Las vacaciones me ponen - 2

"Apoyé el glande en su estrecho orificio y la rompí el orto". En un hotel todo incluido, dos amigas de la infancia, acompañadas de sus maridos, se encuentran y se desata un huracán de lujuriase encu

Las vacaciones me ponen -2

Habíamos decidido tomarnos una semana de vacaciones en el Caribe, en un hotel “todo incluido” para follar y poder realizar las fantasías eróticas que en nuestro mundo convencional  de matrimonios de clase media alta no podíamos hacer sin tener problemas de entorno. Yo trabajo en una empresa muy vinculada a la Iglesia y las formas son fundamentales., pero mis apetencias sexuales son enormes. La verdad es que en eso me acompaña mi mujer, Susana, un argentina, que vino a hacer un curso en España y en cuanto la conocí no nos hemos separado.

Rubia, sofisticada, con un cuerpo de infarto, las tetas más deliciosas que había visto en mi vida, con una carita de niña buena y una vocación de follar que me volvían loco. Habíamos decidido empezar  encargar los hijos y esa era nuestra última aventura como pareja sin niños. Así que estábamos dispuestos a todo.

El vuelo desde Madrid era largo así que llegamos cansados, casi sin mirar el hotel nos fuimos a la habitación. Cuando estás anquilosado un buen polvo es delicioso, y delicioso y salvaje fue el que nos echamos. Nos quedamos dormidos y nos levantamos para la cena.

Susana se puso un vestido escotado blanco, corto y que la ceñía como un guante. Causó sensación al entrar en el restaurante. Nos dedicamos a estudiar nuestros posibles compañeros de orgías, habíamos elegido a una , el en los casi cincuenta y ella en los veintipocos, cuando mi mujer saludó toda gritona a una pareja que entraba. Resulta quera una compañera de colegio de ella.

La tía estaba buena, no tenía las tetas de mi mujer, pero las patas y el culo eran cojonudos. El tipo era de mi edad. Mi chica me había contado que cuando eran niñas habian jugado entre ellas, besándose y haciéndose pajas. Me di cuenta que podían ser buenos para la marcha que queríamos y andábamos buscando.

Se sentaron con nosotros. Carlos, que era español como yo, no le quitaba los ojos a la pechuga de mi Susana, y a medida que fuimos dándole al alcohol, se liberaba y empezó a meterla mano. Su mujer no se enteraba, yo la tenía entretenida, sirviéndola copa tras copa. Me gustaba, tenía esa pinta de ingenua que rezuma cachondez  que siempre interesa. Se le notaba que había follado antes de bajar, es algo que se nota, cuando una tía ha tenido un buen orgasmo, se les huele pese al perfume.

Al cabo de dos horas largas de comer y beber, la pobrecita estaba con un buen pedo, su marido lanzado, yo haciéndome  el borracho y mi mujer  la caliente seducida, aunque conociéndola seguro que tenía mas ganas que una perra en celo, y se excitaba viendo que yo no le quitaba ojo.

Carlos me cargó a mí,  Susana a su amiga y empezamos el camino de nuestras habitaciones. Mi mujer tocaba sin disimulo a su amiga y le hacía ojitos a su marido. Fuimos primero a mi habitación, nos tumbaron en la cama y Carlos atacó a mi mujer. Se había vuelto loco, le apretaba los senos, sus manos la recorrían todo el cuerpo, se apretaba contra ella, empujando con su polla dura contra la tela del vestido, que se levantaba casi dejando al aire su culete.

Yo, no perdía detalle, estaba calliente, siempre había querido ver a mi mujer follar con otro, y nunca lo había conseguido, quería que siguieran. Yo aproveché que estaban a lo suyo para recorrer los muslos de la mujer borracha, tenía una piel suave, cálida, hecha para la caricia. Llegué a las bragas, era un colaless que permitía tocarle el conejo sin problemas. Lo tenía empapado. Metí un dedo en su coño y con otro ataqué el clítoris, era enorme, duro, como una pija de bebé, del tamaño de la falange de mi meñique.

Pero Carlos se separó de Susana y le dijo que si quería ayudarle para  llevar a Marta a la cama. Mi mujer asintió, y yo me quedé sin espectáculo y la moza a la que meter mano.

Me desnudé y me duché, después me tumbé en la cama esperando la vuelta de la golfa de mi argentina.

Verla entrar fue  para aplaudir, se contoneaba y movía como una campeona que ha dejado k.o. a su rival.

-“Ya lo tengo agarrado. ¡ Quieres que te cuente lo que hemos hecho?”-

  • “Cuéntame , putorrona.”-

Mientras se quitaba la ropa me fue contando cómo había cogido y cómo había acabado haciéndole una mamada.

-“ Me tenés que castigar porque no has podido verlo. Creo que debes usar lo que él no ha usado.”-

Y se puso a cuatro , metió dos dedos en la boca, los ensalivó bien, y se mojó el ojete. No me hice esperar, la tenía dura como la piedra. Apoyé el glande y empujé rompiéndola el orto. Sodomizarla es un placer maravilloso, se mueve como una yegua y se siente la polla tan apretada de que vuelves loco. Estaba tan caliente y la tenía tan sujeta que me corrí enseguida, llenándola de mi leche.

Cuando la saqué, se levantó para traer una toallita mojada y limpiármela con mimo.

-“ Me voy a hacer un pajita para que se te deleite la vista y mientras te cuento lo que vamos a hacer con ellos.” Y allí parada, llevó dos dedos a su coño depilado y comenzó a tocárselo.

La presente serie se ideó como una experiencia entre varios autores A la autora le tocaba comenzar. Lo hizo y otro autor escribió la continuación. Pero renunció a seguir y borró su relato de la página. Por eso, basándose en su historia,  he compuesto este capítulo para dar continuidad a la narración.