Las vacaciones de la amiga de mi novia. Final.

Por fin me follo el mejor culo que he visto en mi vida. «-Otto me va a reventar, Luis. Me va a romper el culo, mi culito virgen. Me va a usar cómo y por donde quiera […]. Ni te imaginas la guarra que te va a devolver mañana. Voy a estar tan usada que no vas a poder ni mirarme a la cara.»

-Están siendo las mejores vacaciones de mi vida, pero- me dijo Sonia mirándome a los ojos- ¿cuándo vas a empezar a usarme sin piedad?

Me quedé mirándola atónito. Luego miré a Ana. También miraba a Sonia, pero mordiéndose el labio de abajo, como queriendo ser ella quien la pusiese en su sitio. Pero me tocaba a mí.

-¿Estás preparada?

Sonia asintió, impaciente.

-Aún puedes echarte atrás. Luego será tarde.

-Destrózame.

No lo dijo gritando. Ni desesperada. Ni en tono autoritario. Lo dijo con una voz tan sensual, que casi me corro allí mismo.

Me levanté, la agarré del pelo, y la llevé casi a rastras hasta ponerla frente a Luis.

-¿Quién es este?- pregunté.

-Hasta ayer y desde mañana, mi novio. Hoy no es nadie.

-Dile lo que va a pasar.

-Otto me va a reventar, Luis. Me va a romper el culo, mi culito virgen. Me va a usar cómo y por donde quiera. Me va a azotar, me va a arrancar los pezones a mordiscos, me va a hacer gritar, pero tú tranquilo, porque será de placer. Me va a convertir en la puta que siempre he sido. La puta que tú no supiste ver. Me va a hacer todo lo que tú no has sido capaz de hacerme por más que te lo pedía. Ni te imaginas la guarra que te va a devolver mañana. Voy a estar tan usada que no vas a poder ni mirarme a la cara. Y no sabes las ganas que tengo.

-¿Quieres que lo vea?

-Me da igual.

Di un tirón a su pelo.

-Mmmm… ¡Sí! Quiero que lo vea. Que vea lo que se ha perdido todos estos años. Hasta dónde estaba dispuesta a llegar.

-¿Para que aprenda a tratarte?

-No. Tuvo su oportunidad. Ya nunca le dejaré tratarme así. Cuando volvamos a casa, ahora que sabe cuál es su sitio, puede que me busque a alguien que siga dándome caña cuando él me deje a medias.

Seguí arrastrando a Sonia del pelo hasta el salón. Cuando iba a entrar, me giré.

-Ya la has oído, Luis, adentro, y no te pierdas detalle. Y tú también, putita,- le dije a Ana,- ¿o te piensas que esta es la única guarra que va a recibir hoy?

Ana me sonrió, y vino corriendo hasta mí, cogió mi mano, la puso en su cabeza, e hizo que llevara a mis dos putas de los pelos hasta dentro de casa. Lancé a Sonia contra el sofá, y quedó con el culo en pompa. Con su tanguita violeta. Su culo perfecto. Perdonad que insista tanto, pero no sabéis hasta qué punto era perfecto el culo de Sonia. Y virgen. ¡¡ZAS!! La mano me ardía tras ese azote.

Luego me dirigí a Ana y la dije algo al oído. Ella sonrió y salió corriendo hacia la planta de arriba. Puse una silla en mitad del salón.

-Desnúdate,- le dije a Luis,- y siéntate.

Me miraba sin comprender. Pero lo hizo. Estaba empalmado. Llevaba todo el día así. Supongo que gracias a Ana. Estaba seguro de que era la vez que más tiempo había aguantado con la polla dura sin correrse. Cuando estuvo sentado llegó Ana con los pañuelos con los que la até la noche anterior y un par de condones de nuestra mesilla. Ana y yo normalmente no usábamos condones, pero solíamos tener alguno, por si acaso.

Por si acaso se le olvidaba tomar la píldora, no por si acaso venía su amiga de vacaciones y nos la follábamos y la sometíamos sin parar, pero ya veis, sorpresas te da la vida.

-Ponte uno.- Le dije a Luis, lanzándole un condón.

Los condones tienen tallas porque si te quedan muy justos, son bastante molestos, pero un condón normal da bastante de sí, y la comodidad de Luis, como comprenderéis, me importaba más bien poco. Le costó, pero se lo puso. Mientras tanto yo até un pañuelo a cada muñeca de Sonia.

-Siéntate sobre él,- le dije a Ana,- pero recuerda que tienes prohibido follarle. Se ha puesto un condón porque no quiero que te manche. Frótate cuanto quieras, y avísame cuando se corra. Y tú,- le dije a Luis,- las manos a la espalda, y quietecitas.

Ana se sentó sobre Luis, de espaldas a él, y empezó a moverse. Seguía con su vestido negro y sus medias destrozadas. Coloqué a Sonia frente a Ana, de pie, e incliné su torso hacia delante, con las piernas abiertas y estiradas, hasta que su cara estuvo frente a la de su amiga. Vaya cuadro.

-Voy a hacer que te corras hasta desfallecer, en esta posición podrás mirar a los ojos a Ana todo lo que quieras.

Y estirando sus brazos, até los pañuelos de sus muñecas al respaldo de la silla en la que estaba sentado Luis. Así contado parece un espectáculo del Circo del Sol. Pero os aseguro que esto era mucho mejor. Dónde va a parar.

Me coloqué detrás de Sonia, y ¡ZAS!, otro azote.

-Joder, Otto,- me dijo Ana,- ya se ha corrido. Y le quitó el condón, en el que apenas había unas gotas de semen, y lo tiró al suelo.

-Pues sigue moviéndote, hasta que se le vuelva a poner dura.

Aparté el tanga de Sonia y se la metí por el coño. Empecé a follarla bien fuerte desde el primer momento. Ella empezó a gemir, y a babear encima de Ana, mientras esta movía su culo sobre el paquete de Luis. A veces las chicas se besaban. Veía como Ana mordía los labios de Sonia, con fuerza, y le escupía en la boca. Dejaban caer sus salivas sobre los pechos de Ana, que lucían turgentes fuera del vestido. Y sobre su falda, su coño, y la polla de Luis.

Yo solo bajaba el ritmo para darle azotes al culazo de Sonia, o para meter mi mano bajo su camisón, agarrar alguno de sus pezones, y tirar de él, retorcérselo, y seguir tirando hasta que Sonia se quedaba sin voz de tanto gemir.

La primera vez que se corrió, precisamente, tenía un pezón entre mis dedos. Sonia no dejaba de mirar a Ana a los ojos. Yo no solté su pezón hasta que no la oí darme las gracias por correrse. Pero no aflojé el ritmo.

Ya os he dicho que tengo bastante aguante. Pero tenía intención de estar así, como mínimo, hasta que Sonia se corriese 3 veces. Por eso, cuando notaba que me iba a correr, se la sacaba y la metía su querido vibrador al nivel 5. Cuando me recuperaba un poco, sustituía el vibrador por mi polla y volvía a la carga.

Una de las veces que tenía el vibrador adentro, escupí sobre su culo y metí una falange de mi dedo. Sonia estaba tan excitada, que juraría que ni lo notó. Sí notó, sin embargo, cuando metí el dedo entero. Giró su cabeza y me miró.

-Te avisé, putita, ya no hay marcha atrás.

Pero ella no quería marcha atrás. Solo gimió, volvió a mirar a Ana y volvió a correrse.

-Gracias.- Me dijo después.

Seguí alternando el vibrador con mi polla, y metiendo un dedo en su culo cada vez que tenía el vibrador en el coño.

-Se ha vuelto a empalmar.- Me dijo Ana de repente, refiriéndose a Luis.

Yo no la dije nada, pero veía como ella seguía frotando su coño con el pollón de Luis, sin metérselo, por imposición mía. No sé de dónde sacó el otro condón que había bajado, ni cómo se las apañó para ponérselo. Estaba muy cachonda, se lo notaba. Cuando Ana notó que Luis se iba a volver a correr, le agarró de los huevos y se los retorció. Gritó como un animal, se le bajó la libido, pero Ana consiguió que siguiera empalmado y se le cortase la corrida.

Conseguí que Sonia se corriese cuatro veces. Lo sé porque cada vez que lo hacía miraba fijamente a Ana a los ojos y luego me daba las gracias. Tras la última, saqué mi polla de su coño y metí el vibrador. Cuando Sonia esperaba que la metiera el dedo en el culo, como siempre, le dije a Ana:

-Pellízcala los pezones, que la voy a desvirgar el culo. Y empálate.

Ana me miró, solo un segundo, me dio las gracias en silencio y se clavó la polla de Luis hasta dentro, su enorme pollón, al fin.

Retorció los pezones de Sonia sin compasión, y yo se la clavé en el culo de una estocada. Por primera vez Sonia chilló, pero tras el primer impacto, puso los ojos en blanco y empezó a gemir. El primero en correrse fue Luis, qué sorpresa, que se vació en un condón que estaba poniendo a prueba la resistencia del látex mejor que en un laboratorio. Luego se corrió Ana, aunque tras desinflarse la polla de Luis tuvo que ayudarse con su dedo.

Sonia y yo aún estuvimos un rato más con el mete saca. Creo que ella no quería que terminase nunca. Pero mi aguante ya estaba al límite. Y cuando empecé a llenarla el culo de lefa, se corrió, de nuevo, mirando a los ojos de Ana. Cuando se la saqué, cayó de rodillas sobre su amiga, y solo tuvo fuerzas para mirarme y decir:

-Gracias.

Cinco. Cinco «gracias», cinco orgasmos. Primero «por el culo se la hinco», y luego se corre por quinta vez. Qué oportuno, ¿no?

Desaté a Sonia, Ana me ayudó a tumbarla en el sofá. Luis se fue arriba sin decir nada. Al baño, supuse. O a dar gracias a Dios, pues al fin se la había metido a Ana. No lo sé.

Sonia estaba agotada, la dejamos tumbada en el sofá y solo fue capaz de decir «tienes que volver a darme por el culo, ha sido genial» antes de quedarse dormida.

-¿Por qué me has dejado meterme la polla de Luis?- me preguntó Ana.

-Te lo habías ganado. Y no quería que te quedases con las ganas. Sabía que lo estabas deseando.

Me abrazó, me dio un beso maravillosamente tierno en medio de esa orgía de morbo y lascivia, y me dio las gracias.

-¿Ha sido tan bueno como esperabas o tenía razón Sonia en que mi pequeña polla merece más la pena?

Ana me acarició la polla, riendo.

-No es pequeña… La verdad es que es difícil saber si ha sido bueno o no, en solo unos segundos… Ha estado bien, creo, pero para una vez. Por supuesto que tu polla merece más la pena,- me miraba a los ojos,- pero sobre todo tu morbosa mente merece más la pena. No la cambiaría por nada.

No sabía hasta qué punto sus amables palabras estaban motivadas por el agradecimiento, pero me dio igual. Me las creí a pies juntillas. Que viva la felicidad del ignorante.

Luis bajó al rato, vestido y con su maleta en la mano. Miró a Sonia, dormida.

-Cuando se despierte, decidla que me he ido.

Y se fue.

«Qué cerdo», pensé. Por un lado me extrañaba que hubiese tardado tanto, pero por otro… el muy hijo de puta soportó todo tipo de humillaciones y no se fue hasta que se hubo follado a Ana. Era lo único que le mantenía allí.

Eran las tres de la tarde. Dejamos a Sonia dormida y Ana y yo comimos en la cocina. No sabíamos muy bien cómo afrontar la situación que teníamos ante nosotros.

-Hay que decírselo,- dijo Ana,- y estar a su lado. Si quiere irse, la llevaremos donde haga falta, y si quiere quedarse… lo más seguro es que tu día de ordeno y mando se haya acabado… Lo siento, te prometo que te lo compensaré.

-No te preocupes por eso ahora.

La llevamos un sándwich al salón y la despertamos para que comiese algo. Increíblemente se despertó cachonda. Se pellizcaba los pezones y no dejaba de mirar el escote de Ana, que aunque no se había cambiado, se había guardado las tetas dentro del vestido, y mi polla, que descansaba dentro de mi pantalón de lino.

-No sabéis cómo me arrepiento de no haber follado antes por el culo, me ha encantado, pero al menos me consuela saber que me lo habéis desvirgado vosotros.- Miró a Ana.- Porque siento que tú me has follado el culo tanto como Otto.

-Cariño,- le respondió Ana con ternura,- tenemos que hablar contigo.- Sonia la miró, preocupada.- Luis se ha ido. Ha cogido su maleta y se ha ido en vuestro coche.

Sonia se quedó callada. Seria. Pensativa. Empezó a comer su sándwich. Ana y yo no dijimos nada. Necesitaba asimilarlo. Sonia comió su sándwich durante al menos media hora. Masticaba lentamente. Se la notaba pensar. A saber qué estaría pensando.

Ana y yo estábamos los dos en una butaca, Ana sentada sobre mi regazo, esperando a que Sonia dijese algo. Cuando terminó el sándwich nos miró. Se echó al suelo y se arrastró hasta nuestros pies. Me miró a mí.

-Espero que cuatro azotes y romperme el culo no fuese todo lo que tenías pensado hacerle a tu puta, porque yo necesito mucho más.- Ana y yo nos quedamos a cuadros.- Pero si de repente te has vuelto un amo cariñoso, tu otra zorrita tendrá que compartir tu regazo conmigo, al menos hasta las doce de la noche.- Miró a Ana.- Me habíais prometido que durante el día de hoy las dos seríamos sus putas por igual, y a mí no ha podido dejarme mi novio, porque hoy no tengo ninguno. Mañana pensaré si quiero recuperarle.

Podéis pensar que soy un insensible, pero a mí me la puso dura. Un sándwich. Eso es lo que había tardado en pasar de Luis y volver a ser mi puta.

-Cielo,- dijo Ana,- sabes que las cosas no funcionan así. No puedes desconectar tus sentimientos por un día, aunque juguemos a que lo hacemos.

-Claro que no,- le dijo Sonia,- si os estoy diciendo esto es porque ya sé que mañana no tendré nada que pensar. Ni siquiera me molesta que se haya ido sin dar la cara justo después de conseguir de ti lo que llevaba queriendo desde que te conoció. Puede que yo no me haya portado muy bien con él, pero al menos he ido de frente. Mañana la única pregunta que me haré será cómo coño estaba todavía saliendo con un tío como él.

Era verdad. Yo llevaba preguntándome eso desde que vi de qué palo iba cada uno…

Ana la miró. Se agachó hasta coger su cara, y la besó. Se sonrieron. Y Ana tiró de ella para arriba, hasta subir a Sonia a mi regazo, junto a ella. Nos besamos los tres. El cariño, beso a beso, fue dejando paso a la lujuria, de nuevo. Los besos tiernos se fueron convirtiendo en húmedos. Las caricias en la mejilla se fueron convirtiendo en sobeteos de tetas y pellizcos de pezones. Y la escena romántica de ellas dos encima de mis piernas se fue convirtiendo en una lucha por ver quién de las dos frotaba su culo contra mi polla, que ya pugnaba por salirse del pantalón.

-Tranquilas, zorritas, que hay para las dos.- Les dije bajándolas de encima de mí y quitándome el pantalón. Se quedaron arrodilladas a mis pies.- Sonia, pienso volver a darte por el culo, y Ana, tengo que follarte tu maravilloso coño porque no soporto saber que la última polla que ha estado ahí dentro no ha sido la mía. Pero ahora… acabáis de comer y aún no habéis tomado el postre. ¿A qué esperáis?

Las dos se lanzaron a comerme la polla. Mientras una se centraba en mi capullo, la otra lamía mis pelotas. Luego se cambiaban, entreteniéndose en el camino en comerse la boca mutuamente. Estaban ensalivando mi polla a conciencia.

Ana me la agarraba de la base, escupía en mi capullo, y usaba mi polla para golpear la cara de Sonia, dejándole un reguero de saliva en sus mejillas. Luego Sonia cogía la cara de Ana, escupía en su boca, y la forzaba a tragarse mi polla, moviendo su cabeza arriba y abajo en un ritmo frenético, que solo paraba cuando Ana retorcía sus pezones sin piedad. Entonces cogía una gran bocanada de aire, completamente roja por el esfuerzo, y se lanzaba a besar a Sonia, para que saboreara el cóctel de babas y líquido preseminal que se había generado en su boca.

Estuvieron así un buen rato. Yo estaba en la gloria. Cuando noté que me iba a correr se lo dije. Juntaron sus caras y abrieron sus bocas. Ana llevó una mano a mi polla y empezó a meneármela. Agradecí que fuera ella quien me acabase la paja, pues sabía mejor cómo me gustaba. Y empecé a rociar de lefa sus bocas. Jugaron con ella con sus lenguas, y luego empezaron a besarse. A pasarse mi semen de una boca a la otra. Mezclado con sus babas, en un espectáculo tan sucio como maravilloso. Mirándose a los ojos. Esos ojos que ya se sabían de memoria la una de la otra. Salvo al tragar. Entonces me miraron a mí. Y tragaron. Y se relamieron. Y empezaron de nuevo a chuparme la polla, hasta que quedó limpia y reluciente.

Estaba agotado, pero solo podía pensar en volver a empalmarme y seguir follándomelas.

-¿Estáis cachondas?- les pregunté.

Asintieron a la vez.

-Bien, pues vais a jugar solitas, ahora, en el sofá, hasta que se me vuelva a poner dura.

Me quedé sentado en la butaca, desnudo, dispuesto a ver el mayor espectáculo de mi vida.

Ana, mi morbosa novia, se quitó su vestido negro. Se quedó con sus medias de rejilla, desgarradas por la parte de su coño, y con sus taconazos, que aún llevaba puestos. Del maquillaje y el peinado que se hizo esa mañana no quedaba ni rastro. Su coño, al aire, sus tetas, erguidas, desafiando a la gravedad, con los pezones duros apuntando bien arriba. Y la boca medio abierta, provocativa, hambrienta de sexo. Se acercó a Sonia, su amiga. Su eterna fantasía. La mujer que, sin saberlo, había vivido en la mente de Ana depravaciones solo al nivel de las que estaba viviendo ahora, allí, en nuestras manos. La mujer que más cachonda le ponía del mundo. Agarró el camisón violeta de su amiga y empezó a subirlo. Llegó a la cintura. Lo mantuvo ahí, y le dio un azote en su perfecto culo. Me miró, y siguió subiendo. Aparecieron sus tetas. Sus pezones eternamente duros. Mantuvo el camisón recogido sobre sus tetas. Ana me miraba. Me estaba pidiendo permiso para quitárselo.

-Quítaselo, pero el tanga se lo dejas puesto.

Ana terminó de quitarle el camisón a Sonia y lo tiró al suelo. Por primera vez en todo el día veía sus tetas y su cuerpo desnudo, solo cubierto por su tanguita violeta. Ana estaba tomando el control de la situación. Sabía que mandaba yo, y que para mí las dos estaban al mismo nivel. Pero entre ellas… Mientras yo no interviniese, dejé que Ana sometiese a Sonia. Y Sonia feliz de que así fuese. Ana colocó a Sonia de rodillas en el sofá, con su culo en pompa hacia mí. ¡¡ZAS!! Los azotes que Ana le daba a su amiga no tenían nada que envidiar a los míos. Sonia gemía. ¿Cómo podía gustarle tanto que la torturasen así? ¡¡ZAS!! Otro. ¡¡ZAS!! Un tercero. Cuando el culo de Sonia estaba completamente rojo, Ana se sentó en el sofá ante la cara de Sonia. De frente a mí. Abrió las piernas e hizo que su amiga le comiese el coño. Mientras tanto, Ana se amasaba las tetas mirándome a los ojos. Se las agarraba, se las juntaba. Se cogía de los pezones y tiraba de ellos hacia arriba. Las movía. Las hacía bailar en las palmas de sus manos.

Sonia seguía con su lengua castigando el clítoris de Ana.

-Méteme la lengua.- Decía Ana.- Mmmmm, sí, así. Ahora el clítoris otra vez. ¡Muerdeloooooh! Joder, sí. Ahora baja al culo.

Y mientras Sonia lamía el ano de mi novia esta llevaba un dedo a su clítoris y seguía estimulándolo.

Mientras, Sonia no tenía sus manos quietas. Veía como una de ellas, entre sus piernas, frotaba su coño por encima del tanga. A veces intentaba meterse el dedito, pero lo hacía sobre el tanga, introduciendo la fina tela todo lo que podía en su coño. Uffff, pensaba yo, ese tanga va a ser un trofeo de oro… Quién de las dos se lo comerá…

Cuando Ana iba a correrse, agarró la cabeza de Sonia y la apretó contra su coño, aplastando la lengua, la boca y la cara de su amiga contra su entrepierna. Y estalló en un orgasmo larguísimo. Sus gemidos eran música para mis oídos. Y Sonia consiguió separar su cara del coño de Ana completamente roja y empapada de fluidos. Lo habían conseguido: me la habían vuelto a poner dura.

-Sigue comiéndoselo,- le dije a Sonia,- hasta que se vuelva a correr.

Ana me miró y sonrió. Esta vez dejó que Sonia lo hiciera a su ritmo y volvió a sobarse las tetas. Sonia respiró unos segundos y volvió a llevar su lengua al coño de mi novia. Yo me puse detrás de Sonia, que seguía frotándose el coño por encima del tanga.

Le aparté la tirita de entre sus glúteos y escupí en su ano para empezar a meter un dedito. Entonces se giró y me dijo:

-Estoy cachonda como una burra, no me lo dilates, ¡rómpemelo!

Y siguió con el coño de Ana. Yo coloqué el capullo en el orificio se su culito. Miré a Ana, que me devolvía la mirada pellizcándose los pezones. Tenía una cara de vicio que no podía con ella. Se acababa de correr e iba camino de otro orgasmo.

-Si te duele mucho,- le dije a Sonia,- muérdele el coño a Ana.

Y empecé a meter mi polla en su agujerito. Fui despacio, para que sintiera cada centímetro de mi rabo entrando en su culazo. El Santo Culo de Sonia, que estaba siendo atravesado por mi polla. Aguantó sin gritar como una campeona, con dos lagrimones cayéndole por las mejillas y la lengua dentro del coño de Ana.

Cuando empecé a follarla el culo, a un ritmo rápido y constante, supe que ya no le dolía porque estaba ahogando gemidos contra el coño de su amiga, que no pudo evitar correrse por segunda vez. Entonces Sonia despegó por fin su boca del coño de Ana y empezó a comerse sus tetas. Solo las soltaba para berrear cuando yo sacaba del todo mi polla de su culo y volvía a clavársela de un solo empujón.

Y entonces, otra vez, el ritual de siempre. Sonia clava los ojos en los de Ana, que recibe la mirada como un bálsamo, porque sabe que sus ojos ya solo significan placer para Sonia, y se corre patas abajo. Se permite besar los labios de mi novia, llevada por el deseo, antes de volverse hacia mí.

-Gracias.- Me dice mientras saco la polla de su culo. Aún no me he corrido, pero estoy a punto, y sé exactamente donde voy a echarlo.

Hago a Sonia ponerse de pie, y yo me pongo frente a ella, pajeándome con fuerza. Me viene. Cojo la gomita de su tanga y lo separo un poco de su vientre. Y allí descargo. Tres fuertes chorros impactan en su monte de venus completamente rasurado, y resbalan hasta mojar sus labios mayores. Y suelto el tanga, que vuelve a su sitio, empapándose de mi semen que moja el exterior de su coño.

-Ahora siéntate en el borde del sofá y abre las piernas, que le toca comer a Ana.

Sonia lo hace, y Ana, obediente, se arrodilla ante ella y empieza a lamer, por encima del tanga. A estas alturas, los flujos de todo el día de Sonia y mi lefa, impregnan casi por completo el tanga, y Ana lo devora con fruición. Yo llevo mi polla a la boca de Sonia, que vuelve a limpiarla, antes de concentrarse exclusivamente en el favor que Ana le está devolviendo.

Ana no ha apartado el tanga, lame el coño de Sonia por encima de él, lo cual no es impedimento para que mi semen se filtre por la tela llegando hasta la boca de Ana, que lo recoge gustosa con la lengua mientras, a su vez, llena el tanga violeta de abundante saliva, el ingrediente que le faltaba para ser el trofeo perfecto.

Sonia es más rápida que Ana en correrse. Mira hacia abajo, y ahí están, otra vez, los ojos de Ana buscando los suyos, con su legua todavía sobre su coño. Y se corre por enésima vez ese día.

-Gracias.

Me dice una vez más. Y se derrumba hacia atrás en el sofá.

Sé que aún tengo que follarme a Ana, pero por el momento, salimos al patio, donde la temperatura es a esas horas de la tarde bastante agradable, llevando a Sonia casi a rastras, eso sí, y nos echamos en las tumbonas a descansar.

-¿Qué va a pasar a partir de mañana?- se me ocurrió preguntar.

-Que seremos una pareja de novios fieles y enamorados y Sonia una amiga de visita.- Dijo Ana.

-Yo…- dijo Sonia- si queréis mañana me marcho.

-Ni hablar,- dijo Ana,- desde que hemos retomado el contacto te has convertido en una amiga muy especial, y no lo digo solo por lo que ha pasado aquí. Y eso no va a cambiar. Eres nuestra invitada, y siempre serás bien recibida en esta casa. Puede que entre ayer y hoy se nos haya ido de las manos, pero a partir de mañana sabremos poner fin a este juego que hemos creado.

Bueno, Ana tenía razón, todo había sido un juego. Uno muy morboso. Uno que nos cambió la vida, que abrió los ojos a Sonia y la hizo descubrirse a sí misma, pero un juego al fin y al cabo. La relación que Ana y yo teníamos estaba por encima de eso, y era demasiado sólida para que una fantasía, aunque fuese Sonia, la desmoronase.

-Aunque…- añadió Ana de repente mirando a Sonia.- Somos una pareja moderna y de mente abierta. Que no te follemos como hemos hecho hoy no quiere decir que no podamos tomar el sol aquí desnudos y darte un azote de vez en cuando… No pienso renunciar al morbo. Y que sepas que pienso seguir fantaseando contigo cuando folle con Otto.

Sonia sonrió y frotó sus muslos. Creo que volvía a estar cachonda. Y yo también. Ana se levantó y vino hacia mí. Yo estaba sentado en la tumbona y ella se sentó a horcajadas sobre mí. Empezó a acariciarme la polla, que poco a poco se iba empalmando.

-Pero aún no es mañana.- Me dijo,- Todavía somos tuyas, sin condiciones, sin límites. Aunque espero que seas bueno y me folles, creo que ahora le toca el turno a mi coño…

-¿Bueno?- le dije.- Pero si llevo todo el día siendo bueno… Ya es hora de que sea un poco malo. Sonia, ¿recuerdas lo que me hizo ayer Ana cuando mandaba ella?

-Te metió mi tanga en la boca.

-Sí… es verdad.- Dije sonriendo.- ¿No crees que sería justo que le devolviese el favor?

-Mmmmm- gimió Sonia.- Me encantaría ver eso.

-El tanguita que tienes puesto lo usó ayer Ana, ¿verdad?- Sonia asintió.- Luego te lo pusiste tú. Te follé con él puesto, has dormido con él… Te has corrido, ¿cuántas veces? ¿ocho? ¿diez? ¿doce veces sin quitarte el tanga? Y hace un rato lo he llenado de mi lefa, y Ana lo ha ensalivado a base de bien… ¿se me olvida algo?

-También me has dado por el culo dos veces con él puesto, una de ellas corriéndote dentro, por lo que creo que la tirita del tanga que tengo entre mis glúteos también se ha manchado de tu semen.

-Uf, vaya tanga…- dije mirando a Ana.- ¿No se te hace la boca agua, zorrita?

Ana asintió.

-Sonia,- añadí,- por fin tienes permiso para quitarte el tanga. Méteselo a Ana en la boca, quiero que lo saboree mientras se empala en mi polla.

Sonia se levantó, y se lo quitó, quedando por fin desnuda. La verdad es que era una pasada verla completamente desnuda, me pregunté si no habría sido mejor tenerla así todo el día. Sonia, tomando la iniciativa por primera vez, escupió en su tanga antes de metérselo a Ana en la boca. Enterito. Ana cerró la boca y lo saboreó. Era algo cerdo, muy cerdo. A Ana siempre le había gustado ser un guarra conmigo, pero tanto… Estaba seguro de que lo que quería era demostrarme que era una buena puta, y no se iba a negar a hacer nada de lo que yo la mandase. Y eso me ponía todavía más. Yo puse mi capullo a la entrada de su coño y ella misma se dejó caer hasta clavársela entera.

Botaba sobre mi polla. Sonia, a nuestro lado, le comía las tetas a su amiga mientras se hacía un dedo. Yo le solté un azote con todas mis ganas.

-No te toques, zorra. A partir de mañana no podré follarte, pero pienso aprovechar lo que queda de día y quiero que estés bien cachonda cuando te use por última vez.

Ana seguía follándose con mi polla. Gemía con la boca cerrada, pues no quería que se le saliera el tanga. Sus respiraciones eran frenéticas. Sonia amasaba, chupaba y torturaba las tetas de mi novia, y yo amasaba, chupaba y torturaba los redondos glúteos de Sonia.

Era un momento digno de eternizarse, pero mi polla no estaba de acuerdo, y quería empezar a echar semen como loca. Aguanté como pude hasta que Ana se corrió. Se corrió como una zorra. Mi zorra. Los espasmos que le daban ponían más cachonda a Sonia, que seguía comiéndole las tetas. Yo ya estaba a punto.

-¿Lo quieres en el coño?- Le dije.

Ana se señaló la boca. Sonreí. Ahí estaba otra vez, la puta de Ana. La quité de encima de mí. Se arrodilló en el suelo y abrió la boca, con el tanga dentro. Descargué mis huevos una vez más llenando la boca de Ana de lefa, que empapaba el tanga que seguía saboreando. Cuando terminé, Ana cerró la boca y absorbía y tragaba toda la sustancia del tanga.

-¿Estaba bueno?- gimió mientras asentía.- Ya puedes sacártelo.- Le dije.

Ana lo sacó de su boca. Miró a Sonia, la abrió de piernas, y empezó a meterle el tanguita en el coño. Como le contó en la ducha que hizo aquel tío con su ex compañera de piso Rocío.

Sonia se dejaba hacer, y yo le dejaba hacer a Ana. Me gustaba cuando era así de guarra.

-Ya sé que mandas tú.- Me dijo.- Pero si dejas que se quede el tanga dentro de su coño, cuando se lo saques para follártela por última vez me lo pondré yo, y dormiré con el toda la noche.- Me ENCANTABA cuando era así de guarra.- Además, seguro que a Sonia no le importa que me quede con su tanga. Será un regalo precioso, y tú y yo jugaremos con él muchas veces después de que se haya ido…

Sonia ya estaba bastante cachonda, pero cuando recibió el tanga en su interior y oyó a Ana decirme eso, oleadas de fluidos empezaron a empapar de nuevo el tanga.

Estuvimos un rato más en el patio. Luego entramos a hacer la cena, los tres completamente desnudos (Ana se quitó las medias, ya le valían de poco). Aunque… ¿se puede decir que Sonia estaba desnuda? Al fin y al cabo, llevaba un tanga puesto, aunque estuviese dentro de su coño…

Después de cenar subimos los tres a nuestra habitación. Tumbé a Ana en la cama y empecé a besarla.

-Mañana te tendré entero para mí,- me dijo,- aprovecha a tu otra puta.

-Lo haré,- respondí,- pero tú me ayudarás. Vamos a despedirnos de nuestra más recurrente fantasía a lo grande. Y primero quiero ponerla bien cachonda.

Ana y yo empezamos a enrollarnos como locos. Nos comíamos la boca, le agarraba de las tetas, me sobaba la polla, le azotaba en el culo…

Sonia nos miraba de pie, junto a la cama. Gimiendo sin parar y sin atreverse a tocarse.

Cuando supuse que no podría estar más cachonda, me levanté y me acerqué a ella. La rodeaba, admirando su cuerpo. Su carita, era realmente guapa. Sus tetas, su cintura, sus torneadas piernas. Quería memorizar cada centímetro de ese cuerpo que tantas veces había imaginado junto a Ana. Y su culo. El Culo. Me arrodillé frente a él. Ana me miraba, desde la cama. Llevé mis manos a sus glúteos. Los apreté. Los separé. Vi su ano. Se notaba que ya no era virgen. La mordí en un glúteo. Fuerte, hasta que marqué mis dientes. Qué durito, joder, qué maravilla de culo. Sonia no se quejó, solo gimió. Cómo le iba la marcha…

Le di un azote en el glúteo que no tenía la marca de mis dientes. Y dejé en él la marca de mi mano. La tumbé en la cama, bocarriba, junto a Ana. Esta llevó la mano al coño de Sonia y sacó el tanguita. Estaba chorreando. Ana se lo puso. Estaba preciosa. Qué morbo, joder.

-¿Lista para volver a ser usada como te mereces, puta?- Le pregunté.

Sonia asintió. La escupí en la cara, agarré sus pezones y se los retorcí. Quería empezar fuerte. Luego se la clavé en el coño, y Ana empezó a lamer mi saliva de su cara. Luego la miró a los ojos, e hizo efecto inmediato: Sonia se corrió. ¡Pero si acababa de empezar a follarla!

-Gracias.- Me dijo Sonia.

Yo seguí follándola. La penetré durante un buen rato, y en un momento dado y sin dilatarla el ano, como a ella le gustaba, se la clavé en el culo. La verdad es que ya tenía su agujerito hecho a mi medida. Fui alternando su culo y su coño hasta que se volvió a correr. Mirada a los ojos de Ana y un «gracias» entre suspiros a mí. Yo seguía aguantando, pero no me quedaba mucho.

Entonces me tumbé yo en la cama, bocarriba, e hice a Sonia empalarse en mi polla.

-Ana,- dije,- coge tu consolador del culito y úsalo con ella. Vamos a destrozarla.

Vi brillar los ojos de Ana. Buscó su consolador en un cajón, el que usó el día del juego de beber, y le enseñamos a Sonia lo que era una doble penetración. Yo la follaba con fuerza, pero lo que Ana hacía en su culito con el consolador era saña. Usaba su otra mano para frotarse el coño, por encima del famoso tanguita violeta, y se corrió a la vez que yo.

Sonia, al sentir mi lefa en el interior de su coño, una vez más, y destrozada, se giró buscando los ojos de Ana, y se corrió por última vez aquella noche. Ana la sonrió, la besó, y cayó rendida sobre la cama. Sonia agotada física y mentalmente, se salió de mí y se dejó caer al suelo.

-Gracias.- Me dijo desde allí.- Gracias Otto, por dejar que me corra, y gracias una y mil veces, Ana, por haber sacado la zorra que tenía dentro, que se moría de ganas por salir.

Yo me acerqué a Ana y se la metí en la boca, para que me la limpiara. El reloj dio las doce.

-Hace 24 horas estábamos justo aquí, haciendo esto mismo.- Recordé.

Saqué mi polla reluciente de su boca y me agaché a su lado.

-Ya es lunes.- Le dije.- Te quiero.

Sonia, destrozada y profundamente feliz, se fue a su habitación, y los tres nos dormimos.

EPÍLOGO.

El lunes Ana se levantó a trabajar, y yo a limpiar la casa. La habíamos dejado hecha unos zorros. Sonia se levantó tarde. Cuando lo hizo me ayudó a limpiar.

Ana se organizó para trabajar el resto de la semana solo por las mañanas. Sonia se dedicó a hacer lo que esperaba hacer desde un principio en sus vacaciones: levantarse tarde y vaguear. A veces me ayudaba a hacer la comida, o me acompañaba a hacer la compra. Por la tarde, los tres tomábamos el sol. Casi siempre desnudos, en el patio. Miradas lascivas, sonrisas pícaras. Mucho morbo, pero nada de sexo. En casa ellas solían ir en bragas, o con ropa muy ligera y provocativa. Ana y yo sí nos metíamos mano sin control, incluso delante de Sonia, pero no llegábamos a más. Y Ana, para que Sonia no se sintiese mal, a veces la daba un pico, o un azote. Yo intentaba contenerme. No siempre lo conseguía. Más de una vez me sorprendía a mí mismo agarrando a Sonia del culo.

-Perdón.- Le decía. Ella solo sonreía.

El lunes por la noche, ya en la cama, Ana y yo nos pusimos a follar. Nos pasábamos todo el día calientes medio desnudos y tener a Sonia así por casa… después de todo seguía poniéndonos muy cachondos. A los dos. Ana gemía, sin hacer nada por evitar que Sonia nos oyese, y nosotros también oíamos gemir a Sonia. Se estaba masturbando.

Solo cuando terminamos de follar, Sonia llamó a la puerta. La dijimos que pasara. Abrió la puerta y se quedó allí. Venía con la camiseta del pijama y unas braguitas.

-Ana,- dijo,- lo siento… Lo he intentado, de verdad, pero no puedo correrme si no…

Ana se levantó y se acercó a ella. La agarró de la cara y la miró a los ojos.

-Córrete, cielo.

Y Sonia metió su mano en las braguitas y con solo rozarse, se deshizo en un orgasmo. Luego me miró.

-Gracias.

Y se fue.

Y así transcurrió el resto de la semana. Alguna tarde fuimos al río. A bañarnos, solo. Bueno, se nos escapó algún beso. Bueno, y algún azote. Pero es que, joder, qué culo.

Después de cenar algún día salíamos a dar un paseo, o a tomar una cerveza y un helado. Y por la noche, Ana y yo follábamos oyendo gemir a Sonia mientras se masturbaba. Cuando ella nos oía acabar, venía, y se corría mirando a Ana a los ojos. Me daba las gracias, y todos a dormir.

El sábado nos fuimos a hacer turismo a una localidad de Madrid más grande que la nuestra. No importa cuál. Pero si Felipe II la eligió para hacerse allí su residencia, con monasterio y todo, algo tendría, ¿no? Fue un gran día. No pasó nada especial, nada que merezca la pena ser relatado aquí. Solo éramos tres amigos pasándolo bien, de vacaciones. Aunque a veces se nos quedaban mirando. Sobre todo cuando paseábamos los tres por la calle, y yo iba en el medio con una mano en cada culo.

Por la noche, como despedida, Ana insistió en que Sonia se masturbase en nuestra habitación, mientras nosotros follábamos. No fue lascivo. Tampoco romántico. Pero Sonia aprovechó que podía mirar a los ojos a Ana con mayor facilidad que otros días para correrse dos veces. Las dos, me dio las gracias después.

El domingo llevamos a Sonia a la estación de Chamartín. Antes de montar en el tren, Sonia sacó una foto con su móvil a los ojos de Ana.

-Es para una cosa.- Nos dijo. Los tres nos echamos a reír.

Sonia volvió a su ciudad. Nos dijo, cuando llegó a su casa, que Luis había cogido sus cosas y se había largado. No lo sintió.

Sonia y Ana seguían hablando a menudo. Solo como amigas. Pero durante varias semanas, cada vez que Sonia se masturbaba, antes de terminar, no solo miraba la foto de los ojos de Ana, sino que también mandaba una foto de sus ojos a su amiga. Y hasta que Sonia no veía el doble check azul de Whatsapp que indicaba que Ana la había mirado a sus ojos, no se corría. ¿Que cómo lo sé? Porque solo cuando Ana abría y miraba la foto, me llegaba a mí un mensaje: «Gracias». Incluso alguna vez, le confesó a Ana, lo hizo follando con un tío.

Pero hace unos meses Sonia conoció a alguien, un chico que la quería como era. Y sabía estar a la altura de las expectativas de Sonia. Y las fotos y las «gracias», dejaron de llegar.

Nosotros nos alegramos infinitamente por Sonia, aunque a veces nos acordamos de aquellas vacaciones, y Ana se enfunda el tanguita violeta y nos follamos como nos merecemos, nos corremos mirándonos a los ojos, y nos damos las gracias mutuamente.