Las vacaciones me ponen -15
Anal, control mental, infidelidad, sadismo. ¿endemoniados?. No, sólo mujeres y hombres dándose placer.
Las vacaciones me ponen- 15 .
Serie escrita entre varios autores: Bubu, pobrecain, y esta autora: gatacolorada.
Estaba desnuda y atada a una cruz de madera extendida sobre el suelo. Una monja me acariciaba la piel con una pluma larga y suave. No podía evitar que mis pezones respondieran a la caricia y se levantaran erectos y orgullosos de su tamaño, los tengo grandes como la última falange de mi meñique.
Entonces un fraile se acercó y me puso unas pinzas en ellos, fue como un relámpago que me hizo chillar, después se convirtió un dolor continuo que formaba parte de mí.
Alrededor había diez frailes con una vela gruesa en la mano.
- “Hermana, siga con el procedimiento.”- ordenó el situado entre mis dos piernas.
La pluma recorría mi carne desnuda, sin poder evitarlo me excitaba, no podía menos que responder a la suavidad de la caricia.
Los frailes se sacaron las vergas y comenzaron a masturbarse. Yo veía las manos que empuñaban sus gruesos y nervudos miembros moverse dándose placer. Los ojos de la monja que me pasaba la pluma lanzaban destellos de lujuria al mirar mi cuerpo que se agitaba en espasmos de lascivia.
No podía evitarlo estaba cada vez más excitada. Cuando empezó a pasarla por mi concha, mi respiración se fue haciendo entrecortada, mis movimientos más y más convulsos, estaba a punto de correr me cuando sobre la piel sentí los chorros de semen de los frailes. Me estaban cubriendo el cuerpo con su leche, al tiempo que dejaban caer gotas de cera caliente . Oía el chisporroteo al apagarse con sus líquidos cuando me llegó el orgasmo.
Después me lanzaron unos baldes de agua helada, mientras tiritaba el que parecía el jefe de todos ellos me introdujo la mano en la concha. Yo chillé, pero él gritó:
-“ Comprobad su lujuria, en la tortura goza, no se le ha quemado la piel. ESTA ENDEMONIADA, ES UNA BRUJA.”-
Yo entre lloros repetía:
-“ Soy una mujer, sólo soy una mujer.”-
Me desperté de golpe, había bebido mucho la noche anterior, estaba ardiendo. La oscuridad era total en la habitación. A mi lado había un hombre, no sabía quien era, me daba igual. Mi mano tanteó su verga, la acarició, una magia surgía de los dedos porque apenas entré en contacto con ella, se irguió como movida por un resorte, quedando dura, amenazante en el aire.
En silencio, sin mirarle me coloqué sobre él, de espaldas, no quería saber quien era. Apoyé su glande en la entrada de mi sexo y sin más me empalé. Lo usé como una tuerca que se ensarta en su vástago. Deslizaba mi vagina por el falo enhiesto lubricado por mis flujos. Mi mano derecha jugaba con mis pechos, me pellizcaba los pezones hasta casi hacerme daño, mientras que los dedos de la izquierda se dedicaban a tocar mi clítoris inflamado.
Delante de mi, junto al espejo, en el pequeño tocador, estaba el amuleto, a medida que mi excitación iba en aumento comenzó a brillar iluminando mi imagen en el vidrio. Y mientras avanzaba en el placer, arranqué en el camino de una sabiduría que me iba inundado. Estallé, me quedé montada y moviéndome hasta que sentí su leche en mi interior, después me levanté, me puse el vestido de lino, metí el crucifijo de oro, el encendedor y un atado de puchos y salí de la habitación yendo a la playa.
Calvé el crucifijo en la arena y me quedé allí, sola, oyendo el mar y las voces que acompañaban a las visiones que me inundaban.
El horizonte se tiño de naranja, entonces me desnudé. Tomé el amuleto en mis manos y entré en el agua cuando el sol aparecía en la línea lejana donde se confundía el mar y el cielo. Salí cuando el disco de luz se alzó completo en la lejanía. Me sequé, parada, con la brisa. Volví a ponerme el vestido, guardé el crucifijo y me fui a desayunar.
Estaba sola y con un hambre enorme. Comencé con jugos y fruta, pasé a loa pescados ahumados, después al embutido y los quesos, tras ellos a los huevos revueltos y acabé con café con leche con facturas y churros.
Estaba en el bar en el que se podía fumar, así que encendí un pucho y le pedí una botella de ron al camarero que me miraba asombrado cómo una flaca como yo , podía haberse jamado semejante cantidad de comida, y no de una manera ansiosa, sino paladeando cada plato.
Iba por el tercer vasito de ron añejo y el mismo número de cigarrillos, cuando aparecieron mis compañeros de aventuras.
-“ Cariño, ¿ estás bien?. Nos habías preocupado al no verte en la cama.”-
Me preguntó Carlos con un tono de reproche.
-“No os he querido molestar. Estoy perfecta, nunca he estado tan bien”-
Le contesté al tiempo que le daba un beso.
-“ Perdonen que me meta donde no me llaman, pero la señora es una maravilla. Nunca he visto desayunar tanto a alguien, tan feliz, tan tranquila, y ,disculpe, tan hermosa. La señora es muy atractiva, pero despedía una luz que la volvía una diosa.”- de pronto soltó el camarero que había oído lo que decía mi marido.
Le miré, era un hombre de unos cincuenta años, negro como el betún, que tenía ese tono caribeño tan dulce en su voz ronca, no era guapo pero tenía el atractivo de las personas que han vivido muchas historias en su vida.
-“Muchas gracias por los elogios, el que es encantador es usted. ¿ cómo se llama?”- le pregunté al tiempo que me levantaba.
- “ Me llamo Federico, mi papá era un enamorado de las poesías de Lorca, paisano de los señores. Y me puso ese nombre. Y señora, yo no soy encantador, como dice esa cantante español, don Sabina: yo solo soy camarero.”
Me reí con ganas y le di un beso en la mejilla, el hombre se retiró con una sonrisa que le cruzaba la cara.
-“ Antes de ir al barco , desayunad tranquilos, no me hagáis preguntas que ya os contaré todo más adelante cuando lo podáis creer.”- y me serví otra copa de ron.
Bebí dos mientras ellos comían, casi no hablaban, pensaban que estaba borracha. Cuando acabaron y se levantaron, creían que yo iba a hacerlo dando tumbos o eses, pero no estaba perfecta, totalmente lúcida y alegre.
-“ Te hemos traído el bikini y una blusa para ponerte si quieres.”- me dijo Susana , toda cariñosa y asombrada.
- “No hace falta, estoy bien así. Te quiero mucho”-le contesté y tomando su rostro entre mis manos, le di un beso en la boca.-
En el yate salimos del pequeño puerto, todos se fueron desnudando en cuanto nos alejamos de la costa, todos menos yo. Sentada en la proa, miraba el mar, buscando el punto que mis visones me habían mostrado.
No fue la vista, fue mi cuerpo el que lo supo: ERA ALLÍ.
-“Por favor, para aquí.”- grité y desnudándome le lancé al agua.
Fui hasta el fondo, entre un par de rocas, estaba lo que iba a buscar: un pequeño cofre. Lo agarré y subí hacia la superficie. Me di cuenta que dos delfines me acompañaban.
Cuando emergí, con el cofre y la pareja de de delfines a mi lado, oí el comentario de Carlos que gritaba.
-“Esta mujer mía es la hostia.”- mientras me tiraba un flotador con una cuerda, me lo puse y dejé que me subieran.
- “Te podías haber matado. No ganamos para sustos. Estas como un cencerro. ¿ Que traes ahí?”- mi marido me agarró por los brazos angustiado.
-“ Te quiero, mi loco y maravilloso español, abierto, libre y buen follador. Anda, vamos a abrir el cofre.”- le dije mientras le besaba.
Fue Susana la trajo un cuchillo, lo abrimos, dentro había un saco de cuero semirroto y dentro seis esmeraldas perfectas.
Todos se quedaron asombrados, las miraban , las tocaban, no sabían que decir.
-“ Eres una bruja.”- planteó Santiago, con sus ojos fijos en los míos- “Primero el crucifijo de los poderes afrodisíacos que nos han tenido follando como posesos y haciendo cosas que ni pensábamos hacer, y ahora esta maravilla de perlas. Pero ¿quien coño eres?”-
- No soy una bruja, sólo soy una mujer. Vamos a nuestra playa y os lo contaré todo. Es una historia extraña y maravillosa.”
Llegamos a la isla, bajamos a tierra. Todos me seguían, entré en el bosque cercano, no tenía dudas, pasé el descampado donde estaban las piedras que yo había creído tronos y altares y me volví a metí en una zona donde había bastantes rocas. Bajo una grande que arrojaba una sombra enorme estaba lo que iba buscando: un esqueleto , apoyado en un baúl de madera con un collar y una medalla de oro donde iba engarzada una esmeralda.
Tomé el collar y me lo puse enganchándolo en la cadena que me habían regalado mis amigos, tras quitar la pequeña cruz.
-“Ayudarme a llevar este cofre a la explanada. No pongáis esa cara de asustados que no es para tener miedo.”- los hombres cargaron con la caja , mientras Susana y yo íbamos atrás abrazadas, llenas de nuestro amor.
Nos sentamos sobre la gran piedra que nos había servido de lecho de una cogida salvaje y abrimos el baúl.
-“Esto es una máquina de fundir antigua, venía en los libros de texto que me tocó estudiar. Como la de los romanos o los persas. Es la leche.”- casi grita Santiago extasiado ante las piezas de piedra que se mostraban a la vista. Fue tanta su impresión que no vio ocho esmeraldas que estaban en el fondo.
¿Serías capaz de hacer unas medallas y unas cadenas como estas ?- le pregunté.
“Nena, las mejoraré y es más es un reto y una diversión esto de dejar de ser ingeniero moderno para pasar a ser artesano a la antigua. Necesito ayuda, hay que hacer un buen fuego.”-
Trajimos ramas y encendimos una fogata, teníamos que hacer una buena llama , y a ello nos dedicamos.
Éramos un extraño grupo, dos hombres y dos mujeres desnudos en un claro de arena en un bosque preparando una fundición. El medallón que me había puesto me daba una fuerza tranquila, alegre.
-“ Creo que os debo una explicación. He tenido después de la primera vez que estuvimos juntos una serie de sueños, siempre cargados de sexo. Se acentuaron cuando encontré esa cruz de oro. Anda, Susi, dame un beso lindo.”- Susana me besó y yo aproveché para acariciar sus pechos maravillosos, elásticos , duros, con unos pezones como pequeñas fresas.
- “ En esta isla había una tribu de pescadores libres, vivían del mar y lo amaban. No creían ni en los dioses aztecas ni en los cristianos que llegaron después. Sólo pretendían ser felices y gozar de la vida, y para ellos el sexo era eso un motivo y una fuente de placer. Después de la primera vez que hacían el amor, si aceptaban pertenecer a la comunidad les daban un medallón como este que llevo yo y que está reproduciendo Santiago, que transmitía felicidad tranquila. Cuando los apresan, los martirizan y juntan el oro en la cruz que encontré, cambió el mensaje. La lujuria venía con una carga de tensión, de competencia, que recibimos.”-
Susana se había apoyado en mi pecho y sus manos me acariciaban con mimo, yo la respondía con el mismo cariño. Los días en que Santiago había estado fuera, nos habíamos dedicado la una a la otra. Carlos, mi marido, nos había acompañado pero aceptando que era nuestra oportunidad para amarnos y llegar a ser más mujeres. Mujeres completas que saben que el sexo es un camino de la felicidad y la compenetración.
-“Hoy me ha venido una visión de lo que tenía que hacer. Donde estaban las esmeraldas, donde el collar y el artilugio para hacer las joyas. Quiero que cada uno tenga la suya, si las aceptáis. Volver a crear un grupo para disfrutar del sexo integrador, que te llena y renueva…”-
- “ Coño, Marta. Cuentas unas historias increíbles, para pensar que estas loca, pero resulta que has encontrado las piedras, el muerto, y la medalla. Dices que no eres una bruja, que sólo eres una mujer, pero estarás de acuerdo conmigo, que lo que te pasa es de mujer rarita. ¿ Por qué crees que te ha pasado a ti?”- me dijo mi marido que ayudaba a Santiago en la fundición.
-“ No lo sé, creo he entendido lo que pasó. Los curas y antes los aztecas, que creían en dios, les persiguieron .Los primeros acabaron con ellos, dejando a la anciana sola en la isla, que se dejó morir esperando. Los de la comunidad amaban el mar, vivían en una sociedad de iguales, no creían en ningún dios…..quizás seas tú, Santiago, el que no sabe que en mi familia, todos son anarquistas y ateos….por lo menos todo lo que yo he rastreado en el árbol familiar. Está la Comuna de París, italianos garibaldinos, hombres de Durruti que fueron a mi tierra en los veinte, y que se unían con mujeres también libres. La primera que se ha casado soy yo y, sólo por lo civil, para poder tener la nacionalidad….Y me apasiona el mar….No sé.”-
- “Con lo que nos cuentas, estoy pensando que habrá que enfriar el oro en agua de mar. A lo mejor se va todo a la mierda, pero no sólo tú vas a tener visiones. A mí mientras me voy convirtiendo en un artesano fundidor y joyero me está dando un feeling especial. Al principio he creído que me estaba poniendo caliente al veros”- me contestó Santiago y que mostraba entre las piernas una enorme erección- “pero es algo más. Como a Marta, alguien me está guiando. Lo noto. Así que traernos un cubo con agua de mar, una botella de ron, hielo y unas birras bien frías, esto no lo debían beber los nuestros maestros, pero con el calor nos va a sentar de puta madre. Y el placer en la operación es básico.”
Fuimos al yate, cargamos con lo que nos había pedido, y volvimos con dos cubos grandes, en uno el hielo, las cervezas y el ron, en el otro el agua del mar. Cada una cargaba con dificultad, no había mucha distancia que recorrer pero costaba. Nos esperaban, los dos tenían la verga en alto y se habían pintado con las cenizas. Rayas en las mejillas, el vientre y las nalgas, y círculos en la frente, alrededor de los pezones y de las pijas erectas.
Santiago tenía una mirada rara, de un ser del más allá cuando nos ordenó:
-“Traed una cerveza que estamos sudando. Y después os situáis junto al cubo con agua de mar, masturbaros hasta que estéis el coño que sea puro jugo y mear en él. Pero primero os voy a pintar como estamos nosotros.”-
Primero pintó a Susana, después a mí. Sus dedos me transmitían calor y energía mientras me extendía la ceniza por la piel, excitándome, haciendo que deseara hacer el amor, que me integrara con la mas dulce de las muertes.
-“Tocaros hasta que podáis vaciar vuestros más íntimos líquidos en el cubo, pero no os borréis ni difuminéis las pinturas.”- Santiago había asumido el rol de chaman, de iniciador, era algo que no entendía como había ocurrido pero que sentía desde mi propia experiencia.
Susana y yo nos paramos con las piernas abiertas, entre ellas el cubo con el agua, nos besamos, ella agachó la cabeza , es más alta, yo levanté mis senos para poner en contacto nuestros pezones, su mano en mi concha, la mía en la suya. Y empezó un rito masturbatorio delicioso, el roce, la caricia, el beso pero contenido, sin que nuestras marcas se tocaran.
Enseguida estábamos empapadas, después primero yo, luego ella, llegamos a la explosión , las manos mojadas con nuestros flujos abundantes, seguimos acariciándonos, estábamos en una meseta de placer orgásmico.
Sentí como se cortaba su respiración y susurró un “ahora” y su orina salió con fuerza, un chorro que cantó sobre el agua. Aquel sonido hizo de detonante en mí, y me vacié en el cubo.
-“Nosotras ya hemos cumplido, con gran placer de nuestra parte.”- dijo Susana con la mayor de las sonrisas.
- “Ahora , debéis ayudarnos. Susana pajea a Carlos para que suelte su leche en el cubo. Tú, Marta me lo haces a mí.”
Les ordeñamos, estaban tan calientes ellos, y nosotras tan animadas, que la rapidez y profundidad de nuestras sacudidas a su pijas les hicieron largar el semen en instantes. La dificultad principal fue lograr que su simiente fuera al recipiente y saltara al suelo. Pero lo logramos.
-“ Ya tenemos el líquido para enfriar las medallas y las cadenas. Marta ayúdame a disponer los moldes.”-
Entre los dos se había establecido la complicidad de los iniciados, sacerdote y sacerdotisa, sabíamos lo que debíamos hacer. Santiago, con mi ayuda vertía el oro fundido que iba adquiriendo las formas deseadas, después metimos las piezas en cubo. Cuando las fuimos sacando teníamos ante nosotros tres cadenas con sus medallas.
Susana, Carlos y Santiago se las pusieron. Era maravilloso estar desnudos con nuestros medallones y saber que éramos un grupo que se compartía.
Santiago y yo nos miramos, sabíamos lo que quedaba por hacer. Agarré a Susana de la mano y me acerqué a las rocas de formas redondeadas. Apoyamos nuestros torsos, la piedra nos acariciaba la piel, al principio nos raspaba, después me di cuenta que nos excitaba, con los pies en suelo, nuestras grupas quedaron expuestas.
Carlos se puso tras de mí, su verga tanteó los labios de mi sexo y entró en mí. Gocé de sus movimientos lentos y profundos, me tenía clavada y me daba un placer indescriptible, cada centímetro de mi piel respondía a una lujuria indescriptible.
Las dos mujeres seguíamos tomadas de la mano, mientras nuestros hombres nos cogían.
Carlos sacó su instrumento sin acabar de correrse, Santiago hizo lo mismo. Cambiaron de mujer, mi marido fue tras mi amiga y el suyo se colocó rozando con su cipote mis nalgas. No necesitaba lubricarse, su arma estaba empapada con el flujo de Susana. La apoyó en mi puerta oscura y me fue sodomizando lentamente. Apenas la sentí toda dentro me fui, por el apretón de Susi, me di cuenta que a ella le había ocurrido lo mismo.
Nos dieron por culo con fuerza, y por primera vez en mi vida , no necesitaba tocarme el clítoris para excitarme y llegar al segundo orgasmo. Sentí su pelvis totalmente pegado a la piel de mis nalgas cuando comenzó a escupir su semen.
Estábamos en el hotel bebiendo unos rones , el mar en calma, sabiendo que nuestra vida había cambiado, que no tenía vuelta atrás. Éramos un grupo, una comuna unida por el placer sexual y la búsqueda de la felicidad, aunque nuestros destinos próximos eran Argentina y España teníamos claro que nada nos separaría y que lo que había comenzado en el Caribe duraría toda la vida.
De pronto caí en algo y les dije: -“ Os dais cuenta que hoy es 21 de junio el día con las mismas horas de sol en el norte y en el sur. El principio del verano y del invierno según donde estés. Una fecha iniciática para nuestra unión de placer…”