Las tres nietas de don Sebastián (7)

Septima entrega: Comienza el curso otra vez.

Las tres nietas de don Sebastián: séptima entrega

Aquel día en el que nos marchamos del pueblo, el cielo no estaba nublado pues era verano y calentaba el Sol pero, en mi corazón, todo era gris desde hacía tiempo. Estaba sentado en el asiento del copiloto mientras mis hermanas y mi madre estaban sentadas detrás. Mientras ellas hablaban de las trivialidades e insensateces propias del sexo femenino, mi padre y yo permanecimos callados durante todo el viaje. Desconocía sus motivos para estar tan serio aquel día y tampoco me importaba mucho pues tenía bastante con asimilar todas las experiencias que había vivido en aquel pueblo.

Supongo que muchos se preguntarán la razón por la que no me refugié en el amor de Elenita cuando se declaró sino que la desprecié con una actitud fría y distante. La verdad es que yo todavía no sé la respuesta a esa pregunta pues mi yo pasado es un completo desconocido para mi yo presente, sin embargo, esa actitud fría y distante me acompañaría durante mi adolescencia.

Sobre el recuerdo de Luisa y Laura, sólo quedaba en aquellos momentos un completo desprecio hacia ellas. Eran algo sucio que me habían traicionado al igual que esas mujeres que aparecen en los clásicos literarios que leía, como Las mil y una noches o La Orestía. Mujeres que traicionan a sus esposos quienes sufren el castigo por haber confiado en ellas. Esa imagen quedó grabada en mi mente de una manera permanente y quizás fue esa la razón por la que mi forma de tratar a las mujeres cambió pues ya no las veía como unas criaturas maravillosas sino como objetos con los que saciar mis necesidades. No existía diferencia entre una fruta y una mujer más que en el hecho de que una saciaba mi estómago y la otra saciaba mis gónadas.

Algunas semanas después de que llegásemos, comenzó aquel curso que significaría mi primer año en el instituto. Recuerdo perfectamente ese día pues marcaría mi existencia en aquel centro educativo aunque como la mayoría de los centros educativos de este país era una selva donde las diferentes especies de alumnos y profesores pugnaban por sobrevivir metafóricamente hablando.

Recuerdo estar con los compañeros que habían venido conmigo de la EGB, el colegio, perdido entre tantas situaciones nuevas. Nos sentamos en uno de los bancos junto al bar del instituto donde se compraban cosas para el desayuno de media mañana cuando oí a un grupo de chavales pertenecientes a tercero de BUP, el tercer año de instituto, y, por alguna razón, me llegó la conversación que mantenían. El cabecilla del grupo sostenía que el año anterior se había tirado a una de las alumnas de primero mientras que los otros le decían que no mintiese pues era una estrecha. Entonces, comenzó su relato.

“Veréis, amigos, sé que es difícil de creer pero os juro que lo que digo es cierto. El curso pasado estuve dándole conversación en el descanso de media mañana día, sí y día, también. Sin embargo, como sabéis, ella no me daba bola pero todo eso cambió en aquella fiesta a la que fuimos cuando acabó el curso. La encontré en aquella fiesta y estaba más buena que nunca. Yo estaba bastante caliente, así que me animé a intentarlo por enésima vez y me acerqué entre la gente que estaba en la fiesta. Ella me miró con ojos de gata, está bien, es mentira; la verdad es que fue más complicado que todo eso. En realidad, su mirada fue tan indiferente como siempre pero me aceptó una copa y le pedí al camarero, quien era mi hermano, que nos las trajese. Como sabéis la fiesta era en el bar donde trabaja mi hermano y nos conocemos las señales de uno y de otro así que le indiqué que le cargase la copa bien, ya me entendéis. Amigos, no me lo creería si no lo hubiese visto con mis propios ojos, esa gatita estaba ronroneando en mi pecho en menos de media hora. Nos empezamos a dar el lote en la barra y pude comenzar a agarrar ese culito que tiene. Muchas veces se lo hemos visto en educación física, pero agarrarlo es otra cosa, amigos; me llenaba las manos con esa carne prieta mientras mi lengua jugaba con la suya. Pero lo que más me sorprendió fue que sus manos pronto curioseaban sobre la tela de mi pantalón palpando mi polla. Jamás, me lo hubiese imaginado de esa chica tan mojigata pero ahí no quedó la cosa porque la invité a acompañarme fuera de la disco y aceptó.

Nos salimos al parque que hay a cinco minutos del pub y allí, en un banco, le saqué esa blusa para encontrarme con un tremendo par de tetas. Joder, pensaba que las tenía gordas pero a la vista son mejores, colegas. Mis manos y mi boca se apoderaron de esas gordas tetas que saboreé todo lo que quise y más.

Pero, amigos, la muy zorra volvió a sorprenderme una vez más y me bajó la cremallera del pantalón. Sus manos urgaron en la abertura para sacar mi rabo que estaba a mil y los acariciaron lentamente hasta que comenzó a chupármela. Chicos, no sé si ya os la han chupado pero es lo mejor que hay. Esa boquita lamiendo y sorbiendo todo mi rabo, fue fantástico. Sentía cómo sus labios subían y bajaban por él mientras mis manos jalaban de su melena.  Hasta que descargué en su boca y la muy cerda se lo tragó todo. Es una auténtica putita, chicos. Sin embargo, no quería desperdiciar la ocasión y le bajé las bragas. Allí estábamos en la oscuridad del parque ella sentada en el banco y yo con la cabeza metida entres sus piernas. Con mis manos, exploré ese chochito peludo y lleno de jugos que parecía llamar a mi rabo pues pronto la tuve dura. Sin embargo, siempre quise saber a que sabe eso y le dí algunas lamidas. No voy a decir que sea muy agradable pero es una sensación muy excitante. El caso es que pronto la estaba montando en el parque como si fuésemos un par de perros en celo. En parte, estaba acojonado porque nos encontrase alguien pero ella estaba cachondísima y pronto la tenía botando sobre mi cuerpo hasta que exploté.  Luego, la dejé allí y me fui para mi casa.”

“Menudo fantasma”, pensé tras oír su historia mientras me comía el bocadillo del desayuno. Sin embargo, un latigazo recorrió mi cuerpo cuando oí que uno de los tipos del grupo dijo, “Joder con la María, quien se hubiese imaginado lo guarrilla que era.”

Mi pensamiento fue que en un país donde el nombre de María es tan frecuente no podía tratarse de la misma. Lo dejé pasar y me fui con mis amigos de vuelta para clase. Las clases transcurrieron de forma normal y, cuando salí de clase, me los encontré de nuevo en la entrada del instituto. Estaban el fantasma, dos de sus amigos y una chica a quien reconocí nada más verla. Pues resulta que la tal María sobre la que había contado la historia no era otra que mi hermana mayor.

  • María, vete a casa ahora.- fueron las palabras que salieron de mi boca nada más sentir otro latigazo que recorrió nuevamente mi cuerpo mientras mi cuerpo se envaraba y mi cara se contraía de ira. Ambos me miraron y el tipo hizo un gesto extrañado.

  • ¿Qué pasa, chaval? Por qué no te metes en tus asuntos. Vete a jugar con tus amiguitos.- me dijo jocoso mientras sus dos amigos se reían. Mi hermana estaba seria, pero no hacía ningún amago por irse. Yo me enojé mucho y la agarré del brazo mientras mandaba a la mierda a aquel gilipollas. Entonces, todo se precipitó.

El sujeto me propinó un golpe en la cara que me hizo perder el sentido de la orientación. Era un tipo alto y atlético, dejando aparte el hecho de que fuese dos años mayor que yo. Sin embargo, yo era un poco más alto y más corpulento. Nos comenzamos a zurrar de lo lindo y sería muy arrogante pretender que le di una paliza sin sudar pues recibí bastantes golpes. No obstante, todo terminó con él tirado en el suelo y yo dándole patadas mientras mi hermana trataba de sujetarme. Probablemente, me hubiese dado una paliza si sus amigos hubiesen podido ayudarle pero, afortunadamente, mis amigos venían detrás de mí y los entretuvieron mientras yo me peleaba, luego, salieron corriendo al ver a su amigo tirado en el suelo y recibiendo mis patadas. Entre todos me separaron de él y me arrastraron hasta mi casa. Supongo que había pagado toda la ira que había acumulado durante semanas en el cuerpo de aquel imbécil, pero se lo había ganado a pulso.

Una vez en casa, mi hermana se puso seria y dijo que me había pasado tres pueblos con su novio. Yo que estaba todavía furioso, la agarré y le pregunté que cómo podía ser tan puta. Ella me dijo que le iba a contar a nuestro padre lo que había hecho y yo le dije que antes le tendría que explicar lo que había hecho ella en el parque con él. Ella me llamó cabrón y yo le dí un tortazo, luego, se marchó corriendo y llorando a su cuarto.

Supongo que debería haber sido más conciliador en aquella situación, sin embargo, en esos momentos, creía que mi comportamiento había sido el preciso debido a las circunstancias. No podía permitir que mi hermana fuese por ahí puteando con los mierdas del instituto y fue quizás así como me convertí en el nuevo matón del instituto.

Mi padre jamás se enteró de aquel incidente o eso creía. El hecho es que, en mi segundo día de instituto, era conocido en el instituto como el animal que le había dado una paliza a Carlos. Los alumnos me señalaban cuando pasaba por los pasillos y murmuraban; supongo que era algo inevitable. La verdad es que agradecí que la gente no me molestase, sin embargo, cuando intenté entrar en el equipo de baloncesto me encontré una sorpresa y es que Carlos estaba en el equipo. Esto me complicó el ingreso, de modo que, tuve que abandonar mis expectativas de jugar baloncesto y acabé practicando taekwondo aconsejado por uno de mis amigos.

Todo se tranquilizó durante un tiempo y mis estudios siguieron por buen cauce pues, a pesar de ser el matón del instituto, mi expediente académico era de los mejores. En lo familiar, mi relación con mi padre era bastante tirante pues decía que trataba demasiado rígidamente a mis hermanas, con mi madre, era muy distante y, con mis hermanas, bueno, no éramos muy amigos pues cada vez que las pillaba puteando con algún novio le calentaba los morros al fulano en cuestión. Quizás me estaba convirtiendo en un animal.

Mi primera novia de aquel curso fue Raquel, una niña bien de mi edad. Una pelirroja, que más tarde descubrí que era de bote, de lindos ojos verdes, piel blanca y boca roja como el fuego. Tenía buenos pechos para su edad y no era muy baja, casi alcanzaba el metro setenta. Con unas piernas largas y esbeltas. Era una chica con la carne donde se supone que debe estar: en las tetas y en el culo.

Supongo que me había fijado en ella desde los primeros días, sin embargo, el hecho de que fuese al gimnasio donde yo entrenaba facilitó que comenzásemos a hablar cuando nos encontrábamos cada vez un poco más. Desde el simple hola hasta acabar charlando de trivialidades. No sé si ella tenía interés por mí desde el principio o sólo era cortés pero yo sí que me la quería “calzar”, sobre todo, desde que la vi sudorosa en esa ropa de licra para los ejercicios aeróbicos.

Poco a poco, cogimos cierta confianza y una tarde la invité a venir al cine conmigo. Ella aceptó y quedamos en encontrarnos enfrente del cine. Todavía soy capaz de verme delante del espejo mojándome el pelo buscando un peinado, que me hiciese parecer seductor, vestido con una camiseta blanca, unos vaqueros y mis deportivas. Pero, sin duda, nada que ver con lo linda que estaba Raquel. Ella me besó nada más llegar en la mejilla y me preguntó si había esperado mucho. Yo le dije que ya tenía las entradas y evadí su pregunta. La película, una de esas comedias americanas, no me interesaba gran cosa y me propuse ir aproximándome en la oscuridad de la sala. Primero, junté mi pierna con la suya para ver si había rechazo. No se movió, eso estaba bien. Luego, mi brazo se posó junto al suyo en el reposabrazos y, al ver que no lo apartaba, busqué su mano. Nuestras manos se entrelazaron y la verdad es que me puse nervioso pues el siguiente paso era el decisivo. Tardé mucho en decidirme, de hecho, sudé como un cerdo a pesar del aire acondicionado. Finalmente, me decidí, giré sobre mí mismo y acerqué mi cara para que nuestros labios se juntaran. Ella no se apartó sino que aceptó con agrado mi beso y su actitud fue de reciprocidad a mis caricias. Mis manos acariciaron su cara y su nuca para seguir besándonos. Jamás llegué a ver esa película pues nos pasamos toda la película dándonos el lote a oscuras en el cine.

Luego, fuimos al McDonald a pillar algo para comer e intenté avanzar un poco más para poder tirármela. Sin embargo, me salió con que era virgen. “Mentira, seguro”, pensé,” lo que quiere es que me gaste los duros en un hotel de los buenos para tirármela.”

Esa noche, no sucedió nada más que un beso de buenas noches y la dejé en su casa. Vivía en un chalet de una de las zonas residenciales de la ciudad.

En una semana, preparé la estrategia de ataque. Reuní el dinero suficiente para tener una habitación de hotel, hablé con mi abuelo para que me hiciese la reserva de la habitación a su nombre y pasé a recoger la llave.

La invité a cenar y la llevé a un buen restaurante. Todo muy pijo para que se sintiera fascinada, la velada fue tranquila y la fui llevando a mi terreno hasta que le propuse estar un rato a solas en una habitación de hotel que tenía. Ella aceptó con ciertos reparos en su mirada, pero no dijo nada en contra. Cuando la llevé al hotel, ella estaba alucinando, pues era un cinco estrellas que me había costado bastantes pelas, y pronto nos estábamos besando sobre la cama. Mis manos pronto buscaron desnudarla para verla en traje de eva y comprobar si era lo que yo esperaba. Ese par de tetas que apenas había podido tantear al peso me tenía más que intrigado al igual que ese culito macizo que me ponía en posición de firme cada vez que mis manos lo tanteaban.

Lo primero que hice fue besar esos preciosos senos pues fue la primera parte que pude desenvolver de mi regalo. Senos grandes y firmes cuyos pezones se arrugaban y endurecían cuando mi lengua y mis labios entraban en contacto con ellos. Raquel sólo se dejaba hacer tumbada en la cama y yo hacía todo lo que ella me permitía. Poco a poco, mis manos lograron que sólo vistiese su ropa interior y sus medias mientras mis labios recorrían su cuerpo atravesé sus brazos por la cara interna y mis mejillas rozaron sus axilas. Mi boca volvió a sus senos para bajar por su vientre hasta las gomitas de las bragas que mordí mientras la miraba con deseo. Esa piel blanca me volvía loco y, cuando la despojé de sus bragas, me encontré con el hecho que ya he comentado. Era pelirroja de bote pues lo tenía bien morenote. No me importó y mis dedos hurgaron en su rajita a través de los pliegues y el vello. Sus gemidos fueron aumentando mientras se retorcía entre las sábanas. Veía su boca abrirse y morder sus labios en gestos llenos de calentura. No me atreví a pedirle que me la chupase así que me limité a insertar poco a poco mi duro miembro en su oscura intimidad. Su cuerpo se revolvió bajo el mío y comencé a mover mis caderas para entrar y salir mientras mi manos calmaban sus movimientos agitados. No fue tan fácil como con Laura o Luisa, pero yo entraba y salía con movimientos lentos y potentes. Poco a poco, comenzó a sentir el placer que yo estaba experimentando y se acopló a mi movimiento hasta que descargué todo lo que había en mí dentro de la goma que me había puesto antes de entrar en ella. Esa fue la única exigencia de mi abuelo para que me alquilase la habitación.

Cuando caí agotado junto a ella, se acercó a mí y me abrazó. Nuestras bocas se juntaron y nuestras manos fueron buscando caricias que pronto nos invitaron a repetir. No sé si disfrutó y tampoco me importaba pues sólo la veía como un objeto de placer. Hoy lamento no haber sabido apreciar el cariño de aquella chica tan fantástica pues, si bien nunca sabré si sus sentimientos eran verdaderos, parecía que sus sentimientos por mí eran importantes. Cuando nos marchamos después de una noche de agotar toda esa energía adolescente que recorría mi cuerpo, pude ver un leve rastro rojo que manchaba la sábana y que yo supuse debido a una regla.

Bueno, en este relato, no aparecen las nietas de don Sebastián pero creo que, sin esta parte de la historia, sería un poco difícil entender el desenlace de la historia donde vuelven a aparecer las tres hermanas.

En fin, escribidme contándome vuestros comentarios y decidme qué opináis sobre la historia. Insisto, podéis escribirme para contarme cualquier cosa desde impresiones que os llegan al leer los relatos hasta cualquier otra cosa. Si lo deseáis, podéis hacerlo en mi correo: martius_ares@yahoo.es

Hasta pronto.