Las vacaciones de la amiga de mi novia. Parte 3.

Un pervertido juego de beber, retar, y pagar prendas… «Pero, solo por un momento, el juego se convirtió en a ver quién es más zorra, un juego al que me habría encantado jugar toda la noche. Y un juego al que Ana no solía perder.»

Tras volver del río, cenamos en el patio, como el día anterior. Y nos quedamos allí al terminar, tras recoger todo, también como el día anterior, apurando la botella de vino que nos habíamos bebido en la cena.

-¿Abro otra?- pregunté,- ¿o preferís cerveza?

-Estaba bueno, yo prefiero seguir con vino.

Entré por la puerta del garaje que daba al patio interior, y de ahí a la despensa. Estuve buscando otra botella como la de la cena, pero no teníamos más. Siempre solíamos tener una caja de 12 botellas de un vino más barato para el tinto de verano. Así que cogí una jarra grande, unos hielos, una botella de refresco de limón y dos botellas de vino. Eché los hielos en la jarra, un poco de limón, y las dos botellas enteras. Tuve la certeza de que tendría que volver a recargar. Cuando salí, Sonia estaba en la tumbona en la que la vi la noche anterior. Eso me provocó un cosquilleo en mi bajo vientre bastante agradable. Ana se había sentado en el suelo, en frente de Sonia, y Luis seguía en la silla, aunque al menos se había acercado donde estaban las chicas. Yo cogí unos vasos y los llené de tinto de verano. Los repartí, y me senté en otra tumbona en frente de Luis, haciendo un corro. Dejé la jarra a mi lado y bebí.

-¿Queréis jugar a algún juego de beber?- preguntó de repente Ana.

-Vale, ¿conocéis alguno?- dijo Sonia.

-Pues no sé, cogemos una baraja y la carta más baja bebe.

-Un poco soso, pero vale. Al fin y al cabo, para beber…

A todos nos pareció bien. Luis no dijo nada, pero ya habíamos asumido que Sonia tomaba las decisiones por los dos. Fui a por una baraja y repartí una carta a cada uno.

-Reparto la primera, pero luego el que pierda bebe y reparte la siguiente.

Enseñamos las cartas. Y primer conflicto. Yo tenía un cinco, Luis un tres, Ana un caballo y Sonia un as.

-Luis, bebe.- Dijo Sonia.

Luis iba a beber, evidentemente, sin rechistar. Pero Ana le detuvo.

-¿Cómo que Luis? ¡Bebes tú!

-¿Yo? Pero si tengo un as.

-Pues por eso, tienes un uno, es más bajo que el tres…

-Pero el as es lo que más vale.

-Sí, en el póker, pero esto no es Las Vegas, bonita…

Era una discusión inocente. Se palpaba el buen rollo, pero las gatas habían sacado las uñas y eso a mí me encantaba.

-Pues votamos.- Dijo Sonia.

-Sí hombre, como tú tienes dos votos…- dijo Ana sin pensarlo, haciendo referencia a que Luis llevaba todas las vacaciones haciendo lo que Sonia le decía, como un corderito.

Hubo un momento de silencio incómodo, yo intenté reconducir las cosas.

-Venga, esta no vale, pero vamos a establecer un criterio. Los ases son unos, que sean lo más bajo. Y para que no nos vuelva a pasar, en caso de empate los palos siguen este orden: oros, copas, espadas y bastos. Un dos de espadas es más bajo que un dos de copas. ¿Os parece?

Todos estuvieron de acuerdo y volví a repartir. Una sota para Ana, seis para Luis, rey para Sonia y cuatro para mí. No había duda, bebía yo.

-Yo tengo la más alta, ¿qué gano?- dijo Sonia.

-Pues que no bebes.

-Pero si la más baja tiene castigo la más alta tendrá que tener premio…

-Eso me gusta,- dijo Ana- la carta más alta le pone un reto a la más baja, y solo si no lo cumple bebe.

-O que beba de todos modos, y si no cumple el reto que pague prenda.- Dijo Sonia mirando desafiante a Ana.

Se nos va a ir de las manos, pensé yo. Pero luego me dio por pensar en las monedas de cambio que teníamos cada uno. Ana se había cambiado al volver del río. Sabía que llevaba unas braguitas y un sujetador debajo de su pantalón corto y su camiseta de tirantes. Sonia estaba en peores condiciones, también se había cambiado, pero se había puesto otro bikini y solo un pareo por encima. Luis tenía unos pantalones cortos vaqueros y un polo, y supuse que también un calzoncillo. Yo era el que quedaba peor parado. Después de ducharme al llegar a casa, me puse otras bermudas, sin ropa interior, y una camiseta.

-No os paséis.- Dijo Luis, abriendo la boca por primera vez sin que nadie le preguntara nada. Era evidente que no estaba de acuerdo con ese juego.

-Ya está el muermo. Pues si no quieres jugar, no juegues.- Le respondió su novia.

-¡Sí, hombre!- se quejó Ana.- Yo quiero que juegue.

Lo dijo sin pensar, pero era evidente que quería saber qué era aquello que escondía ahí Luis desde que le vio empalmado en el río. Yo la lancé una mirada, medio divertida y medio de reproche. Y por un segundo Ana se avergonzó de lo que acababa de decir.

-Claro que va a jugar,- dijo Sonia. Y dirigiéndose a él- no seas aguafiestas, majete, que estamos de vacaciones y hemos venido a divertirnos.

-Bueno, vamos a establecer más reglas,- volví a ejercer de juez- la carta más baja bebe, además, la carta más alta le pone un reto, y si no lo cumple, puede elegir, o paga prenda, o tiene que confesar alguna intimidad, así si alguien no quiere desnudarse, no estará obligado a hacerlo.

-Pero no vale contar cualquier chorrada, tiene que ser algo… jugoso.- Apuntilló Sonia.- Que el ganador le haga la pregunta.

-¿Y cómo sabremos que no miente?- preguntó Ana.

-A ver, no estamos juzgando a nadie, si quiere mentir, que mienta. Será menos divertido, pero qué le vamos a hacer.- Dije yo.

-Yo no pienso mentir.- Aseguró Sonia.

-Ni yo.- Se sumó Ana.

-Yo no tengo nada que esconder.- Dije yo.- Luis, ¿estás de acuerdo con las reglas?

-Me parece bien lo de contar algo para no pagar prenda, pero no es solo que no quiera desnudarme yo, tampoco quiero que veáis desnuda a Sonia.

-Oye tío,- le dije yo- aquí todos somos mayorcitos para tomar nuestras propias decisiones, y todos nos estamos jugando lo mismo.

-Ni caso,- cortó Sonia- solo faltaba que este me dijese lo que puedo y lo que no puedo hacer. De todos modos no te preocupes, cariño, para pagar prenda tengo que echarme atrás en el reto, y ya te advierto que no pienso decir que no a muchas cosas…

Vi cómo Ana se relamía con esa declaración de intenciones de Sonia.

-Vale, acepto,- dijo Luis- pero esto es solo un juego, ¿no?, no va a acabar convertido en una orgía… En cuanto uno se quede desnudo, lo dejamos.

Sonia iba a volver a la carga contra la mojigatería de su novio, pero entonces Ana dijo algo que la convenció para dejarlo estar:

-Para ser solo la segunda noche, a mí me parece bien…

Luis quería decir que quedarnos en bolas en aquel juego era lo más lejos que estaba dispuesto a llegar, y luego otra vez todos amiguitos recatados, pero de repente Ana abrió la puerta a que lo que quedaban de vacaciones se convirtiesen en las más excitantes de mi vida.

Volví a repartir yo, pues había tenido que beber en la única partida que habíamos jugado hasta ahora, pero antes de terminar de repartir, Ana añadió una última norma:

-Y por si hay algún tramposo que estaba pensando en ello, el calzado no cuenta como prenda. Solo la ropa.

Luis y yo llevábamos unas chancletas. Las chicas iban descalzas. Haciendo gala de mi honradez, me las quité, y Luis hizo lo mismo.

Enseñamos las cartas. Ana tenía la más baja, y yo la más alta. Me miró, sonrió, y bebió.

-Rétame, pero no empieces muy fuerte. Tú y yo estamos en primera y estos son de regional. No les asustes…

Vi que Sonia se sentía herida en su orgullo, pero no dijo nada, porque había visto en el río que Ana tenía razón.

-Te reto…- lo pensé un segundo- a que te des un buen remojón con la manguera.

Una piscina, aunque fuera pequeña, siempre había sido nuestra espinita clavada en nuestra casa de ensueño, pero el grifo y la manguera que teníamos en el patio de atrás nos había salvado de más de un sofocón… y provocado otros cuantos.

Ana sonrió, se levantó, y se enchufó la manguera por todo su cuerpo. Se movía simulando un baile sensual, mientras nos salpicaba provocativa. Su camiseta blanca transparentaba un sujetador azul celeste que le hacía unas tetas preciosas. Su pantaloncito empapado dejaba ver la puntilla de unas bragas a juego con el sujetador, y tras apagar el grifo, solo escurrió su pelo, en un movimiento tan sensual que si no tuviésemos invitados en ese momento ya estaría follándome a mi novia. Se volvió a sentar en el suelo, empapándolo. La acerqué una toalla para que se secara las manos, pues la tocaba repartir, y al coger la toalla de una de las sillas, vi que Luis ya estaba empalmado. Intentaba disimular, pero «eso» era imposible de disimular.

-Parece que no te molesta tanto cuando es la novia de otro la que se exhibe, Luis…

Y otra vez se tornó su cara en un rojo tan intenso que pensé que le iba a salir humo por las orejas.

-Disfruta, cariño,- dijo Sonia- que yo también voy a disfrutar cuando tenga ocasión.- Añadió mientras me miraba de arriba abajo.

Ana repartió, y yo volví a sacar la carta más alta. Esta vez fue Luis el perdedor. Bebió un trago y me miró como un cordero de camino al matadero.

-Mira qué reto tan fácil te voy a poner, Luis, te reto a que te pongas de pie y pongas tus brazos atrás.

En cualquier otro momento habría sido un reto bastante absurdo, pero el empalme y la herramienta que tenía Luis, calentaría a las chicas, si es que se decidía a hacerlo… Luis se lo estaba pensando demasiado.

-Si no quieres hacerlo, más te vale que pagues prenda, porque la confesión que te voy a hacer decir te va a poner en un aprieto mucho mayor, y si mientes, Sonia lo sabrá.- Era un farol, no tenía pensado nada, pero quería animarle a que aceptara el reto, para que no se echase atrás en todos, desde el principio.

Luis estaba haciendo tiempo para que se le bajara la hinchazón, y ponerse de pie como si nada, pero justo cuando se estaba levantando, Ana hizo una de las suyas.

-Joder, estoy empapada.- Dijo, y se estiró la camiseta para escurrirla, dejándonos ver su sujetador conteniendo sus turgentes tetas.

Hizo efecto inmediato. A Luis, que ya estaba de pie, se le empezó a empalmar la polla, formando un bulto enorme hacia un lado en su pantalón vaquero. No me imaginaba lo que le tenía que estar doliendo aquella presión. Si yo fuera él me habría desabrochado el vaquero. Pero al menos a él el pantalón se la sujetaba. Yo la tenía libre en mis bermudas, y a mí también me la había puesto dura el espectáculo de Ana. Fue entonces cuando me di cuenta de que Sonia, que ya tenía muy vista la polla de Luis, no apartaba los ojos de la mía.

Siguiente jugada, volvió a perder Ana, que dio un trago a su vaso, y ganó Sonia.

-¿Puedo involucrar a terceras personas en los retos?- preguntó.

-Si las terceras personas quieren, sí, pero no puedes obligarlas, se pueden negar.- Fue Ana la que contestó. Yo creo que lo hizo para salvar al pobre Luis de alguna perrería que quisiera hacerle su novia. Pero Sonia no iba por ahí.

-Vale, te reto a que le hagas una paja a Otto, delante de nosotros.

Yo miré a Ana, como preguntándole si quería que me negase, pero no hizo falta.

-Demasiado pronto, no quiero que se la veas aún,- dijo sacándole la lengua- prefiero lo de la confesión.

Ana estaba jugando con ella. Y estaba jugando muy bien. Yo sabía que no le habría costado nada hacerme una paja allí mismo, no después de todo lo que habíamos vivido, pero quería controlar la situación, y subir la temperatura para calentar a nuestros invitados paulatinamente, hasta hacerles estallar.

-Vale,- dijo Sonia- ¿alguna vez has follado en el río en el que hemos estado hoy?

Sonia quería saber con certeza lo que intuía que había pasado en el río, y si Ana le contestaba que sí, sabría que había sido hoy, pues ya le había confesado que nunca antes lo había hecho. Ana sonrió, y respondió.

-Qué zorra. Sí, lo he hecho una vez. ¿Y tú te has masturbado en ese río?- Intentó devolverle la pelota, pero Sonia no se iba a dejar ganar.

-Lo siento, no te toca preguntar.

Siguiente ronda, pierde Sonia, gana Luis. Este era el momento que más temía. ¿Qué iba a mandarle hacer ese pánfilo a Sonia? Si jamás en su vida había osado darle una orden.

-Pues… no sé.- Empezó a decir Luis.- Te reto a que hagas diez flexiones.

-Mmmm, que excitante, tú sí que sabes jugar.- Dijo Sonia sarcástica.- Demasiado fuerte para mí, cariño, prefiero pagar prenda…

Sonia se bebió su vaso de un trago, se levantó, yo daba por hecho que se iba a quitar el pareo, pero entonces metió sus manos por debajo de este y se bajó la braguita del bikini, dejándola en el suelo. A mí casi me da un ataque al corazón. Miré a Ana, que veía con la boca abierta como Sonia volvía a sentarse en la tumbona, con las piernas estiradas y cruzadas. Sonia miró a Ana, descruzó las piernas, las separó un poco, y volvió a cruzarlas. Toma «instinto básico» que se había tragado mi novia.

El vaso de Sonia estaba vacío y el resto casi vacíos, así que me levanté y los rellené todos. Yo también llevaba ya una buena erección, y encima con las bermudas y sin ropa interior eso no había quién lo disimulase. Yo no era como Luis, no me daba vergüenza que me vieran empalmado, pero claro… yo no era como Luis… no tenía un monstruo ahí metido. No me quejo, estoy bastante contento con lo que la naturaleza me ha dado, aunque fue más generosa con el grosor que con la longitud. Una cosa decente, y más que suficiente, en cualquier caso.

-Parece que te está gustando bastante el juego.- Me dijo Sonia con cierta picardía.

Yo señalé su braga del bikini que estaba en el suelo, con una evidente mancha de humedad.

-No soy el único, creo.

Sonia repartió la siguiente ronda. Ganó ella y perdí yo. Me bebí medio vaso, y volví a rellenarlo para acabar la jarra.

-Venga, rétame, y voy a rellenar.

-Parecías muy atento a mi braguita del bikini…- uf, qué estará tramando, pensé.

Sonia la recogió del suelo.

-No me vale, no está tan húmeda como creía.- Dijo un poco decepcionada.

Entonces la metió bajo su pareo y la pasó por su coño, recogiendo todo su néctar.

-Ahora sí, te reto a que lo chupes.- Y me tiró la braguita sonriendo.- Bon appetit.

Sonia había dado un paso más. El vino había ido haciendo efecto, pero estábamos subiendo el nivel. Por mí que no quede, pensé. Recogí la braga y mirando a los ojos de su dueña pasé mi lengua lentamente recogiendo todos sus flujos, recreándome, hasta tenerlos todos en mi boca. Cogí la jarra, y de camino a la despensa, me agaché junto a Ana, y la di un morreo lento, profundo, dejando que toda la esencia del coño de Sonia pasase a su lengua, para que la degustara ella también.

Tuvieron que esperar a que saliera con la jarra llena de nuevo para poder seguir, me tocaba repartir. Previsor, me subí un cuenco con tres o cuatro hielos. ¿Para el vino? No, para el vino no…

-Por si son de utilidad en algún reto.- Dije dejando los hielos en el centro del corro.

En el siguiente turno volví a perder. Ganó Luis. La que me espera, pensé. Volví a beber. Luis pensaba sin saber por dónde salir.

-Rétale a que se meta los hielos que ha traído por los pantalones, por pasarse de listo, y así se le baja la hinchazón.- Le recomendó Ana. Yo la miré, como preguntándole, ¿pero tú en qué equipo estás?

-Venga, sí, te reto a que hagas eso.- Luis acatando las órdenes de cualquiera, qué raro.

-Paso,- dije- prefiero confesión, pero a ti,- me dirigí a Ana- esta te la guardo.

Luis lo pensó un segundo.

-¿Alguna vez le has sido infiel a Ana?- Creo que Luis quería saber si estaba dispuesto a tirarme a su novia.

-No, desde que salimos solo he estado con ella. Pero antes de empezar a salir Ana y yo follamos muchas veces, y entonces sí lo hacíamos también con otras personas.- Quería que Luis supiera que si su novia quería caer en nuestras redes, iba a caer en nuestras redes.- Incluso con alguna los dos juntos…

-¡Eh, listillo!- saltó Ana- demasiada información. No te ha preguntado eso.

-Qué interesante…- comentó Sonia.

En la siguiente ronda perdió Luis, y ganó Sonia.

-Te reto a que cojas un hielo con la boca y se lo pases a Ana por el cuello, bajes por su escote y lo dejes entre sus tetas.- Sonia quería que su novio entrase en el juego. Quería ponerle caliente para que ella pudiese traspasar los límites sin sentirse culpable.

-Pero eso involucra a una tercera persona,- dijo Luis- ella se puede negar.

-No me niego.- Dijo Ana, que estaba disfrutando con el juego, y ya estaba lo bastante cachonda como para liberar a la zorra que guardaba dentro.

Luis lo pensó un poco, pero acabó diciendo que no, que pagaba prenda. Iba a quitarse la camiseta, cuando Ana le dijo:

-¿No prefieres quitarte los pantalones? Te tiene que estar doliendo ahí apretada…

Y ahí estaba, la zorra de Ana. Se moría de ganas de verle la polla a Luis, y no la culpo. Por un lado, eso debía ser digno de verse, y por otro, yo también me moría por ver a Sonia desnuda.

Luis se lo pensó un poco. Miró a Sonia, como diciendo, ¿qué hago?

-Venga, quítatelos, que vea por fin una polla de verdad.- Le dijo Sonia sin poder aguantar la risa.

Eso me dolió. Sabía que lo decía para provocarme, pero me dolió. Otra a la que hacérselo pagar, pensé. Luis, que aún no había bebido por perder la ronda, cogió su vaso y lo vació de un trago, como para darse valor, y se quitó los pantalones. Llevaba un calzoncillo gris, tipo bóxer, que hacía lo que podía para contener a aquel monstruo dentro. A Ana se le salían los ojos de las órbitas.

-Joder, ¿no te hace daño?- le preguntó a su amiga.

-Menos del que me gustaría…

¿Qué? ¿Qué significaba eso? ¿A Sonia le gustaba el sexo duro? Mal novio se había echado para eso, pensé… Tenía que averiguar más sobre este tema.

En la siguiente ronda ganó Ana, por fin. Era la única que aún no había ganado. Y perdió Sonia. Bebió un trago de su vaso, y miró desafiante a Ana.

-Estás muy subidita,- dijo Ana- a ver si eres tan lanzada como parece, o es solo de boquilla… Mmmm tengo una idea, esperad un segundo.

Y Ana entró en la casa. Nos quedamos expectantes, yo conocía muy bien a Ana y estaba seguro de que esto ya no era un juego inocente para ella. La zorra que lleva dentro había salido y ya iba a por todas. Volvió al patio con las manos a la espalda, escondiendo algo.

-Espero que no aceptes el reto, porque quiero saber una cosa de ti que quiero que me confieses. Aunque bien pensado, si aceptas el reto mi duda estará resuelta…- Ana sonrió. Sacó de su espalda un consolador, uno que nosotros solíamos usar para jugar en su culito, y supe nada más verlo que lo que Ana quería preguntarle a Sonia es si su maravilloso culo era virgen.- Te reto a que te lo metas en tu culito…

A Sonia se le borró la sonrisa de su cara.

-Qué zorra.- Le dijo- Pues te vas a quedar con las ganas de saberlo. Pago prenda.

Y acto seguido se llevó las manos a la espalda y se desabrochó el sujetador. A mí se me caía la baba. A Ana, pese a su chasco, también. Y Luis no sabía dónde meterse. No le estaba gustando nada que su novia estuviera en tetas delante de nosotros, pero sabía que si se quejaba iba a ser peor. Sonia estaba dispuesta a ir a por todas. Se quedó de pie, enseñando sus empitonados pezones. Sus tetas eran bonitas, aunque pequeñas. Unos pezones grandes, que contrastaban con las areolas pequeñitas, morenas, muy morenas. Eran unas tetas dignas de ser amasadas, chupadas, mordisqueadas, aunque, tengo que reconocerlo, no eran rival para las tetas de Ana. Vuelvo a repetir, el punto fuerte de Sonia era su culo. Haberla visto con ese consolador dentro habría sido apoteósico.

-Cuidado,- le dijo Ana- solo te queda el pareo y queda mucha noche. Según las normas, en cuanto lo pierdas, se acabó el juego. A ver si la aguafiestas vas a ser tú…

-Es cierto, a ti te queda mucha ropa. Claro que eres la que más ropa tenía al principio, supongo que no todas somos igual de valientes…

Era una burda provocación. Ana lo sabía. Sonia sabía que Ana lo sabía. Pero, solo por un momento, el juego se convirtió en a ver quién es más zorra, un juego al que me habría encantado jugar toda la noche. Y un juego al que Ana no solía perder. A estas alturas cualquier excusa le valía para llevar la situación un poco más lejos. Se desabrochó el pantalón, y se lo quitó. Unas braguitas azul celeste de encaje, casi casi transparentes, hicieron su aparición. Dejaban entrever el pequeño triangulito de vello perfectamente recortado que Ana llevaba en su monte de venus, y una mancha de humedad ya evidente en la parte de su coño.

-¿Mejor?- dijo Ana.

-MUCHO mejor.- Respondió su amiga.

En la siguiente ronda gané yo, y perdió Ana. Bebió un buen trago de su vaso. Le dije:

-A ver, ¿cómo me puedo vengar de la de «mándale meterse los hielos por los pantalones»?, y de su compinche…- miré a Luis.- Bueno, los he traído para algo, ¿no? Te reto a que te metas dos hielos en el sujetador, uno junto a cada pezón, y frotes tu pecho con el de Luis hasta que se le pongan los pezones tan duros como a esta.- Y señalé los pezones de Sonia.

Ana sabía que no había sido, ni mucho menos, todo lo malo que se merecía que fuese, pero le pareció divertido jugar con Luis. Cogió un hielo, se lo metió primero en la boca, mirándome, con cara de zorra, se separó el escote de la camiseta, una copa del sujetador, y lo escupió ahí, colocando el sujetador encima. Repitió la operación con la otra teta, y se dirigió a donde estaba Luis sentado. Se sentó a horcajadas sobre él. Vi que Sonia no se perdía detalle. Cuando oí a Ana gemir, supe que su coño estaba en contacto con el pollón de Luis. Que disfrute, pensé, pienso cobrármelas todas juntas. Empezó a mover su pecho sobre el pecho de Luis. No pasó más de un minuto.

Cuando se levantó, Luis tenía dos grandes manchas de agua en su camiseta, a la altura de sus pezones, que se marcaban ligeramente, y… una mancha oscura en su calzoncillo gris, justo en la punta de su polla, que se desinflaba por segundos. Se había corrido.

-Joder,- dijo Sonia al darse cuenta- es que no tienes remedio…

-No te preocupes, Luis,- dijo Ana- yo me siento alagada.

-Ya, me gustaría oírte si te lo hiciera cada día, dejándote a medias…

Luis se puso rojo, otra vez, y se fue a levantar para irse.

-Ni te muevas,- le dijo su novia- hasta que alguno se quede desnudo seguimos jugando todos. Es tu regla. Además, a esto podías haberte negado, que tú no habías perdido, pero parece que cuando interviene Ana sí te gusta el juego…

Era verdad. Un punto de celos emergió en mi interior. Nada preocupante, yo no podía quejarme… Ana se dirigió a mí antes de sentarse en su sitio. Se sentó sobre mí como había estado antes sobre Luis, y se sacó las tetas ante mi cara. Lo que quedaba de los hielos se cayó al suelo, y yo me lancé a comerle los pezones. Entonces me dijo al oído:

-Gracias por hacer que me frote contra esa polla, no sé cómo lo voy a hacer aún, pero no pienso parar hasta que nos follemos juntos a Sonia estas vacaciones.- Se me puso más dura si cabe.

-¡Eh, eh!- nos llamó la atención Sonia.- Eso no vale, respetad las reglas del juego, ¡a tú sitio!

Ana se volvió a guardar las tetas y se fue a sentarse.

-¡Envidiosa!- le dijo antes de irse.

Repartió Ana una nueva ronda. Ganó Sonia y perdió Luis. Yo iba rellenando los vasos a medida que se vaciaban. Sonia miró a su novio y sonrió con malicia. Creo que, por un lado, el alcohol se le había subido ya bastante a la cabeza, y por otro, Sonia ya estaba desatada. No solo había perdido la vergüenza, sino que le daba igual la vergüenza que pasara su novio.

-A ver si te niegas ahora como cada vez que te lo pido, mariquita.- Le soltó a su novio sin compasión ninguna.- ¡Retuérceme los pezones! Y muérdemelos, ¡joder!, hasta que me los arranques.

Cada vez tenía más claro que Sonia tenía una sumisa encerrada dentro, y su novio no solo no sabía complacerla, sino que la había obligado a ejercer a ella de dominante.

Luis, si hubiese tenido sangre en las venas, se habría enfadado con su novia. Pero ni por esas. Si yo hubiese estado en su piel, la habría arrancado los pezones de un mordisco y le habría metido la polla en la boca para enseñarla que a mí no se me habla así. Luis, todo lo que hizo fue decir que prefería pagar prenda, y se quitó la camiseta.

Él no estaba enfadado, pero si harto del juego. Puede ser que en realidad no quisiese retorcer los pezones de su novia, pero yo vi venir su jugada. No pagó prenda para librarse del reto, o no solo por eso, sino para acabar desnudo cuanto antes y dejar de jugar. Y ya solo le quedaban los calzoncillos. Lo tuve claro: la próxima ronda que perdiera Luis, se acabó lo que se daba.

-Cobarde.- Fue lo único que le dijo Sonia.

Luis no dijo nada, y repartió la siguiente mano. Todos menos yo volvieron sus cartas. Ana un caballo, Luis un cuatro y Sonia un tres. De momento Sonia perdía. Era mi oportunidad. No tendría muchas más y quería tener a Sonia a mi merced para descubrir de una vez por todas qué clase de mujer teníamos ante nosotros. Necesitaba un rey. Volví mi carta. Era un caballo. Era el caballo de oros. Más alto que el caballo de espadas de Ana. Había ganado. Sonia bebió. Yo decidí ir de cara.

-Quiero que me confieses algo. ¿A qué tengo que retarte para que pases y elijas confesión?

-Mándale meterse esto por el culo.- Dijo Ana cogiendo el consolador que trajo, que aún andaba por allí.- A mí me funcionó.

-No,- le dije- cuando yo la mande meterse algo por el culo no voy a permitir un no por respuesta.

Había echado mi órdago. Vi como Sonia frotaba sus muslos, uno contra el otro, nerviosa. Eso le había gustado. Buena señal.

-Venga, pregunta lo que quieras.- Me dijo.

-¿Hasta qué punto eres una sumisa reprimida?

No sabía si Luis iba a levantarse y darme una hostia (poco probable) o largarse de allí. Del patio, de nuestra casa, y del país. Pero no hizo nada. Se quedó allí callado. Qué sorpresa.

-A ver,- dijo Sonia- no sé si es sumisa la palabra. Me pone mucho pensar en que venga alguien y me dé mucha caña. Que me someta. Que me haga hacer lo que él, o ella- miró fugazmente a Ana- quiera y sea un poco brusco. Estar en sus manos. No sé hasta qué punto, a lo mejor luego lo pruebo y al primer azote me echo atrás…

-¿Cómo al primer azote?- preguntó Ana- ¿ni un buen azote te ha dado nunca?

-¿Este?- dijo señalando a Luis- ¡qué va! Y mira que le provoco, pero no hay manera, chica. Creo que él sí es un sumiso de manual…

Nada. Ni una palabra. Luis seguía mirando al suelo. Sonia cogió las cartas y repartió. Volvió a perder ella. Esta vez ganó Ana.

-Bueno, tú tranquila, ya solucionaremos tu problema.- Le dijo con una sonrisa.- Pero ahora… yo he hecho que tu novio se corra. Te reto a que le devuelvas el favor al mío.

-¿Cómo lo hago?

-Como tú quieras.

Sonia se levantó.

-¡Eh! ¡Espera!- Luis reaccionó. Bueno, al menos estaba vivo. Es un alivio.- No puedes hacerlo, aún tiene las bermudas, y no le toca pagar prenda…

-Tiene razón,- dijo Ana- tienes que hacerlo sin quitarle las bermudas. Como hice yo con Luis.

Sonia vino y se sentó sobre mí, de frente. Con sus tetas al aire y su pareo atado a la cintura. Al abrir las piernas para ponerse sobre mí se abrió lo suficiente para ver, por fin, su coño. Completamente depilado. Brillante, por la humedad que de él manaba. Yo no podía estar más empalmado. Desde aquel momento la palabra contención adquirió un nuevo nivel en mi vocabulario, al no saltar inmediatamente a comerme ese coño. Sus labios se abrían ligeramente al paso de mi polla. Los jugos de su interior empapaban la tela que me cubría, y luego lo arrastraba hasta sentir toda mi dureza contra su clítoris. Solo dejaba de mirar cómo lo frotaba con mi polla para mirar sus tetas, y solo dejaba de mirar sus tetas para mirar a Ana, que no se perdía detalle, disfrutando del espectáculo con su coño, estaba seguro, tan encharcado como el de Sonia.

Cuando pensaba que las cosas no podían ir mejor para mí, Sonia se dio la vuelta y puso su culo sobre mi polla. Su culo. EL culo. Se levantó el pareo y lo vi en todo su esplendor. Redondo, terso, perfecto. Mi polla, encerrada en un bañador que jamás llegué a pensar que pudiese estorbar tanto, se acomodaba como podía entre sus dos majestuosos glúteos, que se separaban ligeramente a su paso dejándome ver, en ocasiones, el perfecto y rosado agujero virgen (estaba seguro) que completaba el mejor culo al que haya tenido acceso.

-Ya estás completamente desnuda,- dijo Luis- el juego se ha acabado.

-Ni hablar,- respondió su novia entre jadeos que martilleaban mi cabeza- tengo el pareo puesto.- Dijo mientras se lo enrollaba en la cintura.

Aquello era el paraíso. Pero si bien yo no tenía el pollón de Luis, mi aguante sí era bastante envidiable. Sobre todo si se me estimulaba con un simple refregón. El mejor de mi vida, quizá, pero un refregón al fin y al cabo.

-Esto puede ir para largo.- Le dije a Sonia.

-No tengas prisa.- Dijo, y cogió las cartas y empezó a repartir la siguiente ronda, sin dejar de frotar su culo contra mi polla.

«Que no pierda Luis», es lo único que pensaba yo «o se acabará el juego y me quedaré con las ganas…». Y tanto lo deseé, que Luis sacó la carta más alta, y yo la más baja. A ver por dónde sale…

-Deja de hacerle lo que le estás haciendo a mi novia y házselo a la tuya.

Bien jugado, Luis, pensé.

-Ni hablar,- dijo Ana- como tercera persona me niego a intervenir. Quiero seguir viendo el espectáculo.- Y metiendo su mano dentro de las bragas, empezó a hacerse un dedo.

-¡No te niegues!- dijo Sonia. Y soltó la bomba:- ¡que pague prenda!

Si Ana no se negaba yo tenía que cumplir el reto de Luis… o pagar prenda, y podría quitarme el bañador que tanto me molestaba en esos momentos. Miré a Ana, como preguntándole qué le parecía a ella.

-Venga,- me dijo- enséñasela. No es tan grande como la de Luis, pero es ella la que va a saber hoy lo que es una polla de verdad.

Lo dijo haciendo referencia al ataque que Sonia lanzó contra mí minutos antes. Amé a Ana más que nunca. Sonia se levantó de encima de mí. Yo me quité las bermudas, bebí el trago que me correspondía como perdedor, y volví a sentarme. Creo que Luis iba a protestar, no sé muy bien con qué argumento, pero cuando Ana cogió el consolador que había traído, apartó su braguita a un lado y se lo metió gimiendo como un animal en celo, Luis enmudeció. Enmudeció, y se olvidó de su novia y de mí. Se quedó babeando viendo cómo mi novia se masturbaba. Sonia miró mi polla. Por fin la veía. Llevaba toda la noche imaginándola. Quiero creer que pensó «no está nada mal», pero claro, estando acostumbrada a lo que estaba acostumbrada… en fin, yo ya había hecho valer mis puntos fuertes: mi aguante, y mi pervertida mente. Aunque de esto último, aún le quedaba mucho por ver. Se puso de rodillas a mi lado, de frente a Ana, y empezó a pajearme mirando cómo su amiga se metía el consolador en el coño. Aún le costó un rato hacer que me corriese, pero la situación me sobrepasaba, y cuando Ana empezó a aullar y a correrse soltando fluidos por su coño, yo me vine como hacía mucho que no lo hacía. Disparé mi lefa contra las tetas de Sonia y su barbilla, cayendo los últimos chorros sobre mi pecho y mi vientre.

Sonia no dejaba de mirar a Ana. Se levantó, cogió su vaso, y se acercó a ella. Sacó el consolador del coño de su amiga, rebosante de fluidos, y lo usó para remover el tinto de verano de su propio vaso. Luego recogió con su dedo el semen que tenía en la barbilla, y metió su dedo en el vaso de mi novia, removiendo también su bebida. Ambas bebieron mirándose a los ojos. Sonia me sorprendía, pero en el fondo era normal, era la única que aún no se había corrido y por tanto la que más cachonda estaba en esos momentos. Luego miró a Luis, a su paquete. Se le había vuelto a poner dura. Otra vez el elástico de su calzoncillo desafiaba las leyes de la física.

-Has conseguido lo que nunca antes había conseguido yo.- Le dijo Sonia a Ana.- Has hecho que se le ponga dura dos veces en una sola noche…- Y luego miró a su novio.- Eres un cerdo. No me molesta que Ana te ponga cachondo. A mí también me pone. No sabes lo que disfrutaría de que nos ponga a los dos. Pero eres incapaz de ponerte cachondo conmigo. Nunca jamás he conseguido que te empalmes después de correrte. Y mira que lo he intentado. Ni siquiera vales para ser la clase de cerdo que me gustaría que fueses.

Fueron palabras muy duras, pero yo entendía a Sonia. Soy un pervertido. Me encanta el morbo, y hay muy pocas tías, estén buenas o no, que con la predisposición adecuada no me pongan caliente (el órgano sexual más importante es el cerebro). Pero ninguna, en el mundo, ni todas las demás mujeres juntas, me ponen tanto como Ana. Por eso acabamos juntos. ¿Solo porque te pone? Me preguntaréis. No, no es por eso. Es porque me entiende como nadie, porque es mi mejor amiga y porque siempre estamos en sintonía. Y por eso me pone tanto. Me pone porque la quiero, y no al revés. No lo sé explicar de otra forma.

Perdón por cortar el clímax. Sigo. Sonia volvió a su sitio, y yo no sé de donde saqué las fuerzas, pero volví a repartir. El momento que no quería que llegase, llegó. Luis sacó la carta más baja. Ana la más alta. Esperaba que el reto de Ana fuese lo suficientemente estimulante para Luis como para continuar con el juego. Habría aceptado de buen grado que incluso le mandase hacerle algo a ella. Al fin y al cabo, se lo había ganado. Pero creo que Ana no vio venir las intenciones de Luis.

-Bueno, Luis,- empezó diciendo- yo he hecho que te corras, y he hecho que tu novia haga correrse a mi novio. Parece que soy la repartidora oficial de placer en esta casa. Y ya solo falta Sonia por correrse. Te reto a que le comas el coño hasta que se arrepienta de lo que te acaba de decir…

No entendía a Luis. Parecía que las palabras de Sonia le habían resbalado por completo. A saber qué estaría acostumbrado a soportar… Con la cabeza agachada, alternaba miradas a su novia de sumisión, y miradas furtivas a la mía. A sus braguitas transparentes y a su escote de infarto que mantenían a su polla en constante erección. Pero entonces, fiel a su plan, dijo que ya estaba bien, que todo se había descontrolado y había llegado demasiado lejos. En cierto modo tenía razón.

-Pago prenda.- Añadió.

Y se levantó y se quitó el calzoncillo. Pues sí. Era enorme. Ana por fin la vio en todo su esplendor, cosa que sabía que llevaba deseando desde que se empalmó en el río. No pudo reprimirse y se llevó la mano a su coño.

-Ufff. Lo que haría yo con eso…

Luis volvió a ponerse rojo, otra vez, y por un segundo pensé que recularía y seguiríamos con el juego, para conseguir algo con Ana. Pero se dio la vuelta y se fue hacia la casa. En la puerta se paró, se giró y se dirigió a su novia.

-¿Vienes?

Sonia iba a seguirle, resignada. Pero Ana se interpuso en su camino. Y echó el resto. O se largaban para siempre y no volvíamos a verles, o aquello se iba a poner muy, pero que muy interesante. Le agarró un pezón, manchado aún con mi semen, y lo pellizcó bastante fuerte. Sonia hizo un gesto entre de dolor y de excitación. Luego Ana metió sus dedos en la boca de su amiga y le preguntó:

-¿Quieres que haga tus fantasías realidad, zorrita?

Continuará…