Las uvas...

Relato del día con mi amante y como unas uvas aumentan el placer...

Llegué a su apartamento , como todas las veces, mirando a todos lados antes de entrar, luego de parquear mi carro un poco alejado de la puerta de su edificio para evitar los comentarios de los vecinos.

Al tocar a su puerta ella me recibió con esa cara angelical y me apresuró a entrar.

Sin decirnos nada nuestras bocas se fundieron en un beso profundo, lleno de deseo. Nos queríamos comer vivos. Era lunes y los fines de semana se nos hacían eternos. El gran problema de los amantes.

Nuestros labios se abrieron y las lenguas se unieron en una danza pasional. La respiración se cortaba ya del deseo contenido. Ella gimió un poco cuando mi lengua penetró aún más en su boca.

Mis manos empezaron a recorrer su cuerpo. Y sentí que solo traía la bata de levantar de seda. Esa bata negra con figuras de colores que solía ponerse al salir de la cama. Y bajo la bata, sólo su cuerpo desnudo. Tal y como me gustaba a mi. Que me esperara desnuda.

Subí con mis manos la parte inferior de la bata y mis manos se aferraron a sus nalgas, las apreté fuerte y la acerqué aún más a mi. Ella seguía besándome con locura y su lengua era ahora la que estaba dentro de mi boca, mis manos no soltaban sus nalgas abriéndolas y cerrándolas con fuerza. Me solté de su boca y mis labios se apoderaron de su cuello, mi lengua lo recorrió completo y un largo suspiro salió de sus labios. Echó la cabeza hacia atrás y eso me dió mas acceso a su cuello y hombros, mis manos ahora soltaban el lazo de la cintura de la bata, quería quitársela, pero ella en ese momento me detuvo. Y con su picardía de adolescente enamorada me jaló hacia el centro de la sala.

Allí había dispuesto una mesa con una botella de vino blanco, frío.  Y una bandeja de frutas, fresas, piñas y uvas. “Esto es para ti, se que te gusta mucho”.

  • “Gracias preciosa, no debiste molestarte”

  • “Como dices eso? Ojalá pudiera atenderte más, pero al menos tenemos esto”

  • “Si princesa, tienes razón “

Mientras me servía una copa de vino y otra para ella, yo me acerqué a las frutas y una idea morbosa comenzó a rondar mi mente.

Ese sabor de las frutas estaba delicioso, pero hoy yo lo quería combinar con algo más. Me dispuse a ejecutar mi idea sin que ella se diera cuenta.

Ella se tomaba su vino muy sensual con su bata medio abierta y el escote de sus senos regalándome una vista espectacular.

Hablamos un poco mientras me fui acercando, tome su pelo, negro y brillante, con aroma a vainilla y coco, y lo aparté de su cuello. Mis labios volvieron a posarse allí, en ese cuello que es una de sus debilidades. Uno de los puntos de entrada que ella me había enseñado. La besé lentamente, casi que acariciando su piel con mis labios. La vi cerrar sus ojos y volvió a echar la cabeza para atrás. Mis labios se adueñaron de ese espacio y sus poros se erizaron. Mis manos volvieron a meterse dentro de la bata y ahora alcanzaban a sus senos, esos senos llenos, preciosos que tanto me encantan. Mientras seguía acariciando los senos, mis labios ahora estaban en su boca de nuevo, fundiéndome en un nuevo beso, lleno de pasión, ya desaforado. Quería aprovechar sus ganas para mi idea.

Mis manos rodearon su espalda, y su bata se deslizó por sus hombros, dejando al aire sus senos, que emergieron preciosos, coronados por esos pezones marrones, enormes que tantas veces he besado,

Miré alrededor de la sala para buscar un sitio donde llevar a cabo mi plan. La mesa de comedor, era de una altura ideal, tenia el soporte perfecto y las sillas me ayudarían mucho. La levanté del sofa, ella se sorprendió de ese movimiento, pero se dejo llevar. La llevé hasta la mesa y antes de apoyarla sobre la misma le desabroché la bata, que cayó al piso con un suave movimiento. Ahora estaba totalmente desnuda frente a mi. Coloque sus nalgas sobre la mesa y la levanté, ella abrió un poco los ojos confundida pero entendió que la quería sobre la mesa.

Allí estaba, sobre su mesa de comedor, desnuda, a la altura ideal para lo que yo quería. Yo me ubiqué entre sus piernas, jalé una silla y me senté, ella quedaba frente a mi de una manera ideal, su vagina a la altura de mi manos, perfecta.

Antes de sentarme había tomado el plato de frutas y lo tenía a mi lado, ella no se había percatado de eso. Mis manos tomaron sus muslos y los separaron, ahora su vagina estaba abierta frente a mi, con sus labios enormes saliendo buscando caricias, con la humedad que ya se mostraba por su excitación, sus vellos cubriendo gran parte de esa entrada que era de un rosado oscuro. Mis labios se acercaron a su sexo y se posaron sobre el, lo cubrí con mi boca, mi lengua salió a recorrer su vagina, la lamía de abajo hacia arriba llegando justo hasta su clitoris, el cual chupaba un poco y volvía a bajar. Repetí este movimiento por varios minutos, lento, la estaba volviendo loca de las ganas, sus manos se movían de la mesa a mi cabeza, tratando de empujarme hacia ella, pero yo no me dejaba, seguía allí lamiendo, lentamente.

Sus gemidos eran intensos, sabia que lo estaba disfrutando pero mi ritmo era tan lento que no le daba para comenzar a venirse. Eso la estaba enloqueciendo. Justo en ese momento, en que el ella soltó un suspiro largo y profundo, tomé un pedazo de piña del plato de las frutas, que goteaba su azúcar, y se lo coloqué justo sobre el clitoris. Ella dió un respingo, elevó sus cadera y solo dijo “que es eso tan ricoooo”. Yo la dejé asimilar el cambio de la temperatura, de la calentura de su sexo al frío de la fruta, era un contraste delicioso.

Ahora, con la piña aún sobre su clitoris, mi lengua comenzó a lamer la fruta, poniendo presión sobre ella y por lo tanto sobre su clitoris. Eso la volvió loca, comenzó a mover sus caderas hacia arriba buscando mi caricia, pero yo seguía lamiendo la fruta, hasta que en un momento me metí la piña en la boca y me la comí.  Eso enfrió mis labios y enseguida los posé sobre su vagina, ella gritó del placer. Mis labios se abrieron y mi lengua, también fría, recorrió toda su vagina, bajándole la temperatura pero aumentando su placer. Mi lengua recogiendo las gotas que eran una mezcla de la fruta y su excitación. Era un sabor agridulce, encantador.

Seguí un par de veces más, antes de tomar otro pedazo de fruta, ahora era una fresa, y repetí la operación. Ella prácticamente brincaba sobre la mesa con cada lamida, sus gemidos eran rápidos y profundos. Mis caricias seguían llevándola hacia el extasis sin freno.

Mientras seguía lamiendo su sexo con cada fruta y oyendo como sus suspiros se acrecentaban en esa mesa, cogí una uva, eran de esas uvas moradas, grandes. La sentí fría y lisa, mi lengua seguía sobre su vagina, lamiendo todos las gotas de las frutas que había colocado sobre el y en ese momento le metí la uva entre sus labios, ellos se abrieron un poco al sentir un objeto en su puerta, y con mi dedo la seguí metiendo, la uva rápidamente fue devorada por esos labios que estaban empapados y mi dedo entró suavemente, llevando la uva hasta el fondo. Así mismo hice con una segunda y una tercera uva, mientras seguía lamiendo su clitoris sin parar, pero aún a un rimo cadencioso, no quería llevarla a ese punto en donde no iba a parar.

Mas uvas siguieron llenando su vagina, ya eran nueve y mi dedo solo podia ya entrar hasta la mitad, ella estaba en la gloria gimiendo y gritando, quería su orgasmo y yo se lo había extendido por mucho tiempo.

Al meter la uva numero doce, cual fin de año, me detuve y me incorporé y la bajé de la mesa y la llevé al sofa, donde la coloqué boca abajo sobre el brazo del mueble, su pecho cayó sobre el sofá, sus pies en el piso y su trasero levantado al aire, disfrutando esa visión me desnudé completamente, me acerqué por detrás de ella y coloqué la punta de mi verga en la entrada de su vagina. Sentí su calor y su humedad, estaba empapada de jugos mezclados con la saliva de todas mis lamidas.

Presioné un poco y mi glande se abrió camino entre sus labios, la lubricación ayudó a que mi verga entrará lentamente sin tanta presión, hasta que sentí la primera uva. Esa sensación del calor de la vagina contrastando con el frio de la uva y la presión de mi miembro era explosiva. Seguí penetrando, sintiendo las uvas abrirse ante mi entrada, hasta que sentí mis testículos rebotar en sus nalgas. La tenía totalmente ensartada. Sentía las uvas alrededor de mi tallo. Sentía el frío de la fruta y el calor de su sexo. Wow. Que sensación única.

Comencé un entrar y salir acompasado. Dándole tiempo a ella a volver a llegar al punto de no regreso . Quería que explotara con mi verga adentro. Y así se lo dije. “ así mi amor, vente para mi, ahora si vente sobre mi verga”. Ella no necesitaba mucho más, elevó sus caderas del mueble y así la penetración fue mas profunda. Sentí mas uvas explotar ante mis embestidas.

Aceleré mis enviones, mi verga entraba y salía desenfrenada. Ella gritaba de placer empujando su trasero hacia mi miembro. Quería sentirla en sus entrañas. Yo sentía que mi orgasmo se aproximaba y se lo grité, “me vengo, me vengoooo” y ella me contestó gritando “ dame tu lecheeee, lléname todaaaa”.

Antes que terminara ese grito el primer chorro de leche salió de mi verga y explotó contra las paredes de su canal. Ella siguió revolviéndose bajo el peso de mi cuerpo y siguió recibiendo uno a uno todos los chorros de leche que salían de mi verga. Y justo cuando estaba por terminar con mi explosión seminal, ella soltó un gemido gutural, con una voz casi de ultratumba, “me vengoooooooo, tómalo papiiiiii” y empezó a convulsionar con su orgasmo.

Mi verga seguía entrando y saliendo haciendo crecer el orgasmo de ella a límites inalcanzables, ella se retorcía del placer, yo sentía como su vagina se inundaba de oleadas de jugos que se mezclaban con lo que quedaba de las uvas y con mi semen, para hacer una combinación excitante de temperaturas. Mi verga disfrutando de todo esto, aún erecta a pesar de mi abundante venida un minuto atrás. Ella seguía retorciéndose bajo mi peso hasta que oí un largo suspiro salir de su boca y su cuerpo se desplomó sobre el brazo del sofa. Estaba vencida por el placer.

Lentamente saqué mi verga de su sexo, y pude ver como mi semen se salía poco a poco mezclado con las uvas, era una imagen que no se me borrará jamás de mi memoria.

Ella se quedó allí, con los ojos cerrados aún disfrutando de las sensaciones que salían de su sexo. Cuando abrió los ojos, me preguntó, “Que fue eso tan delicioso que me hiciste?”  Yo solo la miré y le dije, “ mi amor, solo te amé como un hombre debe amar a su mujer, eso te hace falta y eso te di”.

Esa noche, ya cuando estaba en mi casa recibí una llamada de ella, era muy extraño pues ella sabía bien de no llamarme. Contesté preocupado y ella solo me preguntó, “ Por que me están saliendo uvas de la vagina?” Yo sólo pude reírme y decirle, “te amo”.