Laura quiere mirar, Primera Parte
Una pareja de bisexuales mantiene una relación abierta durante años, aceptando que él y ella tengan novio y novia. Un buen día el hombre descubre que su pareja quiere verle follar con su novio.
En pocas semanas, tras conocernos, nos fuimos a vivir juntos. Ocurrió todo de forma bastante rápida para asombro de nuestros conocidos y familiares. Nos queríamos y nos sentíamos a gusto el uno con el otro, así que la convivencia nos parecía algo lógico aunque siempre hubiéramos odiado las ataduras. No lo hicimos a ciegas, ni ignorando que nuestra felicidad dependería de no limitar la indepencia del otro. Ella era bisexual y yo también lo era, así que pactamos que cuando sintiéramos la necesidad de tener una relación fuera de la pareja lo afrontaríamos de forma natural y sin mentiras. Si ella no dormía aquella noche en casa no tenía que inventar ninguna historia extraña porque ya sabía que estaba follando con otra mujer. Lo mismo ocurría al contrario. Solo pusimos dos condiciones. La primera era que fuera de la pareja solo follaríamos con personas de nuestro mismo sexo y en segundo lugar que si encontrábamos fuera de la pareja no solo un compañero de juegos sino también a alguien con quien deseábamos una relación sentimental lo hablaríamos de forma civilizada. Parecía lógico. Si yo necesita a otra mujer querría decir que mi pareja no me satisfacía plenamente y si a ella le ocurría lo mismo es que yo no le aportaba lo necesario. Si además nuestros sentimientos hacia terceros eran mayores que los que sentíamos el uno por el otro habría sido el momento de romper la relación antes de que nos intoxicara.
Había una tercera regla que nunca explicitamos pero que dábamos por sobre entendida: en las relaciones con terceros la otra parte nunca estaría presente. Los bisexuales siempre tenemos fama de ser viciosos pervertidos cuyo mayor deseo es formar parte de tríos, pero la verdad es que esto no es así. Los tríos son casi siempre fantasías de heterosexuales.
Los primeros años ni Laura, mi novia, ni yo mismo buscamos nada fuera del hogar. Estábamos satisfechos y vivíamos como una pareja hetero normal y corriente. El tercer año mi novia me confesó que había conocido a una chica lesbiana de Colombia que le atraía sexualmente. Le pedí que no me pidiera permiso. No lo necesitaba. Si era correspondida podía hacer lo que quisiera hacer si con ello se sentía mejor. Y fue correspondida. Dormía algunas noches fuera de casa y empezamos a referirnos a su conquista como su "novia". Su recobrada bisexualidad hizo que Laura mejorara en la cama. Aumentaron sus ganas de follar y sobre todo de probar nuevas cosas. Fue la colombiana quien primero la sodomizó con un arnés y fue algo que no me pudo ocultar porque un día, mientras la lamía, advertí que su ano estaba más dilatado de lo normal. Tras lamer el dolorido agujerito y con ello excitarla, me confesó que su "novia" se había comprado un arnés con el que la penetraba por la boca, la vagina y el ano. Quise probar a mi vez y aunque se mostró un poco reacia al final no tuvo argumentos para oponerse. Era excitante tenerla a cuatro patas, separando las nalgas con ambas manos para dilatar el ano, verlo tenso como la piel de un tambor ante el embate preliminar de mi polla. No obstante su culo no me envolvía el miembro con la calidez y humedad de su vagina y casi estuve a punto de renunciar al nuevo placer. Curiosamente ella parecía disfrutar más que yo mismo, con seguridad porque evocaba las noches de sexo con su novia. Tanto juego anal hizo que Laura recordara que yo también era bisexual y quiso juguetear con mi culo, porque incluso entre las bisexuales corre el falso rumor de que el sexo gay o bi entre hombres se remata siempre con una buena sodomización. En cualquier caso me dejé hacer. Primero fueron besos y lamidas en mi zona más sucia, luego penetraciones con los dedos o su vibrador y finalmente un día llegó a casa con un arnés recién comprado y así cada noche en que follábamos al final me daba la vuelta para hacer conmigo lo que su novia machista no le permitía.
Tanto hizo Laura por rescatar mi bisexualidad que al final encontré en el gimnasio a un tipo con el cual intimé al igual que ella hacía con su novia colombiana. Lejos de molestarse, consecuente con nuestro pacto, se mostraba curiosa por nuestra relación al igual que yo lo hacía con su novia. Por muy esporádicas que fueran las relaciones que teníamos fuera de la pareja, no dejábamos de explotarlas durante nuestros encuentros sexuales por medio de evocaciones con las cuales nos excitábamos para afrontar el siguiente embate. Al terminar de follar nos quedábamos exhaustos, desnudos, uno al lado del otro y con las pocas fuerzas que me quedaban la masturbaba suavemente mientras le preguntaba cosas que hacía con su novia. Al principio emitía vaguedades pero entonces le hacía cerrar los ojos y relatarme con detalle aquello que la había excitado. En el momento en que llegaba a las partes más explícitas de la narración su vagina comenzaba a chorrear jugos que con mis dedos recogía para frotar un huidizo y cada vez más erecto clítoris. Al final, en pleno orgasmo, se abrazaba a mi cuello mientras su pelvis se movía con unas contorsiones donde mi dedo ya no era capaz de enhebrar su sexo. Entoces era su turno porque generosa como era no podía permitir que mi polla, durísima tras contemplar el orgasmo, no tuviera alivio. Me preguntaba si había penetrado a mi novio. Si él me lo había hecho. Si había entrado por completo. Si era ancha y larga. Si me dolía. Si había notado sus huevos golpeando mi culo mientras entraba y salía la verga. Y cuando ya no podía aguantar más, bajaba la mano hasta mi ano para acariciarlo mientras mi polla brincaba para dejar escapar una ráfagas tras otra de lefa que le alcanzaban el vientre, las tetas y hasta el rostro, disparos que ella recibía con nuevos orgasmos que casi le provocaban desmayos.
Hubo un momento en que nuestra vida sexual se construía casi en su totalidad en base a estímulos externos. Íbamos a la playa nudista y por la noche convertíamos miradas y recuerdos de otros nudistas en formas de autoestimulación, aunque no hubieran tenido en realidad ningún contenido sexual. Follábamos o nos masturbábamos mutuamente mirando películas pornográficas, pasando muchas horas a la búsquedad de vídeos que por su contenido cubriera alguna perversión de la que queríamos convertirnos en mirones y las cuales dificilmente la vida real nos habría puesto a nuestro alcance. Recuerdo su coño chorreante mirando orgías lésbicas de mujeres checas de dudosa espontaneidad y nulo realismo o a mi mismo, con el falo erecto inténsamente machacado por su mano, en una de esas pajas en que untando la mano de lubricante frotaba directamente el glande desnudo, mientras una pareja contrataba a un transexual para que se follara al marido bajo la vengativa mirada de la esposa. Excitada, mojada, Laura me preguntaba : "¿así, cariño? ¿así te gusta? ¿así te la mete? ¿así, hasta el fondo? ¿te la menea mejor que yo?".
¿Éramos felices? En la cama lo éramos, pero la vida en pareja no se hace solo con sexo y hasta eso se agota cuando eres insaciable. Recuerdo que una noche mi polla ya estaba flácida del todo pero ella seguía penetrándome con su consolador para disfrutar con las corridas que abandonaban mi polla ya sin fuerza, simplemente resbalando por mis huevos hasta que alcanzaban su lengua y su boca, donde desaparecían. Hablaba de mi novio, de su polla, de que su consolador era mejor y más grande. Solo podía responder con jadeos. Me dolían los testículos, la polla, el culo. Un dolor que era consecuencia de un insoportable placer.
- Quiero veros follar, - dijo Laura - Pero no participaré - aclaró de inmediato.
Me quedé extrañado, sin saber qué decir. Nunca nos habíamos planteado estar presentes en nuestras relaciones con terceros. Las conocíamos al dedillo pero participar en las mismas nos parecía un tabú inasumible. Es más, ambos conocíamos a los respectivos novios y novias de nuestra pareja, y ellos y ellas a su vez sabian que lo sabíamos, pero nunca nos habíamos planteado algo así. Me pregunté si estaba celosa. O si había alcanzado un punto en que ya no se calentaba lo suficiente con las palabras y las imágenes. Balbuceé que de acuerdo, aunque no indagué la razón en profundidad. Y si lo hice solo se excusó con un débil encongimiento de hombros murmurando "que estaba curiosa". Pedí ecuanimidad y que si estaba presente en mi relación homo también lo debía estar en su relación lésbi. A fin de cuentas yo también sentía curiosidad. Parpadeó sorprendida para pensárselo un rato. Al cabo de un rato me dijo que viera lo que viera no debía juzgar y eso mismo le pedí yo, por lo que nuestra curiosidad se incrementó hasta casi hasta alcanzar el morbo. La petición me hizo preguntarle qué temía que viera y ella replicó que nada en especial, aunque a lo largo de los días, supongo que para prepararme, me dijo que en la relación con su actual novia ella era la mujer y que había algo de sado por en medio. Esta confesión - y sobre todo mi ausencia de respuesta - la envalentonó para preguntarme si en mi relación homo yo era el hombre o la mujer. O hacía cosas muy pervertidas. En cierta manera, durante los días que duró la espera hasta el día de la follada, nos preguntamos como si nos hubiéramos mentido hasta entonces. Y en cierta manera lo habíamos hecho por omisión. Laura nunca me había dicho que había sido atada, azotada en su vulva o que su novia incluso había meado en su boca, como luego comprobé. Comparado con mi sexo. el suyo había alcanzado un interesante nivel de perversión.
Hablamos con nuestros respectivos novios y novias y ambos accedieron a montar un espectáculo. Imagino que dieron por supuesto que al final se iba a montar un trío o una orgía a petit comité por mucho que se les aclarara que no iba a ser así.
Para no entrar en materia directamente, la velada la iniciamos con una cena en casa. Mi novio era un tipo agradable y simpático al que también cortaba hacérselo conmigo delante de mi pareja. Un poco bastante de vino nos relajó lo suficiente para dirigirnos con cierta alegría hacia el dormitorio que hasta ese momento solo habíamos empleado Laura y yo. Una vez dentro mi pareja pidió que nos relajáramos y que hiciéramos como si no estuviera allí presente. Dicho esto, más fácil de expresar que de ser verdadero, nos miramos a los ojos y empezamos a desnudarnos. Mi novio se estiró en la cama y yo me tendí sobre él. Rodamos por la cama mientras nos besábamos con besos de lenguas enredadas. Nuestras pollas se rozaban y empezaron a hincharse. Laura permanecía en una esquina sombría de la habitación, sentada sobre una silla, en silencio. Entre nuestros jadeos escuchaba su respiración entrecortada, excitada. En un revolcón me coloqué encima de mi novio para empezar a restregar mi polla erecta sobre la suya y por el vientre. En ese momento Laura colocó la mano sobre su coño, por encima del pantalón, apretándoselo. Estaba muy cachonda, no cabía duda.
Jugamos con nuestras pollas hasta que mi novio tendió la mano y me agarró la verga con fuerza, comenzando a meneármela con fuerza. Mientras lo hacía le chupé las tetillas y luego, desprendiendo su mano, besé su torso y su vientre hasta alcanzar la punta de la polla que chupé como si fuera un manjar. Llevaba tiempo sin follar, así que no tuve que chupar demasiado para que estallara. Me avisó de la eyaculación a tiempo de apartar la cabeza y derramarse sobre su propio torso entre espasmos de placer. Para entonces Laura ya estaba desnuda. Su ropa yacía esparcida por el suelo, conservando solo su bata de seda. Y en el silencio de los jadeos de mi novio, que se iban apagando tras correrse, oía el chapoteo de su mano dentro del coño mojado y babeante. Nunca la había visto masturbarse con tanta furia, con una fuerza que ni yo me atrevería a aplicar sobre ella.
Mi polla estaba tan dura que me dolía. Noté la boca de mi novio cubriéndola hasta alcanzar las profundidades de la garganta. Entonces Laura, temerosa de que eyaculara a la misma velocidad, saltó de la silla y habló con la voz ronca, dominada por el deseo.
- ¿No le vas a penetrar? - me suplicó acercándose al borde de la cama.
Mi novio separó su cabeza, algo que lamenté por me estaba haciendo una mamada de película, para mirarme a los ojos con un gran interrogante en los ojos. Quise explicar a Laura que no siempre nos penetrábamos, entre otras cosas porque era menos agradable que una buena masturbación o una mamada. Mi novio tenía una polla de considerables dimensiones y según los días la penetración era bastante dolorosa. Para mi sorpresa, tal vez porque la situación le causaba morbo, cambió su posición para ponerse a cuatro patas, levantando el culo en un ofrecimiento pleno. El cuerpo desnudo de mi pareja quedó a la altura de su cabeza y adelantando la mano acarició su muslo por la parte interior. Laura se apartó con fuerza cubriendo la pierna con la bata.
- No - musitó rechazando la caricia, casi con timidez.
La caricia interrumpida de mi novio hacia Laura me excitó sobremanera. Le pedí que me trajera el gel lubricante y con estudiada lentitud froté el ano de mi novio desde el escroto hasta el interior del agujero del deseo. Empezó a menear el culo en una señal inequívoca de aceptación. Laura puso la mano en mi espalda y me presionó para que mi polla penetrara. Su respiración se hizo tan rápida que debía tener el corazón desbocado.
-Vamos - urgió - fóllatelo. Quiero verlo.
Le bajé un poco el culo y sujetando la polla con la mano le di dos golpecitos cariñosos en el ano con la punta que pronto iba a enterrar en el. Noté tanto el estremecimiento de mi novio como el de Laura. Su mano, que seguía urgiendo la penetración a mi espalda, temblaba.
Entré con fuerza, sin notar ninguna resistencia. Mi novio suspiró, entre el alivio y el placer,mientras Laura no pudo evitar un movimiento incontrolable de la pelvis. Se acababa de correr sin siquiera tocarse. Mirándome a los ojos enunció con la voz quebrada por el deseo :
- Se la has metido...entera.,,estoy chorreando. - y llevándome la mano hacia su coño pude ver que el agua corría piernas abajo por el mismo interior de los muslos que acababa de negar a mi novio.
Empecé a bombearlo. Mis testículos golpeaban su culo bajo la atenta mirada de Laura, que miraba como hipnotizada.
- Sácala y vuélvela a meter. Quiero verla entrar otra vez - ordenó con la misma voz de autómata.
Así lo hice. Cogiéndome la polla la inspeccionó, tal vez buscando algo de suciedad. Luego me ordenó que la volviera a meter, poco a poco. Bajó la cabeza para tener un primer plano del ano dilatándose mientras con su mano, ahora sí, se acariciaba la raja. Tenía los labios hinchados y su clítoris, que generalmente colgaba sobresaliendo ligeramente, estaba enterrado e irrelevante en la rojiza carnosidad como un pequeño pene erecto. Nunca lo había visto así.
Me dejé llevar. Su mano sobre mi espalda controlaba la profundidad de la penetración. Quería verla entrar y salir, buscando signos en nuestros cuerpos que revelaran que uno estaba dentro de otro. Recayó en mis pezones erectos y en como cuando mi polla se hundía en el culo, la verga de mi novio se encabritaba librando el glande de la piel que lo cubría. Laura parecía una científica estudiando a dos especímenes de chimpancé copulando. Esa detallada observación nos excitaba. Recorría el perímetro de la cama, desnuda, mojada, con los pezones erectos, reparando en voz alta sobre la contracción de mi ano cuando penetraba o cómo la polla de mi novio soltaba una babilla fina que la unia con la cama donde ella y yo solíamos follar. Estaba tan cachonda que no entendía que no se uniera a nosotros, no porque lo deseara, si no porque su mano distraída no creo que saciara la lujuria que la embargaba. Quiso que probáramos varias posturas, que me metiera un testiculo de mi novio en la boca, que restregáramos nuestras pollas mientras nos besábamos con lascivia.
Hubo un momento en que mi mirada y mi placer no estaba en el culo que penetraba, si no en la mujer que como poseida nos observaba. En ese momento mi polla se corrió en el interior, por mucho que sabía que mi novio no gustaba de que lo preñara con lefa. Pero no se quejó, tal vez porque estaba igual de excitado que yo por la actitud de Laura. Ella, dándose cuenta que me había corrido, me pidió sacarla poco a poco y en el momento en que el glande abandonó el abrazo del ano recibió con alegría otro borbotón de esperma que mojó los testículos de mi novio para caer por su pene como si fuera él quien se hubiera corrido. Feliz, me abrazó y besó, no como el inicio de algo sexual entre nosotros, si no porque estaba disfrutando de verdad. Mi novio se estiró en la cama, sonriendo. Le tiré las bragas de Laura, la única prenda que tenía al alcance y él se limpió la baba de entre las nalgas.
Creo que de no mediar ese gesto "higiénico" Laura se habría dado por satisfecha. Pero ver sus propias braguitas usadas para limpiar el esperma que manaba del culo de un tío la puso a mil. Mirándome a la cara me dijo :
- Ahora quiero ver cómo te folla por detrás.
Podría haber protestado pero no lo hice. Me lancé sobre la cama apoyando mi espalda en ella. Sujeté mis piernas dobladas por debajo de las rodillas y me abrí cuanto pude. Mi polla, derrotada, caía a un lado el doble del tamaño que solía tener. Tal vez Laura no esperaba que me colocara de aquella manera pero mi novia tenía una polla tan descomunal que si me follaba a cuatro patas me habría hecho un daño de la hostia.
- Pareces una mujercita - rió nerviosa.
Mi novio se arrodilló para lamerme el ano y solo con el caldo de su saliva, sin lubricante, sin dejar de mirar a Laura, me la clavó hasta el fondo con la misma fuerza que imaginé habría reventado con mucho gusto la vagina de Laura. Mi polla se desvaneció. Siempre me ocurría cuando me penetraban. La verga se me contraía y arrugaba como si fuera un eunuco. Se quedaba jodidamente pequeña. Ella no parecía percatarse de mi vergonzosa situación. Miraba a mi novio directamente a los ojos y correspondía machacándose el coño con el mismo chop-chop encharcado, igual de mojada que si hubiera recibido aquella polla descomunal en su interior. Y así, mirándose a los ojos, se follaron sin tocarse mientras mi novio, indiferente a mi dolor, me regaló un chorro de lefa que bañó mis intestinos hasta hacerme sentir, por primera vez, como si fuera en realidad una mujer. Por mucho que me tocaba mi polla no recuperaba su tamaño y turgencia normal.
El próximo asalto sería al revés, ver a Laura con su novia. Estaba deseando que ocurriera y ser yo quien jugara con sus vaginas.