Laura, objeto de placer (02)

La pequeña Laura descubre que ha mojado la cama por la noche. Sabe que su papá la va a castigar,pero el castigo es muy especial e incluye a la joven criada de la familia.

CAPITULO 2

Aquel día, cuando Loruá se levantó, vio horrorizada como la cama estaba totalmente mojada. La verdad es que por mucho que los médicos se lo intentaban explicar, no comprendía como una chica de diez años continuaba orinandose en la cama. No lo comprendía ella, ni sus amigas de la escuela ni su papá. A su papá no le gustaba nada que aquello ocurriera, y aunque la quería mucho, no podía quedar la falta sin castigo.

Loruá se quedó en la cama hasta que llegó Fina, la criada que se ocupaba de las habitaciones.

-Pero Laura, ¿otra vez? Luego lo tengo que limpiar yo. Quizás te parezca bonito, pero a mí no me hace ninguna gracia. Anda baja y explicaselo a tus padres.

La verdad es que aunque le pusieron Loruá, el único que la llamaba así era su padre, todos los demás la llamaban Laura, y ella, con perdón de su papá, prefería este nombre porque una de sus mejores amigas se llamaba así.

Cuando llegó al comedor se quedo mirando a su papá. Tenía un papá como el de ninguna niña del colegio. Los papás normales eran viejos, feos, gordos, calvos y debiles, en cambio el suyo era joven, guapo, fuerte, moreno,... Cuando fuera mayor quería casarse con un señor como su papá.

-Buenos días papá. Buenos días mamá.

-Buenos días hija. - contesto traquilamente su madre.

-Hola Loruá, ¿que tal ha ido la noche?, ¿ha llovido esta vez?

Laura enrojeció. Sabía el castigo que le correspondía. Era doloroso, pero se había acostumbrado hasta tal punto que le gustaba un poco.

-Veo que sí - continuó Shalim después de una corta pausa - y por lo tanto ya sabes donde me has de esperar despues del desayuno.

Laura asintió y se sentó a desayunar con sus padres. Tenía diez años y todavía se hacía pipí en la cama como cuando era pequeñita. Recordaba que durante unos años no le había pasado nunca, pero hacía ya tres o cuatro que los fines de semana se le escapaba. Acabo de desayunar y se fue a esperar a su padre-verdugo en la sala pequeña de la bodega.

-Cariño, no le hagas daño a la niña, ya sabes que el médico dice que esto le pasará con la edad.

-Sabes perfectamente que Loruá se lo merece, y que nunca se ha quejado.

Shalim se dirigió a la bodega. Allí le esperaba Laura, sentada sobre la vieja mesa de madera donde siempre transcurría el ritual del castigo.

-Otra vez te has portado mal, Loruá y sabes que te corresponde. Esto de hacerse pipí en la cama no está nada bien. Eres una niña muy traviesa y muy mal educada. Esto es culpa de tu madre. Marta siempre te ha contemplado demasiado y por tu culpa a mí casi no me hace caso. Pero las dos sabeis perfectamente quién manda en esta casa.

Shalim iba hablando mientras despojaba a la niña de su albornoz y su pijama. Ella sabía que debía hacer. Se estiró a lo largo de la mesa. Papá le ató con cuerdas las manos y los pies a las cuatro puntas de la mesa. Luego se fue desnudando él poco a poco, quedandose en calzoncillos. Empezó a acariciar el pelo a Laura. Lo hacía con sumo cuidado, como si tuviera miedo de arrancarselo. Continuó acriciandole la cara. Luego los brazos, el tronco, las piernas, el abdomen, y por fin se detuvo en sus partes. Aquello a ella le gustaba y le parecía maravilloso. Notaba un indescriptible placer en la forma en que su papá le acariciaba la rajita. Entonces venía cuando ella tenía que actuar: sin realizar ningún esfuerzo fue relajando el esfinter de la vejiga hasta que un fino caudal de pipí mojó la mano de Shalím. Y mientras ella dejaba que el líquido escapaba de su cuerpo, su padre la obsequiaba con una tierna mirada de placer. Poco a poco se fue vaciando la vejiga y ceso la humedad. Entonces era cuando cambiaba la cosa. Recibió dos fuertes bofetadas y fue liberada de sus ataduras. Se dio la vuelta y volvió a quedar atada, pero esta vez boca abajo. Esta vez la paliza iba dirigida a sus nalgas. Le estaba pegando fuertemente con la mano plana, como siempre. No contó el numero de palmetazos ni el tiempo que tardó, pero le pareció más largo que nunca hasta que una fuerte palmada en los riñones indicó el final del martirio. Le dolía mucho el trasero, sabía que le dolería más cuando se tuviera que sentar. Shalim subió a la mesa y se colocó a gatas sobre Laura. No tardo mucho en sentir como su papá orinaba fuertemente sobre su culo y su rajita, dandole un respiro al escozor que sentía por la paliza.

Tocó el timbre y al cabo apareció Fina. Shalím desató a la niña y la sentó en una silla, a la cabeza de la mesa. Fina se desnudó y se estiró sobre la mesa, con los pies colgando a los lados, hacia donde Laura se encontraba. Shalim ya se había quitado hacía un rato los calzoncillos.

-Bien Loruá, ahora explica lo que vas viendo. No te dejes nada. - dijo Shalim se colocandose también sobre la mesa.

-Pues la pilila se te está poniendo larga y gorda... y dura. Y ahora le chupas la rajita a la Fina y la Fina gime y dice que sí. Le estas poniendo la lengua muy para adentro y la estas llenando toda de saliva. Y ahora mueves la cabeza muy deprisa.

Laura no sabía que más decir, pero cada vez que paraba de hablar recibía un gruñido enfadado de su padre.

-Y ahora subes y le chupas las tetas a la Fina. Las tiene muy grandes y muy blanditas. Y la Fina te acaricia el pelo... y te mete un dedito por el culo. ­¡Se lo va a ensuciar de caca!.

Una pequeña risa escapó de los labios de Fina.

-Y ahora te pone otro y los mueve adentro y afuera... ahora los ha sacado. Y os dais un beso en la boca como en las películas.

La vocecita de Laura, una voz asustada y ingénua, se oia en medio de jadeos, gruñidos y ruido de liquidos. No había nada que excitara tanto a Shalim como aquello. Era la locura puesta en manos de un padre. Laura hacía lo que debía, lo que había aprendido a base de "sufrir" castigos como aquel repetidamente casi cada fin de semana. Se había levantado de la silla y estaba rondando alrededor de la mesa, observando detenidamente todo lo que debía describir.

-Y ahora te pones todo encima de la Fina. Y la Fina te coge la titoleta y se la encara a la rajita. Y tu aprietas y se mete para adentro. Le debe hacer un poco de daño.

Laura no comprendía por que su papá castigaba de aquella forma a Fina, cuando la que se había hecho pis en la cama era ella. Cuando veía lo que papá le estaba haciendo a Fina, una sensación muy rara le recorría toda la columna vertebral y se extendía por todo el cuerpo hacia abajo; se notaba mojada. ¿Que debía sentir con aquello tan grande dentro de un agujerito tan pequeño?. Le hubiera gustado probar, pero no se atrevía a decirlo. Igual la desgarraba, o quizás papá se enfadaba y no la volvía a castigar así nunca más. Ella debía hacer solo lo que le mandaban, porque sino la mandarían a un colegio internada, donde las maestras son malas y castigan en cuartos oscuros con ratones a las niñas que hacen cosas que no deben.

-¡­Papá, le estás haciendo daño!

Un gruñido le indico que aquella observación sobraba.

-Mueves poco a poco el culo y la titoleta entra y sale de la rajita de la Fina. Pero no sale del todo, porque vuelve a entrar. Y ahora te mueves más deprisa. Y hace un ruido como cuando chupas un helado. ¡­La rajita te está chupando la titoleta!... Ahora vuelves a ir despacio otra vez. Le agarras una teta a la Fina y la aprietas muy fuerte. Vuelves a ir muy deprisa. Más deprisa. ¡­Más, más, más!- Laura más que explicar lo que veia, estaba animando a su padre - ¡­Más papá, más!. Paras poco a poco. Ahora la sacas de dentro y está toda mojada. Gotea. Parece moco. Y ahora se está volviendo pequeña otra vez.

Normalmente la cosa acababa aquí. Fina se vistió, se arregló y se fue. Laura se disponía a hacer lo mismo, pero Shalim la detuvo.

-Estirate otra vez sobre la mesa. Boca abajo.

Laura obedeció. Esperaba que su padre la atara, pero no fue así. Se colocó sobre ella y empezo a restregar su miembro contra su culo. Poco a poco notó como aquello se iba poniendo duro. Shalim salió de encima del tierno cuerpecito que le estaba excitando, hizo salir a Laura de la mesa y se colocó él tendido boca arriba.

-Anda sube. - ordenó - Ponte sentada encima mio... sobre mis piernas mirando hacia mí. Así; ahora coge mi titoleta con la mano. Un poco más abajo. No tengas miedo, cogela bien con toda la mano.

Laura no comprendía muy bien. Al principio había temido (o quizás esperado), que su padre le hiciera lo mismo que a la criada, pero esto le parecía totalmente extraño. Sin mediar más palabras le fue indicado que realizara un movimiento continuo de arriba a abajo. Aquello le pareció a Laura un juego muy tonto, pero le gustaba poder tocarle la pilila a su querido papá. Cada vez la notaba más dura y se preguntó si aquella parte de la anatonía masculina tendría hueso. Se lo tendría que preguntar el lunes a la señorita Raquel. Laura también quería mucho a la señorita Raquel porque tenían un secreto que Laura no debía contar a nadie, ni siquiera a papá. A la señorita Raquel le gustaba mucho que Laura le rascara la rajita, pero no muy fuerte, y no con las uñas. Y aunque la señorita Raquel le pedía a Laura que se lo hiciera por debajo de las braguitas, ella no quería porque tenía miedo que se le hiciera pipí en la mano. La señorita también jadeaba y gemía como Fina cuando papá le metía la titoleta en la rajita. Pero ahora era papá quien gemía y se ponía tenso.

-¡­Más deprisa Loruá, más deprisa!

Laura aceleró el ritmo tanto como pudo, aunque ya se le había cansado la mano. Fue entonces cuando la titoleta de papá dejó escapar unos chorros de líquido que Laura no pudo identificar como pipí: era como si estuviera escupiendo. Aquello era una cosa blanca y espesa que le ensució toda la mano. Lentamente su padre se fue relajando, y con él, su apéndice.

-Coge aquella esponja de allí - señalaba un rincón de la estancia donde efectivamente se encontraba una palangana con agua enjabonada y una esponja - y limpiame la leche.

­¡Claro!, aquello parecía leche condensada, pero nunca habría pensado que salía de allí. Obedeció y con sumo cuidado fue limpiando la leche ante la vista satisfecha de su querido y adorado padre.