Laura, la de las tetas gordas

Una impresionante tetona que conozco en internet me humilla verbalmente en nuestro primer encuentro sexual.

Conocí a Laura en una famosa aplicación de citas. Cuando empezó a responderme, yo no daba crédito. Era una de las mejor puntuadas de la zona, y yo solo un hombre del montón. Laura, a juzgar por sus fotografías de perfil, era una chica mona y elegante; en ese sentido tampoco ella era nada excesivamente fuera de lo común, digamos que estaba muy bien sin ser ninguna modelo; pero tenía algo que no todas tienen: unas tetazas como jamás había visto.

Las tetas de Laura eran descomunales. No eran las típicas tetas de mujer con sobrepeso (pues ella estaba bastante en forma en ese sentido), sino simplemente dos calabazas enormes y muy bien puestas, casi que desafiando la ley de la gravedad. En sus fotos, Laura derrochaba escotes a cada cual más generoso, y sus puntuaciones en la web eran excelentes.

Pasamos semanas hablando, semanas en las cuales no pasó un solo día en que no me pajease viendo sus fotos. Me la pelaba hasta tres veces seguidas; tenía verdadera obsesión por las tetas de Laura. Al fin, logré que accediese a quedar conmigo. La invité a un fin de semana en la capital, donde reservé un hotel de cinco estrellas que me costó el sueldo de dos semanas, y antes de nada fuimos juntos a cenar a un restaurante nada barato (donde sobra decir que también pagué yo).

Nos vimos por primera vez en persona minutos antes de llegar al restaurante, en la estación, donde yo esperaba desde hacía ya un par de horas, pues mi tren llegó más temprano. Cuando nos vimos nos saludamos, nos dimos dos besos, y a mi me temblaban literalmente las piernas. Laura, en cambio, parecía muy natural y segura de sí misma. Mi timidez me impedía mirarla directamente al escote, por lo que realizaba gestos inverosímiles al descuido para intentar recrearme, mientras hablando le decía cualquier cosa (estupideces, probablemente). Llevaba un escote brutal, uno como ni siquiera en sus mejores fotos de perfil había visto. Era increíble el tamaño de esas TETAS, y más increíble aún que no se le saliesen de la blusa. Tenía la picha tan dura, que cuando nos montamos en la parte trasera del taxi camino del restaurante, pensé que lo que me esparaba sería más un suplicio que una bendición.

Llegamos al restaurante, donde conversamos y, poco a poco, me fui soltando algo más. Ella seguía la mar de natural, como si nos conociésemos de toda la vida. Cenamos y bebimos con calma. Yo a esas alturas ya le miraba el escote de continuo y sin disimulo. Verdaderamente llamaba la atención, y al camarero que nos servía se le desencajó la cara cuando llegó a tomar nota y vio desde allá arriba las tetas gordas de la Laura.

Después de cenar nos fuimos directos al hotel. Laura había demostrado ser una chica dulce y buena conversadora, y yo me sentía algo más suelto. No obstante, una vez en el taxi al hotel, me advirtió que la cosa iba a cambiar:

-Tal vez deje de ser tan maja desde ahora, nene -Dijo-. Pero verás que lo pasamos bien.

No supe qué responder, así que me limité a sonreír. Pagué el taxi y entramos en el hotel. El lujo era impresionante. Subimos a la habitación, tras pasar por la recepción, y ya en el ascensor Laura me dijo:

-Conque solo una habitación. Caray, tienes tú mucha confianza.

Le aclaré que en ningún modo yo esperaba (vaya si lo esperaba, me llegaban los huevos al puto suelo) que ocurriese nada, y que podría dormir yo en el sofá de la suite, si ella lo prefería. No contestó, como tampoco lo hizo cuando, ya en la habitación, le señalé lo amplia que esta era:

-Es enorme, ¿verdad? Parece un apartamento entero.

-Mmmm...

-Estás un poco seca desde que salimos del restaurante, ¿te pasa algo, Lau?

-No me pasa nada, ya te dije que se habían acabado las cursilerías, nene. No me llames "Lau", y deja de mirarme las tetas, joder, que ya te las debes saber de memoria.

Avergonzado, bajé la mirada. No habría sabido qué decir, pero ella misma reanudó la conversación.

-Tú quieres lo que quieres, ¿o no?

-Ehm

-Venga, no te hagas el inocente. Te has gastado una pasta en la cena y el hotel porque, como todos, quieres follarte las tetas de la Laura. Pero la Laura es mucha Laura, y si quieres tener la posibilidad de meter aquí en medio el rabo -se las sujetó con ambas manos-, tendrás que hacer lo que la Laura te diga. ¿Estamos?

-Sí...

-Para empezar, quítate la ropa. Quiero ver si estás a la altura. Yo tengo una 110 de tetas, y no me conformo con cualquier cosa.

Poco a poco, como queriendo dar tiempo a que ella también se desnudase, cosa no parecía dispuesta a hacer, me fui quitando la ropa hasta quedarme solo con el bóxer puesto. Tenía la polla a punto de estallar, allí a solas ante ese escote, el mejor que había contemplado en toda mi vida.

-Pues no parece que se marque demasiada cosa... Anda, quítate el boxer -así lo hice-. Pfff, lo que me suponía. ¡Vaya pichita de mierda!

-Bueno, Lau... Laura, yo tampoco creo que sea tan pequeña. Está en la media...

-¿La media?, ¿a mí me vienes con la media?

-Bueno...

-¿Tú has visto estas tetazas? -y volvió a sujetárselas a dos manos, me estaba volviendo loco-, ¿tú te crees que yo con estas tetas me merezco una mierda de polla como esa?

Cuando me disponía agacharme y recoger mi calzoncillo para vertirme de nuevo, continuó:

-En fin, pero ya estamos aquí... Venga, pichita de mierda, ofréceme tu bóxer.

-¿Disculpa?

-Vamos a ver, picha corta, cada vez que me follo a un tío, se la chupo o lo que sea, me llevo sus calzoncillos de recuerdo. Es la única manera de poder llevar la cuenta. Así que ahora los vas a recoger, los vas a doblar y me los vas a entregar como merezco.

-¿Y eso... en fin, eso cómo... qué digo al dártelos?

-Joder, qué cansino. Espabílate o me largo ahora mismo.

Recogí el bóxer y lo doblé como pude, pues las manos me temblaban. No sé cómo, cuando me di cuenta, me hallaba de rodillas ante la Laura diciéndole:

-Toma, Laura. Es un gran honor para mi poder ofrecerte mi bóxer.

-No hacía falta ser tan penoso. Anda, ponte de pie, picha corta. Estás de suerte, vas a meter esa mierda de polla entre estas tetazas.

-Joder, Laura. Muchas gracias -le dije, sintiéndolo de corazón-. Sé que mi polla no está a tu altura y no sabes lo que significa para mí poder follarme esas tetas, pues en toda mi vida no había visto otras como estas.

Yo notaba que a ella la ponía muy cachonda el que yo me humillase de esa manera, y sobre todo el que realzase lo impresionante de sus atributos. Sonrió y empezó a hacerme una paja. Empezó a pelármela hasta el fondo, y al cuarto movimiento yo ya sentía que no iba a dar aguantado mucho más. ¡Joder!, pensé. Ahora voy a quedarme sin poder tocar estas tetas con mi polla por culpa de correrme antes de tiempo, y cuanto más lo pensaba más sentía que el momento se acercaba. De repente, como adivinando que yo me iba a correr en cuestión de segundos, ella paró de meneármela.

-Venga, picha corta, ahora ya has tenido el honor de que la Laura te toque la pollita, que no es poca cosa. Ahora quiero que te recrees, porque viene el plato fuerte. Y disfrútalo, porque no creo que aguantes ni un minuto desde que metas tu polla entre estas dos. Pero antes, nene, te voy a explicar cuáles son las reglas. ¿De acuerdo?

-De acuerdo, Laura -yo temblaba de excitación y nervios.

-En primer lugar, nunca, bajo ningún concepto, me vas a tocar las tetas con nada que no sea la pollita esa de mierda que tienes.

-De acuerdo.

-En segundo lugar, yo no me pienso rebajar a hacerte una cubana. Es decir, yo a un hombre de verdad, con un rabo como es debido, lo pajeo entre mis tetas como se merece; pero a uno que me aparece con esa mierda entre las piernas...

-Está en la media, en serio...

-¡A ver, imbécil! ¡No me vuelvas con la media! ¡Mis tetas son de diosa, comprendes! No me voy a conformar con medirte esa puta mierda para ver si llega a los 13 centímetros. Si me vuelves a interrumpir me largo, ¿está claro?

-Perdón, Laura -hice un esfuerzo por humillarme, pues por nada del mundo quería quedarme sin probar esas tetas-. No volverá a pasar. Te repito que es un gran honor para mí que me permitas tener sexo contigo, y lamento muchísimo no estar dotado, pues una mujer tan poderosa como tú merecería otra cosa.

-Exacto. Poderosa, tú lo has dicho. Tengo el poder de mis tetas, y tú vas a respetar las normas si quieres catarlas. Te decía que no te pienso pajear con las tetas, tú la metes en medio y mientras yo me las agarro a dos manos, tú te las intentas follar con esa pichita enana que te gastas. La regla número tres es que antes de correrte me tienes que pedir permiso. Y esta regla es fundamental, porque si no la cumples, es decir, si te corres sin mi permiso, será la última vez que me veas en tu vida.

-No quiero que te enfades, por favor. Pero tengo mucho miedo de no dar aguantado sin correrme. Es decir...

-A ver, pichita, ¿cuántas veces te la has pelado pensando en estas tetazas?

Y mientras lo decía, se desabotonó la blusa y en un santiamén las dejó libres e inmensas ante mí, como dos descomunales ubres que desafiaban a la ley de la gravedad.

-¿Cuántas veces -continuó mientras me agarraba de nuevo la polla y me la pelaba tres o cuatro veces-, cuántas veces te has pajeado conmigo?

-Infinidad de veces, Laura.

-Pues si quieres disfrutarme tendrás que cumplir las normas. Te voy a dejar marcadito para siempre, pajero de mierda.

-Está bien.

-Venga, métela aquí en medio.

-UFF

-Eso es, pichita, ahora fóllate las tetas de la Laura.

Empecé a follármelas despacio, con calma pues no quería correrme y estaba muy a punto desde antes de empezar. Era una sensación indescriptible. ¡Estaba follándome las mejores tetas que había visto en toda mi vida! ¡Tenía la polla ahí en medio! ¡Yo, un tío del montón con una polla mediocre, follándome unas tetas increíbles!

-A ver, nene, pero ¡fóllatelas!

-Si, joder, uf, ya estoy, Laura.

-¿En serio? Pero si no noto nada, pichita. Venga, fóllate las tetas de la Laura -su tono de burla delataba la superioridad con que se sentía.

Herido en el poco orgullo que me quedaba, empecé a embestir con fuerza ese par de berzas con mi polla.

-Ummm, uhhg, ufff... ¿ahora la sientes?

-No, nene, no siento nada. Y encima como no se ve... ¿te has fijado que tu pichita, aquí entre mis tetas, no se ve?

-Joder, pero ¿cómo se va a ver en medio de ufff, ahmm, uggg, en medio de esas tetas? Supongo que la de nadie se vería...

-Algunas asoman, nene, pero la tuya ni un poquito. Fóllatelas un poco más fuerte, anda, a ver si logro sentir algo.

-Es que, joder, es que si sigo así... ummh, ufffg, si sigo así me correré en nada.

-Y si te corres ya sabes lo que pasa, ¿verdad picha corta?

-No, Laura, en serio... joder, necesito que me des permiso para correrme.

-Pero nene, si llevas un minutito en medio de mis tetas. ¿Ves qué poder tengo?

-Sí, lo sé, Laura. Eres MUY poderosa. Tienes un gran poder en tus tetas, y esta pichita de mierda que no te hace justicia te pide por favor que la dejes correrse.

-Está bien. Las cosas cuando se piden como es debido, la Laura las concede. Pero espera.

Y entonces separó sus tetas, dejando al fin visible mi polla erecta, se puso en cuclillas y se metió mi polla en la boca. Apenas la había succionado dos veces, cuando sentí que me corría como nunca en toda mi vida.