Las vacaciones de la amiga de mi novia. Parte 5.

Ana sigue disfrutando de su día. Por fin me follo a Sonia. «-A Otto le encanta que se la limpien después de usarla. Si lo haces bien se volverá a empalmar. Si lo consigues, te dejo que te lo vuelvas a follar.»

Bajamos a la planta de los dormitorios, y en la puerta del nuestro, Ana se detuvo.

-Sonia y yo vamos a ducharnos. Vosotros dos bajad abajo, y recuperad fuerzas. De momento esta habitación está vetada para vosotros.- Cogió el tanga de Sonia de mi boca y le pidió a Luis que le diera el suyo.- Esperadnos en el salón.

Luis bajó sin rechistar. Yo primero miré a Ana, como diciendo ¿segura que quieres que me pierda esto? Haría que me recuperase más rápido…

-Obedece.- Me dijo implacable.- ¿O has olvidado quién manda hoy?

Y bajé detrás de Luis. Nos sentamos en el sofá, desnudos. Pero no pasaron ni cinco minutos cuando me levanté para subir arriba.

-Tú quédate aquí,- le dije- y sin rechistar, o mañana haré que sea un día muy largo para ti.

Y me fui a nuestra habitación, a espiar a las chicas. Ya lo sé, estuvo mal, me tocaba ser obediente. Pero pensad que si no lo hubiese hecho, no os habría podido contar lo que allí pasó…

Entreabrí la puerta del dormitorio, y al escuchar el agua de la ducha correr, entré. Vi en el suelo el vestido de Ana y la camiseta de Sonia, y los dos tangas que minutos antes Luis y yo habíamos tenido en la boca. La puerta del baño también estaba ligeramente abierta. Me situé junto a ella. Asomándome por la pequeña abertura veía el espejo del lavabo, y reflejada en él, la ducha en la que Ana y Sonia se estaban duchando juntas. Entre la mampara y el espejo, no es que estuviese viendo a las chicas en HD, pero se intuía lo que pasaba. Y se oía.

-…y siempre que follábamos, nos encantaba imaginar que nos lo montábamos con otra chica. Y claro, tú me ponías tanto que casi siempre aparecías por allí.- Ana le estaba explicando a Sonia nuestras fantasías con ella.- Otto prefería imaginar a alguna chica que conociéramos los dos, pero después de darse cuenta de cómo me volvías de loca, cuando quería ponerme a mil solo tenía que nombrarte, y me mojaba en el acto.

Sonia estaba de espaldas a Ana, escuchando atentamente. Las dos de pie, las manos de Ana enjabonaban suavemente la espalda de Sonia. Luego su culo, se agachaba para enjabonar sus piernas… Luego la giró, la puso frente a ella y empezó a enjabonar su pecho.

-Jamás me lo hubiera imaginado…- decía Sonia.- Quiero decir, me siento muy halagada, pero yo te veía en la uni y… a ver, no es que creyese que eras una monja, y el día que conocí a Otto me imaginé que te lo estabas tirando, pero que te gustase yo…

-El día que conociste a Otto, en aquella fiesta,- decía Ana mientras empezaba a enjabonar su vientre,- luego me llevó a mi casa y me folló el culo. No lo hacíamos muy a menudo, y por aquél entonces menos, pero supe que tu culo había tenido mucho que ver en aquello.

Sonia gimió. No por la historia, es que Ana ya tenía la esponja frotando su coño.

-Yo nunca lo he hecho…- dijo agarrándose a mi novia.- ¿A ti te gusta?

-Acabas cogiéndole el punto, pero a los tíos les vuelve locos. No sé por qué. Otto dice que tiene que ver con la posición de poder, con el erotismo que tiene conseguir de una chica algo que les cuesta dar. Y que está más apretadito, también.

Ana dejó escapar entonces un dedo de la mano que enjabonaba el coño de Sonia y acarició su ano. Esto no lo vi, evidentemente, pero lo supuse, por la posición de la mano de Ana, y porque Sonia se tensó de repente.

-Tranquila.- La dijo.- Le he prometido a Otto que le iba a dejar estrenártelo. Pero, entre nosotras, si no quieres que lo haga dímelo, y le intento convencer.

-Uf, no lo sé.- Dijo Sonia relajándose de nuevo.- Me da un poco de miedo, pero me pone tanto que me someta, y haga conmigo lo que quiera…

-Entonces lo vas a disfrutar un montón. Y tranquila, lo hace muy bien, no te va a doler más de lo que puedas soportar. No te arrepentirás.- Ana subió su otra mano al pecho de Sonia y pellizcó uno de sus pezones.- Con lo que te gusta que te torture los pezones puede que hasta tengas que pedirle que te lo haga más fuerte…

Ahora sí, con la mano de la esponja frotando su coño, y la otra retorciendo su pezón, los gemidos de Sonia se amplificaron y prolongaron, hasta que se corrió en manos de su amiga, con sus ojos clavados en los de ella, claro, por imposición de Ana.

-Joder, hacía tanto que no me corría de esta manera… Uf, ¡qué vacaciones!

Ana le pasó la esponja a Sonia.

-Te toca enjabonarme,- le dijo- y ahora soy yo la que quiere saber. Yo te he explicado lo que escuchaste en la azotea sobre lo de que fantaseábamos contigo, ahora quiero saber qué es eso de que te gusta que te den caña…

Ana se dio la vuelta. Sonia echó jabón en la esponja, y empezó a masajear el cuerpo de mi novia.

-Pues mira, todo empezó… ¿tú te acuerdas de Rocío? No sé si la conociste… era mi compañera de piso en la universidad. A esa sí que la gustaba que la dieran duro. Al principio de vivir con ella me asustaba. Un día que estábamos de borrachera me envalentoné y le pregunté. Me dijo que si el tío con el que follaba no la humillaba y le hacía daño no llegaba a correrse. Que los cariñitos no iban con ella. Durante unos meses se echó un novio, o un amo, no sé muy bien lo que era, que venía todas las noches a follársela. Yo no es que fuera virgen, pero comparada con Rocío, yo era una mojigata de cuidado. Pero los insultos, los golpes, los gemidos ahogados que soltaba… cada noche me ponían más. Y una noche salí de mi habitación y me acerqué a su puerta. Oí cómo la follaba, llamándola de todo, la decía lo que iba a hacerla, que si la iba a sacar a la calle desnuda y atada, y la iba a meter en los baños de un bar, e iba a cobrar veinte céntimos a cada tío del bar que quisiese follarla, que no valía más… Luego no lo hacía, claro, pero yo no pude evitar correrme sentada en el pasillo, junto a su puerta.

Ana escuchaba sin moverse. Sonia seguía enjabonando su cuerpo, rememorando aquello. Ana se giró, poniéndose de frente.

-Sigue.- Le dijo.

Sonia no sabía si se refería a la historia, o al jabón, así que siguió con las dos. Empezó a enjabonar los hombros y los brazos de Ana mientras seguía relatando:

-Al día siguiente empecé a preguntarle a Rocío más cosas sobre su particular filia sexual, y debí de preguntar demasiado, porque empezó a sospechar, y acabé por confesarla que estuve escuchando detrás de su puerta. «Vuelve esta noche», me dijo. Yo le dije que no, que ni loca, que me moriría de vergüenza. Pero a la noche siguiente, cuando los gemidos de Rocío inundaban mis oídos, volví. Y vi que había dejado la puerta entornada. Me asomé y pude verlo. Me puse muchísimo. Y empecé a desear que me lo hicieran a mí. Solo quería probar. Pero nunca se lo dije a Rocío. Ella sabía que iba a espiarles, porque empezó a dejar la puerta así todas las noches. Aunque creo que nunca se lo dijo al tío. Y cada noche me corría en el pasillo, viendo cómo sometían a mi amiga. Azotes, pinzas en los pezones, tirones de pelo… La insultaba, la humillaba, y ella se corría como una burra. Y yo también.- Sonia ahora enjabonaba el pecho de mi novia. Sus maravillosas tetas.- El día que más caliente me puse fue un día en el que el tío puso a Rocío frente a su escritorio. Estaba de pie, solo con las bragas, y las manos atadas a la espalda. La inclinó, hasta que sus tetas se apoyaron en el escritorio. Las piernas estiradas. La quitó las braguitas, y empezó a metérselas en el coño. Hasta adentro. Toda la tela ahí incrustada. Y entonces la folló por el culo. Le oí decir «me encanta follarme tu culo, aunque no es el culo de tu compañera de piso, a ese sí que le daría con ganas». En ese momento casi me meo. No sé si de miedo o de gusto. Rocío solo gemía. Gemía sin parar. Y cuando el tío se iba a correr, se la sacó del culo y le metió el capullo en el coño. Solo el capullo, y se corrió ahí. Y entonces le dijo: «Ahora te vas a dormir así, sin sacarte las bragas. Las quiero bien maceradas, y mañana cuando te levantes te las sacas, te las pones, te vistes, y a clase, guarra». No sé si Rocío llegó a hacerlo, solo sé que al día siguiente, cada vez que veía a Rocío, y pensaba que podía tener puestas sus bragas, llenas de sus fluidos y de la lefa de aquel tío, yo me ponía cachonda perdida. Aquel día me masturbé cuatro o cinco veces. Como mínimo.

-¿Rocío nunca te hizo participar?- Sabía que a Ana le estaba poniendo aquella historia.

-No, y tampoco sé si hubiera aceptado. Al curso siguiente cambié de piso, y me fui con estas de la uni, ya lo sabes. Nunca más volví a ver a Rocío, pero me dejó el gusanillo de cómo sería hacer algo así. A mis novios y ligues, a veces se lo proponía, de manera sutil, pero o era demasiado sutil, o no sabían ni por dónde empezar. Alguno sí me hacía daño, pero el placer ni se asomaba. Luego acabé con Luis, y bueno, ya has visto cómo es. Cuanto más insatisfecha me dejaba, más ganas tenía yo de probar el sexo duro. Y en dejarme insatisfecha Luis es el número uno. Por muy grande que la tenga. Cuando me cansé de sutilezas, empecé a darle órdenes. «¡Azótame!» «Muérdeme los pezones» «¡Pero así no, joder! Hazme daño, que no me voy a romper». Así que acabé humillándole yo a él. Sometiéndole. A veces le tenía horas comiéndome el coño. Así al menos me corría. Pero nada comparado con lo de hoy.- Dijo Sonia pasando por fin a enjabonar el coño de Ana.- Y tampoco nada comparado con cómo se corría Rocío aquellas noches. Yo nunca me he corrido así.

-¿Fue con Rocío la primera vez que te sentiste atraída por una mujer?- La pregunta de Ana fue como una revelación para Sonia. Como si no se hubiese dado cuenta de que estaba duchándose con una chica. De que hacía unos minutos una chica le había masturbado. De que estaba acariciando un coño con una esponja. Sonia instintivamente apartó la mano.

-Nunca me había sentido atraída por una mujer. La primera noche que estuvimos aquí no podía dejar de mirarte las tetas, pero supuse que era por las cervezas… No me ponías, pero sentía curiosidad. Cuando ayer en el río vi como Otto te metía mano, me sentí excitada por la situación. Pero fue cuando me agarraste tú del culo y me diste un mordisco cuando empecé a verte de otro modo. Y cuando por la noche me dijiste que me prohibías correrme y que iba a ser tuya, me pusiste tan cachonda que ni siquiera me había parado a pensar en que era una mujer quien me estaba excitando.

-Pues ahora ya es tarde para echarse atrás.- Dijo Ana cogiendo la mano de Sonia y llevándola de nuevo a su coño.

-No quiero echarme atrás. No quiero volver a quedarme con las ganas de nada. Soy tuya. Y si Otto quiere, y a ti te parece bien, soy suya. Soy vuestra. Para lo que queráis, sin límites.

-Me has puesto a mil, puta.- Ana se dio la vuelta y se inclinó hasta apoyar las manos en la pared.- Así que nunca te has comido un coño…

Sonia se dejó caer de rodillas, y empezó a comerse el coño de mi novia. Imaginad cómo estaba yo. Después de toda la conversación, después de admirar tamaño espectáculo… Si ahora mismo Luis y yo nos hiciésemos una paja a la vez, puede que hasta me corriese yo primero… Ana estaba igual de caliente o más, así que solo unos minutos con la lengua de su amiga jugando con su clítoris y empezó a correrse patas abajo. Era el momento de salir de allí, o me pillarían.

Bajé al salón, con la polla durísima. Ver ahí a Luis, desnudo, me bajó un poco la excitación. «Mejor», pensé, tenía que demostrarle a Sonia lo que es un polvo de verdad y estaba que me corría vivo.

-Joder, qué espectáculo.- Dije.- No te lo tomes a mal, macho, pero voy a reventar a tu novia.

-Dejadlo ya.- Dijo mirándome por primera vez en todo el día.- Sonia es una chica normal, decente… y me era fiel. No es como vosotros. No intentes follar con ella o le diré a Ana que has subido a espiar.

-Mira Luis, te aseguro que no te conviene tenerme como enemigo ahora mismo… No puedes ser tan tonto como pareces. Sabes que Sonia está insatisfecha. Sabes que no la das lo que necesita. Y sabes que Ana te pone más que ella. Eso me molestaría si creyese de alguna forma que puedes ser una amenaza para mí, pero no es el caso. Ana está dispuesta a follarse esa polla que te ha dado la naturaleza. Sé que lo que has aguantado hasta ahora ha sido porque tú también lo quieres. Si hay alguna posibilidad para ti de que eso ocurra, pasa por que yo me folle a tu novia de todas las maneras posibles. No solo su coño. Ni si quiera me voy a conformar con su culo y su boca. Me voy a follar su alma. Voy a darla tantos azotes en ese culo perfecto que tiene que cada vez que se lo veas vas a ver mi mano ahí tatuada. Va a tragar tanta lefa de mi rabo que cada vez que la beses va a echar de menos mi sabor. Voy a morderla tanto los pezones que le van a doler cada vez que se los mires. Voy a hacerla gemir tanto, Luis, que si alguna vez en tu vida vuelves a conseguir arrancarla un gemidito, solo va a poder pensar en mí. ¿Y sabes que vas a hacer tú cuando haya hecho todo eso?- Luis volvía a mirar al suelo.- Me vas a dar las gracias. Me vas a dar las gracias porque esta es la única manera de que cuando os vayáis de aquí podáis llegar a ser una pareja feliz. De cualquier otro modo, ¿cuánto tiempo crees que tardará una zorra como Sonia en mandar a paseo a un pánfilo como tú?

En ese momento oímos a las chicas bajar por la escalera. Entraron al salón. Venían vestidas para matar. Para matarme de un infarto, concretamente. Sonia llevaba unas braguitas blancas de encaje que reconocí inmediatamente: eran de Ana, y una blusa semitransparente que también era de mi novia, que solía ponerse con un sujetador debajo, una de estas cosas de la moda actual para lucir sujetador, solo que Sonia no llevaba sujetador. Sus pezones se veían con total claridad. Ana, sin embargo, llevaba un tanga violeta que no reconocí, como tampoco reconocí la camiseta de algodón que llevaba, corta, cortísima, tanto que se podía ver el comienzo de sus tetas por debajo. No había que ser un lince para saber de dónde había sacado Ana esa ropa: era de Sonia.

-Bueno,- le dije a Ana luciendo mi erección,- como ves ya me he recuperado. ¿Por dónde quieres empezar?

-Lo siento, cariño, pero venimos bastante satisfechas de la ducha,- y que lo digas, pensé, os habéis corrido las dos como unas zorras,- vamos a descansar un poco hasta la hora de comer.

Ana se sentó en una butaca e hizo que Sonia se sentase en el suelo a hacerle un masaje de pies. Está aprovechando bien su día, pensé.

-Haz la comida,- me dijo a mí,- y ya sabes cómo me gusta que cocines… solo con el delantal. Y nuestro perrito que recoja lo del patio, esta mañana lo dejamos todo ahí tirado.

Ana ordenaba y nosotros obedecíamos. Comimos en el comedor, fuera hacía demasiado calor. Cuando terminamos Ana se acercó a Luis, y le acarició la polla, que aún no había sido capaz de levantarla.

-¿Qué pasa, Luis? ¿Ya no te gusto?

-Anoche se corrió dos veces y esta mañana otras dos,- dijo Sonia,- le pones mucho, pero no haces milagros…

-Luis, te he hecho una pregunta.- Le dijo Ana retorciendo su polla, haciéndole daño de verdad.- A ver si aprendes de una vez a contestar.

Luis, tras retorcerse de dolor contestó:

-S… sí me gustas.

-¿Te gusto más que Sonia?

Luis miró a Ana, luego miró a Sonia. Sabía que tenía que responder. Las vacaciones acabarían y tenía que volver a casa con Sonia.

-No.

Sonia se levantó y fue ella en esta ocasión la que le agarró de los huevos y se los retorció sin ninguna compasión.

-Te dije que a Ana no se la miente. ¿A quién pretendes engañar a estas alturas?

Luis se llevó las manos a sus partes y se dobló de dolor.

-Ahora sí que va a tardar en ponerse dura.- Dijo Ana.- Bueno Luis, quédate aquí sentado. Otto y yo nos vamos a follar a la puta de tu novia bien follada. Vamos a hacerlo en el sofá, y no quiero que te pierdas detalle. Si te miro y no estás mirándonos, te castigaré. Si acabamos y no te has empalmado, te castigaré. Si nos miras todo el rato y ese pollón que tienes se pone como una piedra, te follaré. ¿Me has entendido?

-Sí.- Ana le oyó porque estaba a su lado. Yo, que apenas estaba al otro lado de la mesa, solo lo intuí.

-Putita, siéntate en el sofá.

Sonia obedeció de inmediato. Se la notaba ansiosa. Yo también lo estaba, por fin iba a follarme a la amiga de mi novia. Ana vino hacia mí.

-¿Estás preparado?- Yo asentí.- Espero que estés a la altura, por fin vamos a follarnos a Sonia, quiero que sepa lo que es un polvo de verdad, quiero que no vuelva a querer follar con nadie más que no seamos nosotros, quiero que se arrepienta de no haber follado con nosotros desde el mismo día en que nos conoció.

Yo me levanté de la silla. Estaba desnudo.

-Tú mandas. Pide por esa boquita y mi polla y yo lo haremos.

-Así me gusta.- Y me agarró de la polla y me llevó hacia el sofá.

Sonia estaba sentada, piernas abiertas, con la braguita blanca de Ana y la blusa transparentando sus tetas. Ana me dijo:

-No la desnudes. Vamos a calentarla hasta que se deshaga antes de meterle la polla. Tú cómele el coño que yo le trabajo las tetas. No veas cómo le gusta que le castigue los pezones. Toma nota para mañana, estoy segura de que podrás hacer que se corra a base de retorcérselos.

Ana se subió encima de ella y empezó a amasarle las tetas por encima de la blusa. Yo me arrodillé frente a ella, y empecé a lamer por encima de las bragas.

-Tendrás que esmerarte- me dijo Ana,- su perro le come el coño durante horas. Ya sabes, a falta de pan…

Eché a un lado la braguita e introduje mi lengua directamente en su coño. Ya estaba mojada. Sonia quería saber lo que era el sexo duro y ya estaba caliente como una plancha. Con mi lengua no voy a llegar a ningún sitio, pensé. Lo primero que hice fue morderle el interior del muslo. Nada insoportable, teniendo en cuenta los pellizcos que Ana le estaba aplicando a sus pezones. Decidí jugar más fuerte. Le mordí el labio exterior de su coño. Sus gemidos se intensificaron. Mejor, pensé. Pasé mi lengua de abajo arriba de su coño y absorbí, y cuando tenía sus labios interiores en mi boca, volví a morder. Esta vez sentí como temblaban sus piernas. Pasé otra vez mi lengua a lo largo de su coño, y arrastré sus flujos hasta su clítoris. Luego me separé unos centímetros, y escupí sobre él. Lo cogí entre mis dientes, sin apretar demasiado, y tiré de él, hasta que se soltó. Sonia ya no gemía, gritaba.

Miré para arriba. Ana estaba encima de ella. Vi su culo enfundado en el tanga de su amiga, levanté una mano y metí un dedo en su coño.

-Pregúntale a tu puta si en las horas y horas que su perro le ha comido el coño alguna vez había sentido algo como lo que está sintiendo conmigo.

Ana me miró, divertida. Yo volví a castigar el coño de Sonia con mis dientes.

-¿Qué te está haciendo?- le preguntó a Sonia.

-Uffff, mmmmmmm, me lo está comiendoooooooo.

-¿Te lo está comiendo?

-¡Me lo está devorandoooooooohhh!- Sonia cerraba los ojos con fuerza, inclinaba la cabeza para arriba y apretaba sus piernas contra mi cabeza. Pero no impedía que siguiese saboreando ese manjar.

Ana dejó sus pezones tranquilos, y se agachó conmigo a ver de cerca cómo lo hacía. Empezó a chupar los flujos y la saliva que resbalaban por sus piernas y su culo. En alguna ocasión, cuando mi cabeza se lo permitía, Ana pasaba su lengua por el ano de Sonia.

-¡Ana!- Gritó Sonia.- Ven, por favor, mírame a los ojos.

Ana se incorporó, agarró a Sonia por la cabeza y se miraron a los ojos. Y Sonia se corrió. Yo empecé a succionar todos los jugos que de ella brotaban.

-Así me gusta, putita, que sigas mis órdenes al pie de la letra.- Dijo Ana.

Yo me incorporé, miré a Ana con mi boca llena de los flujos de Sonia. «¿Dónde los quieres?», le pregunté con la mirada. Ana abrió la boca por toda respuesta. Y allí se los solté, escupiéndole todo lo que Sonia me había regalado a mí. Y Ana siguió la cadena, escupiéndole a Sonia en la boca.

-Ahora traga.- Y Sonia tragó. Sus flujos, mi saliva y la de Ana. Un cóctel tan cerdo como morboso. Y había sido todo para ella.- Y túmbate.

Sonia se tumbó en el sofá. Yo me coloqué sobre ella, volví a apartar las braguitas y coloqué mi capullo en la entrada de su coño. Ana se puso sobre su cara, mirando hacia mí. Ella también se apartó el tanguita.

-¿Sabes que antes, en la ducha, Sonia se ha comido un coño por primera vez en su vida?- me lo decía a mí, pero miraba a Luis.

-¿Sí?- dije yo.- ¿Y qué tal lo ha hecho?

-Me corrí como una cerda, pero porque estaba muy cachonda. Pero tiene mucho que aprender.

-No hay nada que la práctica no arregle.

-Eso creo yo.- Y miró hacia abajo.- Chupa, puta.

Sonia empezó a chupar. Yo seguía con la punta de mi polla en la entrada del coño de Sonia. Sabía que no podía hacer nada hasta que Ana me lo ordenase.

-¿Cuántas ganas tienes de clavársela?

-¿Tú qué crees? Ahora mismo se la metería hasta por la oreja, si me dejases.

-Vas a follarte a Sonia. ¿Te acuerdas cuando me follabas y yo te decía «¿te gustaría que fuese Sonia?, ¿qué me harías si fuese ella» y tú empezabas a bombear como si no hubiese un mañana, con toda la fuerza del mundo, sin compasión?

-Claro que me acuerdo.

-Pues ya lo ves. Es ella. Y le va la marcha. Como se la metas despacio te la corto. Sin compasión.

Y de un solo empujón, se la metí hasta dentro. Tenía la polla ardiendo, más dura de lo que la había tenido nunca, como un hierro al rojo vivo, y su coño parecía mantequilla. Entró hasta que mis huevos chocaron con su culo. Si el coño de Ana no hubiera estado tapando su boca, su gemido se habría escuchado en toda la sierra de Madrid. Parecía que se hubiera vuelto a correr. Sabía que no lo había hecho por dos motivos: porque acababa de hacerlo hace unos segundos, y porque no estaba mirando a Ana a los ojos.

Empecé un mete saca a un ritmo frenético. Los gemidos de Sonia eran constantes. Los de Ana iban subiendo poco a poco de volumen. Subí la mini camiseta de mi novia y empecé a comerle los pezones.

-Sonia no es la única a la que le gusta que se los muerdan, ¿verdad?

Ana me agarró de la cara y me levantó.

-Mañana hazme lo que quieras, ahora bésame.

Y empecé a besar a mi novia. Nos abrazábamos y nos besábamos como dos enamorados. Sonrisitas, arrumacos, besitos y besazos. Miraditas y caricias en las mejillas. Parecería la escena final de cualquier comedia romántica si no fuera porque me estaba follando a su amiga mientras esta le comía el coño a mi novia.

Estuvimos así durante un buen rato.

-Creo que está a punto de correrse.- Le dije a Ana.

-Sonia, te recuerdo que no te puedes correr sin mirarme a los ojos, y eso no va a pasar hasta que no hagas que me corra yo primero.

-No va a aguantar.- Le dije.

-Claro que sí. Es una zorrita muy obediente.

Las lamidas de Sonia se intensificaron. Necesitaba correrse y para eso tenía que conseguir que se corriese Ana. Yo mantuve el ritmo. Quería saber cómo castigaría Ana a Sonia cuando se corriese sin mirarla a los ojos.

Pero Sonia no se corría. Seguía gimiendo sin parar mientras le comía el coño a Ana. Y entonces Ana se corrió.

-Asíííííí… qué bien putita, vas aprendiendo.- Quitó su coño de la boca de Sonia y la miró a los ojos.- Ahora, córrete.

Y como si hubiera accionado una palanca, automáticamente Sonia se corrió. Aulló. Sin cerrar los ojos, eso sí. Los mantenía clavados en los de mi novia. Era impresionante como aguantó. Todo por complacerla. Eso sí es devoción.

-Buena putita,- dijo Ana,- me pones a mil cuando me obedeces, voy a hacerte muy feliz. Tú no pares,- me dijo,- hace años que esta puta no sabe lo que es encadenar dos orgasmos seguidos sin que le saquen la polla.

-No,- dijo Sonia jadeando,- eso no lo he sabido nunca…

-Pues hoy lo vas a saber.

Y Ana volvió a centrarse en sus pezones con una mano, y a acariciar el clítoris de su amiga con la otra mientras yo seguía follándola sin parar. Ambas seguían vestidas, si es que a llevar una braga y una camiseta se le podía llamar ir vestida, aunque Ana tenía la camiseta recogida por encima de sus tetas. Pero a Ana le ponía tener a Sonia vestida mientras la usábamos sin parar.

Aún aguanté follándome a Sonia un buen rato más.

-Ana, estoy a punto,- le dije,- ¿yo también te tengo que mirar a los ojos?

-No, pero espera a que te lo diga para correrte.

-Esto no es un grifo que se puede abrir cuando quieras…

-Tú aguanta, campeón.- Y se dirigió a Sonia.- Ahora Otto te va a llenar el coño de su lefa. ¿Te supone eso algún problema?

-No, la quiero dentrooooo,- respondió su amiga- pero mírame, por favor, que yo también voy a correrme otra vez. Esto es increíble.

Ana la sonrió y la besó. La comió la boca, vamos. Solo se veían asomar lenguas entre sus labios.

-Anaaaaa,- dije- como alargues mucho el beso me voy…

-Venga, rellénala,- me dijo,- hasta que le salga tu lefa por las orejas.- Empecé a soltar semen en el coño de Sonia, por fin.

Y los ojos de Ana volvieron a cruzarse con los de Sonia. Y esta volvió a correrse. Empezaba a pensar que Ana quería repetir el experimento del perro de Pavlov. Llegaría un momento en el que, con solo mirar a Sonia a los ojos, esta se correría.

Yo caí rendido en el sofá. Ana y yo acabábamos de follarnos a Sonia. Este momento iba a marcar un antes y un después en nuestra historia de sexo. Sonia también seguía tumbada en el sofá, agotada. Ana se acercó a ella y le dijo, lo suficientemente alto como para que yo lo oyera:

-A Otto le encanta que se la limpien después de usarla. Si lo haces bien se volverá a empalmar. Si lo consigues, te dejo que te lo vuelvas a follar.

-Uf, ¿otra vez?

-Te prometí un montón de orgasmos, ¿no?

Sonia sacó fuerzas de flaqueza y se abalanzó hacia mi polla. Pensaba disfrutar de estas vacaciones a tope, ya descansaría después. Y yo pensaba dejarme querer, era una oportunidad difícil de rechazar.

Ana se dirigió hacia Luis. No había conseguido empalmarse. Debía de ser verdad que no le gustaba que otros se follaran a su novia…

-A ver qué hago yo contigo…- le dijo Ana.

Se quitó la camiseta, aunque ya hacía rato que tenía las tetas al aire. Empezó a contonearse, y a amasarse las tetas delante de Luis. Se giró, enseñándole el culo enfundado en el tanga de su novia. Se dobló hacia delante y se lo bajó. Luis tenía que tener unas vistas inmejorables del culo y del coño de mi novia. Yo no podía quejarme de las mías. Veía las tetas de Ana colgando, y a Sonia lamiendo restos de lefa de mi polla.

Ana se arrodilló ante Luis, y se metió la polla flácida en la boca. Entera, ahora que podía. Sus ojos empezaron a abrirse a medida que la polla de Luis crecía. Y fue saliendo poco a poco de su boca, dura como una estaca hasta quedar solo su capullo dentro de la boca de Ana.

Qué zorra, lo había vuelto a hacer. Qué cabrón, se había vuelto a empalmar con mi novia. Entre el striptease de Ana y la mamada de Sonia, mi falo también se había puesto firme.

-Sonia, el perro de tu novio se ha vuelto a empalmar.- Le dije yo, lo reconozco, para sacar rédito de la situación.

-Imposible…- Se giró hacia su novio y allí estaba, con su polla dura y el capullo en la boca de Ana.

Sonia se iba a levantar, para matarle, seguramente. Yo la agarré del brazo y la atraje hacia mí.

-Tienes que correrte mirando a Ana, pero puedes follarme mirándole a él. Que sepa lo que se pierde. Es incomprensible que una mujer como tú no le ponga lo suficiente como para levantársela dos veces en un día. A mí me la pondrías dura cada vez que te lo propusieses, y ¡qué coño!, incluso sin proponértelo.

Sonia se sentó sobre mi polla y volvió a clavársela, dándome la espalda, mirando a su novio. Este la miraba, la cara de zorra de Sonia, cómo se pellizcaba los pezones saltando sin parar sobre mi polla, y a mí detrás, azotando su culo con fuerza para marcarle el ritmo. Sonia le devolvía la mirada con desprecio, pero con una cara de lujuria que Luis no conocía.

Ana seguía chupándole la polla. Pasaba la lengua a lo largo de su tronco, desde los huevos hasta el capullo. Y cuando digo a lo largo de su tronco, digo a todo lo largo. Podría haber estaciones de servicio en mitad del trayecto. Luego se metía el capullo en la boca, e intentaba bajar más. No conseguía meterse más que dos o tres centímetros de polla a parte del capullo.

-Ni se te ocurra correrte todavía.- Le dijo Ana.- Quiero metérmela en el coño aunque sea un minuto.- Y volvía a chupársela.

Luis empezó a poner una cara de no aguantar. Este no era Sonia. Obedecía sin rechistar, pero su devoción no era tan pura. Y cuando Ana tenía su capullo en la boca, Luis se corrió.

Ana, viendo que ya no había marcha atrás, aguantó toda la corrida en su boca. Cuando Luis terminó de vaciarse, Ana se incorporó, y le escupió en la cara todo su semen.

-Perro malo,- le dijo,- te has ganado un buen castigo…

Y le pisó sus partes sin piedad. Sonia, que seguía botando encima de mí, se levantó y se unió a Ana, dando sopapos a su novio.

-¡Eres un mierda! Me estás haciendo quedar mal delante de mis amigos. No vales para nada.

Luis recibía sin protestar. Cuando se calmaron, Sonia le dijo a Ana:

-Si quieres polla Otto está a tope, yo puedo acabarme con el dedo. O si quieres este perro puede chuparte hasta que se quede sin lengua. No le dejaremos que se levante ni a respirar.

-Tranquila. De momento hay que lavarle. Está lleno de lefa. Perro, al patio.

Luis se levantó sin rechistar, avergonzado. Ana y Sonia salieron tras él. Yo me quedé en el salón, con la polla en ristre, y otra vez con las ganas. Me asomé a la puerta del salón que daba al patio, que era un ventanal de suelo a techo con puertas corredizas. Hicieron que Luis se echara al suelo, y enchufaron la manguera a presión contra él, con agua fría. Por un momento sentí pena por él. Hasta que recordé que se había corrido en la boca de mi novia.

-Quédate aquí,- le ordenó Ana,- y no te pierdas detalle de la puerta del salón.- Dijo señalando hacia donde yo estaba.

Entonces las chicas vinieron hacia mí. Ana ya completamente desnuda. Sonia con las braguitas blancas todavía y la blusa transparentando sus pechos. Entraron y cerraron la puerta corrediza. Ana se apoyó contra el cristal. Sus tetas bien pegadas contra la ventana. Las vistas de Luis tenían que ser espectaculares. Dos magníficas peras aplastadas, con sus pezones tan duros que eran capaces de rayar el cristal.

-Espero que te queden suficientes energías para follarnos a las dos.- Me dijo Ana.- Vamos a darle un buen espectáculo a ese cerdo.

El día había sido extraordinariamente ajetreado, pero en realidad no me había corrido más de dos veces. Había noches que había superado eso en unas horas. Y en aquella situación parecía que todo me ponía cachondo. Así que sin decir nada, le di un azote a mi novia que aplastó aún más sus tetas sobre el cristal, y se la clavé de una estocada. La agarré de las caderas, y empecé a follármela como si no hubiera un mañana. Sonia nos miraba, pero nosotros dos mirábamos a Luis, en el suelo, empapado, y con la polla ya totalmente desinflada, además de dolorida. «Mira lo que podrías estar haciendo tú ahora, gilipollas», pensábamos los dos. Para aumentar su humillación, su novia se agachó y se metió entre nuestras piernas, alternando lametones a mis huevos y al clítoris de Ana. Yo intercambiaba un ritmo fuerte con uno lento, para no correrme enseguida, pues Sonia esperaba. A Ana sin embargo eso la excitó más todavía, y se corrió una vez más en aquel cada vez más maravilloso día.

-Ahora ella,- me dijo señalando a Sonia.- Putita, no pierdas de vista a tu novio mientras te follan, pero cuando te vayas a correr, ya sabes que hacer.

Coloqué a Sonia como estaba Ana. El efecto de sus tetas sobre el cristal no era tan potente como con las tetas de Ana, además de que seguía con la blusa, pero habría pagado por verlo igualmente.

-¿Seguimos por donde lo dejamos?- La pregunté.

-Sí, pero yo también quiero mi azote.- Me dijo recordando el azote que le había dado a Ana antes de empezar a follarla.

Le bajé las bragas hasta los tobillos y la di con todas mis fuerzas. Le dejé el culo completamente rojo. Luego se la clavé, y empecé a alternar pollazos con azotes, mientras Sonia miraba a Luis.

-¿Ves, calzonazos?- Le gritó.- Esto es lo que necesitaba.

Al rato noté que Sonia se iba a correr. Así que la agarré del pelo y la giré hacia Ana. Mi novia se fue directa a pellizcar sus pezones, le encantaban, por lo visto, y Sonia se volvió a correr siendo los ojos de mi novia todo su mundo.

Yo se la saqué, también me iba a correr, pero su coño ya había recibido mi leche y me quedaba mucho cuerpo que cubrir, y apuntando a su glorioso culo, se lo llené de lefa. Empecé a cubrir las marcas rojas que mi mano le habían hecho. Bueno, lo que pude, era la tercera vez que me corría ese día. Pero tengo que decir que mis azotes y mi semen le sentaban pero que muy bien a ese monumento de culo que tenía esa chica.

Luego la tarde decayó. Descansamos, por fin. Nos volvimos a duchar, ya sin confesiones ni orgasmos. Por separado. Incluso nos vestimos. Recogimos, hablamos, reímos. Hasta hicimos la cena, cuando llegó la hora de cenar. Parecíamos unos amigos normales en una casa normal. Si no fuera porque Luis, mientras hacíamos todo eso, seguía en el suelo del patio, desnudo.

Cuando salimos al patio a cenar, ya a la fresca de la tarde, Ana le dijo que subiera a ducharse y vestirse. Cuando bajó, se sentó con nosotros a cenar. Incluso su novia le dio un beso. Como haciendo ver que no pasaba nada, que todo era normal. Como si todo hubiera sido una pesadilla de la que acababa de despertar. Pero mi novia le devolvió a la realidad:

-Me has jodido bien, Luis, y no literalmente. Mi coño se ha quedado sin probar tu polla, y ya no consigo que te vuelvas a empalmar en lo que queda de día ni de coña. Para una cosa que tienes buena, y no sabes usarla.

Y todos seguimos cenando. Como si nada.

La sobremesa de aquel día fue tranquila. Unas cervezas, una conversación normal… Ya habíamos tenido bastante por aquel día.

-Ana,- dijo Sonia de repente,- estoy agotada. ¿Me das permiso para irme a dormir?

-Sí, ha sido un día duro. Descansa, putita. Y llévate a tu perro. Podéis dormir juntos, pero ni os toquéis. No se lo ha ganado. Si te despiertas con ganas de marcha, ve a nuestra habitación. Y recuerda, ya pensaremos qué pasa a partir del lunes, pero mañana manda Otto. ¿Estás preparada para eso?

Sonia me miró, y se ruborizó. Después de todo lo que había pasado…

-Preparada e impaciente…- dijo.

-¿Y tú, perro, estás preparado?

Sonia le miró. Le fulminó con la mirada. Al menos ya había aprendido que cuando le preguntaban tenía que contestar.

-Sí, Ana.- Fue todo lo que dijo.

Yo no dije nada. Di un trago a mi cerveza y se fueron a dormir. Les dejé que pensaran que se iban a descansar. Pero mi trato con Ana había sido muy claro: de doce de la noche, a doce de la noche del día siguiente. Y no pensaba desperdiciar ni una hora. Eran poco más de las once.

Acabamos las cervezas, recogimos, y nos subimos a nuestro cuarto. Me quedé en calzoncillos. Ana en bragas. En verano dormíamos así.

-¿Dormimos, o no has tenido bastante?- me dijo cariñosa.

Miré mi reloj.

-Sigue siendo hoy, tú mandas.- Le dije.

-Entonces a dormir. Estoy deseosa de saber lo que nos tienes preparado para mañana. Solo quiero pedirte un favor. Mañana, y SOLO durante el día de mañana…- me miró muy seria- no quiero que hagas distinción entre Sonia y yo. Las dos somos tuyas. Por igual. Quiero que sienta por un día lo que yo sentiré durante toda nuestra vida.

Yo la besé.

-Te quiero,- le dije,- recuérdalo bien, porque no volverás a oírlo hasta el lunes.

Ana se echó a dormir. Yo me quedé contando los minutos. Hasta que las tres agujas de mi reloj se unieron en las doce. Empezaba mi turno.

Continuará…