Las vacaciones de Eduardo - Tamara 2

Tía y sobrino dejan los juegos de niños y empiezan a disfrutar del placer del sexo

  1. Tía y amante

Se levantó y empezó a desnudarse. El hizo otro tanto y ambos quedaron de pie, uno frente al otro, con sus cuerpos desnudos y deseosos de unirse de una vez por todas. Tamara bajó una mano y tomó el tronco de carne de su sobrino, que desafiante se erguía frente a ella. Al sentir el grueso instrumento en su palma, quedó feliz de comprobar que su sobrino se gastaba una herramienta digna de admiración.

El la miró sonriendo

Es todo tuyo

Se limitó a decir él, sabedor de las dimensiones de su instrumento, que estaba seguro no la dejaría indiferente.

Esperemos que se comporte tan bien como recién y que no se haya agotado a la primera.

Ven y lo comprobarás.

La depositó nuevamente en la cama, donde ella se estiró lánguidamente, esperando lo que el joven haría. Y este no se hizo esperar, poniéndose entre los muslos de Tamara y poniendo su cabeza frente a la vulva de esta, que mostraba las primeras gotas de una excitación que se hacía incontenible a cada momento.

Eduardo besó los labios vaginales de su tía y su lengua empezó a explorar la cavidad húmeda, en busca del botón que la hiciera explotar.

Y lo logró casi de inmediato, pues Tamara pareció sufrir un ataque con movimientos espasmódicos y un escalofrío que recorría su cuerpo, como si estuviera poseída por una fiebre que la abrazaba casi hasta hacerla arder. Su cuerpo se agitó como un títere que fuera manipulado por un loco, tales eran sus movimientos, en tanto unos gritos de placer salían de su garganta.

Aghhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiii

Cuando Eduardo se separó de los muslos de Tamara, ésta parecía completamente rendida después del esfuerzo que le significara el orgasmo que la lengua de su sobrino le proporcionara. Respiraba dificultosamente pero se sentía feliz.

Después de más de un año volvía a tener sexo y sexo del bueno, en manos de quien menos lo hubiera pensado. Eduardo había resultado todo un hallazgo, y estaba segura que lo que vendría sería tan placentero como lo vivido con esa lengua que casi la hace enloquecer.

Eduardo, sentado frente a Tamara, exhibiéndole su verga, puso una cara de niño inocente y le dijo:

Bueno, tiita, ahora probarás por segunda vez mi verga, y te aseguro que ahora te divertirás mucho más con tu sobrinito que la vez anterior, en la cabaña.

Y mientras decía esto, mostraba a Tamara un pedazo de carne de proporciones fuera de serie, completamente parado y dispuesto para meterse dentro de ella. Era tanto el deseo de Eduardo que su miembro parecía latir en su mano.

Siguiendo la broma, Tamara le respondió imitando una voz de viejita.

Guauuuu, sobrinito, qué pedazo de verga le vas a meter a tu tía.

Entre risas, Tamara se dispuso a la entrega y el muchacho llevó su miembro a la entrada de su caliente vulva, que lo recibió ansiosa. Pero con el tiempo y la falta de uso, la entrada se había estrechado y el joven tuvo que hacer esfuerzos para lograr introducir la cabeza de su verga a la entrada de la vagina. Cuando lo logró,  ella adelantó su cuerpo y así lograr que el resto del miembro viril se le metiera completamente. Después de un año volvía a tener una verga dentro y la que su sobrino le estaba metiendo era de dimensiones respetables, mucho más gruesa que la de su ex marido.

¡Qué exquisito, mijito!

El sonrió y tomando sus nalgas entre sus manos, la levantó para facilitar la introducción y empezó a bombear con ritmo pausado, para permitirle a su tía que disfrutara de la follada que le estaba regalando.

¡ Qué cosa más ricaaaaa!

Tamara empezó a moverse cada vez con mayor celeridad, como si estuviera siendo objeto de un ataque de nervios, en tanto su cuerpo subía y bajaba cada vez con mayor celeridad.

Mijitoooooooooo, ricoooooooooooooo

Eduardo estaba feliz de poder brindarle el gozo que Tamara estaba sintiendo y sin bajar la intensidad siguió metiendo y sacando su instrumento en la cueva sudorosa de su tía, que se movía con una intensidad que le hacía dificultoso el seguir su ritmo.

Así, asíiiiiii, daleeeeeee

Mijitaaaaaaa, ¿te gusta?

Síiiiii, mijitoooooo

Tomaaaa, tomaaaa, mijitaaaaaaaaa

Aghhhhh, qué ricoooooo. Siiiiiii

Siiiiiiiii, mijitaaaaaa

Mijitooooooooooo

Aghhhhhhhhhhhhhh

Aghhhhhhhhhhhhhh

Fue una acabada apoteósica la de la tía y el sobrino, cuyos cuerpos estremecidos por el gozo que sentían, quedaron cubiertos de sudor, mientras ambos luchaban por recuperar la respiración normal.

Siguieron abrazados, como esperando reanudar la follada una vez que se hubiesen recuperado.

Eres increíble, Tamara. Nunca pensé que fueras tan gozadora

Y tú, eres toda una sorpresa en la cama.

Supongo que no quedaste insatisfecha como la vez pasada.

Para nada. Fue increíble. Pero esto no ha terminado, supongo.

Por mí, encantado, querida tía. Estoy a tu disposición.

No imaginas cómo deseaba tener sexo, pero del bueno, como el que me acabas de dar.

Me alegro, Tamara. Siempre te ví con otros ojos y jamás imaginé que pudiéramos llegar a algo como esto. Fue increíble, realmente increíble.

¿Quieres seguir aprovechándote de  tu tía?

Tamara se abrió de piernas nuevamente y levantándolas, lo insto a montarla.

Soy tuya, ven y tómame, mijito

Eduardo enfiló nuevamente su verga a la vulva de Tamara, la que enrolló sus piernas en el cuerpo del muchacho, aprisionándolo.

Dale, con fuerza, cabrón.

Ah, te gustan las palabrotas, ¿no?

Sí, ¿alguna objeción?

¿Sabías que eres una perra caliente?

Perra caliente por ti, mi macho cabrón.

Entregados completamente al sexo, olvidaron todo recato y las palabrotas se adueñaron de ellos, que buscaban en los insultos un aliciente al morbo del momento. Eduardo se aferró a las nalgas de Tamara al tiempo que empujaba su verga en su interior, con movimientos que pretendían alargar el momento que estaban disfrutando.

Cabrona, ¿te gusta el pico de tu sobrino?

Es rico, mijitoooo. Dale fuerte a tu putona tía.

Toma, putaaaaa

Síiiii, tu putaaaa

Mijitaaaaaaaa, ricaaaaaaaaaaaaaaa

Papiiiiiiiiiiiiiiii, siiiiiiiiiiiiiiii

Aghhhhhhhhhhh

Aghhhhhhhhhhi

Acabaron en un mar de esperma y en medio de groserías que los excitaba al máximo, terminando desmadejados sobre la cama, en un baño sudoroso producto de la excitación vivida. Siguieron abrazados, él encima de ella, durante varios minutos, respirando con dificultad y tratando de recuperarse de tanta agitación vivida.

Cuando se hubieron repuesto y alcanzado la respiración normal, empezaron las confidencias.

Así que te gusta el sexo fuerte, ¿ah?

Si, le da un toque de morbosidad al acto que lo hace más rico.

Es cierto. Se siente exquisito insultarte mientras te follo.

Me pasa lo mismo contigo. Siempre me gustó el sexo duro

Creo que vamos a pasarlo muy bien tu y yo.

Ni que tuviéramos la misma sangre, ¿verdad?

Ambos rieron con la broma de Tamara.

Cierto, parece que llevamos el morbo en la sangre.

Es cosa de familia.

Tienes razón

¿Por qué lo dices?

No, se me ocurrió.

Después de todo lo que estamos pasando, no me vengas con eso. ¿Por qué lo dijiste?

No, en serio, por nada.

Mientras seguían confidenciándose, Eduardo sintió que en su cabeza empezaban a germinar ideas que hasta ese día le habrían parecido absurdas y ridículas, pero que ahora le parecían factible.

Siguieron conversando y follando hasta que les alcanzó la noche y Eduardo tuvo que partir a casa. Pero antes de partir, se prometieron seguir viéndo para seguir gozando del sexo, tal como lo habían hecho toda esa tarde..

Ese primer día de vacaciones, Eduardo volvió feliz a casa.