Las vacaciones de la amiga de mi novia. Parte 6.

Empieza mi reinado de placer. «-Escupe tú.- Le dije a Sonia. Me miró entusiasmada. “¿Puedo?”, me preguntaba con la mirada. Saqué los dos dedos y, antes de que se cerrara el orificio de Ana, Sonia escupió justo en medio de su ano. -Ahora métele la lengua. Eso la vuelve loca.»

[[[Antes de seguir con la serie, quiero agradecer la gran aceptación que está teniendo. Que os gustase era una de los principales objetivos (otro era excitarme y excitar a la chica en la que está basada Ana cuando se lo leo, y otro divertirme, y me lo estoy pasando genial escribiendo). Habéis conseguido colocar mi relato en el puesto uno del top 100, y eso para alguien que lee esta web desde hace tanto, es como si a uno que lee el Marca todos los días le sacan en la portada. Gracias, de verdad. Y gracias por los comentarios que vais dejando. Los leo todos, y me encantan. Especialmente a "un lector", que es tan incisivo como generoso en sus halagos. Muchas gracias, lo digo en serio. Y perdón por el laísmo, es un regionalismo del que no soy capaz de deshacerme del todo, cosa que en el fondo me gusta... ¡Qué "la" vamos a hacer! ;P

Ya sigo con la historia, que ya queda poco, creo que esta parte y una más. Mi intención es seguir subiendo la carga de depravación (espero no pasarme), sin rebajar la de morbo. Y darle a la historia un buen final, lo más difícil de conseguir... Solo puedo prometeros que no será un sueño de Resines. Seguiré leyendo (junto a mi Ana) los comentarios que vayáis dejando. Y una vez más, muchas gracias.]]]

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Muchas veces, cuando follábamos y Ana estaba muy excitada, me pedía que la despertase algún día metiéndole la polla en la boca, que eso la gustaría, y haría que se levantase cachonda perdida. En eso pensaba cuando, a las doce en punto, me quité el calzoncillo que llevaba puesto y rodeaba mi cama dirigiéndome hacia el lado en el que Ana dormía plácidamente.

Acaricié sus labios con un dedo, con cuidado de no despertarla, y esperé a que involuntariamente abriese la boca. Entonces le metí mi polla, despacio, pero sin parar. Cuando había metido la mitad Ana ya estaba despierta, pero solo cuando mis huevos rozaban su barbilla fue plenamente consciente de lo que pasaba. Ya veis, soy un blando, acababa de empezar el día en el que yo mandaba y ya estaba cumpliendo las fantasías de mi novia. Sacrificios que tiene que hacer uno…

Ana empezó a participar de forma activa en la mamada. Pero cuando fue a llevar su mano a mis huevos se la aparté con un cachete. Me retiré, y fui a por unos pañuelos que había dejado preparados. Até uno a su muñeca, y al cabecero de la cama.

-¿Ves? Yo también se jugar a este juego…

Até su otra mano al otro lado del cabecero. Ana sonreía, le encantaba esto. Estábamos a oscuras, pero por la ventana entraba luz suficiente para vernos.

-¿Qué hora es?- me preguntó.

-La de callar.- Me subí a horcajadas sobre ella.- Y obedecer.

Con un tercer pañuelo la vendé los ojos. Sus pezones se pusieron duros al momento.

-¿Hasta qué punto estás dispuesta a seguir con esto?- le pregunté.

-Hasta el final.

-¿Y si te dejo aquí atada y vendada todo el día, mientras me follo a Sonia aquí mismo, para que nos oigas, durante 24 horas, dejándote a palo seco?

-Pues entonces el lunes tendrás que follarme mucho, para apagar el calentón que me habrás provocado. Pero hoy… tú mandas. Sin límite, sin condiciones y sin consecuencias.

Esa es mi chica, pensé.

-Esa es mi puta.- Dije. Y me fui de allí. Dejándola atada, sin darle más explicaciones.

Cuando entré en la habitación de Sonia y Luis lo hice con sigilo. Ahí sí que no se veía nada. Tenían la ventana cerrada y la persiana bajada, por lo que hacía bastante calor. Tuve que encender la luz del pasillo para ver algo. Me gustó ver a Luis en el suelo, dormido sobre el edredón y un cojín. Sonia seguía castigándole. Ella, por el contrario, estaba sobre la cama. Boca abajo, con un tanguita y un camisón que se le había subido hasta la cintura. Ver ese culo redondo, perfecto, en pompa para mí, casi me hace perder el control, pero respiré hondo y me contuve de follármelo allí mismo. Tenía otros planes para él.

¡¡¡PLAS!!!

El azote que le pegué a Sonia la hizo dar un brinco despertándose en el acto. Se giró y encendió la luz. Luis también se despertó, asustado. Cuando me vieron allí de pie, desnudo y con la polla totalmente empalmada, no fueron capaces de moverse.

-Baja a dormir al sofá,- le dije a Luis,- y oigas lo que oigas, ni se te ocurra subir.

Luis me miró sin hacer nada. Luego miró a Sonia. Tenía la mirada fija en mi polla. Se le había pasado el susto. Sus pezones empezaban a erguirse por segundos, y una sonrisa pícara se le dibujó en la cara. Ni siquiera miró a Luis cuando recogió el cojín y salió de la habitación. Me acerqué a Sonia y la agarré del cuello, pegándola contra la pared. Solo entonces me fijé en su camisón. Era muy liviano, de hilo, violeta. Y el tanga a juego. Un momento… ¿Un tanga violeta? ¡Su tanga violeta! Era el tanga que había tenido puesto ayer Ana. En algún momento lo había recuperado y se lo había puesto para dormir. Usado por otra mujer. Una guarrilla… me encanta.

-¿Hasta qué punto estás dispuesta a seguir con esto?- le hice la misma pregunta que a Ana.

-Hasta donde estés dispuesto a llevarme, allí llegaré.

-¿Y si me paso el día dándote azotes en el culo al lado de los cuales el que te acabo de dar es una caricia?

Sonia solo gimió por respuesta.

-¿Y si te dejo aquí encerrada todo el día, mientras me follo a Ana para que grite como una posesa y te prohíbo que te masturbes?

-Pues me pasaré el resto de mi vida cachonda, y pensaré en este día cada vez que me corra.- Me miró, y noté una cierta chispa de desafío en sus ojos.- Se lo prometí a Ana: soy tuya. Haz conmigo lo que quieras.

Esa es mi puta, pensé.

-Esa es mi chica.- Dije. Y me la llevé a mi cuarto.

Entonces sí di la luz. Ana seguía donde la dejé, atada, vendada y cachonda. Sus pezones y la mancha de sus bragas así lo demostraban. Cuando nos sintió entrar, dijo:

-He oído antes un azote que casi hace que me corra. Lo que daría por ver la marca de tu mano en ese culo ahora mismo.

-Buen intento,- dije,- pero no te va a resultar tan fácil conseguir que te quite la venda.

Me senté a su lado en la cama. Y le pedí a Sonia que se pusiese sobre ella, a cuatro patas. Ana no veía nada, pero sentía a su amiga encima de ella. Su camisón colgaba y le acariciaba el vientre.

-Ojalá pudieras verlo, Ana,- le dije yo,- tu amiga es una cerdita. Anoche, sin que te dieras cuenta, cogió su tanga violeta, el que llevaste puesto tú, y se lo puso para dormir. Con un camisoncito a juego que… mmmmm. Como sé que te gusta follarla con ropa, le voy a prohibir que se lo quite en todo el día. Total, el camisón es tan finito que sus tetas se marcan perfectamente bajo él. Y el tanga es tan diminuto que ni siquiera me va a molestar cuando la reviente el coño… y el culo, por supuesto. Con apartarlo un poco, ya está. Y puede que al final del día, cuando su tanga esté empapado de sus fluidos y de mi lefa, se lo quite y te lo meta a ti en la boca, como hiciste tú ayer conmigo. ¿Te parecería un buen castigo?

Ana asintió con la boca abierta y la respiración acelerada. Estaba a tope. Sonia escuchaba atenta, y miraba a Ana. Su boca, sus tetas… Si por ella fuera ya habría empezado a comérselas, pero no iba a hacer nada que yo no la mandase. Por su propio bien.

-Ahora voy a follarla,- seguí diciéndole a Ana,- así, según está, encima de ti. Mientras te gime a la cara. Tú no vas a verlo, pero nos vas a sentir tan cerca que vas a creer que te estoy follando a ti.

Me coloqué detrás de Sonia. Aparté el hilo de su tanga y le metí el capullo dentro. Solo el capullo.

-Vamos, Sonia,- le dije yo,- no seas mala, tu amiga no puede vernos. Cuéntale lo que está pasando.

-Me ha metido el capullo en el coño… aaaaah.- Decía Sonia entre gemidos. Sus labios estaban a escasos centímetros de la boca de Ana.- Me la está metiendo poco a poco. Jodeeer, que gusto. Siento cada centímetro que me entra. Mmmmm.- ¡Zas!- Síííí, me acaba de dar un azote. ¿Lo has oído, Ana? Tengo el culo rojísimo.- ¡Zas!- Mmmmm otroooo… Sigue metiéndomela. Ya la siento toda dentro. Aaaaahh… Noto sus huevos pegados a mí. Es perfecta. Qué dura, qué bien me encaja… Me encanta la polla de tu novio.

«La polla de tu novio», pensé. Le agarré del pelo y tiré de ella para arriba, separándola de Ana.

-Mal putita.- Le dije. Y volví a dejarla caer a la misma posición de antes.- Ana, explícale a Sonia en qué se ha equivocado.

-Hoy no soy su novia.- Le dijo a su amiga.- Soy su puta. Como tú.- Y luego riendo.- Pero mañana vuelve a ser mío, lagarta.

Yo seguí follándome a Sonia. Cada vez a un ritmo más rápido. Cada vez un poco más fuerte.

-¿Has oído, Sonia? Durante el día de hoy Ana no es mi novia. No más de lo que lo eres tú. Ella ha renunciado a su novio para que tú puedas sentir lo que estás sintiendo. ¿No vas a agradecérselo? Bésala…

Y Sonia se lanzó a comerle la boca a Ana. Y Ana la recibió de buen grado. Se devoraban. Solo separaban sus lenguas para que Sonia gimiese a gusto. El volumen de sus gritos aumentaba a medida que aumentaban mis estocadas. Estaba seguro de que Luis nos estaba oyendo desde abajo. Llevábamos ya un rato así. Yo ya estaba a punto de correrme. Había aguantado como un campeón. Sonia, acostumbrada al aguante de Luis, tenía que estar flipando, pero ya no podía más y ella aún no se había corrido… Las otras veces no había tardado ni la mitad de tiempo en correrse.

-Voy a llenarte el coño de lefa, puta,- le dije yo- córrete conmigo.

-No puedo…- gimió Sonia. Me fijé en que dos lagrimones le caían de sus ojos. Paré de bombear. No me jodas, estaba a punto.

-¿Por qué no?

-No puedo mirar a los ojos a Ana…

-Zorrita, hoy mando yo… Ya no tienes que mirar a los ojos a Ana cada vez que te corras.

-Ya lo sé, y tienes derecho a castigarme como quieras por no correrme cuando me lo ordenes, pero Ana me ordenó que le mirase a los ojos en cada orgasmo y quiero complacerla…

Ana escuchaba sin dar crédito. Yo no podía dejar que se me subieran a la chepa a las primeras de cambio, así que decidí ser un poco malo…

-Bueno, Ana, tú decides.- Le dije.- Dejaré que MI puta siga mirando a los ojos a MI otra puta cada vez que se corra, si tú quieres. Pero si prefieres seguir con la venda en los ojos todo el día… dejaré que te empales en Luis cuando consigas que se le ponga dura.

Y volví a cabalgar a Sonia. La follaba sin descanso, lo más duro que podía, y ella gemía sin correrse aún.

-Quítame la venda.- Dijo Ana.

Sonia se la quitó, gimiendo sin parar. Y Se miraron a los ojos, una vez más.

-Córrete, cariño.- Le dijo Ana, con una ternura infinita.

Y ahí estaba de nuevo. La palanca que accionaban los ojos de Ana al posarse sobre los de Sonia. La noté temblar, en un orgasmo tan salvaje que mi polla no pudo más que empezar a soltar chorros de semen en el interior de Sonia. El grito que pegó esta fue tan fuerte que si Luis había conseguido dormir, ya no lo estaba haciendo, seguro.

Los ojos de Sonia seguían soltando lágrimas, ahora de felicidad. De alivio. Ana le habría acariciado, pero seguía con las manos atadas. Sacó su lengua y lamió sus mejillas. Sus lágrimas. Sonia le devolvió el cariño con más besos. Luego se volvió hacia mí:

-Gracias. Gracias por todo esto.

-Así me gusta,- dije,- dejaré que te corras mirando a Ana, pero luego tendrás que darme las gracias. Cada vez que te corras. Incluso si no soy yo quien te provoca el orgasmo, tendrás que darme las gracias por permitirlo. Y ahora,- dije colocando de nuevo la venda sobre los ojos de Ana,- hasta el próximo orgasmo.- Y añadí:- Sonia, Ana se ha quedado sin probar la polla de Luis. Sé sincera y explícale lo que se ha perdido.

-Creo que esperas que la diga que se ha perdido una sensación maravillosa, pero si tengo que ser sincera, no es cierto. Sí, es muy grande, y con la excitación adecuada, puedes llegar a metértela sin que te haga daño. Pero eso es lo máximo a lo que puedes aspirar: que no te haga daño. Olvídate de sentir otra cosa. No sabe moverse, no sabe tratar a una mujer, mucho menos a una mujer como nosotras, y luego está lo que ya sabes: no conseguiría que te corrieses antes que él ni en un millón de años. Y te aseguro que eso no es lo peor, aunque tuviese aguante, confía en mí, vale más la pena un minuto con la polla de Otto dentro que una hora con la de Luis, aún empalmada.

El tiro me había salido por la culata, pero, joder, qué bien me habían sentado sus palabras… Si no acabase de correrme se me habría vuelto a poner dura. Y hablando del tema… Seguía con la polla dentro de Sonia. Se la saqué con cuidado, volviendo a colocar el tanga en su sitio. Si algo de mi lefa se salía de su coño, quería que empapase bien ese tanga. Aún no sabía quién, pero una de mis putas iba a acabar con ese tanga en la boca, y quería que fuese bien cargadito de alimento.

Aparté a Sonia a un lado, y llevé mi polla a la boca de Ana.

-Saborea de mi polla el coño de tu amiga, putita, ya verás que guarra es.- Ana degustaba mi polla, como si fuera un manjar.- ¿Estás cachonda?

-Síííí.- Había dejado mi polla reluciente.

-Bien, mañana en el desayuno, si te portas bien, dejaré que te corras.- Me dirigí a Sonia.- Dormirás aquí. No puedes desnudarte. No puedes desatar a Ana, ni quitarle la venda. Y ninguna podéis correros. Aparte de eso, haced lo que queráis. Pero os aconsejo que durmáis. Os aseguro que necesitaréis estar bien descansadas para lo que os espera. Yo me voy a dormir al otro dormitorio.

Apagué la luz y las dejé allí. Me fui a la habitación que habían ocupado Sonia y Luis hasta hace solo un rato. Eran cerca de las dos de la mañana. Antes de tumbarme a dormir, estuve echando un vistazo a la maleta de Sonia. Tangas, picardías… A parte de los bikinis, ni un solo sujetador. Cómo le gusta a esta chica sentir el roce en sus pezones, pensé. Encontré también un vibrador. Inusualmente pequeño. De esos con forma de huevo. ¿Pero qué hace una chica a la que no le ponen las pollas grandes saliendo con un tío cuyo único punto fuerte, es una polla grande? Me dormí pensando en eso. Y en cómo darle uso al juguetito de Sonia que acababa de encontrar.

A la mañana siguiente cuando entré en mi dormitorio las chicas aún dormían. Ana con los brazos en cruz, atada, y la venda en los ojos. Vestida solo con sus bragas. Y Sonia a su lado, con la cabeza en su hombro, un brazo sobre sus pechos y una pierna sobre las piernas de Ana. Con su tanguita violeta y su camisón a juego. Era una imagen espectacular. Si seguía mirando me iba a empalmar. Seguí hasta nuestro baño y me di una ducha larga, reparadora. Me puse un pantalón corto, blanco, de lino, sin ropa interior. Cuando salí al dormitorio las chicas estaban despiertas.

-Necesito ir al baño.- Me dijo Ana.

La solté los pañuelos de las muñecas y el de los ojos.

-Dúchate. Y ponte guapa. Lencería sexy, perfume, maquillaje… vístete para matar. Tómate tu tiempo. Quiero que mi puta parezca una puta.

Al baño de nuestro dormitorio se accede por un pequeño pasillo que lleva a nuestro vestidor. Así que cuando Ana volviese al dormitorio, ya estaría preparada. Reconozco que me hubiera gustado ver cómo se vestía, pero también me gustan las sorpresas…

-¿Tú también necesitas ir al baño?- Le dije a Sonia. Esta asintió.- Bien, pues ve al otro, al que has usado hasta ahora. Dúchate, maquíllate, y vuelve a ponerte el mismo tanguita y el mismo camisón. Quiero que mi guarra parezca una guarra. Y antes de volver… tráete el vibrador ese pequeñito, el que está en tu maleta.

Sonia se sonrojó. Y se fue sin decir ni pío.

Me tumbé un rato en la cama, a esperar. Sonia volvió primero. No había tardado mucho. Venía limpita, peinada, y con muy poco maquillaje. Muy sutil. Estaba preciosa. El mismo camisón, un poco arrugado, pero tan sexy como siempre. Y su tanguita. Se lo acaricié. Se notaba que estaba usado. Lo aparté y metí un dedo en su coño. Estaba muy húmedo.

-¿No te has lavado el coño, guarra?

Se puso roja en segundos.

-Sí, me lo he lavado, pero me he vuelto a excitar…

Dejé el dedo dentro de ella, y extendí la otra mano. Sonia supo lo que quería, y dejó el huevo vibrador en ella.

-Cuéntame, ¿qué hace una chica que tiene a su disposición una polla como la de Luis con este juguetito tan pequeño?

-A veces, cuando Luis me deja a medias y se duerme yo me voy al salón en nuestra casa y juego con él. Luis no sabe que lo tengo. Me gusta satisfacerme con algo pequeñito, es una especie de venganza. Me da mucho más placer que su pollón. Me lo he traído por si acaso, pero no lo he usado, te lo juro.

-¿Ni siquiera la otra noche en el patio?

Ana volvió a enrojecer. Una vez más. Aún después de todo lo que había pasado, seguía avergonzándose.

-¡¿Me visteis?!

-Solo yo. Al final. Ya habías acabado. Pero me pareció escucharte, y mientras Ana estaba en el baño me asomé y te vi ahí tumbada con la mano por dentro de las bragas.

-¡Qué vergüenza! No lo usé. Ese día me fui de la habitación enfadada. Os estábamos oyendo follar y se me ocurrió preguntarle a Luis si estaba pensando en Ana, y se corrió al instante. Fue la primera vez que me di cuenta de lo mucho que le ponía Ana. No quería ni estar a su lado, así que me fui de la habitación y bajé al patio. No pensaba masturbarme, pero vi vuestra ventana con la luz encendida, y oí los gemidos y…

-Vale. Tranquila,- le dije,- no pasa nada, me gustó verte. ¿Sabes cómo acabé esa noche? Me corrí en las tetas de Ana. Y ella me dijo que le encantaría que fueras a limpiárselas con la lengua.

Saqué el dedo de su coño y lo chupé mirándola a los ojos. Luego miré el vibrador.

-Dime,- le dije- ¿cuántos niveles de vibración tiene?

-Cinco. Ta… también viene con esto.

Y de su otra mano sacó un mando a distancia.

-¡Pero qué regalo me acabas de hacer, Sonia!

Vi que se sentía feliz y satisfecha de ver que me alegraba.

-Métetelo, pero solo para calentarlo, esto hoy va a ser para Ana.

-Mmmmm me excita que se vaya a correr con mi juguetito…

Se lo metió y yo lo puse al uno. Parecía que era bastante soportable. Fui subiendo poco a poco. Cuando llegué al cinco Sonia me miraba, frotando las piernas.

-Por favor… no… no puedo correrme sin mirar a Ana…

Fui bueno y lo bajé de nuevo al uno.

Enseguida salió Ana. Madre mía, que monumento de mujer. Venía preciosa. Con un vestido corto, negro, de tirantes con buen escote. No llevaba sujetador, se notaba. Entallado en la cintura, y con una minifalda de infarto. Medias de rejilla y taconazos. Se había hecho un recogido sencillo en el pelo y se había maquillado como para ir de boda.

-¿Tu puta parece una puta?- me dijo con cara de vicio.

-Madre mía, Ana, estas guapísima.- Fue Sonia la que contestó.

Yo no dije nada. La miré y sonreí. Estaba espectacular, y ella lo sabía. Había cumplido todas mis expectativas, y eso también lo sabía. Luego miré a Sonia.

-Ya sabes que hacer.

Sonia se metió una mano en su tanga y sacó de su coño el vibrador. Ana lo miró con los ojos como platos. A Sonia le costó un poco, con las medias de rejilla y todo, pero con la colaboración de Ana pudo meterle el juguetito en su coño.

-¿Estaba mojada?- Le pregunté a Sonia.

-Sí.

-Pues claro que estoy mojada. Anoche me dejaste con las ganas y aún no me has dejado correrme…

Subí el nivel del vibrador al dos.

-Todavía tendrás que aguantar un poco más. Tengo hambre. Vamos a desayunar.

Cuando bajamos Luis estaba despierto en el salón. Le saludamos como si no pasara nada. Cuando vio a Ana casi se le salen los ojos de las órbitas. Disimuló lo que pudo delante de Sonia, pero no se le dio nada bien. Sonia, sin embargo, ya ni siquiera se molestó. Sabía que Ana la había puesto al mismo nivel que ella misma en su relación conmigo durante el día de hoy, así que hasta mañana Luis no era nadie para ella. Salimos los cuatro fuera a desayunar.

Fue un desayuno tranquilo. Sonia, Ana y yo hablábamos de todo. De nuestros trabajos, del verano, de cine… Ana casi se había acostumbrado a la vibración en su coño. Casi. A veces la veía pasarlo verdaderamente mal para no correrse. De vez en cuando le acariciaba el muslo. O de vez en cuando pellizcaba un pezón sobre el camisón de Sonia. Con total naturalidad. Luis asistía impertérrito a todo. No habría la boca.

Mientras Sonia nos explicaba las nuevas ideas que tenía para su empresa, tras la estupenda remodelación de imagen que le había hecho Ana, yo subí el nivel del vibrador al tres. Ana dio un pequeño brinco, pero se recompuso. Solo su respiración se volvió un poco más intensa. Luis se extrañó, pero lejos de decir nada, se limitó a observar el movimiento del pecho de Ana, con los ojos fijos en su escote.

Tras unos minutos, lo subí al nivel cuatro. Ana ya frotaba sus piernas. Sus gemidos eran bastante audibles. Solo Luis no entendía nada. Sonia y yo mirábamos a Ana divertidos.

-¿Puedo correrme ya, Otto?

-Aún no.

Despejé la mesa y senté a Ana sobre ella. La subí la falda de su vestido y separé sus piernas. Agarré sus medias de rejilla por la entrepierna y las desgarré. Luego sus bragas. De encaje negro. Preciosas. Se las arranqué. Las dejé echas jirones. «Cuando esto acabe tendré que comprarle unas mejores», pensé. Luis miraba el coño de mi novia sin parpadear.

-¿Quieres probarlo, Luis?

Él me miró. Se preguntaba si hablaba en serio. Yo no era como Ana, a mí me daba igual que no me contestase. Saqué el vibrador del coño de Ana y se lo di a Luis.

-Métetelo en la boca. Y no te lo saques hasta que te lo diga. Sin rechistar.

Luis se lo metió en la boca. Subí el nivel al cinco. Saqué mi polla de los pantalones y se la clavé a Ana. Luego saqué sus tetas por el escote. A Luis se le caía la baba. Literalmente. Empecé a follarme a Ana y a sobar sus tetas. Le pellizcaba los pezones con furia.

-Ya puedes correrte, zorra.

Y Ana estalló en un orgasmo. Dejé que se corriera a gusto, luego saqué mi polla. Me agaché, y escupí sobre su ano.

-Ven aquí, Sonia, y no te pierdas detalle. Tienes que saber lo que te espera.

Sonia se acercó y miró con curiosidad y cara de viciosa. Vio como metí un dedo en el coño de Ana, llenándolo bien de sus propios fluidos, y lo llevaba a su culo, mezclándolo con mi saliva, y lo introducía en su ano.

Una falange.

Despacio.

Otra.

Otra más.

Lo sacaba y volvía a repetir. Ana, de espaldas en la mesa, se sujetaba las rodillas para mantener bien abiertas las piernas. Y gemía. Se acababa de correr, pero seguía cachonda y gimiendo porque sabía que le iba a romper el culo delante de Sonia. Y sabía que luego iba ella.

Cuando mi dedo entraba sin resistencia en su culo, metí uno más.

-Escupe tú.- Le dije a Sonia.

Me miró entusiasmada. «¿Puedo?», me preguntaba con la mirada. Saqué los dos dedos y, antes de que se cerrara el orificio de Ana, Sonia escupió justo en medio de su ano.

-Ahora métele la lengua. Eso la vuelve loca.

Sonia ni lo dudó. Taladró el culo de su amiga con su lengua, todo lo que podía. Luis no daba crédito. Su querida novia se estaba comiendo un culo. Ana gemía sin parar.

-Ahora es el turno de mi polla, putita. Pero no querrás que se la meta a tu amiga por el culo sin que esté lubricada, ¿no?

Sonia lo entendió a la primera. Y dejó de comerse el culo de Ana para comerse mi polla. Me la llenó de saliva, y pudo ver en primer plano como se la introducía a Ana centímetro a centímetro en su culo. Hasta dentro. Ana tenía cara de dolor, pero también de excitación. La dejé un rato dentro hasta que Ana se acostumbró a su tamaño, y entonces empecé a bombear.

Fui subiendo de ritmo. Poco a poco. Y Ana cada vez iba gimiendo más. Vi como Sonia se tocaba el coño por encima de su tanga, sin poder evitarlo, y con la otra mano se destrozaba sus pezones.

A Ana se le saltaban las lágrimas, que estaban corriendo su rímel. Y cuando estuve a punto de correrme, se la saqué del culo. La hice ponerse de rodillas en el suelo. Y empecé a hacerme una paja delante de su cara.

-Abre la boca.- Le dije.

Y empecé a correrme en su boca, en su cara, en su pelo, en su precioso vestido…

-Ahora sí que mi puta parece una puta.

Me senté en una silla y acerqué a Sonia a mi polla.

-Ya sabes cómo me gusta, bien limpia, zorrita.

Y empezó a chupármela mientras yo miraba a Ana. Con la cara llena de lefa, despeinada, con las tetas fuera, las medias y las bragas rotas, y el culo abierto. Y profundamente feliz.

-Mira a Ana,- le dije a Sonia cuando me hubo limpiado la polla,- ¿no está preciosa?, ¿no te mueres de ganas de besarla?

Y Sonia se lanzó a besar a su amiga. La sobaba las tetas, la chupaba la cara, recogiendo mi semen con su lengua y arrastrándolo hacia su boca, para luego entrelazar sus lenguas y tragar cada una lo que podía. Me estaban volviendo a poner cachondo.

Miré a Luis. Seguía con el vibrador a toda velocidad en la boca. Estaba sentado, babeando. Y empalmado. Estaba con el pantalón del pijama, tal y como le hice bajar la noche anterior.

-Sonia.- Llamé su atención. Seguía besando a Ana, las dos de rodillas en el suelo, y cada una pellizcando los pezones de la otra. Me parece que volvían a estar cachondas.- ¿Por qué no le explicas a Luis qué es lo que tiene en la boca?

-Es un huevo vibrador.- Dijo Sonia sin dejar de tocar las tetas de Ana. Esta a su vez empezó a frotar el coño de Sonia.- Es mío. Lo uso cuando me dejas a medias y ni siquiera me apetece ponerte a comerme el coño. A veces no hay cosa que más placer me dé que ver cómo te duermes y puedo masturbarme a gusto, sin saber nada de ti. Mmmmmm.- El masaje de Ana en su coño empezaba a hacer efecto, y Sonia se estaba viniendo arriba hablándole a su novio.- Me lo traje porque sabía que en estas vacaciones ibas a ser incapaz de hacerme disfrutar. Aaaaahh, sí, sigue… Pero mira por donde, no lo voy a necesitar. Mmmmmm.- Los gemidos de Sonia ya apenas la dejaban hablar.- He encontrado a dos personas que ¡Aaagghh! me satisfacen más con una sola caricia que tú con toda tu polla. ¡Joder! Sí, no pares. Han sabido sacar la zorra que llevo dentro, y no sabes cómo me gusta esoooo.

Y Sonia pasó de Luis y miró profundamente a Ana a los ojos. Se estaba corriendo. Luego se volvió hacia mí.

-Gracias. Gracias por permitir que me corra.

Solo cuando me hubo dado las gracias apagué el vibrador y permití que Luis se lo sacara de la boca.

Todos, menos Luis, nos habíamos corrido en el desayuno. Y todos, incluso Luis, volvíamos a estar cachondos. Como para no estarlo. Pero tenía que hacer durar las energías. Y quería mantener el estado de excitación constante en mis putitas. Me gustaba tenerlas siempre cachondas. Así que las hice que siguieran así vestidas. Sonia con su uniforme oficial que le había prohibido quitarse: su camión y tanga violetas. Y Ana con su vestido negro, pero con las tetas fuera, su maquillaje corrido, restos de semen en la cara y el pelo, y con sus medias desgarradas. Las bragas estaban en el suelo, destrozadas.

Así, ellas no dejaban de mirarse de reojo mientras recogíamos la mesa. Se sonreían, se relamían. Y nosotros tampoco las quitábamos la vista de encima. También, por supuesto, las chicas miraban a Luis, sobre todo Ana, empalmado con su pantalón del pijama, y a mí, sin calzoncillos y con mis pantalones de lino, que no dejaban mucho a la imaginación.

Hacía bastante calor. Por un segundo se me pasó por la cabeza ir al río a seguir disfrutando de las chicas. Pero era domingo, y habría bastante gente, incluso en las charcas. Así que seguimos a la sombra en el patio. Cuando ya no podía con el calor, cogí la manguera, y empecé a mojar a las chicas. Ellas a su vez me la quitaban, y me mojaban a mí. Jugábamos. Luis, por supuesto, también se llevó un buen remojón. Pero no jugaba con nosotros. Ni él quería, ni nosotros lo permitíamos. Yo, para acentuar su humillación, trataba a las chicas por igual. No solo besaba, tocaba y era cariñoso con Ana, sino que besaba, tocaba y era cariñoso con Sonia. En sus narices.

No odiaba a Luis, ni tenía nada en contra de él, pero me calentaba mucho tontear con Sonia delante de él. Darla un azotito, un piquito, hacerla reír… Puede que me pusiese más que Luis viese eso, que que viese cómo me la follaba. Es una cuestión de morbo. Y yo soy muy morboso. Y un poco hijo de puta, también.

Las chicas no se quedaban atrás. Ana metía mano a Sonia tanto o más que yo. Y también la besaba, la acariciaba y jugaba con ella. Eso a Luis no parecía molestarle tanto. Y Sonia correspondía debidamente a Ana. Y, claro, las dos a mí. Mi pantalón mojado y mi polla morcillona no pasaban desapercibidos para las chicas. Si no me andaba con ojo, sus manos se escapaban y agarraban mi rabo con lascivia. Y entonces yo las enchufaba con la manguera, las agarraba por la cintura, y subiendo sus falditas, descargaba una buena serie de azotes en esos maravillosos culos entre gritos y risas.

Acabamos los tres tirados en el suelo y empapados.

-Ha sido divertido.- Dijo Sonia.- Y están siendo las mejores vacaciones de mi vida, pero- me miró a los ojos- ¿cuándo vas a empezar a usarme sin piedad?

Continuará…