Las Vegas con mi sobrina (3)

Tras una ducha matinal volvemos a la cama.

Las Vegas con mi sobrina (3)

Tengo la sensación de haber dormido muchas horas y haber estado dentro de un sueño muy placentero participando muy activamente. Miro a mi alrededor para comprobar que estoy en el mundo real, la luz del sol entra por el ventanal y a mi costado duermes tranquilamente.

Estás echada sobre le costado dándome la espalda, la pierna derecha estirada y la izquierda doblada apoyando la rodilla en la cama. Los brazos recogidos con las manos juntas delante de la cara.

Con esta postura un tanto retorcida, destaca la rotundidad de la curva de tu cadera, tus nalgas son realmente apetitosas y quedan a la vista para que las pueda contemplar mientras duermes.

Después de unos minutos mirando cada uno de los detalles de tu cuerpo, me levanto con sigilo para no despertarte. Me gustará hacerlo tras darme una ducha y dándote un beso en los labios.

Me meto en la ducha, dejo que el agua tibia me refresque y me despierte mientras recorre todo mi cuerpo. A mi mente vuelven las imágenes de hace un rato mientras disfrutaba de mi gran desayuno servido entre tus piernas. Uhmmm! cómo lo he disfrutado. Te debo una.

Se abre la puerta del cuarto de baño y entras deprisa, dando saltitos llegas hasta el inodoro, te sientas en él y empiezas a orinar haciendo ruido. Miras hacia la ducha, inclinas la cabeza hacia un lado y me sonríes. Es algo natural y no podías esperar.

A mi divierte verte sentada sobre el inodoro desnuda, haciéndome caritas, como si fueses una niña pequeña que acaba de hacer alguna travesura. Me rompe los esquemas y no puedo evitar devolverte la sonrisa. Por otra parte, tienes cara de querer hacer otras muchas travesuras y me temo que yo soy la victima propicia.

Sigo con la ducha mirándote de reojo para ver que tramas. De frente al gran espejo, ahora te limpias los dientes mientras parece que canturreas algo alegre entre cepillado y cepillado, y enjuague y enjuague.

Puedo verte con tus bonitas piernas, tus nalgas y tu bonita espalda. En el espejo veo como se te mueven las tetas acompasadamente mientras te cepillas. Veo como tu cara me transmite toda tu alegría y veo que tus ojos me observan de forma indirecta mientras me ducho.

Cuando terminas, te das la vuelta, vienes hacia la ducha y te cuelas dentro ocupando un sitio a mi lado.

“¿Me puedo duchar contigo?. Por la mañana me gusta darme una ducha y no puedo esperarme más”. Dices mientras coges la esponja, le pones jabón y me la das para que empiece a frotarte la espalda.

Yo cojo la esponja la pongo en tu cuello y la desplazo, hacia abajo, busco los hombros, bajo por el costado, luego al cuello otra vez para bajar por toda la columna vertebral hasta las nalgas. Cuando le enjabono el culo, te das la vuelta.

- “Enjabóname bien por aquí abajo, quiero que este todo bien limpio y apetitoso para que me lo comas otra vez, lo de hace un rato fue delicioso y estoy impaciente por repetir”.

Luego me coges la mano y la guías para que la esponja rodee una y otra vez tus pechos. Mi mano describe arcos alrededor de cada uno, y aprieta suave cuando pasa sobre los pezones. Estas muy orgullosa de tus tetas y te gusta ver la cara que pongo mientras te las sobo repartiendo la espuma.

Hace un rato cuando te he comido el chocho, he disfrutado de una excitación sexual propia de una animal. El líquido pre seminal ha estado presente todo el tiempo mojándome el capullo, preparándolo para una próxima penetración, pero esta no se ha completado. Después de tu orgasmo nos hemos abrazado, he puesto mi polla entre las piernas mientras estábamos haciendo la cucharilla.

Mi capullo ha encontrado tus labios vaginales humedecidos, los he frotado y he mantenido el abrazo mientras disfrutabas de tu post orgasmo. La placidez de la situación te ha permitido la relajación y finalmente te has dormido envuelta por mi cariñoso abrazo.

Me he despertado encontrándote desnuda junto a mí, luego has venido a la ducha y me has sobado la polla. Te has ofrecido para que te enjabone y disfrute otra vez de tu cuerpo, y esa acumulación de emociones se han traducido en una erección como ya no recordaba que fuese posible.

Veo que a ti te encanta verme en esta situación, temblando por la emoción, deseoso de entregarte mi verga. Se te ve contenta y satisfecha, te halaga ver cómo me pones, te ilusiona imaginar lo que puede venir a continuación. Tus manos juegan con mi polla y los huevos. Los aprietas suavemente, tiras de ellos para separarlos del trocho o los rodeas uno a uno dándoles un estimulante masaje.

Después de enjabonarnos mutuamente, de darnos besos apasionados, salimos de la ducha atropelladamente, abrazándonos, besándonos y deseosos de ir mucho más lejos.

Nos enfrentamos al espejo, te colocas pegada a mi espalda empujándome hasta el lavabo. Me pasas el brazo por debajo la axila hasta poner la mano sobre mi pecho sujetándome con firmeza. La otra mano va en busca de mi polla, la atrapa y la sujeta como si fuese de tu propiedad.

Miro al frente y nos veo reflejados en el espejo. Me veo con una cara de gran complacencia y tú con tu cara de líneas redondeadas y mejillas rellenas, se te ve como la gatita que juega con el ovillo de lana sin explicarse porque rueda al empujarlo, pero con ganas de seguir jugando.

Siento la tibieza de tu piel pegada a la mía, como tu pecho se aplasta contra mi espalda mientras sigues tocándomela y miras en el espejo nuestra imagen reflejada. Creo que te encanta la travesura y sobre todo te gusta verte a ti misma como haces que me sienta prisionero de tus maniobras.

Cuando noto que ya estoy bien armado, me deshago del abrazo, me doy la vuelta y me lanzo a por tu boca. Quiero meterte toda la lengua en tu boca, frotarla contra la tuya, lamerte el cielo de la boca. Quiero que notes que estoy dispuesto y que todo mi cuerpo te desea.

Tu pecho se aplasta contra el mio, mientras enroscas una pierna con la mía. Te aúpo hasta sentarte sobre el mármol, estoy tan fuera de mí que creo que te voy a follar aquí mismo. Abres las piernas, las cruzas por encima de mi culo y quedamos unidos. Te levanto abrazándote fuerte y en vilo te llevo hasta la cama.

Estoy como loco, quiero poseerte, echarme encima y penetrarte, dejar que mi polla encuentre el camino hasta tu chocho, y dejar que se pierda dentro. Bombear fuerte y llenarte con toda la leche que he acumulado en estas horas.

Antes de que pueda cumplir mi deseo, te revuelves rodamos sobre la cama y te colocas encima de mí. Estoy echado boca arriba y tú de rodillas sentada sobre mi pubis con cada una de las rodillas al lado de mis caderas.

Desde esta posición te veo esplendida, tu media melena todavía húmeda revuelta por la lucha, la expresión de tu cara me muestra que tú ahora quieres ser la ama, no quieres que te folle, tu quieres otra cosa, quieres hacerlo a tu manera.

Alargo las manos para cogerte los pechos, ¡Que lindos!, suaves… blandos y turgentes. Uhmmm, ¡cómo me gustan!

Me tocas la polla como comprobando que está en su punto, tras lo cual te incorporas sobre las rodillas, tu vagina queda justo por encima de la punta de mi polla. Estoy deseando que tus caderas desciendan y por fin mi polla pueda clavarse dentro de ti.

Lo que haces es acompañar mi polla para que frote sobre tus labios vaginales y asi pueda impregnarse de tu jugos. Me gusta, pero estoy mas que impaciente por ver cómo te sientas sobre mi y mi verga se hunde dentro de tu cuerpo.

Eres una verdadera guarra, en vez de hacer lo que yo estaba esperando, te sientas sobre mi pubis, con mi polla aplastada entre mi vientre y tu chocho. A continuación mueves las caderas lo suficiente para restregar tu labios húmedos contra mi polla de abajo arriba y luego en sentido contrario.

Al principio lo haces muy lento, pero a medida que tus jugos lo mojan todo, aceleras y me das un masaje que me quita el aliento.

- “¿te gusta como monto a mi caballito preferido?

Tengo mis manos sobre tus muslos, las llevo hasta las nalgas y te ayudo en el movimiento de adelante ya tras que hace coincidir nuestros sexos en una intima caricia.

Te detienes un instante, a mí me parece que dudas, te levantas apoyándote sobre las rodillas y parece que ya te has decido a cogérmela y dirigirla hacia la entrada de tu vagina.

- “Métela ya, por favor, no lo puedo resistir más tiempo… estoy a punto de correrme”, te suplico entre gemidos mirando tu cara llena de lujuria y con la expresión de quien trama algo.

- “no te preocupes, déjate llevar… no dejaré que te corras sin que yo lo quiera”, me dices para a continuación humedecerte y morderte los labios.

Yo ya no sé qué puede faltar, estoy deseando que me dejes llegar al orgasmo a cualquier precio, pídeme lo que quieras pero por favor compadécete de mí y deja que me corra ya.

Parece que mi deliciosa tortura no ha acabado todavía y en este momento soy como un muñeco que se deja hacer cualquier cosa con tal que le des su orgasmo.

Te sientas en medio de la cama con las piernas abiertas en cruz, obligándome a ponerme enfrente bocarriba, abierto de piernas poniéndolas cruzando por encima de tus muslos. Mi polla que está a punto de reventar de lo hinchada que se me ha puesto queda a un par de palmos de tu cuerpo, perfectamente accesible para tus manos.

Y así continua mi tortura. Inclinas un poco el cuerpo hacia delante hasta alcanzar con la yema de los dedos mi pecho. Haces que tus manos rocen con la piel de mi cuerpo, unas veces con la yema de los dedos otras con esas uñas largas que parecen destinadas a arañarte todo.

Te entretienes en mi vientre, bajando de forma inequívoca hacia mi sexo, pero al acercarte tus manos se desvían hacia la cadera y vuelven al centro pero sin superar la línea de las ingles, para perderse por los muslos.

Estoy impaciente, deseoso que me la cojas firme y me des unos cuantos meneos fuertes que terminen por liberar el capullo que está ansioso por coger protagonismo.

Después de evitar el contacto varias veces haciéndome caricias alrededor, me la coges con una mano y bajas lentamente el pellejo, descubriendo así el glande. Mi polla no es muy grande, es más bien gorda, pero si por algo se caracteriza es que el capullo es como un champiñón gordo y lustroso. Cuando estoy tan excitado como ahora, es de un como un fresón grande que grita ¡cómeme!.

Tiene un color intenso de sangre oscura, la piel se ve brillante debido a la tensión extrema y sobre todo es… muy sensible… mucho … mucho.

Lo miras con deseo sabiendo que lo tienes todo para ti, a tu disposición. Te inclinas hacia él para brindar con tus pechos con esa porción de mi cuerpo tan sensible. Te observo, veo como el deseo de tenerme se ha apoderado de ti, tus labios se entreabren, tragas saliva, te muerdes el labio inferior y disfrutas con lo que tienes entre las manos.

Sufro al pensar que si acercas tu boca húmeda y me das una lamida no podré contenerme y es probable que me corra mucho antes de lo que quiero. Pero… ¿qué puedo hacer para contenerme?. Por suerte para mi optas por darme unos meneos lentos y suaves, bajando la piel hasta abajo y deteniendo la mano antes de rebasar el borde inferior del glande. Eso todavía lo puedo soportar.

Cuando una de tus manos merodea el capullo, lo abraza y lo aprieta, la cosa se complica. Tengo que dejar de mirar y pensar en otra cosa para que esta deliciosa tortura no termine mi una eyaculación prematura.

Dejo que me hagas lo que quieras, retiro las manos, no me miro, solo abro los ojos de vez en cuando para verte. Tu cara de líneas redondeadas de mujercita dulce deja asomar el toque justo de lujuria que me tiene encandilado.

Siento como una generosa cantidad de saliva cae sobre mi glande. Pronto tus dedos la reparten y empiezas a juguetear haciendo pasar la punta por entre tus dedos una y otra vez, reservando al dedo pulgar el privilegio de rozar la puntita de mi capullo haciendo que se abran ligeramente los labios que cierran el conducto de salida de mi leche.

Una y otra mano se alternan en el movimiento de sube y baja, desplazándose y retorciéndose como si acariciaran una columna salomónica. ¡Qué gusto me da!

- “¿te gusta cómo te lo hago? A mí me gusta mucho tenerte así bajo mi control.

- “hace un rato tú has disfrutado lo tuyo comiéndome el chocho. Ahora me toca a mi gozar de ti… aguanta todo lo que puedas y me avisas cuando te vaya a venir”

Cada vez que abro los ojos te veo muy ensimismada mirando lo que hacen tus manos, observando como mi vientre se contrae de forma involuntaria y como mis muslos se ponen rígidos tratando de disipar los espasmos que me provocas. Me gusta tanto mirarte, ver tu cara de satisfacción, ver como mueves el cuerpo, como tus tetas te acompañan en los movimientos que tengo que cerrarlos y concentrarme en otras cosas para poder mantener el tipo.

- “Karla, no, no… no sigas… detente, si continuas me voy a correr”, te suplico.

Me haces caso, pero solo unos instantes. Luego me das un apretón con una mano mientras la otra empuja los huevos hacia abajo separándolos del troncho, alejándolos de la situación previa a la explosión.

- “Qué guarra eres… vas a hacer que me corra sin poder darte la leche dentro”, te recrimino cuando retomas el ritmo y la secuencia de tus meneos.

Creo que te ha dado tiempo a practicar todos los truquitos que sabes para masturbar bien a un hombre. A mí me has llevado al borde del orgasmo varias veces. Has sabido reconocer los síntomas y has enlazado una serie con otra, dando cada vez más intensidad. Ahora ya estoy al borde del abismo.

Por una parte quiero tirarme de cabeza, volar durante unos instantes y finalmente estrellarme contra el suelo. Por otra parte me gustaría tomarte, bombear fuerte y que los dos tuviésemos un rico orgasmo compartido.

- “Esta es mi respuesta a lo que me has hecho hace un rato, creo que vamos a estar en paz. Tu me has hecho feliz con tu húmeda lengua y ahora mis manos te lo devuelven”.

Eres consciente de que estoy al límite, das un pasito adelante y otro atrás. En cualquier momento mi clímax va a llegar, ni tu ni yo sabemos cuándo pero seguro que va a ser muy pronto.

Noto como tu boca se acerca a mi capullo, noto un besito y a continuación siento como soy sorbido y envuelto por una boca ardiente. Me das unos meneos mas rápidos gracias a la saliva y por fin llega mi orgasmo.

Salen varios chorros de leche espesa que cae sobre mi vientre, sigues meneándola suave e intensamente, te llenas la mano de mi leche y sigues restregándomela con una suavidad que me eriza el vello. Uy!!! Que gustazo!

Abro los ojos completamente para poder verte. Me gusta la cara que has puesto. Tu travesura ha tenido su premio y se te ve muy satisfecha con el resultado. Queda una última acción de lujuria…

Recoges con la yema de los dedos un poco de leche que hay sobre mi vientre, y te la llevas a los labios.

Tomas un pequeña porción, metes los labios al interior de la boca y lo saboreas.

- “Uhmmm, que rica está tu lechecita por la mañana”, dices haciendo un gesto simpático con la cara.

Después vas a por más, untas tus dedos recogiendo parte de la leche y te los llevas a la boca para chuparlos con deleite.

-

“me encanta tu leche para desayunar. A partir de hoy me la tienes que dar cada dia”, me dices poniendo esa carita que solo tú sabes ponerme.

Cierro los ojos, suspiro complacido y siento que ahora mismo estoy en el paraíso.

Deverano.