Las vecinas Ana y Elsa
Entonces sentí su verga bajo mi falda, no me enteré cuando bajo sus ropas , si cuando bajó mis calzones hasta el suelo , buscándome la entrada a mis entrañas sexuales, con su pene.
Las vecinas Ana y Elsa
Vivíamos en los suburbios y nuestra casa, pequeña, apenas dos dormitorios en uno dormíamos nosotros, Juan de 30 y yo Ana de 28, en el otro, mis dos hijos de 9 y 5 años. Los patios de estas tres casas era común y atrás había un pequeño huerto con una bodeguita, este cuarto recibía todo lo que no cabía en nuestras casas, era para guardar muebles y cachureos nuestros.
En las otras casas vivían el matrimonio de Elsa de 38 años y Norberto de 42, no tenían hijos, y eran felices los dos, la tercera casa era habitada por un matrimonio mayor Pedro de 50 años y Lorena de 46 con dos hijos Roberto de 13 y Leo de 16 años, Roberto todavía no maduraba y era un niño a pesar de su edad, Leo era de cuidado, pues si uno se descuidaba, el estaba al acecho para mirar mas allá de lo permitido, varias veces mientras me equilibraba encima de un cajón, para colgar la ropa, este pasaba como de casualidad mirándome las piernas y si podía miraba mas arriba. Lo observaba y eso me divertía y a su vez me complacía que un muchacho se fijara en mis piernas.
El Sábado, estaba en el patio lavando mi ropa y al colgarla una prenda se cayó al suelo, para no bajarme y hacer todo un circo para subirme al cajón de unos 60 centímetros de altura, le solicité a Leo, que andaba vigilando por allí, si me la pasaba, este voló a recogerla y al hacerlo me miraba desde el suelo por entre mis piernas, y al hacerlo se saboreaba pasándose la lengua entre sus labios y con unos inmensos ojos me miraban mis calzones, saciándolo abrí mas mis piernas para que tuviera mejor visión de estos y este casi me tira del cajón al alcanzarme la prenda caída y tuvo que afirmarme para no caerme, al hacerlo las puso en mis nalgas
Oye atrevido le dije perdón respondió no me di cuenta, alterándose y su cara se bochorno de avergüenza. A mí al sentir esas manos firmes y duras en mis glúteos me perturbaron mis hormonas, alborotándolas. Lo miré y preferí seguir colgando mis ropas, pues mi marido me tenia insatisfecha desde hacia una semana. Y él era un púber todavía.
El domingo a medio día, se realizó una pequeña fiesta en el patio por cumpleaños de Norberto, mas bien fue borrachera por el cumpleaños de este, nos servimos un trozo de pollo con ensalada y como tres vasos de vino las mujeres y cinco los hombres, andaban mas que alegres estos con el vino, al tratar de ir a dejar mi plato a una mesa, me alejé del grupo y al hacerlo tropecé con unas raíces, y casi caigo al suelo, pero me salvo Leo quien me agarró nuevamente por mis nalgas para que no cayera, con tal mala suerte para mi, buena suerte para él, que nos fuimos contra la puerta del cuartito bodeguita y entramos a este sin caernos agarrada por mi culo por las manos del Leo, la puerta se cerró y quedamos en penumbras dentro de este.
Me pregunto si estaba bien sin soltar mis caderas, le dije que si, pero que me soltara, pues sentía nuevamente perturbarse a mis hormonas, el me soltó suavemente recorriéndome desde mis glúteos por mi cintura, pasando por mis pechos los cuales aprovechó de apretar, sacándome gemidos por las alteraciones de mis hormonas luego ubicó sus manos en mis hombros apretándome contar su cuerpo , me acariciaba los pechos y las nalgas con sus manos, de mi boca se escapaban las exclamaciones y gemidos de pasión luego de estar mas de una semana insatisfecha por mi marido, déjame o no respondo le dije, respondo de que me dice, eres una mujer sedienta de cariños , ¿no quieres que yo te los dé?... seguía recorriendo mi cuerpo y yo gimiendo al sentirme acariciada , déjame le decía sin mucha seguridad , déjame quejándome y gimiendo sin convicción, por favor, luego lo abrazo y beso en sus labios.
Entonces sentí su verga bajo mi falda, no me enteré cuando bajo sus ropas , si cuando bajó mis calzones hasta el suelo , buscándome la entrada a mis entrañas sexuales, con su pene. Yo misma la acomodé para que la encontrara, y en pocos segundos, sentía su verga adentro de mi sexo, metiéndomela, mientras me tomaba de la cintura para impulsarse mejor. Entonces me jaló quitándome de la mesa, para llevarme hacia un camastro que estaba cerca. Yo me apoyé en el camastro, parando las nalgas, permitiéndole que me lo metiera mejor, en esa posición a lo perrito.
Mientras tanto, escuchábamos la risa y la charla entre los que estaban en el patio. En la bodeguita, sólo se escuchaban nuestros suspiros, jadeos y gemidos. De pronto, sentí que me venía el orgasmo, que intenté acallar con un ahogado gemido, y cuando sintió que me estaba viniendo, comenzó a impulsarse con más rapidez y fuerza adentro de mi vagina, y en pocos segundos sentí que explotaba adentro de mí, regándome todas sus secreciones. Terminó, me sacó la verga chorreando y se acomodó la ropa, mientras yo hacía lo mismo. Luego, recogimos nuestros platos y vasos y salimos a donde estaban los demás, que ni cuenta se dieron de lo que había pasado en el cuartito entre mi vecinito y yo.
Nos escurrimos entre los vecinos y nada aquí había pasado, nadie se dio cuenta de que Leo me había saciado mis instintos sexuales y había tranquilizados a mis hormonas, aunque todavía tenía ganas de más , transcurre el día, los hombres se retiran medios borrachos a mirar un partido de fútbol por la tele de Norberto y las mujeres nos quedamos un momento mas soñando con el alcohol que habíamos bebido. Luego Lorena le da sueño y se retira a su casa a descansar un rato, Elsa entra a su casa a vigilar a los hombres medios borrachos y yo aprovecho de arrastrar a Leo nuevamente a la bodeguita.
Sedienta de sexo como estaba levanta sus faldas, baja sus calzones y se ofrece a este púber macho. Nada de rogado, por mi parte, viéndola a ella con las piernas abiertas y levantadas me aproximé. Mi glande tocó sus pliegues sentía que entraba con dificultad, tenía que empujar más fuerte, mi miembro no entraba fácilmente a pesar que sentía la humedad de su canal, comencé a empujar más fuerte, de pronto sentí como si se resbalase dentro y pude meter tres cuartas partes del pene, que rico era sentir a este engrosar mas y entrar hasta el fondo de su cueva sexual, al tiempo sentir lo agradable que era sentir como esta lo recibía y el calor que daba este refugio al miembro al tiempo que lo sobaba y soltaba. Pronto estábamos en un mete y saca que no paró hasta que vacié mis testículos en su entrañas y caí casi muerto sobre ella, recién ahí nos dimos cuenta que desde la puerta de la bodeguita Elsa nos miraba entre sorprendida y ansiosa con sus dos manos sobandose su monte de Venus.
Acércate, dice Ana, es un macho nuevo, pero delicioso.
La miré, sus senos no eran demasiado grandes, su cintura estrecha y sus caderas casi perfectas permitían destacar un "culito" respingado. Sus pezones estaban erguidos, paraditos, no soporté las ganas y desnudando su busto acerqué mi boca a ellos, tomé el derecho y comencé a besarlo, lamerlo, succionarlo, su sabor era especial, mezcla de sudor y de perfume. Que delicioso era mamar esas tetas. Mi miembro nuevamente estaba duro y la cabeza cada vez me engruesaba más, metí mis manos entre su falda y toque su sexo mojado por lo observado anteriormente, saque sus bragas y acomodé mi duro y tieso miembro entre sus pliegues sexuales, debido a la humedad y lo dilatado que lo tenía por el masaje dado por ella, este permitió un fácil ingreso de mi miembro entre suspiros, ayees de complacencia y bufidos de goce. Nuevamente estaba en la actividad del acto sexual ahora con la mujer de mi vecino Norberto como se quejaba y gemía esta deliciosa mujer, dejándose caer sobre unos bultos de ropa recibía mis clavadas del miembro que golosamente la saboreaba, golpeaba fuertemente dentro de ella hasta chocar mis bolas con sus nalgas, sentí como salía un chorro de líquido de su sexo con tal fuerza que mojó, inundo mi miembro, mis piernas y los bultos, sentía como sus músculos se aferraban a mi pene sin dejarme salir, impidiendo que me moviera, estaba todo mojado, que cantidad de jugo había expulsado. Cuando aflojó sus músculos seguí dándole con mi miembro, uno, dos, tres, otra vez, comencé a sentir un cosquilleo en las bolas, pronto comencé a eyacular. ¡Qué cantidad de semen que salía! Chorro tras chorro, luego caí como un muerto las piernas no me afirmaban.
Fue demasiado dos mujeres seguidas para este muchacho, dejémoslo descansar, dormir luego te venimos a ver dijeron y ambas arreglaron sus vestidos saliendo disimuladamente.
Tenía dos amantes entre mis vecinas, lamentaba que sus esposos fueran cornudos, pero ellas eran mis amantes.