Las vacaciones de Noemí (4)

Siguen las nuevas experiencias de Noemí en casa de su amiga. Hoy toca folleteo con su marido.

Las vacaciones de Noemí, parte IV

Aquella tarde, las hembras de la casa quedaron para el arrastre. El único que no pilló cacho fue Jordi.

La tarde pasó sin más. Unos baños de sol, una cena ligera, una película en el DVD y a eso de la medianoche el sueño acabó venciendo a las mujeres, que daban cabezazos de cansancio en la butaca del salón.

Jordi llevaba un calentón inhumano.

Hoy había visto como Kiro se follaba a Noe y luego tuvo que aguantar las explicaciones, de Noe también, relatando como le gustó lo que le hizo Conchi en el baño. La producción de semen se le disparó durante todo el día y notaba los huevos a punto de explotar. Pero había un problema, las dos posibles exprimidoras de polla que había en la casa estaban agotadas. Prácticamente se durmieron viendo la película de DVD. No había nada que hacer, esa noche tocaba dormir.

Fue tocar la cama y Conchi cayó en un profundo sopor dando unos suaves ronquidos, como de gatita.

Jordi, por su parte, tenía su mástil erecto y palpitante, y soñaba. Soñaba en lo que le haría a Noe por la mañana, soñaba en cómo se las ingeniaría para mandar a Conchi a por pan y pasteles al pueblo, soñaba en el coño recién depilado de Noe, en verlo rebosante de semen. Pensaba en cómo romperle el culo a la que había dado a Conchi su primera experiencia lésbica, y sobretodo, soñaba en los gemidos de Noe, en los gritos que daría al notarse llena de polla. ¿Celoso? sí, estaba celoso de aquel pedazo de mujer.

Jordi se despertó a las 7 de la mañana, en buena parte por el del dolor que le provocaba su miembro erecto. Se levantó para ir al aseo, tuvo que orinar en la ducha debido al calentón que llevaba. Después de mear se le bajó un poco la erección, pero lo que no se le bajaba eran las ganas de follarse a Noe. Debía tramar un plan, y rápido.

¡Ya está!

Mandaría a Conchi a por pasteles al pueblo de la montaña, a 15 Km. Iba a tardar cerca de 1 hora entre ir y volver, perfecto.

Se puso su malla ciclista para dar un paseo por los alrededores y así, de paso, relajarse un poco. Su polla se marcaba amenazadora a lo largo de la prenda elástica. Pensó un segundo, se acomodó bien el miembro y se dirigió a la habitación de invitados. La zorra de Noe dormía boca arriba por el lado exterior de la cama, al otro lado estaba el walkman que Jordi quería.

La despertó.

-Eh, Noe, despierta. ¿Viste mi walkman? Es que salgo en bici y lo necesito.

  • ¿Qué? ¿Cómo?

Jordi estaba inclinado sobre la cama para llegar a la cajonera que había al otro lado, tenía la polla literalmente en la boca de Noe.

Aquella tía no se enteraba, era un tronco. Jordi se empezó a excitar de nuevo, su rabo se empezaba a hinchar. Se lo sacó y se lo pasó a Noe por el cuello, la mejilla, la nariz, la boca. No se enteraba de nada.

No podía resistir más la calentura, cogió el walkman y se fue.

Se montó en la bici y salió a la fresca mañana del Levante. Pedaleó por el monte. Todo era verde y fresco, pero él estaba ardiendo. Se fue relajando poco a poco, sin dejar de pensar en la mañana de sexo que estaba planeando fríamente.

Llegó a casa a las 8, sudando y con un plan en mente. Colgó la bici y se dirigió arriba a ducharse. Puso el agua fría, pero ni corrió la cortina de la ducha ni cerró la puerta del baño. Cuando tenía todo el cuerpo lleno de jabón apareció Noemí en la puerta. Iba desnuda y quería mear, pero se le quitaron las ganas cuando vio aquel grueso garrote de carne colgando entre las piernas de Jordi. Así como estaba, todo llenito de jabón, parecía muy apetitoso.

Él también la vio, estaba radiante y ese cuerpo merecía ser poseído por alguien inmediatamente. No se dijeron nada. Durante unos momentos se quedaron mirando el uno al otro. Él se empezó a tocar, a excitarse. Descubría su corda cabezota y la cubría de jabón, la acariciaba suavemente arriba y abajo, ya estaba como un hierro otra vez.

A ella se le escapó un gemido de deseo y las manos se le fueron automáticamente a su coño rasurado, sin quererlo. Al darse cuenta, se puso roja de vergüenza y volvió a su habitación con presteza.

  • Huy, mejor vuelvo luego, que está ocupado.

Dijo pícaramente.

Y desapareció de la vista de Jordi.

Mientras, él volvía a estar empalmado como un burro. ¿Cuántas veces ya?

El ruido de la ducha y de las puertas despertó a toda la casa. Bajaron los tres a desayunar, pero aún eran las 8 y media. Jordi propuso a Conchi que fuera a por pasteles al pueblo, que mientras tanto se apañaban con el café. Los pasteles los hacían en un antiguo horno de piedra y eran realmente exquisitos. Conchi ni siquiera refunfuñó y se largó a por el desayuno prometiendo volver rápidamente. Seguro que por el camino se comería un par de ellos, ¡era tan golosa!

Fue cerrarse la puerta de la casa y la pareja se empezó a mirar con lujuria.

Noe llevaba un batín de raso que Conchi le prestó. Le iba un poquitín justo de la parte de arriba y las tetas amenazaban con salir al exterior. Se le notaban los pezones erguidos a través de la tela y respiraba fuerte. Él llevaba un short que compraron en un sex-shop hacía poco. Era de color carne y parecía que fuera desnudo, sólo que no se veía nada. No se veía pero se notaba, ¡y vaya si se notaba! Volvía a tener una considerable erección y Noe no podía sacar la vista de aquel short.

Estaban los dos excitadísimos, se acercaron, y sin decir nada empezaron a besarse. No se tocaban, sólo estaban en contacto sus labios y sus respectivas lenguas. Tenían sus ojos cerrados disfrutando del momento al máximo. Cuando se separaron para tomar aire, Jordi desató el lazo del batín de aquella jadeante hembra. Era todo muy excitante, el lazo se soltó en cámara lenta y de repente quedó al descubierto aquel sublime cuerpo, ella misma terminó de abrirlo y lo dejó caer al suelo. Se notaba rara, notaba su coño empapado y hambriento de polla. ¡Quería una polla de verdad! ¡Con mayúsculas! Y aquel hombre poseía una.

Sin dejar de gemir fue besando sensualmente a Jordi desde la barbilla hasta el ombligo, siguió por encima del short mordisqueando y besando la silueta del gordo pene. Bajó su prenda delicadamente, todo allí se hacía dulcemente y con extrema sensualidad.

Nunca en su vida había visto una porra gruesa como aquella y hoy iba a disfrutarla por completo, se iba a calzar aquel pollón en cuestión de minutos.

Empezó a lamerle la cabezota morada, a pasarle la lengua, a llenarla de saliva. Cuando la tuvo bien cubierta de saliva se la quiso meter en la boca.

¡Casi no le cabía! Aquel pedazo de carne casi no le cabía en la boca, apenas le entraba el capullo. No podía ser, le iba a romper el coño.

Jordi se sonreía. Veía a aquella poderosa jaca derrumbarse ante el grosor de su pene. Le tenía miedo, tenía miedo de ser partida en dos por aquel pollón.

La hizo levantarse y la llevó al sofá, al mismo sofá donde se la follaron ayer y la empezó a lamer toda. Los pechos, su abdomen, sus brazos, sus piernas y finalmente, cuando casi se lo pedía a gritos, atacó su rasurado pubis.

La hacía sufrir, le lamía por todos lados menos donde ella quería. Cuando la tenía a su merced, le propinó una feroz comida de coño. Estaba tan caliente que a la tercera lamida en el clítoris se corrió, arañando la tela del sofá como una gata en celo.

Él no le hizo ni puñetero caso y siguió lamiendo y bebiendo los jugos de Noe mientras ella lo golpeaba en la cabeza diciéndole que parara, que no podía aguantar tanto placer, que se iba a desmayar.

Le iba a reventar la polla de tanta presión, las venas se le marcaban ostentosamente. Iba a poseer a una poderosa hembra acostumbrada a la polla de 22cm que poseía su compañero sentimental. La suya era de sólo 17 cm., pero bastante más gorda.

Decidió tomárselo como un examen de acceso, e iba dispuesto a sacar matrícula de honor.

Tomó a Noe aún jadeante, la sentó en el sofá y le levantó las piernas para luego abrírselas. Aquella mujer iba observar como le entraba toda la polla dentro.

Con sus piernas sujetas le indicó que ella misma guiara al grueso visitante hasta su coño reluciente de flujo.

Fue acercándose lentamente, ella le cogió el miembro y lo puso en la entrada de la cueva. Jordi empezó a empujar suavemente mientras ella colaboraba separando sus labios. Le costó un poquito entrar la cabezota, ella estaba alucinada y pedía más.

Con sólo la cabezota dentro de ella, Jordi se la sacó y volvió a meterle sólo la puntita tres o cuatro veces. La zorra de Noe pedía más y más, cuando en el quinto envión se la mandó toda adentro, dejándose caer sobre ella. Ella gritó, le faltaba el aire, se notaba llena de carne. No se movieron durante un minuto con la intención de que su vagina se acostumbrara al grosor extremo del matutino invasor. Aquel pene parecía tener vida propia, su propio corazón, ya que palpitaba dentro de ella de tal manera que tuvo otro orgasmo sin que su amante se moviera siquiera.

Jordi sacó lentamente el pene de su nuevo refugio para empezar un mete-saca con la cadencia perfecta. La estancia se llenó de los gemidos de ambos, estaban disfrutando enormemente.

Al ratito cambiaron de postura y Noe se puso a cuatro patas porque así la notaba más adentro. Aquello era la gloria para Noe.

Mientras la embestía, Jordi le abría las nalgas para ver el espectáculo y así de paso meterle el dedo índice en el ano.

Los gemidos de ella fueron en aumento. Jamás le habían hecho eso y estaba descubriendo que le gustaba. Ese hombre era todo un artista del folleteo, ¡normal que Conchi se casara con él sólo a los tres meses de conocerlo!

Los dos fueron llegando al orgasmo al unísono, aceleraron la marcha y se vinieron a la vez, siendo aquel coño el receptor de una abundante cantidad de semen.

Los chorros que soltaba Jordi dentro de ella casi la hacen perder el sentido de nuevo.

Aquella vagina no podía albergar ya más semen, se empezó a rebosar cayendo blancos cuajarones sobre el piso de la casa.

Fue maravilloso para los dos, les encantó, pero eran cerca de las 9 y media y Conchi estaba al caer.

Los dos fueron a asearse. Cinco minutos después llegó Conchi con el desayuno.

¡Fantástico! Estaban hambrientos.

Osito

Continuará