Laura (Capítulo 1)

La historia de Lucas y Laura, un amor que nace entre un joven y una mujer casada, y que removerá sus vidas y las de sus allegados.

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LUCAS

Aquel día, cuando llegué a casa, me encontré a mi madre y a Laura, su mejor amiga, compartiendo un café en la cocina. Siempre me había gustado Laura. Era agradable, tenía una sonrisa muy bonita y a pesar de sus casi cincuenta años, se conservaba escandalosamente bien. Que coño, estaba tremendamente buena. Delgada, menuda, de piel morena y un largo cabello negro y liso que le llegaba hasta media espalda. Ojos verdes, rasgos indios. Era una belleza.

Saludé, y me fijé en una maleta y una bolsa de deporte que descansaban junto al sofá de la cocina ¿Había vuelto Laura a discutir con su marido? No era la primera vez que la amiga de mi madre se presentaba en casa con sus cosas. Y no me extrañaba. Su marido era un auténtico imbécil. Solían discutir a menudo, normalmente porque el tipo era un vago y un borracho. No servía para absolutamente nada. Y aunque Laura se presentaba en casa en busca de un lugar donde estar alejada de aquel hombre, siempre se arrepentía y volvía esa misma tarde. Dejé que siguieran con su conversación, y me fui a mi cuarto a pasar un rato con mis amigos, jugando por internet.

Perdí totalmente la noción del tiempo. Solo cuando mi madre abrió la puerta, y mirá a la ventana, pude comprobar que se había hecho de noche.

-Lucas, me voy- me dijo. Esa noche le tocaba quedarse con mi abuela- Laura se queda esta noche a dormir aquí.

Me sorprendió. La discusión debía haber sido bastante dura. Nunca había decidido quedarse.

-Vale… ¿le preparo la habitación de invitados?- dejé el mando de la videoconsola sobre la mesa- ¿Quiere cenar algo?

-Ya le he preparado yo el cuarto- contestó- ¿Vas a salir? Me gustaría que te quedases hoy, no me gusta  que se quede sola.

-No te preocupes- contesté. No pensaba salir, de hecho no me apetecía nada- Pediré una pizza y le haré compañía- Nunca había pasado mucho rato conversando con Laura, pero nos llevábamos bien.

-Gracias- contestó con una sonrisa- Nos vemos mañana, hijo.

Despedí a mi madre, apagué la consola y salí del cuarto. Laura estaba en el salón, viendo la tele con la mirada ausente.

-Hola- dije

-Hey, hola Lucas- contestó, girándose hacia mí con una sonrisa un tanto triste.

-Si necesitas cualquier cosa…

-Gracias, eres un encanto- Me dijo, esta vez con una sonrisa mucho más bonita. Aquello hizo volar mi imaginación.

No pocas veces me había masturbado tras verla bañarse en nuestra piscina, o simplemente cuando me acordaba de ella. Se podía decir que había sido mi musa mientras descubría mi sexualidad durante mi adolescencia. Era una mujer que despertaba todos mis sentidos.

Llamé y pedí una pizza, y Laura me comentó que pensaba ducharse. Le preparé una toalla, una alfombrilla de ducha y le indiqué donde guardaba mi madre su gel y champú. La pobre no había traido nada más que algo de ropa y su cepillo de dientes. Me senté en la cocina con la cartera y preparé el dinero para dárselo justo al repartidor. En ese momento escuché a Laura llamarme. Me encaminé hacia el baño y me detuve justo a la puerta.

-¿Necesitas algo?- pregunté, a la vez que me la imaginaba desnuda y mojada en la ducha. Durante un momento, fantaseé con la idea de desnudarme y meterme con ella bajo el agua, y hacerle todo aquello con lo que siempre había soñado. Su voz me sacó de aquella película porno que me había montado en mi cabeza.

-Me da un poco de verguenza, pero… no puedo abrir el grifo del agua. Tengo la mano enjabonada y me resbala- Su voz denotaba gracia, y un poco de apuro.

-Vale…-contesté. “Solo vas a entrar y abrirle el grifo para que puede quitarse el jabón. No te está llamando para que te la folles”, me dije a mi mismo. Odio admitirlo, pero no necesitaba mucho para hacer volar mi imaginación.- Voy a pasar y lo abro… ¿estás tapada?

-Sí- contestó- No te preocupes.- No me preocupaba en absoluto.

Cuando entré el vapor y el calor llenaban el baño. Laura estaba de pie, en la ducha, tras la mampara de cristal y envuelta en jabón y la toalla. Era preciosa. Me acerqué mientras ella volvía a repetir entre risas su fatídica experiencia con aquel grifo enjabonado. Me mantuve respetuoso, e intenté no mirarla ni una sola vez. Pero no pude evitar fijarme en sus muslos desnudos mientras abría la puerta de la mampara. Parecían los de una veinteañera. Quizás los miré demasiado tiempo, porque cuando abrí el grifo y empezó a caer agua, noté en su cara como si se hubiese dado cuenta de mi calenturienta mirada. Me dio las gracias (esta vez sin ninguna sonrisa) y salí del baño un poco sonrojado.

Cenamos viendo la tele, sin hablar mucho. Ella no comió mucho, apenas un par de trozos de pizza, y se recostó sobre el sofá, poniendo sus piernas de lado. Se había puesto un pijama blanco de manga corta y pantalones cortos. Estaba muy sexy.

-Lucas, creo que me voy a dormir- dijo de repente.

¿Era por mi? ¿Me había quedado de nuevo petrificado desnudándola con la mente y me había calado? Me sonrojé de nuevo un poco.

-Vale- le dije- Si necesitas algo… ya sabes.

-Sí, te aviso.

Me desperté en mitad de la noche. Un leve llanto recorría el pasillo hasta mi habitación. Tardé un momento en darme cuenta de que se trataba de Laura, me froté los ojos y pensé en si sería adecuado acercarme para ver como estaba. Finalmente, pensé en que era lo correcto. Di un par de suaves toques a su puerta, y le pregunté si estaba bien.

-Oh… Lucas- dijo entre sollozos- Sí, no te preocupes

-¿Quieres que pase y hablamos?- pregunté.

Tras unos segundos, ella dijo que sí.

Olvidé que iba solo con unos slips. Y tampoco me di cuenta de que, producto de la noche, me había presentado ante la amiga de mi madre con una tremenda erección bajo mis calzoncillos. No sabía que pasaba hasta que ella empezó a reírse y me señaló con el dedo. Quise que me tragase la tierra, pero curiosamente, aquello ayudó a que tuviésemos una charla amena y que nada tenía que ver con el imbécil de su marido. Parecía feliz. No sé cuánto rato pasamos hablando, pero finalmente, cuando la conversación empezó a enfriarse, le dije que me volvía a dormir, y que me avisara si quería algo.

-¿Puedo darte un abrazo?- preguntó con una sonrisa

-Claro- contesté de igual modo.

Me abrazó por encima de los hombros. Era una mujer menuda, y tuvo que estirarse un poco para compensar la diferencia de altura. Yo también la abracé, muy fuerte. Olí su cuello, su cabello. Era más suave de lo que nunca había imaginado. Deseaba a aquella mujer.

-Te deseo- susurré.

Te deseo. Joder…Lo había dicho en alto. Las palabras de mi cabeza habían escapado de repente. Continuamos abrazados. ¿Lo habría oído? Coño, claro que lo había oído. Solo podía esperar a que lo obviara.

-Lucas… -susurró

Me separé de ella unos centímetros y la besé. No sabía que estaba haciendo. La había escuchado susurrar mi nombre con esa dulzura, y fue como si me indicasen lo que debía hacer. Y su lengua entro en contacto con la mía. Un tornado de sensaciones me pasaron desde el estómago a la cabeza. Abracé con más fuerza a aquella mujer, como si me diese miedo de que se escapara, mientras su lengua se enredaba con la mía. Sabía a algo maravilloso. Nunca un beso me había sabido igual. Y de repente, terminó.

-Lucas…- dijo ella separándose unos palmos de mí, colocando sus manos sobre mis hombros- Esto… no está bien. Es decir, te lo agradezco… pero no está bien. Tu novia…

-Está bien porque te llevo deseando toda la vida- dije ¿De veras era aquella mi voz? Parecía estar hablando sola. Y mi novia… no la había recordado en absoluto. Solo podía pensar en Laura- Y ahora te tengo aquí. Y eres lo más bonito y lo más dulce que he probado en mi vida.

Aquello arrancó una sonrisa de los labios de Laura. Una nueva sonrisa, una sonrisa que aún no había visto. Fue ella la que me besó entonces…

Caímos en la cama, abrazados y sin dejar de besarnos. Se tumbó sobre mí, con sus piernas a ambos lados de mi cadera, mientras me sujetaba la cara con las manos y no dejaba de besarme. De mover su lengua contra la mía. Paseé mis manos por sus muslos desnudos. Noté su piel suave, erizada, y noté como mi polla y su coño se apretaban el uno contra el otro, separados únicamente por mis calzoncillos y sus bragas negras. Se alejó unos segundos de mí, y apoyó sus manos en mi pecho, incorporándose y quedando de rodillas. Agarró su parte de arriba del pijama y se lo retiró muy despacio. No había visto algo tan bonito en mi vida.

Su largo cabello negro caía sobre su hombro, tapando parte de sus senos. Unos senos pequeños, que apenas asomaban de su pecho, con unos gruesos y oscuros pezones. Me cogió las manos y me hizo acariciarla por sus muslos, vientre y pechos. Agarré ambos pezones con el índice y el pulgar, y los hice retorcerse entre mis dedos con toda la suavidad que pude. Aquello hizo que un leve gemido escapara de los labios de Laura. Mientras yo continuaba acariciando sus senos,  ella se incorporó levemente y me bajó la parte delantera de los calzoncillos. Agarró con la otra mano mi endurecido miembro, acariciándolo levemente mientras lo apretaba contra sus braguitas. Por un momento, pensé que me iba a correr. Había fantaseado mucho con ese momento y no me podía creer que estuviese pasando de verdad. Vi como ladeaba sus braguitas y, pude ver su coño, un coño precioso, rodeado por una fina capa de vello negro. Noté como mi glande comenzaba a rozar sus labios calientes, húmedos. Noté el contacto de su vello contra mi polla. Noté como sus bragas rozaban mi pene mientras entraba en ella. La miré a los ojos y me sonreía, mientras agarraba mi polla por la base y la iba conduciendo lentamente hacia su interior. Bajé la mirada de nuevo y pude ver como la soltaba, como llegaba a meterme dentro de ella por completo, y como se sentaba de nuevo sobre mí. Apoyó mis manos sobre mi pecho, y se dejó caer de nuevo sobre mi hasta apresar otra vez mi boca. Nos besamos, estando allí, totalmente quietos. Agarré su culo con ambas manos, levanté mis rodillas, y empecé a embestir su coño desde abajo.

Ella se abrazó a mí, rodeando mi cabeza. Gemía y jadeaba junto a mi oído, mientras yo empujaba una y otra vez mi polla hacia su interior. No duré mucho.

-Sí mi vida… lléname- susurró en mi oído cuando ella se dio cuenta de que me iba. Aquellas palabras desencadenaron el final.

Empecé a eyacular con fuerza tras un orgasmo brutal. Notaba como mi semen no dejaba de brotar, llenando su interior tal y como me había pedido. Poco a poco me relajé, detuve el ritmo y me quedé quieto en la cama. Ella me besaba en la oreja y la mejilla.

-Vaya…-intenté explicar, un poco avergonzado. Apenas habíamos pasado unos minutos unidos hasta que me había corrido.

-Shhh… me susurró ella, como si supiese que quería decir- Nunca me he sentido tan llena. Déjame tu polla dentro… No te salgas, por favor…

No pensaba hacerlo.