Las tetas de María sobadas en la playa
Al agacharse me dejó ver de nuevo una espectacular panorámica de su trasero y de su coño. Creo que ella no se había corrido porque su acompañante sólo se dedicó a magrearle las tetas.
“Hola María:
He leído un par de comentarios que has hecho a mis relatos y me han llevado a leer los tuyos. Me han parecido muy excitantes y comparto contigo algunas sensaciones. Eso me ha hecho fantasear y me gustaría pedirte permiso para utilizar tu personaje en un relato. Espero que no sea un problema. Si no te parece bien no lo haré.
Saludos”.
María contestó y me permitió utilizar su personaje en un relato. Lo que me había llamado la atención de ella era el placer que destilaban sus exhibiciones, las que detallaba en sus relatos. Se parecía mucho a lo que yo siento cuando observó el cuerpo de una mujer que deja ver algo más de lo habitual. Se parecía mucho a las fantasías que genera mi imaginación inmediatamente. Un resorte se activa en mi cerebro y ya no puedo pararlo, basta que la mujer observada cruce una mirada conmigo y que no vaya acompañada del gesto de taparse, aunque a veces es mentirosa y sólo ayuda a mejorar mis vistas de su cuerpo.
Hace unos días viví una escena de éstas en un tren de cercanías demasiado lleno. Una mujer, de ojos y boca grandes, se había situado frente a mi, ambos de pie. Iba agarrada a la barra, con el brazo algo levantado. Al principio no me di cuenta, pero al cabo de un rato me fije en que la posición me permitía una visión casi hasta el pezón de uno de sus pechos. En un momento dado, ella se dio cuenta de que la estaba observando e hizo el además de colocarse mejor la blusa para tapar su pecho. El resultado fue, sin embargo, contrario, pero favorable a mis deseos. El escote se abrió un poco más y liberó su pezón a mi visión. Juraría que incluso se giró levemente para permitirme una imagen más clara. Igual, como siempre, sólo fue mi imaginación.
Lo cierto es que cuando una mujer no recibe con agrado una mirada indiscreta lo hace saber. Un leve gesto de la boca, una mirada que se escapa azorada o disgustada, incluso un cambio brusco de la posición. En esos casos, suele dejar de interesarme el espectáculo. Es curioso que las mujeres más jóvenes, en la veintena, sean más dadas a estos rechazos. A partir de los 30 suelen ser más receptivas o más exhibicionistas. Es mi impresión. Supongo que la experiencia permite disfrutar de otros placeres que siendo más joven parecen obscenos e incluso absurdos.
Pero volvamos a la historia de Maria.
Mi intención era escribir un relato con María como protagonista. Sus pechos grandes generosos, sus pezones grandes y duros y su forma de exhibirse sin pudor, disfrutándolo, rondaban por mi cabeza. La imaginaba con ese vestido que le regaló su amigo tímido y sin ropa interior. Me acababa poniendo tan cachondo sólo de imaginar su culo al agacharse que acababa haciendo una paja y sin escribir nada.
Sin embargo, le había prometido un relato y las promesas hay que cumplirlas. Decidí escribir de nuevo un email para pedirle una inspiración. Había leído en sus relatos que las historias que cuenta son reales, así es que decidí proponerle una aventura voyeur. “María, me gustaría hacer realidad una fantasía contigo. Si te apetece dime que sí y te la explicó. Como no nos conocemos de nada, te adelantó que sólo será exhibicionismo y voyeurismo. No habrá contacto físico”. Su respuesta fue afirmativa así le pedí que acudiera a una playa que suelo visitar.
Se trata de una playa textil, pero hay zonas, algo menos concurridas, que ocupan los nudistas. Como no nos conocíamos físicamente el objetivo sería identificarnos desnudos en la playa y masturbarnos el uno para el otro, después nos marcharíamos sin identificarnos. En realidad este juego no nos iba a permitir tener la seguridad total de que el juego lo habíamos hecho entre los dos, podíamos confundir nuestro objetivo con cierta facilidad y en ese caso, quien sabe que podría pasar después. A María le pareció bien mi propuesta. Quedamos por la tarde, a partir de las cuatro y media. A esa hora suele haber más gente en esta playa y la situación sería más morbosa.
Sobre la hora prevista llegué al aparcamiento de la playa. Saqué mi sombrilla y una neverita pequeña y baje. Anduve algo menos de un kilómetro para llegar la zona nudista. Desde que empecé a ver bañistas en pelotas me fui fijando para tratar de identificar a María. No tenía muchas pistas la verdad. Buscaba una mujer de unos 40 años, atractiva y con grandes tetas y pezones como galletas. Había bastante gente en la playa pero en principio no veía a ninguna mujer sola que cumpliera los requisitos. Cuando llevaba ya más de diez minutos caminando descubrí una mujer tumbada en la arena desnuda, con las piernas abiertas y el coño depilado. Tenía unas hermosas tetas. Podía ser. Me empezó a palpitar el corazón y las piernas me temblaron.
Pocos metros más allá, unos 25 ó 30 había otra mujer de características muy parecidas. Sus pezones eran más oscuros, pero también podía ser María. Decidí ponerme entre las dos. Solté mi sombrilla y la nevera, me quité la camiseta y el bañador y las miré a las dos. No detecté ninguna reacción. Ambas tomaban el sol. La primera seguí dejando que los rayos del astro se metieran en su coño depilado y la segunda estaba bocabajo mostrando su apetecible trasero. Como hacía calor decidí darme un baño antes de tomar una decisión. Me quité las gafas de sol y me fui al agua.
Cuando volví a mi toalla una pareja se había colocado en el espacio que quedaba entre la segunda mujer y yo, como a unos siete metros de mi posición. Si ella era María iba a tener que cambiar de lugar. Me fijé en la pareja. El era un tipo atlético y aparentemente bien dotado, ella una mujer espectacular. Unas tetas enormes que se masajeaba al ponerse crema protectora con unos pezones que se había puesto duros con el masaje. Su coño estaba depilado, sin un vello. ¿Y si esa era María que había decidido venir acompañada? Joder, ahora sí que tenía un problema.
Le pidió a su pareja que extendiese crema por la espalda y éste, al que yo quise identificar como A., se colocó detrás de ella y empezó con la tarea, poco a poco, se fue acercando hasta que su polla, en semierección, se encajo entre las nalgas de ¿María? Mientras sus manos volvían a llenar de crema sus enormes tetas. Recorrió su vientre, su trasero y se entretuvo protegiendo del sol el coño depilado de su acompañante. No sé si era María o no, pero el espectáculo estaba siendo fenomenal.
Después le tocó el turno a ella. Se untó las manos de crema y empezó a extenderla por la espalda por el pecho por las piernas, el culo y acabo masajeándole la polla, yo creo que más de lo necesario para untar la crema, tanto que el tipo se empalmó a lo bestia. Cuando se tumbaron ella se colocó en lado más cercano a mí y continuó masajeando la polla de su acompañante, lentamente, desde el capullo hasta la base.
Yo me había puesto como un animal y mi polla también deseaba un masaje como el que le estaban dando a mi vecino de toalla. Miré a mi derecha y la primera mujer no perdía detalle de lo que estaba pasando entre la pareja. Él se había girado hacia su acompañante y le masajeaba las tetas a gusto, mientras ella, bocaarriba y con las piernas seguía trabajando el pollón de su pareja. La mujer de mi derecha se había vuelto hacia nosotros y se estaba masajeando el clítoris con un dedo.
No sabía cual de ellas era María, pero tenía que cumplir mi parte del trato, por si acaso, así es que empecé a hacerme una paja siguiendo el ritmo que mi vecina llevaba con el manubrio de su acompañante. Los cuatro intercambiábamos miradas mientras seguíamos dándonos placer hasta que unos tras otro fuimos estallando.
Después de correrse el tipo de al lado empezaron a recoger sus escasos bártulos e iniciaron el camino de vuelta. Se marchaban. La otra mujer había quedado tumbada unos segundos en la arena y después se levanto para bañarse y me imagino que para tratar de terminar de aplacar el calentón. Yo sabía que había cumplido mi promesa, aunque no sabía con quien, así es que decidí marcharme detrás de la pareja. Cuando subíamos en dirección hacia el aparcamiento, a la mujer de las tetas grandes se le calló una revista al suelo y antes de agacharse a recogerla miró hacia atrás y me vio a unos40 metrosde distancia de ellos. Al agacharse me dejó ver de nuevo una espectacular panorámica de su trasero y de su coño. Creo que ella no se había corrido porque su acompañante sólo se dedicó a magrearle las tetas.
Un poco más arriba volvió a caerse la revista pero esta vez no se dio cuenta y siguió andando. Yo la recogí pero me callé, pensé que me la llevaría de recuerdo. Al llegar arriba, la mujer le dijo algo al oído a su compañero y este se marchó en dirección a un chiringuito que había a unos300 metrosde dónde estaban aparcados los coches. Yo me dirigí al mío y la que yo pensaba que era María se fue al suyo, no muy lejos.
Entonces decidí que era mejor devolverle la revista. Me acerqué a ella y le dije: -Se te ha caído esto-. –Gracias-, contesto y se inclinó sobre el asiento para colocarla en el bolsillo de la otra puerta. Ese movimiento dejó al aire su culo desnudo y no pude resistir la tentación. Mis manos agarraron su culo y ella se estremeció y abrió un poco las piernas dejándome ver en su plenitud los labios hinchados y húmedos de su coño. Sé que era una locura, pero me saqué la polla y se la metí de un golpe. Sabía que ella tenía que estar muy cachonda y yo volvía a estar empalmado.
Agarré con fuerza sus caderas y empecé a bombear. La mujer empezó a moverse con frenesí, parecía que quería comerse mi polla con su coño. Como había leído que le gustaba en sus relatos, empecé a masajearle el año y rápidamente le metí un dedo, que poco a poco fue entrando hasta el fondo. Mientras le follaba el culo con el dedo y el coño con la polla, veía como sus enormes tetas se movían dislocadas dentro de su vestido. Empezó a gemir con fuerza y su coño lanzó una oleada de calor húmero que me empapó los huevos. Se había corrido. Yo no quise se menos y después de magrearle la tetas que tan cachondo me había puesto le saqué la polla y me corrí sobre su culo.
La mujer, no sé si María o no, me miró con una sonrisa y recogió parte de mi corrida con un dedo y se lo llevó a la boca. –Tienes que irte-, me dijo. Al levantar la vista, por encima del coche, vi a su acompañante que se acercaba al coche. Me subí el bañador y le di las gracias.
Desde mi coche pude ver que su acompañante llego y ella, de espaldas a mi, se abrazó a su cuello. El le levantó el vestido y tras sobarle el culo le metió dos dedos en la boca que ella chupó con vicio.
¿Eras tú María?