Laura
Laura tiene una aventura con sorpresa final.
Laura está sentada en un taburete de la barra mientras toma una copa. Muchos de sus compañeros de trabajo están bailando en la pista y un par de parejas han desaparecido hace rato, ninguna, por supuesto casada (al menos no en la empresa). Pero a Laura no le va ese rollo, ella es la aburrida de la oficina, treinta y tantos, felizmente casada, etc. Apenas ha consentido en tomarse una copa con su compañera Ana, que ha tardado más en convencerla para bajar al pub del hotel de lo que ha tardado en desaparecer con Oscar, el macizo de contabilidad. Y ya piensa en subir a descansar a su habitación cuando se apalanca frente a ella un chico, más bien un hombre. Unos cuarenta, agradable, aunque con la típica sonrisa algo chulesca del comercial que está de vuelta de todo. Le da un buen repaso visual de abajo arriba, parándose un segundo de más en el escote de la blusa por el que asoma el canalillo impresionante (una 105) de Laura. Ella no puede dejar de sentirse halagada, la verdad es que el maromo está bueno, y entre tanto ganado de secretarias y becarias cachondas la ha escogido a ella. Hay chicas más jóvenes y guapas, pero a este tipo se le nota que es a ella a la que le gustaría llevarse arriba. Pero Laura no es de esas, aunque no puede evitar sentirse algo coqueta.
-¡Vaya! Por fin una mujer con mayúsculas, estaba harto de ver niñatas. ¿Cómo te llamas ricura?
-Ricura, desde luego, no- le responde fingiendo indiferencia, más de la que realmente siente.
-Vaya, perdona, he empezado con mal pie. Empezaré de nuevo. Carlos, departamento comercial- (no hace falta que lo jures, pensó Laura).
-Laura, marketing internacional.
-Encantado Laura, ¿puedo invitarte a otra copa?
-Gracias, pero me acabo esta y me voy a dormir.
-Pero si la noche es joven, la fiesta acaba de empezar, jejeje.
-Pues disfruta, no me va mucho la vida social, prefiero subir a dormir a mi habitación- y bajándose del taburete se inclina adelante con un gesto de provocación medido pero sexy que deja aún más su escote al descubierto (al fin y al cabo a qué mujer no le gusta sentirse guapa y provocar un poquito) y a continuación le susurra al oído dejando que su perfume le inunde y que casi pueda sentir el calor de su piel.- Buenas noches, Carlos del departamento comercial.
Y se da la vuelta moviendo las caderas, provocativa y poderosa, sintiéndose la dueña del mundo. Le ha dado una lección al tal Carlos. Ella no es una niñata de esas que se abren de patas a la mínima, pero sabe ser sexy y que el tal Carlos se tiene que haber quedado con un palmo de narices y el calentón.- Que se busque una guarrilla para desfogarse- piensa mientras se ríe para sí.
Llama al ascensor y entra nada más abrirse las puertas, pero no le da tiempo a volverse a pulsar el botón para subir a la planta. Una fuerza arrolladora la lleva a la pared del ascensor al tiempo que oye pulsar y cerrarse las puertas. Siente un cuerpo fuerte, que la atrapa contra la pared. El aroma de una colonia masculina de calidad la envuelve al tiempo que una voz grave le susurra al oído:
-No me has dado tiempo a despedirme.
Las manos de Carlos, porque no hay duda que es él, se posan en su cintura sin hacerle daño pero con la fuerza suficiente como para que tenga claro que no la va a dejar moverse. Laura nota su respiración en el cuello, justo detrás de la oreja, en esa zona hipersensible y no puede evitar sentir una corriente eléctrica en su piel. El ascensor sube perezosamente mientras él la presiona. Sus pechos se aplastan contra la pared del elevador mientras puede sentir entre sus nalgas el bulto que crece en la bragueta de él. Y justo cuando va a protestar, él le da la vuelta y la besa. Es un beso fuerte, profundo, ansioso y Laura no tiene tiempo de evitarlo, pues al ir a hablar le ha clavado la lengua entre los labios hasta el paladar. Quiere resistirse, pero el cabrón besa muy bien. Laura teme que podría rendirse a ese beso. Justo en ese momento el ascensor se detiene y Carlos, sin mediar palabra, tira de ella por el pasillo.
Laura piensa en gritar, pero la planta parece vacía, y además el escándalo, las críticas. Son segundos lo que tarda en darle vueltas a todo esto pero menos tarda él arrastrarla por el pasillo y abrir la puerta de una habitación, meterla dentro, cerrar y empujarla contra la pared. Y de nuevo la besa con ansia, dominándola. Laura no puede pararlo, es más, cuando quiere darse cuenta está devolviéndole el beso. Entonces él se separa apenas un centímetro y la mira con esa sonrisa chulesca en los ojos, sabiendo que la tiene cazada. Ella hace un último intento de rebeldía.
-Déjame salir.
-No.
-Puedo gritar.
-Inténtalo- y de nuevo la besa. Al mismo tiempo aprieta sus caderas contra ella rozando con fuerza su ingle contra la de ella. "Dios mío, está totalmente empalmado" piensa Laura. Mientras, Carlos deja su boca y la besa en el cuello. Su mano izquierda la sujeta por la nuca, mientras la derecha agarra con fuerza una de sus nalgas, para luego, levantando su falda, coger el muslo y subirlo hasta su cadera. Observa encantado al acariciar la pierna que ella lleva medias con liguero, mil veces más sensuales que el típico panty, y su erección se hincha aún más, y ella siente esa hinchazón. Su cara baja y entierra sus besos entre los pechos de Laura que no puede evitar gemir. Hace tiempo que no la besan con esa necesidad, con esa urgencia. Intenta un último gesto de resistencia, porque nota como la humedad empieza a resbalar por el interior de su vagina.
-Por... favor... es... estoy... casada...
-Eso lo hace aún más interesante- susurra él y de un tirón abre la blusa. Dos o tres botones salen disparados en todas direcciones. Los pechos de Laura rebotan agitados, apenas contenidos por el sujetador. Son grandes, más de lo que parecían bajo la blusa y él se lanza sobre ellos, los besa, los muerde, los amasa. Al fin arranca el sujetador y deja los pezones oscuros y duros al descubierto y los chupa con ansia. Laura siente que se derrite, los pechos siempre han sido su punto débil y el los devora con maestría. Ni se ha dado cuenta de cómo o cuando le ha quitado la falda. Sólo se da cuenta de ello cuando la mano de él, diestra y firme comienza a estimular su clítoris. La acaricia, la besa, la masturba y Laura ya no puede pensar. Un fuego líquido rebosa de su vagina empapando las braguitas que él arranca justo antes de arrojarse a lamer su coño casi levantándola en vilo contra la pared.
La espalda de Laura se arquea cuando la lengua de Carlos se clava en su vagina y aletea sobre el clítoris. Sus manos aprietan sus pechos, pellizcan sus pezones, amasan sus nalgas, se deslizan por sus muslos hasta sus pies. Parece que fueran tres hombres y no uno los que hay en con ella. Y justo en ese momento él atrapa su clítoris al tiempo que clava profundamente un dedo en su encharcada vagina. Y Laura se corre, gimiendo, gritando de gusto. El orgasmo se alarga pero él no cesa y vuelve a la carga, excitándola de nuevo. Ella gime, necesita que la penetre, que la folle duro. Pero él se levanta y tira de ella. La hace arrodillarse y deja su cara ante su miembro. Ella lo ve, desnudo y duro. Una gota de líquido preseminal brilla en su punta. La orden no puede ser más clara:
-Chupa- le ordena. Y ella se aplica a ello. Lame, besa se clava el trozo de carne latiente hasta la garganta, vuelve a lamer, chupa la cabeza, los testículos. Etre tanto ha bajado sus manos y los dedos vuelan sobre el hinchado clítoris. Tiembla de deseo, de necesidad.
-Por favor... hazlo...
-¿El qué?
-Fóllame, vamos, fóllame... lo necesito... por favor.
Él no se hace de rogar, la levanta en vilo y la arroja sobre el colchón y casi está aún en el aire cuando siente como la poya de él la perfora. Laura gime, grita, ríe, llora mientras Carlos la penetra una y otra vez con un ritmo sostenido y firme. Los orgasmos de ella se encadenan, dos tres, ya no sabe ni cuantos. Ahora la levanta, poniéndola a cuatro patas y la penetra por detrás. En el espejo que cubre la puerta del armario de la habitación se refleja la imagen de ambos. Las tetas de Laura se bambolean a cada empellón aún más fuerte y profundo mientras Laura se acaricia el clítoris con furia y, por fin, siente como él se estremece dentro de ella. Uno, dos empujones más hasta el fondo de su coño y se vacía. La lefa hirviente la inunda, la llena completamente, resbalando por sus muslos, empapando la liga de las medias mientras él, aún duro sigue follándola entre gemidos, chapoteos y gritos de placer. Al fin se derrumban sobre las sábanas y Laura se duerme, ahíta, agotada y llena hasta el alma de placer.
La luz del sol despierta a Laura. Está acostada, tapada por una suave sábana. Junto a la ventana está Carlos, desnudo, y magnífico, mirándola risueño y con la poya morcillona.
-Buenos días dormilona. Son casi las once de la mañana. Hay que bajar a desayunar o nos cierran el buffet.
-En seguida cariño, deja que me duche y me vista.
-¿Sola o acompañada?
-¿Cuándo me he duchado sola, mi amor?
-Así me gusta, mi mujercita siempre lista. Me parece- y la saca de la cama totalmente empalmado ya- que le van a dar por culo al desayuno. Y entre risas la lleva al baño.