caradura me trató de infiel, y poco más que me insinuó que era una puta. Lo acusé de haber tenido a Silvia como amante y me lo negó descaradamente, pero cuando le mostré la foto y le dije que sabía su historia con mi madre, se quedó helado. En ese momento supe que tenía que irme de su lado.

Preparé las maletas, llamé a Rafa, le conté de la discusión confirmándole que me iba para la costa y me marché. Llamé a mis amigas, les pedí ayuda, que me ofrecieron sin dudar, las pasé a buscar con la camioneta y encaré la ruta mientras les confesaba mi fracaso.

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EL AVISO

Como siempre después del cabreo viene el arrepentimiento, intenté hablar con ella cuando volvió de la costa, pero no hubo forma de saber dónde había estado ni con quién. Lo que siguió fue una agonía, se convirtió en una extraña. Casi no hablaba conmigo y desaparecía por horas sin dar ninguna explicación. No volvimos a tener sexo, su aspecto desmejoraba a pasos agigantados y nuestras conversaciones se reducían a gruñidos.

Desesperado, llamé a Silvia para preguntarle si sabía que le estaba pasando y ese fue un error...

O no...

Dos días después me llamó Rafa.

Ja ja ja ¿Así que quieres saber en qué anda tu mujercita, pagafantas? Nunca entendiste cuál es tu lugar, ni que debes evitar bucear más profundo de lo que te da el tanque...pero te voy a ayudar...Mañana trata de volver a tu casa a las diez de la mañana y entenderás.

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GRABADOS EN EL ALMA

Cuando mi vida pegaba el definitivo salto mortal, una áspera y delicada mano se adhirió con firmeza sobre la mía y cual ángel salvador, su pulgar se posó sobre el brioso martillo acompañándolo suavemente en su viaje fatal hacia el percutor, mientras tanto la otra, en un fuerte abrazo me envolvió el torso, cobijándome sobre ancestrales latidos, recuerdos de una época de luz.

Llorando compulsivamente me abandoné en sus brazos, mientras el obnubilado amante aprovechaba la situación y encaramado sobre el umbral de la ventana buscando la forma de escapar, no vio llegar la enorme masa acelerada aproximándose a su grupa y pegarle un topetazo tal, que lo mandó nueve metros para abajo, volando directo a estrellarse de cabeza en la fosa abierta de la cisterna, para quebrarse el cuello.

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El AMOR DE UN MADRE

El día de la entrevista me senté escéptica frente a él, que insípido como de costumbre, me comunicó en un tono neutro e impersonal, que había conseguido cambiar la carátula de mi caso de homicidio agravado, a exceso en legítima defensa, dando mi sentencia por cumplida con efecto inmediato.

Me quedé mirándolo atontada en busca de algún signo de burla en su rostro y lo único que conseguí, fue que junte sus papeles y se despida, sin dejarme siquiera que atine a decirle gracias.

Mi mundo volvió a cambiar y de repente quedé suspendida en la incertidumbre. Cuando al día siguiente me liberaron entre lágrimas y abrazos de mis queridas compañeras, no tenía ni idea de qué hacer ni hacia donde rumbear.

Salí aterrada, forzando mis piernas a empujar mi cuerpo hacia la calle, temblando como una hoja hasta que lo vi y todas mis barreras, levantadas laboriosamente durante cinco largos años para no perder la razón, se derrumbaron en segundos.

Corrí a los brazos de Carlos llorando desesperada pidiéndole perdón. Perdón por la ausencia, perdón por el rechazo y lo peor de todo, perdón por no tener fe en su amor.

Me abrazó con cariño, tomó mi macuto y me llevó a su casa, donde ya había trasladado toda la ropa que había rescatado de la mía, antes de que echaran a mi hijo y se quedaran con todo lo demás. Me anotó en un gimnasio próximo para que no perdiera la forma y me recomendó que viera a una psicóloga amiga suya, para equilibrar mis emociones y reencontrarme con mi hijo.

Bastó que nombrara a mi hijo para que me volviera a derrumbar aterrada, una vez en libertad, mi necesidad de verlo se contrarrestaba con el temor a su rechazo.

Inicialmente, Carlos me instaló en el dormitorio de visitas sin exigirme nada más, una semana más tarde, a mitad de la noche, entré en su dormitorio y me acurruqué en sus brazos. Jamás quiso saber de mi vida íntima en prisión y dos meses después, volvimos a intimar.

Fui recorriendo el largo camino de la recuperación y una tarde al volver del gimnasio, me encontré a Sebastián esperándome en la sala de estar de la casa de Carlos. Al verme, se levantó cariñoso, me abrazó efusivo felicitándome por mi libertad y durante un par de semanas, me fue poniendo al tanto de su vida y la de Joaquín.

Todo marchaba bien hasta que llegó el desastre. Una mañana, tres meses más tarde, cuando ya me sentía en condiciones y estaba ansiosa por reencontrarme con mi hijo, se presentó Seba desesperado solicitando mi ayuda. Estaba convencido que Joaquín había descubierto alguna infidelidad de su pareja y estaba por cometer una locura.

Mis dudas y prejuicios desaparecieron como por encanto, sin dudarlo un segundo, vestida solo con la ropa de gimnasia con la que me estaba preparando para ir a entrenar, partimos raudos hacia su casa.

El panorama que encontramos cuando llegamos a su habitación no podía ser peor, una hermosa muchacha, desnuda y maniatada, se encontraba tirada en el piso retorciéndose de dolor, aparentemente drogada y muy golpeada, mientras Joaquín, estaba por disparar en la cabeza de su desnudo agresor, arrodillado frente a él. Todo estaba siendo grabado en una cámara montada sobre un trípode a los pies de la cama.

Salté sobre mi hijo desmartillando el arma y lo abracé contra mi cuerpo, como si fuera el niño que nunca debí abandonar. El amante aterrado, intentó escapar desnudo por la ventana, sin contar con la furia y la lealtad de Seba, que lo mandó de viaje al otro mundo sin boleto de retorno.

Cuando Joaquín se serenó, le di el arma a Seba, le indiqué que desmonte la cámara y le pedí que lo acompañe al taller como si nunca hubiera estado allí, llamé a la policía denunciando una violación con aparente suicidio y me hice cargo de la chica.

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LA CAIDA

Desperté aturdida, sin saber lo que pasaba. Dolorida, rodeada de policías y abrazada a una hermosa y ruda mujer vestida con ropa deportiva que me acunaba en sus fuertes brazos. La oficial a cargo me explicó que me habían drogado y molido a golpes para violarme.

Que el agresor era mi primo Jorge y que al verse descubierto por la mujer que me tenía en sus brazos, intentó huir por la ventana perdiendo pie y falleciendo en el intento. Ya se habían comunicado con mi padre, que les confirmó que lamentablemente, ya había antecedentes de que quisiera hacer algo así.

La médico forense, viendo la fiereza de los golpes recibidos, estaba segura que de no mediar la oportuna aparición de la madre de mi pareja, no hubiera salido viva.

¿Mi pareja?... ¿La madre de Joaquín?... ¿Joaquín?

Mientras los sedantes me alejaban de la realidad, empecé a recordar

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Llegamos a la costa esa misma noche y para aliviar mis penas, mis amigas me llevaron de fiesta. Vestidas para matar, fuimos a cenar a un restaurante exclusivo donde levantamos pasiones entre la concurrencia masculina y odio en la femenina.

Matándonos de risa por el éxito de nuestra apariencia, seguimos la noche bailando en un antro de moda, donde nos encontramos con mi primo Jorge y sus amigos. Olvidadas viejas ofensas, pasamos una velada súper divertida, que aceptamos terminar arriba de su yate rumbo al mar.

Bebidas a doquier, morbo, descontrol y alguna pastilla estimulante de por medio como en los viejos tiempos, amanecí desnuda con el sexo adolorido, en medio de un amasijo de cuerpos en mi misma condición. Bajé preocupada y tambaleante a buscar un baño para lavarme y pude observar a mi primo follando en su camarote a una de mis amigas casi inconsciente, mientras uno de sus amigos la sodomizaba.

Con el estómago revuelto por la impresionante escena, me metí en el baño a vomitar y terminé de darme cuenta que mi culo también había sido profanado. Asqueada, me metí bajo el agua y refregué mi piel hasta hacerme daño. Cuando me cansé, me derrumbé y me puse a llorar avergonzada en el piso de la ducha. Buscando una estúpida venganza, acababa de perder mi dignidad.

Buscando una calma que no sentía, esperé espiando por la puerta entreabierta que mi primo quedara solo, entré furiosa a su camarote y lo encaré.

-. Que me has hecho, hijo de puta. ¿Nos has drogado? Cuando se lo cuente a mi padre te mata.

-. Ja ja ja cálmate princesita, antes de hablar mira esto.

Encendió la gran pantalla y mi vida se fue a la mierda. Las imágenes me mostraban bailando desaforada, tomando como una sedienta y morreándome con todo el que se me acercaba. Cuando me vi esnifando coca a las carcajadas creí morir, pero eso fue nada comparado con las escenas de sexo con uno o varios de sus amigos.

Muy inteligentemente en ninguna escena aparecía él como para que pudieran imputarle algún delito, todo se veía como una gran fiesta descontrolada, pero sin abuso de ningún tipo.

-. A mí no me engañas, algo me has dado, yo no soy así.

-. Querida, no te engañes, te viene de familia, eres tan puta como tu madre, o más.

-. ¿Qué piensas hacer con esto? Dame los videos.

-. No es tan fácil, todavía recuerdo la encerrona de tu noviecito. Nunca le contaste lo cerca que estuviste de follar conmigo esa noche. Esa me la debes.

-. ¿Qué quieres decir? ¿Qué piensas hacer?

-. Es muy fácil, siempre te tuve ganas, fue muy duro aguantarme esta noche y no tocarte, pasa estas semanas conmigo como si fuéramos pareja y los videos son tuyos.

-. ¿Y eso que implica?

-. Por lo pronto traba la puerta y desnúdate.

La opción era simple, ceder a su burdo chantaje o volver con el mentiroso de mi novio. Por qué no aprovechar y saldar las cuentas pendientes con Jorge de una vez, después de todo siempre le tuve ganas.

Ese fue el principio del fin, follábamos a todas horas, fuimos a clubes de intercambio, participamos en trios, orgias, fiestas en el yate donde nunca faltaban el alcohol y las drogas, -que al principio consumía para pasar el mal trago-, pero poco a poco me empezaron a gustar y más tarde a necesitar.

Vivía en un estado de exaltación de los sentidos que no hubiera creído que pudiera existir y mis tres amigas igual, sin culpas ni remordimientos. Unas semanas de vivencias sin límites que me quitaron la fuerza para encarar el retorno y afrontar la normalidad.

Al volver ya nada fue igual, mi vida me resultaba insulsa sin la adrenalina que me daba Jorge, soportar la aburrida vida junto a Joaquín se me hacía tan tedioso que no tardé en invitar a mi primo a continuar la fiesta en algún hotel en los horarios que mi novio trabajaba.

La droga me obnubilaba tanto, que hasta creí ver a Rafa en algunas de nuestras orgías, en las que nunca faltaba una o más de mis amigas o alguno de los suyos. El día del desastre Jorge estaba eufórico, creí entenderle que el día tan esperado había llegado. Que por fin el imbécil iba a saber la verdad y pagar por su insolencia.

Insistió en que la fiesta debía ser en la casa del cornudo y se drogó como nunca. Tuvimos una sesión de sexo tan violento que me llevó a las nubes, hasta que todo explotó y en un sinsentido me empezó a golpear hasta dejarme desmayada.

Abrí los ojos en los brazos de una mujer que me mimaba como si fuera su hija, rodeada de médicos y policías que hablaban de violación y muerte. Asustada decidí callar, y no volví a hablar hasta saber la verdad.

Una dura verdad, que aún me cuesta aceptar.

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