LAURA Y SU AMA CAPÍTULO 10 (final)

Mientras que las perras se desempeñaban sin descanso para no fallar al servicio de su majestad, el ama checaba por otra parte el éxito de su otro negocio, el de renta de meseras, se conectó a su página de Facebook y descubrió una gran lista de incontables reservaciones para la renta de meseras, afo

Mientras que las perras  se desempeñaban sin descanso para no fallar al servicio de su majestad, el ama checaba por otra parte el éxito de su otro negocio, el de renta de meseras, se conectó a su página de Facebook y descubrió una gran lista de incontables reservaciones para la renta de meseras, afortunadamente las reservaciones no eran diarias, o su reputación de dar un servicio de excelencia se vería afectado; para buena suerte del ama había descubierto el mercado de esclavos, y en dado caso de necesitar más perras para rentar como meseras, solo bastaría ir a las subastas para así solucionar el inconveniente del momento.

Faltando pocos minutos para dar las seis de la tarde, Laura la esclava se reportó ante su majestad para comunicarle que se dirigiría a recoger a las nuevas esclavas de sus labores, después de dar el aviso a su majestad, y antes de retirarse para recoger a las perras, Laura besó los pies de su ama para presentarle su respeto. Hecho esto, partió hacía el almacén. Ya habiendo llegado faltaban aproximadamente 10 minutos para el silbatazo que marcaba la hora de salida.

Las perras al ver a Laura se sintieron aliviadas, ya que aunque su día había sido muy provechoso, estaban hambrientas, y sabían que faltaba poco para saciar su voraz apetito. Al sonar el silbatazo que marcaba el fin de la jornada, las perras pudieron dejar lo que hacían y se encaminaron hacia Laura para besarle la mano agradeciéndole su puntualidad y no retrasar sus 15 minutos de comida.

Al llegar de regreso a la mansión de su majestad, las esclavas no tardaron en saludar a su ama besándole los pies  para así poderse dirigir a buscar sus platos y que su ama les sirviera su ya bien recibido pedigree y después su agua mediante el ya acostumbrado ritual.

Su majestad decidió que ese día no serían croquetas lo que les serviría, sino que  les daría pedigree en latas. A las estúpidas no les importaba que dispondría su majestad que ellas comieran ese día  con tal de tener que comer, el ama les ordenó ir por sus cuencos para darles su ración, las esclavas más se tardaron en ir por sus cuencos y hacer toda la ceremonia para comer que lo que tardaron para terminar su cena.

Pasados sus 15 minutos de cena se arrodillaron a los pies de su majestad y preguntaron si había algo en lo que pudieran servirle antes de meterse a sus jaulas, su majestad dispuso que mientras terminaba de ver su noticiero, las esclavas le abanicaran y le sobaran los pies. Terminado el noticiero, el ama se retiró a dormir y las perras pudieron meterse a sus jaulas para disipar su cansancio.

Pasados unos años ya, las perras tuvieron descendencia y por consecuencia debían sus hijas servir a su ama, ellas continuaron el legado de sus madres unas de choferes, otras de cargadoras, otras acomodando en el almacén las mercancías para poder realizar las entregas, el negocio que años atrás su majestad comenzó, se había convertido en un imperio tanto en el ramo de las ventas a domicilio y en la tienda, así como también la renta de meseras en fiestas privadas.

Su majestad con el paso del tiempo tuvo  también descendencia y como ya su majestad era una mujer de edad avanzada, dejó al pie de sus negocios a su única hija, dando así pie a continuar el legado pero bajo una nueva generación de esclavas. Las perras entregaron digna y felizmente sus vidas y  orgullosas de haber servido a una dama tan distinguida como lo fue su majestad, y que les supo dar sentido a su existencia. Ya era tiempo de que la nueva generación siguiera los pasos de sus respectivas familias, ya fuera la hija de su majestad o las hijas de las perras.