Laura y su Sobrino (2)

Yo tenía terror de que alguien nos descubriera, pero mi sobrino despreocupado, me miraba en forma lasciva y se acariciaba el bulto cada vez que podía delante de mí.

MI EXQUISITO SOBRINO 2da Parte

Pasaron dos o tres días de tranquilidad. Yo tenía terror de que alguien descubriera algo pero mi sobrino, despreocupado, seguía con el juego. Me miraba en forma lasciva y se acariciaba el bulto cada vez que podía delante de mí. El quería más y por supuesto que yo también, pero no encontraba la ocasión.

La suerte estuvo entonces de nuestro lado. Con mi marido tenemos una pequeña casa en un pueblito junto al mar, a tres horas de viaje. Un vecino nos llamó por teléfono para avisarnos que había ocurrido una tormenta muy fuerte que había provocado algunos destrozos en la casa, que debíamos ir a arreglar ese asunto.

Mi marido no podía ir por su trabajo, mi hija tampoco porque estaba preparando un examen. De manera que me ofrecí a viajar yo, y por supuesto Rodrigo también se entusiasmó con la idea. Salimos al otro día bien temprano a la mañana en mi automóvil. Yo conducía; llevaba un vestidito corto, de verano, con un escote profundo, y Rodrigo se había puesto un pantaloncito corto y una camiseta sin mangas de jugador de básquet.

Dejamos atrás nuestra ciudad y apenas estuvimos en la carretera, Rodrigo me pidió que lo dejara conducir el automóvil. Estuve de acuerdo. Me detuve a un costado y sin salir del vehículo me pasé al asiento del acompañante, de manera que quedé sentada sobre mi sobrino. Mi trasero quedó pegado a su bulto. Nos miramos con complicidad, yo me moví con sensualidad para excitarlo un poco; luego él tomó mi lugar en el sitio del conductor.

Rodrigo manejaba pero no dejaba de echarle miradas a mis piernas. El vestido era corto, además se me había subido y por mi posición en el asiento se me veían un poco las bragas. "Quítatelas", me pidió él.

Con un rápido movimiento me quité las bragas, giré un poco y me senté apoyada contra la puerta, de frente a mi sobrino. Separé mis piernas y con los dedos me abrí la concha como a él le gusta.

-Oh tía, ese agujero que tienes... no sabes qué loco me vuelve...

Volví a la posición original, mirando hacia el frente, estiré uno de mis brazos y empecé a acariciarle la verga. La otra mano la metí en mi vagina. Al rato estábamos tan calientes que me incliné sobre su entrepierna, le bajé el pantaloncito y empecé a mamársela.

Mientras Rodrigo conducía por la carretera a toda velocidad, durante varios kilómetros, yo fui con su verga en la boca chupándosela. Me encantaba hacerlo, tenía una firmeza, un sabor, increíbles. Pasaron muchos otros automóviles, creo que algunos me vieron en esa posición. Cuando me di cuenta de que mi sobrino estaba por venirse me detuve, la expulsé tiernamente de mi boca y volví a sentarme.

-Espera a que lleguemos -le dije.

Por fin arribamos al pueblo y a nuestra casa de verano. Los destrozos no eran tan importantes como nos habían dicho, la reparación podía esperar. Frente a la puerta de la casa me temblaban las manos con las llaves hasta que finalmente pude abrir.

Nada más entrar nos abrazamos como dos lianas y nos besamos. Rodrigo metió su lengua en mi boca, me alzó en andas como si fuésemos recién casados, me llevó hasta el dormitorio y me tiró en la cama boca arriba. Sólo se quitó el pantaloncito, subió mi falda, abrió mis piernas y me la clavó de un golpe con ese salvajismo que tanto disfrutábamos.

Lancé un grito de placer. Era la primera vez que lo hacíamos en una cama y resultó fabuloso. Rodrigo bombeaba mientras me mordía las tetas por sobre el vestido.

Luego se puso de rodillas sin sacarmela, subió mi pierna derecha hasta apoyársela en su hombro y la derecha la mantuve sobre la cama. Así la concha me quedaba más abierta, como a él le gustaba. Se escuchaba el ruido de su penetración en mis jugos.

Creí que se vendría rápidamente, pero a cambio de eso la sacó, me dio vuelta con suavidad y quedé completamente boca abajo. Se puso sobre mí, aplastándome con el peso de su cuerpo, y con una mano me abrió las nalgas. Con la otra guió su verga hasta apoyar la cabeza en el agujero de mi ano.

-Despacio amor -le rogué- despacio hasta que me acostumbre.

No me hizo caso. Empujó con fuerza y grité de dolor cuando me abrió el anillo del ano. Sentí cada centímetro de su carne abriéndose paso, avanzando sobre los pliegues de mi esfínter, mientras yo mordía las sábanas y clavaba mis uñas en ellas.

Cuando entró hasta el fondo se quedó quieto un momento y me dijo al oído:

-Tienes un culo tremendo tía, desde que te lo vi soñaba con el momento de rompértelo.

Empezó a moverse, lentamente al principio, más rápido después. Al cabo de un rato el dolor desapareció y empecé a gozar de sus empujones. Me hizo alzar el culo en pompa, con la espalda quebrada y la cabeza sobre las sábanas. Él flexionó sus piernas y caía con fuerza sobre mí, manteniendo mis nalgas separadas todo lo que podía con sus manos.

-Quiero abrirte el culo como tienes de abierta la concha -me dijo entre jadeos.

Mientras yo me acariciaba el clítoris y gozaba más y más, mi sobrino estuvo largo rato dándome por atrás hasta que lo logró. Podía metérmela hasta el fondo, sacarla por completo y volvérmela a meter sin ningún esfuerzo. La tenía cada vez más dura.

-Así, asíííí -se entusiasmó- ahhh tía, si pudieras verte... tienes el agujero del culo completamente abierto, métete los dedos, siéntelo.

Me toqué y quedé impresionada por estar tan dilatada. Tres dedos me entraron sin esfuerzo.

-Me matas Rodrigo, me haces gozar como nadie -susurré.

Con un alarido de placer, mi sobrino me echó gruesos chorros de esperma en las nalgas y la espalda y cayó a mi lado.

Dormimos un rato para recuperar fuerzas. Nos despertó el ruido de la lluvia contra las ventanas. Llamé a mi marido, le mentí que la situación era más grave de lo que pensaba, que debía hacer muchas reparaciones y que regresaríamos recién al otro día.

Rodrigo me propuso salir a caminar un poco bajo la lluvia. Las calles estaban desiertas, íbamos de la mano como dos enamorados. Mi vestido completamente mojado se transparentaba y se veía claramente que no llevaba nada debajo. Se me marcaban la redondez de las tetas, los pezones duros y oscuros y el escaso vello de mi entrepierna. Me sentía una niña otra vez.

Mi sobrino me apoyó contra la pared de una casa y nos besamos larga y profundamente. Apoyó su verga contra mi entrepierna, era increíble pero la tenía dura otra vez. La sacó allí, en plena calle, subió un poco mi falda y me la clavó.

-Aquí no mi amor, pueden vernos -le dije.

Pero él no se detuvo y me cogió de pie en plena calle, apoyada contra esa pared. Pasaron algunos automovilistas que se sorprendieron con la escena. Las piernas me temblaban, Rodrigo sacó una de mis tetas afuera y me mordió con fuerza el pezón hasta hacerme doler, sin dejar de mover sus caderas bombeándome verga. Ese chico me tenía todo el día mojada y con la concha estirada, deseando más y más de su carne dura.

-Basta -le impuse, luchando contra mi calentura- Vamos a la casa, rápido.

Corrimos bajo la lluvia y regresamos a la casa. Antes de seguir con el sexo tomé un baño, y luego Rodrigo hizo lo mismo. Mientras él estaba en la bañera me peiné, me puse otro vestido y lo esperé. Pero en eso tuve incontenibles deseos de ir a orinar. Y la casa tiene un solo baño. Entré, Rodrigo seguía en la tina.

-No aguanto, tengo necesidad de orinar -le expliqué.

Rodrigo me miró lascivamente y me dijo:

-Méate sobre mi verga.

Vacilé un poco, pero él me estiró la mano invitándome. Me quité el vestido, entré a la bañera, de pie frente a él, y cerré los ojos para concentrarme. Al fin el chorro me salió. Las primeras gotas cayeron sobre la verga de mi sobrino y empezó a masturbarse, pero después le mojé también el pecho. Entonces él se incorporó un poco y mi meada le cayó en pleno rostro. Cuando terminé me chupó la concha y se tomó las últimas gotas.

-Ahora es mi turno -dijo.

Se puso de pie, yo me acosté en la bañera y abrí mi vagina. Nunca había hecho algo así y no estaba segura de si me gustaría. Le salió un poderoso chorro de meada que fue directo a mi clítoris, luego lo dirigió a mi vientre, a mis tetas y a mi rostro. Yo no podía creer cuánto me calentaba aquello.

-Trágate mi meada tía.

Claro que sí, quería tragarme todo lo suyo. Abrí la boca al máximo, todo lo que pude y Rodrigo de pie frente a mí dirigió su chorro directo a mi garganta. No hacía tiempo a expulsarlo todo y tragué bastante mientras me masturbaba con mis dedos.

-Tía eres fabulosa, la mujer más increíble -suspiró mi sobrino cuando terminó.

Se inclinó sobre mí, tomó mi cabeza y me metió la verga en la boca. Movió sus caderas salvajemente, culeandome otra vez en forma oral. Yo quería eso y más, deseaba todo lo suyo.

Me puso de pie, dándole la espalda. Apoyé mis manos contra las paredes del baño, inclinada en ángulo recto hacia delante. Rodrigo me la metió en la concha y en el culo alternativamente, en el agujero que dejaba libre de su verga metía sus dedos. Era increíble, su erección no terminaba nunca y mis orgasmos tampoco. Finalmente me puse de rodillas ante él para mamársela, y recibí con infinito placer la descarga de su leche cremosa en la boca.

Esa larga noche me culeo varias veces más con los dedos y con la lengua mientras reponía fuerzas. El amanecer lo sorprendió encima de mí, otra vez con una erección, metiéndomela suavemente y comiéndose mis tetas hasta vaciarse en mi concha. A la mañana reparamos rápidamente todo lo que la tormenta había dañado y regresamos. Al tiempo sus padres volvieron de viaje, compraron otra casa en las cercanías y Rodrigo se fue con ellos. Ahora él tiene novia, pero igualmente de vez en cuando nos reencontramos para revivir esos días hermosos que pasamos juntos. Espero que les haya gustado mi historia.

Jacqueline - Chile