Las tres pruebas de M. Primera Prueba.

Por culpa de una apuesta M. se ve obligada a realizar las fantasias de su marido de exhibirla ante otros hombres.

Las tres pruebas de M.

Primera Prueba: el centro comercial

Todo comienza como un simple juego. Una apuesta sin importancia con mi mujer, Maria, justo antes de la Eurocopa. A mi me encanta el fútbol y ella no puede ver un partido, siempre dice que los hombres perdemos la cabeza ante un partido de fútbol y nos ponemos gilipollas delante de la tele viendo a veintidós millonarios en calzoncillos corriendo tras una pelota. En parte se que tiene razón, pero a veces a todos nos gusta hacer cosas irracionales, forma parte de la naturaleza del ser humano. Ese día estaba especialmente crítica.

Maria: No se para que te molestas en ver la Eurocopa. España no pasará de cuartos, si es que llega. Como siempre. Esta selección nunca ganará nada. Y todos delante del televisor como monos.

Jose: Yo creo que esta vez hay más opciones. Con un poco de suerte podemos llegar a semifinales o incluso a la final.

Maria: Ja,ja,ja. Siempre dices lo mismo y siempre acabas llorando en la tanda de penaltis. Si pudiera apostar dinero, me lo jugaría todo a que España no va a ganar la Eurocopa. Apostaría lo que fuera.

De repente se me iluminó la bombilla y tuve una idea descabellada. Llevábamos casi diez años de matrimonio y siempre que proponía novedades en nuestra adocenada vida sexual , Maria esquivaba el tema y decía que siempre pensaba en lo mismo. Nunca ha sido muy creativa a la hora de follar, y menos aun a la hora de plantear juegos entre los dos. A menudo, fantaseaba con verla en manos de otros hombres, exhibiéndose ante ellos, provocándolos, como en algunos de los relatos que había leído en internet. Alguna vez se lo comenté de pasada pero nunca me hizo caso y cambiaba rápidamente de tema o me decía que estaba mal de la cabeza. Lo deje estar, como es normal, no se puede forzar a nadie a hacer algo que no le apetezca… Al menos a priori. Esta podía ser la oportunidad que estaba esperando para hacer realidad mis fantasías.

Jose: Te propongo una apuesta. No vamos a jugarnos dinero, pero si quieres podemos jugarnos otra cosa.

María me miró intrigada.

Maria: ¿Otra cosa? ¿Qué propones?

Jose: Si España no gana la Eurocopa yo haré lo que me digas durante tres días. Sin rechistar. Seré una especie de esclavo a tu servicio. Planchare, cocinare, limpiaré el piso, haré la compra, todo lo que tu me mandes.

María: Mmmm, suena tentador… ¿ Me darás esos masajes tan buenos en los pies durante todas las noches?

Jose: Ya te he dicho que haré "todo" lo que tu quieras que haga. Sin cuestionarlo.

María: ¿Y si pierdo yo?

Jose: Entiendo que lo justo es que tu hagas lo mismo. Que acates mis ordenes durante tres días y hagas todo lo que te mande.

María: Ufff, no se. No me fío demasiado de ti… Eres capaz de cualquier cosa.

Jose: Si no estas tan segura de ti, lo dejamos.

María: No, no. España nunca gana nada y esto es una apuesta segura. Acepto la apuesta.

Jose: Recuerda que no puedes volverte atrás.

María: Por supuesto. Ya sabes que yo siempre cumplo lo que prometo. De todas formas vete preparando el delantal y la cofia, porque vas a dejar el piso como nuevo.

Eso era cierto. Desde que nos conocemos, María siempre ha demostrado una gran dignidad y cuando ha tenido que hacer algo a lo que se había comprometido, aunque no le gustará, lo había hecho manteniendo su palabra hasta las últimas consecuencias. Nos dimos un simbólico apretón de manos y sellamos el acuerdo con un pacto de caballeros.

Como todos sabéis a estas alturas, España dio la sorpresa y se proclamó campeona de Europa en 2008. Lo celebramos a lo grande. Nadie se lo esperaba y eso hizo que aún supiera mejor ese título que ya era hora que ganáramos.

Decidí guardar silencio durante unos meses y no hacer ningún comentario acerca de la apuesta. Fui desarrollando la idea que había sido el germen de aquella apuesta.

Mi intención era convertir a mi mujer en la protagonista de las fantasías sexuales que siempre me habían excitado. A ella nunca le gustó exhibirse, ni participar en juegos en los que participarán terceras personas y yo estaba decidido a transformarla en una verdadera calientapollas y a que se desinhibiera como nunca antes. Sólo de pensar en lo que le estaba preparando me ponía a cien.

Así, un caluroso día de agosto, me levanté temprano y dejé sobre la mesilla de noche de nuestro dormitorio un sobre con las instrucciones para el primer día de mi dominio sobre ella. Sin decirle nada me vestí y salí dispuesto a esperarla una vez que hubiera cumplido con su parte.

En el sobre había escrito en letras grandes "PRIMER DÍA" y dentro le dejaba las siguientes instrucciones:

" Como recordarás, querida esposa, hace unos meses perdiste una apuesta. ¿Creías que me había olvidado? Pues bien, querida, hoy es el primer día en el que vas a comenzar a cumplir lo apostado. Quiero que sigas mis instrucciones al pie de la letra y cumplas en todo momento con lo que se te ordena. Si te ves incapaz de llevar a cabo lo que se te ordena, cerraremos el asunto, aunque será la primera vez que no cumples con tu palabra y eso no creo que te guste demasiado

Bien. En primer lugar, he dejado sobre la silla la ropa que quiero que te pongas hoy. Es muy importante que te esmeres en ir provocativa, como si fueras a salir de noche. He dejado un top blanco de tirantes, aquella minifalda vaquera que se te había quedado pequeña y habías guardado en el fondo del armario y unas sandalias negras. Ya está.

No, no se me ha olvidado nada. No quiero que lleves ropa interior.

Quiero que después de ducharte, aun sin desayunar, te pongas la ropa y te dirijas al centro comercial. Es sábado y a esa hora ya habrá bastante gente. Una vez allí tienes que cumplir estas tres pruebas:

  1. Deberás pasear por todo el centro comercial. Bajar y subir escaleras, entrar en tiendas, en definitiva mostrarte y, sobre todo, mostrar tu coñito a todo el que quiera verlo. Te dejo libertad absoluta para deambular y lucirte. Disimuladamente. Te sentarás en una cafetería e incitarás a quien tu elijas y solo pasarás la prueba si consigues provocar una erección a quien o a quienes hayas decidido excitar.
  2. Una vez terminada esta prueba. Te dirigirás a la sección de lencería del centro comercial. Seleccionaras dos o tres conjuntos que tu creas suficientemente provocativos y escogerás dos tallas menos de lo que usas normalmente. Con ello, te dirigirás a los probadores y deberás escoger alguno que este cerca de donde allá algún chico esperando a su novia. Dejarás la cortina del probador unos centímetros abierta, lo suficiente como para que no parezca premeditado, y le permitirás ver como te cambias de ropa lo más explícitamente posible. El objetivo es, de nuevo, que un bulto aparezca en su pantalón.
  3. Una vez hayas conseguido la anterior prueba deberás salir del probador con el tanga o braguitas que más te hayan excitado. Cuando pases por la salida la alarma sonará y deberás acompañar al vigilante jurado a la oficina para que te cachee. En todo momento negarás que has robado nada y deberás dejar que sea el el que demuestre el delito. El objetivo es, de nuevo, provocar una gran erección en el vigilante, aunque es posible que te pida algo más. Si te ordena que hagas algo deberás hacerlo.

Como última condición te impongo tres reglas que deberás cumplir en todo momento:

  1. No puedes decir que se trata de una apuesta.
  2. No protestaría mis decisiones.
  3. No puedes tocarte el coño bajo ningún concepto.
  4. No puedes dejar que te follen.

Yo te estaré esperando en el parking del centro comercial a las doce.

Un beso y hasta entonces."

Me fui a desayunar, estuve leyendo el periódico un buen rato, aunque a penas pude concentrarme en leer los titulares, pensando en lo que en ese momento estaba realizando mi queridísima esposa. Compré algo para la comida del mediodía y a las doce menos cuarto estaba en el parking esperando a Maria que apareció a las doce y diez, visiblemente nerviosa y algo despeinada.

Cuando entró en el coche vi que efectivamente, llevaba el top que le había ordenado que usara ,que apenas cubría sus pechos y que además, le marcaba visiblemente los pezones.

Al sentarse pude comprobar que tampoco llevaba bragas y un fuerte olor a flujo vaginal inundó el coche cuando entró. Estaba bastante seria.

Jose: ¿Qué tal ha ido todo?

Maria: Eres un cabrón. Esta vez te has pasado. No pensé que me ibas a obligar a llegar tan lejos por una apuesta. Creo que te estas aprovechando de la situación.

Jose: Mmmm. Por lo que veo, la cosa ha ido bien. Estoy deseando que me cuentes todo con pelos y señales, hasta el más mínimo detalle. Y si, tienes razón, me estoy aprovechando para llevar a cabo todo aquello a lo que nunca te has prestado. Es un poco maquiavélico, pero tú nunca has accedido a satisfacer mis deseos más íntimos.

María: Así que eso es lo que quieres. Convertirme en una puta en manos de cualquiera. Pues lo has conseguido. No se como pero lo has conseguido.

En sus ojos había un brillo especial. No parecía la misma mujer que yo había dejado durmiendo plácidamente esa misma mañana y, me preguntaba, si no estaría jugando con fuego y si podría llegar a quemarme.

Aparqué junto a la casa y en el coche le rogué que me contara lo sucedido con todo detalle. Que no se dejará nada.

Maria: Cuando me levanté vi que no estabas en la cama y me asusté. Luego descubrí la nota y lo comprendí todo. Me di cuenta de que me estabas poniendo a prueba. Yo no iba a rajarme y en seguida me vestí. El top blanco marcaba mis pechos exageradamente e incluso, al no llevar sujetador, se transparentaba levemente, dejando adivinar la marca oscura de mi aureola. Cuando me coloqué la mini vaquera me sentí totalmente desnuda. Probé a sentarme y apenas cubría la parte superior de mis muslos. Parecía un cinturón grande y, con cualquier movimiento dejaba al descubierto mi raja o mis glúteos.

Después me pinté los labios con un rojo pasión y los ojos como si fuera a salir de fiesta por la noche y me dirigí al centro comercial. Cuando bajaba en el ascensor coincidí con Eufrasio, el jubilado del tercero, que se me comió literalmente con los ojos. Se quedó mirando mis tetas como hipnotizado y yo para romper el silencio dije alguna cosa sobre el calor que hacía. Ni me respondió. Se le caía la baba.

Jose: Ja,ja,ja. Ese hombre necesita un buen repaso. Yo creo que su mujer hace tiempo que no le da de "comer"… jajajaja

Maria: Si, jajaja. Bueno, en seguida llegue al centro comercial y comencé a pasear. Me puse las gafas de sol para poder observar sin que nadie se diera cuenta. Los hombres se giraban descaradamente cuando pasaba. Subí por las escaleras mecánicas y a buen seguro, el chico que iba detrás de mi se llevó una buena panorámica de mis muslos y de mis nalgas.

Luego bajé por unas escaleras que están al aire y que, a los que están debajo les permite ver todo lo que hay bajo las faldas. Solo había una mujer, que miró hacía arriba y a buen seguro pudo verme el conejo con todo detalle.

Jose: ¿Cómo te sentías?

Maria: Pues si te digo la verdad, el juego me hacía sentirme rara. Me sentía el centro de las miradas y por momentos me parecía ser una puta buscando clientes. Enseñando el material para aquel que quisiera comprar. El hecho de exhibirme ante desconocidos me estaba dando un gustito que comenzaba a reflejarse en forma de cosquilleo en mi vagina.

Jose: Mmmm, mi mujer es una verdadera zorrita en potencia.

Maria: Bueno, déjame seguir y verás. Después de media hora de deambular por el centro comercial me senté en una cafetería a desayunar. Solo había otras dos mesas ocupadas. En una de ellas, un par de chicos tomaban un batido de chocolate mientras jugaban a las cartas. En la otra había dos matrimonios con niños. Me decidí por los chicos.

Me situé frente a ellos con las gafas de sol puestas. La falda apenas me cubría, ya que además, al sentarme se había subido, y podía notar el frío de la silla de metal sobre mis nalgas y evidentemente, se podía ver con toda claridad la hilera de pelitos en línea recta sobre mi chocho, el resto lo tenía depilado y no dejaba lugar a la imaginación.

No tuve que llamar su atención ya que desde que había entrado en la cafetería no me habían quitado ojo y se reían entre ellos dándose pequeños codazos el uno al otro. En seguida los tuve pendientes de todos mis movimientos, y no pensaba defraudarlos.

Cruce las piernas y luego las descrucé lentamente, como Sharon Stone en "Instinto Básico" y dejé que, durante unos segundos, vieran claramente como relucía mi coño, a esas alturas ya bastante humedecido.

Tras las gafas vi como se quedaban boquiabiertos ante lo que habían visto. Hasta habían dejado de reír y ahora se miraban el uno al otro algo nerviosos. A buen seguro no estaban muy acostumbrados a ver un coñito tan claramente como yo se lo había enseñado. Mis pezones estaban duros como piedras y pugnaban por romper la camiseta. Tomé un sorbo de café y mientras leía el periódico me propuse llegar más lejos. Me sentía dominadora de la situación y era yo la que mandaba. Decidí darles otra dosis de vista y, moviendo mis caderas ligeramente hacía abajo, me situé con las piernas entreabiertas, dejando que el aire penetrara en el hueco de la falda y enfriara los jugos que en ese momento comenzaban a caldear toda la zona de los labios vaginales. Mantuve aquella posición durante casi un minuto, expuesta a aquellos dos chavales que permanecían quietos mirándome descaradamente.

Pensé que ya era suficiente. Pague la cuenta y me levanté. La silla de metal estaba ligeramente mojada a causa del flujo provocado por la excitación. Con un pañuelo limpié la superficie y al pasar junto a la mesa de los dos chicos, deje caer el pañuelo distraídamente a sus pies. Me pareció un buen regalo para aquellos dos.

Jose: Y tan bueno. A buen seguro, disfrutaron tanto como tu de la exhibición y seguro que se hicieron sendas pajas a tu salud.

María: A esas alturas a mi también me habría venido bien masturbarme y bajarme el calentón que llevaba.

Jose: Pero en las instrucciones venía muy claro que no podías tocarte.

Maria: Ya, ya. Y por eso no entre al baño de mujeres y me hice un dedo. Pero déjame seguir, que esto no es nada.

Jose: Ya no te interrumpo más. Solo te diré que oírte contarlo me ha puesto la polla en situación de defensa.

María: Ja, ja, ja. Pues cuando oigas el resto se te va a poner en situación de ataque. Después de dejar a los chicos me dirigí a la sección de lencería del centro comercial. Seleccioné dos conjuntos de lencería, con sujetador y braguitas de encaje, uno blanco y otro negro, y un tanga minúsculo, de color rojo precioso. Como tu me dijiste escogí dos tallas menos de la que suelo usar.

Entré en los probadores, pero en ese momento no había nadie. Esperé un poco haciendo tiempo y al momento entró un matrimonio de unos cincuenta años. La mujer llevaba cuatro vestidos para probarse y el marido la acompañaba. Me puse en el probador contiguo al de ella y dejé la cortina entreabierta unos centímetros. El hombre esperaba junto al probador de la mujer y ahora solo era cuestión de captar su atención para ofrecerle mi particular striptease.

Jose: ¿Cómo era el tipo?

María: No se, pues normal, como todos. Unos cincuenta años, algo calvo, con gafas y vestía bastante clásico. Un señor normal.

Jose: Ya. Continúa por favor.

María: La situación en la que estaban colocados los espejos me permitía ver su cara sin que se diera cuenta y comencé a desvestirme lentamente.

Primero me quite la falda. Me contemplé unos segundos en el espejo. Con el top blanco que apenas podía contenerme las tetas y con la hilera de pelitos que bajaba hasta la rajita, todavía mojada. Estaba para comerme, creetelo. Luego me quité el top. Las tetas se me quedaron bamboleando unos instantes y me las sujeté con ambas manos. Aproveché para pellizcarme ligeramente los pezones, ya que era una parte que no habías prohibido en tus estúpidas reglas.

Jose: Si, lo cierto es que lo olvidé. La intención era que no pudieras autosatisfacerte de ninguna forma. Que el calentón que llevabas provocará que perdieras los papeles poco a poco y fuera creciendo tu deseo de gozar.

Maria: Bueno, a esas alturas el que estaba totalmente ido era mi vecino de probador. Disimuladamente no dejaba de echar miradas fugaces hacía el interior de mi probador mientras la mujer le comentaba cosas desde el suyo.

Con cuidado me agaché de espaldas a él, ofreciéndole una buena panorámica de mi culo y me puse las braguitas blancas, luego el sujetador. La tela de la braguita se incrustaba entre mis nalgas y apenas cubrían nada. Se adivinaban mis labios vaginales, apretados contra el algodón que los remarcaba. Como además seguía húmeda, una pequeña manchita apareció pronto en la parte del coñito. Las tetas apenas quedaban contenidas en aquel sujetador prácticamente de niña, y se me salían por los laterales, mientras la aureola quedaba solo parcialmente oculta por la tela, con lo pezones remarcándose dada la excitación. Vamos que me desbordaba por todos lados.

Jose: A esas alturas tu espectador particular debía estar muy contento.

Maria: A esas alturas el tipo debía tener la polla tan dura como el mango de un martillo.

El hecho de escuchar estas expresiones de labios de Maria me excitaba aun más que el relato de lo sucedido. El hacer ese comentario un poco soez acerca de la polla de un desconocido me puso aún mas dura la mía.

María: Pero déjame terminar. Estuve observándome en el espejo con el conjunto puesto y me lo quité para ponerme el negro. Pero esta vez, me puse de cara a él para que pudiera vérmelo todo. Incliné la rodilla para quitarme la braguita ( que por cierto estaba empapada), con lo que le mostré mi coñito totalmente abierto para el. Me quité el sujetador y allí estaba, de nuevo desnuda ante ese hombre. Tan solo con haber alargado la mano podría haberme tocado lo que quisiera. Me puse el conjunto negro y justo en ese momento salió la mujer de su probador. Le dio un susto de aupa, ya que el hombre estaba concentrado en otras cosas. La esposa se dio cuenta de el tema, miró hacía donde yo estaba y abrió violentamente la cortina del probador. Me miró y dijo algo de que "hasta las putas compran en este centro" y que "no deberían dejar pasar a las zorras en la zona donde está la gente honrada". Me sentí humillada y muy violenta, y no supe reaccionar en ese momento. Me quede pasmada, debería haberla mandado a la mierda y haberle dicho que follara más con su marido y se preocupara menos de los demás.

Cogió al marido del brazo y salió pitando con los vestidos en la mano.

Jose: Ja,ja,ja. Vaya espectáculo. Por poco lías un follón en los probadores.

María: Ja,ja,ja. Si. Pero el marido se llevo puesta una tremenda erección y a buen seguro que la mujer se dio cuenta del detalle.

Jose: ¿Y que hiciste luego?

Maria: Me puse el tanguita, que se introdujo totalmente en mi rajita y entre los glúteos y me vestí.

Jose: ¿Como te quedaba?

Maria: Pues a decir verdad, era como si no llevara nada. Era demasiado pequeño y me apretaba, podía notarlo en mi vulva y las fricciones al caminar provocaban un rozamiento muy placentero que iba introduciendo la tira de tela más y más en mi interior.

Sabía que ahora venía lo más complicado de tus instrucciones. Intenté parecer lo más tranquila posible y me dirigí hacía la salida de la tienda, donde había un guarda jurado junto a la alarma. Rogué porque tuviera suerte y no sonara la alarma. Pase sin mirar a los lados y cuando llevaba unos pasos comenzó a sonar un estridente pitido que hizo que todo el mundo se girará. Me quedé de piedra, quieta, como si no fuera conmigo y mirando hacía los lados. El guarda se acercó hacía mi y me dijo que por favor, que volviera a pasar por la entrada. Lo hice y de nuevo sonó el pitido de la alarma. Me preguntó si llevaba algo encima que no era mío. Le dije que no, que la alarma debía estar estropeada.

Era un chico joven, de esos con el pelo rapado que suelen trabajar de porteros de discoteca o de vigilantes. No era muy alto, pero se le notaba musculado, debía machacarse diariamente en el gimnasio. Además se le notaba prepotente y algo chulo, como casi todos estos vigilantes que creen que tienen el poder de controlarte en su territorio.

Jose: ¿Y que pasó?

Maria: Me pidió que por favor le acompañara un momento a la oficina. Todo muy educado y tratándome de señora. Le seguí hasta un despacho que había en un lateral de la tienda, una especie de guardarropa para los trabajadores, donde también estaban colocadas algunas pantallas que debían ser las cámaras de seguridad.

Jose: ¿No te asustaste? Allí sola, con un macarra acostumbrado a que no le lleven la contraria… ¿Llevaba algún arma?

María: No, no llevaba pistola. Menos mal, que si no me muero del susto. Llevaba una porra de goma.

Me volvió a preguntar si había cogido algo y yo me hice la ofendida y le respondí que de ninguna manera. Que por quien me tomaba, que iba a ponerle una reclamación.

Esa actitud no pareció gustarle demasiado porque cambió el tono educado que había utilizado hasta ahora y se puso un poco borde. Me dijo que como no devolviera lo que había cogido iba a dar parte a la policía. Me zarandeó y me puso de cara a la pared con las piernas semiabiertas y las manos en forma de aspa, como cuando sitúan a un detenido antes de cachearlo. Cogió un aparato de esos que usan en los aeropuertos para pasártelo por el cuerpo y cuando llego a la zona del chocho comenzó a pitar.

Me miró y me dijo de malas formas que ya me estaba quitando la ropa, que llevaba algo en las bragas que había pitado. Yo le respondí que no, que no pensaba quitarme nada, que si quería algo que lo cogiera él.

Se me quedó mirando unos segundos. Acto seguido se arrodilló delante de mí, dejando la cara a la altura de la falda y comenzó a cachearme desde los pies, fue subiendo por las rodillas y me tocó el culo por encima de la falda. La subió con cuidado y quedé totalmente expuesta frente a él, con el tanga que había robado totalmente incrustado en mi raja. Estaba totalmente mojada, notar las manos de aquel chaval en mis nalgas me había puesto como una moto y a buen seguro debía desprender un fuerte aroma a hembra en celo que el , con la nariz a la altura de mi chocho, debía estar notando.

Podía sentir la respiración, agitada, del guarda de seguridad, que estaba contemplando mi sexo a unos centímetros.

Sin cortarse un pelo, me dice que si no quería quitarme las bragas, tendría que quitármelas él. Introdujo el dedo índice por detrás de la tela que cubría el pubis y fue bajando, tirando de ella muy suavemente. Cuando llego a la zona de los labios, que tenían incrustada la tira en su interior, rozó bruscamente mi clítoris, y no pude evitar un gemido. Me estaba poniendo burra y si continuaba así pronto tendría un orgasmo bestial. Introdujo el dedo en la hendidura de la vagina para sacar la tira de tela, que estaba totalmente mojada y al despegarse arrastraba tras de si gran cantidad de flujo. Luego subió por detrás y al tirar de la tela entre mis nalgas pasó el dedo pulgar por la entrada de mi ano. Ufff.

Jose: Ufff. Te paso la mano por todo el coño, ¿no? Y tu de dejaste hacer

Maria: Yo no podía hacer nada. Estaba como ida, creí que me meaba allí mismo, y necesitaba correrme ya. Después de lo de la cafetería y lo del probador estaba tan caliente que me habría corrido con solo rozarme. Y ese tio me había pasado la mano por todo el coño. Me habría gustado cogerle la cabeza y hundírsela entre mis piernas.

Jose: No pensaba que llegarías a esos extremos

María: Tu me colocaste en esa situación… y el caso es que se me fue la cabeza.

El vigilante me bajo el tanga hasta los pies y me lo quito. Luego me dijo que las putas como yo no deberían llevar bragas, así siempre están disponibles para follarselas en cualquier momento cuando a uno le apeteciera.

Yo le dije que estaba loco si pensaba que le iba a dejar que me follara, aunque en yo estaba deseando que lo hiciera.

Entonces se bajó el pantalón y me indicó que si no quería problemas con la policía tendría que hacer un servicio extra esa mañana.

Jose: ¿Quería que le hicieras una mamada?

María: Eso me pareció cuando dejó colgado su polla a unos centímetros de mi boca. Podía olerla. Tenía una polla no muy grande pero si algo gordita. Estaba depilado, lo que le daba un aspecto juvenil a la polla, y la tenía morcillona en ese momento.

Yo no podía controlarme y en cuanto la tuve frente a mí, me olvidé de todo, y no dudé en pasar la punta de la lengua por el glande, recorriéndolo y notando como al contacto con mi lengua comenzó a endurecerse hasta lograr una tamaño aceptable. Recorrí el tronco con la lengua y mientras la descapullaba con la mano, me la tragué hasta el fondo.

El no dejaba de llamarme "puta", "zorra", y decir que "que bien la chupaba, que seguro que era una experta en ese arte".

Y yo pensaba en el cabrón de mi marido que me había colocado delante de la polla de un desconocido y no le importaba lo que podía pasar.

Jose: Quería saber hasta donde podías llegar. Y has cumplido con creces. Estoy muy contento contigo.

María: En ese momento el vigilante me cogió de la cabeza y me clavó la polla hasta el fondo de la garganta. Luego comenzó a follarme por la boca, sacando y metiéndomela una y otra vez, casi no podía respirar. Sus huevos golpeaban mis labios con fuerza. Me sentía violada, humillada, sometida totalmente a los deseos de un macarra de gimnasio que me estaba usando para desahogarse. Pero al mismo tiempo estaba teniendo una experiencia sexual fabulosa, como nunca antes, y me sentía al borde del placer, a punto de correrme increíblemente.

Al cabo de unos segundos, noté como se endurecía la polla y como descargaba una gran cantidad de semen en mi garganta, casi todo fue directo al estomago. Luego la sacó y se la sacudió sobre mi rostro, descargando la leche que le quedaba. El semen me resbalaba por la cara y se deslizaba hasta las tetas. Y en ese momento me corrí como una perra, sin tocarme siquiera. Varios espasmos de placer recorrieron mi cuerpo y cerrando las piernas para hacer más intenso el orgasmo, me tiré al suelo gritando de placer. Fue bestial, hacía tiempo que no tenía un orgasmo así, casi sin tocarme y el chaval tuvo que taparme la boca con la mano para que no descubrieran lo que estaba pasando allí.

Solo de recordarlo me vuelvo a mojar.

Jose: No me extraña, yo estoy a punto de correrme con solo oír como la comiste la polla al vigilante y como se corrió en tu boca.

María: Luego me dijo que me vistiera y que me largara, que no quería verme más rondar por allí y que si me pillaba robando otra vez, no me iría tan fácilmente

Eso sí, me regalo esto.

María rebuscó entre su escote y sacó un tanga totalmente arrugado y mojado, lo extendió y pude comprobar como había restos de semen.

María: Me limpió la cara y el pecho con el tanga y me dijo que me lo había ganado.

Jose: Veo que al final, cobraste algo por tu servicio.

María: Si, al final tengo un recuerdo de esta aventura. Espero que estes contento. Ahora necesito que me lleves a casa y que me folles hasta reventarme. Necesito una polla dentro de mi coñito para compensar este mal rato

Jose: Lo siento, pero las reglas son las reglas. Y esto solo acaba de comenzar, sólo es el primer día. Mañana tengo preparados planes para ti y no entra en ellos que folles aun. Quiero que mi mujer vaya tan caliente que pierda todos sus prejuicios. Que pierda la cabeza por una polla, como hoy, y que luego me lo cuente.

María: Tu ganas, pero no respondo de lo que pueda pasar.

Jose: Eso es precisamente lo que quiero. Que no respondas de tus actos

Mañana encontrarás un nuevo sobre sobre la mesita, y espero que cumplas las instrucciones al pie de la letra

Continuará