Las tribulaciones de Eugenie y Louise/7
Eugenie descubre por fin el paradero de Louise en muy amargas circunstancias. La desesperación por lo que están viviendo es absoluta.
CAPÍTULO VII
LA MISA
Como en todas las ocasiones en que se celebran oficios religiosos en la enorme y fea basílica del convento de Sta. Magdalena de la Redención, Eugénie y todas las menores, junto con las comunes y las preñadas, ocupan una de las alas de la cruz latina de la iglesia; la nave central queda reservada para las monjas y novicias así como personal del clero y ocasionales invitados. En la otra ala se encuentran las mujeres del reformatorio, aisladas e invisibles, ya que están separadas por una espesa celosía metálica. Antes de empezar la misa la abadesa anuncia un castigo público en el patio cuando se ponga el sol. Las internas más jóvenes que han asistido a alguno anteriormente se mueven inquietas. Eugénie se estremece. ¿se tratará de Louise?. A la hora de la comida Corinne vuelve a sentarse junto a Eugénie que está muy angustiada por la incierta suerte de Louise. Sospecha que está en la sala de castigo, el temido reformatorio, pero Corinne que está allí, se lo hubiera dicho, a no ser que... prefiere no pensarlo. Sin embargo le ruega a Corinne que averigüe lo que pueda. A cambio hará cualquier cosa que le pida y es perfectamente consciente de qué puede significar "cualquier cosa". Evidentemente Corinne capta el mensaje pero le dice a Eugenie que no es el tipo de mujer que ella desea. Su amiga sí le gusta. Cuando oye a esa descarada pronunciar esas palabras está a punto de saltar a su cuello pero se controla porque solo empeoraría las cosas. Corinne a pesar de que es sabedora de su ira, le dice que lo intentará durante la ejecución. Extrañada Eugénie le pregunta a Corinne ¿qué ejecución?, a lo que esta le dice que es un secreto, que hoy ajusticiarán a una reclusa embarazada que ha intentado abortar, fracasando en su empeño pero para su desgracia el feto ,que permanece, en su vientre ya esta muerto. Eugénie pregunta a la - al parecer- muy bien informada jovenzuela si no está confundiéndose con el castigo ya anunciado, y si hay guillotina en el Convento de la Redención. Corinne contesta sin ningún tipo de emoción que no sea tonta, que no puede ajusticiarse a nadie aquí, pero que nada impide hacerlo administrando un castigo y que así han acabado muchas reclusas. En definitiva que el estatuto de la orden permite de hecho la pena de muerte, pero de forma mucho más cruel. Eugénie calla horrorizada ante la indiferencia de Corinne y no prueba bocado pensando en lo que va a ver.
LA EJECUCIÓN
A media tarde las reclusas de la sala de menores dejan sus labores de meditación, y conducidas por las monjas de su sala se dirigen al patio principal, un gran cuadrado situado tras el ábside con corredores rodeándolo por las otras tres fachadas . Cada sección baja por su propia escalera y se coloca en cada una de las caras del gran espacio. Cuando baja el grupo de Eugénie ya están allí las comunes y embarazadas, situadas frente al ábside, donde hay un gran catafalco o al cadalso, donde hay una barra de madera sostenida por dos caballetes, de la que cuelga una cuerda. Las menores se disponen a la derecha. Cuando ya se han alineado, tras unos minutos aparecen las internas del reformatorio, justo enfrente de ellas, y ahora sí, bien visibles. Eugénie mira indisimuladamente aun a riesgo de recibir una reprimenda y por fin, distingue claramente el rostro fatigado de Louise y también a Corinne, que queda muy lejos de ella. Se confirman sus sospechas: está en el reformatorio, el lugar más cruel e inhumano del convento, y Corinne la ha engañado y se ha burlado de ella. La sacan de sus sombríos pensamientos unos aullidos salvajes que vienen de una pequeña puerta metálica disimulada en una esquina.
Aparece el Arcediano primero y otro sacerdote tras él franqueando a un obispo. Y es que cuando va a procederse a una ceremonia de ese tipo se pide la presencia de dos hombres de Dios que certifiquen la legalidad. Tras ellos hacen su aparición la abadesa y sus delegadas, y por ultimo la rea que deben llevar casi a rastras entre dos religiosas mientras grita convulsivamente. La condenada es una muchacha muy joven que lo hizo porque no quería que su hijo fuera vendido, un hijo fruto de los amores ilegítimos con un empleado negro de las caballerizas de su padre.
Arriba en un lateral ll obispo, y los dos sacerdotes toman asiento junto a la abadesa mientras el resto del personal permanece de pie. Sube la infeliz muchacha y el abate se acerca a la condenada y le musita unas palabras al oído. Ella deja de gritar y asiente sin dejar de apoyarse en las monjas. Está más calmada pero llora desconsoladamente. El abate Arcediano vuelve a sentarse mientras la abadesa como superiora del Convento, y, por tanto, responsable máxima. se levanta y va a leer la horrible sentencia entre un silencio sepulcral:
Por ser una asesina convicta y confesa la colgaran cabeza abajo y le darán cien bastonazos en su abdomen. La pobre víctima al escucharlo de nuevo grita de forma desgarradora.
Eugénie se estremece al oírlo y mira a Louise que esta llorando a lagrima viva
La infortunada es despojada de sus ropas y se le atan las muñecas por la espalda. Ha vuelto a quedar muda; ya está exánime, paralizada ante su amarga suerte; es tumbada larga cara al suelo de madera. Con la cuerda que cuelga de la barra se le atan los tobillos y se le alza. No se mueve ni grita. Está totalmente ida, inerte. Louise tiene la cara entre sus manos. Eugénie ve como una monja se le acerca y le estira del pelo para que mire. Ruega al Señor para que la cosa no pase de ahí y que Louise sufra un correctivo. Dos hombres con la cara tapada aparecen y suben al patíbulo llevando dos varas gruesas, son los verdugos . Cada uno se pone a cada lado de la desgraciada esperando la señal.
La abadesa da la orden y el primer golpe descarga sobre la redonda barriga con un sonido líquido, al que sigue rítmicamente otro y otro... ahora sí grita la desgraciada. Eugénie no lo puede evitar y vomita. No es la única en hacerlo, Louise y otras reclusas también lo están haciendo. Las monjas no intervienen. A los pocos bastonazos la condenada ya no grita ni se mueve... esta ya desvanecida o muerta, pero a pesar de eso la sentencia se cumple hasta el final. La descuelgan y la retiran. Los hombres de Dios la siguen. Se ha hecho justicia.
Las reclusas continúan en el patio un tiempo. Se oyen los lloros y sollozos. A una señal de las monjas se retiran ordenadamente. Eugénie ha visto como Louise se ha percatado de su presencia y la mirada que le dirige no puede ser más desdichada
Ambas arrancan de sus guardianas una ultima mirada y lloran. La desesperación inunda sus almas.
Eugénie no ha visto que Corinne haya hecho nada por acercarse a Louise.