Laura, la de las tetas gordas (IV)

Continúa la segunda cita con esta tetona que me tiene en su poder. Recomiendo leer desde el principio, o al menos la parte III. Ella manda.

-No te deprimas, nene -me dijo minutos después en tono distendido-. Te quedas sin meter la polla entre mis tetas, pero todavía puedes conseguir otro de los premios gordos: que la Laura te cabalgue.

-Uf, eso sería increíble...

-Todo es increíble conmigo, nene.

-Es verdad. Si me lo permites, he de decirte que no solo tienes las mejores tetas que he visto, algo que sin duda ya sabes, pues una mujer con una 110 de tetas naturales que las tenga así de bien puestas y sin sobrepeso, en fin, es algo que no existe -sabía que adulándola iba por buen camino, y además todo lo que le decía era la pura verdad-. No solo, como te decía, tienes esas tetazas increíbles, sino que además la chupas como nadie y haces unas pajas...

-Todo eso también lo sé, nene. A ver, una nota cómo disrutan los tíos, y yo, ya has visto la colección de calzoncillos, he estado con unos cuantos. Desde luego, tampoco en eso me aportas demasiado, pues no creo que hayas estado con demasiadas mujeres.

-Bueno... en fin, no he sido nunca lo que se dice un conquistador... pero con alguna que otra...

-Ya, ya, alguna que otra gordita agradecida: es lo mejor que habrás catado.

-Realmente te envidio, Laura. Puedes permitirte al hombre que quieras y hacer con él lo que te dé la gana.

-Bueno, bueno, no exageres. Soy una tía normal, con una 110 de tetas. Es decir, al 98% lo tengo donde quiero y como quiero, pero siempre están los inaccesibles que solo buscan a la típica modelo. Además, no todos los hombres son tan pajeros como tú. A ti es muy fácil controlarte con estas dos.

Y mientras se refería a ellas, las dejó al aire ante mí, con total naturalidad y como si tal cosa, y se dirigió a un armario que tenía en otra habitación. Fui detrás de ella como un perrito faldero.

-Ahora, nene, voy a ponerme un poco más cómoda. Elígeme algo de este armario que pueda ponerme sin sujetador.

-Esto... uf, gracias, la verdad es que es un gran honor poder escoger algo para ese par de tetazas.

-Ya, es evidente. Mira, ahí arriba, en el segundo estante, tienes unos cuantos tops y camisetas apretadas. Cualquiera de esas te la pondrá como una piedra.

Efectivamente, yo estaba de nuevo completamente empalmado. Escogí una camiseta blanca de tirantes, típica camiseta de verano, con un escote descomunal, como casi todo en su armario. Se la entregué y se la puso. Sus tetazas quedaron milagrosamente dentro de ella, bien recogidas en la parte inferior y elevadas por la presión y el corte de la camiseta. Me quedé atónito.

-Uf, Laura. ¿Tú de verdad usas esta ropa por la calle? Debes de ir empalmando huestes a tu paso...

-¡Por supuesto que la uso! Para eso me las compro. Y sí, tal y como sois los tíos, cuando llevo una de estas no me libro de una sola mirada -rió-. ¿Te gustan más así o cuando las ves al aire, como hace un momento?

-Joder, la verdad es que la ropa que sueles usar me la pone durísima, pero sinceramente, cuando las veo al aire... me vuelvo loco. Tienes unas tetazas preciosas. ¡Son de póster! -esta última apreciación me salió del alma, y pareció gustarle.

-Anda, pichita, que eres más majo -me dijo con una sonrisa, mientras me agarraba el rabo por fuera del calzoncillo (sí, yo seguía, claro con los calzoncillos del macho dotado)-. Sabes -continuó con voz melosa- que tengo que putearte como una buena zorrita para tenerte en mi poder, pero te estoy cogiendo cariño.

-Vaya, gracias, no sé qué decir.

-No digas nada, y sobre todo no te emociones. No olvides que por mucho cariño que te coja, si no me obecedes SIEMPRE, te quedas sin estas.

-Lo sé, Laura. Pero ya ves que soy obediente.

-Por la cuenta que te trae. Venga, habrá que cenar. ¿Pedimos al chino?

La pregunta me cogió descolocado, pero lógicamente dije que sí, aunque imaginé -y no me equivocaba- que algo tramaba la Laura. Escogimos la cena en la web del chino, llamó y acto seguido me dio instrucciones.

-El repartidor, como verás en veinte minutos, tiene poco de chino. Es colombiano, me parece. Muy majo él. Resulta que es gay, y le encanta traer aquí pedidos porque de vez en cuando le doy alguna sorpresita agradable. De hecho, siempre se las arregla para traer él mi pedido -me puse pálido-. Oh, no, tranquilo, pichita, no te asustes. Lo único que quiero es que lo recibas en pelotas. No te preocupes, no comparto a mis... iba a decir hombres, en fin, a mis amantes con homosexuales. Si alguna vez te junto con otro hombre, créeme que será un hetero como tú.

Me tranquilicé al comprobar que sus intenciones no eran otras, e incluso bromeé:

-La Laura aprieta pero no ahora -dije entre tímidas risas.

-Como buena diosa, exacto -respondió ella, siguiéndome el rollo con desparpajo.

-Entonces... -tanteé- ¿lo recibo en calzoncillos?

-Buen intento, nene. Lo recibes en pelota picada. Al fin y al cabo, quien más vergüenza va a pasar soy yo, va a pensar que ya no soy capaz de ligarme a un tío con una polla como Dios manda. En fin.

Un rato después tocaron al timbre. Laura decidió que sería más gracioso que el repartidor me viese con la polla dura, por lo que en ese momento me bajó los calzoncillos y empezó a meneármela. Me la peló cuatro veces contadas, como siempre hasta el fondo, y con eso le bastó para ponérmela como una piedra y dejarme con un buen calentón. Cuando abrí la puerta, aquel muchacho se moría de risa.

-Óyeme, Laura -dijo, sin dejar de reír-. Aquí tienes un trabajo sin terminar. ¡Cada día me sorprendes más!

Yo, cabizbajo y avergonzado, con la polla aún bien dura y apuntando alto, le pagué a aquel chico y me apresuré a despacharlo. Una vez solos, insinué a Laura que podríamos continuar lo comenzado.

-A mí no me importaría que se nos enfriase la cena -dije, tanteando el terreno.

-Pero nene, ¿qué anfitriona sería yo si te dejase cenar frío? Venga, venga, a cenar. Guárdame esa pollita cutre en los calzoncillos.

Cenamos e incluso quiso ver una película. Yo estaba que me moría por continuar dándole al tema, pero ella parecía disfrutar teniendo toda la paciencia del mundo. Después de la película, improvisó un juego.

-¿Te gusta jugar a las cartas, nene?

-No mucho -mentí, temiendo que una partidita retrasaría aún más el seguir con el sexo. Pero si quieres jugar...

-A ver, nene, que ya sé que si quiero jugar jugamos. Sé que puedo hacer lo que quiera contigo, como si te mando salir desnudo a la calle. Eres tan pajillero que si te la meneo tres veces ahí vas. Te lo pregunto por saber, no porque vaya a influír en que juguemos o no. Se me ha ocurrido un juego que te puede interesar, te explico las reglas: básicamente jugamos a la carta más alta, y el que gana le puede pedir algo al otro. Como ves, el juego te interesa, pues realmente yo podría pedirte lo que me diese la gana sin necesidad de jugar. Eso sí, para darle más emoción, y ya que yo no gano demasiado, te pondré alguna que otra putadita como reto. Tú a mí, imagino, me pedirás cosas sexuales. Es bastante previsible. La otra regla es que lo que se pida se hace durante 30 segundos. Es decir, si me pides mamada, te la mamo medio minutos; si yo te pido, por ejemplo, que salgas desnudo al balcón, pues también lo haces 30 segunditos. El juego termina cuando tú te corras, por lo que, cuanto más aguantes y más suerte tengas con las cartas, más disfrutarás.

Aquel juego a priori era una bendición. ¡Mi mayor fantasía!, mandar en Laura aunque fuese en tramos de 30 segundos. Sabía que ella me las haría pasar putas, pero total podría hacerlo de todos modos. Me hallaba muy excitado y deseoso de empezar.

-Una sola pregunta, Laura. ¿De verdad te puedo pedir lo que sea? Es decir...

-Sí, claro. Mientras dure medio minuto, como si me pides que te planche la ropa -rió-, aunque dudo mucho que malgastes así un turno.

Empezamos a jugar. En la primera ronda ella sacó un 6 y yo un triste 4. Mi primer reto fue ir al cajón en que Laura guardaba los calzoncillos de los hombres con los que se había enrollado y coger uno para lamerlo por la parte interior, donde debió estar la polla del afortunado de turno. Mientras lo hacía, Laura empezó a tocarse el coño por dentro de la ropa, aunque solo lo hizo brevemente, mientras duraba mi castigo. En el siguiente turno gané yo.

-Y bien, nene ¿qué va a ser?

Yo no sabía por donde empezar. Me apetecía una buena paja, una mamada, follarla -en treinta segundos, difícil-, pero todas esas acciones me llevarían rápido a correrme, en un par de turnos a lo sumo. Por ello escogí que se sacase las tetas y poder, por primera vez en mi vida, tocárselas con mis manos.

-Lo siento, nene. Eso son dos acciones. Puedes pedirme que las saque o tocarlas, pero no las dos.

-Quiero tocarlas.

-Todas tuyas.

Las estuve amasando durante esos gloriosos 30 segundos. La sensación fue inigualable. Dentro del calzoncillo mi polla rebentaba, y ya notaba cómo la punta se me había humedecido, algo que no paso inadvertido a Laura de tan evidente que era.

-Parece que alguien acaba de mojar el calzoncillo -dijo, mientras se metía de nuevo la mano en el coño.

-Es líquido preseminal... -dije, avergonzado de que ella pensase que me había corrido.

-Ya lo supongo, pichita, tampoco creo que seas tan penoso como para correrte por tocar unas tetas.

Seguimos jugando, y de nuevo ganó ella. Esta vez me pidió algo con lo que yo no contaba.

-Te voy a hacer una putadita, ya que veo que me vas a pedir cosas que retarden el correrte. Quiero que te pajees durante el medio minuto de turno mientras me miras el escote.

-Touché. Allá voy -dije resignado-, al menos disfrutaré la vista.

Para mi desgracia, en el siguiente turno volvió a ganar ella, y esta vez me pidió que me sacase una foto a la polla y se la enviase a cualquiera de mis contactos femeninos del móvil. Aquello era un problema, aunque ni se me ocurrió quejarme. Lógicamente, tenía que mandarla a alguien que únicamente se enfadase o incluso lo tomase a broma, no a alguna compañera de trabajo y mucho menos a alguien de mi familia. No tenía ningún rollete en el móvil, pues mi vida sexual se restringía a Laura, y antes de ella tampoco había estado yo muy activo en mis conquistas debido a mi timidez, por lo que resolví mandársela a una amiga que, pensé, no se escandalizaría y hasta lo tomaría a guasa pensando que había sido por error.

-Muy bien, nene, fotito hecha. Dices que se la enviamos a Ana Isabel, ¿no?

-Sí -suspiré.

-Pues muy bien, ahí va. ¿Ana Isabel ha follado contigo alguna vez?

-No, nunca.

-Pues después de ver esta pollita cutre, ya no creo que lo haga.

En el siguiente turno Laura sacó un 3, con lo que era casi imposible perder, pero aun así yo estaba acojonado. Gané con una carta alta y me decanté por que me pajease. Ya he dicho con anterioridad que las pajas de Laura son sublimes, pero además yo sentía que empezaba a estar enganchado a ellas. Su forma de menear mi polla era absolutamente adictiva. Laura me pidió que me pusiese en pie y ella se arrodilló ante mí.

-Los 30 segundos cuentan desde que te la empiece a pelar, lo de ahora es de regalo.

Y dicho esto empezó a comerme el paquete por fuera de los calzoncillos. Finalmente, al cabo de unos instantes me los bajó con la boca -otro de sus sellos de estilo-, y antes de empezar a pajearme soltó un escupitajó en la cabeza de mi polla que me dio un plus de excitación brutal. Después, usando esa saliva como lubricante, empezó a pelármela despacio pero hasta el fondo. Fue medio minuto sublime. Me la peló suavemente, siempre al mismo ritmo, del capullo a la base y vuelta a empezar, de una manera que no puedo expresar en palabras.

-¿Y bien? -me dijo al pasar el medio minuto.

-Joder, Laura. Daría lo que fuera por que siguieses.

-Ya lo sé, nene. Pero para eso tienes que ganar la siguiente ronda.

Y así fue. La suerte me sonrió por segunda vez consecutiva y yo, obsesionado como estaba por aquella paja de instantes antes, ni siquiera pensé en que podría pedirle una cubana.

-Pélamela de nuevo, Laura. Por favor.

-Y sin favor. Lo justo es justo.

Se arrodilló, y esta vez sin preliminares, me la peló de nuevo como una diosa.

-¿No me vas a aguantar ni este pajote?

-Uhhhh, joder, espero... ohhhhg -me la pelaba a fondo la muy zorra- espero que sí, pero ahhhhh uhhhhm, pero no sé si oggggh

-Shhhh, calla y disfruta, pichita.

Aguanté los treinta segundos de milagro, y así pude seguir jugando y disfrutando. Tenía los huevos súper cargados, y sabía que la próxima vez que ganase me correría, así que tenía que pensar bien qué pedirle. Jugamos la siguiente ronda y ganó ella. Me puse pálido pensando en que me mandase enviar otra foto, pero esta vez pensó algo bastante peor.

-Es evidente, pues la Laura te conoce a ti y más aún a tu pichita, que te vas a correr enseguida -me dijo-, así que te vas a pajear durante esos treinta segundos tú solito y a toda hostia, te voy a grabar en vídeo y como te corras tú mismo lo vas a enviar a tu ex.

-Laura, no... no, es decir... no puedo hacer eso...

-¿Cómo dices? Vete de mi casa.

-No, vale, vale, lo haré.

-¡Qué te vayas de mi casa ahora mismo! Estabas más que advertido.

-Espera, Laura, joder... por favor, no me he negado, solo fue un comentario, en plan... una frase hecha, "no puedo hacer eso", como diciendo "es una putada"...

-Mira, picha cutre, no me sirves para una mierda con esa pollita penosa que tienes. Si no cumples mis órdenes no tengo motivo alguno para seguir dándote placer.

-Lo sé, escucha, de verdad que era solo...

-Está bien. Cállate, cabrón. Te la vas a machacar un minuto entero mientras te digo guarradas, y como te corras vive Dios que le mandas ese vídeo a tu ex o no vuelves a saber de mí.

-De acuerdo, te lo juro.

Sabía que era un suicidio, pero no podía soportar perder a Laura, y menos ahora, allí y con ese calentón. Mi polla pensaba por mí.

-Venga, cabrón, empieza a machacártela. ¡Más rápido! Venga, joder, la Laura quiere lefa.

-Uhmmm, ahhhhggg, mmmmm -me la machacaba a toda velocidad mientras pensaba en aguantar a toda costa.

-Vamos, picha corta, sigue pelándotela, joder. Vamos, que la putita de tu ex quiere demandarte. Habíais acabado mal, ¿verdad? Ya verás cuando después de un año entero -Laura, tras nuestras conversaciones de whatsapp al conocernos, sabía toda mi vida-, cuando después de un año sin hablaros le llegue tu vídeo de pajillero.

-Mmmmmmm, cuántommm, cuánto me queda...

-Todavía quince segundos, cabrón. Sacúdetela, venga que yo te vea.

-Omhmhhhmm, mmmmmm, mmmmmm, MMMMMMMMMMM!

-¡Tiempo!

La voz de Laura me detuvo al borde del abismo, justo a segundos de correrme. Esta vez el esfuerzo mental por aguantar me había dado resultado.

-Ay, pichita, si llego a machacártela yo no hubieses aguantado ni quince segundos. Has tenido suerte.

Laura sacó sus dedos del coño. Una vez más había introducido su mano derecha en sus bragas, y a juzgar por su excitación al hablar, tampoco a ella le había faltado mucho para correrse.

-Me temo que esta será la última ronda, ya que gane quien gane te vas a correr -rió.

-Sí -suspiré profundamente-, más me vale tener suerte.

Y así era, pues era todo o nada. Correrse de la forma más placentera, o acabar en un juzgado o a saber cómo, en función de lo que la Laura tramase para mí.

-Saco carta -dijo ella-: un siete. Es una carta intermedia, esto va a ser cara o cruz.

-Allá voy... ¡SÍ! ¡Un ASSSSS! -no necesitaba tanto, pero bienvenido era. No daba crédito.

-Pues venga, nene. Escoge.

-Quiero que durante esos 30 segundos me hagas una cubana.

-¡Lo sabía! -Rió satisfecha. Pero mientras te la hago no tendré manos para masturbarme, y yo también estoy a punto. Te diré lo que haremos, aunque solo si aceptas, ya que lo justo es lo justo: te hago la cubana y, cuando te vayas a correr, te dejo que lo hagas en mi carita de puta.

-¿EN SERIO?

-Sí, nene. Te corres en esta carita de zorra en donde solo los más dotados han tenido el privilegio de descargar, y mientras lo haces yo puedo pajearme y correrme contigo.

-Joder, ¡trato hecho!

-Solo una cosa más, pichita. Me pone muy cerda ver cómo te retuerces para no correrte cuando te la pelo. Sé que tengo un don para ello, no en vano llevo ordeñando pollas desde los trece, ¿me dejarías pelártela solo tres veces?

De inmediato pensé que podía ser una trampa. Que si ella quisiera, me correría en esos tres meneos y me quedaría sin lo demás.

-Acepto si, en caso de que me corra, te apuntas con la polla a la cara.

-Trato hecho. Me parece que al final te quedarás sin cubana. Voy a pajearte a la vez que me masturbo yo, y no creo que pases de esas tres. ¡Suerte!

Me puse en pie, y ella se arrodilló nuevamente; después me bajó, parte ineludible del ritual, el calzoncillo con la boca, hasta los putos tobillos. Mi polla erecta se balanceaba, tiesa, a apenas un centímetro de su rostro.

-GJhhhhspussh -escupió en la cabeza de mi polla, y empezó aquello de nuevo- Uno... -bajó hasta el fondo.

-OOOOOOOOHHHHHHHHHHHH

-Dos... -la peló completamente, por segunda vez.

-JODEEEEEEEEEEEEEEEER, ZORRA -se me escapó, pero pareció excitarla.

-Y... tressss -me la peló de nuevo.

-DIOOOOOOOOOOOS, LAURAAAAAAAAAAA

Explotó mi rabo, directo a su puta cara de zorra. Ella empezó a gemir también como una perra, y a machacármela con energía para sacarme toda la lefa de los cojones, hasta dejarme bien seco. Mientras, ella misma seguía masturbándose en medio de su propio y prolongado orgasmo. Cuando acabé de soltar leche, ella tenía la cara completamente llena de mi esperma. ¡DE MI ESPERMA! ¡MI PUTO SEMEN ESTABA POR TODA SU CARA! Con decisión, la tomó entre sus manos y empezó a lamerla con energía, casi que con desespero, hasta dejarla impecable.

-Te he dejado bien limpia, ¿eh? De lo de hoy no te vas a olvidar jamás.

Me sonrió, se puso en pie y se fue al baño. Debajo de mi lefada, su rostro resplandecía de felicidad.