Las vacaciones me ponen 12

¿ Donde está la mayor lujuria? ¿ en qué consiste ser la más puta?

LAS VACACIONES ME PONEN- 12

Serie escrita por tres autores: Bubu, Pobrecaín y esta autora, gatacolorada.

Susana, Pablo, Carlos y yo habíamos quedado en analizar lo que habíamos vivido en los últimos días , sabíamos que era necesario para nuestras relaciones de pareja y para nosotros mismos. Pero lo sucedido era tan intenso que lo habíamos postergado. Era difícil desnudar nuestras almas y nuestras sensaciones, obscuros deseos que habían estallado en el Caribe. El tiempo nos dio una prorroga.

Llovía de manera torrencial. Era imposible salir del hotel. Pero tenía instalaciones que permitían entretener a los huéspedes. Pileta cubierta, sauna, spa, gimnasio, bares, tiendas…era una ciudad en pequeño y las personas alojadas se dedicaban a usarla.

Yo estaba sentada en uno de los bares, junto a la arena, finas cortinas de agua me envolvían, a veces me llegaban pequeñas salpicaduras. El sonido de lluvia en la paja del tejado era un ruido de fondo que relajaba pese a su rápido golpeteo. El atado de Lucky , un ron añejo, y el ebook.

Tranquila, había renunciado a la actividad física de Susana, Pablo y Carlos, que habían ido al gimnasio, para dedicarme a leer.

Pensé que, mi marido y yo, habíamos elegido ir una semana al Caribe para tomar el sol, disfrutar del mar, navegar y bucear, leer y hacer el amor.

Si analizaba lo que había hecho en los días anteriores, me daba cuenta que si bien estaba morena, con un bronceado delicioso y total, había navegado y buceado pero no todo lo que yo deseaba, porque el sexo había sido la actividad principal. Y desde luego no había abierto un libro. Esa mañana había decidido meterme con la tercera novela de la serie Juego de Tronos de  George R. Martin. Me quedaban por  leer tres y me había planteado hacerlo en las vacaciones.

Estaba muy preocupada. Notaba que Carlos, mi marido, me miraba  lleno de deseo, a veces excitado por mi capacidad lujuriosa, pero también con miedo. Yo había cogido con mi amiga Susana, su marido Pablo, dos danesas y él. Y hasta con un delfín,  aunque esto último no sabía si era real o una fantasía, pero vivida como si  hubiera sido de verdad. Había podido con todas y todos, cada vez más cargada de energía, más viciosa, al punto que no me conocía a mí misma.

Echaba la culpa al amuleto de oro que había encontrado en el mar, a los sueños eróticos que me agitaban cuando dormía. A veces bastaba con que dejara la mente en blanco para que se multiplicaran las orgías en la que yo era la protagonista. Luego ponía en práctica las fantasías que se me habían metido en la cabeza.

Encontrar y hacer el amor con Susana era una asignatura pendiente en mi vida, y ahora sabía que también le ocurría a ella. La componente lesbiana se había instalado en mí, y me había mejorado, completándome.

Pero de verdad echaba de menos “hacer  el amor” con mi marido. No follar o coger o joder, sino llenarnos de dulzura y cariño al amarnos.

-“Gatita, ¿cómo llevas la mañana? Nosotros venimos agotados, hemos hecho cinta, pesas y remo durante casi dos horas. Gracias a una sauna y a un yakuzi estamos vivos. Pero tenemos un hambre de lobos. Y tú como una señorona burguesa dándole a la lectura, a la copa y al tabaco.”- me dijo Carlos dándome un beso.

  • “He estado en la gloria. Si queréis almorzamos acá, se está divino.”-

-“Me parece buena idea. Podemos prepararnos unas ensaladas y darnos una buena mariscada con un  Concha y Toro blanco bien frío. Veo que estas leyendo las novelas de la serie televisiva, ¿qué tal están?”- añadió Pablo.

Comenté lo que me parecía: entretenida, con una historia atrapante, pero con un exceso de personajes. Y dije cómo el Señor de los anillos tenía un poco el mismo problema y que además los personajes tenían nombres complejos.

Pedimos la bebida y la comida y seguimos hablando de libros, empalmamos con el cine y las series televisivas. El sexo había pasado a segundo plano. Todos comentábamos, opinando sin grandes discusiones, aunque con discrepancias.

Tres botellas de vino, unas ensaladitas, una docena de ostras por persona, un montón de langostinos, dos langostas  y un soufflé, regado con unas copas de champagne con vodka  animaron aún más la digresión literaria. Susana a favor de Cortazar, Pablo por Borges, mi chico por Mújica y yo por Soriano. Casi nos llevo una hora decidir que esos cuatro escritores argentinos eran unos genios con matices de unos y otras, mientras nos tomábamos unos cafés y fumábamos unos puros, las chicas pequeños, unas minipanatelas, los hombres unos robustos dominicanos estupendos.

Había sido un almuerzo delicioso, relajante y copioso. Tomé de la mano a mi marido, le levanté y me despedí.

-“Me voy a echar la siesta con Carlos. Luego nos vemos.”-

Al entrar en la habitación nos besamos. Me daba cuenta que le amaba. Nuestras manos, nuestros labios, nuestras lenguas acariciaron, besaron, lamieron cada centímetro de piel que iba quedando desnudo.

Tumbada, abierta, le recibí. Un calor sublime me inundaba. La cadencia de sus movimientos me tenía en el éxtasis. Su fuego en mis entrañas me llenaba y mi vagina abrazaba su duro vástago. No sé cuanto tiempo estuvimos haciendo el amor, cuando llegamos a la gran explosión, sentí música en mi interior, como la obertura de una sinfonía.

Fue él el que encendió el cigarrillo, lo fumamos a medias abrazados.

-“Te amo.”- le musité rendida.

-“Y yo a ti, mi vida.”- y me besó. Fue como un revivir, y de nuevo mi boca acudió a su llamada y mi cuerpo se inflamó. Fui yo la que le monté. No la tenía todavía orgullosa, pero mi ardor la fue encendiendo. Yo sentía como se iba endureciendo dentro de mí y yo respondía a su pasión. Pegada a su pecho, moviéndome como la hiedra que envuelve al árbol, la llama fue ardiendo hasta que como una enorme traca de fuegos artificiales rompió en luces en mi mente.

Con él dentro, en un murmullo le fui contando la historia del amuleto y cómo influía en mí hasta hacerme perder la razón. Le expliqué mis pesadillas, las orgías que mi mente imaginaba, a medida que hablaba, sentía cómo volvía a endurecerse en mi interior. Se había vuelto a empalmar.

-“Entonces eres una endemoniada viciosa.”- me soltó entre carcajadas.

-“Sí, mi amor. Estoy embrujada pero sobre todo por vos.”-

Sin sacarla me hizo tumbar, levantó mis piernas agarrándome por los tobillos y reanudó sus ataques. Esta vez eran rápidos, profundos, alegres como la risa que no era capaz de reprimir. Yo comencé a reír con él y así seguimos hasta el estallido total.

Nos quedamos dormidos, nos despertamos al oscurecer. Era casi la hora que habíamos quedado con nuestros amigos. Una ducha rápida, un vestido de lino crudo, sin nada debajo, unas sandalias y estaba lista. Carlos con una camisa azul cielo, jeans y náuticos estaba para comérselo.

Nos sentamos en una mesa al borde de la pileta. Había dejado de llover y se veían las estrellas que tachonaban el cielo. Susana y Pablo llegaron de la parte de las tiendas. Me dieron un pequeño paquete. Lo abrí, era una cadenita de oro con una crucecita. Me lo puse en el cuello. Les besé dándoles las gracias.

-“Susana y yo cuando volvamos a España vamos a dejar de cuidarnos y vamos a intentar tener un hijo. Pensamos que aquí podíamos vivir nuestra última y primera orgía. Marta, gracias a ti, hemos hecho cosas que nunca pensamos se podían hacer. Nos has liberado, dejando que el goce nos inunde. Paladeando el placer hasta el límite. Gracias. Por eso este pequeño regalo, para que sepas que siempre estarás con nosotros.”-

Me emocionaron las palabras de Pablo, les volví a besar, me daba cuenta que me tocaba hablar a mí.

-“Lo primero daros las gracias, pero tengo que deciros que yo no soy así. Mi vida sexual y amorosa es mi marido. Con él es con el que he desarrollado mi sexualidad, mi capacidad de placer. Cuando nos encontramos me dio un vuelco el corazón. Susana, vos eras un mito en mi vida. Una fantasía que no había podido realizar. Cuando dejamos de vernos éramos unas crías. Cuando me di cuenta que Carlos quería vernos juntas, todos mis ratones estallaron. Sabía que eso incluía coger con tu marido, pero no me importaba, quería tenerte para mí. Pero algo ocurrió, algo impensable, encontré un amuleto, esa vieja cruz, que desató en mí una lujuria que ni soñaba existiera en mí. Tenía que ser la más puta, la más lúbrica, la más lujuriosa de las mujeres …..y creí que lo era cuando íbamos de orgía en orgía.  Esta tarde he comprendido que ese no era el camino. El mayor placer, el goce supremo lo tienes haciendo el amor con la persona que amas. Con Carlos, hoy he gozado más que en todos los días anteriores, porque he entendido que es el cariño, el compañerismo, el ir codo a codo...”-

-“Somos mucho mas que dos, decía don Mario, ¡que ese recital de la Nacha se lo vimos de crías!”-me interrumpió Susana.- “ ¡Que te has puesto poeta!. Aunque hay algo que me ha llamado la atención, tenés aura.”-

-“Susana, amo a mi marido. El hacerle feliz es mi felicidad y lográndolo soy la más lujuriosa de las hembras de la creación.”-

Carlos me pasó el brazo por el hombro, me acurruqué en él mimosa.

Las reglas del juego habían cambiado y la partida podía empezar de cero, tampoco nos quedaban muchos días, ya habíamos consumido gran parte de las vacaciones. A mi marido le habían dicho que no las podía prorrogar.