Las tetas peligrosas (01)
De como un encuentro casual lleva a nuestro detective al caso mas erotico y sangriento de su vida.
Las Tetas peligrosas
De cómo tras el encuentro casual con un autentico compañero el gran detective Alberto Zumarras se ve envuelto en el caso mas erótico y sangriento de su vida.
Me di de narices con él.
¡Alberto, pero si es el gran Alberto Zumarras!
No me lo puedo creer, ¿de verdad eres tú? - dije sin recordar la cara de aquel individuo que había tropezado conmigo.
El mismo Abelardo que viste y calza - y al decirlo me enseñó unos pinreles del cincuenta y algo por lo menos, lo que unido a su baja estatura, le daba un aspecto cuanto menos singular, aunque lo cierto es que yo no recordaba a ningún Abelardo a menos que...
Desde la facultad que no nos veíamos y eso que te he enviado más de una carta, que tu no te has dignado contestar.
Seguro que no las recibí Abelardo, ya sabes que soy muy despistado, y Correos va muy mal.
¿Desde cuando?
Hombre Abelardo, eso es algo que sabe todo el mundo.
Pues mira chico yo no me había enterado, y eso me molesta, por que todos los días me leo tres periódicos.
Ahí tienes la causa.
Bueno el caso es que ahora me he tropezado contigo.
Y nunca mejor dicho lo de tropezar - le dije frotándome la nariz que aún notaba el impacto de la de Abelardo, que por cierto era descomunal, por eso en la facultad le llamaban el Bergerac. Había recordado a mi interlocutor de repente y toda aquella época que creía olvidada volvió a mí con todo su esplendor.
¿Nos tomamos una copa?
Después de tantos años aunque sean dos.
Encontramos un bar a menos de cien metros y es que en nuestra querida Barcelona, los bares seguían floreciendo como margaritas sin deshojar.
¿Qué desean los señores? - nos preguntó un camarero mas bien desaliñado, pero eso si, muy puesto en su puesto.
¿Qué quieres Abelardo?
Lo mismo que tú.
Pues que sean dos martinis bien secos.
Un poco húmedos si que tendrán que ser - lanzó el camarero como chiste aunque a mi no me hizo puñetera la gracia.
Lo suficiente para que podamos beberlos mi amigo y yo.
Alberto me alegra tanto que me consideres amigo tuyo, eres tan famoso.
Aquello debió alarmarme, pero no lo hizo y luego lo pagaría, además de las copas y doscientos euros que me pidió Abelardo para no se bien que cosa, claro que para entonces ya íbamos por el quinto martini y todo había dejado de tener importancia.
Al poco rato apareció una esplendorosa rubia que quitaba el hipo. Después de mirarnos de arriba abajo se nos acercó
¿Qué tal estáis guapos?
No también como tu pero vamos tirando- dijo Abelardo que se había puesto graciosillo ante las tetas desbordantes de la rubia
¿Os apetece un trío? pregunto la rubia. Debo reconocer que a mí las tetas de la rubia me apetecían prueba de ello, es que ante su visión, mi pantalón comenzaba a abultarse por la parte delantera pese a la cantidad de alcohol ingerido, pero de eso a compartirla con Abelardo.
A mi si dijo mi amigo.
Pues no se hable mas, mi casa está aquí mismo.
Salimos, pero eso es cosa del siguiente capitulo
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