Las vacaciones de la amiga de mi novia. Parte 4.
Ana toma el mando. «-Primero,- dijo Ana sacando mi polla de su boca- tienes que acostumbrarte a su sabor. Abre la boca. Sonia la abrió, esperando que Ana la guiara hasta mi polla, pero lo que hizo fue escupirle en la boca la saliva que había generado con la mamada.»
-¿Quieres que haga tus fantasías realidad, zorrita?- le dijo mi novia a su amiga.
Sonia solo atinó a asentir con la cabeza, sin atreverse a decir nada. Tenía los dedos de Ana en la boca y no llevaba más ropa que un pareo enrollado en su cintura.
-Pues te prohíbo que te corras esta noche. Sé que llevas toda la tarde deseándolo, y que la última vez que lo hiciste fue en el río mirándome a los ojos. De momento, no quiero que vuelvas a correrte si no es mirándome a los ojos.- Miró a Luis, que estaba junto a la puerta, de pie, desnudo, expectante, con su polla tiesa.- Si tu perro se quiere pajear, que se pajee, pero no te pongas celosa porque le ponga cachondo la dueña de su dueña, no tienes permiso para eso.
Sonia volvió a asentir. Ana se quitó la camiseta. Se sobó las tetas por encima del sujetador. Pasó los dedos por su coño. Primero por encima de las bragas, luego metió la mano por dentro. Y se las bajó. Luis por fin veía el coño de mi novia sin impedimentos. Luego se llevó las manos a la espalda, y se quitó el sujetador. En el momento en el que Ana acarició sus pezones, la polla de Luis empezó a escupir semen. Sin tan siquiera tocarse. Yo solo era un espectador más, pero la escena me estaba poniendo a mil. Ana estaba on fire .
-Perro malo.- Dijo Ana. Y volviéndose a su amiga- Tú no vas a ser mala, ¿a que no?- Sonia negaba con la cabeza.- Tú vas a ser una putita buena. Y prepárate, porque vas a tener que oír cómo Otto y yo follamos hasta quedarnos sin fuerzas, y tú sin poder correrte…- Ana pasó un dedo por el coño de Sonia, empapado, y se lo llevó a la boca.- Obedéceme, y mañana serás mía. Haré que tengas tantos orgasmos que creerás que ninguno de los que has tenido hasta ahora habían sido de verdad. Ahora vas a castigar a tu perro, por mancharme el suelo, vas a limpiarlo como hacen los dueños de los perros cuando ensucian las calles, y cada uno a su cama… Que necesito que me follen bien follada.- Dijo mirándome.
Sonia se acercó a Luis. Miró el semen en el suelo. Y cómo una gota caía desde su capullo. Creo que le dijo «perro malo». No estoy seguro, porque mientras lo decía, el hostión que le dio en la cara a mano abierta resonó en todo el patio. Luego limpió la corrida de su novio y se fueron los dos adentro.
Ana y yo les seguimos. Nos metimos en nuestra habitación. Estuvimos follando un buen rato. Yo no la dije nada sobre lo que había pasado. Pero se notaba que Ana estaba muy cachonda. No solo por todo lo que había conseguido con Sonia, su fantasía más recurrente, con la que nunca pensó que conseguiría nada, sino porque descubrió lo que le excitaba dominar a otras personas. Y porque mañana la esperaba más. Mucho más. Gimió más que nunca. Esperando que Sonia lo escuchase todo.
-¡Joder, cómo me corro!- gritó.- Me encanta saber que soy la única puta de esta casa que se está corriendo.
Fue lo último que dijo, lo suficientemente alto como para que Sonia lo oyera, antes de caer rendida, y dormirse junto a mí.
A la mañana siguiente me desperté, y me metí en la ducha. Me puse un calzoncillo y un pantalón corto de algodón. Ropa de estar en casa. Y una camisa vieja sin abotonar. Dejé a Ana durmiendo, y bajé a desayunar. Vi a Sonia en el patio, desde la cocina. No sabía cómo habría amanecido después de lo de ayer. Puede que siguiese con ganas de jugar. Puede que, pasados los efectos del alcohol, todo lo de ayer le pareciese una locura. Puede que Luis la hubiese dicho que no podían seguir así. En cualquier caso, quedarme solo con ella no me parecía la mejor idea para empezar el día. Además, si había hecho caso a Ana y no se había corrido, estaría cachonda perdida, y era Ana quien tenía que recoger esos frutos… Así que me hice un café, y me subí a tomármelo arriba. A la azotea.
Como os dije al principio, encima de la primera planta de nuestra casa, había un solárium al que nunca le habíamos sacado mucho partido. El patio de abajo era un mejor recurso. Nos pillaba más a mano y siempre había zonas con sol y zonas con sombra. En la azotea siempre daba el sol. Así que solo la usábamos para tender la ropa. Teníamos allí instalados dos juegos de cuerdas de tender, con dos estructuras metálicas cada uno, que las sostenían. Salí con mi café, y allí estaban tendidas las toallas y los bañadores del día anterior en el río. Casi sin pensar, y por instinto, me acerqué a las braguitas del bikini de Sonia. No había duda, se había masturbado viéndonos follar.
Me asomé al patio, apoyando mi café en el peto de ladrillo. Allí estaba Sonia. En su tumbona. Se notaba que se había duchado. Llevaba una minifalda verde, no de las ceñidas, sino con vuelo, ligerita. Y una camiseta de tirantes ajustada. Sin sujetador. Hasta desde ahí arriba podía verle los pezones. Sí, estaba cachonda. Definitivamente había hecho caso a Ana. Me fijé en que había recogido el estropicio de ayer. Toda la ropa que fuimos dejando por el suelo estaba encima de una silla. Al rato salió Ana. También recién duchada, con un vestido de verano de estar por casa.
-Buenos días.- dijo Sonia.
-Buenos días. ¿Has desayunado?
-No.
-¿Has visto a Otto?
-Me pareció verle antes en la cocina, pero no estoy segura.
Ana vio la ropa en la silla. La cogió, y la llevó toda dentro. A la lavadora, supuse. Sonia la siguió. Volvieron a salir las dos, con café, leche y tostadas. Se pusieron a desayunar.
-Vaya locura ayer, ¿no?- preguntó Ana, tanteando el terreno.
-¿Lo fue?- le dijo Sonia.
-Si tú quieres seguir adelante, yo lo estoy deseando… Pero no quiero que sea una decisión tomada por culpa de una borrachera.
-La borrachera ya se me había pasado cuando me metí en la cama. La calentura no.- Reconoció Sonia.
-¿Cumpliste mis órdenes?
-A rajatabla. No me he corrido, pero llevo chorreando desde ayer. Me he duchado no hace ni una hora y ya tengo el tanga empapado.
-¿Y qué quieres? ¿Correrte?
-Ser tuya. Si quieres que me corra, me corro. Si quieres tenerme así todo el día… puede que me deshidrate, pero así seguiré.
-Bien, eso me gusta. Buena putita.- Sonrió y le guiñó un ojo.- De momento aguanta, te prometo que vas a disfrutar mucho.
Y siguieron desayunando como si nada. Como dos amigas. Charlando, riendo… Estar observando esa conversación me puso muchísimo. En un momento dado, Ana miró hacia arriba y me vio. La saludé con mi café. Me sonrió, pero no dijo nada. Un rato después salió Luis. Saludó, y se puso a desayunar con ellas. Sin decir esta boca es mía. En su línea, vamos. Él también actuaba como si nada hubiera pasado. Había visto a mi novia desnuda, creo que con eso le valía. Ahora solo quería seguir con sus vacaciones, con su recatada novia, en casa de una amiga de esta y su novio. Sin más juegos de beber. Sin más retos. Sin más pagar prendas ni confesiones. Pobre, no sabía lo que le esperaba. Desconocía que estaba en la casa de dos pervertidos sin remedio, y que era justo ahí, y no en otro sitio, donde más quería su novia estar.
-Luis,- dijo de repente Ana- ¿te gustó verme desnuda ayer?
El pobre casi se atraganta.
-¿Qué? No, yo… a mí no…
-Luis, no me mientas.- Ana empezó a acariciarle la pierna. Luis se empalmó de inmediato.- A mí me encantó ver eso que tienes entre las piernas.
Ana estaba jugando con Luis, pero eso no significa que estuviese mintiendo. Y también estaba jugando conmigo, pues sabía que yo estaba arriba viéndolo todo y escuchando. Luis seguía balbuceando.
-Sonia,- dijo Ana- dile a tu novio que a mí no se me miente.
-Luis, como se te ocurra mentirle a Ana te vas a arrepentir toda tu vida. Te ha hecho una pregunta. Respóndela.
-S… sí. Me gustó verte desnuda, Ana.- Acertó a decir.
-Mmmm, ya lo sabía. A mí me volvió loca ver a tu serpiente escupiendo leche sin parar, sin tocarte siquiera.- Y Ana le agarró la polla a Luis por encima del pantalón.- Ya verás cuando me la meta en la boca.
Y sí, efectivamente, Luis se volvió a correr.
-Madre mía, qué facilidad. Ha sido más rápido que ayer.- dijo Ana.
-Bienvenida a mi mundo.- Se resignó Sonia.
-Pero hoy vas a ser un perrito bueno, ¿a que sí, Luis?- Ana se levantó, se puso al lado de Luis y apoyó su cara, roja como un tomate para variar, entre sus tetas.- ¿A que hoy vas a hacer todo lo que te diga sin rechistar?
Luis estaba en la gloria, estoy seguro de que jamás soñó tener la cara entre unas tetas como esas, pero no decía nada. No sabía qué tenía que decir. Y miró a Sonia una vez más, como preguntando.
-Joder, Luis, pareces tonto,- le dijo Sonia,- cuando te pregunte Ana la respondes, y todo lo que ella diga va a misa, ¿lo has entendido?
-Sí, Ana, voy a hacer todo lo que me digas.- Fue su respuesta.
-Así me gusta.- dijo Ana separándose de él.- Pues ahora, desnúdate.
Luis la miró un segundo. Pero no se atrevió a desobedecer. Se descalzó, sentado como estaba. Luego se quitó la camiseta. Volvió a mirar a Ana, luego a Sonia, que seguían expectantes, y viendo que ninguna se echaba atrás, se levantó y se quitó los pantalones y los calzoncillos manchados con su semen. Tenía la polla en reposo, después de correrse, pero aun así se apreciaba de un gran tamaño. Yo no sabía qué se proponía Ana a esas alturas. Pero se metió hacia dentro con un autoritario «seguidme» dirigido a sus dos nuevos juguetes.
¿Y yo qué hago?, pensé. ¿Bajo? ¿La dejo a su aire? No me hacía mucha gracia dejar a mi novia follándose a un tío y una tía conmigo al margen… Una cosa era jugar los dos juntos con otras personas, algo que, al margen de lo de ayer, nunca habíamos hecho desde que formalizamos nuestra relación, y otra cosa era que yo no participase, quedándome ahí arriba, con toda la diversión abajo y solo un par de cuernos por encima. En esas estaba, cuando la puerta de la terraza se abrió, entrando Ana, Sonia y, completamente desnudo, Luis. Ana cogió un trozo de cuerda de tender la ropa que había por ahí, y llevó a Luis a una de las estructuras metálicas que sostenían las cuerdas de tender, de unos dos metros de altura. Le hizo subir los brazos, y le ató las muñecas a la parte de arriba. Luego cogió otra cuerda y vino hacia mí.
-Desnúdate.- Me dijo.
-¿Quién crees que soy, otro perro?- dije mirando a Luis.
-Sé que no lo hemos hablado,- me dijo Ana- y si no quieres lo dejamos aquí, pero es Sonia... La de veces que hemos fantaseado con ella…- Sonia nos miró, perpleja.- Nunca vamos a tener una oportunidad como ésta para hacerla nuestra…
-¿Nuestra? Si quieres atarme… Será tuya.
-Deja que mande yo hoy. Y mañana haremos nosotras todo lo que tú quieras.
Miré a Sonia. Ella me miraba. Creí intuir un deseo irrefrenable en sus ojos. Arrogancia que tiene uno, puede ser.
-¿Y eso les parece bien a tu puta y a su perro?- Le pregunté a Ana sin dejar de mirar a Sonia.
Ana miró a Sonia. No decía nada, pero los pezones los tenía a reventar, era evidente que su nivel de excitación había superado cualquier límite.
-Mi puta y su perro no tienen nada que decir.- Dijo Ana.- Harán lo que les ordene. ¿Verdad que sí, zorrita?
Sonia asintió. Por primera vez me pareció que se ponía roja. A Luis ni siquiera le preguntó. Miraba hacia el suelo sin decir nada. Después de todo lo que había visto, tampoco me cabía duda de que él, en el fondo, disfrutaba representando su papel. Estaba descubriendo el Luis que siempre había querido ser.
Cogí a Ana de la nuca y la besé, metiendo mi lengua hasta sus amígdalas. La agarré de una teta sobre su vestido. Observé que, al igual que Sonia, había decidido no usar sujetador. La apreté fuerte, como un último gesto de poder antes de someterme a ella… de momento.
-Quiero 24 horas. Desde las doce de esta noche hasta las doce de mañana por la noche seréis mías.
-Hecho.- Dijo Ana.
Empecé a desnudarme. Me quité la camisa y los pantalones. Y antes de que me quitara los calzoncillos, Ana me ató a la otra estructura igual a la de Luis, separadas las dos por un par de metros.
-Tú no vas a estar atada, putita,- le dijo a Sonia- pero no hará falta, porque si quieres que permita que te corras, vas a hacer todo lo que yo te diga, ¿a que sí?
Sonia asentía. No se atrevía ni a hablar.
-Pues quítale los calzoncillos a Otto… sin usar las manos, solo con tu boca. Y tú,- dijo dirigiéndose a Luis,- espero que el espectáculo te ponga cachondo, porque quiero esa polla completamente empalmada para mí.
Desde que Ana había tomado el control sobre Sonia había empezado a ver en esta signos de timidez. Me pareció que incluso se ruborizaba cuando, antes de agacharse a cumplir la orden de Ana, me miró a los ojos fugazmente. Yo le sonreí, como diciendo, lo que te espera mañana, y ella rápidamente se puso en cuclillas. Empezó a mordisquear el elástico de mis bóxer e intentar bajarlo, pero vamos a dejar algo claro de una vez por todas: bajar unos calzoncillos con la boca suena genial, y cuando estás relajado, es relativamente fácil. Pero cuando la polla hace de tope… A ver, si la chica se empeña, puede conseguirlo, pero la carga erótica del espectáculo… deja bastante que desear. Por eso, mientras Sonia luchaba inútilmente con su boca intentando bajar mis calzoncillos, Ana la agarró de la nuca, le apretó su cara contra mi paquete y le dijo:
-Tranquila zorrita, tú usa la lengua, que yo te ayudo.
Y Sonia empezó a lamer mi falo por encima del calzoncillo, mientras Ana se agachó junto a ella y bajó mis calzoncillos. Mi polla saltó como un resorte golpeando en la cara de Sonia. Su primera reacción fue de sorpresa, pero luego sonrió, y la miró, expectante. Luego miró a Ana, como pidiéndole permiso. Durante el juego del día anterior, Sonia había llegado a masturbarme, pero era algo que Ana le había retado a hacer, y en esos momentos no sabía si tenía el permiso de su… ¿dueña? para chuparle la polla a su novio.
-¿Hace cuánto que no te comes una polla durante más de tres minutos sin que se te corran en la boca?- le preguntó Ana.
-Ufff,- contestó Sonia mirando a Luis- al principio se la chupaba a veces, pero entre lo rápido que acababa y que después de eso era incapaz de follarme, dejé de hacerlo hace años.
-Pues habrás perdido práctica… Será mejor que te enseñe.- Y Ana apartó a su amiga y empezó a comerme la polla como solo ella saber hacer.
Sonia miraba con ansia. Lo había tenido tan cerca… Y ahora veía a solo unos centímetros de distancia como su amiga me hacía una mamada a un ritmo frenético.
-Primero,- dijo Ana sacando mi polla de su boca- tienes que acostumbrarte a su sabor. Abre la boca.
Sonia la abrió, esperando que Ana la guiara hasta mi polla, pero lo que hizo fue escupirle en la boca la saliva que había generado con la mamada.
-Traga.- Le ordenó.
Sonia tragó sin rechistar. Estaba seguro de que era la primera vez que hacía algo así, pero cuando después de eso sonrió, y se relamió, supe que Ana iba a hacer de Sonia una puta a su altura. Mi novia volvió a su mamada, otra vez a un ritmo brutal, con la idea de generar más babas. Lo único que quería era emputecer a Sonia. Yo, allí atado, no era más que un instrumento para ese fin. Ninguna de las dos se estaba preocupando por darme placer en ese momento, aunque me lo estaban dando. Y de qué manera. En esta ocasión Ana, cuando soltó mi polla, le dio un morreo a Sonia. Sus labios se frotaban, sus lenguas pugnaban por ocupar el espacio en la boca de la otra. Sus salivas, con esencia de mi polla, fluían de una boca a la otra, acompasadas por gemidos que nacían en la garganta de una para morir en la de la otra. Y mis manos atadas… Iban a acabar conmigo.
-¿Te gusta cómo sabe?- Sonia asintió.- Bien, pues ahora tienes que adaptar tu boca a su tamaño.- Ana miró la polla de Luis.- Bueno, creo que ese capítulo podemos saltárnoslo…
No te pases, pensé, que mañana vas a ser mía, zorra.
-Lo que sí vas a tener que hacer,- añadió Ana,- es acostumbrarte a estar durante un buen rato con la mandíbula abierta… Pero para eso…- ahora sí, por fin, Ana cogió la cabeza de Sonia, que abrió la boca ansiosa, y la llevó hasta mi polla,- no hay nada mejor que practicar.
No os penséis que Sonia se tragó mi polla hasta los huevos. Vale, no tengo el tamaño de Luis, pero ya os he dicho que mi polla no está nada mal, y Sonia llevaba años sin comérsela a Luis. Cuando Ana empujó la cabeza de Sonia hasta que tuvo la mitad de mi polla en la boca, esta empezó a toser. Ana la dejó recular, quedándose solo con mi capullo en la boca.
-Eres una ansiosa.- Dijo Ana, que sabía perfectamente que había sido ella quien le había obligado a Sonia a meterse mi polla hasta ahí.- Tienes que ir con calma. Primero chupa el capullo.- Sonia ya se había acostumbrado a tener mi polla en la boca y había dejado de toser. Ahora sí parecía que disfrutase.- Absórbelo. Saboréalo. Y usa la lengua. Sobre todo eso, no dejes de mover la lengua. Pásala por el frenillo, por el agujerito, alrededor de todo el capullo. Y cuando hayas sentido toda su dureza en tu lengua, empieza a bajar por el tronco. Así, muy bien.- Decía Ana mientras Sonia iba haciendo todo lo que le ordenaba.- Más adentro, todo lo que puedas.
Sin los empujones bruscos de Ana, Sonia se metió casi toda mi polla en la boca. Dos grandes lágrimas caían por sus mejillas fruto del esfuerzo, pero ahora nadie estaba forzándola, Sonia lo hacía por pura devoción hacia Ana.
-Aguanta ahí un segundo…- dijo Ana- y sácala.
Sonia sacó mi polla de su boca, y lo primero que hizo fue coger una bocanada de aire, que llenó sus pulmones, y soltarlo en una especie de gemido, que creo que hizo que se me pusiera más dura, si es que eso era posible.
-¡Muy bien, zorrita!- le dijo Ana.- Y ahora otra vez desde el principio.
Y Sonia volvió a empezar con mi capullo. Ana la dejó con su trabajo, y se levantó y se dirigió a Luis. Este no había sido aún capaz de empalmarse desde que se corrió abajo, en el patio.
-¿Qué pasa, Luis? ¿No te pone ver como tu novia se come una polla?
Luis miraba al suelo. Creo que no se había atrevido siquiera a mirar hacia donde estaba yo. Aunque, para ser sinceros, tampoco le presté mucha atención.
-Luis,- insistió Ana- ¿recuerdas lo que hay que hacer cada vez que yo hago una pregunta?
Luis seguía sin responder. El tortazo que le soltó Ana, parecido al que le dio su novia la noche anterior, sí captó mi atención. No la de Sonia, sin embargo, que seguía comiendo mi polla como si no hubiera pasado nada.
-N, no… no me p… me pone.- Casi no le salían las palabras.
-¿No? Pues es una pena… porque te vas a hartar de verlo.- Ana empezó a contonearse delante de él, a acariciar sus caderas y a subir ligeramente su vestido.- ¿Y esto? ¿Esto te pone?
Luis volvió a no responder, pero no dejaba de mirar el cuerpo de mi novia, especialmente sus piernas, que iban apareciendo por completo bajo su vestido, junto con un tanguita negro que dejaba muy poco a la imaginación. Luis no respondía porque, por lo que parecía, le costaba sangre, sudor y lágrimas soltar cada puta palabra por su boca, pero también, porque no sabía hasta qué punto le iba a molestar a Sonia que él reconociese lo que ya era evidente para todos: le volvía loco mi novia. No te pases, Luisito, pensaba yo, que ni con el doble de polla serías hombre para ella.
Ana recogió el vestido en su cintura, y se quitó el tanga delante de Luis. Ya dio igual que Luis no respondiera, incomprensiblemente para Sonia, por segunda vez aquella mañana, su novio volvió a empalmarse. Ana volvió a dejar caer su vestido, tapando así su coño. Cogió el tanga del suelo, y se acercó a Luis.
-Muy bien, perrito,- dijo Ana agarrando a Luis de la mandíbula y abriéndole la boca- si no quieres responder, no respondas.- Y le metió su tanga en la boca.- ¿Ves? Ahora no quiero que lo hagas, no quiero que hables. No quiero ni que abras la boca. Como vea aparecer un solo hilo de mi tanga entre tus labios, puede que no te desate nunca de donde estás.
Sonia seguía a lo suyo. Vamos, a lo mío. A comerse mi polla, concretamente. Pero cuando se dio cuenta de que su novio se había vuelta a empalmar viendo a Ana, noté que se puso furiosa. No con Ana, claro, sino con el pánfilo de su novio. Gracias a ello, su mamada se volvió más intensa. Como si quisiese hacérselo pagar demostrándole lo mucho que le gustaba comérmela. No estaba siendo la mejor mamada de mi vida, al fin y al cabo, Sonia llevaba años sin hacerlo, pero estaba poniendo mucho esmero, y eso se notaba. Si seguía así, no iba a tardar mucho en correrme. Entonces Ana se acercó, y tiró de ella, levantándola.
-¡No! No la hagas parar ahora…- me salió del alma. Ana me miró, divertida. Si no hubiera sido porque entre Sonia y ella llevaban un buen rato jugando con mi polla, habría pensado que se había olvidado de que estaba allí.
-¿Cómo está tu tanguita, Sonia?
-Uf, empapado.
-Bien, dámelo.
Sonia se levantó la falda. Tenía un tanguita rojo, de algodón, no tan provocativo como el negro de Ana que ahora estaba en la boca de Luis, pero la mancha de humedad que lo adornaba desde luego le daba un toque de erotismo bastante potente. Se lo quitó, enseñándome su depilado coño durante el tiempo que tardó su falda en volver a caer, y se lo dio a Ana.
-Abre la boca.- Me dijo.
Yo la miré, con la boca cerrada. La sonreí. Le aguanté la mirada. Ella pasó el tanga de Sonia a escasos centímetros de mi cara, como provocándome con ese intenso olor a hembra. A puta. Aún le desafié unos segundos más, sin abrir la boca. Pero hoy me tocaba ceder a mí. Ella mandaba. Abrí la boca y me metió el tanga, concretamente la parte que había estado en contacto con el coño de Sonia. Cerré la boca quedando medio tanga fuera. «Mañana», pensaba yo, «mañana va a ser un día apoteósico…».
-¿Te ha gustado comerte la polla de mi novio, putita?- Ana volvió a dirigirse a Sonia, y volvió a olvidarse de mí. De momento.
-Sííí.- Dijo Sonia un poco avergonzada.
-¿Estás cachonda?
-Desde que terminamos de cenar ayer he vivido las horas más calientes de toda mi vida, sin poder correrme. Estoy más cachonda de lo que he estado en toda mi vida.
Ana llevó la mano bajo su falda, y empezó a acariciarla el coño.
-¿Cuánto crees que tardarías en correrte si te metieras la polla de Otto ahora mismo en el coño?
Mi polla pegó un brinco. Por fin, iba a follarme a Sonia. Ana iba a entregarme a Sonia para que me la follara.
-Uf,- respondió Sonia- yo creo que ni un minuto.
-Bien,- dijo Ana,- con eso bastará.- Y le soltó la falda, que cayó al suelo. Ahí estaba otra vez. El culo de Sonia. El Santo Culo.
Ana puso a Sonia frente a mí. La acarició las tetas, por encima de la camiseta. Las dos me miraban, con deseo. Me fijé en su coño. Ya lo había visto ayer. Lo había frotado contra mi polla, solo con un bañador entre ambos. Y ahora volvía a tenerlo ahí. A la vista, listo para follármelo. Ana la giró. La puso otra vez de espaldas a mí. La agarró del culo. Le dio un azote.
-Inclínate.- Ordenó Ana. Aquí viene pensé. Voy a reventar el coño a esta zorra.
Sonia se inclinó hacia delante. Sin doblar las piernas. Volví a ver el agujerito de su culo. «En otro momento», pensé. Y su coño. Reluciente. Abierto, por la excitación. Palpitante. Esperándome… Y entonces Ana tiró de ella, la llevó delante de Luis, le agarró la polla, y se la metió a Sonia en el coño. Todo su pollón. De una estocada. El encharcado coño de Sonia lo permitió. Se me cayó el alma a los pies. ¿Será puta? Primero me deja sin mamada, luego me mete un tanga en la boca y ahora esto. «Mañana», pensaba yo sin cesar, «mañana se lo haré pagar».
Ana se colocó frente a Sonia, la agarró de los hombros, y empezó a empujar el cuerpo de su amiga contra Luis, que no daba crédito, marcando el ritmo de la follada.
-¿Recuerdas lo que te dije ayer que quería que hicieras cada vez que te corras?- Le preguntó Ana. Sonia asintió:
-Mirarte a los ojos.
-Bien, pues no lo olvides.
Y Ana agarró los pezones de Sonia, por encima de su camiseta, y los retorció con todas sus fuerzas. Sonia hizo ademán de cerrar los ojos, pero una descarga de excitación recorrió todo su cuerpo, desde sus doloridos pezones a su encharcado coño, y mirando a los ojos a Ana se corrió como no se había corrido nunca, berreando como una becerra. Con la enorme polla de su novio aún empalmada que, ahora sí, tras poco más de un minuto follando, empezó a echar lefa en el coño de su novia. A Sonia le costó mantener los ojos abiertos durante el largo orgasmo que le abordó, pero consiguió obedecer la orden de Ana. Pero el resto de su cuerpo no la respondía. Sus piernas le fallaron, cayendo al suelo de rodillas, y su boca, medio abierta, no podía ni contener su saliva, dejando que varios hilillos de saliva se descolgasen de sus labios. Ana se arrodilló junto a ella. Sonia le miraba agradecida. Y se besaron. No fue un beso tierno. Fue un beso húmedo. Lascivo. Ana le preguntó algo al oído, y Sonia, por toda respuesta, asintió.
Ana se levantó, dejando a Sonia en el suelo, desnuda de cintura para abajo, con una camiseta ajustada que aún marcaba sus pezones como puntas de flechas. Ella seguía llevando su vestido. Nada debajo, pues su tanga estaba en la boca de Luis. Se acercó a este. Miró su polla, que se desinflaba por segundos. Era la segunda vez que se corría hoy y había durado no más de dos minutos. Qué desastre.
-Sonia me acaba de confirmar que es la primera vez en vuestra vida que se corre con tu polla dentro.- Ana le agarró la polla flácida. Pasó un dedo por su capullo, del que colgaba una gota de semen. La recogió, y le pasó el dedo por la punta de la nariz. Como cuando te manchas un dedo de nata y le tocas a alguien la nariz, en un gesto cariñoso. Solo que aquél gesto era sumamente humillante.- Quiero que sepas que también ha sido la última vez. No pienso consentir que te vuelvas a follar a tu novia en esta casa, y dudo mucho que lo consigas cuando volváis a vuestra vida.
Luego Ana vino hacia mí. Me abrazó, pegando mi durísima polla contra su vientre. Luego me miró a los ojos, con una sonrisa sensualmente maliciosa.
-¿Estás enfadado?- me preguntó.
Yo no lo estaba. Me había calentado hasta llevarme al límite, me había hecho creer que me iba a follar a su amiga y me había dejado con las ganas. Pero también había hecho a su amiga chupármela, y ahora había en casa dos mujeres de bandera sumamente cachondas y yo era el único capaz de darles polla durante más de unos minutos. A pesar de todo asentí. Los dos sabíamos que estábamos jugando, y para continuar el juego, sí, yo tenía que estar enfadado.
-Mmmm,- dijo Ana- bien, así me gusta. Mañana, cuando tengas la oportunidad de castigarme, recuerda que he sido una chica muy, muy mala.- Yo ya no podía estar más cachondo.- Pero tranquilo, no te voy a dejar así, le he prometido a mi puta que se iba a correr un montón de veces, y parece que aquí la única polla que va a estar operativa hoy es la tuya.- Volvió a mirar de reojo la polla flácida de Luis.- Y si consigo que esa se vuelva a empalmar… quiero probarla yo también.
¿Ana follándose a otro? No sé cómo iba a llevar eso… Ya sé, no es muy justo, ella iba a dejar que me follase a Sonia, pero es que a ella eso le ponía. Cuando éramos solteros y promiscuos, ella se liaba con tíos y con tías, y a veces conmigo y con otra tía. Le ponía mucho fantasear con follarnos a una tía los dos juntos, y varias veces hicimos esa fantasía realidad. Cuando yo le contaba mis polvos con otra, ella se imaginaba con los dos. Cuando ella me contaba sus polvos con otro, yo me imaginaba que era ese otro. No fantaseábamos con hacer un trío con otro tío. Primero, porque ella sabía que a mí no me gustaban los tíos, y Ana lo respetaba, y segundo, porque ella también prefería que nos acompañase una tía, que un tío.
Pero ahora, todo eso había quedado atrás. Para empezar, a diferencia de entonces, ahora éramos una pareja, y ya no nos liábamos con nadie más. Y entonces miré a Sonia, en el suelo casi desnuda, y pensé que habría que darle una vuelta a eso de «con nadie más». En cualquier caso, no estaba celoso de Luis. Por Dios, cómo iba a estarlo, si no era más que un consolador estropeado, que se quedaba sin batería a los 5 minutos, en el mejor de los casos. Pensé que lo mejor era ir viendo cómo se desarrollaban los acontecimientos. Después de todo, mañana tendría yo el poder, y ahora no había mucho que yo pudiese decir: tenía un tanga en la boca.
Ana pareció leerme la mente.
-No te preocupes, vas a desquitarte bien a base de follarte a esta putita,- dijo mirando a Sonia,- pero ahora no. No quiero que manches mi preciosa polla- dijo juntando más su vientre con el mío- con el semen de un perro.
Luego se puso de cuclillas ante mi polla, y empezó a comérmela. Llamó a Sonia, y la hizo tumbarse en el suelo, boca arriba, con la cara justo debajo de mi polla, junto a mis pies. Ana se puso de rodillas, con una rodilla a cada lado del cuerpo de Sonia, y siguió comiéndomela.
-Hazme un dedo, putita,- le dijo a Sonia,- yo también quiero correrme. Y mantén la boca abierta, hoy vas a tragar a base de bien.
Sonia metió las manos por debajo del vestido de Ana y empezó a masturbarla. Mi novia, mientras tanto, me hacía una mamada espectacular. A veces, a posta, permitía que sus babas cayeran desde su boca, sabiendo que Sonia estaba abajo con la boca abierta. Así, poco a poco, no solo su boca, sino también su cara, su pelo, y su pecho, su camiseta, se iban llenando de las babas de Ana. A veces se sacaba mi polla de la boca, miraba para abajo, y la escupía directamente en su boca. Sonia tragaba sin parar, sin dejar de masturbar a su amiga. Se había vuelto una adicta a las perversiones de Ana. Yo estaba a tope. No iba a aguantar mucho más. Ana parecía que tampoco.
-¡Joderrrrr! Qué dedo me está haciendo esta puta,- me decía mirando para arriba- qué manitas tiene.- Y volvía a chupar mi polla, pajeándola a la vez, para volverme a decir:- ¡vamos, dame tu lefa! Córrete antes que yo y te prometo que dejaré en paz su culito para que mañana se lo estrenes tú.
Y me corrí. Empecé a echar semen como un loco en la boca de Ana, que dejaba caer a su vez sobre la de su amiga. Escupió hasta la última gota en la boca de Sonia, y la ordenó que se lo tragase. Esta lo hizo con deleite, relamiéndose y acelerando sus dedos en el coño de mi novia. Y cuando Ana volvió a meter mi polla en su boca para dejármela reluciente, se corrió. Fue un orgasmo intenso. Ahogó sus gritos con mi polla, que seguía en su boca, hasta que se dejó caer sobre Sonia, quien, con la cara llena de semen y saliva, no podía ser más feliz por haber hecho disfrutar a su amiga.
-Ahora sí que te has ganado un buen polvo.- Le dijo Ana a Sonia.- Ayúdame a desatar a estos dos, aquí ya pega demasiado el sol. Vamos a ducharnos y en cuanto Otto se haya recuperado sabrás lo que es que te follen a la vez un tío y una tía.
Continuará…