Laura (4)
De como salí de su casa con el rabo entre las patas; ¡menos mal, había temido salir sin él!.
"Lo que quiera, soy la que manda, a menos que desafíes mi autoridad, en ese caso volveremos a pelear, ¿quieres que volvamos a pelear?" Negué vehemente, me dolían hasta las cejas, deseaba cualquier cosa menos volver a probar sus puños. Así, me mandó arrodillarme sobre la cama y poner el culo en pompa, ella cogió una zanahoria bastante desarrollada, la untó con crema y de dos empujones me la coló dentro. No me dolió tanto como esperaba, pero no tardé en saber que aquello era una especie de ensayo o preparación para lo que estaba por venir. Lo intuí, soy muy intuitivo, cuando la vi acercarse con un arnés que llevaba adosado un generoso miembro viril que ella estaba lubricando y la contemplación del cual me puso los pelos de punta.
"¿Estás dispuesto a tragar sin más o prefieres que te ate?", preguntó y yo aseguré que era su esclavo y haría lo que me mandase, en aquel momento me sentía aniquilado y carecía de la capacidad de plantarle cara, estaba molido y, si no le había podido ganar antes, menos aún ahora que estaba más acabado física y mentalmente. Aún así sentí un cierto sentimiento de rebeldía, que me abstuve de manifestar, cuando todo aquello se abrió paso dentro de mí, oía sus palabras de burla. Aquello no me estaba haciendo daño físico directo y brutal como me había temido, era claro que no era la primera vez que le clavaba el aparato a alguien, lo había sabido lubricar y lo movía bien; desde el punto de vista físico era sobre todo incómodo, era una sensación desagradable, al menos hasta el momento; mi verdadera derrota en aquel momento, mi postración, no era hija del dolor, sino de la humillación, era sentirme aplastado como una cucaracha por aquella mujer tan guapa, mucho más joven que yo, que había sabido usar su inteligencia para reducir mi voluntad y mi fuerza, para avasallarme, para hacer de mi lo que quisiera, que en aquel mismo momento me estaba cabalgando salvajemente mientras me llamaba cosas como putita deseosa, mariconcito, siempre empequeñeciéndome con el uso de esos diminutivos, mientras yo abajo callaba sumiso y asustado. Al fin acabó, se quitó el arnés, pero no me lo sacó a mi, se dejó caer sobre mi cuerpo como si fuera un colchón, ella tenía el suyo sudoroso y jadeaba exhausta, sentía su pecho magnífico sobre mi espalda y en él su respiración un tanto agitada, pero seguía controlando la situación, se puso a morderme las orejas y el cuello, hasta que me dio la orden de ponerme boca arriba, se sentó en mi cara y me mandó que la lamiese otra vez; volvió a tener otro orgasmo salvaje, casi de partirme la nariz en sus botes y rebotes, cuando acabó agarró mis testículos y apretándolos dijo: "espero que estas cantimploras me den una buena ración de semen, ¡es bueno para la piel!"
Acabada por aquella noche la jornada me mandó acompañarla al baño, allí me saco el ariete y me mandó lavarlo, compréndelo me dijo, no lo iba a sacar en mi cuarto para que me manchases algo, déjalo todo limpio, se sentó a hacer pis y al acabar me mandó limpiarle la gotita con la lengua, después me mandó hacer mis necesidades porque, me informó me iba a atar para que pasara la noche.
Dormí sobre una alfombra, con un cojín por almohada, cerca de la calefacción y tapado con una manta vieja, después de atarme me acarició y me dio un beso maternal; "buenas noches, perrito tonto, a lo mejor tienes suerte y mañana viene mi madre, a mi madre no le gusta dominar al macho, pero está viuda, muy necesitada, y por no discutir conmigo participa en mis juegos, verás que no tiene como yo la obsesión por la higiene, también sabrás lo que es un culo, de ciento diez kilos fofos y desparramaos, en tu cara, si el mío te asfixiaba...
No pasé tan mala noche como esperaba, no pasé frío, ni me había atado de un modo brutal (aunque si de un modo eficaz), ni la alfombra era incómoda; de hecho dormí como un niño, de un tirón toda la noche, me despertó ella por la mañana y sin muchos miramientos me mandó lamerla; lo hice con entusiasmo porque uno algo aprende aunque sea despacio y con dolor, al acabar me llevó al baño a que desahogase mi naturaleza, después desayunamos y yo tuve que lavar los cacharros y recoger la cocina, todo esto desnudo. Ella a veces se acercaba y me daba un pellizco donde le apetecía, también para pellizcar tenía imaginación, cuando acabe me tomó de las bolas y me arrastró tras de ella. "Te voy a dar un disgusto", dijo, "mi madre no puede venir, te perderás una buena ración de carne, además tendré que soltarte hoy, a las doce tendrás que irte, una lástima, no podré hacerte todo lo que quería, tendrás que venir otro día, si tienes huevos; pero ya vale, aprovechemos lo que hay, espero una buena ración para mi piel" y me mandó poner de rodillas, metió mi cabeza entre sus muslos y apretó, caímos al suelo ella arriba y yo abajo porque quien manda manda y se dedica durante un cierto tiempo a darme alternativamente lamidas en el miembro, apretones en las pelotas y a cerrar con fuerza las piernas entornó a mi cuello asfixiándome. A veces muy didáctica añadía una frase del tipo: "eso es una tijera... y alguna palabreja supongo que en inglés" finalmente me mandó chupar y cuando acabé exigió lo suyo para la piel, después de tener lo que quería se levantó, me echó la ropa encima diciéndome: "vístete y lárgate, el lunes hablamos en el trabajo, no diré nada a los compañeros, como si nada hubiese pasado entre nosotros, pero ya se me ocurrirá algo para tenerte a mis pies y tal vez te ofrezca la revancha, si te atreves..."
continuará