Las vacaciones me ponen -9
Cuatro mujeres , dos hombres. Bisexualismo, sexo anal, orgías, lujuria desatada en el Caribe. Puede leerse independiente de los capítulos anteriores.
Las vacaciones me ponen- 9
Resumen de lo publicado.
Marta y Susana, argentinas casadas con dos españoles, Carlos y Pablo, más que amigas en su infancia y adolescencia, se encuentran en un hotel “todo incluido” en el Caribe. Surge la promiscuidad y el intercambio de parejas. Marta encuentra una cruz hecha con oro de los antiguos dioses que la embruja. Los maridos ligan con dos danesas que se unen al grupo.
Los capítulos anteriores han sido escritos por Buba, pobrecain y esta autora.
Los cuatro nos estaban esperando, las dos danesas, Pablo y Carlos.
-“Perdonad que lleguemos los últimas pero hemos estado….”- dije mirándoles.
“Jodiendo”- largo Inga, la danesita.
“No nena. Comprando algún juguetito para la navegación.”- En las tiendas del hotel habíamos comprado dos arneses dobles y unas viagritas para que los chicos pudieran cumplir en el día lujurioso que nos aguardaba. Las dos nos habíamos agenciado unos pantalones hasta la pantorrilla, que nos sentaban divino, y un pañuelo para la cabeza. Parecíamos piratas.
Les vi como mis presas, yo una pantera viciosa, y ellos atontados mirándome. Me pasé la lengua por los labios, relamiéndome del hartazgo de sexo que me iba a dar. Susana, a mi lado, me apretó la mano, indicándome que era mi compañera y compinche.
Lo habíamos hablado las dos, cuando nos quedamos solas al mandar a nuestros maridos, a que se adelantasen para preparar el barco y las vituallas, con las danesas.
Susi me explicó que habían ido al Caribe dispuestos a cualquier tipo de intercambio y que al encontrarme le habían vuelto los ratones de la adolescencia, y encima mi marido era guapo. Que lo había pasado maravillosamente conmigo pero que lo de las danesas, aunque a nivel sexual había sido genial, le daba un poco de miedo.
Yo le dije que sólo había estado con mi marido, que con él sí jugamos a todos los juegos, por eso todo era nuevo, aunque me gustaba.
No dije nada de la influencia de la cruz pero dejé que la tuviera en la mano un buen rato, pensaba que íbamos a necesitar toda nuestra lujuria para poder seguir adelante. La toco un rato, su mirada iba cambiando, como si el contacto con el oro la magnetizase.
- “ Estoy pensando que tenemos que demostrar que somos las más. A dos chicas del Colegio Guadalupe de Buenos Aires no les ganan dos danesitas por muy rubias y putas que sean.”- me dijo al devolvérmela.
Me reí y la besé con ternura. Lo de rubias nos afectaba pues ellas eran naturales y nosotras de tinte.
Así que bajamos , compramos artilugios sexuales para la batalla y nos juntamos con nuestros maridos y nuestras compañeras. Los guardamos en el bolso playero donde yo había guardado el amuleto de oro en uno de los cierres. Estaban animadísimos hablando y riendo.
Nos dejaron solas para que desayunáramos mientras iban preparando todo.
Comimos bien, llenamos el estomago, sabíamos que íbamos a beber y no queríamos que nos sentara mal el alcohol.
-“ Hay que tener cuidado. Estas andan detrás de macho y nuestros maridos les han gustado. Y nos pueden dejar las sobras. Con eso que son modernas y encima son novedad , tu y yo acabamos de pareja, que no me importa, porque te quiero, pero que me ganen me fastidia.”- me dijo Susana mientras veía como tonteaban encargando la comida y la bebida.
-“Como los leones, hay que marcar el territorio y me veo muy leona. Vamos para allá que parece que están acabando.”- me levanté, la besé en la boca y tiré de ella hacia el grupo que nos esperaba.
Ayudamos a cargar y volvimos al barco del día anterior, cabíamos aunque un poco más apelotonados. Mientras nos separábamos del puerto, las chicas fuimos ordenando los víveres en la nevera. Había una buena cantidad de alcohol. Vimos que teníamos sufriente hielo, algo imprescindible para las copas.
Nuestras compañeras estaban animadas, parecían niñas en la fiesta de 15, las miré con ironía y las pregunté:
-“ Vosotras habláis un español perfecto, y además vuestro trabajo es la lengua y literatura castellana. Os quiero hacer una pregunta. ¿ Cómo se nombra el sexo masculino y el femenino en español?”-
Se rieron y empezaron a decir: “Polla, verga, pene, pija, pito, mandurrio, poronga…. Coño, concha, chumino, conejo, almeja…Hay una novela de un gallego que cuenta que muchísimas palabras, dando la entonación y en el lugar adecuado valen para nombrar al órgano sexual del hombre y la mujer.”-
-“ Pues es muy sencillo, acá hay dos porongas y cuatro chuminos hambrientos, así que habrá que controlar para que todas quedemos contentas…”-
Susi me interrumpió – “ Y además son nuestros, es nuestra aportación de capital a la sociedad de mujeres:”-
Me hizo gracia el comentario de mi amiga, le había salido la vena de contadora.
-“ Susana os está diciendo que para compartir las pollas, os lo tenéis que ganar. Yo añadiría que debemos ser ahorradoras de la leche de macho. ¿Estáis de acuerdo?”-
- “ Vosotras mandáis. ¿Qué hacemos?”-
-“ Lo primero desnudarnos para salir a cubierta. Conviene darles un poco de espectáculo antes de usar a los hombres.”-
Me daba cuenta que me había convertido en la directora de la orquesta, y en mi imaginación las escenas de orgía, que soñaba desde que tenía el crucifijo, eran una buena partitura.
La verdad es que eran dos pedazos de hembras esculturales. Al quedarnos en cueros había algo que chocaba y nos hizo reír a las cuatro. Nosotras estábamos totalmente depiladas y ellas tenían dos hermosos matojos de vello en su sexo.
-“Vamos”- dijo Susana dando una palmada en las nalgas a Inga y salimos a la bañera. Los hombres nos esperaban y silbaron cuando nos vieron.
- “Subid y quitadles las mallas. Poned un poco de protector en el culo no se vayan a quemar. Pero no os paséis. Lechecita nada de nada.”- las ordené.
Pablo y Carlos estaban con la pija en alto cuando las danesas les desnudaron. Nosotras aplaudimos cuando vimos como las manos femeninas recorrían la carne de nuestros maridos. Inga se ocupaba de Pablo y Agneta de Carlos. Les dieron crema en las nalgas y se entretuvieron masajeando las vergas enhiestas.
-“ Parad que se corren. Venid acá que ahora toca que nos deis gusto a nosotras.”- les dije. Obedientes bajaron hasta la cubierta donde las esperábamos Susana y yo, tumbadas, desnudas y abiertas de piernas.
Sabían lo que tenían que hacer: Comernos la concha. Y se aplicaron. Inga comenzó a lamerme la vulva. Lo sabía hacer, su lengua me recorría jugando con mis labios más sensibles hasta que llegó al clítoris. Se detuvo.
-“ Mi señora, ¿quiere que sólo use la lengua o quiere que también use los dedos?”-
Cerré los ojos, el sol me molestaba y además quería concentrarme en el placer que sentía.- “Primero sólo la lengua. Cuando acabe, debes seguir también con los dedos.”-
El mundo a mi alrededor desapareció. Sólo existía el pequeño botón rosado, endurecido y la lengua que lo trabajaba. En mi cabeza, las imágenes de la lamida se mezclaban con las de una sacerdotisa en un ara de piedra donde las esclavas le daban placer. La sabiduría de la danesa me hizo estallar. Bajaba lentamente de la cima cuando noté cómo dos de sus dedos tanteaban la puerta de mi vagina. Entraron en mi mojada cueva y encontraron mi pequeña lenteja. No sólo lo sentía, lo veía en mi mente.
No sé cuanto duró el oleaje en mi cuerpo, los orgasmos eran como olas que se repetían rompiendo en la playa, cada vez más intensos.
Cuando llegó la gran explosión del volcán de mi cuerpo, grité, fue un rugido enorme, de diosa del sexo que llega a su olimpo.
Al abrir los ojos, me di cuenta que las tres mujeres me miraban admiradas, con la reverencia de las siervas a su ama, admitiendo su sumisión a la que podía enseñarlas.
-“ Por favor, o subís y follamos o nos hacemos una paja.”- se oyó la voz de Pablo desde el timón.
Algo raro me ocurría, una serie de orgasmos como había tenido, me debían haber dejado cansada, pero me sentía ligera y en forma.
-“Bajad uno de los dos a la bañera.”- ordené- “El otro que siga al mando del barco.”-
Bajó mi marido, desnudo con la verga dura, en alto que parecía querer estallar.
-“ Inga, me has dado placer a mí, ahora satisface a mi esposo. Arrodíllate y apoya las manos para que pueda metértela. Agneta agarra su polla y colócala en la puerta de su coño.”-
Las danesas obedecieron y Carlos se ensartó en la rubia que dio un gemido de placer.
-“ Vos, ponéte en su espalda y con las tetas acaríciale.”- Agneta se paró tras el hombre , se pegó a él y comenzó a restregarse.
Susana y yo , tomadas de la mano, contemplábamos el espectáculo.
-“ No aguanto más, me corro.”- Apretó a la danesa contra su pelvis para darle las últimas sacudidas descargando su leche.
- “Ahora, sube y que baje Pablo. Agneta prepárate para que te jodan. Voy a ver como estas.”- me acerqué a la mujer puesta a cuatro y le metí un dedo en su concha, salió empapado. Pablo estaba esperando para metérsela. La agarré, era una piedra, apoyé su glande en el sexo que esperaba ansioso. No se hizo esperar y clavó su miembro en ella.
-“ Inga, ya sabes lo que debes hacer. Anima a mi marido.”- dijo Susana. La danesa obedeció apoyando su cuerpo en el del español.
Pablo estaba tan excitado que no duró mucho. Empezó a dar nalgadas a Agneta hasta que se corrió.
Mi estrategia era clara, ese primer polvo con las nórdicas les dejaba dispuestos para durar más cuando cogieran con nosotras. Pero quería darme el gustazo de volver locas a aquellas europeas que habían entrado en el juego con nosotras, haciéndose las expertas la primera noche.
Elegí a Agneta, todavía chorreaba el semen de Pablo. La tumbé, la abrí las piernas poniéndolas en alto y le chupé la concha. Era algo en lo que no tenía mucha experiencia. Sólo la del día anterior, con Susana y las danesas, aunque había sido intensa. Pero no me preocupaba, sabía que Agneta estaba supercaliente. No creía que le hubiera dado tiempo a irse con el polvo rápido de Pablo así que iba a ser fácil llevarla al más allá. Mi lengua limpió el sexo de los restos de la leche del hombre y ataqué el clítoris, había aprendido que allí, en ese pequeño apéndice se encontraba una fuente de placer salvaje. Lo tenía duro, parecía un pene minúsculo, lo lamí, lo besé , lo mamé , lo mordí. Ella chillaba como una cerda a la que rajan. Susana se había dedicado a Inga que comenzó a hacer coro con su amiga.
-“ No puedo más”- gemía ante mis ataques que la llevaban una y otra vez hasta el orgasmo.
-“ Si puedes, putita.”- le dije separando un momento mi lengua de su sexo. Y seguí.
Sus bramidos eran continuos hasta que dejé de oírlos. Paré y saqué la cabeza de entre sus muslos. Miré a Susana que también estaba asombrada. Se habían desmayado. Las dejamos tumbadas esperando que se recuperaran, nos paramos y nos abrazamos besándonos en la boca.
-“ Chicos, mirad como son vuestras santas esposas.”- casi gritó mi amiga.
- “ Dos cacho putas de mucho cuidado.”- contestó mi marido.
-“ Es lo queríais vosotros.”- le respondí.
Estábamos cerca de la playa. Era distinta de la del día anterior. Tenía razón Carlos al decir que el lugar era un paraíso. La arena blanca y fina, el agua transparente, la vegetación cercana exuberante. Fondeó, salté y en pocos pasos llegué a tierra. Volví a ayudar a descargar. Hicimos una cadena y en pocos minutos teníamos montado un pequeño campamento.
-“ ¿ Sexo o descanso?”- preguntó Pablo. – “Por que vosotras sois incansables.”-
- “ Voy a ver algo más de donde estamos.”- la respuesta me salió sin pensar y sin pensar avancé hacia la vegetación que nos rodeaba.
Llevaba una camisa de mi marido que me servía de vestido. No anduve ni dos minutos cuando descubrí el descampado. Lo conocía, lo había soñado. Allí era donde me había ofrecido al Dios Jaguar. El corazón me dio un vuelco. Caí arrodillada en la arena. Apenas podía respirar, intenté relajarme, puse la mente en blanco y adopté la postura de loto. Logré que el aire volviera a mis pulmones, una extraña sensación me inundó, mezcla de paz y deseo. Y supe lo que tenía que hacer.
Salí de la espesura iluminada. Carlos, que me conoce muy bien, me miró con una mezcla de sorpresa y deseo.
-“ Inga, Agneta, os tengo que pedir un favor. Susana y yo no tenemos la experiencia que vosotras. Hasta venir acá, éramos unas esposas convencionales. Tenéis que enseñarnos. Necesitamos maestras y vosotras los sois.”-
- “ Os ayudaremos.”- contestaron orgullosas como gatas ante ratoncitos.- “ Seguro que a Carlos y Pablo les apetece que les hagamos un show de chicas.”-
A mi me tomó Inga y a Susana Agneta. Y empezamos. Nos besamos, nos acariciamos. Las manos, los dedos, la boca, los labios, la lengua , los dientes y la piel entraron en contacto.
El placer me inundaba como un torrente. Mis pechos ardían cuando ella me los succionaba después de trabajarlos para llevarlos al summun de la excitación. Yo la imitaba, nuestros pezones erectos se rozaban despidiendo chispas de lujuria. Nos tumbamos, nuestras conchas estaban empapadas. Me comenzó a lamer, su lengua jugaba con mis labios y entraba en mi valle, me atacó el botón rosado erguido por la excitación, me vine enseguida.
“ Ahora voy a buscarte el punto G mientras te lo repito.”- Y volvió a jugar con mi intimidad mientras su índice tanteaba buscando mi pequeña lentejita. La acarició con habilidad, me fui en oleadas. Mi flujo era enorme, como si me estuviera orinando. Cuando se separó de mi sexo, me besó en la boca. Me saboreé. Estuvimos un tiempo abrazadas y besándonos.
“Ahora os vamos a enseñar a usar el puño en el coño”- nos propuso Agneta.
“Nos va doler mucho.”- dijo Susana asustada.
-“ Si sale un niño, puede entrar una mano. Abrid las piernas. Estáis tan mojadas que no va a haber problema. Miradnos a los ojos”-
Yo, tranquila, y mi amiga, un poco atemorizada, obedecimos. Inga se agachó junto a mi concha expuesta. Y metió dos dedos, jugó en mi vagina lubricada, después introdujo cuatro, con el pulgar me acariciaba el clítoris. Era delicioso sentirse tan llena, aunque sólo el primer tercio de mi intimidad. Sacó los dedos y me dio a chupar mis fluidos íntimos, después me volvió a meter la mano. Me había enseñado como lo iba a hacer, el pulgar en el centro de su palma, tenía los dedos largos y finos. Entró despacio, la sentía avanzar en mi interior, cada vez más adentro, y de pronto cerró los dedos, tenía todo el puño en mi vagina, con parte de su antebrazo. Grité de placer, estaba plena como si una enorme verga me poseyese, lo hizo deslizar lento al principio, pero a medida que me iba llenando de flujo fue aumentando la velocidad de sus embestidas.
No sé las veces que me vine. Cuando sacó su mano, fui sintiendo como mi canal volvía a su tamaño natural. Me besó tumbándose a mi lado sin dejar de acariciar mi cuerpo.
-“ Ahora ponte en cuatro.”- La obedecía mientras a mi lado Susana adoptaba la misma postura.
Ellas metieron su cabeza entre nuestros muslos, de modo que nuestros sexos quedaran al alcance de sus bocas.
-“ Carlos, Pablo. Os toca encularlas. El coño se les ha dilatado tanto, que por duras y grandes que están vuestras pijas, no se sentirían llenas. Al poneros sobre nosotras, con las tetas os acariciamos los muslos, y vuestros huevos nos darán en la cara.”- Agneta era la que mandaba.
No supe quien me sodomizó. La danesa me metió los dedos en la concha y con mis propios líquidos me lubricó el orto. El glande se apoyó y entró todo el ariete en mi ano. La lengua de la mujer comenzó al lamer mi sexo.
Era estar en la nirvana. Normalmente cuando te la ponen detrás, el placer es más psicológico que físico, te tienes que ayudar acariciándote para llegar al final. Al comerme la concha y chuparme el clítoris yo no tenía que ocuparme de nada, sólo dejarme llevar. Y me dejé.
Cuando acabamos me di cuenta que era Pablo el que me la había metido. Mi marido me miraba con ojos de admiración, no sabía que su nenita podía ser tan puta.
Con todo lo que había cogido, lo normal era sentirme cansada, no lo estaba. Me notaba cargada de energía, fuerte, plena, necesitando más sexo, y con una extraña clarividencia.
-“ Susana y yo nos vamos a dar un chapuzón. Voy a bucear un rato en aquel rompiente que me da que podré pescar algo especial. Vosotros ir haciendo fuego. Ahí en la espesura seguro que hay ramas secas.”- no les dejé decir nada, tomé a mi amiga de la mano y nos fuimos al mar. Llegamos al yate, yo me puse las bombonas, las gafas y las aletas y agarré un pequeño tridente y una bolsa de red.
“No te importa que no te acompañe. No soy muy buena en el agua.”- la besé y le serví una copa de ron.
“Vuelvo enseguida.”- y me lancé al mar. Un instinto depredador llenaba todo mi cuerpo. El día anterior había disfrutado de la maravilla del Caribe, pero en aquel momento me sentía como un tiburón buscando su presa.
Los dos lenguados no se enteraron cuando los ensarté y los metí en la bolsa. En unas pocas brazadas más, me acerqué a unas pequeñas rocas. Sabía donde estaban. Siempre me daba miedo agarrarlas, pero entonces no lo tuve. Con la mano las fui cazando, sin que tuvieran tiempo de defenderse. Tres langostas medianas eran mi presa. Volví al barco.
Al subir no pude creer lo que ví. Susana se estaba metiendo el palo largo de la cruz en la concha, masturbándose como una posesa. Sus ojos despedían fuego al mirarme.
-“Marta , no sé que me ha pasado. Estaba tranquila tomando el ron, cuando oí como que el amuleto me decía que lo agarrara y me lo metiera en la concha. No podía dejar de hacerlo. Y…”-
-“Estate tranquila. Tiene unos extraños poderes. A mí también me afecta. Me hace tener visiones y noto que con todo lo que hemos cogido , estoy como nueva y con ganas de más. Creo que está maldito y me obliga a ser muy puta. Pero..”-
- “ No sé porque dices que está maldito. Nos convierte en diosas de lujuria. Yo he tenido también visiones cuando me lo metía. Y vos eras la gran sacerdotisa del sexo y yo tu ayudante. Debe ser porque lo encontraste tú.
¿ Quieres que te lo meta?”-
Se sacó la cruz, y me ayudó ponérmela dentro. Un fuego me recorrió. Cada célula de mi cuerpo se convertía en un ascua de deseo.
-“Guárdala donde estaba. Es sólo nuestra. Agarra los juguetes que hemos comprado y vamos con los de la playa. ¿ Qué han hecho en estos tres cuartos de hora?”-
- “ Han ido a la selva, han vuelto con leña, han encendido un fuego y se han echado un polvo.”-
Me reí, no se podía contar más en menos palabras. Fuimos hacia la playa con la comida y la bolsa con los arneses y las pastillas. Nos esperaban satisfechos, cuando vieron lo que había pescado, se alegraron aún mas. Los lenguados sobre una sartén a modo de plancha y las langostas en una cacerola con agua de mar se comenzaron a hacer, mientras bebíamos unas cervezas heladas.
Comimos y bebimos en la extraña paz que preludia la tormenta. Quedaba tarde para seguir cogiendo.
-“Hemos descubierto al ir a por leña algo que parece un lugar de rituales.”- dijo Agneta mientras bebía una coca con ron. – “Creo que luego podemos ir e investigar.”-
- “Ir vosotras, los chicos luego vamos. Ahora nos apetece un poco de descanso. Tanto follar necesita reparación.”- contestó Pablo, levantándose con Carlos para volver al barco y tumbarse un rato.
-“Tomad estas pastillitas que os darán fuerza para la tarde.”- Susana les ofreció el viagra.- “Vuestras mujeres piensan en todo.”-
-“ Yo recojo los restos y luego os alcanzo.”- sabía lo que tenia que hacer y necesitaba estar sola. Susana y las danesas entraron en la cercana foresta.
Enterré las espinas y las cáscaras en la arena. Metí los envases de la bebida en una bolsa y me desnudé y comencé a pintarme con las cenizas del fuego que habían hecho. Ennegrecí mis párpados, mis pezones y el triángulo del sexo. Lavé la cacerola donde había hervido las langostas. Algo en mi interior me llevó a un matojo de hierbas cercano. Agarré las hojas gruesas y las exprimí en el recipiente, después añadí coca cola y ron. Puse todo el hielo que había quedado y fui a buscarlas con mi pócima.
-“Llega la sacerdotisa de la tribu con un bebedizo para las mujeres.”- les saludé al alcanzarlas. Estaban alrededor de la piedra del sacrificio, donde al tumbarte quedabas totalmente expuesta para ser tomada.- “ Echad un trago de la pócima de los piratas.”-
Todas bebimos, estaba buenísimo y frío. Yo sabía, no sé como, que iba adormecer y luego alucinar a las danesas, mientras que a Susana y a mí, que habíamos usado el amuleto, sólo nos iba a darnos energías y aumentarnos la lívido.
Nuestras compañeras se quedaron adormecidas sobre el altar del sexo, las atamos de modo que quedaron boca abajo, con las piernas abiertas y la cola en pompa. Susana y yo nos quedamos mirándolas y después nos fundimos en un beso.
-“Vamos a ponernos los arneses.”- le dije. Nos ayudamos la una a la otra. Con un pene simulado que nos llenaba la vagina y otro en el aire, las cintas bien atadas parecíamos dos diosas hermafroditas, o dos travestis con tetas y pijas.
Nos reímos al vernos. Nunca en nuestra vida pensamos íbamos a estar así. Entre risas, besos y caricias, maquillándonos con las cenizas hasta convertirnos en unas salvajes poderosas pasó casi una hora. Vimos que nuestros maridos dejaban el barco y venían, nos escondimos entre la vegetación. Llegaron al descampado y vieron a las danesas ofrecidas y atadas. Se pararon asombrados.
-“¿ Donde andarán nuestras chicas?. Estas, me parece que simulan estar dormidas. Nos deben haber preparado un juego un poco perverso.”- largó Pablo, se le notaba excitado, con la verga en posición.
- “Son las víctimas del sacrificio al sexo y nosotras las sacerdotisas.”- anuncié saliendo de la vegetación acompañada de mi amiga.
Creía que se desmayaban al vernos , desnudas , pintadas y con aquel par de zurriagos entre las piernas y con una liana en la mano.
-“Las hemos dado una droga poderosa que las ha dejado a nuestra disposición. Vamos a despertarlas para que podotas gozar de ellas.”- Nos acercamos a las danesas atadas y usamos las lianas como látigos para hacerlas volver en sí. Cuando lo hicieron , tenían las nalgas con verdugones que nuestros golpes les habían marcado.
-“Sabéis que vuestra misión es darnos placer. En vuestros sueños se os ha dado las visiones de parte de lo que vamos a hacer. Aceptad vuestro destino de esclavas dispuestas al sacrificio.”- mi voz había cambiado, era más ronca, autoritaria, propia de la que detenta el poder.
- “Tenemos miedo, pero somos vuestras. Tomadnos como la gran sacerdotisa quiera.”- fue curioso y excitante oír a las dos danesas decir los mismo como si fuera una oración.
Tomé a Pablo de la mano y Susana a mi marido y los colocamos ante el rostro de las mujeres atadas. Les agarramos la verga y la acercamos a la boca de Inga y Agneta. Estás sacaron la lengua y empezaron a lamerles la pija. Nosotras nos pusimos tras ellas.
-“Ahora metédsela en la boca.”- ordené mientras apoyábamos la prótesis de goma en la puerta de su concha. La clavamos de un golpe, yo a Inga, Susana a Agneta.
Mientras ellas chupaban, nosotras las cogíamos. Era maravilloso sentir dentro una verga incansable y dura, mientras la otra punta penetraba a la danesa.
Yo estaba en un orgasmo continuo, sin llegar a caer en el post coito, cargándome más y más de energía. Miré a Susana y a mi marido que se encargaban de Agneta. Mi amiga parecía estar en éxtasis limbada de luz.
La polla en la boca impedía chillar a nuestras víctimas pero yo notaba como se iban una y otra vez.
Los hombres no aguantaron más y derramaron su semen en la garganta de las mujeres. Nosotras sacamos nuestros penes de plástico de ellas , les tocaba descansar un momento.
-“¿ Queréis más, zorras?”- pregunté.
-“Tu eres nuestra dueña, haz lo que debes hacer.”- contestaron con una sola voz.
Susana y yo acariciamos la verga de nuestro maridos hasta que volvieron a endurecerse. Ensalivamos bien los ojetes de las danesas y apoyamos el glande de los machos en las oscuras puertas. Las penetraron con alegría, ellas gimieron de placer. Y empezaron el toma y daca de la sodomización.
Metimos nuestras vergas postizas en la boca de las mujeres y las sacamos bien lustrosas con una mezcla de saliva y semen.
-“Ahora, nos toca a nosotras.”- bebimos un trago de la pócima que había preparado y les dimos otro a Carlos y Pablo. Arremetieron con mas fuerza a Inga y Agneta. Al hacerlo sus nalgas quedaban expuestas. Nos colocamos tras ellos, les agarramos del cuello, los inclinamos un poco mas y sin miramientos le metimos nuestros arneses en el culo. Susana a Carlos , yo a Pablo. Dieron un respingo y grito.
- “Tranquilo mi niño, te va gustar. Déjate hacer por tu niña.”- y les culeamos tranquilas, sin angustias, a ritmo sosegado que repercutía en la otra prolongación que teníamos clavada en nuestras conchas.
Los sementales tardaron mucho en correrse y cuando lo hicieron , las hembras llevábamos un número incontable de orgasmos en nuestro cuerpo.
-“¡ Sois unas putas!”- nos dijo Carlos con una mezcla de rabia y placer.
- “No cariño, no te equivoques , sólo somos vuestras esposas que quiern veros felices.”- le contesté.- “Y es hora de irnos , antes de que empiece a ponerse el sol. No se sabe lo que puede haber en esta zona.”-
Volvimos al barco, ellos subieron a dirigir la nave. Nosotras volvimos a follarnos a las danesas. Sus gemidos confundían placer y miedo. Temblaban cada vez que nos cambiábamos para metérsela.
Sus no, no, se convertían en si, si cuando volvían a sentir nuestros falos de plástico dentro.
Llegamos al embarcadero.
-“Vamos a descansar para la cena.”- propuso Pablo.
“Nosotras vamos a nuestra habitación.”- añadieron Inga y Agneta.
“Martita , cariño, por qué no vamos al salón de belleza a que nos laven la cabeza, y nos hagan las uñas.”-
-“Te lo iba a proponer yo. Y además nos podemos duchar allí y darnos cremas.”-
Tardamos más de tres horas, decidimos ir al comedor, seguras que los encontraríamos allí. Estaban sólo nuestros maridos, tomando un vodka con naranja.
-¡ Qué habéis hecho!”- saltaron a la vez.
- “Ponernos guapas para vosotros.”- Susana se había aclarado el pelo hasta dejarlo platino y yo oscurecido hasta el negro casi rojizo. Nos habíamos comprado dos minivestidos, por decir algo, pues la pollera no llegaba a medio muslo, la espalda iba desnuda y sólo dos tirantes tapaban las lolas. El de ella negro , el mío blanco. Morenas y maquilladas como estábamos ,encima de unas sandalias de taco superalto, éramos dos bombas andantes.
-“¿ Y nuestras amiguitas?”- preguntó Susana mientras el camarero que nos venía a atender, impactado `por cómo íbamos, se quedaba parado sin habla.
-“Mozo. Lo mismo que los señores”- le dije yo al baboseante muchacho. – “¿ Dónde están?”
-“Se han marchado. Nos han dejado una nota.”-
-“¿ Qué dice”- preguntó Susana.
- Que no aguantan tanto sexo. Y que nosotros tengamos cuidado pues estáis endemoniadas o poseídas por la lujuria.”- le dijo su marido.
-“Unas exageradas. Sólo somos dos brujitas que quieren tener contentos a sus maridos. Hoy me gustaría dormir con vos, esposo mío.”-