Las Voces del Hielo

El amor perdido, una obsesión... una promesa.

Las Voces del Hielo

LAS VOCES DEL HIELO

16-8-06 20:45

Era consciente de que aquellos espasmos venían desde muy adentro, habían pasado de una superficial rizada de bello a un quemazón en la piel bastante insoportable. Su respiración era cada vez más delicada y empezaba a preocuparse por el estado de sus pulmones, que a estas alturas, seguramente, debido a la humedad donde se encontraba se estarían encharcando rápidamente.

Se paró en mitad de la nada, en medio de aquel pasillo natural, donde su cuerpo se reflejaba distorsionado por las capas. Aproximó sus dedos a los botones superiores de la camisa para desabrocharlos pero lo único que hizo fue lamentarse al comprobar que sus dedos estaban congelados. Incluso, al romperse la camisa frotándose con los antebrazos, intentó llorar, acompañando a su rabia, pero no pudo, debido a una bocanada de corriente frío que trago, ocasionándole ahogo. Intentó toser en un intento desesperado para que aquella sensación de desgarro desapareciera, pero no consiguió ni siquiera emitir un sonido. Alguna lágrima hizo su aparición cristalizándose al instante, produciéndole dolor con el movimiento de los párpados.

Gritó al cielo nombrando a su Dios, al abrir los ojos, divisó un techo forjado por la naturaleza. El agua había escrito en aquella cubierta en forma de aspírales verticales apuntando hacia él. Una ligera mota de nieve cayó en su frente, no sintió su textura pero si vio como una mancha se dirigió hacia él.

Apartó el lado izquierdo de la camisa, no acontecía nada pero al mirar en el lado derecho una mancha rosada de color morado hacia su aparición en aquella piel estirada. Cerró los ojos consumido en su nueva desesperación e intentó incorporarse pero sus rodillas se habían enraizado en aquel piso. De repente algo crujió encima de su cabeza, se dejó caer hacia delante intentando rodar sobre sí mismo pero era demasiado tarde, una estalactita entró en contacto con su pierna golpeándolo con su superficie más punzante, originándole un corte en su gemelo de la pierna izquierda. Su grito hizo temblar las paredes, que con la vibración, empezaron a caer asistidos por la gravedad. Rodó hacia un lado topándose con la pared, esta vez, a pesar de la lluvia caída, salió airoso de ella.

Aturdido por la situación y sin tiempo para valorarse, en sus pupilas se reflejó el camino que dibujaban las grietas en su paso por el grueso hielo, como un relámpago que surcaba el cielo, aquellas fisuras perfilaba aquella galería glaciar originando fuentes de agua por su paso.

Arrastró sus extremidades inferiores por aquel mar de témpanos, produciéndole heridas incisas en su piel. Se apoyó en un saliente y alcanzó ponerse en pie. Siguió caminando observando su vaho producido por su aliento, este le guiaba por aquel camino de cristal tan bello como macabro y sus pasos, cada vez mas mecanizados, le hacían perder la poca seguridad que le quedaba.

Avanzaba, sosteniéndose con su antebrazo derecho en el tabique helado. Aquellas fugas habían empapado la mayor parte de su ropa, produciendo una capa blanca impenetrable al su alrededor. Había momentos en los que perdía el razonamiento, parándose para pensar, que es lo que hacía en aquel lugar, volvía a caminar y nuevamente se paraba.

El pasillo se había estrechado considerablemente en su altura, teniendo que encorvarse para seguir avanzando. Allí, ya no había figuras colgando, "este es el interior del infierno helado ", pensó, cuando vio apurarse el pasillo a un más y teñirse de oscuro sus paredes.

Siguió sus pasos con la mirada, sus botas estaban cubiertas por el agua que circulaban en un pequeño riachuelo. Si prestaba atención podía oír el sonido de este al pasar, era lo único que escuchaba, aparte de su respiración intermitente.

Entre tanta oscuridad algo parecía brillar al final. El pasillo desembocó en una gran caverna iluminada por los rayos del sol, que hacían un juego de luces al atravesar el agua del mar. Rodeando aquella galería, varias estatuas del tamaño de un edificio de 6 plantas, estaban situadas estratégicamente formando un anillo, y en el centro una pequeña ermita.

" Debe de ser allí, la he encontrado ", se decía así mismo en voz baja. Conforme iba restando metros hasta el pequeño altar, iba visualizando las gigantescas figuras.

De todas, reconoció a una, por su tridente y sus largas barbas dedujo que era Poseidón, rey de los mares. Tallado sobre el hielo, con una perfección surrealista, aquella mano abierta extendida y el cuerpo escultural, le daba un manifiesto de poderío y autoridad sobre todas las demás que estaban sentadas como escuchando a su majestad. Su trono, más grande que él, le aportaba una solemnidad mayor a su imagen.

Siguió caminando, algo parecía moverse debajo de él, surgían pintadas de animales marinos que parecían cobrar vida con cada paso, parecían acelerar su movimiento con cada pisada, se paraban, parecían adherirse a lo que para ellos serían el techo y volvían a un movimiento mas intenso. Cuando hubo pasado la longitud total de Poseidón, estas figuras se incrementaron en número, chocándose entre ellas, originando explosiones eléctricas derritiendo el hielo próximo a la ermita.

Ahora se encontraba al filo de una orilla de hielo, se asomó para poder ver su reflejo, pero su presencia no generaba ninguna imagen en aquella agua tan celeste. Las figuras seguían danzando por el mar helado debajo de el, pero no por aquel liquido. Se agachó, e introdujo la mano, estaba templado, era agradable al tacto, pero no conseguía ver su miembro introducido. Al retirarla, comprobó que volvía a mover todas sus funciones e hizo lo mismo con la otra. Confiado, metió la mano buscando la superficie que separaba el hielo de aquel líquido y pudo comprobar que no había nada físico en ello, sino que estas dos soluciones actuaban como el agua y el aceite en un mismo recipiente.

Tras su asombro y de repente, de sus miembros subía lentamente el fluido celeste tapando sus poros y ocupando sus tejidos.

Se echó un vistazo por todo el cuerpo y la capa de escarcha que le había envuelto durante todo el recorrido junto con la sensación de congelación, había desaparecido. Por lo menos esa emoción le había resultado razonablemente insoportable pero la conmoción que estaba ahora sufriendo, con el cuerpo a su temperatura normal en el aquel espacio tan frío y con sus miembros desapareciendo bajo aquel líquido, le había hecho volver a jadear acompañado de una pequeña pero en aumento taquicardia.

Inmerso en el nuevo problema, un ruido ensordecedor lo espabiló de su letargo. En menos de un segundo, se vio asomado a un precipicio en el que lo único que se veía era una inmensa mancha negra. Tuvo que aguantar el equilibrio ya que la gravedad lo atraía al fondo, se echó hacia atrás en su intento por no caer y cayó sobre su trasero, sentado, sus ojos divisaron pilares que salían del fondo de la oscuridad formando un camino hasta el santuario.

Miró sus brazos, aquello iba más deprisa de lo que creía, ya había llegado al codo y parecía no detenerse. Comprendió que le quedaba poco tiempo y que tal vez, abría algo que le pudiera ayudar al otro lado. Se puso en pie y saltó a la primera columna que estaba a un metro de la orilla.

Las consecutivas, hasta que llegó a la mitad del camino, no le resultaron difícil salvarlas, pero a partir de ahí, la superficie se estrechó ocasionándole más espinoso su salto. Se lanzó a la nueva orilla embistiendo el piso con su abdomen. Sus manos quedaron delante de su cara y los vio completamente cubiertos hasta los hombros, mientras, las criaturas marinas hacían su aparición a unos metros de él chocando entre si, pero en vez de emerger ruido como los otros, estos parecían formar una esfera silenciosa cada vez más grande, generando rayos de fosforescencia azul que al momento pasaron a una tormenta eléctrica acompañada de un anillo reluciente que emanaba de su interior. Seguían fusionándose entre ellas, engordando el tamaño de aquella sombra, estaba fascinado ante tanto espectáculo cuando en su cogote sintió fluir una leve corriente.

Se giró dubitativo y delante de él tenía una efigie líquida, que pasó a un estado sólido a través de una descarga que empezó desde su cabeza a los pies en forma de anillo rodeando su cuerpo. Conforme iba el anillo descendiendo, la figura iba desvelando su imagen, era una copia perfecta de él, con la única diferencia en que en la mano derecha portaba una descomunal espada.

Retrocedió un par de pasos torpemente, asombrado de ver aquel espectro inmóvil con la mirada puesta en él sin parpadear.

La esfera empezó a generar rugir, giró la cabeza para comprobarlo y al recuperar su postura inicial, vio a su doble levantar la espada con las dos manos hacia el cielo. El sonido volvió a aparecer pero esta vez no miró, la espada se proyectaba hacia su cabeza. El impacto fue terrible ocasionando una grieta en el superficie. Otra vez el rumor y aquella efigie sólida volvió a recobrar su movimiento, descargó nuevamente hacia su presa. Volvió a evitar su golpe rodando sobre sí mismo, se había librado por unos pocos centímetros, ahora estaba al lado de la esfera que retornó con su murmullo, la miró y le pareció más un generador de energía natural con vida propia. Volvió la mirada, en sus pupilas la hoja ocupaba toda su visión, era demasiado tarde para volver a rodar, la suerte estaba echada, su aventura terminaría allí a la sombra de Poseidón y hundido en aquel sitio para los restos, tal vez aquellas sombras se alimentarán de él una vez muerto y pasara a formar parte de aquel espectáculo.

El sudor le recorría por la frente mientras veía la imperturbable cara de su agresor. Se tapó con las dos manos su rostro, la hoja golpeó en sus antebrazos que habían formado una X, su cuerpo se hundió en el piso unos centímetros, pero para su asombro no percibía ningún dolor. Abrió los ojos y vio sus brazos totalmente cubiertas por aquel color celeste. Aquella duplicada imagen estaba inmóvil sobre él. El silbido volvió a sonar y volvió a descargar contra él. Los brazos en X le volvieron a salvar de la descarga.

Se arrastró sobre su espalda unos metros hasta posicionarse sin querer, al lado de lo que intuía que fuera, el corazón maestro de aquello.

Miro a la efigie, volvió la mirada al generador, . El silbido volvió y con él los movimientos, volvió a mirar sus manos, efigie, generador. Se incorporó de rodillas mirando el lugar donde estaba situado el corazón, solo había una delgada capa que lo separaba de la superficie. Miró a la efigie, estaba a un par de metros y seguía avanzando. Levantó su mano, la posicionó en forma de flecha, clavó la mirada en el foco de aquella corriente y descargó con fuerza sobre ella.

La efigie se disipó por completo sobre su espalda. Una ola líquida helada lo empapó por completo y a continuación un estallido lo hizo despegar varios metros del suelo.

Aturdido, levantó la cabeza, sentía como el agua atravesaba sus tejidos, nuevamente. Como si de una alucinación se tratara, lejos quedaba la sensación de calidez en su cuerpo. La explosión lo había empujado a solo unos metros de su destino, se encontraba delante de unos enormes escalones.

Alcanzó la cumbre después de impulsarse sobre sus doloridas rodillas sobre 15 descomunales hileras. Se tumbó sobre su espalda, estaba vencido y cada vez más rígido. El techo estaba a un centenar de metros, podía ver sus criaturas dentro de él danzando libremente de un sitio a otro, jugando con los de su misma especie y provocando al descuidado visitante.

Todo se sacudía al ritmo de la corriente marina. Los rayos del sol atravesaban las partículas de agua provocando un abanico de colores que se introducían en su rostro.

Sentía como aquella textura al introducirse en sus sentidos le hablaba. Le estaba mostrando señales que no llegaba a comprender, pero le daba igual, estaba exhausto, y aquellas luces le reconfortaban.

Una sombra inmensa se apoderó de todo el cielo, despojándolo de toda su calma, tenía una boca gigantesca que utilizó en forma de aspirador absorbiendo toda aquella vida. Las paredes se fueron envueltas de una tonalidad grisácea, hasta que poco a poco todo se vistió del mismo tono espectral. Sentía como aquellos gigantes ojos lo observaban, produciéndole pesadez en su alma, entristeciéndole por segundos. Una capa delgada de nieve empezó a caer, cada copo tenía extraños dibujos que al contacto con su piel se le clavaban produciéndole un terrible dolor.

Se le estaba solidificando en su piel, haciendo inservible la zona tras su contacto.

Se incorporó gimoteando, alzó la vista pero una cortina blanquecina le impedía ver más de un par de metros, aún así, distinguió una corpulencia en mitad de la planicie. Arrastraba su cuerpo, mitad adormecido mitad vivo, con la mirada puesta en el suelo y en sus pasos para no perder la conciencia.

Sus rodillas dejaron de articular, sintió la rigidez y los pasos mecanizados lo llevaron al suelo. Un " Cloc", le advirtió de que su cabeza había conectado con el suelo. " Acaso Poseidón me está castigando o solo me esta poniendo a prueba ", pensaba él, " No, no me está castigando, ni tampoco me esta poniendo a prueba, me esta matando lentamente por desafiarle ".

No sentía nada, su corazón dejó de latir y el último suspiro de sus pulmones ni siquiera provocó movimiento en sus labios.

Allí se encontraba tendido el mayor guerrero de todos los tiempos, aquel, que había desafiado a los dioses, aquel, que un día era venerado y respetado por todos, su vida se había extinguido junto a su promesa.

Del cielo negro, haciéndose paso entre la espesa capa de copos, como cualquier serpiente deslizándose sobre la cálida arena del desierto. Una corriente de luz descendía dejando a su paso una estela iluminada, qué, irradiaba con su canto, aquella escena. En pocos segundos iluminó toda la sala, ayudándose de aquellas partículas convirtiéndolas en pequeñas luces incandescentes, dando calor al lugar. Al cabo de unos minutos los tonos de colores se habían penetrado con firmeza en la macabra figura inerte, y el canto había invadido aquel enorme espacio gobernado por su rey.

Pequeños seres volvían a aparecer en su hábitat, se movían deprisa de un sitio para otro intentando alcanzar las diminutas partículas de luz. Los que conseguían comer alguna, crecían y podían reproducirse. Cuando todos hubieron alcanzado su tamaño, dejaron de agitarse y se agruparon justo debajo del guerrero. Una nueva emisión de luz, más espesa, se desplegó hasta alcanzar a la corriente, que aún seguía deslizándose con su canción.

Rodeó el cuerpo sin vida elevándolo unos metros del suelo. Aquellas luces con sus miles de ángeles cantando se introdujeron por la garganta y un estallido de luz salió de sus poros. Su cuerpo olvidó la rigidez y su corazón volvió a sonar vivo.

Seguía suspendido en el espacio destellando tonalidades, mientras era conducido ante la estatua. Una vez delante de ella, lo depositaron allí.

Escuchaba sus latidos retumbar en su pecho, sentía su sangre rejuvenecida correr por todos los canales. Llegaron a sus ojos, los abrió; delante de él, mirándolo, estaba todo aquello por lo que había luchado durante tanto años, la razón por lo que se había abandonado a su suerte. Su amor, yacía esculpida en cristal en aquel pequeño altar. Maldijo a los Dioses cuando se llevaron a su hermano, y a partir de hay, toda una cruzada por recuperar lo único que le importaba en esta vida.

La miró fijamente y sonrió, acercó su mano hasta su cara lentamente, y la acarició, sus ojos se llenaron de lágrimas, inundando sus mejillas.

Te he encontrado amor mío, no he podio olvidarte. Te quiero < Le dijo mientras se acercaba para besarla.

Al entrar en contacto con los labios de ella, sus poros se inundaron de su hermosura, volviendo a ocupar sus tejidos aquel liquido celeste.

Se hallaba inmóvil, cristalino, delante de su amor, mirándola a los ojos y con las manos sujetando a las de ella, oyendo el eco del latir de sus corazones tronar en sus cuerpos. Estaba feliz, por fin podría descansar junto a su prometida.

Un rayo de luz iluminó la imagen femenina.

  • Te he estado esperando. > Dijo una voz angelical que venía de todas partes.

Una lágrima se escapó de sus ojos, recorriendo lánguidamente la capa fina que les envolvía. Cuando cayeron al suelo, se deshizo en miles de gotas que fueron recogidas por el rayo de luz, originando un pequeño torbellino entre ellos. Se disolvieron en miles de partículas dentro de aquella espiral de luminiscencia, que coreando su danza, les había conducido al cielo marino.

Formaban parte de aquel hábitat, desorientados, se buscaban el uno al otro, cuando se hallaron, ya nada los volvió a separar.

26-9-06 14:15