Las vigilantes de la diosa madre
El sacerdocio eclipse tiene agentes en la Tierra, son llamadas agentes eclipse, son mujeres que trabajan para las hermafroditas bajo la tutela de amas hermafroditas. Laura se ha convertido en una agente bajo el control de su ama de dos sexos.
Tras todo lo sucedido con Camille, Laura y yo accedimos a entrenar. Laura se dedicaría a atrapar a más gente como Camille, la mayoría del trabajo lo haría ella pero a mí me tocaba mantener mi mente en la Tierra. Hacerle saber que estaba para ella, y demostrarle que me tenía a mi para darle amor. Lo que podía leer entre líneas es que me estaban pidiendo domarla y adiestrarla para que no se convirtiera en una zorra descerebrada. Laura estuvo de acuerdo, decía que si se iba a dedicar a cazar a gente mala, necesitaba un foco de luz en la oscuridad.
Le dieron tres meses de entrenamiento, arcano pero sobre todo mucho trabajo en el terreno psicológico. Me atrevería a decir que el sexo con ella se hizo aún mejor.
Entonces volvimos a mi mansión. Laura trajo a una amiga suya, muy hermosa y con un cuerpo irresistible. Ella había pasado por un bache, pero quería unirse a nuestra…¿relación? No tardamos en acostarnos, y entonces aprendí una cosa muy importante. Las hermafroditas somos seres polígamos, y eso se demostró cuando al segundo día, comencé a sentir algo por la nueva chica. Me gustaban ambas, y no pensaba dar marcha atrás. La amiga de Laura era una chica italo-japonesa, ciega pero era una atractiva sangrilunar.
Laura se levantó de madrugada. Yo no podía dormir, pero Emilia lo hacía profundamente. Me levanté y me fui con ella al baño. Tapé el cuerpo desnudo de Emilia, no habíamos follado ese día, le gustaba dormir desnuda. Laura se miraba al espejo. Se había puesto un pantalón vaquero.
–¿A dónde vas?–dije abrazándola por detrás
–Voy a reunirme con tu "amiga", la que quería tu perdón a base de pollazos. Quiere que investigue un grupo que se dedica a secuestrar chicas. Quiere que vea si las sospechas son ciertas o son sólo humanos.
–¿Y qué vas a hacer si son humanos?–pregunté mirándola al espejo
–Eso queda a cargo de la sacerdotisa.
–¿Estarás bien?
–Siempre me haces la misma pregunta.
–Nunca se sabe si algo puede salir mal.
–¿No recuerdas el rito que hicimos tú y yo? Ahora tú eres dueña de mi voluntad, María. Entrenamos para ser ama-sumisa, tú eres la única que me controla.
–¿Y como se que no dejarás de quererme?
–Dame órdenes.
–Quitaté ese pantalón.–Laura lo hizo, y lo apartó.–Ahora la camiseta.–de nuevo me obedeció sin decir nada, solo me miraba mientras cumplía mis órdenes.–Quitaté el sujetador.
Se quitó y dejó caer el sujetador. No sé que estaba haciendo yo, dándole esas órdenes. Laura esperó a nuevas órdenes, no se que intentaba probar.
–De rodillas, y chupa mi polla.
De nuevo, lo hizo todo. Siguió órdenes, entonces comenzó a hablar.
–Te obedezco porque te amo. Si dejo de quererte y paso a querer liberarme de ti, no estaría obedeciendo sin rechistar. Estaría lejos, y buscando ayuda.–dijo mientras chupaba mi polla–Estaré bien, tú dedícate a evitar visitas no deseadas.
–Hazme una mamada.
Laura se encomendó a mis órdenes, y se puso a hacerme una mamada de verdad. A ambas nos gustaba esta nueva relación ama-sumisa pero me hacía sentir mal, me sentía mal por ser su ama. Se que ella se dejó, que el rito que hicimos era para salvarla de futuros enemigos pero me incomodaba. Me incomodaba mucho, pero a la vez me encantaba tenerla con mi polla en su boca, me provocaba mucho conflicto. Me apoyé en la pared mientras ella seguía con la mamada, solo ella sabía hacerlas como las hacía. Miré hacia el techo mientras gemía. Tras cinco minutos, me corrí y ella se levantó a recoger su ropa.
–Se que me dijeron que esto iba a ser difícil, pero no me molesta lo que tienes que hacer en el trabajo, me molesta sentirme mal por poseer tu voluntad.
–Si otra hermafrodita estuviera en tu lugar, me convertiría en su muñeca sexual, y tú te sientes mal por tener mi voluntad.
–Si yo fuera otra, nadie tendría tu voluntad, me eligieron por ser apta como ama. Ven, aquí. –ella se colocó frente a mi, yo cogí sus manos y la besé.–Te voy a dar una orden, que siempre debes obedecer, si quiero tener intimidad contigo y no te apetece tener sexo, o hacer sexo oral, házmelo saber.
–Como tu digas.–respondió molesta.
Laura me atrajo hacia sí misma con fuerza, siempre se me olvidaba que Laura era más fuerte que yo. Me tapó la boca con su mano, y asentí. Me abrazó y me besó con pasión a la vez que masturbaba mi vagina y no mi polla. Entonces dejó de hacerlo y retrocedió con la ropa.
–Espero que eso sea prueba de que me siento bien haciendo esto y siendo tu sumisa.
Ella se vistió y se fue a la cocina. Mientras yo me levantaba el pantalón del pijama, y observaba a Laura. Sonreí mientras se hacía el desayuno.
–¿No te ha servido mi semen para desayunar?
–No quiero que me apeste la boca a semen de hermafrodita cuando vaya a trabajar.
–¿Cuando te tienes que ir?
–Tengo que estar allí en media hora.
–¿Tantas ganas tienes de ver a la hermafrodita?
–En realidad, esa sacerdotisa es la que quiere verte a ti.
Se echó un zumo, y se cortó un poco de bizcocho. Laura vestía ropa provocativa, una blusa con escote un pantalón ajustado que resaltaba su culo. Me daban ganas de arrancarle la ropa, ponerla contra la cerámica y follarla.
–Es mejor que no tengamos sexo, María. Además yo que tú volvería a la cama. Si pillas a Emilia en la cama tal vez te de los buenos días.
–Creo que es buena idea, quiero una foto de tus tetas, me pasas la foto en cualquier momento.
Le di una cachetada en el culo antes de dejar que terminase su desayuno y se fuera. Tengo suerte de tenerla a ella cómo sumisa. Me acosté en la cama cuando todavía Emilia seguía dormida, era una amante muy curiosa, coqueta y sabía mucho sobre sexo. Estuve mirando el teléfono durante una hora antes de que Emilia decidiera despertarse. Se dió una vuelta y acabó apoyándose en mis pechos para dormir.
–Poner la cabeza en las tetas es un placer que nadie me podrá quitar jamás.
–¿Más que follar?
–No sabes lo que me encanta despertarme y sentir el calor de mi amante.
–Pues Laura me ha dejado muy caliente.
–Apenas me he despertado, y ya me estás pidiendo tener sexo, ¿tú te crees que esa es forma de tratar a tu novia?
–Yo…
–Es broma, solo tenerte cerca me pone cachonda. Me pones cachonda.
–¿Te pongo cachonda?–pregunté sonriendo a la hermosa ciega con lascivia
–Me pone muy cachonda sentir tu piel desnuda. Hoy me he levantado con ganas de obedecer órdenes, María.
Sentí eso como un pistoletazo de salida. La agarré del culo, y la hice sentarse encima mía. Nos besamos con lujuria, y nos abrazamos. Ella encajó mi miembro en su vagina y comenzó a cabalgarme. Me gustaba ver su cara cuando follababamos. Se abrazó más a mi, mientras cabalgaba mi miembro y nuestros pechos se rozaban. Entonces en pleno polvo, me llamaron. Era esa sacerdotisa, cogí el teléfono.
–Tú...cogelo, yo sigo…
–Te lo estás pasando bien, eh.–dijo Desivian en cuanto cogí el teléfono–¿Cuando termine de darle la información a tu agente puedo pasarme por tu casa?
–¿Para hablar o para "pedirme perdón"?
–Para hablar, pero en general estoy abierta a propuestas varias.
–Pásate en cuanto puedas.–colgué–Me voy a correr.
Volví mi atención de nuevo al polvo. Eyaculé dentro de ella, Emilia salió de mí y se acostó en la cama otra vez.
–Has dicho que tenías ganas de obedecer órdenes, ¿no? Pues limpia mi miembro.
Sin resoplar ni refunfuñar, obedeció mi orden. Se quedó allí entre mis piernas, esperando órdenes.
–Vamos a la cocina, Emilia. Hoy vas a estar desnuda para mí.
–Si eso es lo que quieres. ¿Qué quieres de desayuno?
–Lo que tú quieras, Emilia.
Le di el delantal, y ella se lo puso. Le hice una foto de espalda. Le ayudé a sacar los ingredientes para tortitas del frigorífico. Ya que venía Desi, la sacerdotisa, me reservé mientras me ponía a tono viendo el culo de Emilia.
–Va a venir la sacerdotisa de la que te hablé el otro día.
–Pues más tortitas a preparar. Laura va a sentir envidia cuando sepa que me llevaré dos pollas hermafroditas para mí sola.
–¿Y por qué crees que te vamos a follar?
–Porque sois hermafroditas y porque soy irresistible.
Me reí de su comentario, y me puse cómoda en mi sitio. Volví a llamar a la sacerdotisa mientras miraba fijamente el culo de Emilia.
–¿Oye cuándo vas a venir? Mi chica está preparando tortitas.
–Laura ha venido veinte minutos antes, así que la puedo despachar rápido. Estaré allí en quince minutos.
Emilia continuó haciendo tortitas hasta que ya había demasiadas. Cubrió el desayuno, y esperamos a Desi. Cuando ya había llegado, abrimos la puerta y la dejé pasar. Emilia estaba allí, sentada y desnuda, con solo el delantal para tapar su cuerpo.
–Vamos a... desayunar, si eso. Desayunar.
–¿Laura se ha puesto a trabajar?
–Si, ella tiene ya su objetivo y sus indicaciones.
Se levantó y cuando encontró su silla, se sentó a desayunar con nosotras. Desivian era la más maravillada por las curvas de Emilia, mientras comía sus tortitas ya estaba pensando en comerle otra cosa. Yo que me aburría un poco, mientras comía tortitas y les echaba chocolate se me ocurrió divertirme. Con una mano, comía y la otra la puse en la pierna de la sacerdotisa. Se sobresaltó cuando lo hice. Retiré el pantalón y los calzoncillos, y me puse a masturbar su miembro.
–Dime, qué tal te ha ido con Laura. ¿Te has aprovechado de ella? ¿Le has hecho las fotos que le pedí?–dije mientras la masturbaba y mantenía contacto visual directo con ella.
–No, solo me pidió que le hiciera unas fotos. Me dijo que como ella no tenía voluntad, que las reservase para después del coito.
–¿Coito de quién?
–Obvio, que ella pensó que tendríamos sexo. Qué malpensada, ¿no?–aceleré el ritmo de mi mano. Ella en respuesta, detuvo mi mano–Ven, María, demuéstrame lo mucho que te gusta el sexo.
En ese momento no me lo pensé demasiado, me metí debajo de la cama, y aparecí entre las piernas de Desivian. Comencé a darle una mamada a la otra sacerdotisa.
–¿Qué está pasando?–preguntó Emilia
–Tu ama me la está chupando.
LAURA
Antes de irme Desivian me había dado unas indicaciones pero sobre todo me dijo que la misión sería relativamente rápida. No sabían mucho de ellos, y era esa la razón por la que debía llevar mucho cuidado. Si me conocían debía matarlos. Una sacerdotisa me llevaba hacia el lugar en su coche.
Yo vestía de una forma descaradamente provocativa, pensada para vender mi imagen al instante. La sacerdotisa vestía más elegante, como si aparentase ser la jefa, pero creo que el plan era ver qué hacían con la sacerdotisa.
–Si necesitas ayuda o se propasan contigo avísame.–le dije a la sacerdotisa
–No te preocupes, se manejar estas situaciones. Si no me hacen nada y la venta va según lo previsto, la misión durará algo más de lo previsto pero si nuestras sospechas son ciertas esta misma noche estarás con tu dueña.
Miré a mi compañera, la sacerdotisa, y recordé que sólo determinadas personas se encargaban de este tipo de misiones algo...sucias.
–¿Eres como yo?–pregunté mientras llegábamos a nuestro destino
–¿Una zorra sumisa con dueña? Es posible. Vamos, tenemos una misión que cumplir. Ahí nos esperan, recuerda, no actúes hasta que tengamos pruebas claras de su culpabilidad.
La sacerdotisa bajó primero, y yo bajé después cabizbaja, mostrándole sumisión a mi compañera. Lo primero que hice fue mostrar mis pechos.
–Pasad y hablemos de negocios
Me desnudé de ropa para arriba y me senté con "mi vendedora". El proxeneta era un hombre negro, que no dejaba de mirarme. No sé si me reconocía o simplemente quería follarme hasta dejarme el culo roto. El tipo también miraba a mi compañera, otra chica muy hermosa. La sacerdotisa no se desnudó ni nada del estilo, necesitábamos que la banda revelase sus crímenes. Estuvieron diez minutos conversando y negociando, el proxeneta no me había tocado ninguna parte de mi cuerpo hasta que dijo las palabras mágicas que estábamos esperando:
–Bueno, creo que he cambiado de idea, el precio no me gusta. Tú, zorrita pelirroja, a mis pies y más te vale desmostrar lo que vales. Si no te venderé a algún gilipollas de este mundo o de algún otro para que se la chupes hasta el fin de tus días.
La sacerdotisa me miró fingiendo muy bien el miedo y asintió. Dos hombres la agarraron a ella, y un tercero la desnudó con un cuchillo. El tercero iba a golpearla cuando dijo:
–Haré lo que sea, pero no dejes que tus hombres me peguen.
–He cambiado de idea, venid las dos.
La sacerdotisa actuaba tan bien el miedo y los sollozos que de verdad me entraban ganas de matar al gilipollas, pero en su lugar nos arrodillamos. Ella lamió sus pelotas y yo su polla. El hombre miraba satisfecho, y no era para menos, tenía a dos mujeres dándole atenciones personales.
–Esmerate más.
En realidad ya teníamos las pruebas que necesitábamos para que fueran detenidos por la sacerdotisas. Así que mientras lamía la polla de ese hombre, metí la mano en mi bolsillo y saqué mi teléfono. Tecleé el número de emergencia y alerté a los agentes armados. Entraron dos minutos después y se enzarzaron en combate con la banda. Mi compañera y yo nos levantamos. Ella se alejó y yo me puse en guardia.
–No tenéis pruebas contra mi.–dijo mientras se levantaba, y se ponía bien el pantalón.
–En eso te equivocas.
Me lanzó un puñetazo que esquivé, respondí a su golpe con otro que le dio en la cara. Entonces levanté mi pierna para darle una patada que detuvo agarrando mi mano. Utilicé mi otra pierna, lo cual nos tiro a los dos al suelo. Yo caí de cara, lo que él aprovechó para ponerme la rodilla en la espalda. Mientras todo eso ocurría, la banda ya había sido desmantelada. Unos agentes fueron a ayudarme, pero se lo impedí.
–Esto es cosa mía.–dije
Comenzaba a excitarme por la pelea, pero no podía perder tan fácilmente. Él con la misma fuerza desmedida que la mía comenzó a rasgar mis pantalones. Aproveché para escurrirme, terminar de perder los pantalones y levantarme. Nos repartimos golpes, se notaba que nos dolían los golpes por igual.
–Eres toda una tigresa, eres fuerte y luchas bien. Con una belleza como tú confesaría todos mis crímenes.
Como si se hubiera estado conteniendo todo este tiempo, fue hacia mi, me tiró al suelo y me inmovilizó allí.
–Tengo un trato, ríndete, dame tu cuerpo y confesaré todo lo que sé sobre Friyar.
–Ese es un capo mayor, las sacerdotisas hace tiempo que están deseando atraparlo pero es muy duro y no pueden.–él sujetaba mis manos con fuerza y yo dejé de forcejear.
–Nuestra relación ha cambiado y deseo verlo muerto. A cambio, serás mi zorrita hasta que llegue a la cárcel y te lo cuente todo.
–¿Por qué iba a aceptar?
–Solo envían a estas misiones, a agentes eclipse o aprendices que van a serlo y si los objetivos descienden de alguna de sus miembros. Tú eres una de esas agentes zorrita.
–Si incumples el trato, yo misma te mataré.
Soltó mis brazos, y yo los dejé caer al suelo. Él se levantó y se bajó el pantalón. Ese hombre conocía nuestras normas muy bien, y sabía que sería su moneda de cambio. Me di la vuelta y abrí mis glúteos. Él me agarró del pelo y me apoyó sobre el sillón, con mi culo mirándole a él. La sacerdotisa que me acompañaba comenzó a grabar, y él entró lentamente en mi culo, se abrió completamente a él y le dio la bienvenida. Viendo el recibimiento que le dió mi culo, comenzó a embestirme salvajemente.
–Lo que yo decía, toda una zorrita.
Mientras me embestía, me daba fuertes azotes en el culo.
–Ay diosa, mmm diosa.
Me agarré con fuerza al sillón mientras él seguía penetrandome. Me toqué un pecho, y me lo acaricié mientras con otra mano me masturbaba. Tras medio año en esto me había convertido en una zorra. Agarró mis manos y las puso en mi espalda. Empujó mi cuerpo hacia él con la polla aún en mi culo. Manoseó mis pechos, y cuando finalmente hizo el anuncio, tuve un orgasmo increíble. Entonces volvió a ponerme contra el sillón, y se corrió en mi culo. Los agentes le pusieron las esposas, y su collar represor.
–Quedas detenido.
Entró en el lugar la que debía ser la dueña de mi compañera, porque dijo una palabra que no llegué a oír y la sacerdotisa se paralizó por completo. Cuando se acercó más, pude reconocer a la mujer que había doblegado mi voluntad para convertirme en lo que soy ahora. Enys se llamaba, mi cuerpo comenzó a sentir miedo en su presencia, empezando por temblores.
–Enys, las secuelas de aquel ritual aún no han pasado. Me ha costado reconocerte.
Ella en sí no me hizo nada malo, pero el ritual fue doloroso y me avisaron de que habría secuelas. Una de ellas era la brusca reacción hacia la mujer que me hizo así.
–Y yo.–puso su mano en mi cabeza, me sobresalté–A partir de ahora, no sentirás miedo al verme, sentirás júbilo y ganas de agradecer lo que te he hecho. Tus recuerdos traumáticos pasarán ser alegres.
Ah sí, Enys era el vacío legal de mi nuevo estatus. Yo pasaba a tener inmunidad a todo tipo de efecto mental, y pasaba a tener una dueña, pero ella también tenía poder sobre mí. Se notó cuando me sentía alegre en su presencia, deseando mostrarle lo agradecida que estaba.
–Vamos con él a la cárcel. Estoy a cargo de esta operación.
Sonreí y nos montamos en el vehículo policial. Al proxeneta no le habían vestido, y a mí tampoco. La compañera nos siguió, no la había sacado de ese estado de trance.
–Es lo que sueles conseguir cuando tienes pleno control sobre tu esclava. Tengo toda una libreta llena de comandos que he implantado en su cerebro, no te equivoques es como tú, ella quiso esto.
–O sea, que la esclava es prácticamente tu marioneta.
–Una pena que en el sacerdocio no haya más hermafroditas como yo, que se dedican al crimen.
–Las que van contra nuestras normas acaban siendo castigadas.–dijo Enys–Y tienes suerte de que tengas algo que darnos.
De mi culo seguía saliendo semen, que manchaba mi asiento. Recogí mi pelo para mostrar mis orejas puntiagudas y apoyé mi cabeza en el hombro de Enys.
–¿Sabías que Tinuviel está interesada en que tu ama le haga una visita?
–¿Y con qué motivo?
–No lo sé.
–Zorrita pelirroja, ¿no dejarías tú a tu ama por mi?
–La única razón por la que me has follado es porque soy una agente eclipse. No te equivoques, he leído muchos relatos en los que mujeres como yo acaban prendadas de hombres negros como tú, pero eso solo pasa en los relatos. Tienes que darme la información que queremos. Luego, por tu bien, no volveré a verte.
Quería follarlo pero desde una posición dominante pero antes busqué el permiso de Enys. Tras todo lo que me había ocurrido, había desarrollado una sumisión involuntaria hacia las hermafroditas y más con la segunda persona que me controla. Enys asintió. Me levanté y me senté encima de sus piernas. No tuve que hacer nada más para obtener su erección. Abrí mis piernas y me senté en su polla, clavandola entera dentro de mí. Comencé a moverme entre gemidos, mientras apoyaba mis manos en su pecho.
–Se siente bien este polvo, oh por la diosa ahhh. Es solo que el placer de ser usada por una hermafrodita es inigualable.
Enys se levantó, y rozó mi mejilla con su polla. Sonreí e inmediatamente, torcí mi cabeza y abrí la boca. Su polla se metió en mi boca, y yo solo la acepté. Acarició mis orejas puntiagudas que no siempre mostraba en público, me daba vergüenza.
–A partir de ahora te llamaré putita elfa, tu madre lo era.
Le hubiera contestado que yo era una alada, pero con una polla en la boca, se chupa no se contesta. Tuve la suerte de que me dejó a mí mover la cabeza. Esto sí que era el paraíso, folllando y mamando a la vez. No sólo movía mi cabeza, mientras esa polla estaba en mi boca me dedicaba a saborearla con mi lengua. Cuando el criminal se corrió llegué al orgasmo, detuve la mamada con la polla aún en la boca y miré a Enys. Me di la vuelta y me senté mirando a ella. La miré suplicante esperando órdenes.
–Continua.
Al momento de darme permiso para seguir lo hice más rápido, buscando su corrida. Utilicé mis manos al mismo tiempo que mis labios, entonces supe que se corría cuando empujó toda su polla a mi garganta.
–Putita elfa.–puso su mano en mi cabeza–A partir de ahora las mamadas a tu ama las harás con absoluta veneración. Seguirás conservando tu personalidad pero a partir de ahora cuidarás y mimarás en todo a tu ama, a no ser que ella te diga lo contrario. Y una cosa más, cuando María y yo te llamemos Putita elfa, te referirás a ti misma como Putita elfa o Puta, en vez de hablar en primera persona. El comando de Putita elfa se cancela cuando te llamen por tu nombre.
Fuimos de la carretera a un avión. El viaje fue excitante y largo. Cuando habíamos aterrizado miré a Enys.
–¿Sabe María qué estás haciendo conmigo?
–Me ha pedido que pula unos detalles de tu condición, lo que no sabe es que le voy a devolver una versión actualizada. Puedes estar tranquila, volverás con tu dueña.
Camuflé mi desnudez con un hechizo. Nos apuntamos y llevamos a la prisión al proxeneta. Entré en la celda.
–Dinos todo de Friyar.
Y así hizo, gracias a una ayuda especial de mi boca, nos dió toda la información que queríamos. Al salir, Enya me dió una bata para ponerme.
–Dentro de un tiempo te voy a necesitar, Laura. No para chupar pollas, para repartir hostias.
–Estaría bien ser yo misma en el campo de batalla, hace tiempo que no lucho.
–Dile a María que te busque alguien para practicar la lucha.
El regreso fue tranquilo, pude relajarme en el avión. Enys se vino conmigo, y quizás para mí suerte se quedó callada. A mitad de camino, Enys comenzó a tocarse.
–¿Quieres ayuda?–pregunté
–Hazme una paja, quiero que me hables de tu entrenamiento para convertirte en agente.
–Hubo muchos actos sexuales, y sobre todo buscaron mejorar mi inmunidad a la magia de control mental. Fui adiestrada en las artes sexuales, las artes curativas y podría fácilmente infiltrarme en cualquier parte y ser una espía.
Como se me había dicho esta mañana, llegaría por la noche. Eran casi las once de la noche cuando por fin me detuve frente a la mansión. Una parte de mi solo deseaba echarse en la cama, pero Enys venía conmigo lo que igual podía significar que tendría una noche movidita. Abrí la verja y entré en la propiedad sin mayor problema. Aparqué y entré en mi hogar. Desidria y María limpiaban todo el desastre que habían puesto en la casa. Yo suspiré cansada, rezando a mi patrona para que no tuviera que atender sexualmente a mi ama. Aunque cuando oí su voz el único pensamiento que tenía en mente era el de satisfacer a mi dueña, lo que era prueba de la efectividad de la magia hermafrodita
–Laura, ¿cómo te ha ido el trabajo?
–Ha sido fácil.–nos dimos un beso, por sus labios pasó una polla.
La boca se me hacía agua con el solo pensamiento de meter su polla en mi boca. Necesitaba demostrarle lo mucho que la adoraba. Me arrodillé ante ella, lo que produjo confusión en María.
–Déjame hacerte una mamada.
–Prefiero que nos ayudes a limpiar.
Me levanté deprisa y corriendo a ayudarla a limpiar. Habían follado, comido y bebido por todas partes. Cuando terminamos, María se dirigió a Enys.
–Le he hecho un par de actualizaciones a tu chica como me habías pedido.
–Hablas de ella como si fuera un aparato electrónico.
–En su estado de agente puedes programarla como quieras. Puedes hacer que sea tu amante, que se comporte como tu ama, o que coma mierda de un váter y no pueda desobedecer. Si te parece puedo implantarle unos comandos para que sea mejor amante.
–¿Qué comandos serían esos?
–La programaría para que pueda ser sumisa, dominante y ella en su versión más normal. Además de un estado en el que puedas programar todas las personalidades.
–Es que no me gusta esa idea, una cosa es controlar a Laura y otra es convertirla en una robot orgánica.
–No podrías moldearla mientras tenga sus personalidades. Deja que te haga una muestra.–Enys se colocó detrás de mí–Todo el conjunto de órdenes sumisas, y todo lo relacionado con comportamientos sumisos se agrupará dentro de un comando llamado Esclava Elfa. Cuando se diga este comando, pasarás a adoptar toda tu personalidad sumisa creada y ya existente. Ahora entrarás en trance, tu mente dejará de ser tuya.
MARÍA
La mirada de Laura se apagó y su cuerpo dejó de moverse.
–Para entrar, en este estado habrá otro comando, llamado Control de Agente. En el comando Control de Agente se modificarán tus personalidades, no podrás recibir órdenes para modificar tu mente fuera del comando, solo cambiarás a través del entrenamiento y las experiencias vividas. Por supuesto, sabrás que pueden controlarte mentalmente y lo recordarás todo, pero no sabrás cómo ni cuándo ni porque pueden controlarte. ¿Me entiendes?
–Si.
–Esclava elfa.–parpadeó pareció que había vuelto a la normalidad.
–Ahora te toca a ti, María. Aprende a ser la ama que ella necesita que seas.
–Control de agente.–dije con la voz temblorosa.