Las vecinas de abajo

Se reía dulcemente, ocultándome sus ojos con aquél pelo. - Vamos tontito. Ven conmigo. De nuevo me tomó de la mano y me condujo a su casa. A su apartamento. Acaba de entrar en el juego.

Las vecinas de abajo

Se reía dulcemente, ocultándome sus ojos con aquél pelo.

  • Vamos tontito. Ven conmigo.

De nuevo me tomó de la mano y me condujo a su casa. A su apartamento. Acaba de entrar en el juego.

Era verano, finales de agosto. El calor seguía asolando las costas murcianas. Las vacaciones se me estaban haciendo eternas. Quince días son muchos para pasarlos en vacaciones. Al menos en vacaciones familiares. Habíamos alquilado un apartamento en Roquetas de Mar. Era un apartamento pequeño (sólo una habitación) así que yo dormía en el salón, en un supletorio. El apartamento estaba emplazado en una mole de diez plantas, nosotros estábamos en la segunda, menos escaleras para subir. Así pues transcurrieron los primeros doce días con absoluta monotonía (playa de día y noche en una terracita).

Aún no me he presentado. Soy Julián, catorce años, pelo moreno y corto, bastante alto para mi edad, pero algo esmirriado. En fin, un chaval normal. A mi edad ya empezaba a ver cierto gusto por las mujeres, y la playa y sus fantásticos alicientes habían hecho despertar mis hormonas.

Recuerdo el segundo día de playa con especial interés. Estaba yo dándome un bañito cuando la vi. Era rubia, puede que de bote, con la piel bronceada y grandes ojos negros. Pero lo que me impresionaron fueron sus tetas. Unas enormes y descomunales tetas. Tendría unos treinta años. Espectacular. Ella y su novio (un cachas y además mulato) se metían más y más a lo profundo. Yo les seguí, para ver mejor el paisaje claro.

Estábamos en el lateral de la playa, cerca de los acantilados. Me agarre a las piedras y quedé flotando en el mar mientras veía a la pareja disfrutar. El mulato la cogía de la cintura mientras nadaba y la restregaba contra su paquete. La rubia se lo pasaba genial dando chilliditos y riéndose. Se quedaron quietos, flotando junto a las rocas. Estaba a solo tres o cuatro metros de la pareja, solo que bien resguardado por las piedras así pues ellos no me veían.

La chica se recostó sobre una enorme piedra gris cubierta de musgo. La parte superior de su cuerpo quedó al aire y de la cintura para abajo quedó cubierta por el agua. Su bikini era blanco y bastante pequeño, apenas si podía ocultar los enormes melones de la rubia. El mulato se le acercó. Vi como se bajaba el bañador y le empalaba con un enorme pollon. Así contemplé atónito el fenomenal polvo que echaron. La chica gemía mientras el mulato le sobaba las tetas. Pude ver como el bikini se movía y dejaba al aire una de sus fenomenales tetas. El negro se afanaba en chuparle el pezón mientras la seguía follando.

Fue todo bastante rápido, y en cinco minutos la cosa se acabó. Y entonces me vió. La Rubia. Se quedó mirándome. Por un segundo pensé que se lo decía al negro y me curtía a ostias. Pero no. La chica esbozó una sonrisa.

  • Cariño, creo que tienes razón. Es mucho mejor hacer topless y así evitar las marcas del bañador. Es más, para evitar la tentación dejó aquí la parte de arriba.

  • Lo que tu digas guapa.

La rubia esbozó otra sonrisa, se desabrochó el bikini y lo dejó en la cima de la piedra. Después se marcharon nadando los dos.

Me acerqué con cuidado pues las olas me empujaban contra las piedras y me encaramé a la peña. Cogí el bikini y volví al agua. Huelga decir que tenía una erección de caballo. Me bajé el bañador y me casqué que buena paja a la salud de la rubia. Después volví a la playa juntó con el bañador de la tetona.

Salvó este incidente (que no está nada mal, hay que decirlo) no ocurrió nada más durante las vacaciones. La rutina me desmoralizaba y contaba los días para volver a mi Palencia natal. Pero este sopor estival desapareció cuando solo quedaban dos días para marcharnos. Era por la tarde, el sol por fin dejaba respirar un poco y ya volvíamos de la playa. Entonces nos las encontramos.

Una era alta, guapa, pelo castaño y rizado, ojos oscuros, nariz respingona y cara angelical. Tenía un cuerpo nacido para el infierno: unas piernas torneadas, morenas y largas, un pecho deslumbrante (no tan grande como el de la chica rubia de la playa pero mejor asentado) y un cuello fino y alargado. Venía vestida sólo con un bikini rojo y blanco y portaba un bolso grande, ribeteado en oro.

Su acompañante era… no recuerdo muy bien como era. Pelo liso y negro pero bastante bajita y paliducha. La cara no demasiado fea pero comparada con la de su amiga era un maldito feto. Además tenía demás de carnes (vamos que estaba un poco rellenita) aunque es cierto que sus tetazas eran espeluznantes (estas sí que eran superiores a las de la rubia de la playa). También vestía con un bikini, no recuerdo el color. Llevaba una sombrilla.

Iban como para un día de playa, aunque ya eran las ochos menos cuarto de la tarde. Pasaron a nuestro lado. Inmediatamente mi padre y yo nos volteamos. No olvidaré fácilmente los andares de aquella chica. Su culo bien paradito y los graciosos movimientos que hacía. Mi madre frunció el ceño.

  • Que ¿Mirando a la chica?- refunfuñó.

  • Se me ocurre que es un poco tarde para que vayan a la playa- Dijo mi padre- iré a avisarlas de que en los apartamentos hay piscina.

Y así fue. Mi padre se acercó y hablo con la preciosa morena. Al instante volvió.

  • Ves mujer, sólo trataba de ayudar- le dijo a mi madre- Irán a la piscina en vez de a la playa.

Subimos a nuestro apartamento e inmediatamente bajé a la piscina. Mi madre me miró con cierta reprobación.

La piscina del edificio es bastante pequeña, pero no cierra hasta las diez de la noche, lo que hace que sea una opción perfecta para darse un baño ya de tarde. Bajé y allí estaban las dos, sentadas en sus toallas (ambas blancas) y conversando con un par de chavales. Otra vez esos dos. Aquellos dos tíos eran auténticos chulos. Todas las veces que había bajado a la piscina me los había encontrado tonteando con cualquier moza que hubiera. Y allí estaban, tendidos junto a mi nueva musa y su fea amiga. Ni que decir tiene que a la fea ni la miraban.

Continué mirando aquel cuarteto, hasta que se marcharon. Los cuatro juntos. Les seguí. Estaban subiendo las escaleras de los apartamentos. Estaban armando un gran escándalo de chillitos y risas. Vi como se paraban delante de la puerta del apartamento y como entraban los cuatro a trompicones. Era justo el piso de debajo de mi apartamento. Subí arrastrando las piernas el tramo de escaleras, abrí la puerta y entre. Mi padre y mi madre me esperaban para salir a dar una vuelta por los bares de la zona. Les dije que se fueran sin mí. Que no me apetecía. Y se marcharon. Fui a la cocina a por un vaso de leche. Fue entonces cuando oí las voces.

  • Vamos chicos, ¡Sólo es un polvo! Pero ¿Sois tontos o qué?- decía una de las dos chicas- No, o lo hacéis con ella u olvidaros de mi. LARGO.

Oí un golpetazo y pasos. Después un portazo. Salí de la casa y bajé las escaleras lo más rápido que pude. Los dos muchachos se marchaban escaleras abajo y la tía buena estaba en la puerta de su casa, con aquel precioso bikini rojo. Me miró con aquellos ojos oscuros.

  • Vaya, pero si al vecinito se le empalma la polla ya. Sube arriba con mama.

Era cierto, me había empalmado. Y es que su bikini no estaba bien puesto, quedando a la vista sus enormes senos. Muy lentamente se lo colocó en sus sitio, esgrimiendo una sonrisa de oreja a oreja. Dio un paso acercándose a mi. Balbuceé.

  • No, mi madre no esta. Ni mi padre.

Me di la vuelta para subir cuando noté una mano amarrándome la muñeca. Estaba junto a mi. Pude notar su olor, suave y perfumado. Los rizos castaños la caían juntó a mi, rozándome.

  • Vaya, ¿No te da miedo quedarte solito? Mi amiga y yo podríamos hacerte compañía. ¿No quieres pasar?

Creo que en ese momento se me paró el corazón. Me quedé mirando sus pechos, ahora cubiertos por el bikini. Pasaron unos segundos. Me sonrojé y traté de darme la vuelta para subir por las escaleras. De nuevo me sostuvo por la muñeca. Se acercó y me besó. Al principio sólo rozó mis labios con los suyos, para luego meterme su lengua. Nunca antes había besado a una chica, esa sensación… nunca la olvidaré. Es como cuando bajas una escalera y te olvidas de que hay un escalón, esa sensación que se te agarra al estómago.

  • Yo… tengo que ir a casa- le dije a borbotones. Y emprendí la huída. Sin siquiera darme la vuelta comencé a subir los escalones, hasta que tropecé y caí de culo.

Se reía dulcemente, ocultándome sus ojos con aquél pelo.

  • Vamos tontito. Ven conmigo.

De nuevo me tomó de la mano y me condujo a su casa. A su apartamento. Acaba de entrar en el juego.

La casa era igual que la mía. Me condujo directamente hacia la habitación de matrimonio. Cuando entré allí mi erección se relanzó. Tendida totalmente desnuda estaba la otra chica, la más fea.

  • Veras… chico. Mi amiga Lou se casa la semana que viene. Ella nunca ha tenido sexo, salvo con su novio, y quiere saber como es hacerlo con otra persona. Pero claro, no quiere serle infiel a su marido, así que este fin de semana es la última oportunidad que tiene. Y te ha tocado. ¿Acaso no te apetece un poco de sexo?

  • Yo…- balbuceé- Sí… claro.

La guapa me dio un empujón y caí en la cama. La chica fea, Lou, no era tan fea vista desde cerca. Estaba un poco rellenita pero aquellos melones… eran increíbles. No lo dudé y me abalancé sobre ellos. Les chupe, succioné y acaricié. Notaba sus risitas y sus escalofrios. Mientras tanto la guapa me había quitado las chancletas, las bermudas y los calzoncillos. Me había agarrado la polla y me la estaba meneando. Vamos que me estaba haciendo una fenomenal paja. Yo estaba en la gloria, pero era inexperto. Me corrí.

  • Vaya, pues menos mal que te he hecho una paja antes- rió la guapa- Sino la pobre Lou no habría tenido ni para empezar. Anda, quítate la camiseta.

La obedecí. Me quité la camiseta quedando totalmente desnudo. Noté como la guapa me lamía la polla, sin duda para recuperarme. La otra me acariciaba el pecho, me daba escalofríos. A los pocos minutos ya estaba totalmente dura, lista para follar. La guapa se retiró. Se había quitado la braguita del bikini. Sentada en una silla y espatarrada, se masturbaba.

Yo la miraba mientras la otra me daba besitos en los pezones. Estaba muy caliente. Coloqué a Lou en la cama y traté de penetrarla. Estaba nervioso. Era más difícil de lo que suponía leñe. Al final, con un poco de ayuda por su parte, logré metérsela. Nunca olvidaré esa primera sensación de estar dentro de una mujer, tan caliente y a la vez mojada. Comencé el mete-saca lentamente. Mientras lo hacía miraba a aquella preciosidad que se masturbaba mirando la escena.

  • No tan rápido hombre, o te correrás y la pobre Lou no disfrutará.

No la hice el menor caso. Seguí penetrándola a toda velocidad. Ella esbozaba unos gemidos, yo rugía de placer. Fue una gran experiencia. Y así, mientras le metía mi pequeña polla hasta el fondo a la pobre Lou, la guapa se corrió. Se frotaba el clítoris frenéticamente, sus jugos chorreaban por sus manos, sus ojos entrecerrados y su boca abierta buscando oxigeno. Es visión fue demasiado para mi. Me volví a correr.

  • Oh. La pobre Lou aun no ha quedado satisfecha- me reprochó la guapa- Te has quedado con las ganas ¿verdad, Lou?

Se acercó felínamente a la cama. Se despojó de lo que quedaba de su bikini. Sus tetas se tambalearon graciosamente. "siéntate en la silla" me dijo. La obedecí. Y desde allí puede ver como la preciosa chica se recostaba y comenzaba a comerle el coño a su amiga Lou. Veía como la lengua, que poco antes había estado en mi boca, surcaba los pliegues y repliegues de la pobre Lou. Mi pene volvía a estar en pie de guerra. Me masturbé. No pude evitarlo. Pero no era suficiente. Me levanté de la silla y me acerqué a la guapa. Estaba a cuatro patas mientras le chupaba el coño a la otra. Le metí de una vez la polla en el coño. Esta vez no fallé.

Dio un grititó pero no paro de chuparle la almeja a su amiga. Yo estaba al rojo vivo. Notaba la calidez de su concha, su fluidez. Agarré sus pechos con mis manos. Estaban calientes y suaves. Ella, sin prestarme atención, seguía lamiendo a su amiga. Al final la pobre Lou estalló en chillidos. Se revolvía en la cama. Se estaba corriendo. Yo, ante semejante espectáculo, detuve mi enculada. Cuando Lou paró de correrse se quedó tendida en la cama. Su guapa amiga siguió con su cunnilinguis. Retomé la penetración. Tarde muy poco en correrme. Entonces se volteó, quedando sus preciosos senos a mi vista. Sonrió.

¿Has terminado ya? Puedes volver a tu casa. Vuelve a tu casa.

Me quedé de piedra. Busqué mi ropa por la habitación, pero no estaba. "Largo. Vete ya" me chilló ella. Salí corriendo. Desperté a la mañana siguiente tendido en mi cama.