Laura (Capítulo de Vida de Casada)
¿Sabes Julián? No hay nada mejor que una mujer comiéndote el sexo. E, incorporándome un poco, tomé la cabeza de Laura y la acerqué a mi sexo. Ahora Laura sí reaccionó y se puso a devorarme con ansia tragando mi flujo y penetrándome con la lengua.
Hola a tod@s,
Sí, ya sé que he tardado mucho, pero aquí teneis un nuevo relato:
Laura me contó que al abrir la puerta el caballero la había besado profundamente mientras sus manos recorrían sus nalgas y pechos, apoyada contra la puerta, de manera que nadie podría haber abierto. Su boca había bajado por el escote y había comido sus pechos mientras sus manos se centraban en nalgas y recorrían chochito y ano. Ella estaba que explotaba y se abrió completamente a él, que continuó bajando para comerle la empapada almeja con maestría arrancándole un par de orgasmos mordiéndole el clítoris mientras le introducía dos y tres dedos en su sexo.
Laura me lo contaba con voz entrecortada, excitándose al recordarlo y decirlo en voz alta. Ella se estremecía al llegar al placer y el viejito no dejaba de lamer y lamer hasta casi atragantarse. ¡No se podía imaginar que el viejito fuera tan diestro en esos quehaceres! Le arrancó varios orgasmos y no sólo uno. Su cuerpo se agitó en contorsiones, como latigazos, que eran mensaje evidente de su orgasmo, pero el viejito insistía e insistía sin dejarla libre, lo que encadenaba sensaciones y oleadas de placer.
Así que, cuando se retiró, y en justa compensación, Laura corrió a encerrarlo en el lavabo de señoras y dejarle el pantalón en los tobillos para tomar su polla entre sus labios y hacerle la mamada de su vida. El caballero le tomó la cabeza en sus manos y le marcó el ritmo y ella trató de complacerlo tragando hasta bien adentro (fácil, pues su herramienta no tenía la majestad de su lengua, lamentablemente). Laura, agradecida por el placer que le había dado, procuraba darle placer tragando y succionando sin dejar de centrar su mirada en la de él. Sumisa y viciosa, se esmeró en atenderle como si fuera su más amado galán. El viejito no duró mucho, debía estar tremendamente excitado y Laura le correspondió tragándoselo todo y dejándolo bien limpito. Se recompusieron rápidamente y vinieron a encontrarme para salir, satisfechos los dos.
Con ese relato ya llegábamos a casa. Faltaba poco para que Julián tuviera que irse, de manera que al verlo en el mostrador le dije que nos acompañara, que era una urgencia médica (creo que se asustó un poco). Y así lo hizo. Me halagó que sólo tuviera ojos para mí y ni siquiera mirara una vez a Laura, pese a lo espectacular que es. Al llegar a casa abrí y entré dejándoles pasar. Laura me miraba sin entender nada.
—Julián, tenemos un problema delicado. Esta perra sumisa está derramando flujos de lo excitada que está y necesita una inyección para poder curarse, ¿ves? —Y, sin pudor, con la puerta de entrada ya cerrada, levanté la falda de Laura para mostrarle a Julián su empapado y brillante sexo, que abrí con dos deditos. La reacción de Julián fue sorprendente. Se quedó clavado como una estatua, con los ojos fijos en ese rezumante sexo sin podérselo creer. Laura enrojeció todavía más.— Pero antes, antes tenemos que prepararla. —Y la tomé de la mano llevándola al dormitorio.
Ya en el dormitorio deslicé las dos tiras de los hombros de mi vestidito que se deslizó por mi cuerpo hasta el suelo. Di un paso quedando ante los dos sólo vestida con la tanguita y los botines. Indiqué una butaca a Julián, que se sentó con la vista fija en mis pechos y me acerqué a Laura. La miré a los ojos y ella tuvo que desviar su mirada, clavándola en mis pechos y su lengua recorrió sus labios. Respiraba entrecortadamente, aceleradamente, totalmente entregada. Me acerqué y tomé su cara entre mis manos, alzándole la barbilla y besándola mientras ella se dejaba arrastrar por el gozo cerrando los ojos. Introduje mi lengua lasciva en su boca, comiéndola con ansia y recorriendo toda su cara con mi boca. Alcancé su oreja mientras mis manos desabrochaban su ligero vestido amarillo.
Cuando mi lengua se introdujo en su oreja no pudo reprimir un gemido y su cuerpo se convulsionó. ¡Dios! ¡Su sangre mulata le permitía mil orgasmos! Sus piernas temblaron y se sacudió entera, y yo ni la había acariciado con mis manos todavía. Estaba realmente excitada. Su vestidito cayó al suelo y me entretuve desabrochando su sostén y apartándolo de su cuerpo. Ahora estaba totalmente desnuda salvo los zapatos frente a mí y frente a Julián.
No miré a Julián, seguí concentrada en Laura y en sus inmensos y jugosos pechos. Sus pezones estaban durísimos y ella se comportaba como una muñeca sin atreverse a hacer ningún movimiento. Yo era su ama, su dueña, su sueño sexual, y me aprovechaba de ello explorando sus redondeces y pellizcando sus pezones. Noté cómo disfrutaba de la presión de mis dedos en sus duras y puntiagudas piedrecitas, que coronaban toda aquella carne. Se inflamaron todavía más y pude notar cómo sus pezones se convertían en cerezas entre mis dedos.
Me entretuve con sus dos pechos, carnosos, no tan duros como los míos, más suaves y de tacto satinado. Me llenaban ampliamente mis manos. Grandes aureolas que yo cubría con mi boca y lamía y succionaba con deseo. Seguíamos allí de pie, en medio de la habitación, con Julián sentado en la butaca mirándonos. Ahora sí le miré, mientras chupaba una de las mamas de Laura y ésta gemía y se abandonaba a mis caricias. La mirada de Julián era vidriosa de deseo, tenía la boca entreabierta y respiraba entrecortadamente por ella, era la viva imagen del deseo.
—Quítame la tanga.
Ordené, yo también con voz ronca y fuerte acento ruso. También yo estaba empapada y muy excitada. Laura, rápidamente reaccionó y sus manos tomaron mis caderas retirando mi única prenda interior. La hizo bajar lentamente, mientras su mirada se centraba en mi entrepierna. También Julián me miraba, pese a tener ese cuerpo de la mulata abierto frente a él. Pude notar cómo mi humedad quedaba reteniendo la tela. Laura enrollaba la tanga bajándola por mi cuerpo y la tela, el minúsculo triangulito empapado de mi entrepierna, como perezoso, se desprendía de mi sexo dejando tiras de flujo que Laura olía con respiración acelerada.
Descubierta ya mi intimidad, de un tirón, Laura dejó la tanga en mis tobillos y yo alcé un pie mirando a los ojos de Julián. Mientras Laura sacaba la tanguita por mi pie pude ver cómo Julián me contemplaba. Parecía estar adorándome, acariciándome con la mirada, concentrado en cada una de las gotitas que brillaban en mi entrepierna. Libre de una de las piernas, alcé la otra para que Laura pudiera retirar finalmente la prenda. Lo hizo, pero entonces me sorprendió llevándosela a su cara y aspirando mi aroma y lamiendo con su cerda lengüita mis esencias, deleitándose en mi sabor.
—Cerda, no te he dicho que la lamieras. —Voz dura, de dómina, con fuerte acento ruso. Ella alzó la vista asustada y volvió a mirar la tanga.— Déjala en el suelo. —Y así lo hizo, todavía mirándola con deseo.— ¿Ves Julián como era una emergencia médica? Está enferma. —Y Laura se ruborizó todavía un poco más, pero ahora ya no sabía si era rubor de vergüenza o de excitación. La agarré del pelo y la arrastré mientras me acercaba a la cama. Ella me seguía como cachorrillo, pese a que yo tiraba de ella, no le arranqué ninguna queja. Me senté en la cama con mis piernas colgando, acariciando la cabeza de Laura, pero entonces subí los pies, abriendo las piernas y recostándome, apoyándome en los codos para que Julián pudiera ver bien mi sexo y mis pechos.
—¿Te gusta, Julián? Tiene una piel perfecta de un tacto suave y satinado. —Laura yacía a mis pies, en el suelo.— Ponte a cuatro patas y muéstrale tu culo a Julián. —Laura obedeció inmediatamente, quedando mi sexo frente a su cara.— ¿Ves Julián? Me obedece en todo. Le encanta ser mi perra sumisa. —Y Laura gimió de placer al oír cómo la trataba.— Está empapada, ¿verdad? —Sólo entonces Julián desvió la vista de mi cuerpo para mirar el de Laura, que con sus manos se abrió las nalgas para quedar bien expuesta. Su piel ligeramente oscura descubrió sus secretos. Siempre me ha sorprendido descubrir su sexo tan rojo bajo los pliegues oscuros de su piel o ese rosadito ano envuelto de sus duras y prietas carnes marrones.— No te oigo, Julián.
—Sí…, doña Sandra… —Dijo entrecortadamente mientras volvía a mirarme a mí.
Puse el dedo gordo del pie derecho entre los labios de Laura y ella empezó a chupar y lamer sin usar las manos, con las que todavía se abría para Julián. Notar aquellos labios, aquella lengua recorriendo mis dedos de los pies, su cálida boca tratando de engullir más y más de mí casi me vuelve loca, pero me controlé y dejé que me lamiera. Lamía con lujuria, tratando de atrapar mis dedos, pero también limpiando con su lengua. Sentir su saliva como una segunda piel, cálida cuando me chupaba, fresca cuando se retiraba, me hizo descubrir mil sensaciones. Pero ahora buscaba otras cosas.
—¿Te gusta Julián? ¿Te gusta lo que ves? —Dije casi sin voz, ronca de deseo y placer. Casi me vencía mi propia lujuria.
—Es usted una diosa. —Y lo decía en serio, él estaba sentado adorándome con la mirada. Ni se le pasaba por la cabeza alzarse y tomarme, se contentaba con acariciarme con la mirada, con olerme. Porque en aquel momento mi olor ya impregnaba toda la habitación. Mi fuerte olor a sexo superaba y dominaba todo el entorno. Era mi conocido olor a deseo, excitación, tan familiar y tan asociado a momentos de placer.
—Laura, abre el balcón, aquí apesta a sexo. —Laura se separó de mí sin ganas y, desnuda, abrió el balcón volviendo rápidamente a mis pies, pero esta vez no se los ofrecí, quedó de nuevo en el suelo, mirándome, centrada en mi abierto sexo.— ¿Sabes Julián? No hay nada mejor que una mujer comiéndote el sexo. —E, incorporándome un poco, tomé la cabeza de Laura y la acerqué a mi sexo. Ahora Laura sí reaccionó y se puso a devorarme con ansia tragando mi flujo y penetrándome con la lengua. Yo traté de seguir hablando, pero el placer entrecortaba mis palabras.— Sólo una mujer sabe hacer una buena comida de coño… porque… sólo nosotras… conocemos dónde… o cuándo… lamer… o chupar… o ¡morder! —Y aquí apreté la cara de Laura contra mí mientras mis piernas se contraían y mi cuerpo se sacudía. Al fin conseguía mi tan ansiado orgasmo. Laura todavía no había conseguido tragar todos mis flujos y una nueva cascada chorreaba contra su cara mientras yo la apretaba contra mí sin dejarla respirar. Fue un largo y dulce orgasmo que me tensó por un momento y me permitió relajarme suavemente.
—¿Ves Julián? —Dije mientras caía derrumbada. Ella sí sabe hacer una comida. Mira, no para, ahora es suave con la lengua… dejando que me recupere… ahora estoy muy sensible. Ven… acércate. —Julián se puso en pie con un salto y se acercó a la cama con su mirada perdida en mi entrepierna. Como pude, me incorporé lo bastante sobre un codo como para llegar a él y busqué, bajo su bata azul, el cinturón. Fui torpe, no estaba yo para muchos esfuerzos, y Laura seguía con sus dulces caricias, limpiando, succionando, tratando de dejar mi sexo y vientre mínimamente presentable después de todo el día y del orgasmo.
Pero el cinturón cedió y los pantalones cayeron a sus tobillos sin que él desviara la mirada ni un momento de mi sexo, que ahora Laura lamía suavemente, permitiendo a Julián disfrutar de sus maniobras o exhibiendo su talento ante él. Laura quería que supiera que ella era mejor que cualquier hombre, quería afirmar su superioridad, feliz de mi comentario, disfrutándolo y esforzándose todavía más para reafirmar mi confianza. Sus mejillas acariciaban mis muslos mientras, delicadamente, su lengua me acicalaba y tragaba los ya inexistentes restos de flujo. Mis manos tomaron su bóxer y lo deslizaron más allá de las rodillas. Por fin, su sexo quedó al descubierto, erecto, apuntándome. Yo lo evité, volví a tumbarme.
—Julián, ¿te gusto? —Y él volvió a mirarme a los pechos y la cara.
—Por supuesto, doña Sandra. —Siempre respetuoso Julián. Pero ahora era más que eso. Su voz reflejaba más que adoración, casi éxtasis religioso al poder compartir ese momento conmigo.
—¿Me deseas? —Y al decirlo, como celosa, Laura empezó a acariciarme el clítoris con sus dedos de brillantes uñas. Ambos estaban en pugna por ver quién era un mejor sirviente de mis deseos y trataban de avanzarse a mi propio pensamiento. Laura, que me conoce perfectamente, sabía que yo experimentaba placer con esa adoración, y se sincronizaba para que el placer de la sumisión de Julián se acompasara con sus caricias en mi, de nuevo vivo, sexo.
—Sííí… muchísimo… —Su voz era el reflejo de su alma, lo decía lleno de convicción, no podía dudar de su sincera admiración y deseo.
—Toma con tus dedos un poco de mi flujo. ¡Aparta cerda! Déjale acercarse. —Y empujé la cabeza de Laura con el pie para que me dejara libre. Quería castigarla por ser demasiado eficiente, había adivinado perfectamente el momento de las caricias y casi hizo que volviera a correrme. No podía permitir que se supiera tan eficaz o que me supiera tan débil.
Julián me contempló, me admiró, sorprendido, como queriendo memorizar cada porción de mi cuerpo. Tardó en moverse, como si no se creyera lo que le estaba ofreciendo, pero finalmente se acercó y una de sus manos avanzó, casi temblando, hacia mi sexo. Sólo eso hizo que mis flujos volvieran a correr, abundantes, noté casi cómo si me hiciera pipí y mi sexo volvió a quedar brillante de humedad conforme él se acercaba, tanta era mi excitación, tanto el morbo del momento ¿Se podría contener Julián? ¿Hasta dónde llegaba mi poder sobre él? Su mirada estaba perdida y podía ver cómo las aletas de su nariz se estremecían, su respiración por la boca era acelerada. Su mano se acercó a mi cuerpo, temblaba un poco, pero finalmente, con una corriente eléctrica que nos alcanzó a los dos, acarició el interior de mis muslos dulcemente, suavemente, un contacto suave como una pluma, que se deslizó entre mis muslos y fue ascendiendo lentamente. Se empapó de mi flujo sin atreverse a penetrarme, sólo acarició mis labios exteriores, pero casi me corro con su suave tacto.
—Bien, ahora lubrica el ano de Laura, vas a darle la inyección que tanto necesita. —Me incorporé y tiré del pelo de Laura para volver a encajarla en mi sexo, que volvió a devorar con ansia. Mi mirada estaba centrada en la de Julián, siguiéndole, se movía como un autómata sin despegarla de mí, manteníamos el contacto de las miradas como un enlace, sintiendo los dos a través del otro. Pude notar cómo su mirada subía por mi cuerpo acariciando mis pechos hasta centrarse en mis ojos, que lo miraban a él.
Nuestras miradas no se separaron mientras su mano untaba el ano de Laura. Noté cómo su mano recorría los dos orificios de Laura empapándole el ano. Lo noté porque Laura se estremecía con esas caricias y la electricidad nos recorría a todos, era como si me llegara el tacto de Julián por Laura o por la conexión de nuestras miradas, porque Julián estaba acariciándome a mí y no a Laura, en su mente.
Julián se situó detrás de Laura y la empitonó con su sexo de una sola sacudida, todavía mirándome a los ojos. Laura cerró su dentadura en mi clítoris en ese momento y los tres nos sacudimos al unísono. Tanto Laura como yo nos corrimos de nuevo, pero por suerte Julián pudo contenerse un poco más y empezó a bombear con furia. Mi mirada se había perdido por un momento, pero rápidamente conectó de nuevo con Julián, que me estaba follando a través de Laura, porque él me estaba follando a mí. Con fuerza, con deseo, pero también con algo de rabia que daba todavía más morbo a la situación. Se sabía sumiso, como Laura se sabía sumisa, pero él lo añadía a sus sacudidas dejándolo fluir su rabia, penetrando profundamente y saliendo y volviendo a penetrar. Laura se retorcía de placer alcanzando orgasmo tras orgasmo y penetrándome a mí con sus deditos en sexo y ano mientras su boca se centraba en mi clítoris.
Nuestras miradas enfrentadas decían todo eso y más. Cada vez que él bombeaba rechinaba de dientes con rabia y me buscaba más y más al fondo y Laura lo transmitía en su desesperado placer. También yo gruñía de placer, pero ninguno de los dos dejaba de mirar a los ojos del otro en una competición por ver quien aguantaba más. Yo me sacudía una y otra vez y ahora mis piernas se enroscaban en la cabeza de Laura abriéndome para ella, encajándola en mi intimidad. Cuando Julián, después de pocas embestidas, no pudo más y explotó aflojándose dentro de Laura y cayendo, todavía dentro de ella, a los pies de la cama. Los espasmos de Laura le exprimieron y ordeñaron mientras ella se relajaba sobre mis caderas y yo me dejaba caer también, habiendo vencido a Julián.
—Muchas gracias Julián, puedes retirarte.
Laura ahora sí pudo subirse a la cama y nos dimos un lascivo beso mientras oíamos a Julián retomar sus prendas y salir. Entrecruzamos nuestras piernas buscando el contacto íntimo y dejamos que nuestros flujos se fundieran mientras besábamos nuestros pechos y nuestras manos disfrutaban del tacto de la otra.
Besos perversos,
Sandra
Este es un capítulo de "Vida de Casada", para ver si os entra hambre de leerlo. Lo podéis encontrara en http://www.amazon.com/author//sandracracovia en formato digital (.mobi, para kindle) o bien en formato de libro de papel.