Las tribulaciones de un ciudadano normal - Final

Y con esto doy por finalizada esta serie de "tribulaciones" donde he procurado que no quedara ninguna pendiente. Nos vemos por aquí.

12.- Epílogo (2ª parte)

No todos los personajes de esta historia son reales y por tanto no todos son ficticios. Lo mismo ocurre con los acontecimientos que se narran. En más de una ocasión se han entrecruzado “momentos” de un personaje con los de otro, y eso es porque me hubiera gustado que hubiese sido así.

La línea temporal es mucho más larga de lo que aquí aparece. Algunos acontecimientos necesitaron mucho tiempo y mucho trabajo para poder realizarlos. En beneficio del ritmo de la historia y evitar saltos temporales que no me acababan de gustar, "tuve" que tener un golpe de suerte con los juegos de azar para acortar lo que realmente costó más tiempo y esfuerzos poder llevar a cabo determinados planes.

Nunca existió una hermana Emi. Lo que sí existió fue una prima segunda a la que di el papel de hermana para salpimentar con un poco de morbo la historia, es posible que me haya atrevido a ello porque no tengo hermanas. Esta prima era mayor que yo aunque no se la podría acusar de abuso de menores, yo no lo era ya, pero sí era una bomba de hormonas revolucionadas. Lo que aconteció con ella casi coincide con lo que se cuenta en la historia con mi supuesta hermana. La relación fue tórrida y breve, no tan bonito como pretendo en el relato pero casi, sólo casi, como se cuenta en él, y guardo un buen recuerdo de esa etapa. Acabamos bien y actualmente nuestra relación es buena.

¡Ah! Y el tatuaje de mi ex no es tan grande como digo en la historia, pero me resultaba igual de desagradable. Efectivamente se cambió el nombre, pero no era, para nada, tan cinematográfico.

De El Sacristán, personaje real, pero con otro “grado”, nunca más supimos de él ni de su madre.

De quién sí llegué a saber, porque Rosa se empeñó en averiguarlo, fue de Toñi y M.ª José (que también son nombres ficticios) e incluso llegó a tener una conversación con ellas. M.ª José es catedrática en una Universidad española, está casada y tiene tres hijos. No quiso explicarle a Rosa porque nunca quiso hablar conmigo, alegando que en realidad no recuerda la causa, le dijo que quizá fuera vergüenza de haber compartido cierto episodio conmigo, y a pesar de que Rosa le dijo que sabía a que episodio se refería, eso no justificaba el nunca volviera a dirigirme la palabra y que yo guardaba un afectuoso recuerdo de ambas, pero no consiguió sacar nada en claro. Rosa está convencida de que lo hacía en contra de su voluntad.

Toñi cambió de carrera y terminó haciendo Medicina. Vive en Londres, está casada y tiene dos hijos, Rosa está convencida de que por la diferencia de edad que hay entre ambos, sumado a la edad del mayor, este bien podría ser hijo mío y la causa de que no se incorporara el curso siguiente a la Universidad y, ya puestos, el motivo por el cual su hermana no “recuerda” porque no quería hablar conmigo. También Toñi le dijo a Rosa que tenía muy buenos recuerdos de mí y de aquellos días, pero que, por favor, no intentara ponerme en contacto con ella. Las deducciones de Rosa eran razonables pero no terminaban de convencerme. Mi argumento contra eso era que había pasado mucho tiempo, y en el caso de que Rosa tuviera razón y Toñi había decidido hacer su vida sin mí, yo no iba a inmiscuirme en la vida de esa familia.

En 2016 Herminia sufrió una extraña enfermedad que la postraba en cama durante largas temporadas, esto duró casi un año. Los médicos no sabían decirnos cuales eran las causas, era vírico, nos decían. Se recuperaba al cabo de 10 o 15 días y volvía a caer postrada. Decidí habilitar una de las habitaciones y equiparla con todo lo que los médicos me dijeron, contraté a un equipó de enfermeras para que fueran turnando en el cuidado y vigilancia de su estado hasta que de repente, sin más, como apareció el mal, desapareció. No fue de un día para otro, pero las recaídas fueron espaciándose cada vez más y eran más cortas. Herminia iba recuperando fuerzas y, finalmente los médicos le dieron el alta y nos dijeron que no parecía haber secuelas. A pesar de eso quedamos con el miedo de que en cualquier momento reapareciera, pero incluso a eso también llegamos a acostumbrarnos hasta casi olvidarlo.

Coincidiendo con eso, Clara acabó su carrera y volvió a casa coincidiendo con la paulatina mejoría de su madre, para pasar el verano antes de irse de nuevo para hacer el Master que se había propuesto hacer. A Herminia no le salieron bien sus planes debido a mi reticencia y a la vergüenza que le daba a Clara enfrentarse a mí por sugerencia de su madre para perder la virginidad y así evitar un presunto error posterior. Sin embargo, tuvo tiempo de meditarlo, supongo que entre examen y examen. Así que la tarde del día que llegó se presentó en mi habitación, lo hizo a través del pasadizo. Llevaba un pijama corto de seda con la chaquetilla con más botones desabrochados de los estrictamente necesarios. La vi llegar por el espejo del pequeño bar que tengo dispuesto en la sala de la habitación. Me estaba preparando una copa y afortunadamente llevaba puesto una especie de batín muy ligero, si hubiese estado como normalmente suelo moverme por mi habitación, creo que mi aplomo no hubiese sido el mismo, sinceramente.

  • ¿Te preparo algo? ---le pregunté sin mostrar sorpresa.

  • Un poco de agua, por favor. ¿Me esperabas?

  • Desde hace tiempo. ¿Con hielo?

  • Si, por favor. Crees que tenemos algo pendiente ¿no?

  • Creo que eso lo vas tener que decidir tú. ¡Bienvenida! ---le dije entregándole el vaso.

  • Gracias. ¿Y si ya lo tengo decidido? ---me preguntó con un desparpajo no exento de rubor.

  • Pues si ya lo tienes decidido, nos ahorramos un tiempo precioso. ¿Tu madre sabe que estás aquí? ---le pregunté mientras me sentaba en la cama

  • Seguramente se lo imagina. ¿Puedo sentarme ahí, contigo?

  • ¡Claro! ¿Y aque debo tan grata visita el mismo día de tu llegada?

Permaneció en silencio durante un momento, su cara había perdido la sonrisa y el gesto atrevido con que había llegado.

  • Yo estaba enamorada de ti, supongo que lo recuerdas. ---dijo al fin.

  • Hablas en pasado, algo hemos avanzado.

  • No, Javier, quizás no hayamos avanzado tanto, es solo que… Posiblemente he madurado un poco y… Yo estaba decidida a venir aquí, como mi madre quería que hiciera y salvarme de caer en manos de alguien que convirtiera mi primera experiencia y bla bla bla… Y un día pensé que todos me decíais que yo era inteligente y que podría hacer todo lo que me propusiera si, ademas, sabía refrenar mis impulsos infantiles, y pensé, si soy tan inteligente ¿por qué me esfuerzo en demostrar todo lo contrario? ¿Por qué mi madre cree que no seré capaz de dominar una frustración y cometer un error, irreparable quizás, por un capricho infantil?

  • Y…

  • Y decidí que el error sería venir aquí y ponerte en la tesitura de tener que decirme que debería pensar mejor lo que creía que debería hacer. No podía hacerlo si realmente estaba enamorada de ti. Yo sé que tu quieres a mi madre y yo, inconsciente, incluso pensaba plantearte que eligieras. ¿Como ibas tú a dudar en la elección? La elección me tenía que ser favorable con toda seguridad. Pero de repente recordé que era mi madre quién me animaba a permitir que fueras tú el que me me iniciaras, y pensé que mi madre no veía en mí a una rival… Y también pensé que lo último que quería ver en ti era una mirada de condescendencia. Por eso nunca vine.

  • Pero lo haces ahora. ¿Qué ha cambiado?

  • Yo. He cambiado yo. Y tu también has cambiado. En tus ojos he visto que ya no me miras como la niña que era.

  • Eso es cierto, Clara, pero tendría que preguntarte si estás segura y, sobre todo, por qué.

  • Mis respuestas serían que sí, estoy segura y porque creo que si no… que si… que si no hago el amor contigo… me arrepentiré toda mi vida, porque eso si será un error.

  • ¿Tu eres consciente de los años que nos separan? Podría ser tu padre, Clara.

¡Ojalá lo fueras y no tendría este problema!

  • ¿Entonces?

  • Entonces, está todo dicho, ya no sé que más decirte, solo que me mires y veas como he venido. Me he arriesgado ¿sabes?

Llevé mi mano hasta su barbilla, levanté su rostro, acerqué mis labios a los suyos y la besé suavemente, lo hice varias veces, hasta que ella empezó a besarme del mismo modo, luego cogió mi cara con ambas manos y mirándome intensamente me dijo: Quiero sepas que aún soy virgen. Lo quise así por si un día llegaba este momento. Si me rechazabas, ya me daría igual, pero si no…

Desabroché los dos o tres botones de la camisa de su pijama que aún estaban abrochados y ella se despojo de la prenda dejando al desnudo su torso, dos hermosos pechos jóvenes me desafiaban altivos, sin ser exagerados, eran grandes. Los encumbraban unos pezones de buen tamaño que percibí erectos y que permanecían centrados en unas areolas de un color canela que me resultaban de lo más atractivas. Clara me miraba fijamente como esperando una sentencia. Acaricié aquellos pezones pasando las palmas de mis manos abiertas sobre ellos, rozándolos apenas, tenían un tacto suave a pesar de su dureza. Clara suspiraba y sin dejar de mirarme quiso deshacer el nudo que mantenía cerrado mi batín, una vez lo hubo conseguido le ayudé a despojarme de él. Su mirada fue de inmediato a mi pene, ya erecto, no sabía muy bien cual había de ser el siguiente paso, así que le dije:

  • ¿Has tenido fantasías eróticas de algún tipo?

  • Si, claro.

  • ¿Y conmigo? ¿Has tenido alguna fantasía conmigo? Si es así, este es el momento en que pueden dejar de ser fantasías.

Me miró fijamente, puso su mano en mi pecho y me empujo suavemente para hacerme tumbar en la cama, se levantó despacio, sin dejar de mirarme y se despojó de su pantaloncillo, ya desnuda se subió a la cama, se puso sobre mí agarrando mi pene con firmeza a la vez que me ofrecía su vulva evidentemente húmeda, deslicé mis dedos muy despacio a lo largo de aquellos labios que rezumaban su miel y ya fui incapaz de evitar que mi boca, mi lengua tratara de beber y saborear lo que que a mis ojos aparecía como el más exquisito de los manjares, hasta ese momento no fui consciente de cuanto había deseado ese momento, hasta ese momento no me había dado cuenta de como había calado en mí el deso de tener un día a Clara en mis brazos. Mis labios besaban y lamían aquellos labios vaginales de tacto aterciopelado y exquisito aroma, mi lengua intentaba conquistar y penetrar en los profundos rincones, hasta ahora inexplorados, de ese recóndito territorio. La respiración entrecortada de Clara no impedía la hambrienta dedicación de Clara hacia mi pene, con su lengua había ido retirando el prepucio dejando libre el glande lo acariciaba con su lengua, luego se lo introdujo en la boca y, realmente, lo mamaba, lo hacía como intentando sacar de allí todo lo que pudiera extraerse, después empezó la felación en profundidad metiendo en su boca todo lo que era capaz de meter, la velocidad de la felación fue aumentando proporcionalmente a su excitación, pues yo no había dejado de acariciar con mis labios y mi lengua cada milímetro de su vagina, así que el orgasmo de Clara no tardó mucho en producirse fue intenso y largo, tanto que me resultaban familiares, tanto que deduje que posiblemente serían varios los que tendría a lo largo de la tarde. Cuando se medio recuperó, la hice venir hasta mí la besé con pasión, a lo que ella respondía de igual forma. Seguía agarrando mi pene y acariciaba mis testículos con delicadeza. Quise chupar aquellos pezones y acariciar sus pechos. Eso la excitaba mucho. Se retorcía provocando que de vez en cuando sus pezones escaparan de mi boca, pero la escapatoria era breve. Abandonó mi pene un momento para tomar mi mano y dirigirla a su entrepierna, quería que le acariciara el sexo y eso hice con muchas ganas. Sus gemidos me excitaban sobremanera, de modo que me puse sobre ella, que viendo la intención, abrió sus piernas al tiempo que inclinaba la cabeza hacia delante intentando ver, y tal vez disfrutar, el momento en que me introducía dentro de ella. En el momento en que mi glande tocó su himen, reclinó su cabeza en la almohada y cerró los ojos, quizás esperando un dolor que nunca llegaría. Muy despacio, penetraba y retrocedía presionando hasta que sentí que entraba dentro de ella todo lo que me era posible, cuando Clara se apercibió de que ese sería todo el dolor que iba sentir, lanzo un hondo suspiro, se abrazó a mi con fuerza, me aprisionó entre sus piernas y me besaba con ansiedad, yo trataba de corresponder a todas sus acciones y acariciaba todas y cada una de las partes de su cuerpo que estaban al alcance de mis manos. Ya me era casi imposible resistir mucho mas sin correrme, así que di mayor brío a mis embestidas hasta que conseguir que Clara tuviera un nuevo orgasmo, yo le fui a la zaga. Había sido la primera etapa de una tarde muy intensa.

Empezaba a ocultarse el sol cuando me levanté y fui a la ducha, cuando volví, Clara aun estaba dormida, así que me vestí y me acerque a la habitación donde reposaba Herminia. Cuando entré estaba despierta aunque cansada, la enfermera se retiró para darnos un poco de intimidad. Herminiame sonrió y me preguntó por Clara.

  • ¿Ha sido buena contigo? ¿Todo estaba como tenía que estar?

  • Sí, tranquila, no te preocupes.

  • ¿La has hecho feliz, Javier?

  • Eso te lo tendrá que decir ella, pero creo que sí.

  • Gracias. Te quiero mucho. Mucho.

La besé. Estuve leyendo para ella hasta que se durmió.

Volví a mi habitación, Clara, seguía en la misma posición en que la dejé, me acerque y le di un beso en los labios, entreabrió los ojos unos segundos y con voz adormilada me dijo que me quería, salí a la sala, cerré la puerta y aproveché para llamar a Rosa y Nerea. Rosa me preguntó por el estado de Herminia, le di todas las novedades, estuvo contenta por la aparente mejoría (en su momento me había ofrecido su ayuda) y antes de despedirse y pasarme a Nerea me dijo: Te quiero, Javier. Le contesté que yo también y que tenía ganas de verla. Me pasó a Nerea, que me contó todas sus actividades del día y me preguntó que cuantos días faltaban para que pudiera venir a estar conmigo y antes de colgar me dijo: Te quiero, papá.

¿Que más puedo pedir?

FIN