Laura, sola en el espejo (hermanas enamoradas 1.5)

Continuación muy cortita de mi primer relato, a la espera de decidir si seguiré como es debido con las dos chicas y su romance incestuoso.

Aquél día Lucía y yo cumplíamos 6 meses de relación. 6 meses maravillosos completamente enamorada de mi hermana, más feliz que nunca y con la certeza absoluta de que así es como siempre debimos compartir nuestras vidas. Incluso nos habíamos ido a vivir juntas de nuevo. 6 meses ininterrumpidos del mejor sexo de mi vida, también. Esa noche tan especial no iba a ser una excepción.

Me había comprado un par de modelitos para volverla loca, buscando algo entre ropa interior sexy y ligero aspecto de dominatrix. Un esfuerzo innecesario, quizá, porque como más arrebatadora estaba era... sin nada. Tras probarme las prendas aprovechando que Luci no estaba, llevaba ya un rato contemplándome desnuda en el espejo de cuerpo entero de nuestra habitación, posando, y es que era innegable que era una auténtica diosa. No me avergonzaba admitir que yo misma era la mujer más hermosa y atractiva que había visto nunca. Tan alta y esbelta, las tetas enormes, turgentes y preciosas, la alborotada melena pelirroja que me llegaba casi hasta este culazo monumental que pedía a gritos azotes y mordiscos, ese delicioso chochito también pelirrojo...

"Vaya polvazo tienes, joder", me dije en voz alta. Empecé a acariciarme las tetas y a pellizcarme un poco los pezones dando buen uso a los piercings que Lucía me pidió que me hiciera al poco de iniciar nuestro noviazgo. Me dejé llevar, empecé a soltar gemiditos, y sin querer puse mi mejor cara de putón, con una mirada que me desató por completo. Me subí las tetas hasta poder chuparme los pezones, y continué mamando y mordisqueando mientras seguía follándome con los ojos.

"Mmm.... me encanta comerte las tetazas como una buena zorrita, Laura". Me estaba poniendo a cien a mí misma, como tantas otras veces. En fin, para qué luchar contra ello. Coloqué el móvil en un buen sitio y lo puse a grabar, por qué no. Para Luci. Le iba a ofrecer todo un espectáculo.

Cogí el lubricante, me tumbé en la cama, frente al espejo, boca abajo y con el culo en pompa, un poco ladeada para poder mirar hacia atrás y seguir viéndome reflejada. Me separé bien las nalgas para ver mi ano rosita, ya muy bien entrenado. Iba a empezar por aquí, como de costumbre. El anal era mi punto débil desde siempre. "¿Quieres que te joda el culo, Laurita? ¿Te gusta que te sodomicen como a una puta?". Me avergonzaba un poco hablar sola así, pero me ponía como una moto, y sabía que a Lucía también.

Tras llenarme el culo y la mano de gel, fui metiendo un dedito tras otro, poco a poco. Creo que estaba particularmente cachonda, gimiendo más de lo habitual. "Aaah... mmm... qué culo, por favor... ojalá pudiera meter la lengua... aaaah, aaahh...". El morbo se apoderó de mí, quería más. "Uff, así... vamos puta, atrévete. Hasta el final. Rómpete el culo, lo estás deseando... Aaaah, así...". Llegué a tener el puño metido casi entero, y empecé a bombear frenéticamente, mientras veía en el espejo cómo me hacía temblar las nalgas.

Chillaba y gemía sin contemplaciones. "¡Así, así! ¡Destrózate ese culazo! ¡Ay, joder!". El orgasmo iba a llegar antes de lo previsto, estaba ya a punto. "Joder, ¡joder! ¡Hostia puta! ¡Que me voy ya! AAH... ¡¡AAAAAAH, JODEEEEEERRR!!". Puse los ojos en blanco, lloriqueaba, y disfruté de un placer anal como nunca en mi vida.

Me saqué la mano y me puse boca arriba para lamérmela a gusto mientras seguía gimiendo. "Mmm... joder, qué marrana eres... te gusta tu culo, ¿eh, zorrón? Mm, qué rico está...". Contemplé en el espejo, cachonda perdida, cómo me palpitaba el ojete, aún bastante abierto.

Cuando me calmé un poco, lista para continuar, vi que las sábanas estaban un poco mojadas por donde tenía el chichi. ¿Squirting? Normalmente la que se corría como una fuente era Lucía, a mí nunca me salía del todo bien, pero quizás hoy fuese el día. Introduje un dedito y efectivamente estaba mucho más encharcada de lo habitual. Inmediatame me puse a mil de nuevo.

Pocas cosas me excitaban más que mi hermana me "duchase" y beberme sus corridas, pero creo que la idea de hacérmelo a mí misma me ponía más caliente aún. Me saqué un momento el dedo para chuparlo, mirándome mientras en el espejo, claro. "Mmm... Dios mío, eres deliciosa". Sí, mi coño era el más rico que había probado junto con el de Luci, e imaginarme con la cara y la boca llenas del jugo que saliese de ahí me volvía loca.

Levanté las piernas hacia atrás tanto como pude hasta ponerlas casi detrás de mi cabeza para tener la almeja mirando hacia mí lo más posible (lo que daría por poder comérmela) y bien abierta. Me metí los dedos "a lo Spider-Man" y me puse a ello.

Al iniciar el movimiento en seguida llegó un sonido de chapoteo y un placer muy particular que no solía sentir. Sabía que lo iba a lograr, y pronto. Saqué la lengua por si acaso salpicaba ya algo, y fantaseaba con lamerme el clítoris. Semejante idea me llevó al punto de no retorno. Tenía el coño inundado y empecé a jadear y a soltar grititos.

"Vamos... así, así, Laura... aaah... córrete, por favor... así... inúndame... necesito... ah, Dios... necesito que me bañes con tu corrida caliente. ¡Vamos! Mmm". Me llevé uno de mis pezones a la boca y mantuve la teta ahí arriba hasta el final.

"Oh, oooh... mmm... ya casi, ya casi... ah, ah, ayyy... AH, JODER. ME CORRO, ME CORRO EN TU CARA DE PUTAAAAA". Por fin salió, mientras gritaba como una loca. Un chorrazo que me llegó hasta las tetas, e inmediatamente otro que me acertó en la boca y el resto de la cara. Les siguieron otros dos menos intensos que terminaron de empaparme el resto del cuerpo. Saboreé y tragué mientras me retorcía de morbo y placer. Notaba pulsaciones en mis agujeros y los muslos me temblaban sin control. Menuda follada.

Me embadurné bien todo el cuerpo, me chupé las tetas, me lamí las manos. Nunca me había sentido tan guarra. Así, disfrutando de mi propio sabor. Algo más fuerte que el de Luci, pero también un poco más dulzón, creo. Estaba extasiada y aún con ganas de más.

Pero tendría que esperar. Mi amor estaba a punto de llegar a casa. Me daba tiempo a cambiar las sábanas y vestirme, pero decidí no lavarme en absoluto. Quería que me oliese, y solo entonces le enseñaría el vídeo.

Y a ver qué se le ocurría hacerme entonces.