Las terapias de mi esposa, Capítulo IV

“A solicitud de Arturo, se realizó una sesión donde él no recibiera placer y se dedicara simplemente a otorgarle placer a su pareja. Ha resultado realmente sorprendente para mi como capacitadora y también como receptora de la sesión”.

Recapitulando: Mi mujer, una Psicóloga, me confiesa que ha tenido sexo con un paciente 20 años menor, y todo quedó grabado video. Te recomiendo leer las entregas previas.

BITÁCORA SESIÓN 9

Esta la leí antes de que mi esposa estuviera lista para ver los videos juntos, así que decidí ver el video sin ella.

“A solicitud de Arturo, se realizó una sesión donde él no recibiera placer y se dedicara simplemente a otorgarle placer a su pareja. Ha resultado realmente sorprendente para mi como capacitadora y también como receptora de la sesión”.

VIDEO 5, SESIÓN 9

Comienza con ambos hablando y riendo como locos mientras mi esposa quitaba todo de encima de su escritorio y ponía una colchoneta que yo ni siquiera sabía que teníamos. Es claro que su relación ya superó lo profesional.

Aida se sacó toda la ropa sin pudor alguno delante de su paciente mientras charlaban y, quedando solamente con una tanga en color blanco que se ponía para ocasiones especiales conmigo, se recostó boca abajo en el escritorio mientras el chico le tapó las nalgas con la toalla del baño.

Arturo tomó su mochila y sacó un frasquito, del cual se vació algo del contenido en las manos y comenzó a untarlo por toda la espalda de mi mujer. – Vaya, hasta masajitos le da, pensé –

Tal y como los videos de sitios porno de supuestos masajes sensuales, el video me resultó muy aburrido de inicio, a fin de cuentas, ni siquiera se veía el rostro o cuerpo de mi mujer, solo su espalda siendo aceitada y sobada por el chico.

Para él no era tan aburrido, pues constantemente utilizaba el mismo aceite que le untaba a mi mujer para meter sus manos por debajo del pantalón y untárselo en la verga, para luego regresar a masajear la espalda de mi esposa.

Unos minutos después, decidió por fin comenzar a retirarle muy suavemente la toalla y dejar al descubierto su culo.

Viéndolo así, sin pensar en que era el de mi esposa, se veía realmente atractivo cubierto solamente por el casi invisible triangulo de la tanga en la parte superior y brillando por la cantidad de aceite que Arturito le había vertido antes de empezar a sobárselo a placer.

Nunca antes mi mujer me pidió esas cosas y no sabía que tan excitantes podían ser para ella. Su rostro estaba volteando al otro lado de la cámara, así que tampoco en ese momento podía ver su reacción ante las manos de aquel chico untando aceite por todas sus nalgas y piernas tan suavemente que parecía estar tratando seda y no piel.

Debió haber sido difícil para él, pues constantemente se tocaba a si mismo para darle un poco de placer al pene que seguramente estaba en urgencia de acción, e incluso acercaba su rostro a las nalgas de mi esposa como si les fuera a dar una mordida, pero terminando solamente por olerlas seguramente por la esencia del aceite.

Tras varios minutos por fin mi mujer comenzó a darse la vuelta para quedar boca arriba. Ya no solo era Arturo el ansioso, sino yo mismo mientras miraba el video.

Sus tetas se colgaron una para cada lado de su cuerpo, y aunque intentó volverlas a su lugar, éstas no le hicieron caso. Su rajita estaba cubierta por la breve tanga en color blanco y, aunque no había vertido aceite sobre ella, se veía claramente húmeda cuando se dio la vuelta.

Arturo comenzó a darme clases a mi, pues mientras yo hubiera ido directo a manosear las tetas de  mi mujer, él comenzó por sus hombros, sus brazos, su abdomen y aunque pasaba la mano por entre sus tetas no las tocaba.

Sus pezones lucían radiantes y completamente duros, supongo que no lo pudo soportar, pues no tardó mucho tiempo en pasarle ambas manos empapadas en aceite por las tetas y comenzar a masajearlas provocando que mi mujer empezara a remolinearse un poco sobre el escritorio.

En poco tiempo se decidió y, chorreando lo que sobraba de aceite sobre la entrepierna de mi esposa, comenzó a manipularle el área logrando que casi de inmediato ella se contorsionara de placer.

Le bajó la tanga hasta media pierna y comenzó entonces a abrir sus labios vaginales y a meter uno, y luego dos dedos en la vagina de Aida mientras ella mantenía los ojos cerrados y la boca abierta.

No lograba excitarme, seguramente por la rabia que me causaba jamás haberle hecho eso a mi mujer, a pesar de que en innumerables ocasiones ella me quitaba las manos de sus tetas y las llevaba a su vientre – Nunca lo entendí, pero quería más tiempo de ese que el chico le estaba dando –

En menos de lo que esperé, mi mujer tenía las piernas completamente abiertas y el chico jugaba a placer con todo lo que se encontraba entre ellas, incluso, por lo poco que me dejaba ver el ángulo de la cámara, le estuvo metiendo un dedo en el culo, algo que muy rara vez me dejaba hacer a mi.

Las manos de mi esposa no encontraban lugar. Apretaban la colchoneta y luego se apretaba el puño en señal de no saber qué hacer con ellas, pero supongo que habrían quedado en que ella no lo tocaría.

De pronto, mi mujer levantó ambos brazos al cielo

Cuando terminamos de cenar esa noche y nos dispusimos a ir a la alcoba, le tiré a mi esposa la pregunta directa mientras subíamos las escaleras: ¿Así que el dedito en el culo?

Se siguió de largo y una vez que entramos en la habitación, hizo lo que no había hecho hasta ese momento, me comenzó a enseñar a mi después de tantos años. “El culo es cuando ya estoy muy excitada, antes no soporto el dolor. Cuando quieras lo intentamos para que veas”, me dijo.

Abrió la computadora delante de mi y me invitó a acostarme a su lado a ver el siguiente video, que yo ya estaba esperando con ansia, pues era el último de la serie.