Las Vacaciones de Sandra

Caminando y caminando, por la playa, con el agua del mar lamiéndoles los pies a veces, alcanzaron un pintoresco bar y restaurante, donde Walter invitó a Sandra a un trago. El celular de aquél sonó en varias ocasiones, pero ignoró todas las llamadas, hasta que finalmente lo apagó, pues Sandra le interesaba mucho.

Las Vacaciones de Sandra

Kleizer

1

A Erica y Viviana les costó mucho trabajo convencer a Sandra para que las acompañara a un viaje que habían programado a la costa. Las tres chicas laboraban en la misma empresa; Erica era contadora, Viviana era supervisora y Sandra trabajaba en el área legal. Esta última acababa de terminar con su novio de varios años, al confirmar que le era infiel, por lo que, llevaba varios días alicaída.

-No quiero arruinarles el viaje –dijo ella, mientras intentaban convencerla-, ustedes van con sus novios, y yo estoy sola y amargada –insistía.

-Vamos, Sandra, el mundo no se ha acabado –le decía la rubia y esbelta Erica-, además ya invité a un amigo soltero, ¿verdad, Viviana?

-Sí, se llama Walter y es ejecutivo de una empresa –asintió Viviana, cuya piel de ébano resaltaba debido a la blanca blusa que vestía.

-Si es ejecutivo y soltero ha de ser gay –repuso Sandra, tratando de sonar aguafiestas, reclinándose en el sillón, su camisa a punto de estallar por su agraciado pecho, para hacerse una cola en su castaño cabello.

-Bueno, se divorció hace como dos años, pero ya se siente solo de nuevo –explicó Erica.

-En todo caso, chicas, ustedes y sus novios irán a hacer sus cosas, pero… ¿yo qué? –dijo Sandra.

-Aprovecha para conocer a un tipo y divertirte, olvida ya a Saúl, no esperamos que te acuestes con él, pero creemos que los dos necesitan divagarse un rato, ¿no?

-Está bien, de todos modos ya no aguanto a mi mamá en casa –aceptó al fin, la voluptuosa Sandra.

2

El lunes siguiente fue el primer día de semana santa. Erica y Sandra llegaron en el carro de aquélla a la villa que habían alquilado en la costa norte. Poco después llegaron Viviana y Gerardo, cuya piel era poco más oscura que la de su curvilínea prometida.

Erica ya vestía únicamente un traje de baño blanco de dos piezas, que resaltaba su escultural figura y su dorada piel. Sandra fue algo más conservadora, con un bikini de una pieza azul claro, que no ayudaba a disimular su cuerpo que no tenía nada que envidiar a la divina Erica o a la sensacional Viviana.

-¿Qué tal estás, Erica? Bella como siempre, ¿verdad? –la saludó el sonriente Gerardo, que le dio un atrevido abrazo con sus robustos brazos, a lo que Viviana reaccionó con un codazo cómplice.

-Hola, Sandra, qué bella eres –la saludó Gerardo, con quien Sandra no tenía mucha confianza, solo se dieron la mano, pero aún así, el gigante oscuro no perdió el chance de comérsela con los ojos. Viviana no pareció notar aquél gesto.

Más tarde, salió Viviana con un exótico traje de baño color rojo, seguida de su corpulento prometido, que únicamente llevaba una ajustada calzoneta. Los cuatro tomaron el sol junto a la playa, conversando y bromeando, y comentando cuánto tiempo más iban a tardar Walter y Efraín.

Sandra no dejó de notar la confianza que Viviana, Gerardo y Erica se tenían. Fue cuando la pareja decidió ir a darse un chapuzón que Sandra se lo comentó.

Erica se sentó sobre el diván de plástico, sonriendo pícaramente.

-¿De verdad quieres saberlo, Sandra?

-Supongo que sí –insistió ella, algo tímida.

-Hace dos meses Viviana me invitó a participar en un trío junto a Gerardo

-¿Bromeas? –saltó Sandra, asombrada, coloreándose su blanco rostro.

-No es ninguna broma, Sandrita. Era el regalo de Viviana por tres años de noviazgo… déjame decirte que Gerardo está muy bien dotado

Sandra solo escuchaba anonadada, deseosa de saber más.

-Yo fui la primera mujer con que se besó Viviana… -confesó Erica.

-¿Se besaron, Viviana y tú?

-Así es, ella besa muy rico, al principio estuvo nerviosa, pero después ni me la podía quitar de encima… después se lo chupamos a su novio, las dos, nuestras lenguas se encontraban, nos besábamos y nos turnábamos para meternos en la boca la pinga de Gerardo

-Erica, qué cosas dices… -dijo Sandra, muy impresionada, pero no por eso menos excitada

-No era mi primer trío, claro, pero si fue el primero para Viviana y para Gerardo… después de eso lo hemos repetido dos veces más

-¿Y Gerardo te penetra? –quiso saber Sandra, con sus ojos café resplandeciendo de morbosa curiosidad.

Erica sonrió y le contestó:

-Pues claro, me encanta cabalgarlo, me fascina que me folle de lado, mientras nos besamos… la última vez Viviana incluso nos filmó mientras hacíamos el amor como si ella no estuviera con nosotros… -narró Erica, encantada.

-Vaya, y nunca me lo dijiste –comentó Sandra, cuyo corazón galopaba dentro de su exquisito pecho.

-¿Quieres que le diga a Viviana que te invite a un trío con ellos para que veas lo que se siente? –atacó Erica, sonriente, escrutando muy bien la reacción de su colega.

-¡Cómo! De ninguna manera, Erica. No, gracias –exclamó Sandra, aparentando una actitud pudorosa… su rubia amiga no fue engañada por ese gesto.

3

Casi a mediodía, cuando el sol estaba en su más alto ápice, llegaron Walter y Efraín. Aquél rondaba los cuarenta, pero se mantenía con intensas sesiones en el gimnasio, y era el más alto de los hombres allí reunidos. Efraín tenía casi los cincuenta, era uno de los accionistas de la empresa donde trabajaban las chicas, había enviudado hace un par de años, y solo Erica tuvo la habilidad de "consolarlo".

Efraín sonrió complacido al ver a su candente sirena surgiendo del agua, también sonriente, a su encuentro. Erica lo besó y se alegró de su llegada. Luego tomo una toalla y saludó a Walter, quien desde su arribo, miraba para todos lados, en busca de la deliciosa soltera que le habían descrito. Sonrió entre caballeroso y complacido cuando su mano sostuvo la de Sandra, cuando los presentaron. Sandra notó cierto tipo de corrientes fluyendo dentro de su sinuoso cuerpo.

De mutuo acuerdo, Erica y Efraín se metieron al chalé, mientras que Gerardo y Viviana fueron de compras a la ciudad.

Sandra, con su bikini, una toalla anudada alrededor de su esbelto talle y con unas sandalias, caminaba por la playa, junto a Walter, quien se había acomodado con una amplia calzoneta café y una holgada y fresca camisa floreada, protegiéndose ambos del sol con sendas gafas oscuras.

Los dos conversaban, conociéndose; se habían gustado de entrada. Sandra comentó cuánto había llegado a querer a su anterior novio, aunque se cuidó de mencionar que Saúl había sido el primer hombre con quien tuvo relaciones sexuales, que a ella no le resultaron muy satisfactorias, porque su novio no fue un buen amante y Sandra aún no entendía qué le gustaba tanto a la gente del sexo. Sandra siguió platicando de su trabajo, de la maestría que estaba sacando y cosas por el estilo.

Walter escuchó, con paciencia, ansioso de empaparse de las circunstancias y características de esa espléndida mujer. Walter habló sobre su abrupto divorcio, de cómo había decidido muy mal casarse con una mujer hermosa y sexual, pero que nunca lo quiso, y cómo lamentaba tener que compartir a su hijo con ella a través del régimen de visitas otorgado por el Juez.

Caminando y caminando, por la playa, con el agua del mar lamiéndoles los pies a veces, alcanzaron un pintoresco bar y restaurante, donde Walter invitó a Sandra a un trago. El celular de aquél sonó en varias ocasiones, pero ignoró todas las llamadas, hasta que finalmente lo apagó, pues Sandra le interesaba mucho.

Más tarde, ya cuando el crepúsculo tiñó el cielo de tonos carmesí, pusieron en el local algo de música y Walter la invitó a bailar. Sandra, ya más animada, y encantada con Walter, aceptó, pensando en que fue muy buena idea haber aceptado acompañar a sus amigas en ese viaje.

Cuando pusieron música suave, para que las parejas bailaran pegadas, Sandra no rehusó ser apretujada por Walter, y ella se sintió muy bien. A veces sus alientos se encontraban, y pronto Walter rozaba sus labios con la lisa cabellera castaña de su acompañante.

Ya para las siete de la noche, a pesar de la incredulidad de la misma Sandra, ya se habían besado. Sandra pensó que ya estaba grande, no era ninguna adolescente. Pasó algún rato más, entre besos de labio y bromas antes de que decidieran regresar a la villa.

4

Sandra y Walter entraron sigilosamente, tomados de la mano. De las habitaciones podían escucharse apagados gemidos, especialmente de Erica y de Viviana.

-Parece que mis amigas están muy ocupadas –dijo Sandra, sonriendo, sintiéndose desvergonzada, sin embargo, los quejidos de sus colegas la estaban calentando de manera vertiginosa. Besó de nuevo a Walter y éste la abrazó, cayendo los dos en el largo sofá delante del televisor plasma.

Sandra se sentía muy bien atrapada en los esbeltos brazos de Walter, y sus lenguas reñían dentro de sus bocas hambrientas de lujuria. Walter por fin agarró valor para manosear los torneados muslos y nalgas de Sandra, quien se estremeció ante el atrevido calor de tales caricias. La manera en que el abultado paquete de Walter se frotaba contra su vientre, la enloquecía, y su caliente amante ya comenzaba a luchar contra el bikini para que dejara de estorbar entre él y su presa.

Finalmente, Walter se conformó con escurrir dos gruesos dedos tras la zona de la prenda que cubría el húmedo sexo de Sandra. Ella casi se desmaya al sentir aquella inesperada –pero ansiada- intrusión. Sus bocas se separaron y Sandra lo miró, y estuvo a punto de protestar, pero una parte de su ser se lo impidió y gimió, cerrando sus ojos… ya estaba hecho, iba a entregarse a ese hombre.

-Tú decides hasta dónde puedo llegar, Sandra, me detendré cuando tú quieras –susurró Walter, caballeroso, pero rogando en su fuero interno que Sandra no se arrepintiera.

-Sigue, Walter, sigue… no me puedes dejar así… oohh

Ante tan inequívoca luz verde, Walter continuó manoseándola y estimulándola, haciéndola estremecerse de puro placer. El calzado de ambos, repleto de arena, yacía diseminado por la sala… la toalla malvada que cubría las espectaculares piernas de Sandra, arrojada en un lejano rincón… y Sandra, recostada en el sofá, abierta de piernas, sin importarle un carajo tan obscena pose, jadeaba como un animal y se mordía los dedos y labios para ahogar auténticos chillidos, mientras Walter le lamía y jugaba con su intimidad, de un modo que Sandra jamás había imaginado, unos cuantos lengüetazos del hábil y experimentado Walter bastaron para que la trémula belleza olvidara al egoísta de Saúl.

Sandra se sobresaltó de pronto, cuando sintió lo que sin duda era un grueso dedo metiéndose en su inmaculado ano. Se llevó una mano a la cara y se entregó a ese maremoto de desconocido placer… sus jugos ya casi rezumaban de la boca de Walter, quien pujaba los tirantes de los hombros del bikini de Sandra

-Rómpelo, Walter, no me importa… -rogó aquella hembra en celo.

Walter, ni corto ni perezoso, rasgó la ajustada prenda dejando al descubierto y a su merced, el más hermoso y apetitoso cuerpo que había visto en su vida. Walter se apoderó de Sandra, besándola salvajemente, sin dejar curva alguna de ese perfecto cuerpo que sus aviesas manos no hubiesen tocado. Sandra, por su parte, dirigió sus blancas y delicadas manos en busca del aparato de Walter, aferrándolo sin ningún problema, sin preguntarse en qué momento se deshizo Walter de su calzoneta. Sandra acarició el duro miembro de su amante, pajeándolo.

-Te la quiero meter, Sandrita –le musitó él, junto al oído de ella.

-Espera –dijo ella, y le sonrió.

Esta vez, Walter se recostó hacia el otro extremo del sofá. La preciosa Sandra, sonriéndole, se apoderó de su virilidad. Le roció el glande con su aliento, haciendo tal cosa de manera instintiva. Walter jadeó, queriendo cerrar sus ojos, pero no deseaba dejar de ver esa diosa desnuda. Sandra entonces, desterrando de sus pensamientos las pésimas sesiones con Saúl, comenzó a lamer la enrojecida punta de esa verga. Le gustó su sabor y empezó a besuquearla. La cubrió de besos en casi toda su impresionante longitud, casi bendiciendo a la ex-esposa de Walter que lo hubiese dejado libre. La lamió también, y en pocos pero intensos segundos, el erecto y venoso miembro de Walter se veía brillante de saliva y jugo preseminal, el que Sandra saboreó sin ambages.

Sandra abrió su boca entonces, y el glande de Walter desapareció en su interior. Walter cerró sus ojos, ante la deliciosa sensación, cálida y húmeda. Sandra succionó, suavemente, y poco a poco, iba engullendo más y más verga, encantada ella con su sabor y con los temblores y gemidos de su amante. Pronto le acariciaba el escroto con sus manos y le bastaba su boca para chupar y estimular la polla de Walter, su cabeza parecía yo-yo subiendo y bajando a lo largo de ese estilete de carne.

Sandra liberó el miembro de su feroz boca y lo presionó contra el vientre de Walter, y ella hizo algo nuevo… bajó su boca y chupó los testículos de su nuevo macho, intentando por todos los medios que Walter se sintiera bien con ella. Y después, uso sus redondos y abundantes senos para pasarlos sobre el pene de Walter, varias veces, semejando una salchicha entro dos apetitosos panes.

Los amantes se besaron de nuevo. Walter la tomó de sus manos y éste se acostó sobre la alfombra de la sala, sobre el piso de madera. Sandra se encaramó encima de él, dejándose ensartar por ese exquisito miembro, más largo y grueso que el de su ex. Sandra jadeó, mordiéndose los labios, casi lloriqueando de incontrolable placer cuando sintió su vientre chocar contra el de Walter, cuando toda esa torre de palpitante carne hubo desaparecido dentro de ella. Sandra comenzó a cabalgarlo con inusitado frenesí, y a ninguno de los dos arrobados amantes les importó el crujido de los maderos debajo de ellos… solo existían el uno para el otro, y ese mágico instante de único placer… todo lo demás, podía irse al diablo.

Walter introducía sus dedos en la boca de Sandra, que saltaba sobre él fuera de sí, sus perfectos pechos rebotando, sus redondas y cinceladas caderas realizando la danza de Eros sobre el afortunado. Después, Sandra, sin dejar de subir y bajar sus generosas caderas, se inclinó hacia Walter, besándose mientras follaban como conejos… el sudor de Sandra caía como tibia lluvia sobre el estilizado cuerpo de Walter.

Cuando Sandra sintió un intruso dedo en su trasero, los espasmos previos a su épico orgasmo no se hicieron esperar.

-¡Me corro, Walter! –exclamó ella, junto a su oído.

Los dos amantes gimieron al unísono. Walter retorció su dedo en el recto de Sandra, y ella descargó sus íntimos manantiales… que fueron recibidos por la ardiente leche de Walter, que ardió muy adentro de la trémula Sandra. Ella cayó exhausta, sudorosa y respirando pesadamente, sobre Walter. Se abrazaron y se besaron con ternura, sonreían y más tarde fueron a su recámara, para gozar más

Al cabo de unos minutos, Viviana y Erica salieron de sus habitaciones, para congratularse ambas de la magnífica decisión de emparejar a Sandra con Walter. Luego, Viviana entró al cuarto donde esperaba Efraín y Erica se metió muy contenta a la cama con Gerardo

Esto ocurrió el lunes

Continuará