Laura

Laura nunca había experimentado tanto placer...

Para Laura aquello era inaudito. Nunca se había visto envuelta en algo así. Si, era normal que estuviera en esa discoteca (estaba cerca de su casa y allí solían reunirse muchos de sus amigos), y también era completamente normal que estuviera sentada en la barra (no solía bailar mucho porque en el fondo porque la pista no era muy grande y aquélla noche era especialmente calurosa); pero lo que no era normal (ni mucho menos, pensaba Laura), era que estuviera rodeada de hombres tan guapos y, que por muy extraño que parezca, ¡estaban intentando ligar con ella!.

No es que resultara extraño para ella hablar con hombres, para Laura eso sí que era lo típico. Estaba harta de hablar, y hablar, y hablar… y nunca llegar a nada. Lo cierto es que ella no era ninguna gran cosa. Pero en el fondo se sentía una mujer moderna, llena de recursos, con una vida tremendamente activa y un empleo extraordinario. No era para nada una mujer poco identificada consigo misma. A Laura le encantaba ser Laura, pero había algo que todavía la tenía algo decepcionada.

Nunca había conocido a un hombre que realmente la llenara, una persona amable, tranquila, apuesta y trabajadora, que supiese respetarla y tratarla con el cariño con el que se ha de tratar a una mujer. Por supuesto, para ella eso era algo casi imposible de encontrar (los chicos con los que había estado demostraban que su búsqueda en el mundo moderno se podía asemejar a la búsqueda de vida extraterrestre o del santo grial…) así que en los últimos tiempo prefería buscar a hombres apuestos y varoniles, con los que tener una noche de placer para después poder seguir con su vida y su búsqueda.

Esa noche era tremendo lo que la rodeaba. Eran dos hombres, uno rubio y otro moreno. Laura ni se acordaba de sus nombres, porque la sorpresa superó todo lo demás. Ellos llegaron, se presentaron y comenzaron una entretenida conversación sobre hombres y mujeres. Aquello la mantuvo distraída, así que las copas y la música terminaron de transformar el ambiente en uno mucho más picante. Cuando Laura se quiso dar cuenta, ya estaban animándola a marcharse al piso de uno de ellos (tenía vagos recuerdos de que era el piso del rubio), y el sentimiento se volvió más fuerte todavía (qué demonios estaba haciendo, ¿ligarme a dos tíos a la vez?). Así que cuando entendió donde se había metido, ya estaba en la casa donde habían decidido terminar la fiesta. El ambiente se cargaba con el paso de los minutos y cada vez las conversaciones eran más picantes.

Fue en ese instante cuando Laura se atrevió a coger el toro por los cuernos.

-¿Sois muy amigos verdad?

-La verdad es que sí. Llevamos varios años juntos en la universidad y nos llevamos bastante bien.- había contestado el rubio, de los dos el más hablador.

-Lo entiendo. Se me hace raro veros así, tan graciosos y… tan cómplices….

-No es complicidad. Somos amigos, aquí nos tratamos con confianza. Por cierto, queríamos comentarte algo….

Laura se quedó callada. Ya sabía lo que iban a decirle. Resultaba muy difícil no imaginárselo cuando los dos estaban tan pegados a ella que podía oler sus cuerpos sin necesidad de esforzarse. No habían tardado mucho, pensaba Laura, y ahora le tocaba a ella. Decidió tomarse de un trago lo que le quedaba en la copa y, antes de que ninguno decidiera hablar, plantó un gran beso en la cara del moreno, que estaba junto a ella. El rubio no tardó mucho en unirse a la fiesta y con paciencia comenzó a sobarle el trasero. Se lo tocaba lentamente mientras daba algún pellizco o apartaba el tanga metiendo la mano debajo de la falda.

Mientras, el moreno ya estaba saboreando los pezones de Laura. Ella nunca se había sentido alguien demasiado bella, podía decirse que tenía los pechos un poco caídos (y tampoco demasiado grandes) y un culo tal vez demasiado ancho para su cintura…. Pero en esos minutos todo su cuerpo sintió un cambio. Era provocado por los besos y sobateos de aquellos dos hombres. Sentía que su cuerpo era un ansiado trofeo para ellos. Como si dos animales decidieran convertirla en su juguete y la trataran con el instinto de dos bestias sexuales. De repente ya no se sentía una mujer normalita, se sentía la dueña y señora de aquellos hombres. Allí se haría lo que ella quisiese, ni nada más, ni nada menos.

Ordenó que se desnudasen frente a ella. Mientras Laura se masturbaba lentamente aprovechando el trabajo de eliminación de tanga efectuado por el rubio. Ambos se levantaron y me observaron con malicia, mientras se desnudaban. Como laura había imaginado, no tuvieron vergüenza ni ápice de sentirse extraños (Laura comprendió que no era la primera vez que hacían un trío, lo cual la hizo sentirse muchísimos más caliente) y rápidamente le pusieron sus grandes poyas en la cara. Los ojos desorbitados de laura dejaban entrever algo muy claro, eran los dos penes más grandes que había visto en su vida. Pero eso no fue ningún obstáculo, comenzó a chupar como lo había hecho siempre (le encantaba, adoraba con todo su ser chupar poyas, y aquello era superior a sus fuerzas). Primero pasando la lengua y saboreando todo lo posible. Observaba sus caras y seguía a lo suyo. Le encantaba verles con el rostro desencajado por el placer. Así que siguió dándoles todo se repertorio lleno de besos, caricias, mordidas… lo que hacía que cada vez aquellos hombres y sus grandes poyas fueran más de su propiedad. Laura se sentía como una diosa. Se recostó en el sofá y puso a disposición del moreno toda su almejita chorreante. Éste no tardó nada en hacerla gozar como una posesa. Mientras, ella chupaba a más no poder la poya del rubio, que gritaba del gusto y no soltaba sus tetas, donde ya se adivinaban pequeños moretones por la presión de sus dedos; aquello a Laura no le dolía, la exitaba cada vez más.

Estaba gozando con esto cuando sintió que un primer orgasmo llegaba con la fuerza de un expreso, todo su cuerpo se puso rígido y, cogiendo la cabeza del moreno (que todavía no había despegado la lengua de su chocho) se restregó lo más fuerte que pudo. El rubio no tardó mucho en cambiar las tornas. Se cambió de lugar y comenzó a follarla muy fuerte. Su gran pene entraba y salía con facilidad, y cada uno de sus movimientos provocaban una oleada de placer en su cuerpo. Mientras, el moreno se la follaba por la boca. No podía decirse que Laura estuviera chupando. Se la estaban clavando por la boca literalmente. Se sentía muy mojada, cachonda y tremendamente caliente (nunca había tenido tantos orgasmos como esa vez, pues venían uno tras otro, Laura no sería muy agraciada, pero sí que era multiorgásmica, y eso era algo que estos hombres estaban aprovechando hasta el límite).

Ya no aguantaría mucho más. Llevaban un rato, y a Laura cada segundo que pasaba se le hacía interminable. El placer que la rodeaba era tan alto que ni siquiera podía articular palabra, se limitaba a gemir de vez en cuando y a gritar el resto del tiempo (cuando no tenía alguna de aquellas grandes poyas en la boca). Pero entonces sucedió algo. Estaba boca debajo de rodillas mamando como una posesa cuando sintió que la lengua de uno de ellos rodeaba y se introducía en su culo. El gusto no podía ser mayor, así que dejó que la poya entrara despacio en él. El dolor fue increíble, agarró la poya que tenía en las manos con tanta fuerza que por un momento pensó que la rompería, así que se la metió en la boca todo lo que pudo y ahogó el grito de dolor. Pero éste duró bien poco. El orgasmo que vino a continuación todavía Laura no lo ha olvidado, y los que llegaron cuando ambos hombres decidieron llenar con su semen todos los agujeros de su cuerpo ni siquiera pueden describirse en palabras. Nunca se había sentido así, absolutamente nunca. El éxtasis fue tal que los tres se acostaron en el sofá y Laura se quedó profundamente dormida acariciando los huevos (gigantescos, fue el último pensamiento que le pasó por la cabeza antes de que el sueño la atrapara) de estos dos machos.

El día siguiente hubo más fiestas y con el paso del tiempo (y de los años) estos dos hombres se convirtieron para Laura en el amor. Ellos le daban cariño, respeto, amor, y el mejor sexo que nunca hubiera sentido en su cuerpo. La propia Laura os contará algún día sus experiencias, pues desde que conoció a estos dos hombres no ha dejado de experimentar… y siempre a mejor.